Mi terapia
Una madre se obsesiona con ver a su hijo nalgon en el gimnasio, hasta que la obsesión da paso a la pasión... la historia de una mujer caliente y su hijo descarado.
Recuerdo la primera vez que soñé con él… con su musculoso y sexual cuerpo penetrándome, recuerdo que estaba sorprendida, viendo mi cuerpo vibrando del placer, recuerdo que arañaba su espalda y tomaba su duro culo en mis manos pidiendo que me diera más duro, más profundo, le mordía la lengua, sus brazos me tomaban como una muñeca, me manejaba a su antojo, yo sólo gemía y babeaba de toda lo que disfrutaba… cuando finalmente me lleno las entrañas de su semilla me besaba las orejas y me decía… ¿lo disfrutaste mami?
No es que esos pensamientos hubieran surgido de la nada, tenia meses reprendiéndome, recuerdo que empezó cuando el año pasado cercanas las vacaciones de primavera, sabía que tendríamos vacaciones a final de verano en una playa y quería que mi cuerpo luciera bien, ya me había hecho unos implantes hace algunos años, pero deseaba bajar unos kilos y reafirmar mi trasero. La verdad es que como mujer me mantengo bien y me gusta además apreciar a los hombres, no crean que va más allá, de hecho, siempre he sido fiel a mi marido, ambos trabajamos y tenemos dos hijos, uno de ellos fue el que me recomendó su gimnasio, le dije que lo consideraría al final del día de trabajo en la oficina asistí a la hora en que lo hacia mi hijo, podríamos regresar juntos a casa.
Me coloqué en una caminadora y comencé a fisgonear en todo el lugar, cuando vi a un hombre, digo un verdadero hombre, tenia una espalda increíble, unos brazos fuertes y mientras lo veía hacia peso muerto, mostrando un culo que casi me hace caerme de la máquina, cuando lo miré más de cerca me quedé sorprendida era mi hijo. Desde ese momento ir al gimnasio y mirarlo era un alivio, podía quedarme viéndolo mientras yo misma me ejercitaba, a veces le mandaba watts app preguntando si después de un día de estresante trabajo ese día haría ejercicios de glúteos y piernas, me respondía como un niño diciéndome que lo haría si creía que le hacía falta, siempre me ponía de buenas viendo sus nalgas en mis noches…
Una noche, ese día estaba relajándome viendo el culo perfecto de mi hijo y el sudor cayendo marcando sus pectorales, cuando una chica se acercó y me dijo.
- muy guapo verdad-. Se acomodó en la maquina caminadora cercana.
- Si, muy guapo-. Le contesté apartando la vista de la espalda musculosa de mi bebe.
- Me encanta… mira nada más que bueno está—me dijo mientras caminábamos a una velocidad media.
- Sí… bueno…-. Dije secándome el sudor.
- Te he visto mirarlo y no creas yo también lo hago, pero ya no más.
Mientras me decía eso, se bajó se acercó lentamente a él y mientras tomaba él se concentraba en su brazo y una mancuerna, ella le agarró las nalgas descaradamente, me miró y me hizo una mueca con los labios… mi hijo volteó y le regaló una sonrisa pícara. La chica tomó sus cosas y me dijo, tan ricas como creí. Se despidió y salió contenta como nunca.
Esa noche fue cuando finalmente tuve mi primer sueño erótico con él… fue asombroso, pero al despertar me sentí sucia, me bañé pensando en que eso era una locura, pero no podía abandonar mi costumbre de verlo en el gimnasio, era mi personal forma de relajarme y no sentirme tan abandonada en el tiempo, estaba en una encrucijada, y es que conforme lo sabroseaba todas las noches más lo veía como un hombre y menos como mi propio hijo.
Un fin de semana, mi hijo salió temprano a ejercitarse, mi marido y mi hijo menor salieron a su juego se futbol y yo me quedé en casa, estaba limpiando cuando mi hijo Felipe llegó. El sudor caía por todo su cuerpo, sin que notará mi presencia pues lo veía desde uno de los vidrios de la alacena de la cocina se quitó la camisa… verlo así con su cuerpo palpitando todavía después del ejercicio me hizo perder la cabeza.
Subió a la segunda planta y cuando escuché la llave de la regadera caer, subí a paso muy lento, él siempre tiene la casa para él solo los sábados así que cuando estuve cerca del baño noté que no estaba cerrada la puerta, de rodillas la abrí un poco y por el resquicio pude ver a mi hijo a través de la puerta corrediza, en ese momento enjabonaba su espalda y el agua caía por todo su cuerpo, no pude mirar más… me vi a mi misma como una obsesiva en el piso espiando a mi hijo, estaba enferma.
