Mi suegra es una putona sin limites.
De cómo descubro que la madre de mi novia es una guarra. Sexo con maduras - Dominación
No es raro que algunos hombres sientan atracción por su suegra. Cuando se comienza un noviazgo, suele ocurrir que la madre refleje muchos de los rasgos que atrajeron de la hija, aunque de una manera madura, que no siempre tiene que ser algo negativo. Eso mismo me pasó a mí con Gloria. Yo tenía 20 años cuando la que por entonces era mi novia, Lucía, me presentó a su madre. Quedé embelesado. Si mi novia tenía un pecho bonito y apetecible, mi suegra mostraba una delantera impresionante. Si el culo de Luisa era redondito y respingón, mi suegra tenía un culazo que quitaba el hipo y unos buenos muslos que pese a su edad se mantenían bien torneados. Mi novia era más guapa, porque su juventud le daba una hermosura y una frescura con la que su madre no podía competir, pero eso no quería decir que mi suegra fuera fea, ni mucho menos.
No podría decir que estuviera enamorado de Luisa, aunque lo pasábamos bien y el sexo era cada vez mejor. Cuando comenzamos ella se sentía muy insegura, pero poco a poco le fue cogiendo el gusto y estaba más que dispuesta a contentarme con todo lo que lo que yo le pidiera. Me gustaba pensar que estaba emputeciendo a esa muchacha tan inocente de 18 años. Con ella encontré la oportunidad de llevar a cabo algunas fantasías que anhelaba desde la adolescencia, fomentadas por una considerable dosis de porno y mucha frustración acumulada. Había tenido otras novias más mojigatas, las cuales se negaban a casi todo, pero Lucía apuntaba maneras de auténtica guarra. Quizás lo había heredado de la madre, o eso me gustaba imaginar a mí.
El marido de Gloria había sido militar de bastante graduación que murió en un accidente estando de servicio. Eso ocurrió de diez años atrás, desde entonces mi suegra quedó cobrando una buena pensión que le aseguró una posición cómoda para ella y su hija. Según decía Lucía, su madre salía de vez en cuando con sus amigas a bares de esos que frecuentan gente madura: divorciados, viudos, etc. Es posible que se enrollara con algún que otro hombre que conociera en esos sitios, pero al parecer ninguno de esos rolletes habría sido nada serio. Yo imaginaba que Gloria era una de esas mujeres que no había disfrutado de la vida. Por lo visto, su marido había sido un hombre muy formal, muy católico. Lucía me contó que dormían en camas separadas y su madre le había dado a entender que en las cuestiones de sexo su padre había sido muy soso. Así que yo alimentaba la idea de que Gloria era una mujer madura insatisfecha y deseosa de sexo, que solo esperaba una excusa para dar rienda suelta a sus instintos. Movido por esa intuición decidí forzar las cosas de alguna manera. Cuando iba a su casa no desaprovechaba la menor oportunidad de introducir algún comentario picante en la conversación, aspirando a distinguir señales de que estaba realmente tan caliente como yo pensaba. Mi suegra se reía divertida, sin mostrar incomodidad por mis groserías, lo cual resultaba esperanzador, mientras que mi novia protestaba, aunque también entre risas. Verlas ante mí, tan guapas y apetitosas, como dos versiones de una misma mujer, me ponía a cien. Me gustaba pensar que las estaban a mi disposición si jugaba bien mis cartas. Después, cuando me enrollaba con Lucía pensaba en su madre y tenía que contenerme para no decir su nombre. Por ejemplo, mientras mi novia me la chupaba me imaginaba que Gloría estaba allí, dándole indicaciones a su hija mientras me sonreía y guiñaba el ojo, explicándole con sabiduría de madre como debía lamerme el glande o apretar los huevos para darme más gusto.
