Mi suegro me folló y ahora soy su puta
Mi suegro viene a vivir a casa cuando se queda viudo y acaba follándome en mi cama por el culo
Soy Sara tengo 48 años y estoy casada. Hace unos años mi suegro quedo viudo y al final se vino a vivir a casa, con eso podía vender la casa en la que vivía y así nos ayudaría económicamente que nos vendría muy bien, además de estar acompañado.
La relación con mi suegro era normal, la verdad que pasaba mucho tiempo en su cuarto y salía a la calle a jugar sus partidas de mus o dominó con algunos amigos, así que realmente se metía poco en nuestra vida. Mi suegro era militar retirado por lo que era un poco estricto y además a sus 78 años todavía tenía un buen aspecto físico, se notaba que en su juventud había sido un hombre grande y muy atractivo.
En casa siempre antes de su llegada habíamos ido ligeros de ropa y yo no pensaba cambiar porque el señor Luis (si le gustaba que le llamáramos de usted) estuviera por casa, por lo que muchas veces me veía en braguitas y camisetas de tirantes por la casa. Yo había notado más de una mirada a mi culo, porque soy bastante culona y los tangas siempre se pierden entre mis nalgas, pero entendía que a su edad el pobre no tendría mucha compañía femenina, así que no le daba mayor importancia si el pobre hombre podía disfrutar de la visión de mi culo. Soy morena 167, 65 kg, de piel muy blanca, grandes pezones rosados como galletas maría y una 90c de pechos.
Un domingo de verano, mi marido se había ido a jugar al pádel y estábamos mi suegro y yo solos en casa. Mi marido antes de irse me había hecho chuparle la polla y se había corrido en mi boca, pero no le había dado tiempo a follarme así que yo andaba un poco cachonda esa mañana. Como mi suegro dormía decidí meterme en el baño a darme una ducha y jugar un poco con el chorrito de agua con el que siempre acabo corriéndome de forma placentera y rápida. Me bajé el tanga y me senté en la taza del wc a mear y rápidamente subió el olor de mi coño caliente que mezclado con el olor a polla que todavía percibía en mi cara y en mi boca, me puso más caliente, así que me metí en la ducha y empecé a frotarme el clítoris y a enchufarme el chorro en el coño. En un momento sentí como si se abriera la puerta del baño pero me asomé y como no vi a nadie, seguí disfrutando de mi coño. Rápidamente sentí que me venía el orgasmo y me corrí con el chorro del grifo apuntándome al coño, mientras sobaba mi hinchado clítoris. Luego me duché y me lavé la cabeza.
Cuando salí de la ducha y después de secarme y darme crema por todo el cuerpo, observé mi tanga sucio que me había quitado que además de las manchas propias de mi uso, tenía como un manchurrón espeso y blanco en la zona del coño y parte de la tira del culo. Recogí el tanga del suelo y me lo llevé a la nariz y pude observar que además de los olores propios de mi cuerpo que también conocía (esa mezcla de flujo, sudor, pis y el fuerte olor a culo de la tira del tanga) tenía el inconfundible olor a semen. Como no había follado con mi marido, no podía ser leche que hubiera caído de mi coño hasta manchar el tanga, y el único hombre que había en casa era mi suegro porque mis hijos tampoco estaban en casa, por lo que deduje que mi suegro, el Sr. Luis se había colado en el baño mientras yo me duchaba y se había cascado una paja a mi salud y con mis aromas de hembra y que, ni corto ni perezoso había dejado su rastro de leche en mis bragas sin ningún tipo de vergüenza. Aquello me produjo una mezcla de indignación y excitación a partes iguales. Por un lado, me parecía una violación a mi intimidad, pero por otro lado se me habían puesto los pezones duros y el coño húmedo al oler la leche de mi suegro y pensar que yo era objeto de sus fantasías más calientes.
