Mi suegra, mi historia.
Dedicado a Sarah, sin la cual este relato no habría visto la luz. Mi Princesa.
En primer lugar quiero decir que mi intención no es excitar, ni provocar morbo; mi única pretensión con este relato es contar mi experiencia sin ir más allá. Sé que hay muchos relatos contando historias suegra-yerno, para alguno/as será uno más pero para mí es mi vida.
Todo comenzó hace un año, ella tenía 57 y yo 31, era la típica relación suegra-yerno, nunca ha habido ningún interés más allá de ahí. Ella es rubia, media melena, medirá 1´60, no es delgada pero tampoco es gorda, más bien gruesa. Nunca viste provocativa, más bien discreta pero sus pechos son enormes (siempre me habían llamado la atención) y siempre resaltaban pusiese lo que se pusiese.
Cierto día, estando en su casa, ella iba vestida con una camiseta larga sin mangas para el verano, que le llegaba hasta medio muslo. Hasta ahí, todo era como siempre, pero en un momento dado, cuando estaba preparando la comida me dice que por favor, le acercase un bote del armario que había en la despensa. En ese momento me di cuenta que estábamos solos en casa, puesto que es mi mujer la que siempre la ayuda; al pedírmelo recordé que había tenido que salir a comprar una cosa que faltaba.
Fui al armario, lo abrí, pero no encontré lo que pedía, desde la cocina me señalaba donde estaba –en la repisa de arriba, al fondo, al lado de una botella blanca-, pero no lo localizaba. Al no encontrarlo vino ella a cogerlo por sí misma, por lo que me eché hacia detrás y me senté en el sofá.
Ella se puso de puntillas y estiró los brazos buscando al fondo del armario, al hacerlo, la camiseta se levantó y al estar sentado pude ver que no llevaba bragas. Me quedé de piedra, ¡estaba viendo el culo desnudo a mi suegra!. Parece que para ella era normal, y que en casa iba así siempre, por lo que al ser para ella una costumbre, no se percataba de que lo estaba enseñando.
Al no encontrarlo se agachó pensando que estaba en la parte baja y se puso de rodillas buscando al fondo del armario. Ahí es cuando mi corazón se paró. ¡Estaba de rodillas, sin bragas!.
Como digo, parece que para ella es costumbre ir así, y por eso no se dio cuenta, porque ya está acostumbrada y al no acordarse que no lleva, no siente que lo enseña.
Al fin encontró lo que buscaba y con un simple –aquí está- se levantó y volvió a la cocina.
Yo en ese momento estaba cardíaco, y como cualquiera hubiera hecho, enseguida entré en el baño a sacármela de cómo me había puesto, porque aunque sea tu suegra, sigue siendo una mujer.
Me quité los pantalones y me quedé de cintura para abajo desnudo, tocándomela. No quería masturbarme sólo hacía movimientos suaves de arriba a abajo. Vi que en la bañera había un cesto de ropa (camisas, pantalones, sujetadores (grandes)), pero lo que me llamó la atención fueron unas bragas negras de encaje, que puestas dejarían entrever su Monte de Venus, al ser casi transparentes por delante. No sabía en que momentos se las pondria, porque ella está separada y esa lencería una mujer sólo se la pone cuando quiere que alguien se la vea.
Ya no aguantaba más y me la lié en mi miembro y comencé a masturbarme; agarrándomela fuertemente con sus bragas. Al sentir que me corría, solté todo en las bragas, manchándolas. No me importaba, todo lo contrario, me excitaba aún más. Me limpié con ellas y las volví a dejar en el cesto. Salí del baño y como si nada hubiera pasado, transcurrió la mañana.
Después de comer, mi suegra andaba por la casa y al coger una cosa del suelo pude ver que llevaba puestas las bragas donde antes me había corrido. Tragué saliva nervioso pero como ella no había dicho nada, yo tampoco.
Eso fue un Miércoles. El Sábado me dijo que como mi mujer no estaba y ella no tenía planes me propuso ir a la playa, algo que accedí gustosamente.
La recogí y nos fuimos a una calita que conocía de cuando era adolescente, donde muy poca gente iba ya que el camino está escondido.
Llegamos y sólo había una pareja, pero alejada de nosotros, por lo que prácticamente estábamos solos. Estiramos las toallas y ella se quedó en bañador de una pieza y yo bermudas.
A los 10 minutos me dice susurrando que mirase a la pareja, y al verlos me di cuenta que me quería decir que estaban sin ropa. Le comenté que como esta cala está vacía se podía hacer sin miedo a que te vean, a lo que me dice –¡que bien!-; quedándome yo perplejo al ver que lo aprobaba. Al minuto me dice si me atrevería a hacerlo y le digo que sí, que sin problema, que en esa situación, sin gente alrededor no me importaba. Me comentó que nunca lo había hecho pero que le habían dicho que era muy liberador.
