Mi tía Clara

Mi tía me introduce en el sexo y me enseña su oficio.

I Parte

Desde que tengo memoria vivo con mi tía. Ella me contó que siendo muy niña mis padres murieron en un accidente de tráfico y que ella se encargó de mi educación, y de criarme porque yo tenía poco más de cuatro años.

Desde siempre me acarició cuando me bañaba y después untaba todo mi cuerpo de aceite de almendras, me decía que yo tenía una piel preciosa y que si la cuidaba sería la mujer más bella del mundo. Y desde que fui a vivir con ella cuando me acostaba en mi cama se sacaba un pecho y me dejaba chupar como si yo fuera más bebé de lo que era. Yo estaba encantada por ese cariño que ella me demostraba y que nadie había tenido por mí. Nunca me di cuenta de que se trataba de la iniciación en los juegos eróticos.

Todas las noches ella me hacía lo mismo, y toda las noches yo chupaba su precioso y redondo pecho hasta quedarme dormida. Cuando cumplí cinco años me dijo que hoy íbamos a cambiar el juego, y se metió en mi cama, pero esta vez se quitó la camisa y el sostén, y me dijo que además de chupar su pecho le tocara la puntita del otro con mi manita. Yo lo hice encantada porque quería muchísimo a mi tía. Y esta vez a diferencia de las otras noté que su respiración se hacía diferente, de manera que no me dormí como las otras veces, sino que la estuve mirando, y al poco tiempo de estar las dos así, ella se agitó mucho y respiró más fuerte hasta que me pidió que la dejara ya. Se vistió y se fue. Yo me quedé rara, porque me gustaba chuparle hasta dormirme, y aquella vez no me dormí, pero lo que le había hecho me gustaba también, y sentir cómo se ponía durito el pecho entre mis dedos fue una sensación excitante. A partir de aquel día todas las noches fueron así.

Una de las veces que volví del colegio le conté mientras nos bañábamos que un niño había intentado bajarme las braguitas y que yo me había asustado mucho, pero que salí corriendo y me pegué a la profesora todo el tiempo para que no lo intentara más. Ella me miró muy seria y me dijo que al día siguiente iría al cole a aclarar el asunto para que no me pasara nada malo. Y también dijo que yo no debía dejar que nadie, ni grande ni pequeño, me tocara ni un pelo de la trenza, que ella era la única que me podía tocar, y mientras me decía esto me aplicaba el aceite de almendras por la espalda. Me volví y me dio un beso en la nariz, y otro más en la frente, y muchos en las mejillas y en el cuello. A mi aquello me encantaba y me quedaba floja entre sus brazo dejándome besar, porque mi tía olía bien y era muy guapa.

Me llevó a la cama como todos los días y yo estaba deseando que se quitara la blusa y se metiera conmigo en la camita, pero me dijo, espera un poco que ahora vuelvo, y taconeando se fue a su cuarto. Apagó la luz y su silueta se dibujaba en la puerta, completamente desnuda. Se me cortó la respiración cuando la ví así, y no sé por qué; me dijo, déjame un sitito ahí a tu lado, preciosa, y yo me escurrí hacia la esquina de la cama hasta que ella entro. Entonces me abrazó, y me acarició por debajo de mi pijama, y me metió su precioso pecho sonrosado en la boca, para que se lo chupara, pero enseguida me sacó el pecho y me besó sobre los labios. Me encantó ese beso, y me dejé, le sonreí cuando se apartó y me dijo que yo era preciosa, y me volvió a besar muchas veces más, chupando mis labios. Se tumbó boca arriba y me dijo que le tocara las tetitas, y que se las chupara como yo quisiera, y los hice, primero una, y luego otra, se las pellizqué una y otra vez, y tiré de ellas para arriba como ella me decía, y veía que ella suspiraba muy fuerte. Entonces paró y me dijo que ahora debía tocarla por abajo, y cogió mi mano y la bajó hacia sus piernas, y las abrió. Yo me quedé quieta porque no sabía qué hacer, estaba asustada porque a lo mejor me reñía si le tocaba, pero ví que ella abría las piernas y llevaba mi mano hasta su sexo, y me ponía la mano allí.

Tócame - me dijo bajito-, toca el centro, y tira de una lengüita hacia arriba y verás que se moja todo después, ya verás qué divertido.

Yo lo hice, entre sus pelos sobresalía algo un poco más abultado, lo cogí con los dedos y tiré hacia arriba, y después hacia abajo, y vi que se me mojaban los dedos. Ella me dijo que siguiera y que yo le tocara como yo quisiera y lo hice, bastante rato. Tenía la manos mojada de un liquido que ella soltaba y que mientras más la tocaba más tenía. Mientras hacía todo esto mi tía tenía los ojos cerrados, y apretaba los puños y respiraba muy fuerte, hasta que estiró las piernas, estrujando mi manita entre sus muslos y comenzó a moverse bastante. Así acabo el juego.

