Mi sumiso, mi puta capitulo 1
Es el primer paso del recorrido de un sumiso de la mano de su nueva Ama, sus aventuras, encuentros, desencuentros hasta el perfecto acomplamiento de uno con el otro.
Mi sumiso, mi puta capítulo 1.
Antes que nada, agradezco a quienes van a leer estos relatos salidos de mi imaginación. No pretendo ganar ningún premio, estoy a años luz de ser merecedora de algo así, pero ante todo solicito de la manera más atenta que, eviteis los insultos o las descalificaciones si vais a comentar este escrito. Soy consciente que me falta mucho para que se consideren literalmente buenas mis historias, pero me gusta la idea de compartir las locas fantasías que se cruzan po mi cabeza. En algun escrito cuento cosas reales, mías o de mis amigos de la comunidad BDSM, pero jamás develando nombres ni lugares reales. Gracias por vuestra comprensión y sobre todo, por vuestro respeto.
Me hago llamar Ama Savage en el ambiente bdsm. Aunque en realidad me llamo Marie. Soy Dominante, nací dominante y durante mucho tiempo por imposiciones de la sociedad, me dejé dominar. Como dictaba la sociedad me casé, me sometí a mi marido y sobreviví durante veinte años a su lado, lo único que rescato de ese tiempo son mis dos preciosos hijos quienes ya vuelan solos y viven sus vidas como mejor les place. Hace cinco años me divorcié y vivo mi vida según mis reglas. Conocí, durante el proceso de divorcio al que hoy en día es sin duda uno de mis mejores amigos, mi abogado. Él supo ver mi naturaleza aún antes que yo misma y un día me invitó a un club exclusivo en la ciudad que había mencionado en un par de ocasiones mi ex como un sitio de depravación que habría que erradicar de nuestra comunidad. Acepté y ha sido el mejor acierto que he tenido. Es un club BDSM, una mazmorra en todo su esplendor, con salas temáticas, áreas comunes, me presentó y me tomó bajo su ala mientras aprendía el arte de ser Domina. Eso me liberó. pase a formar parte de la plantilla de Doms en la mazmorra, más nunca tomé sumiso propio, hasta ahora.
Martín es un empresario de gran éxito, dueño de varias fábricas y otras empresas. Javier, mi abogado, me lo presentó el sábado en la mazmorra, ambos se sentaron a admirar mi trabajo con un sumiso en el potro. El chico me venía suplicando hacía semanas que le concediera una sesión, pero algo en él no me termina de gustar, así que le iba dando largas. Hasta que no pude evitarlo más, Javier me pidió hacer una demostración con él y no pude negarme. Así que lo até boca abajo en el potro, bien firme y me dispuse a jugar con él... Al principio le coloqué una mordaza de bola, no quería escucharle hablar. Le azoté con un flogger grande, gemía de tal manera que pensé que se iba a correr en cualquier segundo. Le advertí que si lo hacía le iba a meter un catéter de metal en la polla y lo iba a obligar a llevarlo muchas horas, por muy masoquista que sé que es el tipo, eso sé que duele mucho, así que se contuvo bien para no correrse. Le aprisioné los cojones con esa maravillosa prensa de madera y le coloqué un plug anal bastante grueso. También le llené la polla de pinzas de ropa. Me coloqué el arnés con una tranca de 30 centímetros de larga por unos buenos diez de diámetro. Es una cosa monstruosa, pero el chico pidió una sesión fuerte, Javier aprobó y el resto fue cosa mía...
