Mi sumiso, mi puta capítulo 2

La aceptación de Martín como mi sumiso, el momento de consumar la unión, el precio que él tiene que pagar y el placer que se regalan ambos. El camino es largo y hay muchas aventuras, situaciones extremas, esto es sólo el inicio.

Mi sumiso, mi puta capítulo 2

*Antes que nada, agradezco a quienes van a leer estos relatos salidos de mi imaginación. No pretendo ganar ningún premio, estoy a años luz de ser merecedora de algo así, pero ante todo solicito de la manera más atenta que, eviteis los insultos o las descalificaciones si vais a comentar este escrito. Soy consciente que me falta mucho para que se consideren literalmente buenas mis historias, pero me gusta la idea de compartir las locas fantasías que se cruzan po mi cabeza. En algun escrito cuento cosas reales, mías o de mis amigos de la comunidad BDSM, pero jamás develando nombres  ni lugares reales. Gracias por vuestra comprensión y sobre todo, por vuestro respeto.*

  • Martín, tenemos que hablar...

Esas palabras le pusieron al borde mismo de la histeria, claro que él supo controlarse, pero a lo largo de esos 5 años aprendí a observar a los sumisos en busca de indicios de emociones contenidas, sabía que debajo de esa máscara fría de hombre de negocios duro, estaba su lado sumiso aterrado. Aun cuando sentí mucha ternura, no se me dio la gana hacerlo más fácil.

-Dime algo, si te acepto ¿Serás solo mi sumiso o querrás más de mí?  Con más me refiero a una relación más allá del bdsm, cine, cenas, bailes, conocer a tus amigos, que conozcas a los míos, unas noches en tu casa, otras en la mía y quien sabe, en el futuro tal vez vivir juntos. Dime ¿qué será?, ¿sólo sumiso para sesionar o el cuento de hadas completo?

Sus ojazos azules me miraron dolidos, como si el hecho de preguntar le doliera. Aun así no cedí e insistí en una respuesta.

  • Es importante dejarlo todo claro antes de continuar hablando, Martín. Sé que mi pregunta puede resultarte ofensiva, pero no lo es. Mientras más claros estemos, mucho mejor. Habla, hombre, es peor callar.

Se levantó del sofá y caminó por la estancia, acomodando sus ideas. Después de unos minutos sin hablar, se volvió a sentar junto a mí. Tomó mis manos entre las suyas, me las besó y comenzó a hablar casi en un susurro.

  • Llevo observándola desde hace años, Señora. Vengo casi cada semana a verla sesionar desde el día que Javier me la señaló en una escena, diciendo que era su cliente favorito. En esa sesión, el chico gritaba por el placer/dolor que usted le daba mientras lo follaba con un gran dildo y créame no soy amante de los dildos en general, cuando sesiono, uno de mis límites no rígidos es el sexo anal porque no suelo sentirme particularmente excitado con ello, aunque en ciertas circunstancias lo he practicado, le aseguro que lo evito más que lo practico, aun así, verle follar a ese chico hizo que la polla se me pusiera como roca y no pude apartar los ojos de usted. Desde entonces, cada vez que usted sesiona, procuro sentarme siempre cerca del escenario que vaya a usar o esté usando.  He admirado su evolución como Domina y he deseado ser cada uno de los chicos que han sido dominados por Usted. Cada hombre que se ha corrido para Usted. He soñado con acercarme a Usted cada vez que la he visto, pero me daba pánico su rechazo. Hasta ahora.

Suspirando hace una pausa para continuar unos segundos después.

