Mi suegra I
Siempre había fantaseado con follar con mujeres como mi suegra. Pero lo que nunca imaginé que pudiera hacer realidad ese sueño.
Tengo 42 años, estoy casado y con un hijo. Mí matrimonio funciona todo lo bien que se cabe esperar. Los dos trabajamos, y nunca había sentido la necesidad de engañar a mí mujer. Soy un tipo muy caliente, y no niego que tenga fantasías follando con mujeres mayores, son mí perdición, me gustan las mujeres mucho mayores que yo, con carnes flácidas y grandes tetas. Pero es solo eso, una fantasía. Trabajo de noche en una pequeña empresa, duermo por las mañanas, mientras el niño está en el colegio, y paso todas las tardes con mi mujer en casa. Es una vida normal, pero podemos disfrutar los tres juntos.
Mi suegra es una mujer de unos 66 años, es la típica abuela del sur de España, es la típica mujer con la que suelo fantasear, pelo corto con gafas, teñida de rubia para cubrir las canas, grande, con una delantera grande, pesada, caída, algo rellenita, tiene algo de barriga, barriga que hace un pequeño pliegue encima de su bajo vientre, tiene un culo grande, de cachetes flácidos, grandes, forman una pequeña curva al contacto con sus muslos. Una pasada, no puedo evitar fijarme en ella muy a menudo. Pero jamás había intentado nada con ella, siempre me había parecido una mujer demasiado familiar, nunca le había visto ningún atisbo de intento de flirteo con nadie, ningún comentario de ningún tipo que me hiciera pensar que aún pensara en el sexo. Era algo prohibido, solo era mí musa, fantaseaba con ella, me la follaba de todas las maneras posible, chupaba esas tetas hasta la saciedad. Y me hacía cientos de pajas pensando en ella. Pero solo era un sueño.
Una mañana algo cambió. Había llegado del trabajo, no había nadie en casa, mí suegro había venido a llevarse al chico al cole, porque en esa semana coincidíamos en los horarios mí mujer y yo.
Entré ya pensando en la paja que me iba a hacer. la casa es de dos plantas, abajo lo normal, cocina, baño y salón, arriba los dormitorios. Me bajé los pantalones hasta los tobillos y me senté en uno de los sillones del salón. Estaba recostado con los ojos cerrados, pajeándome como un mono. Pensaba en las tetas de mí suegra, me la imaginaba sentada encima de mí polla, dejándome chupar y mamar esas ubres gigantes que imaginaba que tenía bajo esos sujetadores de vieja que solía llevar. Mí corrida es abundante, suelo soltar cuatro o cinco chorros de esperma, acompañado de varias gotas después. Ese día estaba tan caliente que me daba igual donde soltar mí corrida, comencé a correrme sobre mí propio pecho, me gustaba la sensación de sentir mí semen caliente cayendo sobre mí. No pude evitar gemir como un poseso. Fue una corrida bestial, había sido muy real, una pasada. Estaba tan metido en mí fantasía, que no había sentido la puerta de la calle, solo la sentí al cerrarse. Aquello me cortó por completo. Alguien había entrado en mí casa, solo tenían llaves mis suegros, y nada más entrar en la cocina, supe que había sido mí suegra, había un par de bolsas con comida en la mesa de la cocina. Sabía que me había metido en un lío. Imaginaba a mí suegra diciéndoselo a mí mujer y la bronca con ella. Pero en realidad estaba en mí casa, no había hecho nada prohibido, había venido muy caliente y me había hecho una paja en el salón de mí casa. Nada que mí mujer no hubiera hecho ya ella misma, contado por ella misma. Pero aún así, estaba inquieto. Pensaba que mí suegra había llamado a mí mujer y se lo habría contado, así que después de pasar todo el día dándole vueltas, pensé que lo mejor era contárselo yo mismo.
