Mi sumiso, mi puta capítulo 4
Encuentros, premios y castigos. La instrucción sigue. Savage sigue moldeando a Martín para que sea Su perfecto sumiso.
Antes que nada, agradezco a quienes van a leer estos relatos salidos de mi imaginación. No pretendo ganar ningún premio, estoy a años luz de ser merecedora de algo así, pero ante todo solicito de la manera más atenta que, evitéis los insultos o las descalificaciones si vais a comentar este escrito. Soy consciente que me falta mucho para que se consideren literalmente buenas mis historias, pero me gusta la idea de compartir las locas fantasías que se cruzan por mi cabeza. En algún escrito cuento cosas reales, mías o de mis amigos de la comunidad BDSM, pero jamás develando nombres ni lugares reales. Gracias por vuestra comprensión y sobre todo, por vuestro respeto.
- Vamos a la cabaña, perrita, tengo deseos de seguir jugando…
Llegamos en pocos minutos a la cabaña. Bajamos de la camioneta y caminamos hasta el porche de la misma. Justo antes de abrir la puerta, Martín me tomó entre sus brazos, de cara a la puerta, pego su cuerpo al mío y restregó sus caderas contra mi culo, totalmente erecto, sentí su polla deslizarse entre mis nalgas y empujé hacia atrás, sus manos magreaban mis tetas y su boca lamía y mordía mi cuello, le dejé hacer, estaba tan caliente aún por lo sucedido en el picnic que lo único que quería era follar con él. Después de un rato me giró, me cargó y me presionó contra la puerta, me besó largo rato. Yo me enredé en su cuerpo y correspondí al beso. Tiré de su pelo hasta que gimió de dolor/placer y mordí su labio inferior, moví mis caderas contra las suyas y casi me corrí cuando metió las manos debajo de mi culo y comenzó a masturbarme. No duré demasiado, me corrí a los pocos minutos. Entonces metí la mano entre nuestros cuerpos y le abrí el pantalón y saqué su verga caliente y dura. La frotó contra mi coño, arrancándome un largo ronroneo.
- Marie, ¿dijiste que tomas la píldora?, yo te juro por lo más sagrado que estoy limpio, confía en mí por favor, te prometo el lunes hacerme todas las pruebas, jamás follo sin condón, pero contigo, Dios, necesito sentirte ‘a pelo’, ¡Marie, por favor! Por favor, por favor, por favor, si más tarde quieres castigarme por ser un sumiso rebelde, aceptaré lo que quieras hacerme, sin restricción alguna, pero por favor déjame follarte ahora, sin que nada se interponga entre nosotros. El puñetero plug me tiene demasiado cachondo, estoy a punto de estallar en llamas, mira como tengo la verga, demasiado dura y me tiene demasiado caliente… ¡por favor! Apenas follamos en aquella mesa y estoy como una roca, deseando enterrarme en tu coño… ¡por favor, por favor te lo suplico!!
Su súplica simplemente me puso más caliente aún de lo que ya estaba, así que sólo pude hacer una cosa, metí de nuevo la mano entre nuestros cuerpos, cogí su verga y la llevé a mi coño, que se la tragó entera. El gemido que escapó de la garganta de Martín me estremeció de tal modo que con eso me sentí pagada, pero le castigaría por su rebeldía, sólo por el placer de hacerlo. Sé que para otros Amos el que sus sumisos tengan estos arranques es impensable, los castigan severamente, pero para mí el que me desee todo el tiempo, y que, en ocasiones no pueda contenerse y tome la iniciativa aunque al final acabe castigado, es simplemente delicioso.
- Fóllame Martín, ahora solo importa eso, tu verga dentro de mi coño y el enorme placer que eso nos trae. Fóllame, puta, ¡fóllame que ya te follaré yo!
