Mi suegro Parte 4
Siempre se vuelve, siempre.
MI SUEGRO (Parte 4)
Con el advenimiento de mi nueva hija, para bien, decidí de dar un corte a esta situación, si bien mi esposo no se había alegrado en un principio por mi embarazo, realmente cambio su aptitud, al nacer su nueva hija, hasta había cambiado su carácter, que en parte consideraba ayudar a consolidar la pareja.
Por supuesto que mi suegro estaba más que feliz con ese nuevo acontecimiento.
Mi trabajo con mis hijos se duplico, sumado a los trabajos de la casa, que si bien me ayudaba mi suegro, no era suficiente, pero por suerte Ricardo optó por buscar una chica que me socorriese en los quehaceres hogareños.
Era una chica de unos veinte años, no muy bonita pero muy agradable, su colaboración me permitía salir o llevar las criaturas a la plaza, tener mas tiempo para mi persona.
En ese tiempo decidí tomar las pastillas anticonceptivas, previa consulta de mi médico, ya no deseaba más hijos.
Los días transcurrieron rutinariamente, la chica me ayudaba mucho, y yo había entrado en un estado de desidia, había engordado, por el embarazo y además por las pastillas., realmente a mis 24 años, ya me sentía vieja, hasta sin demasiadas expectativas.
Para mal de males, la relación con mi marido, que si bien parecía mejorar, poco a poco se fue deteriorando, mal trato, no salíamos, y debo admitir que sin la ayuda de mi suegro, nuestra situación económica sería bastante mala, el trabajo de mi esposo no era gran cosa, con un futuro no muy prospero, a excepción de que encontrase algo mejor, lo que tenía mis dudas.
Me aboque a mis hijos con todo el amor de una madre, y fue como que fui abandonando mi persona, con mi esposo el sexo era algo rutinario, ya no existía esa pasión tanto de su parte como la mía.
Mi suegro no me hacia ningún tipo de insinuación, pero si miraba mucho a Anita nuestra criada, cosa que me producía ciertos recelos. No tenía intenciones de volver a esa relación, así que tomaba todos los recaudos para evitar algún tipo de reencuentro, no porque no me tentase, simplemente debía de tomar una determinación, que si bien lo había tratado anteriormente, esta vez quería cumplirla.
Por lo general cuando estaba por dormirme, pensaba en mi situación, dejar a mi esposo, irnos de esa casa, cosa difícil económicamente, decirle a mi suegro que se fuese, vivir con ambos hasta que se pueda, o convencer a mi marido de tenerlo a su padre como amante, por supuesto algunas descartables.
Una noche me fui a acostar bastante más temprano que las anteriores, con la única diferencia que mi esposo se reunía con sus amigos, como todos los primeros jueves de cada mes, regresando bastante tarde.
Me duche, y mientras me secaba observe mi cuerpo en el espejo, había perdido esa figura delgada que tenia, mis tetas estaban bastante crecidas suma de la leche que originaba, mas las píldoras anticonceptivas, y las comidas, que no me cuidaba demasiado.
Pensé que debería hacer alguna dieta, aunque el médico, me dijo que sería preferible después de amantar a la beba.
No podía dormirme, estaba algo triste, nerviosa y hasta bastante alterada, dando una y otra vuelta en la cama intentando conciliar el sueño. Pasó por mi mente la imagen de Ricardo, a pesar de no estar dispuesta a volver a esa relación, que hacía más de tres meses que no manteníamos contacto, aunque cuando recordaba las últimas veces, me ponía tremendamente cachonda.
De pronto vi su imagen en el marco de la puerta, estaba descalzo y el torso desnudo, me produzco un escalofrío, me extrañó, dado que nunca había aparecido de esa forma.
“Pasa algo Ricardo? Pregunto algo sorprendida..
“No, nada, solamente quería ver si estabas bien, te oía dar vueltas en la cama” me responde.
“Sí, estoy bien, gracias” le contesto. Cuando veo que se acerca a mi cama, se sienta en el borde y me da un beso en las mejillas. Su presencia si bien no la rechazaba, me producía un cierto nerviosismo y pero me agradaba tenerlo cerca. Se fue a levantar y tomé su mano, me abrazó suavemente acariciando mi vientre con sus manos, a través de mi camisón, produciéndome un cosquilleo interno. No opuse resistencia, permaneciendo inmóvil, sin decir palabra, a la expectativa de su accionar. Levantó mi prenda, desnudando mis pechos, acariciándolos suavemente, para comenzar a besarlos, mientras mis hormonas parecían comenzar a revolucionarse. Apreté los dientes pero no me opuse, aunque quería salir corriendo sabiendo que se avecinaba un nuevo encuentro.