Ella me volvió a besar en la cara y en la frente y en la boca, muchas, muchas veces y me dio su pecho para que se lo chupara, y me chupaba ella mis dedos, uno a uno, que era muy agradable. Aquella noche tardé mucho más en dormirme.

Hubo más noches iguales, más largas, después de esa. Todo lo de mi tía me encantaba, su cosita era peludita, no como la mía, y cuando yo la tocaba siempre estaba mojadita de un líquido suave que olía dulce.

A veces nos bañábamos juntas y en el baño me dejaba chuparle los pechos, y tocárselos. Pero ella nunca me tocaba a mí.

Cuando tenía ocho años, aproximadamente, ella me sorprendió un día poniéndome su ropa interior, un sostén morado que rellené con unos calcetines, y unas braguitas grandes que para que me estuvieran bien tuve que hacerle un nudo atrás y se me remetían por la rajita. Me había pintado los labios y los ojos con sus cosas de maquillaje y me miraba al espejo. Entonces fue cuando entró ella y me sorprendió.

  • Vaya, mi gatita se hace mayor- dijo, y yo tuve miedo de disgustarla porque la quería mucho. Ven que te voy a enseñar yo a ser mayor.

Estaba aterrorizada de pensar que ella se había enfadado, porque tenía el ceño fruncido. Pero entonces me sonrió, y me dio un beso en los labios, y me abrió los labios y me metió un poco su lengua, me desabrochó el sostén y cuando me fue a quitar la braguita vio que el morado de la tela estaba más oscuro de humedad, porque se me había remetido mucho en mi rajita. Se rió y me dijo:

  • Estás empezando a madurar, de aquí a poco vas a valer mucho – Yo no sabía a qué se refería pero sonreí encantada de que a ella le gustase lo que yo había hecho.

Y me llevó a su cuarto esta vez, y se desnudó delante de mí, mientras yo la miraba tendida, desnuda también en la cama. Se acercó a la cama y se tumbó diciéndome que ese día haríamos cosas nuevas. Me besó en la boca, pero esta vez con la lengua como lo había hecho antes, y me acarició el pecho, y me abrazó, juntando sus tetas con las mías pequeñitas, y frotando todo su cuerpo contra el mío. Comenzó a chuparme el cuello y el pecho, y mi barriguita, y abriendo mis piernas me mordió la parte gordita de encima de mi chochito, con los dientes, pero sin hacer daño, y después con la lengua lo lamió todo por fuera, tan cerradito estaba mi cosita.

Y a mi me gustaba mucho aquello, respiraba con dificultad, pero me encantaba, tenía calor por todas partes. Y siguió arrastrando su lengua por el sexo, arriba y abajo, hasta que ví que de entre las dos partes que lo cerraban se separaba y aparecía una cosa pequeña y rosita, muy chica, que debía ser como lo que ella tenía, pero lo mío diminuto a su lado. Cuando me lo tocó con su lengua me retorcí entera de placer. No sé cuánto tiempo estuvo así, yo no quería que parara de hacerlo porque me volvía loca de gusto. Pero después de un rato me dijo que ahora era yo la que tenía que hacérselo a ella. Y yo, medio temblando y como con fiebre me puse de pie y comencé a chuparala por todas partes, sin saber lo que hacía, si era el brazo o el codo, o la teta, me lo comía todo como una fiera.

Ella se reía de ver mi embriaguez y tomando mi cabeza me la puso entre sus piernas abiertas, separó su chocho y me indicó con el dedo dónde debía hacerlo. Yo seguía torpe por la excitación, estaba temblando, de manera que como pude empecé a chupar y lamer aquello, y me sorprendió muchísimo que me gustara tanto hacerlo. A ella le gustaba porque suspiraba y gemía muy fuerte. Se movía al mismo tiempo que mi boca, y se tocaba los pechos mientras yo le comía y chupaba el dulce líquido que ella soltaba. Hasta que volvió a estremecerse, a apretar las piernas contra mi cara y moverse mucho, mientras decía ay, ay, ayyyyyy.

Este nuevo juego me encantaba. Se quedaba después en la cama, jugando conmigo, hablando y besándome y diciéndome que me tenía que enseñar muchas cosas más porque las niñas que aprenden bien estos juego se hacían muy ricas. Yo no sabía lo que eso quería decir, pero me encantaba que ella me quisiera tanto y estaba dispuesta a aprender lo que fuera por complacerla.