Gruñendo tomó mi boca por asalto y nos entregamos a la pasión desmedida, salvaje como el paisaje donde nos encontrábamos. Sus embestidas parecía que iban a partirme en dos. Yo tiraba de su pelo hacia atrás y haciéndole daño. Tomé su cuello por asalto, se lo mordí, lo marqué, le arañé. Embestía como poseso y yo chorreaba de lo mojada que me tenía, gemía como puta de película porno barata y no me importaba si alguien nos veía… Bajé las manos hasta cogerle el culo, se lo arañé, lo apreté más contra mí. Sus pantalones estaban en sus rodillas, deslicé los dedos entre sus nalgas en busca del plug, lo tomé de la base y comencé a follarlo yo también. Menos mal que le había puesto uno delgado y su culo ya estaba adaptado a él. Así pude hacerle un mete-saca que consiguió que su verga creciera un poco más dentro de mi coño y se pusiera aún más caliente, gimiendo desesperadamente, mientras buscaba la manera de ir más rápido sin correrse. Aunque no duraría mucho, pero yo tampoco. Se movió con brutalidad contra mí y, de pronto, me vi abrasada por un orgasmo brutal que me dejó laxa, cuando reaccioné, Martin estaba temblando entre mis brazos y se deslizaba fuera de mí, flácido, mientras su semen escurría entre mis piernas. Mordí una vez más su labio inferior, bastante inflamado por nuestros besos y suspirando, tomé el control.
Vamos dentro, putita, me has dejado toda pringada y vamos a remediarlo. Apenas se cierre la puerta, dejarás todo, te desnudarás y arrodillarás en espera de mis órdenes.
Sí, mi Señora, soy su sumiso y obedeceré todo lo que Usted, mi Ama, me ordene.
Tomó de nuevo mi boca por asalto y acarició mis pechos, me manoseó toda y antes de abrir la puerta, murmuró.
- Aceptaré cualquier castigo, mi Señora, porque haber gozado de su cuerpo como me ha permitido hacer, vale cualquier castigo, lo que quiera hacerme. Sin restricciones, el dolor que me imponga vale todo, mi Ama.
Dicho esto, entramos en la cabaña. Sonriendo de oreja a oreja ambos. Dejó todo sobre la mesa, y se desnudó, se arrodilló y se dobló hasta que su frente tocó el piso.
- Ama, soy un perro malagradecido que la ha tomado por asalto, aceptare gustoso el castigo que desee imponerme, mi Señora.
Sonreí. No dejaba de sorprenderme que este hombre. Me desnudé también, me senté en el sofá, abrí las piernas y…
- Ven aquí perro, ya que tú lo pringaste todo, lo vas a limpiar todo con tu lengua. Mira como escurre tu leche fuera de mi coño, No me gusta sentirme pegajosa, así que límpiame.
Se acercó y me miró dudando unos instantes, le di una bofetada fuerte y tiré de su pelo para hacer que su cara se pegara a mi coño.
- Lame, limpia, trágate todo… ¡Todo, Martín! Quiero mi coño bien limpio…
Tomó aire y comenzó a lamer. La sensación de su lengua en mi coño me estremeció, le ordené limpiarlo todo, tiré de su pelo para que no separase su cara de mí. Unos minutos después estaba cerca de correrme, su lengua penetraba con rapidez y yo me abandoné a las sensaciones. Estallé en su cara, aferré su cabeza contra mi entrepierna y me restregué en ella. Llené todo su rostro con mis jugos y él no dejó de lamer hasta que llegó la calma. Me separé para inspeccionar y su rostro bañado con mis jugos fue lo más caliente que había visto hasta ese momento. Me incliné hacia él y pasé mi lengua por toda su cara. Luego me enderecé y lo atraje de nuevo a mi coño.
Sigue chupando, perro, quiero otro orgasmo y esta vez te lo vas a tragar todo… ¿Entendido?
Sí, mi Ama.
Chupó, lamió y succionó hasta que volví a correrme, esta vez bebió todo lo que mi coño le entregaba en el orgasmo maravilloso que su boca me regaló. Me separé de él, le besé largamente y luego le indiqué que volviera a ponerse de rodillas, en espera.
- Martín, te castigaré porque cuando me tomaste allí afuera, veníamos en plan Ama/sumiso, y me llamaste por mi nombre. No voy a permitir que haya transgresiones. Cuando estamos en plan vainilla, me puedes tutear y llamar por mi nombre, y hasta asaltarme como en la puerta que te corresponderé de igual a igual, pero cuando esté como tu Ama, deberás regirte por el protocolo y por las instrucciones que yo te dé. Estábamos como Ama/sumiso, puta y por ello vas a ser castigado. Ciertamente me has hecho gozar también, pero no puedo premiarte si tienes un castigo pendiente, así que el premio por hacerme gozar está en espera de igual modo. El castigo lo impondré cuando a mí se me dé la gana. Quiero que sepas, Martín que yo aprecio mucho que tomes la iniciativa, que hay Amos que no se detienen hasta obtener un robot, yo no quiero que seas así, te quiero espontáneo, obediente en modo sumiso, pero travieso y pícaro en modo vainilla. Permanece aquí, voy a ducharme, cuando acabe irás tú y te espero en la cama, creo que lo mejor es que durmamos un par de horas para reponer energía.
