Mi suegro, mi amante (3)

Paula sigue gozando con su suegro.

Mi SUEGRO, MI AMANTE (3).

Hoy os hago llegar otra de esas aventuras tan excitantes que Paula sigue viviendo con su suegro.  Mientras ella me siga contando sus momentos tan especiales, me gusta compartirlos con vosotros,  convencido de que lo disfrutáis tanto como yo.   Ella también es muy feliz,  sabiendo que sus vivencias las conocemos y también las saboreamos.

“En el anterior relato,  mi suegro y yo mantuvimos uno de nuestros encuentros en la cocina de la casa.   Recordaréis que me marido estaba en la calle y desde la ventana los veíamos y podíamos oírlo hablando con los vecinos. Esta cercanía hizo que nuestro acto fuese aún más morboso, el placer del riesgo se instaló en nosotros, y desde entonces, más de una vez entramos en ese juego peligroso. La sensación de lo prohibido era más fuerte. Aquellas prisas si mi marido estaba cercano, aguantarme mis gemidos cuando orgasmaba… Todo eso era muy excitante.

Lo que hoy es cuento sucedió en la playa,  en aquel mismo verano.  Ya teníamo vacaciones y alquilamos un apartamento en una zona costera. Siempre los tres, juntos, formamos buen equipo, en todos los aspectos.

Nos habíamos ido a media mañana a la playa, con la intención de pasar varias horas e incluso comer algo, para regresar al caer la tarde.  Llevábamos buen equipo de playa, para acomodarnos bien y estar a gusto.  Entre ese equipo, una amplia sombrilla, que tal como hacía mucha gente que pasaba casi todo el día en la playa,  se complementaba con una tela amplia, que ya estaba preparada para engancharla en el contorno de la sombrilla. La parte inferior se enterraba un poco en la arena, para evitar que la brisa la moviera y de esta forma queda montada una especie de tienda, donde los bañistas se refugiaban para resistir tantas horas de sol, para echar una cabezadita después de comer algo… y como no… para echar un buen polvete.  Aquella misma mañana, nos habíamos reído un buen rato,   viendo como bajo una sombrilla cercana, montada de esa forma,  por la abertura que hacía de puertecilla, asomaban cuatro pies,  dos con los dedos hacia arriba y los otros hacia abajo…ajajaa.

Nosotros habíamos comido unos buenos bocadillos de jamón (siempre sabe riquísimo en la playa).  De la neverita portátil, mi suegro y mi marido se habían bebido una botella fresquita de buen vino de Rioja.  Contentísimos los dos, como no.   Así que algo apretujados bajo aquel tenderete,  los dos hombres echaron un sueñecito.  Yo quedé leyendo un poco, soy menos dormilona, salvo cuando me corro…

Mi marido, que parece el rabo de una lagartija y no se está mucho tiempo quieto, salió pronto a la playa.  Y como le gusta un balón más que a un tonto un lápiz, pronto inició un partido corriendo por la arena con unos cuántos adolescentes. Mi suegro comenzó a salir de su letargo.  Yo estaba en una de esas pequeñas hamacas de playa, que te permiten estar sentada a nivel del suelo pero con la espalda apoyada y erguida para leer o tomar el sol más cómodamente.  Mi suegro, echado en la toalla,  rebulló un poco, se estiró, bostezó… y comenzó a mirarme, cosa que solía hacer descaradamente si su hijo no estaba con nosotros.

Yo llevaba un conjunto de baño, un  bikini de color blanco. Me gusta ese color, aunque mi marido siempre me dice que más parecen unas bragas.   Yo leía la revista, con el suegro tumbado al lado.  La hora de la siesta se presta y si se han tomado unas copitas de vino, aún más. Así que el puñetero, comenzó a hostigarme.

-          Paula….

-          Qué quieres, Manuel..?

-          Estoy pensando, según te miro,  lo buena que estás….

-          Ya me lo has dicho muchas veces, no debe de ser ya para ti una novedad verme.

-          Pues es igual, siempre te encuentro estupenda… y te deseo.

Yo ya lo veía venir. La capacidad de mi suegro me sorprendía cada día.  Como era posible que habiendo cumplido los 50 tuviera aquella potencia.  Era un auténtico Príapo, siempre dispuesto.  Él me decía  que una jovencita como yo, lo merecía.  Así que siguió dándome la vara.

-          Me encantan tus pechos, es de lo mejor que he visto.

-          Muchas gracias, Manuel, celebro que te gusten.

-          Déjalos fuera, Paula…. Me relaja tanto…

-          Tú crees que es momento para eso?.

-          Para deleitarse contigo siempre  es momento.

-          Está bien –le dije-  te daré ese gusto.

Metí la mano bajo el sujetador del bikini, sacando los dos pechos fuera, por arriba.  Acomodé la prenda bajo el seno, doblándola para que no me molestase.  Es un gesto que queda sexy, y que recomiendo a todas las mujeres.  En esa posición los senos quedan desnudos, pero siguen levantados por el sujetador, quedando muy excitantes. Así que, mujeres,  a vuestras parejas, darle esa sorpresa de vez en cuando, y hacer el amor con el suje puesto tal como os digo.