De pronto me quitó el camisón, quedando mi dorso desnudo exhibiendo mis exuberantes tetas, diciéndole a Ricardo.
“Por favor, no” Le comente, con una voz poco convincente.
“Tranquila, déjame acariciar tus pechos” me responde.
Le di un beso en la mejilla, como aprobando su pedido, cuando sus caricias comenzaron a transportarme, atrapando mis pechos con suma disposición, oprimiéndolos como así también mis tensos pezones, confieso que no podía frenar sus impulsos, disfrutando lo que me estaba proporcionando.
Levantó la sabana que me cubría en parte, descubriendo mi casi desnudo cuerpo, algo obeso pero con la frescura y la voluptuosidad que demostraba mis 24 años. Mis tetas fueron el centro de estimulación, cuando su boca, succionaba mis pezones, prontos a expulsar mi leche materna, sin poderme contener a partir de ese momento, pasando mi suegro a controlar la situación.
Su mano exploraba incansablemente mi piel, besándonos con total pasión, hasta que llego a mi sexo, bajando mi braga, para introducir sus dedos en mi sexo, totalmente húmedo y ansioso de ser acosado.
Un sonido en la puerta frenó nuestro juego, así que se fue inmediatamente a su habitación quedando bastante excitada. Me hice la dormida, al sentir acostarse a mi esposo, pensé que posiblemente, me despertara para tener sexo, pero solo se durmió.
Después de aquel encuentro comencé a amantar a la beba en la cocina, cuando quedábamos solos, no puedo negar que me atraía ver a Ricardo observándome, me sublevaba saber que su mirada iba a mis pechos, para después ser asediados por sus grandes manos. Por otro lado trataba de excitarlo, mirándolo a los ojos mientras sacaba a la beba de mis senos, para que lo viese con mi pezón tieso y la leche brotando de él.
Esa seducción y la pasión que nos embargaba, a pesar de haber cortado la relación en determinados momentos jamás se perdió, ni disminuyo nuestra atracción sexual, creo que los encuentros después de ese paréntesis, se acrecentaban.
Esa vez en la cocina se acerco a mi lado acariciando suavemente mi espalda, apoye mi mejilla sobre su mano, cuando fue bajando el bretel de mi camisola, desplazándose hasta que mi otra teta quedo al descubierto.
Seguí amamantado a mi hija, como si nada ocurriese, mientras mi respiración se iba estremeciendo, después de unos segundos me levante para depositar a mi hija en el cochecito, deslizándose mi prenda hasta mis tobillos, quedando solo con mi pequeña braga.
Inmediatamente sus manos se fueron adueñando de mi piel, desplazando mi única prenda, mientras sus dedos penetraban mis cavidades, entregándome a sus intenciones, para comenzar a disfrutar ampliamente, hasta que comenzó a mamar de mis tetas, percibiendo de una manera muy abrupta, sentir como mi leche afloraba, para alimentar su boca. Sus dedos penetraban mi sexo de manera escabroso, llena de sexualidad y de manera vertiginosa, hasta llevarme a un estado de total paranoia.
Bajo su pantalón, quedando al descubierto su miembro erecto, observado que se lo había depilado, dando la impresión de ser mas grande, ya dispuesto a convertirse en el elemento que me penetraría, me alzo, rodeando con mis piernas su cintura mientras su aparato se introdujo hábilmente y sin reparos en mi abertura vaginal.
Clamé de placer, al sentir su contacto, y me abrace con fuerza a mi suegro, cuando su vertiginoso bombeo friccionaba las paredes de mi claustro.
Su tamaño afectaba un poco mí cavidad, pero me encantaba, porque me fue llevando a un delicioso y prolongado orgasmo, gritaba ante su impetuoso embate, que se prolongo varios minutos, en donde nuestra transpiración se fusionaba por nuestro contacto físico.
Cuando sentí su esperma llenar mi cavidad, grité al apreciar como mi cuerpo reaccionaba regalándome otro nuevo orgasmo, para continuar abrazados, reponiendo energías.
Me mantuve abrazada a Ricardo un buen rato, hasta que apenas mis energías se restauraron, me arrodille para mamar su húmeda y erecta verga. Creo que este nuevo reencuentro fue crucial, donde trataba de seducirlo, cuando podía, salir casi desnuda del baño, amamantar a mis hijos con mis pechos al aire, vestirme con la puerta abierta, pero entre los niños, la mujer de los quehaceres, no estábamos tan solos, cosa que se hacía difícil, pero igual disfrutábamos ese juego sensual.