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Cuando Martín despertó, estaba atado, amordazado y con la máscara puesta. No sé cómo no se despertó mientras hacía todos mis movimientos. Se sorprendió y asustó, pude notar que se sentía desorientado. Guardé silencio unos instantes. Cuando comenzó a tironear con fuerza las ataduras, desesperado, hablé:
- Martín.
Mi voz le calmó con solo decir su nombre, comprendió qué sucedía y suspiró y se relajó visiblemente. Al mismo tiempo se le puso dura la verga. Parecía imposible, pero estaba como una roca de nuevo. Se había dormido con el plug y en ese momento se lo retiré para colocarle uno fantástico con vibrador más grueso. Gimió al sentir el otro entrar, lo activé y soltó un grito cuando la cosa comenzó a vibrar en sus entrañas. Su polla daba saltos, sola y yo estaba segura que si le dejaba, se correría con el vibrador. Pero no sería tan fácil. Saqué una vara del bolso y le acaricié todo el cuerpo con ella. Se estremeció al reconocer lo que era. Comencé a golpear las plantas de sus pies. Trató de apartarse pero un golpe en las piernas le frenó. Subí el vibrador al máximo y azoté sus pies, sus piernas, espalda y culo, dejando infinidad de marcas rojas.
- Te ves hermoso, Martín, atado, amordazado, con ese plug en el culo que tanto me excita, con la verga dura como una roca y lleno de las marcas de mi vara. Me gusta el poder que me otorgas siendo mi puta, mi juguete y dejándome hacer contigo lo que se me da la gana. Me prometiste que este castigo era sin restricciones, que podría hacerte lo que quisiera si te permitía follarme contra la puerta. Lo hice. Así que ahora mismo eres mi puta, sin límites.
Pude ver como se estremeció, cómo su cuerpo vibró, no sé si de miedo o de placer o algo entre una cosa y la otra… Sí, creo que fue una mezcla de ambas cosas. Saqué una cuerda suave de algodón, delgada, y tomé sus huevos y comencé a atarlos, se retorcía, pero no se quejaba. Los até apretando lo suficiente para que fuera muy incómodo para él. Gruñía. Luego comencé a masturbarle lentamente, intercalando movimientos más rápidos. Llevé mi boca a uno de sus pezones y lo mordí hasta que gritó de dolor, y luego fui al otro e hice lo mismo. Me acerqué a su cuello, lo chupé, lo mordí, lo marqué de tal modo que no podría ocultar la marca cuando llegase a trabajar, quería que la jodida secretaria le viera las huellas de mi pasión. Y quería el jodido pase full-access que me prometió, para plantarme delante de ella. No eran celos, era rabia de que ella quisiera controlar lo que es mío.
Bajé con mi boca por su pecho su vientre y metí la lengua en el ombligo, luego bajé más y me encontré con su polla, bien dura y erecta. Y me la metí a la boca, se la chupé hasta llevarlo al límite, chupé sus huevos atados y moví el plug en su culo para estimularlo más. Se agitó mucho y comenzó a decir cosas contra la mordaza, entendí que estaba por correrse y pedía permiso para hacerlo.
- No, no puedes correrte aún. Sería demasiado fácil.
Me detuve y fui al bolso, saqué un paquete de pinzas de ropa. Me incliné, pellizqué uno de sus pezones hasta que gritó de dolor. Coloqué entonces una pinza en cada pezón y tracé un camino con ellas hasta que la última quedó justo en el pliegue al lado de su polla. Todas las pinzas, menos las de los pezones, estaban en carrillera, es decir, unidas por un hilo del que tiraría con fuerza para arrancarlas cuando él menos lo esperara.
Volví a masturbarlo hasta llevarlo al límite. Cuando suplicó por mas, volví a negarle el placer. Me detuve y jugué con las pinzas en sus pezones, se retorció del dolor/placer que le causaba. Y cuando volvió un poco en calma, volví a masturbarlo. Hice esta misma acción tres o cuatro veces más. En la última suplicó con vehemencia y aunque no le entendí, le permití correrse.
- ¡Córrete puta!