Tenía yo por esa época un amigo, Guillermo, con el que tenía suficiente confianza como para contarle estas cosas. -Joder, eres un cabrón, Edu. Tienes a dos putitas a tu disposición. Deja algo para los demás.- Me decía siempre mi colega Guille. Desde el colegio habíamos compartido confidencias, pero sobretodo muchas revistas porno. Guille solo había visto una vez a mi suegra y por supuesto coincidía conmigo en que estaba muy buena. Yo lo calentaba con comentarios sobre ella y los dos nos encendíamos inventando las cerdadas que íbamos a hacerle. A veces incluso dejaba que mi novia saliera en esas fantasías. Lejos de molestarme de que se calentara pensando en mi novia y mi suegra, le alentaba. Él no era precisamente un Adonis, estaba gordo y no era precisamente guapo. Estaba siempre a dos velas en cuestión de faldas, con una excitación permanente. De vez en cuando se iba de putas, prefiriendo irse con las más rastreras para poder pedirles guarradas de todo tipo. Me divertía calentarlo, llevarlo hasta el límite. La verdad es que yo era un cabrón por esa época, no sentía demasiados escrúpulos, solo pensaba en satisfacer mis impulsos cada día más perversos. Un día le pregunté a mi suegra si podía invitar a Guille a la piscina y a ella le pareció bien. Mi amigo se pasó toda la tarde al borde de la piscina, casi sin bañarse, observando a mi novia y a mi suegra en bikini. Se tocaba de vez en cuando la bragueta, con cara de no poder aguantarse más. Yo me acercaba y en voz baja le decía cosas sobre ellas:
-Que hija de puta mi suegra, las tetas se la van a salir en cualquier momento, mira, mira. ¿Y has visto el tanga de Lucía? La tira de atrás la tiene totalmente metida en el culo.
Mi colega abría los ojos al máximo, con cara de tener el rabo a punto de explotar. En un momento dado preguntó dónde estaba el baño. Cuando regresó me dijo que se había hecho una paja, que no había podido más. Y yo me tronchaba de risa.
Tras un tiempo de pasar por casa de mi novia, mi suegra fue cogiendo mucha confianza conmigo, quizás porque ya me consideraba parte de la familia. Cuando llegó el verano comenzó a ir con vestidos de esos de andar por casa más bien cortitos. A veces no llevaba sujetador y los pezones se le apreciaban con claridad o sus tetas bamboleaban libremente con el menor movimiento. A mí eso me volvía loco y me gustaba imaginar que lo hacía para excitarme. Inevitablemente, mi novia terminó por pillarme mirando a su madre. Para salir del apuro se me ocurrió decirle:
-¿Qué quieres? Uno no es de piedra y tu madre todavía está de buen ver.- Después le señalé a ella de arriba abajo y le dije eso de que de tal palo tal astilla. Aquello le hizo gracia y lejos de enfadarse nació una especie de complicidad respecto al hecho de que su madre me atrajera. Para ella se convirtió en un juego, sin embargo, cada vez que me hacía un comentario sobre el tema yo prefería quitarle importancia, pues no quería que supiera hasta qué punto su madre me hinchaba el rabo. Pero lo cierto es que esa mujer me estaba obsesionando. En mi cabeza crecía un plan y estaba cada vez más dispuesto a llevarlo a cabo.
Mi oportunidad llegó cuando mi novia se fue unos días a Madrid para visitar a una prima que había tenido mellizos. Ella quería presentarme a esa parte de su familia, pero yo puse la excusa de que debía estudiar los exámenes de final de curso (estaba estudiando derecho). Evidentemente, tenía en la cabeza otra cosa. El sábado, tras despedir a Lucía en la estación de tren, fui a directamente a su casa, sabiendo que su madre iba a estar allí. Mi pretexto era que necesitaba unos libros que había dejado en el cuarto de Lucía. Ella me abrió la puerta. Se sorprendió, pero me dijo que entrara, sin sospechar nada de mis intenciones. Subí a la habitación de mi novia e hice algo de tiempo antes de bajar. Escuche que Gloria estaba en la cocina, seguramente preparando la comida, pues aunque disponía de dinero prefería llevar ella misma las faenas de la casa, solo con la ayuda de una asistenta un día a la semana. Me asomé a la cocina y allí estaba, fregando unos platos. La observé en silencio. Tras un rato le dije:
-Gloría, no he encontrado el libro, seguramente esté en mi casa.
-Vaya, bueno, seguro que lo encuentras.
-Sí, eso espero. Bueno,… pues nada, yo… me voy- No sabía que decir, mi plan acababa ahí. No estaba muy seguro de cómo aprovechar la situación,… pero ella me lo puso en bandeja:
-¿Ya te vas, Eduardo? Estaba pensando en tomarme un té frío. ¿Te apetece?
-Pues sí, con el calor que hace no te puedo rechazar eso.
-Espera en el salón, ahora llevo las cosas.
