Mi suegra Candela
Durante una vacaciones, mi suegra Candela y yo descubrimos una pasión desenfrenada.
Mi nombre es Juanjo, tengo veintisiete años y hace siete años me case con Lucía, tuvimos un hijo, Darío, que ahora tiene seis añitos. Lucía falleció hace tres años de una grave enfermedad y desde ese día me dedico en cuerpo y alma al cuidado y educación de mi hijo. Pero esto no podía hacerlo sólo y gracias a mis suegros, Candela y Vicente, mi hijo tiene todos los cuidados necesarios. Mis suegros quieren con locura a su nieto, saben que es el único que van a tener y le consienten todo, es el rey de casa. Candela es la que se encarga de llevar y recoger al niño del colegio, le da de comer y por la tarde me lo trae a casa para que cene y duerma en casa. Y así todos los días, yo no puedo estarle más agradecido
- Candela, ¿qué haríamos sin ti? Te tengo esclavizada con el niño.
- ¿Esclavizada? ¡Dios mío! Pero si este niño es mi vida, si el día que no le veo me siento vacía. Vicente se va a trabajar y no aparece hasta la noche.
- Candela, solo quiero decirte gracias por todo lo que haces por nosotros, que te considero una segunda madre para Darío y para mí también.
Y ahí nos abrazamos y rompimos a llorar recordando a Lucía. De vez en cuando teníamos esos momentos de bajón, Darío nos miraba y sin comprender nada, se abrazaba a nosotros.
Desde la muerte de Lucía no había tenido vacaciones, mi suegros se iban al pueblo de él y se llevaban al niño, si podía iba los fines de semana a verlos, pero no siempre era posible hacerlo. Aquel año, Candela me dijo
- Estoy harta de ir a ese pueblo, cada año es más aburrido y cada vez queda menos gente ahí. Este año quiero ir a la playa, el niño se divertirá mucho.
- De acuerdo, alquilamos un apartamento y os vais.
- ¿Cómo que “os vais”? Nos vamos todos, tú también te vienes. Llevas tres años sin vacaciones, tienes que descansar.
- Haré lo que pueda, hablaré con la empresa para que vayan buscando a alguien que me sustituya.
- Así lo espero,
Mi suegro la verdad es que no pinta nada allí, es un “calzonazos”, en esa casa se hacía lo que dijese ella. En parte me da pena, porque es muy buena persona, pero de bueno parece tonto. Y eso lo dice su propia mujer, aunque a sus espaldas claro.
Alquilamos el apartamento y allí que nos fuimos, nunca había visto a mi hijo disfrutar tanto, él nunca había estado en el mar y aquello le dejó alucinado. Por la mañana, Candela hacía irse a su marido a coger sitio en la playa, mas tarde después se ponía de bote en bote, se llevaba al niño con él y allí nos esperaban. Uno de esos días me levanté mas tarde de lo habitual, Vicente ya estaba en la playa con el niño. Cuando salí de mi cuarto para ir al servicio, al pasar por delante de la habitación de mis suegros pude ver a Candela en él, estaba completamente desnuda y vuelta de espaldas a la puerta, se iba a poner el bañador. Yo me quede inmóvil observándola, en principio no se dio cuenta, pero cuando se volvió me pillo espiándola. En un primer momento ella se cubrió su cuerpo con el bañador, pero a continuación se descubrió y me dejó observar su cuerpo.
Tenía un cuerpo rellenito y con un poco de celulitis, le sobraban unos kilos pero aun así, su cuerpo era muy excitante. Tenía unos pechos grandes y ligeramente caídos, con unas areolas inmensas de color oscuro y unos pezones grandes. Su pubis lo tenía un poco descuidado, tenía una mata de pelo negro como el carbón. Nos mirábamos fijamente, ella bajó la vista a mi entrepierna y pudo observar que tenía una erección tremenda, no apartó la vista del bulto. En ese momento sonó el móvil y nos sobresaltó. Candela contestó mientras yo me iba al servicio, era el marido para preguntar por qué no bajábamos. Si no hubiera llamado, no sé lo que hubiese pasado, en ese momento no estaba pensando con la cabeza sino con la polla.
Nos vestimos y sin decir ni una palabra bajamos a la playa. Candela y yo estábamos un poco tensos, por suerte mi suegro que no es muy avispado no se dio cuenta de nada.
- Juanjo, anda vamos a bañarnos. Vicente quédate con el niño, y no le dejes que tome mucho el sol.
- De acuerdo
Cuando ya estábamos dentro del agua y separados del resto de la gente, miré fijamente a Candela
- Siento mucho lo de esta mañana, no era mi intención espiarte.
- No te preocupes, yo debería haber tenido más cuidado y cerrar la puerta.
- Hace tanto tiempo que no veía…
- Sé que lo debes estar pasando muy mal, eres joven y entiendo tus necesidades.