Estaba llegando al orgasmo, pero al haberse corrido ya muchas veces para mí, le resultaba más difícil eyacular. Entonces tiré de las carrilleras, al mismo tiempo. Chorros de semen bañaron su vientre, El dolor provocado por las pinzas lo había logrado. Disfrute de sus gemidos, de cómo se retorcía. Cuando por fin quedó flácido, desaté sus huevos y les hice un masaje para que volvieran a su color natural. Retiré todos los juguetes de su cuerpo, empezando por el plug vibrador, las pinzas de los pezones, retiré la máscara, la mordaza, pero le dejé atado. Fui al baño y volví con un par de toallas mojadas. Limpié su cuerpo bajo su mirada cansada pero atenta.
Cuando terminé de limpiarle, le desaté y me acurruqué a su lado se sintió de maravilla cuando sus brazos me envolvieron y besó mi frente. Suspiró y murmuró palabras que jamás olvidaré mientras viva.
- Gracias mi Señora por este castigo, por el dolor que me ha dado, el que ha limpiado mi falla. Porque eso me lleva a ser mejor sumiso para usted. También le agradezco el placer que me ha reglado cuando no lo merecía.
Guardó silencio y yo callé también. Le acaricié el pecho durante horas, no nos movimos pero fue el momento más dulce de todo el día. Nos pasamos el día abrazados, cuando el hambre nos atacó, nos vestimos y fuimos andando a un pequeño restaurancito en el que comimos y paseamos por la orilla del arroyo hasta el atardecer. Hablamos de nuestras vidas. Volvimos a la cabaña y nos sentamos al porche. Hice chocolate calentito y lo bebimos abrazados, de la misma taza.
El resto del fin de semana transcurrió tranquilo. El domingo al medio día volvimos a la ciudad. Cada quien a su respectiva casa.
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La semana pintaba como la anterior. El Lunes en la tarde llamé a la oficina de Martín y la neurótica secretaria me dijo que no podía comunicarme con él y que por favor dejase de llamarlo, que no me pasaría la llamada. Diablos, tendría que ajustarle cuentas directamente. Le dejé un mensaje de whatsapp a Martín y ya no tuve tiempo de intentar hablar con él después.
El martes a primera hora llegó un mensajero a mi oficina de parte Martín Landeros, director general de Grupo Landeros. Me entregó un sobre, y una caja exquisitamente envuelta. Firmé de recibido y me encerré en mi oficina. Abrí la caja primero, contenía una cadena exquisita con un dije de diamantes engarzados formando una letra M… ¿Mi sumiso me marcaba como de su propiedad? Solté una carcajada y me puse la cadena al cuello, ¡habrase visto! No le puse yo su collar aún y ¿él me marca? Bueno, sirva la cadena para cobrarme un castigo por pretender marcarme. Secretamente, la idea era excitante, imaginar su cara cuando la viese en mi cuello. Había una pequeña nota que decía: “para esos días vainilla, me encantaría que aceptaras llevar mi letra en tu cuello”. Menudo listillo. Castigo de todos modos, leve, pero castigo. Luego abrí el sobre que venía aparte. Contenía una tarjeta full Access a todas las puertas de Grupo Landeros, una sonrisa perversa me cruzó el rostro. Al día siguiente mataría dos pájaros de un solo tiro. Pondría a la secretaria en su sitio, le dejaría claro quién es la dueña de Martín Landeros y… sorprendería al propio Martín.
Me levanté temprano. Me preparé para esa visita. Traje sastre, negro entallado, camisa blanca, de encaje, un corbatín, medias negras, zapatos de tacón alto, de los llamados de aguja. Maquillaje perfecto. Pelo en un moño apretado, un gran bolso donde llevo una sorpresa para Martín aunque no creo que le agrade llvar un plug mediano el resto de la tarde, pero es el precio que pagaría por la cadena con su letra. Y Así me aseguraba de tenerle tan caliente que iría a mi casa para remediar su calentura.
Toda la mañana en mi oficina, normal. Todos los pendientes fuera y a las 3 de la tarde, tras llamar al conmutador de Grupo Landeros y averiguar si mi sumiso estaría en las oficinas, me dirijí hacia allí. Al entrar, saqué la tarjeta y comencé con la entrada. Activé todos los candados, pasé sin problema, hasta el ascensor privado para las oficinas del presidente de la empresa. Apenas entré en la recepción, me salió una mujer joven, cerca de los treinta, con una ropa más entallada que la mía, cara de guarrilla de esquina. Levantando una ceja me miró de arriba abajo.