Me senté a la mesa y ella fue trayendo vasos, servilletas, una jarra llena de té y un plato con picoteo. Me sentía un señor viendo a esa mujer yendo y viniendo, sirviéndome como si fuera mi criada. Llevaba un vestido de andar por casa que era como una camiseta larga. Le veía las piernas hasta medio muslo. Iba descalza. Comencé a mirarla con más descaro, apuntando con la mirada sus tetas o sus piernas, deseoso de que ella presintiera mis verdaderos intereses. Al poco ya estábamos tomándonos el té, hablando despreocupadamente. Decidí ir llevando el tema hacia un terreno favorable a mis planes:
-Lucía ha ido a ver a su prima con mucha ilusión, le encantan los niños, más de la cuenta para mi gusto. Cualquier día te damos una sorpresa.- Le dije entre risillas.
-Por dios, toco madera, toco madera.- Respondió mientras le daba a la mesa con los nudillos.- Déjate de tonterías. Ahora os toca vivir la vida, que sois muy jóvenes.
-Bueno, nosotros tenemos cuidado, pero tú sabes, ningún método es infalible.
-Claro, claro.- Noté que se estaba ruborizando con mi comentario tan directo. Era el momento de abordarla un poco más.
-Oye Gloria, ¿Tú no tienes pareja?
-No.- Dijo, sorprendida por la pregunta.
-¿Y eso? No me puedo creer que no hayas encontrado a nadie.
-Bueno, no es que me disguste la idea, pero… yo que sé, me veo tan mayor… digamos que prefiero estar tranquila. A mi edad…
-Oye, que tampoco eres una anciana, Gloria, joder.
- Ay, Edu, a partir de los cuarenta todo es cuesta abajo. Además, no está el mercado como para hacerse muchas ilusiones.- Me dijo con una sonrisa.
-Venga ya mujer. Podrías elegir entre muchos tíos. Pero si estás mejor que muchas chavalas jóvenes que conozco.
-Bah, buscar pareja con mi edad es un engorro. Respecto a lo otro: no se puede tener el cuerpo de una chica de 20 años toda la vida jajaja.
-Ni falta que te hace. A mí Lucía me gusta mucho, qué duda cabe, pero pienso que tú estás igual de buena, y si me tiras de la lengua yo diría que incluso más.- Solté eso sabiendo que quizás me había pasado de la raya, pero quería provocarla fuera como fuera. Ella me miró seria durante unos segundos. Quizás iba a reñirme por mis palabras. Pero no lo hizo. Por fin dijo:
-Es halagador, Edu, pero que no se entere Lucía que me dices cosas así….
-¡Al contrario! Ella siempre está bromeando con eso, dice que tú eres mi “otra novia”, porque sabe lo que pienso.- Yo sentía un hormigueo en el estómago, pues la cosa se estaba encaminando hacia donde yo esperaba.
-Desde luego, cómo eres Edu, siempre con el cachondeo…
-De cachondeo nada, me parece que eres una mujer muy guapa, que estás buenísima.
Ella se ruborizó aún más y eso la hizo más apetecible, pero temí que me estuviera pasando. Hubo un silencio incómodo y seguimos tomando el té. Estaba claro que no podía dejar pasar ese momento, algo me decía que debía lanzarme sobre mi presa. Decidí apostar fuerte. Esperando que no me saliera el tiro por la culata me levanté y fui a su lado. Ella miraba la mesa, se veía nerviosa y sin saber que hacer. Así que le cogí la cara con una mano y se la levanté hacia mí. Nos miramos un momento y después la besé. Primero suavemente, después le metí la lengua. Ella apartó la cara tras un momento.
-Edu, por favor, ¿Qué estás haciendo? Esto no está bien, de verdad. Piensa en mi hija, es una locura.
-Llevo mucho tiempo deseando hacer esto… ummm.Tu hija no tiene por qué enterarse.
Gloria me miró muy sería. Se veía que estaba luchando con sus escrúpulos morales y temí que fuera a pedirme que me largara, así que la besé de nuevo, sujetándola con cierta fuerza para que viera que no iba a dejarla escapar tan fácilmente. Le metí la lengua en la boca y ella se dejó hacer, aunque tensa. Sin embargo, después noté como su cuerpo se aflojaba y poco después me puso las manos en la espalda. Comprendí que me la estaba llevando al huerto, que estaba venciendo sus resistencias. Aunque no debía confiarme, era ahora o nunca.
