Mi Suerte

Un jovencito es seducido por un hombre de veintitantos años, quien le hace perder la virginidad y conocer el amor...

MI SUERTE

Por Eduardo de Altamirano

A pesar de haber nacido con genitales masculinos, yo nunca me asumí como un varón. Muy por el contrario, siempre quise ser una nena . Claro está, me cuidaba, y mucho, de no hacerlo público, porque eso de ser varón físicamente y, al mismo tiempo, querer ser nena era algo terrible y, sin juicio ni trámite previo, si el asunto se ventilaba, el sujeto que tal situación viviera pasaba a ser en un condenado a las más severas e infinitas penalidades sociales. Algo similar a lo que le pasa a los países con sus deudas externas: no tienen forma de terminar de pagar lo que dicen que deben y siempre les brota un agregado en una cuenta sin fin…

Como, afortunadamente, no soy tan tonto como se cree y, sin ser una luz, aprendí a acomodarme para que no me cogiera el lazo de las habladurías, la suerte de mi existencia pudo deslizarse sin padecimientos demasiado cruentos. La técnica que utilice fue la de imitar a los jóvenes varones de mi edad, sobre quienes no recaía ni la más leve sospecha de su virilidad. Lo hacía, por supuesto, hasta donde me daba el naipe y hasta donde intuía que podía llegar el ojo de mis eventuales “jueces” que, en realidad, no eran muchos… Y no lo eran porque yo tiraba a pasar inadvertido, era alguien insignificante, alguien que debía pasar dos veces para hacer sombra…

De hecho, esta conducta me dejaba resto como para fantasear cuanto yo quisiera sobre mi mismo… Incluso, hacer cosas que me gratificaban sobremanera y de las que nadie se enteraba… Entre ellas usar prendas femeninas y acicalarme como mujer… Esto, recién después de haber sobrepasado los diez añitos de edad…

Fue entonces cuando comenzaron a ocurrir en mi cuerpo cambios que vinieron a robustecer eso de querer ser mujer… Las hormonas comenzaron a realizar el dibujo de mi físico… Un dibujo totalmente contradictorio… Porque en lugar de actuar con definida inclinación hacia un determinado sentido, como ocurría en la mayoría de los jóvenes varones; estas hormonas parecían jugar un partido de ping pong y junto a rasgos masculinos, daban cabida a algunos caracteres netamente femeninos, como el tamaño y el perfil de mis pechos y el redondo grandor de mis nalgas…

A mí me apasionaba ver que como en mi pecho se despertaban dos definidas tetitas, que yo me ocupaba de ocultar usando camisetitas muy ceñidas… Lo único que no podía ocultar era el tamaño de mis pezones, que habían dado un salto impresionante en cuanto a tamaño… Mas como era ligeramente, muy ligeramente, gordito, ni mis pechos ni mis nalgas lograban llamar mucho la atención…

Al llegar a los 16 años me hallaba estabilizado en un punto que no era incómodo, aunque tampoco era feliz… Me sentía alguien que no podía manifestar lo que sexualmente sentía y por tanto condenado a una eterna represión, de donde solo podía escapar por las vías de la fantasía, del trabajo y del estudio.

Para mi dicha, si se le puede llamar dicha, esas vías no iban en contra de mis disposiciones naturales. La fantasía no me faltaba y el trabajo y el estudio me resultaban (y me siguen resultando) cosas apasionantes y sobradamente fáciles. Siendo así las cosas, mi suerte discurría por un camino sin sobresaltos.

Pero, de repente, en forma totalmente imprevista sucedió algo que no estaba para nada en mis cálculos. Antes de narrarlo quiero o, más bien, debo puntualizar que hasta esa altura de mi vida mis únicos pecados , si así pueden llamarse, fueron ceder a la tentación de mirar, con extrema discreción, algún muchacho que robaba mi atención. Porque, justo es decirlo, las fibras de mi ser se conmovían ante los hombres. Sobre todo, los hombres jóvenes y hermosos. No ocurría lo mismo con las mujeres, a quienes siempre veía como ejemplos a imitar, cuando, claro está eran dignas de emulación. También solía refugiarme, eso sí muy esporádicamente, en la contemplación de las imágenes de alguna revista o de algún video, donde los muchachos podían verse con toda la exuberancia de sus cuerpos desnudos y en el ejercicio de sus vigorosas vitalidades viriles. Más allá de eso: nada, absolutamente nada.