A media sesión le quité la mordaza e hice que chupara ese pollón hasta dejarlo bien mojado... luego me fui al otro lado del potro, quité el plug anal que tenía ya una buena media hora dentro de su culo y lo bañé de lubricante, lo mismo que a mi pollón negro. Jalé un poco sus huevos y le enfilé el gran dildo a su culo. Azoté sus nalgas un par de veces con las manos y le abrí el trasero, coloqué la punta de mi enorme juguete y comencé a presionar, sus alaridos llenaron la estancia. Me detuve un par de veces para ver si estaba bien y en ambas suplicó llorando que no me detuviera, así que le recodé que tenía su palabra de seguridad y no volví a tener compasión de él. Le ensarté la enorme cabeza de silicona y empujé dentro de ese estrecho canal. Le rompí el culo, y él sólo suplicaba que se lo metiera más profundo. Cuando llegué al fondo lo saqué y lo follé con fuerza, estrellando mis caderas en su culo una y otra vez mientras aullaba de dolor y placer. Me detuve en tres ocasiones para que no se corriera. en una de esas, retiré en cremallera las 12 pinzas de su polla y le le arranqué un aullido atroz. Entonces volví a embestir su culo y le dejé correrse por fin. Desaté sus huevos y un par de chicos sumisos me ayudaron a desatarle, ambos me veían con respeto. Llevamos al chico a un rincón, lo cubrí con una manta y me senté a su lado, le acaricié y le hablé hasta que poco a poco volvió en sí. Me agradeció lo que dijo ser la mejor sesión de su vida. Después le despedí y tras limpiar el área me senté con Javier y Martín que me miraba con una intensidad que no dejaba ver el trasfondo de todo. Pero a mí me intrigaba y me atraía.
Javier se excusó al ver que una sumisa de la mazmorra, su favorita, estaba libre y se fue a jugar con ella. Entonces mi vida cambió con una frase de Martin.
- Señora, siento la enorme necesidad de ponerme a sus pies y besarlos, antes de suplicarle que me tome como su sumiso, su esclavo y que haga de mí todo lo que desee, ¿Es muy imprudente pedirle que me conceda una sesión privada para que me evalúe y, si le gusto, me tome como su perro fiel?
Le miré atónita, ¿este hombre tan espectacular era sumiso y quería que yo fuese su Ama? Alto, de casi 1.90m, piel oscura, mediterránea, ojos increíblemente azules, cuerpo forjado con ejercicio, me estaba pidiendo poseerlo, tomarlo en propiedad. Le miré a los ojos largo rato.
- ¿Es decir que si te ordeno arrodillarte ahora mismo ante mi lo harías?
Para mi sorpresa, se puso de pie para luego caer a mis pies y besarlos, permaneciendo su frente en mi empeine hasta que le ordené volver a su asiento. Me sonrió y esperó a que le concediera la palabra.
-Señora, entienda que he caído en sus redes sin que usted siquiera se propusiera atraparme y no puedo ser de nadie más que de usted, si no me desea, de todos modos le pertenezco. Estaré siempre a sus pies, esperando se digne a regalarme una migaja de su tiempo.
Mi corazón se aceleró de tal manera al ver su mirada azul que sólo atiné a levantarme, él se apresuró a hacer lo mismo y por instinto ordené que permaneciera en su sitio. Gimió al escuchar mi tono duro. Fui al bar y pedí un escocés derecho, Paul, el barman, Dom también, me miró muy serio, le conté lo que sucedía y sonriendo me entregó un juego de llaves.
- Son del ático. Allí llevamos los Doms a nuestros juguetitos particulares, estas son las únicas llaves, así que puedo asegurarte que nadie os interrumpirá. sube, juega con él, ordenarle que te folle bien follada, querida mía, y después si no es bueno, o simplemente no quieres sumiso, le mandas con cajas destempladas y listo. Él lo entenderá. Hace tiempo que viene con Javier, y aunque siempre se ha declarado sumiso, nunca ha estado con nadie, ni hombre ni mujer, ni se ha arrodillado, jamás ante nadie, así que debes haberle impresionado de tremenda manera Cariño; anda, ve y además de hacer lo que quieras con esos juguete tuyos, ordenarle que te folle hasta que aúlles de placer y te derritas en una buena cantidad de orgasmos, que te los mereces.
Sonreí a Paul y tomé las llaves y mi bolso lleno de mis juguetes particulares y le indiqué a Martín que me siguiera a unos pasos detrás de mí. Javier nos miró sonriendo y me guiñó, El sumi que acababa de sesionar conmigo me miró con dolor, y odio, pero no le quise prestar atención. Entramos en el ascensor.
- Permanece en silencio y mirando al suelo perro. No eres digno aún de que te regale mi tiempo, así que deberás ser muy buen sumiso si quieres que después de esta noche siquiera te mire.
