MI SUEGRO Parte 3.
Donde fuego hubo cenizas quedan
MI SUEGRO Parte 3.
Agradezco a todos mis lectores, por sus comentarios y mails que me han enviado, si bien no he podido contestar a muchos, aprovecho para hacerlo desde acá. Gracias.
Esta será la tercera y última parte del relato, dado que de continuar sería muy reiterativa.
Trataba de cortar la relación con mi suegro, sin llegar a que fuese algo determinante, la única manera era irnos a alquilar una casa o departamento en otro lado, pero el sueldo de mi esposo no alcanzaba para esa posibilidad, estábamos cómodos y con espacio suficiente para todos.
Con mi primer atraso, me puse a la expectativa, en primer lugar lo mantuve en secreto, por otro lado no sabía de quien podría ser,
así que mi pobre cabeza, daba y daba vueltas sin saber qué hacer. Opté en primer lugar efectuarme un test de embarazo, después de eso trataría de comentar la noticia a mi esposo en primer lugar y luego a Ricardo.
Ya llevaba más de 25 días, de retraso, que si bien no era muy regular, nunca había estado tanto tiempo sin venirme, a excepción de mi primer embarazo.
Esa misma tarde fui a la farmacia a comprar el Clearblue Digital, que hasta me determinó el tiempo de embarazada, que anta mi sorpresa llevaba más de 45 días. Lo primero que hice fue tratar de recordar las fechas que había tenido relaciones con mi suegro, aunque en ese momento por los nervios que tenía, me era imposible determinarlo. Esa noche cuando me acosté empecé a tratar de recordar, retrocediendo 45 días, aunque la relación llevaba más de 2 meses, solo podía recordar que los encuentros con mi suegro habían superado con los de mi esposo.
Cuando le dije a mi marido, si bien se alegro, no parecía demasiado entusiasmado, en cambio con
mi suegro fue todo lo contrario, su alegría se reflejaba plenamente, aunque “oficialmente” dimos la noticia con mi esposo.
Si bien nuestra relación suegro-nuera, la habíamos limitado bastante, a partir de ese momento, opté por darla por terminada. Ricardo se entristeció, pero comprendió perfectamente, le comenté que desconocía quién era su posible padre, aunque con él había sido más frecuente.
Fuimos al médico, y después de los análisis pertinentes y una ecografía se determino que estaba en cinta y de una nena, para alegría de su padre y/o abuelo.
Los días comenzaron a pasar, Manu crecía y mi panza también, mis periodos de lactancia se habían reducido a dos o tres veces al día, dado que ya
comenzaba a comer su papilla. En parte todo se hizo algo rutinario, aunque el advenimiento de un nuevo ser a nuestro hogar, me llenaba de regocijo.
Si bien mi relación con mi suegro se mantenía muy cordial, nunca había visto mi panza al descubierto, a veces pensaba que podría ser su hijo y le encantaría percibirlo, apoyando su mano en mi panza,
pero traté de evitar todo tipo de contacto físico.
Una tarde mientras mi suegro cuidaba a Manu, salí a hacer unas compras, al regresar un malviviente trato de arrebatarme la cartera, pero me aferré tanto a ella, que lo único que
obtuvo, fue tirarme al piso, con tal mala suerte se me rasparon bastante las rodillas. Por suerte no paso nada con mi embarazo. Llegue a casa con mis rodillas ensangrentadas, llorando, que al verme Ricardo, me hizo sentar, trajo una serie de elementos para curar mi herida, que por suerte era
superficial, aunque salía bastante sangre.
Me hizo sentar en una silla, se arrodilló y comenzó a limpiar la herida, para luego desinfectarla y cauterizarla, yo mantenía mis piernas algo abiertas, observando que su mirada iba al interior de ellas. Sentí una sensación extraña, aunque no intente cerrarlas, me tocó algo por la entrepierna, pero no pasó más nada. Cuando finalizó le di un beso de agradecimiento para después continuar con mis actividades hogareñas, aunque no puedo negar que ese leve contacto,
realmente no me desagrado.
Admito que estaba sensible, con la necesidad de sentirme apetecida, era evidente que mi alteración hormonal me producía un aumento de deseo y a su vez la necesidad de sentir placer. Si bien con mi esposo aplacaba mi necesidad sexual, no parecía complacerme totalmente.
