Mi sudadera del cole y yo
Cómo me dí cuenta que mi gusto por la ropa iba más alla del de una chica convencional.
Hace ya varios años, me encontraba en mi colegio, cursando noveno grado. Ese día, teníamos que hacer deporte y hacia mucho sol, obviamente me encontraba muerta del calor, así que me quite el suéter de la sudadera (o saco como le decimos en Colombia), y como no tenia en donde ponerlo, simplemente me lo amarré a la cintura.
No sé por qué, pero siempre me gusto esa prenda porque su tela era muy suave. Me encantaban sus mangas azules oscuras de un acabado casi satinado, su tela muy delgada, y el resto era de un tono grisáceo muy suave. Adoraba cada vez que me lo quitaba, la forma en que su delicada tela, rozaba suavemente mi piel, y mi nariz, percibía de forma sutil mi loción que diariamente usaba.
Cuando el profesor de deportes llegó, nos puso a correr alrededor de una de las canchas, mientras yo llevaba mi adorado suéter amarrado a la cintura. Mientras corría, el se deslizaba suavemente hacia mi cadera, rozando con la suave tela mi cintura un tanto descubierta, así que lo até fuertemente pero con delicadeza con dos nudos. Sin embargo, esos nudos, se encontraban muy cerca de mi sexo, y al trotar me alcanzaban a rozar suavemente. Yo me encontraba muy nerviosa, pero a la vez extasiada. Seguimos trotando durante algún tiempo, y al final yo me sentía realmente excitada. Tuve que parar dos veces mi rutina de trote, mientras mis amigas me preguntaban por qué estaba tan roja.
Al final de la clase, corrí al baño, y me revisé, y me di cuenta que me encontraba totalmente mojada. No aguanté las ganas y allí mismo empecé a frotar suavemente sobre mis panties el nudito que se formaba al amarrar las mangas de mi saco sobre mi vagina. La sensación cada vez era más fuerte e intensa, sin embargo escuché voces afuera del baño, que me hicieron detener. Al salir me sentía muy extraña, casi como culpable por algún pecado que hubiera cometido. Nunca antes me había sentido así de loca, y mucho menos por una prenda.
Así que durante ese día no me quité el saquito de mi cintura, y sutilmente me lo movía para rozarme. Eso me volvía loca, pero tenía que contenerme porque estaba al frente de toda mi clase.
Luego, al llegar a mi casa, noté que nadie de mi familia estaba allí. Así que esta vez, con toda la calma del mundo, entré a mi cuarto y frente a un espejo empecé a frotar nuevamente el nudito de las mangas. Al no sentirme cohibida, me quite mi camiseta que utilizaba para hacer deporte, y de la misma forma me quite el pantalón de la sudadera, y solo quedé en mis panties de color azul aguamarina, muy bonitos, y con mi suéter amarrado a mi cintura. Me acariciaba suave y lentamente mis nalgas blanquitas, forradas con esa sensual y delgada tela, que me hacía sentir electricidad.
Luego de un rato, mis panties ya estaban completamente empapados, casi goteando, así que tomé una de las mangas de mi sudadera y la introduje lentamente en mi vagina. La sensación de esa tela suave y casi satinada en mi cosita, me hizo enloquecer y caí rendida en la cama, eso si, sin parar de masturbarme.
Luego de varios minutos, llegue al éxtasis, y lance un grito que me dejó exhausta. Me quité por fin mi sudaderita y la abracé tiernamente, como si fuera ella quien me hubiese hecho el amor. Al abrazarla, sentí el olor de mis propios fluidos, mezclado con mi loción, y esto me hizo enloquecer, nuevamente mi corazón latía muy rápido, y no pude evitar lamer tiernamente mis propios fluidos de mi suéter, y volver a masturbarme nuevamente, hasta que finalmente no pude más. Con las pocas energías que tenía, logré vestirme y caí en un profundo sueño. Cuando desperté, mis padres y hermanos ya habían llegado, y afortunadamente no se dieron cuenta de mi pequeña aventura.
Desde ese momento, en el cole empecé a usar siempre mi suéter en la cintura, no importara el frío que hiciera. Durante toda la mañana me excitaba constantemente y cuando llegaba a casa, explotaba. En ese momento me di cuenta que el gusto por la ropa fue mucho más allá que el gusto normal de una chica. Si les gusto mi historia les puedo contar unas cuantas más. No sé si habrá alguien más o soy la única chica que le ha ocurrido.