Al llegar al ático abrí con las llaves, le hice entrar y cerré. Señalando el suelo y con voz muy dura me dirigí a él:
-Muy bien Martín, quieres ser mi perro, eso serás. Desnúdate y colócate a cuatro patas en la mitad de la sala, no puedes hablar, emitir sonido alguno ni moverte o siquiera levantar la vista del suelo hasta que yo te lo ordene. Voy a probarte, perra. No me falles, si cuando vuelva encuentro que no estás como te dejé o algo no me gusta, te castigaré muy fuerte antes de echarte de aquí y no volveré a mirarte. ¿Has entendido puta?
Me miró con adoración y asintiendo con la cabeza me soltó:
- Señora, es más de lo que pude soñar, desde que la vi solo pienso en que me conceda el favor de su atención, hoy era feliz viéndola sesionar con ese chico, cuando se acercaba a nosotros Javier me dijo que no jodiera la única oportunidad que me daría de estar cerca de Usted, obedeceré todo lo que me mande.
Gimió y mientras hablaba, a toda prisa se quitó la ropa, la dobló perfectamente en una esquina del sofá y en segundos le tenía totalmente empalmado a cuatro patas como una perrita en celo, mirando el suelo y sin moverse. Casi tuve un orgasmo al ver su respuesta obediente. Me levanté, acaricie su sedoso pelo negro y busqué el baño, llené la bañera y me di un largo, larguísimo baño. Casi una hora después entré en silencio a la sala, la visión de ese cuerpo perfecto, algo rígido, sudando, pero en la misma posición en que le dejé, hizo que me estremeciera; me acerqué y pasé mi mano por su culo perfecto, siseó, se estremeció pero no se movió. Caminé hasta el sofá justo frente a él y le miré largo rato antes de hablar.
- Ven aquí, Martín, puedes sentarte a mi lado y mirarme, quiero hablar contigo y quiero total sinceridad, la misma que te ofrezco yo.
Se levantó y con un leve gesto de dolor caminó hacia mí, totalmente desnudo, sin sentir vergüenza alguna, se sentó y cruzó las piernas y me miró expectante.
- Señora, no me atrevería a mentirle, quiero agradarle, quiero pertenecerle y sé que nunca ha tenido un sumiso, aunque ha sesionado con muchísimos. Dígame, ¿Qué quiere saber de mí?
Algo caliente recorrió mi pecho y no pude evitar sonreír, sentí el hielo derretirse en torno a mi corazón, aún así mi cara no cambió de expresión y comencé a hablar.
Supongo que Javier te habrá contado algo de mí, tengo 45 años, Martin, soy madre de dos preciosos hijos, uno de 25 y el otro de 23, ambos radican en el extranjero, trabajan, estudian y son independientes hace ya unos años. Mi ex marido no es que haya sido malo, pero está hecho a la antigua, el marido manda, el marido provee, el marido decide. Yo lo acaté mucho tiempo, hasta que mis niños entraron en la adolescencia, comencé por rebelarme y empecé a trabajar a media jornada, conforme mis hijos crecían, yo iba trabajando más horas, hoy en día soy gerente ejecutiva de una transnacional que seguro conoces y gano mucho más que mi ex. Me divorcié hace cinco años y gracias a Javier conocí mi naturaleza dominante. He aprendido con grandes amigas el arte de la dominación y aunque muchos se me han ofrecido, jamás he querido tener un sumiso, porque sea como sea eso implica una relación. Mi exmarido sigue diciendo que como nos casamos por la Iglesia, soy su mujer, cuando se emborracha llama a mi puerta y me insulta, todo lo que no hizo cuando estuvimos casados, lo hace ahora, cada vez que nuestros pasos se cruzan. No quiero volver a ello, no quiero un hombre que sienta que "debo" hacer tal o cual cosa. En cinco años y con tal cantidad de sumisos que han sesionado conmigo, jamás he permitido que me follen, jamás he deseado que alguno de ellos se deslizara dentro de mí. Y no sé si te lo voy a permitir a ti. Necesito que entiendas lo que he pasado y necesito que entiendas que, si llegase a aceptarte, la que dicta las reglas, soy yo. Después de todo esto, sé que quizá no te resulte tan atractiva. Si es así, toma tu ropa, vístete y vete, no digas nada que no sientas, porque si llego a aceptarte, exigiré todo de ti. Ahora, si aún te interesa, háblame. Su mirada seria, el ceño fruncido, cierta clase de enfado se cruzó por su cabeza, su respiración profunda, como conteniéndose, asintió comprendiendo, pero guardó respetuoso silencio, hasta que le permití hablar. Se levantó y pensé que era todo, que se marcharía. Bien, aunque una punzada atravesó mi corazón. Al llegar al lado de su ropa, suspiró y se giró hacia mí y en dos zancadas llegó a mi lado. Tomó mis manos y soltando el aire, las besó, ambas, en las palmas y luego levantó la vista hacia la mía y comenzó a hablar.
