Mi suegra me da una lección

Una infidelidad descubierta, un castigo para mantenerla en secreto

Miré de reojo el reloj del coche, aún eran las 11.30 y tenía tiempo de echarme un sueñecito, busqué un sitio apartado en el polígono de al lado de casa y aparqué.

Necesitaba quitarme esos ojerones antes de llegar al cumpleaños de mi suegro, mi mujer y toda mi familia política se extrañarían si aparecía de esa guisa y, con el cariño que me tenían, probablemente la mañana se llenaría de preguntas incómodas.

No me sentía contento conmigo mismo ni mucho menos pero mi adicción al sexo me guiaba en numerosas ocasiones por los caminos menos dignos. Esta vez concretamente a pasar toda la noche follando con mi secretaria en vez de a un supuesto viaje de negocios relámpago para solucionar los problemas de una de nuestras filiales.

Sabía de sobra que mi mujer no merecía esta clase de infidelidades, guapa, lista, simpática… somos sin duda la pareja perfecta con nuestros dos preciosos hijos y nuestros adorables perros pero… no podía evitar engañarla con frecuencia.

Calmé mi conciencia pensando que se trataba simplemente de sexo sin ningún tipo de sentimiento y caí dormido.

El paso de un enorme camión me despertó, se me olvidó poner la alarma y ya eran las 14… arranqué y puse rumbo al chalet de mis suegros a toda prisa.

Mi suegra salió a recibirme vestía bastante más elegante de lo habitual y no pude evitar echar una mirada fugaz a sus tetas y su trasero. Pese a tener una edad, rondaría los 60, y no tener un cuerpo especialmente esbelto… me ponía bastante cachondo.

Nuestra relación, no obstante, no era idílica. En mi opinión se metía excesivamente en mi relación con su hija cosa que le recriminaba sin cortarme cuando creía conveniente lo que hacía que tuviéramos frecuentes altercados.

-       Ale, pasa que ya vamos a empezar a comer, no te han dejado salir antes? Que es sábado¡¡¡¡.

-       Ya… es lo que tiene un puesto de responsabilidad…- contesté haciéndome el resignado y recordando mis polvos de la noche anterior con cierta añoranza.

Odio las aglomeraciones y el salón era un hervidero de gente dando gritos, los niños corrían como salvajes de acá para allá y los mayores reían a risotadas incomodándome. Busqué a Iris, mi mujer, y a mis hijos entre la multitud y los besé alegrándome de que no estuvieran haciendo el neandertal como el resto.

-       Vaya horas cariño – me recriminó dulcemente abrazándome.

-       Ya, amor, hasta los huevos he acabado… me he tenido que “escapar” porque pretendían que siguiera por la tarde y me perdiera la comida- mentí.

La comida transcurrió entre más gritos y anécdotas estúpidas, tuve la mala suerte además de sentarme al lado de un amigo de mi suegro, un gordo bastante idiota que contó a voces que había cerrado su taller de toda la vida, no hubiera llevado ahí mi coche ni gratis, y había montado una Agencia de detectives. No pude evitar sonreír imaginándole con un periódico y dos agujeros para los ojos tratando de pasar desapercibido en una “importante” misión.

Los maleducados de mis cuñados se levantaron antes de acabar para ir a jugar a la Play, “las chicas” se retiraron al jardín y decidí tomarme un copazo para aguantar con dignidad lo que quedaba de sobremesa al ver el percal que me quedaba.

Afortunadamente, la gente no tardó en empezar a desfilar y en poco tiempo nos quedamos solos con mi suegra pues su marido y mis cuñados salieron también a ver un partido de baloncesto.

Le hice una seña a Iris para poner rumbo a casa cuanto antes y la captó en seguida pero justo cuando iba a flanquear la puerta tras mi mujer y los niños mi suegra me agarró del brazo.

-       Ay¡¡¡ se me había olvidado, tengo que sacar toda la ropa de invierno y no llego al altillo, yerno… podrías ayudarme un momento? Son 5 minutos.