Ahora sí, voy a lo que me sucedió…

Una tarde de principios de octubre, cuando la primavera, en este sector del mundo donde vivo comienza a cobrar fuerzas, a eso de las dos y algo de la tarde, estaba en mi casa, como de costumbre solo, ocupado en un dibujo que me llevaba ya bastante tiempo, cuando sonó el timbre de la puerta de calle. ¿Quién podía ser?. No era habitual que, a esa hora viniera alguien. Mis padres estaban trabajando y yo hacía muy poco había regresado del colegio. Como correspondía fui a atender el llamado y, al abrir la puerta, me encontré con la sorpresa de que quien llamaba era Fabián…

Fabián era el hermano menor de Horacio, el novio de mi prima Irma. Si bien mi trato con él era amistoso y cordial, la frecuencia del mismo era mínima; nos veíamos alguna que otra vez en las reuniones y fiestas familiares. No era de imaginar que se apareciera por nuestra casa… Hola, qué tal, pasaba por aquí y se me ocurrió saludarlos… Con esas palabras explicó su presencia como si fuera la cosa más natural del mundo…

Verlo fue para mí un impacto muy grande porque Fabián era uno de esos muchachos que robaban mi atención, que me gustaban, que me atraían con una fuerza que yo no podía explicar y que resistía a duras penas… Por eso, lo primero que me vino a la boca cuando se presentó fue decirle Mis viejos no están , deseando en lo íntimo de mi corazón que desapareciera para no verme obligado a padecer el infierno de reprimirme…

Sin perder esa sonrisa de dientes de perlas, contraatacó diciéndome Si querés que me vaya, me voy; pero yo no venía a ver solo a tus viejos, también quería  verte a vos…

Por suerte pude reaccionar… No, cómo voy a querer que te vayas, para nada; pasa, pasa, por favor… Y Fabián pasó… Era la primera vez que entraba en casa y todo lo sorprendía… Mi casa es bastante antigua… Fue de mis abuelos maternos y ahora la ocupábamos nosotros… Tiene muchos ambientes, todos llenos de cosas, parece un museo… Como está en el medio de dos franjas muy grandes de terreno y tiene un fondo enorme, entra luz por todas partes… Ni bien ingresó Fabián, lo llevé a una cocina comedor en la parte trasera con muy linda vista y lo invité a tomar mate…

Fue lo único que se me ocurrió, así que mientras él se sentaba a la mesa, yo me apliqué a ensillar el mate… No voy a negar que tengo cierta habilidad para hacerlo y eso me ha dado alguna buena reputación como cebador… De ahí que, agrandándome, le hice saber que iba a probar los mejores mates de su vida … Eso, que no iba más allá de un chascarrillo para aliviar tensiones, dio pie para que me retrucara Si resultan así, me vas a tener de cliente seguido…

No hay problemas, no me cansa cebar mate... acoté en el preciso momento en que le entregaba el primer mate… Lo saboreó como un experto catador y, por todo elogio, como dicen los franceses, me soltó un no está mal, vamos a ver cómo sigue…

Tras saborear el primer mate y habiéndome sentado frente de él para cumplir con mi tarea de cebador, Fabián me preguntó qué hacía yo cuando él llegó… Le comenté que estaba dibujando, terminando un trabajo que debía presentar en la Escuela de Bellas Artes, donde asistía a una especie de curso de ingreso… Nuestro diálogo giró entonces hacia el tema del dibujo y se hizo fluido y entretenido. Tan fluido y entretenido que, cuando la pava nos avisó que el agua se había acabado, dejamos el comedor en pos de mi atelier donde tenía instalado el caballete, la computadora, mis cosas personales y que mi Mamá llamaba el Tugurio , porque mucho se parece al reducto de un despistado…

Fabián parecía estar fascinado con todo lo que veía Miraba cada cosa con auténtica atención… Su actitud concentrada me daba oportunidad de observarlo con total detenimiento; un detenimiento que, en otras circunstancias, no me hubiese permitido, por temor a que se descubriera mi verdadero ser…

Fabián era realmente hermoso… Un varón muy bien plantado… Morocho claro, de más de metro ochenta, con tremendas espaldas y cinturita pequeña; las piernas ceñidas por los vaqueros denunciaban una rotunda musculatura… Manos que delataban fortaleza y un rostro encantador por la perfección de sus rasgos y unos ojos verdes que para que les voy a contar… Las pestañas le hacían sombra… Su boca, algo voluptuosa, enmarcaba unos dientes que parecían tallados por un muy hábil escultor… Sus movimientos eran cadenciosos y sensuales… Cuando caminaba, entrecruzando rítmicamente sus piernas, parecía ofrecer lo que discretamente abultaba su bragueta y que parecía no ser poca cosa… En suma, estaba lo que se dice “para comérselo”… Ah, por lo que después supe, acababa de cumplir 25 años y me llevaba casi 9…

Cuando vio sobre el caballete el trabajo que estaba realizando y que me permito reproducir a continuación, la

cara de Fabián parecía decir “a la flauta, esto no es jodienda”… Se trataba de la representación de un chalet totalmente imaginario… A él le encantó… Por eso, me animé y le mostré algunos otros de mis dibujos… No sé si exagero si digo que lo maravillaron… Tanto fue así, que me pidió que le hiciera uno para ponerlo en un cuadro… Yo me sonreí como quien recibe un halago inmerecido…

Lo cierto es que esto de mis dibujos le cambió el ritmo a nuestro encuentro y, algo más, el color, la dinámica… Si, los primeros momentos, para mi fueron de gran tensión; su presencia, inesperada, me conmovió y no me era fácil manejarme en ese estado… Pero, la cosa cambio y todo se hizo distendido y ameno…