  • Alguna vez nos hemos cruzado en la calle y como perro faldero la he seguido hasta que me he dado cuenta de que lo hacía y he cambiado el rumbo porque no era correcto. Pero maldita sea si no me moría de ganas de seguirla, apostarme a su puerta y rogarle que me tomara.  Sepa, Señora, que para mí la sumisión sólo la practico en la cama, soy un hombre de negocios muy agresivo, por lo que si no fuera precisamente Usted, le diría que sólo estaría interesado en sesionar. Pero si usted acepta ser mi Domina, mi Dueña, mi Ama,  sólo puedo decirle que quiero todo lo que me pueda dar, quiero cine, cenas, amigos, soledad, mucho bdsm, mucho sexo, pero también silencios, compañía. Señora quiero todo lo que usted me permita tener. Dígame lo que puede darme, por favor, aceptaré lo que sea, así sea una migaja.

Bajó la mirada al suelo, terriblemente emocionado, temblando y sentí deseos de abrazarlo, pero no podía perder el control, tomé aire y le miré fijamente aunque no me miraba él a mí y comencé a hablar.

  • Quedé dañada tras el divorcio. No es un secreto. No estoy buscando una relación, de hecho me juré que nunca más volvería a vivir una mentira. Todo esto que me dices  llena mi corazón. Martín, pero si tú y yo iniciamos algo, sólo podrá ser si yo soy la Dominante, aun cuando tú solo seas sumiso en la cama, querré jugar en todos los escenarios de nuestras vidas y eso implica que quiera llevar los juegos de dominio en más lugares aparte del dormitorio o la mazmorra, juegos que hasta hoy no me permití con nadie pero que me excitan de solo pensarlos. Te voy a poner en aprietos, voy a invadir tu vida, apareceré en tu oficina cualquier día, por darte un ejemplo, para colocarte un plug anal o un anillo vibrador de baja intensidad en la polla y largarme con la orden de que no te lo quitarás hasta que yo lo ordene o hasta que nos veamos esa noche y te lo dejaré horas, provocando en ti una gran erección y eso puede ser justo antes de una reunión importante, por ejemplo. Puedo llegar a tu oficina y si estás en una llamada, arrodillarme y chuparte la verga hasta hacer que te corras sin importarme la llamada. O, por poner otro ejemplo,  te pondré un "cinturón de castidad" y me largaré, para después llenarte de mensajes de texto o whatsapp para calentarte, empeñada en excitarte, sólo para que descubras qué se siente que la polla se te quiera poner dura y no pueda ser por estar encerrada en ese aparato. Voy  hacer que follemos en sitios que ni te lo esperas. Si aceptas ser mío, no serás solo mi sumiso de ocasión, sino que te guiaré para que  seas mi sumiso permanente, buscaré que con el tiempo seas mi esclavo, Martín y sólo respetaré tus límites muy rígidos, los demás lucharé porque los superes. Creo que lo mejor es que te lo pienses bien. Si decides aceptar, te voy a llevar al límite muchas veces y seré muy dura en los castigos si no te atreves a hacer las cosas que se me ocurran. Piénsalo y llámame el lunes, en horas de oficina, Martín.

Dicho esto, besé su mejilla y me levanté, le entregué mi tarjeta de negocios  y salí de la suite hacia el ascensor que me llevó hasta el subterráneo donde entregué las llaves de la suite al  portero para que las devolviera a Paul y me fui a mi casa con muchas cosas que pensar.

El domingo pasé el día conectada al Skype con mis dos retoños como casi cada domingo. Por la mañana con Álvaro y por la tarde con Sofía.    Al caer la tarde recibí la llamada de una amiga para reunirnos a tomar café. Las encontré en el lugar de siempre, hablamos de temas tan alejados del bdsm que logré hasta olvidarme de Martín durante unas horas. Acabamos cenando y sobre las 12 de la noche una de ellas preguntó.

-¿Nos vamos? Mañana es lunes…

Entonces recordé que Martín me llamaría, si al final aceptaba mis términos, pero simplemente respondí:

  • Sí, necesito dormir bien, creo que tendré un día muy intenso mañana.