Quedé con mis dos tetones fuera, exquisitamente ofrecidos. Él se había apoyado sobre un codo, mirándome mejor. Me devoraba con la vista.  Es como si fuese la primera vez que me veía.  Yo me hacía la tonta, la fuerte, la distraída, y seguía leyendo.   Los pechos algo más claros que el resto de la piel, ya más bronceada.  Los pezones sonrosados y grandes.

-          Te haría el amor ahora mismo, Paula…

-          No lo dudo… Siempre estás empalmado, no me explico que comes….

Observé con disimulo su erección, ya bien notable bajo su traje de baño.  Me sentía tan halagada, viendo el deseo del hombre… Pero quería resistirme,  la verdad, allí, medio ocultos por la tela,  mi marido a unos 50 mts… me parece más riesgo del que corríamos habitualmente.  Pero el juego me divertía.

-          Me haces otro favor, Paula?

Qué se le ocurrirá ahora, pensé.

-          Quítate la braguita,  hazme ya el favor completo.

-          Manuel… no te cansas.   Puede venir tu hijo de golpe, que pasaría si me sorprende desnuda?.

Manuel se asomó por la rendija de la improvisada tienda.

-          Está disfrutando ahora con el partido, ni se acuerda que estamos aquí. Y si viene, lo vemos acercase y tú no tardas un segundo en ponerte el bikini…

-          No sé que adelantas con eso, Manuel.  Me tienes ya supervista, pero vale, lo haré, si me prometes vigilar lo que sucede fuera.

Saqué la braguita del bikini, dejándola a mano y colocada para ponérmela de inmediato si hacía falta.  Ahora él cambió de postura, movió  la toalla de sitio, quedándola a mis pies, algo atravesada.  Se acomodó de nuevo y se puso a verme el coño como si estuviese viendo el mejor cuadro de Goya.

-          De veras que es precioso, Paula. Soy afortunado de disfrutar ese coñito tan especial, tan sabroso, tan dulce, tan caliente siempre.

-          Creo que es un coño como otro cualquiera…

-          Pues no… no lo es.  Hay coños y coños.  Todos apetecen, pero algunos se salen de lo común, como el tuyo.

Yo lo sabía bien, que mi coñito era algo distinto.  Pero me gustaba que él me lo dijera de vez en cuando.  Ya dije en el primer relato que mi sexo tiene los labios muy gruesos, gorditos.  Llama mucho la atención a los hombres y les encanta jugar con ese bollito que sobresale descaradamente, sobre todo cuando me excito. ¿Queréis haceros una idea de cómo es?.  Pues os invito a ver una muestra.  Entrad en el Google y poner:  “hamburger pussy”. En la primera página que aparece sale una chica preciosa con un camisoncito blanco.  La mano de un hombre juega con su coñito, que es de ese tipo,  gordito y sobresaliente,  un coñito tipo hamburguesa.

Pues mi suegro solía hacer eso a menudo, jugar con mi coño, usando sus dedos en forma de pinza. Otras veces mordía esos labios con delicadeza y los succionaba, llevándome al éxtasis.  Yo ahora  seguía haciendo que leía la revista, pero sus ojos clavados en mi culo,  me estaban ya alterando la sangre. Quería resistirme, pero ya notaba que algo se me abría por dentro.   Al final se va a salir con la suya –pensé-.   Nunca consigo decirle que no, intentaré aguantar.  Pero si yo misma era un buen putón, que descaradamente abría y cerraba las piernas para permitirle ver todo bien,  como iba a aguantar.

El puñetero se bajó ahora el bañador, dejando fuera su instrumento.   Un buen nabo, como ya os he dicho anteriormente.  Mi suegro, casi siempre muy serio y formal, cuando tomaba una copita se ponía tontorrón y alegre.  Así que se dedicó a meterse conmigo como si fuera un chiquillo. Se cogía aquel tronco con dos dedos por la base y lo agitaba atrás y adelante.

  • Paulaaaaaaa……… mira lo que tengo, es para ti, si lo quieres…¡

Jodío salido, decía yo  para mí.  Menudo cachondo.  Me reía para mi interior, aunque intentaba mantenerme seria,  haciéndome la estrecha. Y le seguía el juego, como si fuéramos dos niños:

-          Pues me alegrooooooo,  cariño, que tengas todo eso….más de una se alegrará de ello.

-          Solo es para ti, Paula y quiero que lo tomes ahora.

-          Manuel… que no puede ser, que no es buen sitio,  date un baño, el agua está fría, te sentará bien.

No me hacía caso… y yo sabía que no iba a desistir. Una vez que se empalmaba no había forma de sujetarlo.  Volvió a cambiar la toalla de sitio, poniéndola ahora junto a la entrada de la tienda.   Se puso al revés, boca arriba, la cabeza junto a la entrada.