-¿Vamos al sillón?- Tiré de su mano y ella se levantó de la silla. Caminamos hasta el sillón, nos sentamos juntos y seguimos besándonos. Comencé a magrearle los pechos, sintiendo bajo la tela los pezones ya duros. Por mi parte, tenía la polla como una piedra. Palpé sus muslos y metí la mano bajo su vestido, llegando hasta las bragas. Sorprendentemente, ella no se resistía en absoluto, ni siquiera para guardar un poco las formas. Más bien al contrario, respiraba cada vez más agitadamente, señal de que estaba excitada. Mi corazón también estaba latiendo muy rápido, pues comprendí que esa mujer iba a ser mía.
-Mira como me la has puesto.- Le dije señalando mi bragueta. Tras un titubeo, ella acercó su mano hasta mi paquete y apretó suavemente. Su docilidad me estaba excitando cada vez más. ¿Una mujer como ella a mi disposición? Así que mis sospechas tenían fundamento, realmente estaba tan caliente como yo creía. Pensaba aprovecharlo hasta las últimas consecuencias y seguí tocándole con ganas, apretando sus tetas con más empeño. Necesitaba verla y tocarla mejor.
-¿Te quitas el vestido?- Le pedí. Ella no dijo nada, sencillamente se levantó ante mí y se sacó el vestido, quedando solo con unas bragas de color celeste. La miré, disfrutando la visión de sus grandes tetas.
- Las bragas.- Le dije con más dureza, quería probar hasta qué punto llegaría su docilidad. Ella obedeció sin más y se bajó la prenda hasta los tobillos. Su coño estaba bastante rasurado, tenía pinta de estar riquísimo. Hice una señal con el dedo, como indicando que se girara. Y ella se dio la vuelta y así pude verle el culazo que tenía. Tras un momento se giró de nuevo hacia mí. Me quedé mirándola de arriba abajo, todavía sorprendido de la facilidad que había conseguido realizar mi plan y anticipándome al festín que pensaba darme con ese cuerpo irresistible.
-Siempre he sospechado que eras una calentorra, Gloria.- Ella miró hacia el suelo. Acerque una mano a su coño y lo toqué, estaba húmedo. Separó un poco las piernas y con los dos pulgares removí sus labios vaginales, abriéndolos suavemente. Ella cerraba los ojos, respirando cada vez más rápido.
-Ven, que me la vas a mamar.- No podía esperar más. Me abrí la cremallera y me bajé los pantalones junto con los calzoncillos. Mi polla dio un respingo, pues estaba más dura que una piedra. – Arrodíllate aquí.- Dije señalando entre mis piernas. Ella obedeció y de rodillas se quedó mirando mi polla. En su mirada pude detectar las ganas que tenía de metérsela en la boca. Estaba claro que había encontrado un filón de mujer. Hice un gesto con la cabeza y no hizo falta nada más para que mi suegra me agarrara el nabo por la base y se lo metiera en la boca, comenzando a succionar con ganas, bajando y subiendo a lo largo de mi polla. Yo sentía un gusto indescriptible.
-Umm que bien, que ganas tenía de tenerte así, pedazo de… puta.- No me pude contener, pero tratarla así me encendía muchísimo. Así que seguí llamándola de todo: cerda, putona, guarra…, pero a ella no pareció molestarle que le hablara así. Al contrario, chupaba con más intensidad cada vez que le decía alguna barbaridad. Me miraba y seguía mamando, aplicada en su tarea con total devoción. Yo debía concentrarme para no correrme rápido, pero la situación era tan excitante que poco más podría aguantar. – Chúpame los huevos, chúpame los huevos.- Rebuscó con la lengua bajo la polla y me lamió las pelotas. Chupó mis huevos hasta dejármelos totalmente impregnados de saliva y cuando estaba a punto de correrme le dije que parara. Me levanté y me coloqué detrás de ella. Le abrí las nalgas y pude verle bien el coño y el agujero del culo. Gloria se apoyó en el sillón con los codos y empinó más el culo, como pidiendo que la follara. No esperé más, se la metí bruscamente y ella lanzó un fuerte grito. Embestí como un loco, meneando el culo con fuerza para llegar lo más adentro posible. Dentro de mí cuerpo bullía un gusto enorme que se transmitía a través de los huevos hasta la punta de la polla. Mientras la taladraba le apretaba el culo grande y macizo con mucha fuerza, dejando en su piel la marca de mis dedos. Me hubiera gustado follárselo, reventarle el culo, pero por el momento me conformé con escupir en el agujero y meterle parte de un pulgar. Pareció gozarlo, pues gemía de puro gusto, así que le metí más adentro el dedo mientras le daba fuertes empellones en el coño. No tuve que darle demasiado para que se corriera entre gritos ahogados. Yo tampoco tardé mucho más. Cuando sentí que la leche se acercaba a la punta le saqué la polla a toda velocidad y solté encima de ella varios potentes chorros de semen. Miré la espalda de mi suegra, o mejor aún: la espalda de la puta de mi suegra, toda llena de mi leche. Era algo fuertísimo. Agotado, me dejé caer a un lado, todo sudoroso. Apoyé mi espalda en el asiento del sillón y ella apoyó la cabeza en sus brazos, aun con el culo en pompa. Así quedamos mirándonos los dos. En su rostro había relajación y alivio, estaba radiante, aunque poco a poco se puso seria y miró para el otro lado. Temí que se estuviera arrepintiendo de lo que había hecho.