Fabián demostró que era un seductor por naturaleza y cada vez hizo más claro que su presencia tenía un objetivo y que ese objetivo no era ver a mis padres y a mí, sino verme solamente a mí… Algo de mi ser lo atraía, o, cuanto menos, despertaba su curiosidad… Comprendí, de todas maneras, que no podía darme por notificado y que en todo caso lo prudente era dejar que él moviera las piezas y marcara los tiempos… Y así fue… Tras agotar las metas de una primera ofensiva, anunció que se retiraba; no sin antes precisar muy claramente su intención de reiterar la visita, “ siempre y cuando no moleste ”… Con esta condición me obligó a decirle que “de ninguna manera podía molestarme y, por el contrario, era un gusto que viniera ”… Cosa dicha, por otra parte, con verdadero placer y que él, seguramente, tomó como una señal de que sus primeros pasos no habían sido en falso…

Exactamente una semanita después, Fabián volvió a la carga… Como la primera vez, apareció en momentos en que yo estaba solito… La recepción fue más cordial… Su presencia me alteraba, pero de manera distinta… Diría “placentera”… Me agradaba verlo, sentirlo cerca de mí…

Mi intención era ofrecerle mate; pero, él se me adelanto con un chispeante ¿cómo estas para cebar unos de tus inigualables mates?Como no, estoy de 10… Espero no fallar, a ver si después de tanta propaganda se me quema la yerba… Y ahí nomás nos mandamos para la cocina comedor, donde el sol de esos días de octubre había derramado maravillosamente un calorcito encantador… Mi abuelo la acertó cuando hizo hacer así ese lugar de la casa… Los dos ventanales eran dos postales de paisajes que despertaban sensaciones más que agradable…

Como la primera vez, Fabián demostró que era un seductor nato… Llevó la conversación para donde quiso él, conservándole siempre la misma calidez y el mismo atractivo… Mis dibujos lo habían encantado y ese fue el tema de la charla, donde entremezclo anécdotas de su historia como dibujante, no porque supiera dibujar, sino porque se consideraba un fracaso total en ese campo…

Estaba cantado que, tras la mateada, que fue muy simpática, el paso siguiente sería dirigirnos a mi atelier, donde seguramente habría de tener un poco mas de letra… Claro, más que letra, lo que tuve fue trazo , porque Fabián me pidió que dibujara algo, como quien le pide a un músico que improvise la interpretación de alguna melodía…

Para darle el gusto, me apliqué a dibujar un auto antiguo, tema sobre el cual ya había estado trabajando; razón por lo cual más que una improvisación , lo que hice fue una repetición

Mientras yo dibujaba, Fabián hacía comentarios y hablaba, no como un loro parlanchín, sino como alguien que sabe manejar el don de la palabra y crea con ella momentos muy agradables… Su voz era para mí como un arrullo, como un estímulo para la pequeña obrita que estaba ejecutando…

De pronto, la cosa cambió… Fabián dijo algo inesperado que me perturbó… Me preguntó ¿tenés novia? ... Lo dijo como algo ritual, no muy trascendente. Pero a mí me impactó… Solo atiné a responderle no , pero me desconcertaba que me preguntase algo así… La situación se hizo tremenda cuando agregó qué, no te gustan las chicas … Ahí, si, quedé helado y no sabía qué responderle… Todo lo que a duras penas podía hacer era continuar con el dibujo, tratando de contrarrestar el maremágnum en que se había desatado en mi cabeza…

Tenía la sensación de que caíamos en picada a lo profundo de un precipicio… Y fue el propio Fabián quien se ocupo de devolver las cosas a su sitio, a un camino más transitable… Hablando siempre con esa naturalidad y buen modo que sabía imprimirle a sus dichos, haciendo parecer que nada era terrible, dijo que a uno le gusten o no las mujeres, no quiere decir nada… O, más bien, quiere decir solo eso, que le gustan o no las mujeres, sin que de eso puedan sacarse otras conclusiones… En mi caso, me gustan las mujeres, pero no me esclavizan, ya que también en algunos casos hay hombres que me atraen… Por supuesto, no lo ando divulgando a los cuatro vientos porque este es un mundo muy prejuicioso y para qué me voy a inventarme problemas, ¿no te parece?...

La pregunta, obviamente, fue un apriete para obligarme a declarar mi pensamiento… Por instinto de preservación, entendí que cuanto menos dijera, mejor sería… De ahí que limité mi respuesta a un naturalmente , con el que salí del paso sin arriesgar demasiado…

Fabián captó mi jugada y, no sin antes detenerse en la contemplación de mi dibujo que rápidamente se iba perfilando y mucho tiempo después terminó viéndose así:

retomo la palabra y, luego de un elogio, continuó con lo que para mí a era un decidido avance… te digo esto a vos, porque vos sos un artista… Los artistas tienen una sensibilidad especial y un entendimiento diferente… No es necesario ser un genio para darse cuenta… Basta con verte dibujar… A la borregada les pasan las cosas delante de las narices y no captan nada, a vos no se te escapa ni un detalle… No creo equivocarme si presumo que a vos no te resulta irracional que yo sea tan amplio en mis preferencias… ¿Me equivoco?...