Pero a pesar de la situación lo repetíamos, sabíamos que no era lo correcto, pero no nos conteníamos, admito que era una entorno complicado, pero mientras se trataba de encontrar una posible o no “solución”, nuestra relación era cada vez mas apasionada. Habría transcurrido algo más de un mes, cuando un día al llegar a casa, mi suegro cogiéndose a la domestica, no oyeron mi llegada, así que me fui silenciosamente, por supuesto, muy furiosa.
Cuando regrese sabiendo que estaba solo, le hice un escándalo, no sé si tenía razón o no, pero me dice, tú lo haces con mi hijo y no digo nada, la discusión no duró demasiado, pero trate de no tener relaciones, como castigo. La mujer a los pocos días la eché y busque una de más edad. Tampoco traté de seducirlo, y pensé que esa era una buena excusa para terminar con esa relación.
Así pasó un periodo bastante largo, hasta que un día salimos con mi esposo a una fiesta, las niñas quedaron en casa de mi madre. Si bien había adelgazado bastante aun tenia algunos rollitos, que no me gustaban, pero a pesar de eso me puse un vestido corto, como mi ropa interior se marcaba, opté por quitármela, me agrado verme, como el vestido se amoldaba a mis curvas. A lo que mi esposo no comento nada sobre mi prenda, solo la mirada de Ricardo fue muy elocuente respeto a mi “look”.
Regresamos a casa cerca de las 3 AM, aparte de hacerme pasar un mal momento en la reunión, mi esposo estaba bastante pasado de bebida, se tuvo que levantar mi suegro para ayudarme a desvestirlo y acostarlo, estaba molesta por ese motivo, además me arruino la fiesta.
Fuimos a la cocina, y a pesar de la hora tuvimos un dialogo bastante ameno.
“Estás muy bella con ese vestido”
“Gracias Ricardo”
“El hecho que carezcas de ropa interior lo hace muy apetecible” me contesta.
Me sonreí, y hasta me ruborice un poco, por haberse dado cuenta de ese detalle, tan determinante.
La conversación se fue haciendo más picaresca, y no niego que me atraía, me abrí algo de piernas, lo que me permitía el vestido, que me llegaba muy cerca de mi ingle, cuando la mirada de Ricardo se dirigió a mi entrepierna. No me cabían dudas de que me deseaba, ya me había olvidado lo sucedido con la domestica, por otra parte mi esposo estaba totalmente dormido.
Mantuvimos un rato mas la conversación, pero como veía que no pasaba de ahí decidí irme a la cama, al levantarme también lo hizo mi suegro acercándose para abrazarme y besarme, me quede’ quieta a su lado, cuando sus manos comenzaron a alzar mi vestido, llevándolo hasta la cintura. Mi desnudez fue inmediatamente acariciada, a la vez de besarnos frenéticamente, su mano recorría mi entrepierna hasta llegar a mi raja, húmeda y expectante de ese contacto.
Sus dedos se introdujeron en mi grieta comenzando a agitarse plácidamente, con total libertad, hincándolos en su totalidad, haciéndome gemir ante cada acometida, agitándose mi respiración ante ese impetuoso embate.
Levanto mas mi vestido hasta descubrir mis tetas, apretujándolas con todo, oprimiendo mis tensos pezones, hasta hacerles segregar mi leche materna, no me importaba que podría acarrear, si mi esposo se despertaba, solo quería ser poseída por mi suegro.
Por último quitó mi vestido, girándome acostando mi dorso contra la mesa, abrió bien mis piernas metiendo su miembro candente en mi vagina, con cortos y rápidos embates, fue elevando mi calentura hasta hacerme venirme, tratando de aplacar mis exclamaciones de satisfacción. Me excitaba esa nueva experiencia, mi corazón latía apresuradamente, aumentando mi agitación, su lengua jugueteo en mi ano, mis pezones se erizaron, su salida humedecía mi cavidad, evidentemente para lubricarlo, sin oponerme permití su juego.
Rápidamente me giró, sentándome en la mesa, besando mi abdomen, y mis íntimas aberturas, elevo mis piernas, lengüeteando mi ano, hasta volver a estimularme ansiosamente, después de un rato de incitaciones, elevo mis piernas apoyándola sobre sus hombros, quedando mí ostentoso culito al descubierto, acaricio mis cachetes, abriéndolos para exponer mi orificio, friccionándolo con su dedo, he intentando introducirlo. Para que rápidamente fuese sustituido por su verga, recorriendo mí raya, deteniéndose en para tantear alrededor de mi ano, me relaje dispuesta a satisfacer su intención. Su glande comenzó a penetrarme unos centímetros, me invadió un fuerte dolor, pero a pesar de ese malestar permanecí inmutable a la espera de su penetración, a pesar de conocer el tamaño de su aparato, y haberlo hecho algunas veces, no podía evitar algún dolor al comienzo.