-Gloria, no te preocupes, no hemos hecho nada malo. Tienes todo el derecho a disfrutar de tu cuerpo y tu hija no tiene por qué enterarse de nada.
-Pobre Lucía, vaya madre que tiene.- Dijo con voz preocupada.
Le cogí la cara bajo la barbilla. Ella me miró un poco asustada. Comprendí que este era el momento crucial, pues debía dejar claro quien dominaba la situación. Así que le dije con brusquedad:- Déjate de tonterías. Te ha encantado follar conmigo. ¿Verdad?-. Ella no dijo nada, pero indiscutiblemente había disfrutado de la follada.
-No te preocupes, será nuestro secreto. A partir de ahora serás mía, ¿Lo entiendes?- Ella me miró un momento y asintió tímidamente. Le acaricié suavemente la cara y la boca. Deliberadamente le puse sobre los labios el dedo que le había metido en el culo. Seguramente, ella olía sus propias substancias anales, pero no pareció importarle. De hecho, sacó la lengua y chupo el dedo mientras me miraba directamente a los ojos. Extasiado se lo metí entero en la boca y lo chupó como si fuera una pequeña polla. Me estaba dejando claro que era una guarra y que estaba dispuesta a todo lo que yo le pidiera. Sentí que me excitaba de nuevo, la polla se me empinó sin remedio, pues la situación era demasiado excitante como para permanecer impasible. Empalmado, me levanté y me puse de tal manera que la polla estuviera al lado de su cara. Ella la miró y detecté en sus ojos que tenía más ganas de polla. Acercó la boca y comenzó a lamerla a todo lo largo, como una perrita que chupara un hueso. .-Abre la boca.- Le dije, después le sujeté la cabeza y se la metí de golpe para follarme su boca, llegando con mi rabo hasta el fondo.
-Cométela bien, guarra. Cómete mi polla y déjamela bien limpia, pedazo de guarra.- Meneaba frenéticamente el culo, penetrando su boca sin piedad. Ella se agarró con fuerza a mi culo con ambas manos, llegando a clavarme las uñas. Al poco, ya caía de su boca caía un hilo de saliva hacia el suelo. Hizo ruidos como de atragantarse, pero no paré, más bien al contrario. Hasta hacía un rato ella era mi suegra, una mujer decente a la que trataba con todo respeto, pero ahora era una putona a la que estaba follando la boca con todas mis ganas. Ya no había vuelta atrás, era una puta y era mía, pensé con satisfacción. Tras un instante sentí que me iba a correr de nuevo y sujeté la cabeza de Gloria fuertemente. De pronto, la leche salió disparada hacia su garganta y ella sufrió gran una arcada. Le solté para que pudiera apartarse y un borbotón de saliva y leche salió a presión de su boca. Incluso de su nariz salía parte de esa mezcla asquerosa. Respiraba entrecortadamente, mientras los colgajos le caían sobre las tetas. Yo miraba el cuadro con fascinación: ahí estaba mi suegra, despatarrada en el suelo con todo el coño abierto. Su cara y sus tetas estaban llenas de leche y saliva. Sacaba la lengua intentando respirar y sacar los restos que aún había en su garganta. La había tratado como a una vulgar puta de carretera. De pronto, temí que me hubiera pasado. Ahora tocaba ser zalamero. Me acerqué lentamente y le acaricié la cara.