Mi hijo bajó en calzoncillos tras unos minutos y se sorprendió al verme preparando la comida, pero yo quedé más sorprendida la verlo así, su paquete era precioso y cuando se dio la vuelta para ponerse algo pude ver su culo y dios como me mordí el labio y soñé ser esa chica que lo había tocado en el gimnasio. Mi esposo y mi hijo menor regresaron a la hora habitual y comimos como siempre, pero ya algo estaba en mi cabeza, en ese momento no sé realmente que esperaba.
Al sábado siguiente cuando mi hijo regresó del gimnasio me encontró en la casa.
- Amor no te esperaba tan pronto-. Le dije, esa mañana me había puesto una camisa escotada mis pechos lucían preciosos.
- Mamá de nuevo faltaste al partido-. Me dijo dándome un beso
- Sí, quería preparar algo rico que comer, oye-. Le dije mientras se preparaba a subir las escaleras.
- ¿Sí? -. me preguntó volteando hacia mí.
- Te gusta como quedaron-. Dije tocándome las tetas-. Me da un poco de pena ahora que vayamos a la playa me da pena enseñarlos.
- Sí mamá, quedaron muy bien.
- Gracias amor… tú también estás muy bien.
- Bueno gracias mami.
Ese sábado mis planes habían salido bien, al siguiente fin de semana, lo recibí con una camisa igual pero ahora sin escote, mis aureolas resaltaban y noté cuando me saludo no pudo disimular verme las tetas.
- Mami que bueno que estés aquí me encanta tenerte en casa.
- Gracias amor… que fuertes tienes los brazos.
- Mami… tú también has tenido ganancias… mira esas piernas… esas nalgas.
- No están tan buenas como las tuyas…-. Me dijo tratando de disimular que estaba bastante apenado.
- Mami…. hago el intento…
- Deberías quitarte la camisa, así sudado te puede dar algo-. Mi hijo me miró de una forma bastante sucia.
- Claro lo que tu digas mami-. y se sacó la camisa mostrándome sus pectorales y su abdomen, el sudor caía por todos los lados y yo sin poder detenerme toque uno de sus pectorales.
- Amor que…
- ¿sí mami?
- Nada digo sigue trabajando te ves muy bien-. Quité mi mano mientras él subía al baño.
Mis noches en el gimnasio seguían igual hasta que el miércoles siguiente mi hijo llegó a donde me ejercitaba y me preguntó si necesitaba ayuda, le dije que sí y mientras hacíamos las sentadillas, él me tomaba la cadera, sus manos tocándome y mis nalgas casi rozando su entrepierna me puso muy caliente cuando terminamos ambos nos miramos y nos fuimos en silencio.
El camino a casa mi hijo no dejaba de mirarme a escondidas, mis tetas y mis piernas, podía sentir sus miradas. Yo jugando con él en los semáforos le tocaba sus brazos y le decía que estaban super duros, él me decía que no sólo eso lo tenía duro, ambos reíamos, pero ya la tensión era innegable. Desde ese día siempre que nos mirábamos sentíamos mucha lujuria.
- Amor me encanta como has cambiado-. Le dije antes de entrar a casa-. Ya eres todo un hombre…
- Gracias mami tú también te ves muy bien-. Me dijo mirándome como un animal pequeño e indefenso.
- ¿Qué parte de mi cuerpo te gusta más amor? -. le dije mientras subía el vidrio del carro.
- Tus pechos mami se te ven preciosos… ¿y de mi que te gusta más?
- Tus nalgas amor… todas las chicas del gym están locas por ellas, y tus compañeras de instituto deben estar igual.
- Algunas, mami, puede que hasta unas maestras.
Dejamos de hablar pues mi hijo menor llegó y nos interrumpió, pero ya estábamos llegando a un punto peligroso, quise pararlo, pero al día siguiente era sábado y la verdad era que no quería, mi hijo se levantó a las 7 de la mañana para irse a entrenar, espérame le dije por whats, quiero ir contigo más adelante tengo una cita con mis amigas y quiero ir bien. Me mando una cara con corazones.
Esa mañana hicimos ejercicios juntos, nos tocábamos, nos rozábamos nuestros cuerpos, estábamos como animales en celo, estábamos prácticamente solos y podíamos hacerlo, llegamos a casa tras dos horas de sudar y filtrear de forma bestial.
- Mami si quieres báñate primero, dices que hoy tienes prisa-. Me dijo mientras se quitaba la camisa, yo estaba tan caliente que sin disculparme le agarre los pectorales mientras me mordía los labios.
- No seas tonto vamos a bañarnos juntos, total como cuando eras un niño.