Se lo conté nada más llegar, como si fuera algo que me hubiera estado agobiando todo el día. Mi suegra no le había dicho nada a su hija. Me extraño. Mi mujer se rió, pensando en su madre, en su cara viéndome con la polla fuera, no le dije que seguro me había visto eyaculando sobre mí pecho. Todo quedó en una anécdota, mi suegra no dijo nada, tampoco había notado ningún cambio en ella, solo alguna vez la había pillado mirando mí entrepierna, pero nada que llamara la atención, nada que me hiciera pensar que pensara en algo fuera de lo normal.
Ya había pasado más de un mes de aquello, al llegar a casa, la puerta no estaba cerrada con llave, sabía que mi suegra o mí suegro estaban en casa. Son los únicos que podrían estar. Entré solté mis cosas en la entrada y entré en el baño a hacer pis, no había cerrado la puerta, cuando terminé me volví aún con mí polla en la mano, no estaba dura, pero estaba morcillona, deseando hacerme la paja matutina, mi suegra estaba justo detrás de mí, fue a decir algo, pero al verme con la polla en la mano, no dijo nada, me hice el sorprendido, y me guardé la polla después de dejarla que la viese todo lo que ella quisiera. Ella la miraba con media boca abierta. No dijo nada, se volvió y se marchó sin decir nada. Verla me había puesto burro, me saqué el pantalón para estar cómodo y me senté en el sillón del salón para hacerme mí paja.
Quería recrearme, no deseaba pajearme y correrme enseguida como hacía todos los días, cerré los ojos y comencé despacio, imaginándome a mí suegra dejándome que mamara de esas tetas, estaba muy caliente, estaba a punto de correrme, decidí parar un momento para tranquilizarme, fue cuando abrí los ojos y me encontré a mí suegra delante de mí, debía llevar un rato, no la había sentido entrar, pero no había dicho nada, me miraba con la boca abierta, notaba su respiración fuerte. No sabía qué hacer, no sabía si parar o seguir, supongo que el morbo pudo más que la sensatez. Volví a coger mí polla y comencé de nuevo a pajearme despacio. Esta vez no cerré los ojos, la miraba con la boca abierta, de vez en cuando nuestras miradas se cruzaban, nunca había visto a mí suegra así. Le brillaban los ojos, su respiración era entrecortada, se pasaba las manos por el vientre como si siquiera alisarse la blusa que llevaba puesta.
Yo me pajeaba y de vez en cuando apuntaba mí polla hacía ella, cuando lo hacía notaba como ella se agitaba, paré de mover mí mano y la dejé sin tocarme, la hacía palpitar, la miraba a los ojos y bajaba mí vista hasta sus tetas, ella lo notaba y sentía como se movía más inquieta. Se atrevió a dar dos pasos acercándose más a mí. Estaba delante de mis piernas. Me eché hacia delante y mí cara quedó a la altura de su vientre. Miré hacia arriba ella me estaba mirando con los ojos muy abiertos y la boca abierta, acerqué mí cara a su vientre, rocé mí boca y mí nariz por el filo de la blusa, llevaba un pantalón con un elástico, era tipo chándal. Se sujetó la blusa con las manos, como sí no quisiera que fuera a meter mí cara por dentro. lo que hice fue bajar mí boca por su vientre, sentí debajo del pantalón el filo de su braga y el abultamiento que formaba los vellos de su bajo vientre, olí con fruición, olía a mi suegra, era un olor penetrante, fuerte, olía a sexo, era un olor muy fuerte, debía de estar muy excitada. Me atreví a colocar mis manos en sus muslos, hizo el intento de separarse de mí, pero apreté un poco mis manos y se quedó quieta. Volví a meter mí cara con más fuerza entre sus piernas, ya estaba oliendo casi directamente sobre su coño, la hacía moverse abriendo poco a poco las piernas, subí despacio mis manos por sus muslos, no quería precipitar las cosas y que se negara, aunque quería darle tiempo para que sí lo deseara pudiera quitarse. tenía mis manos en el final de sus piernas, un poco más arriba tenía sus flácidas nalgas, las sentía grandes, blandas, sentía en la punta de mis dedos el filo de su braga, abrí la boca y mordí la zona de su ingle, se estremeció y abrió más las piernas, el siguiente mordisco fue directo en su bajo vientre, donde tenía el bulto de los vellos, mis manos habían subido hasta sus nalgas, las tenía en las manos, las apreté con más fuerza, la sentí resoplar, el aroma que subía de su entrepierna era mucho más intenso. Tenía el mismo tipo de nalga que mí mujer, blandas, respingonas, grandes, de las que me gustan abrir para meter entre ellas mí cara, las de mí suegra son bastante más grande que las de mí mujer. Una pasada.