Me puse el albornoz y salí del baño con el tanga sucio en la mano para llevarlo a la lavadora y al pasar por el salón vi a mi suegro sentado en el sofá con una camiseta de tirantes y unos slips blancos, donde además de notar que me miraba medio sonriendo ante la visión del tanga sucio, pude comprobar que tenía todavía un buen bulto en sus calzoncillos y la inconfundible mancha de humedad en la punta de haberse corrido. Además, pude comprobar, y juro que nunca me antes me había fijado, que el buen Sr. Luis debía tener un buen pedazo de polla viendo el gran bulto que marcaban sus slips. La cosa no paso de ahí y pasaron los días. No obstante, decidí comenzar un juego del que luego me arrepentiría y que consistía en dejar olvidados de forma deliberada mis tangas sucios en el baño cuando me duchaba para luego tiempo más tarde comprobar que siempre había en ellos espatanada la marca de leche de mi suegro. Había días que me restregaba bien el tanga por el coño y la tira por el culo para dejarlos más manchados y ver si con eso mi suegro se cortaría o iría más allá, pero comprobé que tanto si mi tanga olía a pis o al inconfundible olor de culo en la tirita del tanga, siempre aparecía su leche en ellos.
Al domingo siguiente mi marido volvió a irse a jugar al pádel y yo estaba caliente pensando que estábamos mi suegro y yo solos en casa, sin embargo, lo que pasaría a continuación no lo hubiera imaginado nunca. Estaba yo sentada en el wc con las braguitas en los tobillos, haciendo mis necesidades de buena mañana, cuando se abrió la puerta del baño. Yo estaba mirando el móvil medio dormida cuando di un respingo al ver abrirse la puerta y aparecer el señor Luis, con una camiseta y la polla dura como un mástil en la mano. En seguida yo dije, ocupado, ingenua de mí, pero mi suegro no dijo nada. Permaneció un momento de pie meneándose el rabo y yo quieta sin saber reaccionar. Cuando salí de aquel sueño, mi suegro me dijo:
Puedo notar el olor de tu coño y de tu culo desde aquí y puedo confirmar que es mucho mejor que cuando lo huelo de tus tangas sucios que me dejas todos los días religiosamente en el baño tirados. Tu olor a perra en celo es mucho mejor en persona.
Yo me quedé helada sin saber que decir, pero notando que mi coño me delataba porque comenzaba a segregar jugos, a lo que mi suegro dijo:
No hace falta que digas nada puta, yo me la casco aquí mirándote y percibiendo tu olor a perra y me voy, tardaré poco.
A todo esto, yo no podía de dejar de mirar de forma hipnótica aquel pedazo de carne duro. Mi suegro tenía abundante vello blanco por todo el cuerpo y una gran mata de pelo en el pubis y en los huevos, pero de toda aquella mata de pelo salía una polla dura como un palo, venosa, con un gran capullo rosado que comenzaba a segregar precum y un fuerte olor. Mientras yo le miraba el seguía cascándose la paja de forma rítmica mientras me miraba el coño descaradamente. En un momento dado se acercó unos pasos más a mí, al ver que yo no hacía nada y en cierta forma consentía y me dijo:
Así me llega mejor el olor de tu coño, menuda perra sucia estás echa y además creo que el maricón de mi hijo no te hace el suficiente caso, por como miras mi polla.
Y no le faltaba razón. Allí estaba yo callada, con las piernas abiertas mostrando mi coño al buen Sr. Luis y observando como aceleraba el ritmo de su paja y como cada vez salía más liquido de la punta de su polla. Y así estaba yo, parada, callada, sin saber reaccionar cuando empezó a jadear más fuerte y de repente empezó a soltar chorros de leche por su polla. El primer chorro impactó en mis tetas y luego los siguientes fueron bajando cayendo en mi tripa y en mis muslos. Ahora sí que podía notar el olor de su polla y de la leche sobre mi cuerpo, que se mezclaba con el olor de mi coño y mis flujos que cada vez eran más abundantes. Cuando terminó de correrse cogió mis braguitas del suelo y se limpió los restos de leche de su polla con ellas y me dijo:
Un minuto y hemos terminado puta.
