Mi suegra me sorprendió (2)
Después de lo que pasó entre nosotros, mi suegra no quería saber nada más de mi...
Para los que no habéis leído el primer relato de la serie, os recuerdo que un masaje relajante que le estaba dando a mi suegra se nos escapó a los dos de las manos y acabamos en una sesión de sexo. Al final ella se fue llorando.
Esa misma tarde, la puerta que comunicaba nuestras casas se volvió a abrir. Yo estaba en el salón y Andrea, mi suegra, se asomó por la puerta. Estaba roja y tenía toda la cara con el rastro de llevar mucho tiempo llorando. Los ojos hundidos, el rímel corrido y bastante mal aspecto en general. Llevaba puesto un vestido viejo.
Tenemos que hablar, - me dijo.
Si, tenemos que hablar, yo…
Espera, - me dijo ella – déjame hablar a mi primero. No entiendo como he permitido que pase esto. Eres el marido de mi hija. Yo no querría hacer nada que pudiera hacerle daño. El masaje era tan agradable, me hiciste sentir cosas que hacía tanto tiempo que no sentía, que no supe resistirme y me abandoné. Mi hija no debe enterarse jamás de lo que ha pasado. No podría volver a mirarla a la cara. Tienes que prometerme que nunca se lo dirás.
No te preocupes. Yo también estoy enamorado de Inma y si se enterara de lo que ocurrió no me perdonaría jamás. Yo tampoco quiero perderla. No se que me pasó. Bueno, si se lo que pasó. Yo adoro a Inma, pero nuestra vida íntima no es precisamente una locura. Yo echo de menos muchas cosas, y al verte tan atractiva, al tocar tu piel, sentí un fuego que no pude controlar. Inma no se enterará jamás por mí de esto. Puedes estar tranquila.
Entonces no tenemos más que hablar, Simón. Por supuesto, esto nunca se volverá a repetir.
Andrea se volvió a su casa, y yo me quedé dando vueltas a la situación.
Yo quiero mucho a mi mujer, pero nuestra vida sexual es bastante anodina. Inma es bastante pacata y apenas salimos del misionero, y eso, de higos a brevas. Como ya dije antes, yo me apaño solo de vez en cuando, pero nunca había pensado en engañar a mi mujer. La valoro demasiado para arriesgarme a perderla. Pero el “incidente” con mi suegra había encendido mi imaginación.
Yo había descubierto en mi suegra a una mujer fogosa, y muy atractiva a pesar de su edad, y no podía quitármela de la cabeza. Me pasé toda la tarde soñando con las cosas que me apetecía hacerle. No podía quitármela de la cabeza. Pero tampoco me atrevía a hacer nada. Ella había dejado muy claro que no habría nada más, pero yo pasaba los días soñando con ella.
Pasaron dos o tres meses, y nuestras relaciones se normalizaron. Cuando estaba mi mujer ella seguía pasando a vernos con frecuencia, tratándome con normalidad, pero cuando Inma estaba de guardia, no aparecía por mi casa.
Un día, en una de las guardias de Inma llamé a la puerta de su casa.
- Andrea, quiero hablar contigo.
Vi como se ponía tensa y palidecía. Me fijé en ella. Llevaba un pantalón y una camiseta viejos y desteñidos, pero estaba muy atractiva. O por lo menos yo la veía atractiva.
- Andrea, ¡no puedo seguir así! ¡Como si no hubiera pasado nada!
Palideció.
¡No pensarás decir nada a Inma!
No es eso. Jamás le diría nada a ella. Pero no puedo dejar de pensar en ti. Me paso todo el tiempo recordando tu cuerpo, tu tacto,…
No digas tonterías, -enrojeció- Tú estás enamorado de Inma.
Si. Yo estoy enamorado de Inma, pero no puedo dejar de pensar en ti.
Tú estás loco. Inma es mi hija.
Dime que tú no recuerdas lo que pasó. Dime que no sientes un cosquilleo en el estómago cuando lo recuerdas. Dime que no sueñas con mis manos cuando te tocas en la cama.
Yo… ¡Cállate ya! ¡No digas barbaridades!
No podía controlarme. Me acerqué a ella. La rodeé con los brazos y empecé a besarla. Ella se resistió al principio empujándome sin mucha fuerza, pero yo seguí besándola y, poco a poco, ella fue cediendo. Al final del beso me abrazaba con más fuerza que yo a ella. Mientras la besaba empecé a acariciarle la espalda. Al cabo de unos segundos, dejé de besarla y, sin soltarla, la miré a los ojos y le pregunté:
¿Seguro que quieres que esto se acabe? ¿seguro que quieres que me de la vuelta y e vaya a mi casa?
Si…, no…, no se…