Mi suegro me llena de leche

El plan era un fin de semana a lado de mi novio y su familia, pero al conocerme mi suegro tenía otras intenciones.

¡Saludos a tod@s! Quiero agradecer cada uno de sus correos, debo confesar que realmente no esperaba una respuesta tan favorable. Ya les iré contestando, por el momento aprovecho para darles las gracias por esta vía, cada comentario me alienta a seguir escribiendo, por supuesto, con el propósito de mejorar.

Actualmente estoy soltera, sin novio, a menos no con alguien fijo; pero hace tiempo salía con un compañero de la universidad, un chico amable y sumamente cariñoso, la relación iba muy bien encausada tanto así que ya pintaba para tomar un sendero más formal. En las primeras semanas de relación tuve la oportunidad de conocer a la familia de mi novio, para que la presentación se llevara a cabo, los padres de mi chico, organizaron una salida familiar a Cuernavaca, con la finalidad de poder convivir y disfrutar de un fin de semana entretenido y relajante.

Aquel día, muy temprano, Cheko, mi novio llegó por mí. Me arreglé más para el clima que para impresionar a mis queridos suegros: me puse un vestido blanco de manta, de falda amplía y largo, ajustado de la cintura y escote no tan pronunciado, sin mangas; llevaba el pelo recogido en una coleta.

Al legar al punto de reunión conocí a Daniel, mi cuñado, a su esposa Lety; y, por supuesto, a Elvira y Francisco, mis suegros. Desde el primer momento hubo mucha cordialidad con cada uno de ellos, sin embargo, la mirada del señor Francisco me turbaba un poco.

El trayecto a nuestro lugar de descanso lo recorrimos sin grandes novedades, deteniéndonos en algún punto para tomar fotos o comer alguna golosina. Llegando a nuestro destino, una hermosa casa blanca con alberca rodeada de buganvilias, cada pareja se dispuso a instalarse primero en su habitación.

El calor era apenas soportable, por lo que el primer punto de la orden del día era refrescarse un rato en la piscina. Me puse un traje de baño de una pieza, el mismo que utilizo para mis clases de natación, me unté protector solar y ya estando dispuesta para salir Cheko comenzó a sentirse mal, al parecer las trasnochadas de los intersemestrales comenzaban a hacer mella.

Le propuse quedarme con él en la habitación, además de mi preocupación la idea de quedarme a solas con la familia de mi chico no me era nada atractiva. Él dijo que no era necesario, sin embargo, salí en busca de una aspirina con la promesa de regresar para encerrarnos durante todo el fin de semana.

Me puse un pareo sobre el traje de baño y fui en busca del medicamento. En el camino encontré a mi suegro y sin más preámbulo le dije:

-Disculpe don Francisco ¿de casualidad sabe en dónde hay un botiquín? Cheko se siente muy mal y necesita una aspirina.

Don Francisco, muy preocupado me dijo que lo acompañara, en su habitación tenían un pequeño botiquín. Sin dudarlo lo acompañé, entramos en su habitación y comenzó a buscar el preciado medicamento. Después de unos segundos buscando me dio un par de pastillas.

-Gracias don Francisco.

-No hay de qué princesa, pero dime Paco, y nada de “don” puedes tutearme.

-Gracias Paco, sonreí un tanto desconcertada

-Te esperamos abajo

-No do… Paco, me quedaré con Cheko por si necesita algo.

-Nada de eso, mi hijo solo necesita dormir, dale las pastillas y baja a disfrutar del día. Si no bajas subo por ti eh. Además con lo guapa que te ves no sería justo que te quedaras encerrada.

Al decir eso me tomó de los hombros y llevó sus manos hacia mi cintura, yo solo pude contener la respiración, después de unos segundos que para mí fueron eternos, le dije que en un rato los veía, di la vuelta y fui a llevarle las pastillas a mi novio.

No sabía qué hacer, me sentía totalmente acalorada y con punzadas en la entre pierna, lo cierto es que no había pasado nada, sin embargo, no podía dejar de pensar en las manos de mis suegro y en sus ojos negros mirándome fijamente con singular malicia.

Traté de tranquilizarme y bajé al jardín donde todos estaban. Al llegar me preguntaron sobre el estado de mi novio, les comenté que después de tomarse la medicina se había quedado profundamente dormido; me di cuenta que la más preocupada era yo, supongo que para ellos un dolor de cabeza no era nada por qué preocuparse.

Mi cuñado propuso una competencia de voleibol, la esposa de mi cuñado y mi suegro se mostraron muy entusiasmados, no tanto mi suegra que al parecer su miedo a la pelota pudo más y prefirió aprovechar el sol para broncearse.