Lo que más me atrae de mí mujer es el culo y sus tetas, y mi suegra tenía mucho más que ella, apretaba con fuerza esas nalgas, mi suegra ya no podía evitar gemir quedamente, estaba mordiendo literalmente su bajo vientre, donde estaban todos sus vellos, no me dejaba bajar más abajo, aunque lo había conseguido en varias ocasiones, había tenido en mí boca sin lugar a duda los gruesos labios menores de mí suegra. La sentí moverse más de lo normal, miré hacia arriba y se estaba corriendo sin duda. No podía fingirlo, y no podía mantenerse de pie. Tiré de su mano y la hice sentar en el sillón. Respiraba entrecortadamente, intentaba recobrar el aliento. Me coloqué entre sus piernas de rodillas y me agaché para oler su entrepierna, me dejó hacer, volví a morder ahora todo su coño, sentía el bulto de sus labios en mí boca, estaba muy caliente. Volvió a resoplar. me levanté y apoyé rápido mí polla en esa zona, sabía que no podía follármela, estaba sentada con el pantalón puesto, y no me atrevía a intentar siquiera bajarlo, ella giró la cara para no mirarme, pero no me apartaba, hice lo que siempre había deseado, subí mis manos y agarré esas dos moles, eran muy blandas, la edad no perdona, pero muy grandes, se movió inquieta, pero no dejé que se levantara, le estaba sobando a conciencia las tetas por encima de la blusa, se dejaba hacer, seguía con la cabeza vuelta, me daba igual sí me dejaba apretar esas ubres. Con un movimiento rápido metí mí mano izquierda por dentro de la blusa y palpé su teta ya directamente con el sujetador solo entre nosotros. Hizo el intento de pararme con la mano, pero agarré con fuerza su pecho y llevé mí boca directamente a morder con fuerza por encima de la blusa. se quedó quieta y resopló, sin duda le gustaba, era incapaz de decirme que parara, era una pasada morder esa teta, era muy grande, la apretaba con fuerza y mordía, lo hacía intentando que se diera cuenta que estaba deseando hacerlo sin tela de por medio, dejé de morder y con la mano derecha tiré de la blusa para levantarla, lo hacía mostrando mucho deseo, para que no se pudiera negar, de pronto me encontré con el sujetador, era de color piel, grande, de vieja, sin ningún tipo de adorno, había tirado con mí mano y le había levantado la blusa dejando las dos al aire. las miré, por un momento me miró a los ojos, estaba muy excitada, lo mismo que yo, abrí la boca y bajé despacio para morder donde abultaba su pezón, lo sentía duro debajo de la tela, se estremeció con fuerza, ella misma acercó su mano, derecha, agarró el filo del sujetador y llevó la izquierda metiéndola por dentro de la copa, se agarró el pecho y tiró con fuerza de él para sacarlo fuera de la prenda, volvió a soltarlo y este cayó con todo su peso, era inmenso, apenas tenía aureola, solo un pezón de un color casi rosa, duro y grande.
