Mi sublime profesor de...Filosofía. (Parte I)
Conozco al imponente profesor de filosofía de este año y fantaseo hasta la saciedad con él... Pronto será algo más que una fantasía.
Era Septiembre y yo acababa de cumplir los 18.... y bien cumplidos todo sea dicho, estaba bastante crecida para mi corta edad, gastaba una 90 de pecho, rondaba el metro setenta y poco y pesaba unos 53 kilos. Además me acompañaba mi atemporal rostro de niña mala que tengo desde que nací, y que sí, me hace justicia.
A pesar de ser una chica bastante atractiva, nunca tuve suerte en el amor durante mis años de adolescencia.... Mis gustos e intereses no solían ser los de los demás chicos y chicas de mi edad, me gustaba la música antigua, leer libros más complejos de lo que podía entender, el cine, escribir... Y puede que por eso nunca encontré gran interés en el resto de la gente de clase, ni ellos en mi.
EL primer día de instituto fue decisivo, sobretodo cuando conocí a Ramón, EL profesor de filosofía de primero.
Caminaba sola por la tercera planta, recordando la monotonía que significaban aquellos pasillos grises para mi, hasta que de repente choqué contra alguien, yo estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta de que había caído al suelo hasta segundos después de aquella (afortunada) colisión.
Ahí estaba él, con sus vaqueros ajustados, su camisa formal a cuadros que escondía tras ella una vieja camiseta de King Crimson, una barba algo canosa ya y un tanto descuidada la que le tapaba casi toda la cara, sólo quedaban a la vista sus ojazos azules medio cubiertos por unos rizos negros también enblanquecidos por la edad, supuse que tenía treinta y muchos, acerté.
Me estaba mirando tan tranquilamente, esperaba que me echase una mano para levantarme o algo por el estilo, pero no, simplemente me observaba curioso, al igual que yo a él.
Me levanté algo enfadada, quizás por su gesto poco educado, quizás porque me hubiera gustado recibir su atención de otro modo.
Seguía mirándome con su cara de poker, empezó a hacerme sentir muy pequeña y para mi alta autoestima fue un golpe que noté, a su lado me sentía distinta, me sentía un ser vulnerable.No intercambiamos palabra alguna, pero ese momento y lo que sentí quedaron grabados en mi memoria.
Estábamos en clase, pasado el recreo, íbamos a dar Filosofía y como era de esperar la gente no es que estuviera muy ilusionada con la nueva asignatura.
-¡Silencio!- Gritó una voz de lo más grave, era él.
Todos se volvieron a sus sitios y callaron. Estaba en primera fila y no pude evitar fijarme en la seguridad con la que hablaba, la firmeza de sus palabras, y sus sonrisas sarcásticas.
''Mierda'' pensé tras veinte minutos.Estaba notando como mis braguitas se iban poniendo húmedas a causa de mis flujos, aquel cabrón me había mojado sin ni si quiera intentarlo.
No sabía que me estaba pasando, nunca me había excitado tanto un hombre, y eso que ya había fantaseado con algun profesor antes, pero esta vez era distinto, Ramón era tan imponente, tan adulto, tan inteligente, tan hombre.
Me pasé la hora escuchando su monólogo sobre Lacan, la gente a mi alrededor bostezaba de aburrimiento, y yo.... bueno, yo quería explotar, cada vez me notaba más caliente, empecé a frotarme despacio y disimuladamente contra la silla dónde estaba sentada intentando aliviar mi excitación, pero fue un intento en vano, yo sabía que necesitaba algo más que eso.
Pasó la hora y he de admitir que me quedé prendada de mi nuevo profesor, yo sin embargo... parecía producirle una enorme indiferencia, no me miró en toda la clase, y esto me cabreó mucho, ese hombre me hacía sentir minuscula... luego comprendería que era parte de su magia.
El resto del día lo dediqué a imaginarme como sería aquel hombre desnudo... (Yo era virgen, pero ya había tenido algunas experiencias de sexo oral y masturbación, que no llegaron a más porque mis parejas de entonces no me excitaban suficiente como para que quisiera hacerlo hasta el final) su pecho, sus manos, su polla....
Esa noche tuve el orgasmo de mi vida, en mi cama, desnuda, recordando aquella clase magistral de aquel hombre magistral, empezaba acariciandome los labios hasta humedecerlos, para despues meter poco a poco mi dedo corazón dentro de mi coño virgen, hasta tomar un ritmo y comenzar a gemir de placer imaginandome que eran sus dedos expertos de adulto los que me tocaban, paré un par de veces cuando veía que se acercaba el orgasmo (me encantaba hacer aquello, aunque a veces me costaba porque tenía tantas ganas de correrme, pero valía la pena ese desquiciante y morboso sufrimiento, me haría correrme con más ganas) cuando ya no pude más, mordí las sábanas, apreté con mi mano libre todo lo que pude mis pezones, y... finalmente, llené mi mano de mis fluidos más internos, metí mi dedo corazón en mi boca, lo saboree,y me abracé a la almohada hasta quedarme dormida.