Justo lo que deseaba, miré a mi mujer con expresión de súplica pero no vi salida posible así que me quité el abrigo y volví sobre mis pasos.

-       Nosotros vamos subiendo y así apaño un poco la casa – se despidió Iris. Genial, me quedaba solo con la arpía.

La puerta se cerró y allí me quedé con cara de idiota. Mi suegra me pidió que esperara un momento mientras subía a por una banqueta a la buhardilla.

Al poco, apareció bajando las escaleras con gesto extraño y, en vez de la banqueta traía un sobre en la mano. Parecía otra mujer que la que acababa de subir.

-       Te hizo mucha gracia el nuevo trabajo de Paco verdad…- dijo con desprecio mientras tiraba el sobre encima de la mesa- pues a él sí le da tiempo a hacer su trabajo en fin de semana y llegar a tiempo a las comidas.

Totalmente descolocado por no saber de qué iba todo aquello avancé para ver el contenido de aquel misterioso sobre. Cuando lo supe el mundo comenzó a dar vueltas, el corazón estuvo a punto de salirse por mi boca y me mareé.

El sobre estaba lleno de fotografías en Blanco y Negro tamaño DIN A4 que mostraban con todo lujo de detalle mis peripecias de la noche anterior, había muchas pero me bastó ver unas pocas para saber que me habían jodido bien.

-       Qué pasa- inquirió mi suegra triunfante- te sientes mal?.

-       Eeeeh, Carmen, esto… verás, AMO a tu hija, esto no significa… fue solo sexo…

-       NO LO ESTROPEES MÁS¡¡¡- gritó tajante – eres un malnacido y no voy a dejar que te salgas con la tuya como haces siempre… voy a ir a mi hija con estas fotos, vamos a buscar un buen abogado y te vamos a arruinar… te vamos a quitar a tus hijos, tu casa, tu coche… me voy a encargar de que lamentes haber nacido.

Por un momento dudé entre tirarme a golpearla o suplicar… elegí la segunda opción.

-       Pero Carmen… perdóname… tiene que haber algo que pueda hacer… lo siento.

-       Sal por esa puerta y piensa por el camino cómo se lo vas a contar a mi hija. Espero que la comida te haya aprovechado porque dentro de poco no vas a tener ni algo que llevarte a la boca… CABRÓN.

Destrozado como no lo había estado antes tomé mi abrigo y me dirigí a la puerta mirando al suelo… justo cuando iba a girar el pomo mi suegra habló.

-       Quizá tengas una oportunidad…

-       Cómo? Sí por favor – supliqué patéticamente- haré lo que sea de verdad, lo siento mucho, estoy arrepentido… lo que sea, haré lo que sea.

-       Esto merece a un castigo y sé bien cómo castigar a un malnacido infiel como tu para que aprenda a ser un marido ejemplar pero te advierto una cosa… vas a hacer TODO lo que te diga y como me repliques lo más mínimo… vas a dormir en un albergue el resto de tu vida.

De pronto vi el cielo abierto… qué había peor que perderlo todo?. No era solo un tema monetario, amaba a Iris pese a todo y no soportaba la idea de dejar de ver a mis hijos. No dudé ni un segundo.

-       Haré lo que quieras.

-       Ah sí? Pues vamos a empezar ahora…- contestó mi suegra con una sonrisa triunfante- bájate los pantalones y los calzoncillos.

-       Queeeeeeeé? – por segunda vez aquella tarde mi cerebro parecía que iba a estallar.

-       Está bien – cortó mi suegra – te lo avisé… LARGO.

Una vez más vi que la había jodido por lo que traté inmediatamente de arreglar la situación.

-       Vale, vale, perdón… - balbuceé comenzando a desabrochar mi cinturón y viendo con alivio que la amenaza de mi suegra parecía disiparse.

Lentamente me bajé los pantalones hasta los tobillos y, con miedo a que se volviera a enfadar, comencé con los calzoncillos tapándome rápidamente mis partes.

-       Las manos detrás de la nuca – dictó Carmen tajante.

Obedecí y dejé al aire mis huevos y mi polla que entre el trajín de la noche anterior y el acojone que tenía se habían reducido a su mínima expresión.