Lo miré un momento y me lancé a por él, lo mordí con ganas, tenía en mí boca su pezón, lo tenía entre mis dientes, y pasaba mí lengua por él, Lo estaba mordiendo con ganas, mordía su pecho, esa mole que se movía en mí boca, ya me atreví a cogerla con las dos manos, no podía abarcarla ni con las dos, era inmensa. Muy grande, me gustaba su sabor, olía a jabón, era una pasada apretar esa ubre entre mis dedos, podía ver sus venas marcarse en su blanca piel, yo mismo busqué meter mis dedos por el filo de la otra copa, era tan grande que costaba trabajo sacarla fuera, lo conseguí con trabajo, me abalancé a por ella lo mismo que había hecho antes con la otra. No dejaba de apretar una, y mordía y chupaba con verdadera ansias la otra, mi suegra de vez en cuando dejaba escapar un pequeño gemido, le gustaba, no decía nada, me dejaba hacer, me había apretado más a ella, tenía mí polla rozando su pantalón, la tenía en su coño, sentía como ella también apretaba su cuerpo para conseguir más contacto conmigo.
No sé cuánto tiempo estuve mamando esas tetas, fueron más de quince minutos, tenía los pezones rojos, y señales en sus pechos de los mordiscos y apretones que le estaba dando, ella por lo menos se había corrido dos o tres veces y yo estaba a punto sin siquiera hacer el intento de follar. Solo de refregar mí polla entre sus piernas y de comerme esas tetazas. Me levanté y acerqué mí polla a su cara, primero la miró abriendo la boca, pero seguidamente miró a un lado, estaba claro que no me iba a dejar que me corriera en su boca, pero la verdad es que me daba igual, bajé hasta meter mí polla entre sus tetas, se las sujetaba con las manos y me movía despacio, refregando mí polla entre ellas, era una pasada, tengo una buena polla, y esta desaparecía por completo metida entre esas dos moles. Volvió a atreverse a mirar, desde arriba miraba como aparecía mí capullo entre el canal de sus tetas, le estaba gustando, saqué mí polla de entre ellas y con la mano golpeé uno de sus pezones con mí capullo, lo sentí ponerse duro, mucho más duro, le estaba gustando, le gustaba lo que le hacía, aunque no dijera nada. Pasé mí capullo por su cuello, volvió a apartar la cara, le cogí la cabeza y tiré un poco de ella, intentó hacer fuerza, pero cuando vio que lo que quería era golpear mí capullo en su mejilla, dejó de tirar para arriba, le estaba golpeando con mí polla en la cara, le gustaba, lo notaba por como respiraba, tiré con más fuerza de su cabeza e hice que mirara hacia mí, tenía los labios apretados, y los ojos cerrados, pasé mí capullo por sus labios, por su nariz, le golpeé con ella en la boca, e hice el intento de meterla, no se apartaba, pero no me dejaba meter mí capullo en su boca, comencé a pajearme con más fuerza apretando mí capullo en sus labios, abrió los ojos, sentí como dejaba de apretar y cedía un poco abriendo un poco sus labios, seguía con los dientes apretados, no iba a entrar, pero tenía mí capullo entre sus labios, no pude aguantar, ella sintió que me iba a correr, pero no se apartó, mí primer chorro impacto en el interior de sus labios, cerró los labios y volvió la cabeza, el siguiente impactó en su mejilla, tercero y cuarto apunté hacia abajo e impactaron en su pecho izquierdo, eran chorros con fuerza, ella había vuelto a mirar, los siguientes eran pequeños chorros que solté entre sus tetas, apretándome a ella. Una pasada de corrida, no recordaba una corrida tan placentera desde hacía mucho tiempo. Me aparté un poco de ella, rápidamente se colocó el sujetador, ni siquiera se había limpiado, llevaba mí corrida en sus tetas, con la mano se quitó el chorro que le caía de la mejilla y se lo limpió encima del sujetador, el que tenía en la boca se lo llevó para dentro con la lengua, se limpió los labios con la lengua, yo la miraba sin saber que hacer.
Ella no dijo nada, se levantó y salió de la casa sin siquiera mirar atrás. No sé como había ocurrido, pero me dejó con el solo pensamiento de follármela en cuanto tuviera la oportunidad.