-          Mira, Paula, que fácil es.   Tú ahora me montas,  y me follas a tu gusto. Como estás sentada encima mío, mirando hacia la playa,  podrás ver si viene.

-          No puedo,  me da miedo, de veras.

Volvía a luchar conmigo misma.  Notaba perfectamente que el flujo ya salía lentamente de mi sexo,  resbalando por mi culito hasta la hamaca.  Mi querido suegro me seguía provocando:

-  Estás segura, cariño?...  Mira, por favor, como lo tengo, me estás haciendo sufrir, me hacen daño ya los huevos de hinchados que los tengo.  Ten caridad,   por favor….

Desde luego el jodío tenía buen humor.  Eché otro vistazo a su polla, erecta como un mástil y ya no pude más.   Imposible resistir mis ganas de follar, me tenía como revuelta por dentro.  Así que eché una mirada a través de la pequeña abertura de la lona, tiré la revista a un lado y de un salto, como una gata en celo, me acomodé a horcajadas encima de la polla de mi suegro. Lo sorprendí totalmente…

-     Ahhhhh,  Paula, cieloooooooo…. Joder, que me aplastas, que susto….

-    No era esto lo que quería, cabronazo…?   Pues toma hembra, toma….

Me senté encima de su nabo, pero sin metérmelo.  Lo quedé en posición horizontal y lo encajé bien en mi chocho, a lo largo.  Me encantaba hacer esto con mi suegro y mi marido.  Mi movía hacía atrás y hacia delante, restregándome la abertura en toda su longitud.  Cuando me echaba hacia atrás aparecía delante de mi pubis la cabecita del pollón, como si quisiera salir a respirar de la cueva encharcada.  Luego me iba hacia delante y de nuevo desaparecía debajo de mí. Cuando hacía eso, me gustaba forzar la eyaculación del hombre,  viendo el chorro de semen proyectarse sobre su barriga. Ahora comencé a gemir  un poco sin control, a pesar de que había gente muy cerca.  De vez en cuando miraba hacia delante para controlar a mi marido.

Jugué así un buen rato, teniendo al suegro bajo mi control.  Él se dejaba hacer encantado, en esa posición era yo la que mandaba.  Yo decidía el final.   El calor me subía de la entrepierna hasta el mismo cerebro.  La boca se me abría ya por falta de aire y mis ojos se quedaban como en blanco, con la cabeza caída un poco hacia atrás.  El placer era sublime, exquisito, inexplicable.   Mi suegro me recordó donde estábamos:

-  No te olvides de observar, cielo. Que yo no puedo ver nada así como estoy.

Menos mal que no perdía el control,  mi follador, estaba en la realidad.  Paré mis movimientos casi espasmódicos y eché un nuevo vistazo.  Todo bien.  Pero había que ir terminando.  Mi suegro ahora agarrado a mis tetones me disfrutaba a tope.  Aceleré el ritmo.  Ya me apetecía metérmela, así que me eché hacia delante, buscando la mejor posición,  y cuando noté que la estaca apuntaba a mi entrada, me eché para atrás de un golpe, clavándomela sin compasión.   Me puse otra vez en posición vertical, dejándome caer con todo mi peso.  Mi suegro me agarró por abajo las nalgas para separarlas bien,  abriéndome toda.  Sentí el pollón casi en el estómago.

Mi suegro también acababa.  Con toda su potencia levantó varias veces las caderas, elevándome en vilo.  Estuve a punto de salir disparada por la abertura de la tienda.  Me agarré fuerte a sus manos.  Fue un orgasmo tremendo, simultáneo,  explosivo.   Habíamos aprendido a hacerlo coincidir y siempre lo conseguíamos.   Cuando terminé, aún continué unos segundos con mi movimiento de atrás a adelante, arriba y abajo,  como aprovechando las últimas sensaciones.  Qué viciosa soy, me dije.   Cada día más salida, más puta, pero que felicidad.

Después de aquellos orgasmos tan terribles me quedaba medio desmayada, sin conocimiento, como en una nube. Así me pasó ahora. Me dejé caer sobre al toalla, desnuda, vencida, agotada. En ese momento, no me importaba nada, ni siquiera si venía mi marido o no, ya que perdía la noción de la realidad.  Menos mal que mi suegro estaba en todo.  Medio aletargada, mi suegro limpió delicadamente mi sexo con un kleenex para quitarr el exceso de mi flujo y de su propia corrida.  Me colocó bien el sujetador,  y me puso la braguita del bikini.  Era perfecto.   Me tapó un poco porque la tarde se acababa y hacía algo de fresco.  Cogió el paquete de cigarrillos y salió fuera de nuestro refugio. Con los ojos casi cerrados,  observé que se sentaba en la arena, cerca de donde jugaba mi hijo y los otros chicos, encendiendo su cigarrillo.  Oí las risas de todos y me quedé profundamente dormida.

La tarde playera había sido magnífica….   estáis de de acuerdo?

En la próxima entrega, que será la última,   sucederá lo que más tarde o temprano tenía que ocurrir:  que mi marido se entera”.

Saludos a todos.

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