Mi suegra se acercó sonriendo y señalando mi paquete comenzó a hablar.

-       Vaya, vaya, el señor hombre de negocios tiene esa mierda entre las piernas? Esto es lo que tiene que sufrir mi hija? Pobrecita… no sé como puede aguantar contigo… tienes la misma polla que mis hijos con 7 años.

Me quedé petrificado, hasta el momento no había tenido queja pero aquellas palabras destrozaron en un momento mi virilidad.

-       Y con esa pollita vas por ahí follándote a otras? Seguro que cuando la ven se descojonan jajajaja y luego les cuentas a sus amigas la mini polla que se han trajinado… PONTE A CUATRO PATAS EN LA MESA YA¡¡¡¡.

Subí con cierta dificultad a la mesa pues aún tenía los pantalones y calzoncillos en los tobillos y adopté la postura que me había pedido dejando mi culo totalmente expuesto.

-       Vaya – añadió tomando mi bolsa escrotal- los huevos no son mucho mejor, también parecen los de un crío- dijo sopesándolos…

De pronto di un respingo y cerré las nalgas al notar su dedo en la entrada de mi culo.

-       ABRE – ordenó, y volvió a poner el dedo en mi esfínter – esto parece que sí lo vamos a poder aprovechar  -MMMMMMMM un culo cerradito.

La actitud de mi suegra me estaba alucinando, nunca habría imaginado que de la boca de aquella mujer pudieran salir esas cosas, dudé si se comportaba así por vengar a su hija o si simplemente disfrutaba con todo aquello. En cualquier caso la realidad era que mi situación había cambiado radicalmente en escasos minutos.

Estaba completamente humillado: desnudo, a cuatro patas y recibiendo órdenes de mi “amada” suegra en la mesa en la que, hacía unas horas, acababa de comer con toda la familia.

Vi como recogía mi cinturón del suelo sin parar de lanzarme frases de desprecio, generalmente centradas en mis atributos masculinos. Acto seguido se situó detrás de mí.

-       Bien… lo que has hecho no se arregla fácilmente, pero no temas… me encargaré de que se te quiten las ganas de golfear. Te voy a dar 50 azotes en cada nalga y quiero que los cuentes en voz alta, preparado?.

-       Si – balbuceé muerto de vergüenza.

No era la primera vez que me azotaban el culo pues me gustaban los juegos de dominación de la cama pero… con un cinturón y 50 veces me pareció excesivo y el temor se apoderó de mí. Pese a todo permanecí callado y acepté mi suerte, sabía que cualquier palabra no haría más que empeorar las cosas.

El primer azote me sacó de mis pensamientos provocando una enorme quemazón en mi nalga derecha Zaaaaaaaaaaas.

-       Uno – gemí en voz alta obediente.

Al quinto cinturonazo estuve seguro de que no iba a ser capaz de aguantar con cierto “orgullo” el castigo impuesto y cuando mis labios pronunciaron el número 20 ya lloraba desconsolado aullando de dolor.

-       Grita como una maricona… y piensa que aún te quedan 80 y una sorpresa que te tengo preparada para el final.

A duras penas conseguía mantenerme a cuatro patas y a partir del azote 30 caía sobre la mesa con cada golpe, si tardaba en levantar, mi suegra me estiraba de los huevos y me devolvía de esa forma tan dolorosa a mi posición inicial.

Con todo aquél castigo no me había percatado de algo… ESTABA TOTALMENTE EMPALMADO, aquello hizo que mi mente se desquiciara aún más y opté por dejarme llevar y cumplir sumisamente con todo lo que aquella mujer pidiera.

Acabó entre llantos el castigo de mi nalga derecha y caí desfallecido sobre la mesa. Una vez más, mi suegra agarró mis testículos con poco cuidado y me volvió a poner a cuatro patas, esta vez reparó en el estado de mi polla.

-       Ooooh, si parece que te está gustando cabrón pervertido, te aseguro que voy a hacer que se baje esa polla y en unos días vas a llorar cada vez que se te levante¡¡¡¡.