Unos de mis problemas con mi embarazo, eran mis pies, me dolían y me cansaba, aunque mi suegro me proponía hacerme unos masajes, pero lo iba dilatando por razones obvias. Pero a pesar de eso, no cesaba de insistirme, hasta que un día, sentí la necesidad de aceptarlo.
Después de higienizarlos, me dirigí al sofá, donde me senté con los pies sobre el mismo, Ricardo inmediatamente tomó mis pies para iniciar un delicioso masaje, era algo relajante, terminando por acostarme regocijándome de esas fricciones. Así lo hizo un buen rato, hasta que comenzó con mis pantorrillas, haciendo entrar en un estado de letargo, pero cuándo su boca se fue apoderando de mis pies, y su lengua la introducía en mis dedos, mi estado se fue alterando.
Quise quitar los pies, pero mi suegro teniéndolos fuertemente lo impidió, acelerando ese contacto, mi cuerpo se iba transformando, afectando mis partes más sensibles, leves gemidos revelaban mi estado, al que Ricardo aprovechaba para continuar perturbandome.
Apoyé mi mano entre mis piernas con deseos de tocar mi sexo, mientras mi respiración se alteraba paulatinamente, sus manos fueron desplazándose por mi extremidad hasta llegar a mi entrepierna, que abrí levemente, percibiendo como su mano se perfilaba a mi sexo. Fue desplazando mi braga hasta que mi vagina sintió en contacto de sus dedos, dejando escapar el sonido que producían
en mi sexo, humedecidos por mis flujos vaginales, que me causaban un cierto retraimiento al delatar mi estado de ansiedad. Abrazándolo fuertemente mientras mis piernas se separaban para un mejor acceso a mi grieta. Cuando dos de sus gruesos dedos me penetraron sin demasiada cortesía, entrando una y otra
vez, hasta extasiarme de placer, gimiendo como una gata en celo.
Mientras me abría la camisa desplazando mi sostén, para hacer aflorar mis cargadas tetas, acometió con sus enérgicos dedos, hasta hacer evacuar mi leche materna, conjuntamente aprisionando mi tieso pezón hasta hacerme gemir de dolor.
Era un asedio intenso, mi cuerpo no dejaba de estimularse, produciendo las consabidas compulsiones. En lo más intenso de nuestro encuentro, oímos la puerta de calle abrirse, que sin pérdida de tiempo, abandonamos nuestro encuentro, arreglando mi ropa corriendo a mi habitación.
Después de ese día, quedé bastante dubitativa sobre lo ocurrido, quería continuar ajena a esa relación, pero ese último contacto no podía quitármelo de mi mente. Pasaron varios días y fui olvidando ese encuentro, hasta que una mañana, mientras daba la papilla a mi niño, llegó Ricardo a la cocina, nos saludamos, y al pasar acaricio mi cuello, produciéndome un leve cosquilleo, mientras se preparaba un café, intercambiando algunas palabras.
Apenas di de comer a mi chiquito me dirigí a mi dormitorio a cambiarlo y acostarlo, terminada mi labor de madre, sin pensarlo demasiado, me quité las sandalias y mi sostén, desabrochando
la camisa, quedando al descubierto mi panza bastante crecida y buena parte de mis senos, y me dirigí a la cocina.
Al acercarme a mi suegro, su rostro se llenó de gozo, sin levantarse de la silla, me abrazo besando mi abdomen en toda su extensión. Abrió mi camisa para descubrir mis senos, besando, lamiendo y terminando absorbiendo de mis pezones hasta lubricar su boca con mi leche. La mano no tardó en dirigirse a mi entrepierna frotando mi vagina. Mi cuerpo se estremeció totalmente, cuando bajo mis bragas, sintiendo el contacto de sus dedos en la abertura de mi sexo.
Como desesperada empecé a gemir de placer, mientras mis bragas eran quitadas. Sus dedos y su boca comenzaron a hacer estragos en mi cuerpo, que segundo a segundo se alteraba más y más.