Su glande se oprimía contra mi orificio con la finalidad de enterrarlo, mi esfínter parecía dilatarse, ante esa propuesta, exhale un grito de dolencia, se detuvo, para continuar después de un rato. Inmediatamente percibí su punta introducirse, algo más rápida, tomándome de la cintura, empujo, sintiendo un fuerte malestar nuevamente, al que trate de no anunciarlo. Lo sentí entrar dolorosamente centímetro a centímetro, usurpando poco a poco la intimidad de mi recto. Supongo que cada vez más irritado por el aparato penetrador, hasta que el orificio parecía latir, tolerando mejor la incursión. Sentía las pulsaciones de su miembro a través de la membrana de mi recto, sus manos apretaban mis senos, hasta que al fin terminó de entrar y la cabeza se alojó profundamente, dejando sus genitales pegados a mi ano, anunciando que la totalidad se cobijaban en mi recto. Mis gritos y gemidos parecía que lo provocaba, porque sus empellones comenzaron a acentuarse, para detenerse y disfrutar al verme ensartada, mientras mi agitación se pronunciaba, disfrutando a su falo en mí recto, metido hasta mis entrañas, dando la sensación de partirme.
Estrechaba mi ano, aprisionando su verga, hasta que súbitamente empezó nuevamente su impetuoso bombeo, fue fabuloso, lo hacía de una manera algo feroz, al punto de hacerme sentir una prostituta, no era como otra veces, era algo irracional, como si en ese contacto anal estuviese descargando su voracidad, en parte me asusto pero a su vez me excitaba esa comunión anti natura.
Cada vez que penetra su verga, mi cabeza se elevaba, esa circunstancia parecía excitar más a Ricardo, quien me bombeaba con mayor pasión. El dolor y el goce se mezclaban, haciendo ese contacto en algo impresionante. Era todo tan delicioso, que si bien mi actitud era pasiva, recibía constantemente el ímpetu de su actividad, manteniendo mi cuerpo en un estremecimiento continuo
Trataba de contener mis gemidos, aunque a veces me era imposible, ese roce en las paredes de mi conducto, era alucinante. Exhale, gemidos y gritos de placer hasta mi último aliento, cuando una maravillosa convulsión inundó mí ser. No tardé en tener un segundo, al percibir el esperma colmando mi recinto rectal. Después de haber eyaculado, su cuerpo extenuado cayó sobre mí, sin quitar su miembro de mi interior, así permanecimos abrazados, un buen rato disfrutando de esa comunión anal.
Apenas concluimos, me alzo, llevándome a mi dormitorio, al cruzar la puerta, desnuda en brazos de Ricardo, desee que se despertase, fue un instante, pero al acercarme a la cama, vi que estaba sucia, producto de su vomito, me dio asco, suponiendo de las muy factibles consecuencias, susurrando al oído de Ricardo le digo:
:”Llévame a tu habitación “
Sin dudarlo, así lo hizo me deposito en su cama, se quito su saco de dormir, acostándose a mi lado, a pesar de saber que mi esposo estaba en la habitación contigua estaba serena y hasta me sentía feliz, por lo acontecido.
Me acurruque a su cuerpo, me sentía protegida, unas leves caricias y besos, nos llevo a tener sexo nuevamente, no tal frenético pero lleno de apego, con un solo inconveniente, que dado el cansancio y lo tarde que era, nos dormimos.
Mi despertar fue muy violento, cuando un cachetazo de mi esposo me quito de los brazos de Morfeo, nuevos golpes fueron recibidos por mi desnudo cuerpo y hasta unos longazos con el cinturón. No atinaba a nada, solo me contraje, tratando de protegerme, y evitar semejante paliza, aunque merecida, pero que de alguna manera se encaminaría a un desenlace final.
Por suerte la intervención de Ricardo dio punto final a este drástico despertar, lo que continuo fue terrible, “puta de mierda” fue lo más suave que me dijo, que no niego que lo tenía merecido. Creo que a pesar de estar bastante amoratada y con dolores durante algunos días, estaba feliz.
Prefiero no recordar demasiado ese momento y lo que paso después, pero a partir de ese instante, las cosas siguieron otro curso, creo que en el inconsciente de mi ser, deseaba ese final.
Mi esposo desapareció, aunque me entere con el tiempo que tenía una nueva o antigua pareja, en realidad lo siento más por Ricardo, aunque lo noto que está feliz, ya han pasado algunos años, estoy cerca de los 30 con tres niños y otro más en viaje.