Supongo que por el cansancio acumulado, el castigo en el lado izquierdo fue aún peor, suplicada como un crío al décimo azote. El dolor era insoportable pero la humillación era aún peor pues estaba totalmente subyugado y, para rematar, el miedo a que alguien entrara por la puerta y me viera de aquella guisa atenazaba mi cuerpo.

Cuando por fin pronuncié el anhelado número 50 de nuevo mi culo era un poema, me ardía como si hubieran apagado mil cigarros en él. Tenía la cara cubierta de lágrimas y las rodillas doloridas por aquella posición. Pese a todo, mi suegra no mostró piedad alguna.

-       Separa las piernas te queda la sorpresita, la última parte de tu castigo… por hoy.

Obedecí pues no me quedaban fuerza ni para negarme pero cuando de reojo vi lo que se dirigía a hacer el terror de apoderó de mí.

-       No, por favor, en los huevos no, Carmen, me los vas a destrozar por favor, tendré que ir al hospital te lo suplico.

-       Me vas a hacer repetírtelo?...

Bastaron esas palabras para que, como un manso corderito, abriera las piernas dejando totalmente a su merced mis pobres huevos y mi rabo que contra todo pronóstico permanecía aún duro.

Hizo un amago y pegué tal respingo que levanté ambas rodillas de la mesa, repitió aquella tortura por unos segundos pero finalmente noté como el cinturón impactaba en mis pelotas. El dolor fe indescriptible y aún hoy recuerdo aquellos 10 azotes. Dudo mucho que los vecinos no oyeran el aullido que solté lo que hizo que mi suegra subiera el volumen de la TV.

Recuerdo el resto de azotes como la experiencia más dolorosa de mi vida. Con cada golpe suplicaba, lloraba e incluso me dio hipo como a un niño con un berrinche, había conseguido quebrarme totalmente.

Cuando terminó se acercó de nuevo a mi paquete e instintivamente temblé y me aparté.

-       Chsssssst tranquilo ya hemos acabado por hoy, ves? Señor pervertido, esa polla ya no está dura. Es una pena… porque no te vas a ir de aquí hasta que no te corras delante de mí.

Aquello me dejó alucinado, apenas si podía tocarme los huevos, cómo pretendía que me empalmara, además no teníamos tiempo, Iris no tardaría en preocuparse pues estaba tardando más de lo previsto y probablemente mi suegro y sus hijos no tardarían en volver.

Sin valor para replicar tomé mi polla mientras ella acercaba su cara para verla de cerca y comencé a masturbarme, al principio costó hacer que mi miembro reaccionara pero en poco tiempo logré que volviera a estar duro y me apresuré.

Había algo en todo aquello que me excitaba y, contra lo que creía, no tardé en eyacular unos enormes chorros de semen que cayeron sobre la mesa.

-       Limpia eso guarro – inquirió mi suegra

Hice además de bajar de la mesa para ir a la cocina y coger papel de ese que vale para todo pero me detuvo.

-       Jajajajajaja, estás de broma? Con la lengua.

Muerto de asco y de miedo acerqué la cara, a estas alturas estaba descartado cualquier atisbo de rebelión, y tímidamente saqué la lengua dirigiéndola hacia el mayor charco de semen, mi suegra reía acercando su cara a la mía. En breve dejé la mesa impoluta y me permitió bajarme.

Quedé desnudo frente a ella, con el fuerte sabor a semen en la boca  y me eché instintivamente las manos a mis zonas más castigadas para tratar de calmar aquel dolor.

De pronto subió un poco su falda y deslizó sus bragas hasta sacarlas por los tobillos para tendérmelas después.

-       Toma dame tus calzoncillos y ponte esto, lárgate.

Hice lo que me ordenó y vi las estrellas cuando el encaje de sus bragas negras rozó mi culo y mis testículos, salí apresuradamente y antes de cerrar la puerta se despidió con un aviso poco alentador.

-       Esto no ha hecho más que empezar.

Monté en mi flamante coche de empresa y grité al notar el asiento contra mi culo. Estaba jodido…