La pregunta era otro modo de tirarme la lengua… Pude haberle dicho no y con eso zanjaba la cuestión, pero preferí ser más explícito y darle pie como para  confirmarle que no se me escapara el carácter de avance de su discurso… Entonces dije no, no estás equivocado… En alguna medida, yo pienso como vos y no creo, por eso, ser un monstruo ni nada parecido… Y, para abrirle más el campo de acción, añadí a mi me atrae lo hermoso y lo enigmático… Siempre, desde chico fui así… Claro que “lo bello” y “lo enigmático” – dije - no es igual para todo el mundo… Unos lo vemos en determinados seres y cosas y otros en otros seres y otras cosas…

Le dejé así el camino despejado para un avance triunfal… Todo dependía de su habilidad para no derrapar y de mantenerse a la altura de las circunstancias, que por cierto mostraban un agradable nivel de refinamiento…

Fabián no derrapó… ¡Cómo iba a derrapar él que parecía sabérselas todas!... Dejo que el eco de mis palabras se apagara… La escena, entonces, pareció congelarse… El observándome y yo dibujando… Lo demás, silencio… De improviso, como si reflexionara en voz alta dijo lo bello y lo enigmático… Da para pensar; a mí también me atraen lo bello y lo enigmático… Dificilmente pase ante algo lindo o algo lindo pase ante mi sin que yo lo detecte y mi atención se concentre en él, atraida con mayor o menor fuerza… Otro tanto me ocurre con las cosas que encierran algún misterio… Siento la fuerza de un imán llamando a mi curiosidad, a mi interés… A veces, también, he sentido algo extraño que me moviliza y me dirije, sin que yo tenga mayor conciencia de lo que sucede… Esto que dijiste de “lo bello” y “lo misterioso” me aclara un poco el entendimiento, porque eso extraño que me moviliza en ocasiones no sería sino la suma de esas dos fuerzas…

Hasta aquí, su discurso era interesante, pero, vago, difuso, ya que no se refería a nada en particular… Solo definía un modo de ser suyo… Podía cerrarlo sin ninguna ulterioridad; pero, le dio un giro rotundo y la cosa cambio radicalmente… Con esa forma tan suya de decir las cosas, continuo… Sin ir más lejos, la semana pasada, cuando caí de sorpresa aquí… Yo iba por la calle de la Catedral y de repente me vino a la mente que por la zona, cerquita, vivían ustedes… En mi cabeza, primero, se me representó tu imagen y después la de tus viejos… Tras eso, me vino el deseo de verlos; pero, más que nada de verte a vos… ¿Con qué propósito?... Ninguno… Mentiría si dijese que había un propósito en mí… En todo caso, lo que había era una necesidad… Si… Desde la primera vez que te vi, en casa de Irma, me llamó la atención tu estampa… También, me llamaron la atención tus viejos… Pero, en vos no solo me atraía tú físico, sino también algo misterioso que hay en vos, algo que te hace fuera de común, especial… Esa unión de belleza y misterio es lo que me  moviliza mas allá de mi voluntad, sin saber a dónde voy ni qué es lo que busco; pero, con la sensación de abrirme a todo… ¿Me equivoco?...

Me paso la pelota en el momento preciso… Podía seguir su jugada, llevándola al éxito, o podía condenarla al fracaso… Lo que a mí me detuvo siempre fue el miedo… El miedo me paralizaba… Una parte en mí, la que siempre había pateado en mi contra, me decía que debía desviar la pelota y dejar que todo quedara en la nada… Otra parte me empujaba a jugarme… No sabía por cuál decidirme… De pronto, se me hizo claro que Fabián se había jugado bastante y que yo no podía ser menos… Con una resolución que no me conocía, decidí seguirle el juego… Fue así que, sin dejar de dibujar, acote No creo que te equivoques… A mí me sucede algo parecido… También desde el primer día en que te vi sentí algo extraño, algo así como una atracción… No hace falta decir que sos muy pintón y que llamás la atención, porque eso es algo que todo el mundo certifica… Siempre dicen “qué buen mozo es Fabián”… Lo que yo aprecié es que, además de pinta, en vos se da algo particular, enigmático… Es como que estás de vuelta cuando los demás recién andan de ida…

Fabián no aguardo a que terminara mi discurso… Siguiendo mis palabras, afirmó… Eso es exactamente lo que experimenté yo respecto a vos… Siempre creí ver que ibas mucho más ligero que el resto y algo mas, que escondías o guardabas  un secreto personal… Un secreto que ahora, viéndote más de cerca, mas mano a mano, se me hace que debe tener mucha importancia, pero que no puedo imaginarme qué es, porque secretos personales pueden contarse por millones…

