Mi sumisión
No puedo esperar más, va a acabar conmigo.
Sentí como una mano acariciaba en mi pelo , y poco a poco eso me fue despertando. Levanté un poco la cabeza y vi a mi Amo sonriendo, e instintivamente le sonreí, y mientras le miraba, notaba como una gran excitación recorría mi cuerpo.
Un gran cantidad de pensamientos cruzaban por mi cabeza. ¿Pero que había hecho? ¿En qué estaba pensando? Nada de esto tiene sentido. Acababa de conocer a aquel hombre, apenas nos habíamos visto, y sin embargo ya había puesto mi vida en sus manos. No estaba asustada, me sentía segura, excitada, una hembra, un todo para él, y él era todo para mí.
Tiró de mi correa, haciendo que me pusiese a cuatro patas, agarró mi pelo e hizo que le mirara, levantando mi cabeza hacia él. Me perdía en la intensidad de sus ojos, en ese instinto de macho que tenía, en esa decisión, que hacía que mi cuerpo se estremeciera.
J: Te he dejado la ropa encima de la cama, tienes media hora para arreglarte y prepararte, ni un minutos más. Yo voy a ultimar unas cosas. Nos vamos a comprar.
L: Sí Amo.
Me dio un beso animal, de un macho a una hembra, y con simplemente eso, me desarmaba por completo. Desenganchó mi correa y se la guardó en el bolsillo, y yo no esperé más, y a cuatro patas fui a mi habitación. Me metí en la ducha, me arreglé bien el cuerpo, salí y me maquillé ligeramente, y al salir, vi mi ropa encima de la cama.
Había dejado un sujetador negro de encaje a juego con el tanga para la parte de abajo, un vestido blanco algo transparentoso, y unos zapatos negros de tacón alto, con unas medias que llegaban hasta la mitad de los muslos. Rápidamente me vestí, y cuando acabé, entró en la habitación y se me quedó mirando.
J: Estas muy guapa, hemos de irnos ya.
Me quitó el collar de perra, y ahí me sentí verdaderamente desnuda, como si algo me faltase, y como si me leyera la mente, me puso un collar algo más discreto. Salimos y vi como dejaba un pequeño sobre en mi buzón, pero no pregunté, confiaba en él, y me sentía libre sin tener que decidir ni preguntar ni saber sobre ello.
Estuvimos comprando comida, ropa, un poco de todo. Nos tiramos la tarde fuera haciendo recados, incluso fuimos a su casa, a por una pequeña maleta de ropa suya. La verdad es que esa tarde nos lo pasamos muy bien, y con un ambiente muy relajado. Llegamos a la puerta de mi casa, y cogiendo un pequeño pañuelo me vendó los ojos, abrió la puerta y me ayudó a pasar. Cambió los collares, y ahora volvía a llevar mi collar con la correa.
J: Desnúdate.
L: Sí Amo.
Me desnudé lentamente, quitando primero el vestido y dejando que cayera al suelo. Desabroché el sujetador, y mientas lo sacaba de mis brazos, sentí una leve caricia en mi nalga, lo que hizo que la piel se erizara. Me agaché un poco para poder sacar el tanga, y al hacerlo, sentí un tirón en mis pezones, haciendo que se me escapara un gemido de placer.
J: Va saliendo lo que verdaderamente eres, mi puta. Seguro que ya estás mojada... (mientras pasaba su mano por mi coño, empapándose de los flujos, y limpiándose en mis tetas)... Mmm unas buenas ubres para que algún día me des de comer leche de ellas, pero todo a su tiempo.
Yo estaba que me moría por dentro, el no saber donde estaba ni que hacía, me provocaba una mayor excitacion y sumisión. No paraba de sonar en mi cabeza la frase de estás por y para él, él es tu vida, y eso no hacía más que excitarme aún más. Necesitaba sentirle dentro de mí, que me follase como a su hembra, que me diese todo. Se estaba colando en mi cabeza, no podía sacarlo, y eso me hacía estar aún más a sus pies.
Me quitó el pañuelo de los ojos, y vi como había cambiado mi casa, la había llenado de cosas bdsm, una cruz, un potro...distintos artilugios, fustas, mordazas, plugs... tiró de la correa y me levó al potro, me ató dejando expuesto todo de mi. Mis tetas colgaban, mis piernas estaban completamente abiertas, dejando ver mi culo y coño sin ningún tipo de vergüenza. Acarició mi culo, y cuando menos lo esperaba, llegaron los azotes, dejándome el culo rojo.
J: Cuenta los azotes y me darás las gracias por cada uno de ellos. Haremos diez azotes.
L: Sí Amo.
Y empezaron los azotes: ¡zas! “Uno, gracias Amo”. ¡Zas! “Dos, gracias Amo”. Así hasta llegar a diez. Mi piel había quedado bastante enrojecida por los azotes, y sentí como una lengua pasaba por esas rojeces, intensificando el dolor, pero aliviándolo a la vez. Deje de sentir esa lengua y sólo oía ruido de fondo. Cerré los ojos por un momento, y entonces sentí tirones en mis pezones, y unas pinzas que los aprisionaban. Me metió una bola en la boca y la ató por detrás de mi cabeza, dejándome amordazada y mi saliva cayendo de entre mis labios. Me escupió en la cara.
J: Así estás más guapa mi zorra. Ahora me darás tu culo de guarra, y estarás encantada por ello, por poder servir a tu Amo.
Asentí con energía, y él soltó una pequeña risa. Se colocó detrás de mí, y sentí como su saliva caía sobre mi ano. Noté una presión, algo intentaba entrar, empezaba a sentir un fuerte dolor, quería que eso parara, no podía.... Y entones lo consiguió, había metido la punta, y a mí eso me dolía demasiado. Acarició mi culo y dio otro empujón, metiéndola entera, y pensaba que me desmayaría del dolor. Empezó un movimiento de caderas, metiéndola y sacándola, que cada vez fue intensificando. Yo todavía sentía dolor, que se fue mezclando con un cúmulo de sensaciones, llegando a ser placentero. ¡Me estaba encantado que me follase el culo! No paraba de gemir ahora con sus embestidas, encharcando aún más mi coño.
J: Toda una buena hembra, encantada con su macho. Muy buena puta, y ejemplar.
De mi solo salían sonidos guturales de placer, sólo me quería dejar llevar, sentía un placer exquisito. Y entonces lo sentí, su semen en mi interior, ese elixir que tanto me gustaba. Sacó su polla y me metió un plug que acababa en cola de perra. Me quitó las pinzas y me bajó del potro. Me llevó al lado de una jaula con comedero para perro.
J: Ahí tienes tu comida perra. Sin manos.
L: Sí Amo.
Comí directamente con la boca, me sentí humillada, a sus pies. ¿Cómo había llegado a esto? La verdad es que no importaba, esto era lo mío y así era feliz. Cuando acabé, me metió en la jaula y me encerró.
J: El día todavía no ha acabado mi pequeña, lo haces muy bien. Irás aprendiendo, ya lo verás, yo te educaré. Serás feliz, ahora descansa un poco.
L: Sí Amo.
Me recosté, y quede dormida, mientras él me observaba desde el sofá.