Antes que nada, lo único que me dijo Javier es que está divorciada y que su exmarido es un cabrón. Dicho esto, Señora, solo puedo decir que la admiro aún más, que me siento honrado que me dedique estos momentos y que, si no llegase a aceptarme como sumiso, aún así le estoy agradecido de por vida por concederme estar a solas con Usted en estos momentos. Soy soltero, aunque estuve a punto de casarme, una semana antes de la boda descubrí como mi novia era empalada por el culo por la verga del que se supone era mi mejor amigo, en un callejón al lado de mi casa. Ella gemía como puta mientras le suplicaba que se la metiera más profundamente. No les dije nada, pero me aseguré de tener unas buenas tomas de las cámaras de seguridad que por paranoia había instalado, así que cuando cancelé la boda, me aseguré que los padres de mi novia recibieran el video, lo mismo que mi supuesto amigo. Yo tenía sólo 25 años entonces y me alejé de las mujeres. Pasaron años antes de que siquiera me acercara a una. Hasta que Jade apareció. Ella me mostró el camino de la sumisión. Mientras me dominaba, me mostró cómo comportarme, el protocolo, todo lo que hay que saber, hasta que un buen día no la vi más. Nunca estuve con otra Domina, no porque la haya amado, sino porque no había encontrado a nadie que despertara mi deseo. Usted logra, con solo mirarme, que me ponga duro, me hace desear follarla y al mismo tiempo que desee entregarme a usted y que haga de mí lo que se le venga en gana. Tengo 40 años y soy dueño de varias empresas. Tengo en mis manos todo el poder y el dominio que quiero. En la intimidad necesito entregarme y sobre todo, que me dobleguen, que me dominen, entregar el control. Hasta ahora sólo era un deseo porque no encontraba a quien pudiera darle ese enorme poder sobre mí. Usted tiene ese poder sobre mí, soy suyo ya mismo. Ordene y obedeceré.
Al inclinarse sobre mis manos, volvió a besar las palmas y se centró de nuevo en mis ojos.
- Señora, soy suyo, haga de mi lo que desee, pruébeme, se lo suplico, permita que al menos una vez, las mieles de su cuerpo, de su pasión se derramen para este siervo suyo que sólo le pide una oportunidad de servirle como mejor pueda. Acataré todas sus órdenes, por favor, Señora, acépteme esta noche en vuestro santuario. Si más tarde o mañana no desea saber de mí, lo aceptaré. Al menos tendré el recuerdo del sabor de su piel y de su placer para recordarla por siempre.
Conteniendo la respiración, le miré muy seria. Quería que le probara, bien, veríamos si era capaz de complacerme. Me levanté y acaricié su pelo desde mi altura, entonces cerrando mi puño en su abundante pelo, tiré de él y lo hice arrastrarse hasta el centro de la estancia. Gimiendo se dejó llevar.
Bien, estás a prueba. siéntate sobre tus pies, piernas abiertas, manos sobre los muslos, mirada en el piso, esa es la posición básica de recibimiento de un o una sumisa a su Amo/Ama, si te acepto como sumiso, algo que aún está muy lejos, siempre que tengamos sesión, deberás esperarme así, sólo para sesión, siempre en sesión. ¿Entiendes?
Si, Señora.
El hecho de que no me llamara "Ama" le ganó muchos puntos, sonreí y acaricié sus mejillas, su baba incipiente me excitó y por primera vez pensé que haría caso a la sugerencia de Paul... me incliné y le miré fijamente a los ojos antes de besar sus labios. Su gemido de respuesta hizo que me sintiera mojada, su respiración entrecortada al cabo de unos minutos y esa férrea determinación de permanecer quieto a pesar de sentir la energía fluir en su cuerpo hacia mí me entusiasmó. Me alejé de él no sin antes decirle un muy suave "buen chico"
- Gracias, Señora.