Obviamente, Fabián apuraba el paso y era lógico que yo hiciera lo mismo para no quedarme atrás… Decidí arriesgar más y darle pie para que pudiera avanzar con paso más firme… Todos tenemos secretos, cosas que no queremos que se sepan, que se nos ocurre que pueden ser usadas en nuestra contra o que pueden hacernos quedar mal… No fue necesario decir nada más para que Fabián retomara la acción…

Salvo que sea algo que tenga que ver con las leyes, las cosas que uno guarda en secreto están muy lejos de ser cosas malas o negativas… No habría razón para no hacerlas públicas, de no ser porque el hombre es un bicho muy jodido y suele armar bodrios donde no los hay… De ahí la conveniencia de “matarla siempre de calladito, sin alborotar el avispero”…

Estas afirmaciones me vinieron como anillo al dedo… Con la mayor naturalidad que me era posible, porque no voy a negar que en esos momentos sentía un nerviosismo tremendo, acoté eso es tan fácil decirlo como difícil hacerlo, cuando “para matarla de cayetano” se necesita de otra persona además de la dueña del secreto… ¿En quién se puede confiarse?...

Tras mis palabras se produjo un tenso silencio… Yo continué dibujando… Algo en mi interior me decía que Fabián sabía cómo actuar, como seguir adelante, y lo que hacía con su silencio era acondicionar la escena para causar el mejor efecto… Y así fue… Como si saliera de un momento de reflexión, dijo sí, bastante razón tenés, pero, se me ocurre pensar que no hay que dramatizar más de la cuenta y que, de últimas, en algún momento hay que jugársela a cara o cruz, porque de lo contrario nunca se haría nada… y eso, realmente, es lo malo… No hacer nada…

Llegamos, así, a un punto culminante… El hecho de que yo no dejara de dibujar hacía parecer que nuestro diálogo fuera algo secundario… Sin embargo, era lo principal y estaba en un momento decisivo… No me pareció adecuado agregar más cosas a lo dicho… De últimas, era claro que yo no lo había ido a buscar a Fabián… El había venido a mi casa y, si quería algo de mí, era él quien debía jugarse y no yo, por mucho que yo quisiera lo mismo… Mi imaginación no acertaba definir qué era lo que en definitiva haría… Quedé como aguardando su determinación… Y está se dio sorpresivamente…

Me lanzó, a boca de jarro, una pregunta que me hizo temblar… ¿qué me dirías si te dijera que me gustaría besarte en la boca?... Quedé congelado… No se la cara que debo haber puesto… Sé que de repente había perdido todas las fuerzas y que no podía articular palabra… Miraba el dibujo sin verlo… La voz de Fabián, ligeramente temblorosa, comenzó a resonar en mis oídos… Si te molesta lo que te pregunté, olvídate… Discúlpame… Pasemos a otra cosa…

Yo no podía responderle… Estaba petrificado… Tal vez se haya asustado un poco con mi reacción… Lentamente volví a mis cabales y él insistía en pedir disculpas y en olvidarnos de lo sucedido… A medida que yo iba recobrando el dominio de mi persona, empezaba a darme cuenta, a tomar conciencia del momento excepcional que estaba viviendo…  Pausadamente, tratando de generar saliva para poder hablar, señalé que no me había molestado en absoluto con su pregunta… Tanto no me había molestado que hasta podía tomarlo como un halago, porque mi karma era sentirme atraído por los hombres y el hecho de que un hombre como él pensara en besarme en la boca me hacía sentir que no era un ser despreciable, que era alguien que algún valor tenía…

Mis palabras, dictadas mas por el corazón que por la mente, fueron un poner todas mis cartas sobre la mesa  y jugarme al todo o nada… La reacción de Fabián fue instantánea… Se acercó donde yo esta y, sin mediar ninguna otra acción, me abrazó, atrayéndome hacía su pecho, buscó mi boca y me besó con un apasionamiento tan grande, que faltó poco para que me desmayara… Era la primera vez que un hombre me besaba y todo mi ser se veía atravesado y arrasado por un tsunami de sensaciones que le impedían tener clara conciencia de lo que le estaba sucediendo… Lo que recuerdo es que, justo en ese momento, se cortó la luz y, aunque era de día, quedamos completamente a oscuras, porque en el atelier, cuando dibujaba, rara vez levantaba la cortina del ventanal… Esa obscuridad se hizo cómplice del descontrol en que entramos Fabián y yo… El, porque se mostraba dispuesto a todo y yo porque me entregaba a sus designios sin reparo alguno…

Su abrazo inicial, fuerte, tremendamente fuerte, me hizo sentir la clase de macho que era. Luego, ese macho le cedió paso a otro Fabián, un Fabián dulce, excitante, que buscaba poseerme y recorría cada centímetro de mi cuerpo con sus manos y con su boca. Un Fabián que no hablaba, ni preguntaba: hacía… Cuando descubrió las redondeces de mis pequeños senos, mordisqueó mis pezones como diciendo sabía que estas frutas ocultas serían mías…