¿Qué hace usted aquí?, ¿Qué desea, quién es?
Alguien que no necesita explicarte todo eso a ti, estoy aquí para ver a Martín, y lo haré ahora mismo.
No puede entrar, Martín dio órdenes de no ser molestado por nadie.
Yo no soy nadie, soy su… Prometida… y pasaré a verlo.
Martín no tiene novia, usted es la arribista que llamó el otro día, pues sepa que no le permito que quiera sacarle algo a mi… Jefe...
Saqué el pase full Access, se lo mostré y ella abrió mucho los ojos, sorprendida.
- ¿Ves esto? Es lo que hace la diferencia entre tú y yo. Mientras tú debes llamar antes de entrar, yo no.
Pasé al lado de ella y abrí el privado de Martín, con la zorrita detrás de mí. Al entrar intempestivamente, Martín levantó la vista y se levantó de inmediato. La jodida secretaria comenzó a hablar, él solo levantó una mano y la hizo callar.
Eso es todo, Sofía.
Pero… Señor… Esta mujer…
Es mi mujer y ella entra cuando le venga en gana…¿Está claro?
La mujer palideció y luego se giró para salir, me fulminó con la mirada, le sonreí triunfante y levanté una ceja. La mujer casi bufó y caminó hacia la puerta. Martín llegó a mi lado y me abrazó y me besó apasionado, me dejé hacer y en cuanto se cerró la puerta, me miró expectante. Señalé mi cuello.
- Mi sumiso sin marca de su Dueña… ¿pretende marcar a su Ama?
Bajó la mirada poniéndose serio, pensando que no había entendido sus intenciones. Me acerqué a él, le tomé la cara entre mis manos y besé suavemente sus labios.
- Gracias, la usaré todo el tiempo, vainilla o chocolate, me gusta llevar la letra de mi único sumiso.
Me abrazó y escondió su cara en mi cuello, emocionado. Después de unos instantes me separé y mirándole seria, señalé el suelo. Suspiró y sonriendo se dejó caer de rodillas ante mí. Me miró desde su posición y bajó la mirada después. En espera.
- Tu puñetera secretaria me odia. Déjale claro que me perteneces, no quiero tener que castigarte de nuevo por culpa de ella. ¿Ok?. Ahora bien, Martín. Aprecio infinitamente el regalo que me has hecho, que me encanta. Aun así debo castigarte por quererte pasar de listo, Señor Landeros. ¿Tu letra? Y ¿Pensabas que no me daría cuenta que es una marca que me pones? Insultas mi inteligencia, putita… No quiero castigarte pero lo haré. Para que no te quieras pasar de listo en otra ocasión. Espero que no tengas alguna junta importante, porque te voy a poner un juguetito que no podrás quitarte hasta dentro de unas horas, en mi mazmorra.
Asintió antes de comenzar a hablar, después de mirarme suplicante para que le permitiese dirigirme la palabra.
- Lo sabía, Mi Señora, pero la vi y sentí la necesidad de hacerle el regalo, aun cuando también sabía que me castigaría. Verle mi letra en su cuello, bien vale un castigo.
Sonreí y le indiqué que se quitara la ropa y se subiese a una mesa baja en cuatro patas. Lo hizo y me acerqué a su culo. Lo acaricié.
Te azotaré más tarde en la mazmorra. Con la vara, Martín. Treinta azotes por pretender pasarte de listo. Pero ahora, te voy a regalar algo que, deberás conservar. Tomé un tubo de lubricante y saqué de mi bolso unas bolas chinas. Las llené de lubricante y me acerqué a su culo y le metí la primera, no sin un gruñido. Una molestia, más que dolor. Y luego otra, y otra, total 5 bolas chinas un hilo bastante largo.
Y ahí se quedarán, Martín hasta que logres llegar a mi mazmorra. Notarás que conforme te mueves, vibran. Prepárate para estar más caliente que el infierno, mi puta. No puedes correrte. Y si llegases a hacerlo, me dirás que te has corrido y recibirás un castigo por ello. Nos vemos esta noche mi puta. Puedes vestirte.
Se levantó y dejó escapar el aire cuando las bolas se movieron en su culo. Se vistió y me miró fijamente.
¿A qué hora he de estar allí, Ama?
Nueve de la noche, desnudo, de rodillas frente a la puerta, mirada en el piso.
Así será, mi Dueña. Gracias.