-¿Estas bien? Perdona si he sido tan bruto, pero me has puesto a cien…
-Sí… sí. Estoy bien, tranquilo- Dijo con la respiración algo más tranquila.
-¿Te ha gustado?
-Sí.- Me dijo mirándome. Comprendí que estaba agradecida de cómo la había tratado. Estaba claro que le gustaba que le dieran caña, reflexioné. Tras un matrimonio tan insatisfactorio, y después con la soledad y la sequía sexual durante varios años de viudedad, Gloria había descubierto dentro de sí el anhelo de ser humillada y tratada con rudeza. Su ansia de placer la había pervertido sin ella misma ser consciente del todo, o quizás lo sabía, pero no se había atrevido a dar curso libre a esas apetencias extremas. Posiblemente por eso no había tenido ninguna relación tras morir su marido, por miedo al escándalo y a los escrúpulos morales. Pero su cuerpo exuberante, largo tiempo adormecido e ignorado, pedía placer de las maneras más intensas. Solo había hecho falta encender la mecha para que su ansia de morbo explotara. Y yo, por supuesto, estaba más que dispuesto a darle lo que necesitara.
Tras serenarnos un poco, comenzamos a arreglarnos y nos despedimos. Lucía iba a estar unos días fuera, así que por el momento teníamos vía libre y quedamos en vernos al día siguiente. Conduciendo de camino a mi casa (aún vivía con mis padres) yo no cabía en mi pellejo, de solo pensar que una mujer así estaba a mi estera disposición sentía que volvía a tenerla tiesa. Al llegar a mi casa llamé a mi amigo Guille y le conté lo que había pasado, con todo lujo de detalles.
-¡Lo sabía! Sabía que era una puta. Vaya tía guarra. Cuanto me gustaría que me la prestaras, cabrón.- Me dijo por teléfono. Estas últimas palabras de Guille me hicieron cavilar y mi cerebro enfermo ya estaba dando vueltas para inventar algún plan morboso. Al día siguiente era domingo y me planté en casa de Gloria al mediodía. Por teléfono le había dicho que me recibiera vestida de alguna forma especial. Así que cuando me abrió la puerta me encontré con Gloria esperándome con una bata que se quitó nada más cruzar yo la puerta. Solo llevaba medias y liguero de color rojo, más unos tacones del mismo color que realzaban su figura. La miré embobado. Esa se dio la vuelta para que la viera también por detrás. Con la lencería y el coño al aire parecía una furcia de lujo. Al girarse de nuevo hacia mí se le menearon las tetas. El pelo moreno lo llevaba recogido en una cola y se había maquillado con colores más intensos de lo que solía hacerlo, lo cual hacía resaltar aún más su apariencia de buscona. Estaba claro que había asumido a la perfección su nueva condición de guarra. Me acerqué a ella y le agarré las tetazas, apretándolas bien. Ella me dejó hacer. Tomé uno de sus pezones y lo pellizqué. Su respiración se estaba acelerando.
-Te has vestido de putona para mí.
-Pensé que te gustaría.- Me contestó de forma coqueta. La rodee para mirarla bien. El culo lo tenía abombado, pero aun tan firme y apetitoso como la de una chica de 20 años. De improviso le di un palmetazo y ella gritó sorprendida, pero no hizo amago de apartarse de mí. Volví a darle otro azote, esta vez tan fuerte que le dejé la mano marcada en una nalga. Como ya no le cogí por sorpresa, solo gimió, aunque nosabía si de dolor o de placer. Pensaba darle caña y esto era dolo el principio
-Gloria ¿Eres mi puta?
-Sí.- Dijo tras unos instantes, con la voz entrecortada.
-Arrodíllate.- Le ordené. Cuando lo hizo me puse ante ella y me saqué tranquilamente la polla. Ansiosamente, ella la agarró y comenzó a chupar.
-Eres mía y harás todo lo que yo te diga.- Le dije mientras ella me la mamaba sin dejar de mirarme a los ojos. Chupaba con ganas, recreándose. Era el momento de darle la sorpresita: -En un rato vendrá mi amigo Guille, vamos a pasarlo muy bien, ya verás-. Gloria abrió mucho los ojos y dejó de chupar.- Edu, pero yo…- Me dijo, aunque yo la mandé a callar en el acto.