++++++++

Y pasó toda la mañana envuelta en reuniones, sin poder estar en mi oficina. Lo único que dije a mi secretaria fue que si llamaba el señor Martín Landeros de grupo Landeros, le pidiera que llamase más tarde.

Al volver a mi oficina, Dane, mi secretaria, me dio  los mensajes, ninguno era de Martín. Me decepcionó un poco que no hubiese llamado a primera hora, pero ya era cerca de las dos de la tarde y nada. Quizá se lo había replanteado y había decidido que no valía la pena.

La comida fue sólo un bocata, algo de beber y vuelta a la sala de reuniones.  Sobre las 5 de la tarde la crisis en una de las oficinas del interior estaba resuelta y regresé a mi oficina.

Apenas crucé la puerta, los mensajes me fueron entregados. Pasé nota por nota, dando indicaciones a Dane sobre qué hacer con cada mensaje, hasta que llegué al último. “Martín Landeros, de  Grupo Landeros llamó cuatro veces, solo pidió comunicarse con Usted”.

  • ¿El Señor Landeros dejó su número?

  • Sí, ¿la comunico?

  • Hazlo, Dane, por favor y, no quiero recibir ninguna llamada ni interrupción alguna. Es más, diles que me he ido a casa y en cuanto me comuniques, puedes retirarte, ha sido un día agotador.

La llamada llegó un minuto después. Antes de tomarla me aseguré que estuviera sola en la oficina, aseguré la puerta y me senté en mi confortable sillón ejecutivo.

  • Martín.

Un suspiro aliviado del otro lado de la línea.

  • Señora. Pensé que no podría escucharla hoy. Mi mañana fue un infierno, no pude tener cinco minutos a solas, sólo hasta hace sólo unas horas. Señora no he pensado en nada más que usted, desde el sábado en la noche. Ayer sólo deseaba que el puñetero día acabara para poder llamarla hoy.

Silencio.

  • Bueno, el destino parece empeñado en complicar las cosas. No tuve una mañana mejor que la tuya, por lo que se ve. Pero olvidemos el trabajo. Dime. ¿Qué has decidido entonces? Necesito oírlo, Martín.

  • Señora, desde el sábado en la noche se lo habría dicho.  No he tenido nada más claro en mi vida.  Soy suyo. Haga de mí lo que quiera, métame en aprietos, venga cuando desee, le daré un pase full-access igual al mío, podrá entrar directamente sin avisar a mi oficina, y ordenarme lo que desee. Ponga mi mundo de cabeza, existo para complacerla, mi Ama.

Un escalofrío recorrió toda mi espalda, me había llamado por primera vez Ama con esa voz ronca, tan masculina. Solté muy lentamente el aire y hablé muy bajito.

  • Bien. Así que te poseo, Martín. Asumes las consecuencias de pertenecerme. Quiero ahora mismo una prueba de esa obediencia que me estás entregando. Abre tu pantalón ahora mismo, Martín, sácate la polla y mastúrbate.  Quiero oír cómo mi sumiso se corre para mí.

  • Lo que mi Ama ordene.

Escuché sus movimientos, escuché el suspiro cuando cogió su polla entre las manos y comenzó a acariciarla, su respiración entrecortada.

  • Acaricia la cabeza de tu polla con los dedos, rozándola apenas, luego baja hasta tus huevos y apriétalos un poco, para después volver a tomar en tu puño toda tu verga y comienza a jalártela, arriba y abajo con velocidad. No quiero tu placer prolongado, ya tendremos tiempo para ello, sólo quiero que te corras. Que firmes con un orgasmo tu sumisión.

Sus gemidos bajos se incrementaron, gruñó  unas cuantas veces y explotó. Jadeando trató de hablar

  • Señora…

  • Hazte una foto con el móvil, envíala a este número. Ahora, Martín.

  • Lo que ordene mi Ama.

A los pocos segundos recibí una foto de su polla y su mano llena de semen, medio flácida.