Salí de allí con Martín de la mano. Llegamos al ascensor, justo frente a la mesa de la secretaria estrella. Martín tiró de mí, me atrapó en sus brazos y me besó largamente. Me separé de él y entré en el ascensor. Justo antes de que se cerraran las puertas dije:
- A las 9 te espero, cariño…
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Una hora y media después sonó mi móvil.
Mensaje de Whatsapp.
Martín Landeros dice:
Señora mía, parecerá imposible lo que voy a decir pero, estoy añorando a mi buen amigo el plug anal. Esto es mucha más tortura. ¿Será posible que me permita correrme? Estoy demasiado explosivo. Por favor, mi Señora, mi Ama, lo estoy suplicando. Castígueme después, pero permítame correrme, susurraré su nombre o lo gritaré si así lo ordena pero permítale a este perro indigno la satisfacción no merecida de correrse con su nombre en los labios, ¡Ama, por favor!
Respuesta:
Te dije que no podrías correrte hasta que nos encontremos en la mazmorra. Pero me lo has pedido. Ve al baño, hazte un video mientras te masturbas hasta correrte. Pero que sepas que está será la única vez. Te volverás a calentar, pero no podrás correrte una segunda vez, así me ruegues. Espero el video con tu corrida, puta.
Diez minutos después, llegaba el video. Su mano jalando la polla, sus gemidos ahogados. Su orgasmo fuerte, masculino. Ya estaba yo muy caliente.
Respuesta:
Satisfactorio, puta, ver cómo obedeces mis órdenes. Recuerda, me debes una. No puedes volver a correrte, ni siquiera pedirlo. Si te traiciona el cuerpo, habrás de confesarlo y asumir castigo. A las 9 en punto entraré por la puerta del sótano. Asegúrate de estar desnudo y de rodillas o habrá consecuencias.
Las 9 llegaron pronto y cuando llegué a la mazmorra estaba la camioneta de Martín. Entré y él estaba desnudo, de rodillas y una tranca a punto de estallar. Sonreí. Me levanté la falda y le señalé mi coño. Gimiendo se acercó a cuatro patas y su lengua comenzó a acariciar, a chupar, a lamer, a succionar. Me recargué en la pared y subí una pierna a su hombro.
- Sólo te detendrás cuando yo te lo permita. Come, puta.
Su lengua lamió por todo mi coño, la enterró entre mis pliegues y se chupó todo cuanto encontró. Tiré de sus cabellos para acercarle más y restregar su cara contra mi clítoris… Mientras se enterraba en mi agujero, su nariz masturbó mi clítoris y en cuestión de minutos me corría en sus labios. Lo pillé de las orejas y tiré, me restregué contra su cara y me entregué al placer de jugar con mi nuevo juguete.
Me separé de él y le ordené sentarse sobre sus talones. Gimió y me miró suplicante. Su polla estaba a reventar, perlado por unas gotitas. Sonreí, sabía que la tranca la tenía así por las bolas chinas.
¿No te ha resultado mejor este juguete que el plug? Cariño algo tendremos que encontrar porque a mi tu culo me fascina y tengo que conseguir que ames que te folle.
Se lo suplico mi Ama, termine con mi tortura, fólleme, con lo que quiera. En este momento mato por una buena follada, por sentir como penetra mi culo una y otra vez, siempre que sea Usted y sólo Usted, mi Ama, Dueña y Señora.
Señalé la cruz de san Andrés. Me miró con cierto miedo pero caminó a cuatro patas hasta ella, se levantó y se colocó para mí. Le até de pies y manos y tomé unas pinzas, una mordaza, un arnés con un dildo grande, rugoso y mi flogger, mi fusta y la vara. Dejé todo donde pudiera verlo y procedí a colocar la mordaza y recordar las señales en caso de tener que detenerme. Di un tirón al hijo de las bolas y Martín gimió frustrado. Acaricié con mis uñas su culo, su espalda, su polla. Pellizqué los pezones hasta que se retorció y coloqué las pinzas, siseó ante la acción en ambos pezones.
Tomé mi flogger y comencé a golpear sus nalgas, su preciso trasero comenzó a verse rosado y luego rojo, seguí a su espalda, hombros. Me acerqué, le acaricié y tiré de una del hilito y volví a azotarle un rato más. Después me coloqué el arnés y me paré detrás de él, metí el dildo entre sus muslos y me moví contra él. Desde atrás con una mano le tomé la polla y se la masturbé hasta que me suplicó le dejara correrse. Me alejé y…
CONTINUARÁ…