Confieso que, en ese afán de avanzar el uno sobre el otro, yo no tuve remilgos ni me mostré remiso… Mis manos, guiadas por un deseo incontenible, buscaron su bragueta, tratando de descubrir la preciosidad anunciada por el prominente bulto… Y la hallé… Pero, claro, mi falta de experiencia en estas lides hizo que la tela del pantalón se interpusiera y fuese una valla insalvable para la consecución de mi objetivo: descubrir y acariciar su verga… Diestro, Fabián suplió mis deficiencias y con mínimos y precisos movimientos hizo que sus calzas se precipitaran a tierra, dejando al descubierto el enhiesto y majestuoso emblema de su virilidad…

Como ya dije, solo en fotografías y en algunos videos condicionados me había sido dado ver hombres desnudos… El tener, en ese momento, un hombre con sus genitales al alcance de mis manos, me produjo una emoción inconmensurable… No exagero si digo que me temblaban las piernas, el corazón me latía a mil por minuto y mi entendimiento se había nublado, no digo por completo, pero si lo bastante como para no poder dirigir mis acciones racionalmente.

Fabián debe haber captado claramente cuál era  mi situación y actuó en consecuencia, logrando encausar los hechos de la mejor manera posible… En algún momento, me sacó del atelier, llevándome al living, donde los grandes sillones y la cálida penumbra creaban un ambiente ideal para desatar las pasiones. Me quitó la camisa y me tomó en sus brazos, con tanto vigor como delicadeza, mientras lentamente nos recostábamos en una de las poltronas… Sus besos y caricias me hacían pasar de una vibración a otra, como si todo mi cuerpo fuera un instrumento musical librado a las artes de su maestría amatoria…

En uno de sus giros, se irguió y acomodó de tal forma que el atributo máximo de su virilidad quedó a centímetros de mis ojos y ¡qué no decir de mi boca!… Hubiese bastado que sacara un poco la lengua para lamerlo a discreción… Pero, no lo hice… En esos momentos, la conmoción generalizada invadía mi cuerpo y mi mente, y esas cosas no se me ocurrían…

Dije “el atributo máximo” de su virilidad, porque Fabián poseía y posee, también, otro “atributo viril” de muy potente vigor: su voz…

Examinando desde lejos y en frío la evolución de los acontecimientos, puedo afirmar que gran parte de lo vivido ese día crucial de mi existencia y los anteriores se debió al influjo que la voz de Fabián ejerció sobre mi persona… Un influjo cautivante que redujo a nada mi libre determinación…

No exagero ni un ápice si digo que la voz de Fabián es algo absolutamente fuera de lo común y se destaca en cualquier lugar donde se la oiga, como algo diferente y, a la vez, encantador por su tersura, su calidez, su timbre, su armonía embriagadora… Es envolvente y él la maneja a la perfección… Lo que diga, más allá de su valor intrinseco, produce un impacto tremendo y cobra una importancia mayúscula…

Para mí, oírlo era sumar caricias a todas las caricias que me prodigaba, y besos a todos los besos, sucumbía a sus cálidas vibraciones…

Comencé a emerger de ese estado en que todo él me había sumergido, con un férreo y cada vez más potente y abierto deseo… El deseo de ser suya, en cuerpo y alma…

Fabián lo percibió cabalmente y, también, con mucha y poderosa sensatez… Porque fue su sensatez la que lo llevó a hacer las cosas como las hizo: bien… Lo digo ahora, aunque en un primer momento me sinti insatisfecho…

Fabián no dejó de tener presente que yo era un joven virgen y que hacerme perder la virginidad era algo que debía realizarse con cierta delicadeza, con cierto cuidado… Tanto para no hacerme ningún daño físico, como para no traumatizarme psicológicamente… Con su voz aterciopelada sofrenó mis deseos, convenciéndome que debíamos aguardar al momento apropiado… Necesitábamos algunos elementos imprescindibles… Preguntándome, se había cerciorado que en casa no había nada que pudiera suplirlos y obró en consecuencia… El tenía experiencia, yo no… El sabía qué era la primera penetración…

Convinimos que, al día siguiente, volvería con los elementos necesarios y, entonces sí, seríamos el uno del otro, en cuerpo y alma… Ese compromiso encendió en mi una especie de desesperación… Quería que los minutos y las horas corrieran con la velocidad de la luz… Me fui a dormir temprano para no escuchar a mis padres que me hablaban de cosas absolutamente inimportantes para mí… De algún modo, este deseo mío se cumplió… El prepararme para el decisivo encuentro me llevó un tiempo cuyo transcurso fue muy veloz… Sentía la necesidad de estar apetecible para Fabián y lo logré…

A las dos de la tarde, cuando llegó mi ángel, me ratificó que “estaba hecha una Diosa” y a partir de esa declaración, el amor comenzó a tejer el manto de cariño que habría de unirnos…