  • Buen chico. Ya tienes mi móvil, mensajes los recibo todos, si quieres llamarme, primero pregunta por whatsapp, pero mensajes todos los que quieras. Ahora bien. Vamos a vernos dentro de un rato. Quiero que esta noche te entregues a mí sin restricciones, esta noche voy a marcar mi propiedad Martín, te espero en una hora en esta dirección. Esta noche será más de dolor, aunque gozarás de mucho placer también. Saldrás de allí como mi sumiso permanente o como nada. Es la última oportunidad para echarte para atrás. Te espero.

Enseguida corté la llamada, tomé mi bolso y salí rumbo al pequeño sótano donde tengo mi pequeña mazmorra jamás usada con algún sumiso, hasta hoy. Llegué en 15 minutos, me cambié de ropa, por una falda de cuero, top a juego, no bragas, no sostén, botas hasta el muslo. Maquillaje oscuro. 45 minutos después, llamaron a la puerta.

  • Entra, Martín. Coloca tus cosas allí, desnúdate y asume posición de espera junto a la puerta.

Me miró con intensidad unos segundos y procedió a obedecer. Me giré hacia el armario de mis cosas. Preparé unos cuantos juguetes y cuando me giré, estaba sentado en sus tobillos, piernas abiertas, expuesto a mí, mirada en el piso y su erección era ya una tranca. Sonreí mientras murmuraba “Buen chico”.

  • Al potro, sumiso. Boca abajo, piernas separadas, manos al frente, mirada en el piso.

Obedeció nuevamente sin chistar. Le até con rapidez manos y pies, tomé una mordaza y se la coloqué.  Y me arrodillé frente a él, para mirarle a los ojos.

  • Hoy voy a hacer lo que se me antoje, vas a concederme esa gracia. Más tarde hablaremos de límites, pero hoy, como regalo por aceptarte, tengo carta blanca para poseerte. Con este acto, te estoy marcando, Martín, como de mi propiedad. Te voy a follar con un gran dildo, te va a doler, pero me dejarás, porque es la manera que tengo de saber que tú harías todo por mí, después fijaremos las reglas, los límites, ahora mismo sólo quiero poseerte, marcarte, hacerte mío a pesar de que el modo de hacerlo pueda no resultarte placentero.

Soltó un gemido mientras asentía con la cabeza. El control era totalmente mío. Me levanté y fui a su trasero. Lo acaricié y le di unos cuantos azotes fuertes, le mordí los cachetes del culo y volví a azotarle. Gimió y tembló. Su polla estaba a reventar.  Puse algo de lubricante en mi mano y comencé a acariciarle toda la raja, sus gemidos se hacían más fuertes. Lentamente metí un dedo en su culo y luego dos y llegué a un tercero. Martín gruñía y se retorcía.  Tomé un plug grande, bastante largo y como de unos 6 centímetros de diámetro en su parte más gruesa. Lo llené de lubricante.  Abrí sus nalgas y comencé a metérselo,  al principio no se quejó, cuando sintió el grueso, comenzó a bufar, aun así no me detuve, no sé por qué era importante para mí follarle, era un modo de marcarle como mío. Esperaba que él así lo entendiera. Empujé la parte más gruesa del plug hasta que su culo lo absorbió y se cerró en la parte más delgada.  Volví al frente y quité la mordaza, me arrodillé frente a él y le besé, metí mi lengua en su boca y lo exploré, su lengua se enredó con la mía, fue un beso salvaje. Violento. Me detuve y me levanté para volver a su espalda. Saqué mi flogger favorito y comencé a azotar su culo, con fuerza, él gemía cada azote mientras me agradecía. “Buen chico”, sin duda.

Acaricié su trasero y después me arrodillé entre sus piernas y le chupé los huevos, lamí ese espacio entre el culo y la verga y luego me acomodé de tal modo que pude comerle la polla. La tiene grande, por lo que no la tragué toda, pero le hice una mamada que lo llevó al límite.