Su respiración irregular era igual que la mía, caminé hasta mi bolso de juguetes y lo abrí, aunque no me apetecía, él había pedido que le probara y así sería, aunque después, quizá... Tomé unos brazaletes, unas cuerdas, tomé una mordaza y un antifaz y le ordené ponerse de rodillas, piernas abiertas y manos en la espalda. Le puse los brazaletes y los até entre sí, le puse la mordaza, no sin antes besarle, el antifaz y entonces me arrodillé y comencé a acariciarle los huevos y la polla hasta que jadeaba como perra en celo. Lamí su boca y me levanté y me alejé, dejándole de rodillas y muy empalmado. Después de unos minutos, me levanté, abrí lentamente mi blusa mientras le imaginaba succionando mis pezones y entonces sucedió, la humedad entre mis piernas, algo que no había sucedido nunca al sesionar, me dijo que, hiciera lo que hiciera, acababa de adquirir mi primer sumiso.
Desnuda de cintura para arriba, me coloco detrás de él y susurro a su oído mientras dejo que mis pezones acaricien su espalda, la sensación de piel con piel es única, mis manos le acarician, el culo, la espalda, me pego a él desde atrás y acaricio su pecho,
- Quiero que te corras para mí, Martín y quiero que lo hagas sin siquiera tocarte la polla, sin follarte, sólo mi voz y mis manos por el resto de tu cuerpo, quiero verte perder el control así, inmovilizado, ciego y mudo, quiero que me demuestres que vales para ser mi sumiso, convénceme, Martín, que me darás todo ese placer que me ha sido negado. Córrete para mí Martín, siente lo duros que están mis pezones y te dejaré descubrir lo mojado que tengo el coño. Córrete para mí. Regálame tu entrega, regálame tu voluntad de pertenecerme, tu obediencia. Hazlo, Martín, Córrete!
Dicho esto mis pechos pegaban en su espalda, mis manos fueron a sus tetillas y las pellizqué hasta que gimió de dolor/placer, mi boca comenzó a lamer su cuello. Luego lamí su oreja, metí la lengua en ella mientras suspiraba, pude ver como su polla daba saltos, se movía, y Martín se retorcía.
- Sé mi puta, Martín, mi perra, quiero jugar contigo como no he jugado con nadie, quiero atarte, usar mis juguetes contigo, pero también quiero que tú seas mi juguete, quiero que me chupes toda, que tu boca haga que me corra, quiero que te bebas todos mis jugos, quiero atarte y montarte y correrme sobre tu polla también, quiero usarte como se me pegue la gana, hacerte mi esclavo, usarte de felpudo. Venga Martín, demuéstramelo puta que eres para mí. CÓRRETE!!
Mientras le hablaba y lo tocaba, su respiración se aceleró, su polla pegaba saltos y él siseó cada vez que me acerqué a sus huevos con mis caricias. Al cabo de unos minutos de decirle cosas sucias al oído y de acariciarle las nalgas, de retorcerle las tetillas, un gruñido brotó de su pecho y comenzó a convulsionarse mientras de su polla brotaban chorros. Casi me corrí al verle. Desaté el antifaz y la mordaza y tirando de su pelo me adueñé de su boca en un beso salvaje que corté unos instantes después.
Bien hecho! Buen chico! Me levanté para pararme frente a él, exponiendo, por primera vez a su vista mis pechos, los miró largamente, antes de aventurarse a mirar más arriba, a mis ojos. Le miré fijamente y le tomé el rostro para guiarlo hacia mi pecho al tiempo que le ordenaba chuparme los pezones.
Cómetelos, Martín, hazme gozar. Convénceme que me llevarás al orgasmo cada vez que yo te lo pida, que serás un juguete satisfactorio y que cada vez que te use, me correré como loca. Jura que me obedecerás, que serás lo que yo quiera que sea, júralo y me tomaré la molestia de considerar el tomarte como mi puta...
Estando atado, sólo tenía la boca para convencerme y maldita sea si no lo consiguió. Me comió las tetas de tal modo que cuando me di cuenta, tenía las manos enredadas en su cabello y lo pegaba a mi pecho mientras gemía de placer, entre mis piernas literalmente escurrían mis jugos. Me separé de él y le ordené cerrar los ojos. No pudo evitar reprimir un gemido frustrado, pero obedeció sin chistar. Me alejé de él y me saqué las bragas de debajo de la falda, la cual me enrollé hasta la cintura. Me senté en una mesilla de centro, cerca de donde estaba arrodillado y subí una pierna, abierta para él.