-Shhh. No pasa nada. Cuando se enteró de que eras una putona me suplicó que le dejara participar. Es mi colega, no he podido negarme, pero no te preocupes, mantendrá el secreto. Tú haz lo que yo te diga.- Le acaricié la cara y ella no dijo nada. Seguramente estaba pensando en que la situación se le había ido de las manos, que yo podría irme de la lengua, contárselo a su hija. El escándalo sería mayúsculo. No tenía más remedio que aceptar. Retomó la mamada con resignación, pero justo en ese momento sonó el timbre. Seguro que era Guille. Gloria se apartó con prisas y se sentó en un sillón, se le veía muy nerviosa, incluso angustiada. Yo abrí la puerta y ahí estaba Guille. Entró en el salón y vio a Gloria sentada. La miró muy intensamente, pero no dijo nada. Ambos me miraron a mí, como esperando a ver que decía. Al parecer yo iba a ser el maestro de ceremonias de la velada.
-Gloria ¿No saludas a Guille?
Ella se levantó lentamente y comenzó a caminar hacia nosotros. A causa de sus tacones andaba con sensualidad. La estampa era impresionante. Sus tetas se meneaban a cada paso. Sus muslos y su coño, enmarcados por las medias y el liguero, estaban totalmente expuestos. Su cara, pintada de forma provocativa, dejaba claro que era una putona a nuestro servicio. Guille la miró asombrado, comiéndosela literalmente con los ojos.
-Hostias…- Dijo con los ojos desorbitados, viendo como se le acercaba mi suegra.
-Hola Guille.- Le dijo Gloria y cuando estuvo a su altura le dio un par de besos, como si la situación fuera perfectamente normal. Se quedó frente a él, a la espera. El contraste entre el cuerpo fofo de Guille y la monumental belleza de Gloria era más que evidente. Él le miró las tetas, prácticamente babeando. No tardó mucho en reaccionar. Con un impulso irrefrenable la rodeo con los brazos con todas sus ganas, estrechándola contra su barriga. Movía las manos frenéticamente, parecía que quería tocarle todo a la vez. Le palpo el coño, le chupó los pezones y los hombros, le besó metiéndole la lengua torpemente. Así estuvo un rato. Volvió a abrazarla. Bajando las manos, le agarró las nalgas y apretó con todas sus ganas. Gloria soltó un gritito. Guille no podía creerse que estaba manoseando a una mujer como esa y que estuviera totalmente a su disposición. Gloria realmente se dejaba hacer, había asumido que era el juguete de esos dos jóvenes pervertidos. Quizás la idea no le disgustaba del todo, pues se le notaba menos tensa. Incluso me sonrió con cara de circunstancias mientras Guille palpaba su cuerpo. Él se agachó y le miró de cerca el coño, abriéndolo con los pulgares. Gloria suspiró profundamente. Después Guille se puso detrás de ella y le abrió la raja del culo, mirando con toda atención su ano. Se lanzó a chuparlo, pasando la lengua por encima e intentando meterla. Estaba disfrutando como un loco el cabrón.
-Que culo más rico tiene la hija de puta.- Me dijo mirándome de reojo. Después se dirigió a mi suegra.- Ven, apóyate aquí.- La agarró por el brazo y se la llevó junto a una mesa. Gloria, obediente, se apoyó y mantuvo el culo empinado y las piernas algo abiertas. Guille le metió un dedo bruscamente y luego añadió otro más. Gloria gemía mientras mi amigo le dilataba el ano sin contemplaciones. Yo me saqué la polla y comencé a masturbarme mirando el espectáculo. Guille se quitó atropelladamente los pantalones y se sacó una polla gruesa con muchas venas hinchadas. Yo no le había visto nunca el miembro y quedé patidifuso. Menudo hijoputa, vaya tranca que gastaba. Escupió en el agujero del culo con cara de no poder aguantar más y tras colocar la punta del rabo en la entrada del ano empujo con todas sus fuerzas. El muy bruto le había metido la polla entera de un solo movimiento. Gloria lanzó un grito de dolor.