Algunas personas a quienes hice participes de mi felicidad me han pedido detalles de esa primera vez y, particularmente de lo que sentí… En primer lugar, debo señalar que lo que sentí fue una emoción sostenida que me mantenía como en estado de trance, una emoción que no decayó en ningún momento del encuentro… Se nutría de los besos, las caricias y todo lo que Fabián me brindaba, y, a mi manera, yo trataba de retribuirle… No recuerdo exactamente cuándo, Fabián avanzó con sus manos sobre mi cola que, no es vanidad decirlo, debía mostrarse esplendorosa, a estar por sus exclamaciones de admiración… En un preciso instante, uno de sus dedos mayores, oficiando de ariete incontrolable, se apoyo sobre mi ano, dispuesto a vencer las resistencias de los músculos que lo cerraban como las puertas de una fortaleza…

Obviamente, ese ariete guerrero, no sé cómo, se había untado a si mismo en una sustancia que hiciera mas suave y efectivo su ataque, garantizando la conquista de su objetivo. Lo digo porque, a pesar de la embriaguez de mis sentido, sentí la sensación de que algo aceitoso se depositaba entre mis nalgas produciéndome una especie de adormecimiento y relajación de lugar… Acto seguido, el ariete, con paso seguro, avanzó hacia el interior de mi cuevita, deparándome una mezcla de leve dolor y enorme placer…

No puedo calcular cuánto tiempo me tuvo así… Lo que sí recuerdo es que, mientras más discurría ese tiempo, la resistencia de mi esfínter era cada vez menor… Como si perdiera fuerzas y comenzara a regodearse con el universo de gratas sensaciones que me deparaba ese ariete digital dentro de mi culo…

Obviamente, la intención de Fabián era domesticar mi cola y preparar el terreno para el asalto final con toda su artillería pesada… Y así fue… En uno de los tantos cambios de posición quedé bajo la hegemonía de su miembro, enhiesto al máximo de su grandeza… Fue muy cauto en su accionar… No entró a sangre y fuego… Tenía plena conciencia de que eso hubiese sido lapidario para mi… Opto por lo que la sana inteligencia le aconsejaba… Apoyó su rollizo chipote en la puerta de culo e inicio una percusión controlada, a propósito de desgastar mis resistencias y facilitar una entrada triunfal… No sé exactamente cuánto consiguió meterme… Estimo que estuvo muy lejos de calzármela toda entera… Apenas algunos centímetros que, no por escasos, dejaron de hacerse sentir… Llegue al límite de lo que podía soportar en este momento… Y en ese punto, Fabián detuvo la penetración y se consagró a juegos que lo apasionaban y me apasionaban… Al punto de que, casi al unísono, eyaculamos juntos… Él como un manantial inagotable y yo de manera testimonial, pero superplacentera…

¿Fue eso un desvirgue y un debut?... No, no lo creo. A juzgar por lo sucedido después, esto, en todo caso, cabe amojonarlo como el punto de partida, la salida de gateras de algo maravilloso que habría de sucederme y que no imaginaba el día en que, por primera vez, Fabián se apareció por casa con el pretexto de “saludarnos”… Día en el que yo, asustado, quería sacármelo de encima y le dije que “estaba solo”… ¡Qué más podía apetecer él!... Así me tenía a su disposición por entero…

Después de ese día iniciático, la presencia de Fabián se hizo algo sistemático… Siempre o casi siempre cuando yo estaba solito y podía ser enteramente suyo. Aunque, astuto, a veces se aparecía cuando estaban mis viejos y los deleitaba con su ingenio… No dejaba de referirse a mí en todo momento y de destacar mis dotes como dibujante… Varias veces comentó las oportunidades en que me había venido cuando ellos no estaban, para deleitarse viéndome “con el lápiz en la mano” haciendo maravillas que me dictaban mi corazón y mi mente de artista… ¡A mí no se me escapaba la doble intención de sus palabras!...  En el colmo de su osadía, un día de lluvia en que aceptó una invitación de mamá a cenar, terminó quedándose a dormir… ¿Dónde?... En mi dormitorio… Lo que sucedió esa noche lo contaré más adelante…

Ahora quiero contar que la presencia sistemática de Fabián cuando yo me encontraba solito, estuvo asociada en los primeros tiempos a un plan sistemático “para desvirgarme como es debido”… Cada vez me dilataba un poquito más y lograba que me doliera un poquito menos… Nuestras relaciones eran, por así decirlo, más intensas y fogosas en “lo circundante” (mimos, caricias, besos, arrumacos…) que en “lo puntual” (cópula, penetración propiamente dicha)… La estrechez de mi conducto y el tamaño de su pene (sobre todo, el grosor) eran escollos que debían superarse con una metódica preparación del terreno… Una tarde lo sorprendí con algo que él nunca me pidió y que a mí me vinieron ganas de hacere por haberlo visto en películas triple X… Le mamé la pija… Fue una experiencia super deliciosa y punto partida de una práctica que no faltó jamás en nuestros encuentros amorosos posteriores…

No fue más que dejar deslizar dentro de mi boca su hermosísima poronga para que Fabián se excitara al mango…Era increíble ver lo tremendamente dura que se le puso y las reacciones que tenía a cada uno de mi chupones y lamidas… A mí me enloquecía el sabor de su verga, con la cabeza siempre descubierta, goteando pequeñísimas gotas de semen…