Despojo mí camisa quedando mi piel a su merced, sin darme respiro, en el instante en que me alza depositándome en la mesa, para abrir mis piernas e iniciar una alocadas lamidas en mi vagina, que no dejaba de segregar mis jugos. Mientras su boca devoraba mi expuesto sexo, y sus dedos jugueteaban con mi ano, introduciendo uno, para luego sentir un par de ellos, auscultar mi privado interior. Comencé a gemir más fuerte, mientras mis manos se aferraban al borde de la mesa, arqueando mi cuerpo, mientras mi suegro me llevaba a un estado de total enajenación. Le encantaba disfrutar de mis partes redondeadas como mi abdomen mis partes trasera y fundamentalmente las pectorales,
No paró hasta producirme un vertiginoso orgasmo, producto de ese acoso continuo y profundo. No tuve mayor tiempo en recuperarme cuando su dura verga se introducía
precipitadamente, para iniciar un
alocado bombeo, apretujando mis tetas simultáneamente, hasta llevarme a una nueva y delirante convulsión, a la vez que sentía su esperma llenar mi recinto. Pequé un grito por la manera
en que llegó ese final, quedando tendida sobre la mesa reponiendo las energías.
Me besó muy dulcemente mientras me ayudaba a bajar de la mesa, al hacerlo vi que su verga aun se mantenía algo rígida, realmente me tenté y así sin cubrirme, me arrodillé para mamársela, hasta llevarla lo más profundo de mi garganta. Sabía que estaba actuando muy mal, pero no podía superar esa atracción, ese deseo de sentirme poseída hasta transportarme a un estado de enajenación imposible de contenerme.
Durante varios días traté de evitarlo hasta que una tarde hermosa, en la que
acababa de alimentar al bebe, aprovechando que dormía y que estaba sola, decidí ir al jardín a tomar sol. Me puse mi bikini, que me quedaba bastante chica, tanto el sostén como la tanga, pero era lo único que tenia, así que a pesar de eso, me dirigí afuera a broncear mi blanca piel. Me acosté en la reposera, pero como el sostén me quedaba bastante ajustado opté por desatarlo, cubriendo mis gorditas tetas, dado que me podían ver desde algún lindero. Me dormité un buen rato, los rayos del sol calentaban tanto mi cuerpo como mis estímulos, lo que me llevó a recordar los últimos acontecimientos con mi suegro, que no tardaron mis flujos a humedecer mi vagina. Me la toqué un poco comprobando mi estado, me hubiese encantado masturbarme, pero temía que algún curioso me estuviese observando.
Al oír unos pasos abrí los ojos, viendo la
figura de Ricardo que se acercaba hacia donde estaba, no sé si me alegró o no su presencia.
“Hola Trini, que hermosa que estas con esa reluciente panza”
“Gracias Ricardo” le contesto, agradecida por su elogio.
Se fue aproximando y sin decir palabra se sentó a mi lado, comenzó a acariciar mi abdomen, parecía que ese contacto hizo patear a mi criatura, además de producirme un leve escalofrió al percibir la palma de su mano en mi epidermis, notando que su pantalón estaba abultado, produciéndome una exaltación.
Continúo un buen rato acariciando mi vientre, abarcando desde el extremo de mis senos hasta el monte de Venus. Por supuesto que me comencé a alterar, mi respiración perturbada y entrecortada dio inicios a delatar mi estado, con los que Ricardo no tardó en descubrir, acrecentando sus fricciones. Traté de detenerlo con mi mano, pero a pesar de ese tentativa, continuo, y no solo eso, aprovechando que mi sostén esta suelto lo quitó, quedando mis tetas al aire, cubriéndome inmediatamente.
“Por favor
Ricardo, podrían vernos” le digo, bastante alarmada por su accionar.
Sin decir palabra, sacó mis manos para acariciar mis senos, rozando con la palma de su mano mis pezones, entrecortando mi respiración,
transportándome por ese sensible contacto, a la vez que sentí algo de morbosidad saber que nos pondrían estar viendo.
Comenzó a apretujar mis tetas, con verdadera maestría, hasta lograr evacuar mi leche materna, a la vez que sus yemas oprimían mis tetillas erectas. Lentamente me iba llevando a un estado de total embelesamiento, entregándome segundo a segundo a sus finalidades. Su mano se apoyo en mi ingle hasta friccionar a través de mi tanga, mi sexo bastante alterado.