- Sí, pero me avergüenza que creas que te espío.
- Anda, no te preocupes más, cariño –y me dio un beso en la mejilla-. Si te soy sincera, a las mujeres de mi edad nos gusta que los chicos jóvenes se fijen en nosotras, nos hace sentir jóvenes y deseadas. – Y me guiño un ojo.
Me quede paralizado, no sólo no la había molestado sino que incluso le había gustado que le viese desnuda. Mil pensamientos a cada cual mas descabellado cruzaban por mi cabeza, ¿se me había insinuado mi suegra? ¿O eran imaginaciones mías? Tenía la cabeza hecha un lío y durante el resto del día no pude apartar esas preguntas de mi mente. Y ella no hacía nada para despejarme de dudas, si cruzábamos las miradas ella me sonreía y me guiñaba un ojo. Esa noche apenas pude dormir, a la mañana siguiente, nos levantamos todos temprano, desayunamos y mi suegro se bajó con el niño a la playa. Por fin nos habíamos quedados solos, había llegado el momento de descubrir si eran imaginaciones mías o por el contrario, mi suegra estaba dispuesta a acostarse conmigo.
Candela estaba en la cocina fregando los cacharros del desayuno, me acerqué por detrás y la agarré por los hombros. Se quedó inmóvil, acerqué mi boca a su cuello y empecé a besárselo. Ella suspiraba, tenía una erección y acerque la polla a su culo, empecé a frotarme contra ella. Su respiración se hacía cada vez más rápida. La di la vuelta y nos besamos apasionadamente, ella bajó su mano a mi polla y metiéndola por el slip la agarró, empezó a masajearla.
- Amor mío, hace tanto tiempo que te deseaba y me sentía culpable por tener esos pensamientos. – me dijo.
- Yo también te deseo.
Y besándonos nos fuimos a su habitación, allí la quité el camisón que llevaba. Besé sus pechos metiéndome en la boca sus areolas y con mis labios sujetaba los pezones y tiraba de ellos, ella me sujetaba la cabeza contra ellos. Me baje a su pubis y hundí mi cabeza en la mata de pelo, allí estuve respirando el perfume de su coño. Abrí sus labios y con la lengua busqué sus clítoris, se lo agarré con los labios y jugueteaba con él. Candela se retorcía, se agarraba a las sabanas, a la almohada, daba golpes con las manos en la cama mientras arqueaba su cuerpo y gemía como una posesa, estaba disfrutando como una loca.
- Dios, siiii, Ahhhhh. – gritaba
Así estuve un buen rato, hasta que ella dio un alarido y se quedó quieta. Respiraba profundamente, me abracé a ella y nos besamos.
- Amor mío, ha…sido… maravilloso…
- Si
- Nunca me habían hecho esto,
- ¿Nunca te lo habían comido?
- No, a él le da asco.
- Pues no sabe lo que se pierde, si es lo mejor del mundo - dije sonriendo
- Y yo tampoco sabía lo que me estaba perdiendo.
- Pues a partir de ahora...
- Shhhh, calla y sigue, no tenemos tiempo que perder
Se volvió a abrir de piernas y me puse encima de ella, puse la punta de la polla en su entrada y se un golpe la penetré. Dio un grito, inicié el bombeo muy lento para que disfrutase y poco a poco fui aumentando el ritmo. Ella tenía los ojos abiertos y me miraba, daba pequeños gemidos a cada embestida mientras yo resoplaba por el esfuerzo. Me tenía agarrado fuertemente por los hombros, las piernas levantadas con las rodillas dobladas. La cama sonaba como si se fuera a romper, el cabecero golpeaba con estrepito en la pared.
Me detuve en mis embestidas, saqué la polla
- Amor mío, no te pares, sigue.
- Date la vuelta- la dije
- Espera, nunca me han dado por el culo
- No te preocupes, no que va a ser por el culo
Se puso a cuatro patas y puso su trasero a mi disposición, de un fuerte golpe la volví a penetrar su coño. Ella se agarró al cabecero y aguantaba mis embestidas, sus pechos botaban adelante y atrás, sus gritos eran cada vez más fuertes. Se soltó del cabecero y puso su cara contra la almohada, se agarró a ella con fuerza y dio un grito ahogado por la almohada, había tenido un nuevo orgasmo. Yo seguí embistiéndola, hasta que noté que me iba a correr. Rápidamente saqué la polla, hice que se diera la vuelta y poniéndome enfrente de ella me corrí sobre su vientre y sus pechos. Candela observaba fijamente toda la leche que salía de mis testículos, conforme salían los lecherazos, ella se la restregaba por el vientre y sus pechos,
- Madre mía, estabas a rebosar.
y se llevó la mano manchada de semen a la boca y se la limpió, fue recogiendo gran parte del semen de su vientre y se lo comía con deleite relamiéndose.