  • Señora, mi Ama, por favor… no puedo aguantar más… Ama, permítame correrme, por favor ama… Se lo suplico… Ama… Arggg Por favor no voy a aguantar más.. AMA!! M…ee..  Co… Ama!!

Me aparté de su verga y se la masturbé con rapidez al tiempo que sollozaba tratando de contenerse y lo lograba. Resultaba impresionante ver como ese hombre enorme, seguro de sí, era un cachorrito que se daba por entero. Me estaba entregando todo. Y sabía que no se correría a menos que se lo ordenara.

  • ¡Martín, Córrete!

Su grito desgarrador me hizo mojarme, los chorros de su leche mancharon el piso, ya lo limpiaría después, bien valía la pena por verle gozar de ese modo. Cuando comenzó a respirar más tranquilo, me volví a su rostro, llevé mis dedos pringados de su leche a su boca y le hice limpiarlos. Chupó con fruición y lamió cada gota de su simiente de mi mano.   Luego le besé nuevamente, jugué con su lengua, repasé toda su boca y al final, mordí con fuerza su labio inferior. Le obligué a fijar sus ojos en mí y comencé a hablar:

  • Voy a follarte ahora, Martín, y será con un dildo grande, va a dolerte y quiero que sea así, comprende que es mi manera de marcarte como de mi propiedad. Lo entiendes, ¿verdad?

  • Sí, Ama. No importa el dolor, si así me sentirá suyo. Si para ser suyo necesita follarme, necesita causarme dolor, hágalo libremente, mi Señora, mi cuerpo es suyo para hacer con él lo que desee. Fólleme, poséame. Tómeme como quiera, pero le suplico, déjeme ser su sumiso y servirle.

Sin responder, me puse el arnés con un dildo rugoso, grueso,  bastante largo, 30 cms. Procedí a quitar el plug,  lentamente, torturándole. Salió poquito a poco y justo cuando él soltó un suspiro de alivio, tras haberlo retirado, me acerqué, coloqué la punta del juguete y sin mayor aviso comencé a meter el dildo. Me detuve ante su grito de dolor, le di unos azotes en el culo.  Jugué con su verga, le masturbé unos instantes… pero después de unos segundos, volví a embestir,  siseó todo el tiempo, jadeó mientras empujaba el falo en su culo y aguantó hasta que los 30 centímetros de largo estaban totalmente insertados en su culo. Y entonces comencé a sacarlo, arrancándole un siseo bajo de dolor. Le di unos cuantos azotes más y luego me aferré a sus caderas para coger ritmo y follarlo, embestida tras embestida. Pude ver que escurrían lágrimas de sus ojos, pero ya le compensaría, ahora tocaba marcarle, poseerle, hacerle ver que lo estaba tomando en propiedad.

  • Eres mío, Martín, mi perra, mi puta, mi sumiso y te estoy marcando como tal. Cada embestida te deja mi marca. Eres libre de correrte en cualquier momento.  Pero me gustaría que tú pudieras contenerte hasta que yo te lo ordene, porque eso me complacería enormemente.

  • ¡Mi Ama! Haga de mi todo lo que desee, si mi dolor le complace, tómelo como un regalo de su sumiso. Vivo para complacerla, Ama.

Como respuesta tiré de sus hombros y moví mis caderas con mayor rapidez, el dildo ya se deslizaba con facilidad, así que aceleré y en cada embestida le dejaba ir los 30 centímetros, hasta que mis caderas chocaban con su culo. Escuchar sus lamentos, mezclados con gemidos de placer me puso más cachonda de lo que imaginé.

Unos 15 minutos después, con el culo adolorido y sin haberse corrido, le solté todas las amarras y le hice moverse, no lo sostuvieron sus piernas así que cayó al suelo. A pesar de estar agotado, su verga parecía a punto de estallar. Sacando un condón se lo puse y lo monté, él me sintió y abrió los ojos justo cuando su deliciosa verga desaparecía en mi coño  y yo comenzaba a cabalgarle lentamente.