-Toma cabrona, esto es lo que querías, puerca, que eres una puerca.- Le soltaba Guille, el cual estaba en plena exaltación fornicadora. Temí que hiciera demasiado daño a mi suegra, pero ella, tras unos minutos de bombeo anal, ya estaba aullando de puro gusto. Se ve que a la muy puta le encantaba el gordo rabo de mi colega. Pasó un poco más hasta que Guillermo comenzó a lanzar gritos que, me temía, podían escucharse fuera de la casa:- Toma mi leche, cerda, te voy a rellenar el culo,… aaaahhh.- Se quedó quieto de pronto, respirando agitadamente. Poco a poco sacó la polla.
Ahora era mi turno. Me acerqué al culo de Gloria y antes de que comenzara a evacuar la leche de Guille yo le metí también mi polla y comencé a follarla agarrado a sus caderas. No me costó nada follarle el culo, pues se le había quedado muy abierto tras la visita de mi amigo. Inmediatamente, Gloria retomó sus gemidos. La tía estaba disfrutando como no se había imaginado. Entre la follada de Guille y la mía, ya se habría corrido varias veces a juzgar por sus incesantes gritos y gemidos. Mi colega se iba a sentar en un sillón para ver cómodamente la follada, pero le pedí que fuera a la cocina a por un vaso. Cuando volvió yo ya me estaba corriendo. Saqué la polla muy despacio y puse el vaso justo debajo del agujero. Sin tener ella que hacer fuerza alguna, comenzó a caer un buen chorro de leche de color algo parduzco, señal de que se había mezclado con las substancias propias del interior del ano. El vaso se llenó con un par de dedos de la mezcla de mi leche y la de Guille. Entonces, mi suegra se dio la vuelta, miró el vaso con leche que yo le ofrecía y después a nosotros. Sabía lo que queríamos.
-Vamos, guarrona, bébetelo.- Insistió mi amigo. Ella cogió el vaso y tras titubear se lo llevó a los labios para tragarse de golpe su contenido. Inmediatamente sufrió una gran arcada, era consciente de que la leche venía directamente de su ano y además debía saber asquerosamente. Con movimientos espasmódicos, Gloria no podía refrenar las arcadas, se inclinó y terminó por vomitar algo más que la mezcla de semen. Yo y Guille mirábamos entre asombrados y dichosos. Que cabrones éramos, estábamos disfrutando tratando a mi suegra como una auténtica puerca. La visión de ella en esas condiciones llegaba a unas cotas de morbosidad y decadencia con las que no habíamos contado. Me temí que hubiéramos cruzado el límite de lo que Gloria estaba dispuesta a aguantar para satisfacer sus ansias de placeres extremos. Fui corriendo al baño a por papel higiénico y cuando volví ella estaba más tranquila. Le acerqué el papel para que se limpiara la boca. A sus pies estaba el charco de vómito.
-Gracias… ¿Por qué no vais a la piscina? Yo voy a limpiar aquí y después voy para allá ¿Vale?- Le hicimos caso y salimos al patio. Nos quitamos la ropa y nos lanzamos a la piscina en pelotas, era absurdo demostrar pudor a estas alturas. Al rato apareció Gloria. Se había limpiado el maquillaje de la cara y llevaba uno de los chándals que usaba en casa, parecía una mujer enteramente diferente a la de antes. Llevaba dos cervezas. Nosotros salimos del agua y nos acercamos. Por mi parte le agradecí la cerveza con normalidad, pero Guille le dio un guantazo en el culo y dijo burlonamente: -Gracias putona.
Gloria, inesperadamente, le soltó a mi amigo una hostia en toda la cara, de tal manera que la cerveza se le cayó y se rompió en el suelo. Él se llevó una mano a la mejilla y miró a mi suegra con cara de espanto. Comprendí perfectamente lo que había pasado. Ella estaba dispuesta a ser nuestra cerda particular, pero había que diferenciar entre los momentos reservados al morbo y el resto del tiempo, en el cual exigía se tratada con total respeto. Era lo justo. Guille también pareció comprenderlo y se disculpó con ella. Así que nos bebimos la cerveza y hablamos durante un rato con total normalidad, como si allí no hubiera pasado nada. Guille se fue y yo también debía despedirme, pues Lucía llegaba en pocas horas y tenía que recogerla en la estación de tren. Justo cuando iba a salir por la puerta Gloria se acercó a mí y me dio un beso en los labios con mucha suavidad.
-Lo he pasado muy bien Edu, muchas gracias por todo.
Yo salí de allí con el rabo tieso, pensando ya en las nuevas marranadas que nos esperaban.
Fin
(Continuará)