El, a su vez, en uno de esos días, me sorprendió a mí con un regalito que no esperaba y, en un primer momento,  cuando lo vi, no supe de qué se trataba ni para que servía… Fabián me reveló que era un instrumento de medicina llamado espéculo y que se utilizaba para exámenes tanto vaginales como el anales… Acto seguido, como yo no tengo vagina, él propuso examinarme el ano y yo, gustoso, presté mi consentimiento, sin imaginar lo extraordinariamente útil que iba a resultar…

Tal como correspondía, fuimos a mi dormitorio… Allí me quité mis ropas y, sobre la cama, me puse en posición “ortológica” para que “el Dr. Fabián” pudiera hacer de las suyas a su antojo… Después de lubricar muy bien mi orificio con la crema que habitualmente usábamos en nuestros encuentros amatorios, me introdujo el aparatejo hasta ubicarlo en la mitad de su recorrido que debía ser de unos 10 centímetros. Previo a ello se mandó unos sospechosos avances y retrocesos que no sonaban muy medicinales que digamos, pero efectivos para despertar mis apetitos… Una vez posicionado el aparatejo, suavemente comenzó a girar el tornillo que separaba las dos secciones en que longitudinalmente se divide el cilindro intrusor, cuya parte distal se halla engrosada para lograr que el dispositivo no se escape de los sitios en que es colocado…

Al abrirse las partes, por la acción separadora del tornillo, mi ano se fue dilatando lentamente… Y fue a partir de esta práctica que este jueguito se convirtió en un ejercicio habitual… El tener colocado el dispositivo obstaculizaba totalmente la posibilidad de sentarme; en consecuencia, lo practicaba de noche, cuando estaba acostado…

El efecto que me causó fue asombroso; en menos de un mes, la capacidad de dilatación de mi ano adquirió un nivel altísimo y, algo muy importante, los dolores que sentía al principio cuando me entraba me entraba algo en el culo prácticamente habían desaparecido o se reducían hasta ser completamente tolerables y, por qué no decirle, deseados como parte del placer…

Fue así que, en nuestras lides amorosas, Fabián pudo penetrarme por completo, pese al grosor y la extensión de su miembro, sin que yo experimentara otra cosa que no fuera un intenso placer… Un placer que, de algún modo, intuía cuando era virgen; pero, cuya real dimensión no presumía de ninguna manera…

Esto hizo que mis deseos de ser cogido crecieran exponencialmente… En cada encamada, Fabián, quien era todo un maestro en el arte de fornicar, me hacía experimentar innumerables orgasmos, hasta que, en el final, terminaba eyaculando al compás de los vaivenes de su poronga y junto a sus deslechadas, que siempre fueron verdaderos ríos de esperma calentito inundando mi cuevita del amor…

¡Oh, qué tiempos aquellos!... ¡Cuánta felicidad!... Recordando aquellos momentos he caído en la cuenta de que Fabián era todo un sabio o, cuanto menos, un intuitivo de esos que se encuentran de a uno entre miles… Él sabía que el secreto de buen coger estribaba en hacer feliz al compañero, porque al lograrlo recibe el doble de lo dio… Y así, la pasión se va retroalimentando hasta llegar al clímax en que una buena acabada remeda la gracia de la lluvia en primavera…

Debo confesar que cogiendo con Fabián yo no me sentía ni hombre ni mujer, me sentía otro… Alguien poseído por una fuerza que arrancaba en lo material para elevarse a las alturas, valga la redundancia, más altas del espíritu, donde reina el puro placer…

Cuando concluí el dibujo del automóvil antiguo, que me llevó unos cuantos meses por la cantidad de detalles que tiene y los efectos luminosos que pretendí darle, tuve la ocurrencia de destacar en su chapa patente como lugar de radicación algo que para mí era un delirio: PIJA, la pija de Fabián, la llave que me abría una y otra vez el camino a la felicidad…

En otra oportunidad les contaré lo sucedido la noche en que Fabián se quedó a dormir conmigo…

A decir verdad, estoy muy conforme con la vida que he vivido y estoy viviendo… Después de Fabián hubieron otros fabianes no menos glamorosos e interesantes… A todos les debo algo, porque entre todos me ayudaron y me ayudan a construir mi suerte, que es la mejor que me pudo haber tocado…

Epílogo : Cuanto antecede es un resumen de las confidencias que me hizo hace ya algún tiempo, en largas y amables conversaciones que supimos mantener, un joven llamado Gabriel, bello en lo físico, bello en lo intelectual y magníficamente bello en lo espiritual… Confío en que mi incapacidad literaria no le haya quitado demasiado de lo hermosas que fueron. Traté de reproducirlas con la mayor fidelidad y organicidad posibles. Ustedes dirán si lo logré.

Hasta pronto… Si alguien quiere escribirme, puede hacerlo a: decubitoventral@yahoo.com.ar

Eduardo de Altamirano

Buenos Aires, Día de Reyes de 2012.-