-¡Mi Ama!  ¡Oh mi Señora que placer estar dentro de usted, mi diosa, mi reina, mi dueña!

Me moví más rápido, mi orgasmo no tardaría en estallar así que tomé sus manos y las llevé a mis pechos mientras daba de saltos sobre él

  • Tócame Martín, acaríciame, llévame al orgasmo, córrete conmigo  puta, te lo ordena tu Ama y Señora! Vamos perra! Córrete!!

Apenas dije esto un rayo de energía me atravesó y sentí como convulsionaba mientras un gran chorro de mis jugos bañaban la verga de Martín, quien a su vez en un grito desgarrador hasta que cayó flácido y desmadejado… Me retiré y le dejé en el suelo, bañado con mis jugos y su simiente en el condón, volví con una manta y le ayudé a incorporarse para que llegara a la cama, allí nos metimos ambos con una botella de agua.

Le acaricié, susurré palabras dulces, lo abracé hasta que comenzó a volver en sí. Le sonreí y me incliné a besar sus labios suavemente.

  • ¿Es verdad, Señora? ¿Soy suyo?

  • Eres mío, Martín, mi sumiso. Mío.  Y voy a llevarte por el camino del crecimiento, pero también haré contigo lo que se me antoje. Habrá ocasiones como hoy en que te follaré, aunque sé que no te gusta, porque yo lo necesite, será cuidadosa en  esas ocasiones. Pero cuídate de hacerme enfadar mucho, o tu culo pagará tus faltas… Follarte también será un castigo y siempre lo haré con los dildos más rudos  y grandes, y créeme, tengo muchos.

Se estremeció, pero no respondió.  Tan sólo buscó mis brazos y correspondí abrazándole. No sé cuánto permanecimos así.  Pero cuando me moví para ir al baño, Martín me miró fijamente a los ojos, aún estaba nervioso, acaricié su mejilla y fui a la ducha, volví fresca y vestida, le entregué una toalla y fue a ducharse él mismo, al volver le entregué una taza de café y nos sentamos a hablar.

  • Debemos establecer límites, Martín, quiero que hagamos un contrato, que especifiquemos por qué razones se puede rescindir, qué cosas lo invalidan. Ser muy claros.

Tomó su portafolio, sacó un bloc y comenzó a escribir, hablamos de todo de manera profesional, fría, y al cabo de unas horas teníamos un contrato perfectamente elaborado. En ese momento sonó mi móvil, contesté algo molesta, era mi ex preguntándome donde estaba porque eran las ocho de la mañana y no le abría la puerta de casa, le pregunté si sucedía algo y me dijo que nada malo, sólo que había decidido, una vez más, que volvería a perdonarme y que regresaba a casa. Levanté una ceja y Martín frunció el ceño. Estaba borracho. Pero yo no quise callarme más, así que le solté a mi exmarido:

  • Mira tú por donde, no se me da la gana pasar por esto de nuevo, no quiero volver contigo, no quiero que me “concedas la gracia de tu perdón” es más, ¿Sabes por qué no estoy en casa? Pues bien, no estoy en casa porque lo estoy pasando muy bien con mi amante, un hombre que me respeta, me admira, me quiere y que sabe hacer el amor como nadie, así que toma tus cosas de mi puerta y regresa con tu amante de turno, yo no te quiero en mi vida. ¿Cómo lo ves?

En ese instante apagué el móvil y le sonreí a Martín…

  • Así que ahora su familia sabrá que tiene un nuevo amante… y ese… soy yo…

Asentí mientras me levantaba para cruzar la distancia y sentarme a horcajadas sobre sus piernas y tomar su boca con la mía…

  • ¡Fóllame, Martín!

CONTINUARÁ…