Mi suegra ¡sí!
Si la esposa no y la suegra si, por qué no decir si. La alternativa puede ser interesante.
Ante nuestra crisis matrimonial, mi suegra, vigilante madre de su hija no tuvo otra ocurrencia que venir con la desfachatez de meterse por medio y preguntarme a mí directamente qué era lo que ocurría entre Patricia y yo. Intenté disuadirla de su curiosidad e intenté hacerle comprender que no era asunto suyo, pero insistió. Eso me hizo cabrear y fui claro con ella, diciéndole que los problemas eran varios, y ella dale, que quería saber cuáles.
Empecé a explicarle y tanto quiso saber y tanto me hartó que tuve que espetarle indignado finalmente que también había problemas de índole sexual relacionados con la insatisfacción y frustración sexual en la que me sumía su hija. Su respuesta fue insólita:
-Mira hijo, eso se puede arreglar; ya sabes que mi hija es un poco lerda, pero esto de un divorcio, aquí en este pueblo puede ser un escándalo, ¿qué dirá la gente?
-Me da igual lo que diga la gente le reproché.
-Hazlo por los niños, permanece junto a ella.
Lo de mi suegra era inadmisible; pero ella siguió con sus argumentos:
Si necesitas sexo, ya sabes, para eso están las prostitutas.
Me sorprende le dije-, menuda solución. Nunca me ha gustado ir de putas, lo he hecho alguna vez si, ¿pero sabe lo que eso cuesta?
Puedo dejarte dinero. ¿Qué te parecen cien euros al mes? Mi pensión no da para más.
¿Cien ? reí de buena gana-, eso es ridículo. Además, no pienso discutirlo más, yo no voy de putas.
¿Qué podría hacer yo? me preguntó.
Aunque no sabía muy bien a qué se refería, aquella pregunta me dejó estupefacto.
Hacer ¿de qué? le pregunté.
Soy una mujer
Me deja usted de piedra, o quiere mucho a su hija o de veras que le preocupan las habladurías del pueblo.
Ambas cosas
La verdad es que no estoy tan desesperado, sin que eso sea desmerecerla a usted, que dicho sea de paso a pesar de su edad conserva cierto atractivo
Lo alucinante era estar hablándole a aquella mujer de aquel modo tan grosero, yo que siempre la había respetado.
Lo tomaré como un cumplido dijo- pero mi obligación es insistir
Usted es la madre de mi mujer, casi no podría
Intenta pasarlo por alto, piensa que no soy yo, que es otra.
Como si eso fuera tan sencillo dije yo ruborizado.
Algún modo habrá de no tener en cuenta que soy tu suegra
Bueno, a lo mejor -balbuceé yo.
Dime por favor inquirió ella- ¿qué propones?
Quizá a base de "orales".
¿Orales? ¿Qué quieres decir?
¿No me diga que le voy a tener que explicar que es el sexo oral?
Hijo yo soy de otra época y mi marido tampoco me ha enseñado mucho de cosas de mujeres y hombres. Nos íbamos a la cama, yo me abría de piernas cinco minutos y lo que hacíamos era para tener hijos, nada más.
¡Cosas de mujeres y hombres! Vaya modo de hablar. Pero no tiene usted la culpa, sino la educación que recibió.
-Entonces ¿me vas a explicar lo del sexo oral?
Como vio que dudaba insistió, y aunque le dije que me daba algo de vergüenza, ella se esforzó por mitigar mis temores asegurándome que todo iría bien, que lo que en sexo su hija me dejaba insatisfecho ella lo supliría cómo hiciese falta.
Está bien le dije-, el sexo oral consiste en emplear la boca para dar placer en los órganos genitales.
¿Cómo? No entiendo.
No sea ingenua le espeté-, ¿no sabe lo que es comerse una polla?
¡Dios! ¡Suena muy fuerte! ¿Cómo se hace eso?
Reí de buena gana y proseguí exponiéndole cómo era el acto en cuestión.
¡Vaya! ¿Eso se lo hace una mujer a un hombre?
Sí dije asintiendo afirmativamente-, no me explico como su marido nunca se lo ha pedido.
¿Tú se lo has pedido a mi hija?
Sí, pero en doce años de matrimonio tan solo me lo hizo la noche de bodas y con cierto asco.
No sé, no sé, quizá yo no sepa
Sabrá hacerlo, venga mañana por la tarde a casa que no están ni Patricia ni los niños y verá algo que le ayudará a aprender cómo hacerlo le dije, planeando ya qué película porno de mí colección invitaría a mi suegra a visionar.
Lo demás forma parte de otra historia.