Ya en la alberca hicimos equipo mi suegro y yo. Me sorprendió la manera en que me sentía en aquel grupo, pues la confianza era mucha, tanto así que las risas y bromas eran abundantes. Durante el juego me era imposible no darme cuenta de lo bien conservado que estaba mi suegro, pues a sus casi sesenta años lucía un cuerpo bastante atlético, un tanto moreno, con muy pocas canas, su rostro no era particularmente atractivo, pero su mirada de demonio era por demás cautivadora.

Él no perdía ocasión de tocarme, en un principio los roces parecían accidentales, pero conforme avanzaba el juego se iban volviendo más frecuentes y atrevidos. Podía sentir su mano tocando mis nalgas, acariciando mis pechos y en más de una ocasión poniéndose detrás sentí como arrimaba su miembro, sobándolo con mi trasero. Yo estaba cada vez más excitada, solo me dejaba hacer, pero en cuando tuve oportunidad, y aprovechando que nadie nos veía sobre su verga con mi mano; pude sentir un miembro grande, la cosa realmente prometía. No ocurrió más.

Salimos del agua, comimos y convivimos toda la tarde. Ya de noche Daniel y su esposa decidieron irse a dormir, aunque se notaba que solo querían estar solos. Mi suegra quiso descansar y Paco fue con ella. Yo aproveché el momento para disfrutar de un cigarro y reflexionar sobre lo que había pasado, me sentía un tanto culpable. Después de unos minutos la voz de Paco interrumpió mis pensamientos.

-Pensé que ya estarías con Cheko

-Quise disfrutar un rato más a solas, la noche está muy fresca.

Paco se sentó a mi lado, muy cerca de mí, poniendo su brazo detrás de mi espalda, apoyando su mano en el suelo, muy cerca de mis nalgas.

-Sí, esta rica, pero te vaya a picar un mosquito.

Sonreí

-No me preocupan los moquitos, le guiñé el ojo.

-Bueno, traigo repelente por si gustas.

-Es usted muy amable ¿me pone?

-¡con mucho gusto!

Sacó una botellita de repelente, al parecer esperaba que me diera la vuelta, pero yo girando un poco le ofrecí mi pecho y bajando el traje de baño dejé la mitad de mis senos al descubierto. Mi suegro no dudó y comenzó a aplicar aquel líquido, no sobre la parte descubierta sino que metió la mano y sacó por completo mis pechos y comenzó a sobarlos. Ya no pude más y rodeando su cuello con mis brazos lo acerqué a mí y lo besé; fue un beso ansioso, lleno de lujuria, pude sentir su lengua invadiendo mi boca, mi pecho completamente desnudo cerca del suyo, los pezones me dolían y mi entrepierna, cada vez más ansiosa, pedía verga.

-Así te quería zorrita, a leguas se ve que eres bien puta.

-Sí suegrito, soy una puta

Me puse de pie, y tomándolo de la mano lo ayudé a pararse, en su traje de baño se adivinaba una prominente erección. Se recostó en una tumbona y yo, sin dudarlo me monté sobre él. Seguimos besándonos, cada vez con más ansias, mientras yo me despojaba completamente del traje de baño. Liberé su deliciosa verga, era enorme, más grande que la de mi novio, y  muy gruesa. Sin dudarlo me la metí a la boca, mientras a él le ofrecía mi cuquita, quería sentir su legua mientras yo se la mamaba.

Durante un buen rato estuvimos haciendo ese delicioso 69. Después de un rato ya no pude más quería ese rico pito en el interior de mi vagina, di vuelta y me lo metí completo, era tan grande que tuve que esperar a acostumbrarme a su anchura, podía sentir cada centímetro de él. Despacio comencé a moverme, sentir una verga tan grande era delicioso.

El tamaño ya no me importó, y comencé a subir y bajar aquella tranca. Paco no soltaba mis pechos, los estrujaba y me pellizcaba los pezones, yo rasguñaba su abdomen, su pecho, besaba su cuello.

-Ya no puedo más perrita, quiero dejar mi semen dentro de ti

-Déjalo papi, lléname de leche

-¿Y si te preño perrita?

-No importa, préñame, quiero sentir tu leche caliente.

Sentí como su vera palpitó y explotó llenando mi interior con su leche, al momento en que yo tenía un delicioso orgasmo.

Agotada me incliné y lo besé, el me correspondió mientras tomándome de la nuca me presionaba. Al separarnos sonreímos, sabiendo muy bien que solo era nuestro primer encuentro.