Nos quedamos tumbados boca arriba y a los 5 segundos le propongo que nos lo quitemos. Se queda mirándome (no sabía como podía haber dicho eso) pero de inmediato me dice que de acuerdo.
Se baja los tirantes liberando sus enormes pechos (que yo no podía dejar de mirar), con unos pezones sonrosados y grandes, y poniéndose de pie se baja todo el bikini, mostrándome toda su entrepierna, de mujer madura, que al no depilarse, tenía un pelo rubio oscuro, rizado y grande. Yo ya estaba excitado y la tenía dura, pero me daba igual que lo viera, es más, me excitaba que lo supiera. Me bajé el pantalón y me quedé sentado con la polla completamente dura. Ella la miraba sin disimular.
Al poco tiempo me dice que por favor le pusiese crema que el sol pegaba fuerte. A día de hoy no se si era una excusa o de verdad quería crema. La cuestión es que se tumba boca abajo y yo a su lado completamente excitado comienzo a ponerle crema por la espalada. Me pide que por favor le eche también en las piernas, que no quería quemarse, y yo comienzo a pasar mis manos por sus muslos. Cuando le estaba poniendo crema por la parte interior de los muslos, rozaba la parte más baja de su culo, y al no ver que se molestaba le comienzo a poner crema por el culo también, grande, algo blando pero muy excitante.
De repente se dio la vuelta, quedando su increíble mata de pelo entre mis manos y mirándome a los ojos me dice…-me sentí una mujer deseada el otro día-. Yo haciéndome el extrañado le dije que a qué se refería y me contesta que al entrar en el baño vio las bragas manchadas y que al olerlas sabía lo que era, y que al ser yo quien acababa de salir del baño rápidamente sabía de que se trataba y que por eso se las puso durante todo el día.
Yo mezclada miedo con excitación en mi cuerpo, pero enseguida me dijo que le gustó mucho.
En ese momento me acerqué a su boca y comencé a besarla, nuestras lenguas jugaban entrelazándose, intercambiando saliva. Me puse encima de ella, cogiéndole de las manos poniéndoselas encima de la cabeza, le besé el cuello, despacio, muy suave. En su nuez, en su vena.
Poco a poco bajaba, por su pecho. Son unos senos de mujer madura, grandes, blancos, con unos pezones sonrosados y muy grandes. Comencé a besarle los pezones, después con la punta de mi lengua los lamía, primero sólo la punta pero después mi lengua parecía una extensión de ellos. Haciendo círculos, dándole pequeños mordisquitos, estirándolos con los dientes muy suavemente.
Poco a poco bajo y le doy un pequeño beso en su ombligo, en su vientre, en sus muslos, en su mata de pelo.
Llegué a su vagina. Tiene unos labios grandes, de mujer madura, con un aroma que parece que pedía amor. Con la punta de la lengua le di un par de lamidas rápidas, de abajo a arriba, para que me notase. Después, muy despacio, mi lengua la lamía, lentamente, pasando por todo su coño. Ella me dijo en ese momento que nunca le había hecho eso y yo le digo que disfrutase, para justo después chuparle sus labios vaginales, absorbiéndolos, como si fuese una ventosa.
Mi lengua la lamía lentamente por fuera y de repente introduje un dedo. Notaba que estaba muy mojada, saqué el dedo y lo chupé impregnado de su esencia, y lo hice algo levantado para que ella lo viera. Ella se mordía el labio inferior, poniéndoselo rojo y después morado de la presión.
En ese momento le susurré al oído que quería sentir su corrida en mi lengua. Quería saborear su jugo caliente resbalando por mi lengua.
Seguí lamiendo, y en un momento metí mi lengua, hasta el fondo, muy despacio para que ella lo notase. Movía mi lengua dentro, como si escribiese las letras del abecedario dentro de su coño (a, b, c, d, e, f….). –Me voy a correr- me dijo entre gemidos y respiración agitada. En ese momento sentí embestidas de líquido en mi lengua. Era caliente y abundante. Yo seguía, con la lengua recogiendo todo para meterlo en mi boca.
Cuando ya no salía más, me levanté poniéndome encima de ella con las comisuras de mi boca aún mojadas de su esencia. Ella me confesó que le encantó sentir mi corrida entre sus piernas al ponerse la bragas, rodeada de gente y que quería que siguiera haciéndolo porque al estar rodeada de gente sintiéndolo así, se sentía una mujer deseada.
Así es como comenzó nuestra historia. A día de hoy hemos seguido manteniendo sesiones de sexo, sin mencionar que cada vez que puede, me deja las bragas en el baño para que me corra en ellas y después se las ponga; en comidas familiares por ejemplo, con cuñados y más familia en casa. O inlcuso cuando hemos ido de compras, deja entreabierta la cortina cuando se pone ropa en un probador de la tienda para que la vea. Pero eso es otra historia.