- Un poco más y reviento.
- Tienes manchada la polla, voy a limpiártela
Hizo que me tumbara y se introdujo la polla en la boca, con gran suavidad empezó a chupármela. Me estaba haciendo una limpieza completa de polla, hasta que noté que me iba a volver a correr y se lo advertí. Haciendo caso omiso, continuó chupando y cuando me corrí se lo tragó todo, incluso los restos de semen que resbalaban por su cara.
- ¿Tenías hambre?
- Hacía tanto tiempo que no probaba el semen que hoy he decidido hartarme.
- Pues tranquila, a partir de ahora vas a poder tomarlo cuando quieras.
- Eso espero.
En ese momento volvió a sonar el móvil, joder que susto nos dio, era mi suegro otra vez, que porque tardábamos tanto.
- Estamos limpiando la casa y haciendo las camas, ahora bajamos. – contesto Candela.
- Si supiera tu marido lo que hemos estado haciendo…
- No te preocupes, que ni se la pasaría por la imaginación que nosotros…
- Eso espero
Bajamos a la playa y nos comportamos como si nada hubiera pasado.
- Siempre bajáis tarde, cuando más gente hay y más calor hace.
- Bueno, mañana bajamos antes.
A partir de ese día decidimos andar con mucha precaución, decidimos portarnos como suegra y yerno. Vicente no debía sospechar nada. Cuando regresáramos a casa ya tendríamos suficientes ocasiones para nuestras sesiones de sexo.
Volvimos a nuestra rutina de siempre, con la excepción que ahora Candela y yo teníamos a menudo relaciones sexuales. Un día Candela me entregó un paquetito, al abrirlo me lleve una sorpresa, era una caja de preservativos y un tubo que contenía lubricante anal.
- ¿Y esto?
- Quiero que me estrenes tú, llevo tiempo pensándolo. Me he ido a un sex-shop y allí la chica me ha estado explicando todo detalladamente. ¿Lo harás?
- Claro que sí, amor mío, ven.
Fuimos a la alcoba, allí nos desnudamos. Ella se puso en posición, me lubriqué un poco el dedo y suavemente se lo introduje en el ano.
- Cuando te duela me lo dices y paro
- Si – dijo con un gemido
Suavemente lo acariciada y movía el dedo dentro y fuera. Ella daba gemidos pero no se quejaba de dolor. Lo sacaba, me ponía un poco más de lubricante y otra vez volvía a metérselo. Después de llevar un rato así, la pregunté
- ¿Estás preparada?
- Sí, pero con mucho cuidado, por favor.
- No te preocupes,
Me puse un preservativo, lo unté con abundante lubricante y después unté su ano. Apoyé la punta de mi polla en su ano, y suavemente lo fui introduciendo. Ella dio un quejido, me paré.
- ¿Te duele? ¿Quieres que pare?
- Sigue, cariño.
La fui introduciendo poco a poco, ella se quejaba un poco pero no me pedía que parase. Por fin se lo introduje del todo, allí espere unos instantes a que se acostumbrara. Ella respiraba profundamente, yo la acariciaba su pelo y besaba su espalda. Saque lentamente el miembro y volví a introducírselo. Lo que en principio eran quejidos terminaron convirtiéndose en gemidos. Sin brusquedad inicié un bombeo, siempre atento a que ella me pidiese que parase. De vez en cuando sacaba mi polla y echaba otro poco de lubricante y otra vez para dentro. Estuvimos un buen rato así, ya apenas se quejaba, sus gemidos eran cada vez más profundos. Hasta que dio un gemido más profundo y se quedó inmóvil contra la almohada.
Saque la polla de su ano y me quité el condón, ella se volvió hacia mí y se introdujo se introdujo la polla en la boca y empezó a chupármela hasta que a los pocos instantes me corrí en la boca. Se volvió a tragar todo como a ella le gusta. Nos quedamos abrazados, cubiertos de sudor.
- ¿Te ha gustado?
- Sí, ha sido maravilloso. La próxima vez será mucho mejor.
- Claro que si, poco a poco iras acostumbrándote y al final no hará falta ni lubricante.
- Eso espero, porque es un “poquito” caro. Pero ha valido la pena el gasto, apenas me ha dolido.
- Cuando se acabe podemos probar con mantequilla, como en aquella película del Marlon Brando.
Y nos pusimos a reír como tontos. Nos duchamos y nos vestimos rápidamente, teníamos que recoger a Darío en la escuela y después iríamos a pasar la tarde en el cine.
Por supuesto que probamos con mantequilla, hasta que pudimos hacerlo a pelo. Hasta aquel verano, la vida sexual de mi suegra había sido muy escasa y monótona. Pero a partir de él, mi suegra se había convertido en toda una viciosa y yo sabía cómo explotar todos sus deseos sexuales. Y ella los míos.