Y según dijo eso se cogió con una mano su polla que comenzaba a estar morcillona y se bajo bien el capullo, que parecía una seta sonrosada y comenzó a orinarme sin más. Me regó con su meada caliente las tetas, la tripa, el coño, los muslos. Su meada era interminable y caliente, muy caliente, salpicando todo el baño. Yo seguía bloquead apero muy excitada, mi cerebro me decía que aquello no estaba pasando, pero mi coño no hacía más que segregar jugos y mi clítoris estaba hinchado como nunca. Mi suegro terminó por fin de mear, se sacudió la polla, escupió en mi coño y se marchó, dejándome sola allí sentada en la taza del wc, manchada de su corrida y de su meada y oliendo a perra caliente. En cuanto salió por la puerta, bajé mi mano al coño que estaba húmedo y pringoso y con unos pocos toques en mi clítoris me corrí a chorros. Luego me duché y me lavé bien y me vestí.
Durante la semana mi suegro se comportaba normal como si nada hubiera pasado y yo me moría de vergüenza por todo lo que había pasado el domingo y como me había humillado. Por supuesto, no dije nada a mi marido y traté de no quedarme a solas ni un minuto con el, sin embargo, más de una vez notaba mis bragas mojadas de recordar como el Sr. Luis me había tratado como una mujerzuela ese domingo en el váter. Más de un día me había masturbado en el baño, recordando como se había pajeado, como me había lefadoy como me había regado con su orina caliente. Sin embargo, ningún día dejé mi tanga sucio como los otros días para que se deleitara con mis aromas. Aunque mi coño me pedía guerra continuamente, mi cabeza decía que aquello no estaba bien y que no iba a darle pie a humillarme de nuevo.
Y así pasaron los días y llegó el domingo de nuevo. De nuevo mi marido se había ido a jugar al pádel como todos los domingos y de nuevo estaba sola en casa con mi suegro. Yo no caí en la cuenta, pero a eso de las ocho y media de la mañana, estaba dormida en la cama cuando noté que alguien se metía en mi cama. En ese momento medio en sueños pensé que sería mi marido que no había podido jugar y había vuelto. En seguida note una polla dura frotándose por mi culo. Pensé que era mi marido, que no habiendo podido jugar venía a follarme, así que me dejé hacer y yo también empecé a frotar mi culo en pompa por su polla. Yo dormía con una camiseta de tirantes muy pequeña y un tanga diminuto blanco de algodón que como siempre hacía que la tira se perdiera entre mis nalgas prominentes. En un momento dado, eché mi mano atrás para tocar la polla de mi marido, pero me di cuenta que esa polla era más grande y que no podía ser suya. Me sobresalté y me di la vuelta, y comprobé como ya imaginaba por el tamaño y el tacto de esa polla, que el que estaba en mi cama frotándose era mi suegro.
Sr. Luis que hace aquí en mi cama, esto no puede ser, fíjese si se entera su hijo.
Esta semana no me has dejado tus braguitas sucias para que yo las pueda oler, y me la he tenido que pelar sólo recordando tu olor (me contestó sin hacer caso a lo que yo decía)
Sr. Luis yo no le dejaba ninguna braguita para que la oliera, son imaginaciones suyas.
Bueno puta, calla y no digas nada. Como el maricón de mi hijo no cumple he venido a tu cama a darte lo tuyo y a olerte en directo.