- Si quieres mami-. me dijo mirando mis tetas….
Subimos tomados de las manos…nos mirábamos con lujuria ambos y sabíamos lo que iba a pasar, aunque yo quisiera negarlo.
- Cuando eras un niño tenias unas nalguitas preciosas amor-. Le dije mientras abría la regadera.
- No te gustan las que tengo ahora-. Me dijo enseñándomelas y mirándome suplicante, finalmente le di una buena nalgada y mientras me reía finalmente se quitó su trusa blanca y volteo hacia mi mostrándome su verga erecta… tan grande, mucho más grande que la de su padre.
- Amor que verga….-. le dije dándole la espalda.
- Y que culo tienes mami.
- Gracias amor, dios el agua está muy caliente…
Ambos comenzamos a enjabonarnos el cuerpo, nos mirábamos, pero nadie hacia nada, estaba como loca mirándolo, sus piernas, sus hombros, brazos y esa verga que se bamboleaba.
- Mami no me alcanzo la espalda ¿puedes ayudarme?
- Claro amor-. Me dio la espalda y no pude evitar darle una buena nalgada-. Que chico tan guapo… tan buenote.
- Gracias mami…
- Que rica espalda mi amor…-. Con mis manos toque todo su cuerpo, sus músculos e incluso le enjabone los pectorales apretándome contra él, con mis duras tetas de silicona en su espalda…-. Amor ayúdame ahora tu a mi…
me puse contra la pared separe las piernas y mi Felipe poco a poco comenzó a echar espuma en todo mi cuerpo, sus manos de hombre me acariciaban y en un punto mientras yo cerraba los ojos y no dejaba de lubricar, sus manos tocaron mis tetas, yo gemí, Felipe no… le dije pero ya era muy tarde.
- Ahora sí puta-. Me dijo y mientras lo decía me separó más las piernas y me dio una nalgada y sin aviso me metió su verga.
- Para soy tu madre-. Le dije pero de pronto ya no pude-. Aaaaa amor… paraaaaa, paraaaa
- Cállate perra es lo que querías ¿no?
- Dios…. Síí amor lo quería, dame duro papi-. Le grite mientras me agarraba a las llaves de la ducha y el agua seguía cayendo por mi espalda, el sonido de su mete y saca me pusieron en trance
- Dios mami… que puta eres.
De pronto aumento el ritmo, lanzaba bufidos y alaridos mientras me penetraba y yo no paraba de gritar… estaba a punto de llegar cuando con una de sus manos me dio una nalgada que me hizo terminar como una perra… hijo dale más a tu puta le grite y mientras le decía eso me tomó de las tetas y con toda su fuerza me dio tres estocadas hasta venirse en mí.
Terminamos tan cansados que sólo pudimos cerrar la llave y mirarnos, mientras lo veía mi cuerpo volvió a vibrar, me acerque a él y besándolo, con mi lengua recorrí todo su cuerpo, quería saborear sus brazos, sus pectorales, sus abdominales, y cuando llegue a su verga le di dos besos franceses, mientras con mis manos tomaba ese culote de él y le metía un dedo, mi hijo se movió para ver como su verga se ponía dura de nuevo.
- Camina a tu cuarto cabrón -. Le dije dándole una nalgada que le puso el glúteo rojo.
- Sí mami-. me dijo.
Lo senté en su cama y mientras lo hacia me pude de rodillas, me daba mucho morbo hacerlo en su recamara, me metí su pene en mi boca y mientras lo hacia me iba mojando, cuando supe que estaba bien dilatada, mu puse frente a él y me clave su verga… y como una amazona comencé a montarlo.
- Eres mio cabrón-. Le dije mientras metía mis pezones en su boca. Yo no paraba de brincar y de pronto mientras lo hacia mi hijo me dio dos o cuatro estocadas hasta que me vine de nuevo, sintiendo su verga tan profunda como nunca lo había sentido antes-. Dios mío eres mucho mejor que tu padre.
Lo volví a besar y mientras lo hacía le pellizqué un pezón lo que hizo que su verga saltara en mis entrañas…
- Házmelo como una perra.
Con toda su fuerza me arrojó contra la cama y sin salirse de mí, me puso en cuatro grite de dolor, sacando su verga dentro de mí, me dio una nalgada y me la metió de nuevo… arañe sus sabanas y él seguía dándome muy… muy… muy duro, cuando bajaba la velocidad yo lo hacía, no quería dejar de sentirme una puta, de nuevo me inundo con su semen tras una larga cabalgada y cuando los dos quedamos exhaustos en la cama le bese y le agarre las nalgas.
- Ahora son mías papacito.