Comencé a gemir suavemente, hasta sentí que desataba el nudo de mi única prenda.
“No, Ricardo, no por favor” replique. Aunque no hizo caso a mi ruego, terminando de desligar los extremos, para tironear rápidamente y quedar sin ella, donde la totalidad de mi piel quedó a su entera disponibilidad, que sin pérdida de tiempo se dirigió al encuentro de mis piernas para alterar más, mi adrenalina. Mi segregación se produzco rápidamente, delatando mi estado de total excitación, dato suficiente para intensificar ese delicioso acoso en mis partes mas intimas.
Si bien sus besos, y sus profundas caricias me sublevaban produciendo estragos en mi sistema, creo que el saber que nos podrían estar viendo, que era muy posible, me producían una tremenda morbosidad, que se sumaba al incesante manoseo de mi suegro, llevándome a una alocada excitación.
Poco a poco se fue adueñando de mi cuerpo, introduciéndome sus dedos en mi matriz, que a pesar de intentar detenerlo, rápidamente se hizo dueño de la situación, al punto de decirle:
“Haz lo que desee Ricardo, soy su puta” No sé cómo me pude expresar así pero realmente
me sentía de esa manera. Sin pérdida de tiempo me hizo levantar y colocarme en cuatro, así que mi regordete cuerpo quedó en esa posición, mientras mis tetas caían. Inmediatamente mi suegro bajó los
pantalones surgiendo su erecta verga preparada para entrar en acción.
Noté que su miembro recorría la raya de mi culo, deteniéndose en mi intimo orificio, acelerando el ritmo de mi corazón, mientras sus manos acariciaban mi espalda. Al sentir su glande buscar mi orificio, sintiendo el contacto de ese trozo de carne, comencé a gemir, haciéndome apoyar la cabeza sobre la hierba, mientras elevaba mi trasero. Conocía el dolor que me produciría pero lo deseaba para disfrutar de esa perturbadora penetración.
Su penetración fue bastante inmediata, con la que no pude contener un grito de dolor, un nuevo empujón
hizo que su aparato quedase depositado totalmente. Manteniéndolo sin moverse, solo acariciando mi espalda, dándome la sensación de dominio, a la que sumisamente me iba entregando.
Sus embistes eran muy violentos, pegándome de vez en cuando una fuerte palmada en mis glúteos. Las paredes de mi entraña soportaban esa vehemente penetración, manteniéndome en un estado de total enajenación. Comencé a clamar más fuerte y continuadamente, aumentando la tenacidad de sus arremetimientos, posiblemente por mis exclamaciones, a la vez que por vez primera me sentía como liberada, por lo que no me contuve en absoluto entregándome a ese frenesí imposible de frenarlo.
.
En el momento de esa desenfrenada copulación anal, donde mi alteración estaba fuera de control creo que si llegaba mi esposo no me importaba, hasta pasó por mi mente produciéndome un leve estremecimiento. Mientras su verga entraba y salía de manera desmedida de
mi intimidad, friccionando las paredes de mi membrana renal, aumentando mis gemidos de placer, sin comprender como podría entregarme de esa manera.
Mis tetas empezaron a emanar leche, producto de esa enervante y violenta penetración, el hecho de estar desnuda y a la vista de alguien mientras mi ano era violentado me ponía en un estado de total excitación. Durante varios minutos mi culo era avasallado si piedad sin periodos de sosiego. Cada embestida mandaba mi cabeza hacia atrás mientras mis pechos no dejaban de segregar el líquido blanco. Sentí que me abrazaba, sin dejar de bombearme, cuando capté su esperma regar mi recinto, gemí en ese instante al venirme al unísono de mi suegro. Permaneciendo con su verga en mi culo, percibiendo a través de mi membrana las palpitaciones de su aparato.
Cuando su miembro lo sacó de mi ano, me giré, sentandome sobre la hierba, intentando recuperar energias, nos besamos en el momento que la criatura me lanzaba unas pataditas, habria reconocido a su abuelo o a su padre? Pero cuando vi a su verga aún algo erecta, mi boca se apoderó de ella, degustando ese sabor ta especial entre su esperma y el producto de mi conducto. La relación duró hasta unos dias antes del parto.