- Abre los ojos perro - Su sorpresa al ver mi coño expuesto y húmedo valió la pena, pude ver como se le hacía agua la boca, como su polla estaba nuevamente tiesa como una vara y como se relamió antes de lanzarme una mirada suplicante. - Ven aquí! no voy a facilitarte nada! cómeme el coño, quiero correrme en tu cara y quiero que te bebas todos mis orgasmos, anda, no te quedes mirando, ¿me quieres como Ama? demuestra que me podrás complacer.
Dicho esto se arrastró como pudo y en segundos su lengua estaba lamiendo mi coño, abriendo mis labios para buscar mí ya inflamado clítoris. Tomé su pelo entre mis manos y tiré de él hasta sentirlo completamente pegado a mí entonces moví mis caderas de arriba a abajo, frotando mi sexo contra toda su cara, sus gemidos igualaban los míos y cuando me detuve, no hubo necesidad de decirle nada, atacó mis entrañas con su lengua, sus labios, sus dientes... lamió, chupó, mordió, succionó todo hasta llevarme al punto.
Oh Demonios, que boca la tuya, voy a correrme perro, y tú te tragarás todos mis jugos... quiero que me dejes el coño bien limpito cuando acabe de correrme. ¿Entendiste puta?
Sí, Señora, comprendí bien, beberme todos sus jugos, y no derramar nada. Es así, Madame?
Asentí y tiré de él nuevamente... cuando por fin retiró su cabeza, yo me había corrido dos veces en su cara y él se había bebido todo. Temblando me estiré y le solté el amarre de las manos, de inmediato adquirió la posición de espera, pero me miraba deseoso, expectante y con una polla palpitando.
- Trae mi bolso, puta, y en cuanto vuelvas, la misma posición.
Corrió a traerlo, lo revisé hasta encontrar lo que buscaba, una preciosa caja de condones que durante años he ido renovando sin usar. Justo el día antes había comprado esta caja. Se la entregué.
- Enfúndate en uno de esos, porque vamos a follar, perro! de esto depende que te acepte o te mande a la mierda... así que esfuérzate.
En menos de un minuto estaba con la polla forrada y esperando, abrí las piernas, me tumbé hacia atrás en la mesita y le ordené volver a comerme.
- Usa tus manos, tu lengua, tu cuerpo. Fóllame, Martín, no como sumiso obediente, sino como macho ardiente. FÓLLAME!
Con un rugido de triunfo se lanzó sobre mí, y de pronto se convirtió en un pulpo, en un instante me besaba apasionado y al siguiente abría mis piernas para comerme el coño arrancándome otro gran orgasmo, y después levantarse orgulloso entre mis piernas.
Señora, no puedo tomarla si no me lo ordena, si no me autoriza, por favor, permítame poseerla, muero de ganas por enterrar mi verga en su delicioso coñito, quiero cabalgar su cuerpo, pero sólo si Usted lo ordena, porque todo yo solo vivo para complacerla. Por favor, Señora, ordéneme follarla, se lo suplico!
FÓLLAME PERRO!!
Lo siguiente que sentí fue su enorme polla en la entrada de mi coño y cómo se deslizaba en mi interior, ese hueco que sólo había llenado con plástico, nada como esa carne caliente y esa sensación de sentirle entrar y salir acompañado de sus gruñidos y gemidos, hizo que me corriera rápido. Después vino otro y un tercero de esa ronda. Él gruñía mientras me adoraba con sus manos, con su cuerpo, susurraba cosas calientes y, tras sentirlo tensarse, ordené:
- CÓRRETE PARA MÍ, PUTITA!
Se vació en un grito desgarrador, llenó el condón y se desplomó unos instantes sobre mí, le abracé y acaricié la espalda mientras susurraba palabras tranquilizadoras. Unos minutos después salió de mi cuerpo y le indiqué el baño. Nos duchamos por separado, él salió primero y le ordené vestirse. Cuando volví a la sala estaba sentado en el sofá, muy nervioso. Caminé hasta él y sin decir nada, me senté a su lado y solté un suspiro.
- Martín, tenemos que hablar...
CONTINUARÁ....