Dicho esto, el seguía detrás de mí y se bajó por la cama hasta introducir su nariz entre mis nalgas. Yo empecé a quedarme bloqueada como el otro domingo sin saber que hacer y de nuevo mientras notaba como mi suegro aspiraba todos mis aromas de mi culo, comencé a segregar jugos que mojaban mi tanga. Mientras se cascaba una paja oliéndome y restregando su polla por mi culo, me bajó el tanga. Comenzó a meterme un dedo en el culo y otro en el coño y a follarme los dos agujeros. Yo notaba mi coño cada vez más caliente y el culo me ardía y sabía que no tardaría en correrme. Mi suegro empezó a comerme el coño y el culo, sentía su lengua caliente y húmeda intentado penetrar mi ano, mientras me seguía follando con sus dedos. Yo no podía evitar gemir en silencio. Notaba mis flujos mojando mi coño y mis muslos y al final estallé en un orgasmo intenso y mojé toda la cama con mis jugos, me meé de gusto literalmente, mientras el Sr. Luis seguía con sus dedos, su lengua y su polla como una barra de metal de dura.
Después de correrme, me quedé muy relajada pero mi suegro no pensaba irse de allí sin correrse y yo ya, estaba totalmente entregada a aquel señor. Se puso de pie, dio la vuelta a la cama y puso su polla en mi cara. La tenía durísima, húmeda y con el capullo brillante. Notaba un olor fuerte a macho caliente, mezcla de sudor, orina y tal vez alguna paja la noche anterior. Acercó su capullo a mi boca e introdujo ese pedazo de carne entre mis labios. YO empecé a pajear su polla mientras lamía el capullo y el tronco de su polla. Su polla además del olor fuerte, tenía un sabor amargo y a medida que se la chupaba notaba como iba empezando a segregar los primeros regueros de precum. Notaba que en cualquier momento podría recibir su leche caliente en mi boca, que ahora deseaba como perra en celo, pero de nuevo se apartó y dando la vuelta a la cama se puso detrás de mí.
El Sr. Luis me puso a cuatro patas y hundió mi cabeza en la almohada. Lamio el agujero de mi culo y empezó a meter un dedo, dos, tal vez tres. Yo sentía mi ano ardiendo pero mi coño era un charco de flujo y mi clítoris estaba más hinchado que nunca. Finalmente se agarró la polla con la mano, escupió en mi ano y arrimó el capullo al agujero. Comenzó a empujar, pero yo notaba que ese pedazo de carne duro no podía entrar dentro de mí, le rogué que no me follara el culo que apenas lo había hecho con mi marido, que era casi virgen, pero me dijo que dejaría el coño libre para el maricón de su hijo y que mi ano sería suyo. Finalmente, de un fuerte empujón metió su polla entera en mi ano y yo grité de dolor, pero me empujó la cabeza contra la almohada para ahogar mis protestas. Después de estar un rato así con su polla clavada hasta el fondo en mi ano, empezó a moverse despacio y luego cada vez más deprisa. A medida que aumentaban sus embestidas, disminuía el dolor en mis intestinos y aumentaba el placer y la excitación. Bajé mi mano al coño y comencé a frotarme el clitoris que estaba lleno de flujos. Mi suegro aumento el ritmo de la follaba y de vez en cuando sacaba su polla entera de mi ano y la volvía a notar. Yo podía sentir como cada vez entraba mejor, como mi esfínter estaba dilatado y húmedo, podía notar el olor de su polla manchada con mi culo, y finalmente me corrí de nuevo, y gemí y chillé y pedí más y entonces mi suegro gritó y rugió y se corrió, y noté como su leche llenaba mi culo y llegaba hasta mis intestinos y noté como me chorreaba leche, flujo y que se yo por mi culo, mis muslos, mi coño.
Y entonces mi suegro se relajó y calló rendido a mi espalda y así nos quedamos dormidos un rato.
Y desde aquel día me convertí en la puta de los domingos de mi suegro. Entre semana casi nos comportábamos como si nada pasara, alguna vez se colaba en el baño cuando meaba o me iba a duchar y me olía y se pajeaba regándome con su leche y su orina, hasta que llegaba el domingo que mi marido se iba a jugar al pádel y yo esperaba la visita del Sr. Luis como perra en celo.