Mi sobrino me ama
Relato real sobre la experiencia sexual de una mujer madura con su sobrino.
Mi sobrino me ama
Relato sobre la experiencia sexual de una mujer madura con su sobrino durante sus vacaciones
--"No me percaté de que había cometido algo indebido hasta que ví a mi sobrino levantarse tratando de ocultar algo con sus manos, pero alcancé a descubrir la enorme erección que mostraba su pantalón y alejarse a paso rápido. Mis mejillas enrojecieron por aquella visión fugaz. Entonces me percaté de mi falta: estaba tan embobada con la plática de mi hermana, las dos sentadas sobre el césped del jardín, que nunca me percaté de que tenía las piernas abiertas y ligeramente alzadas apoyando los pies sobre el verde pasto, y mi falda blanca subida lo suficiente como para que alguien sentado al frente me mirara, y fue él, que estuvo no se que tiempo sentado frente a nosotras, quien me miró las piernas y algo más mi calzoncito blanco bordado de flores o tal vez más los vellos que escapan de mi panty, y volví a enrojecer del rostro, avergonzada por haberle ofrecido, sin querer, aquel espectáculo a mi querido sobrino Alberto. Y mientras doblaba mis pantorrillas y las cubría bien con la tela del faldón, empecé a pensar en aquel chico: era el hijo único de mi hermana y su adoración, tanto para ella como para mi; fue un niño simpático y sonriente, cariñoso, platicador, pero al crecer, ya con 16 años o poco más se había convertido en un chico muy lindo si, guapo, que empezaba a desarrollar su hermoso cuerpo, pero retraído, tímido, tal vez pensando en cosas de su edad, confundido por ¿el sexo?, si, tal vez. Era normal, ya era un adolescente.
"Más tarde me crucé con Beto en la casa y descubrí su mirada, entre avergonzada y anhelante, silencioso, su cara enrojeció por un momento al verme y aceleró el paso. Al día siguiente mientras me vestía luego del baño matutino, una sensación extraña a mis espaldas me sobresaltó, giré el cuerpo y descubrí la puerta de la recámara abierta, fui a cerrarla y al hacerlo alcancé a ver que mi sobrino se alejaba por el pasillo a paso rápido, sí el chico estuvo mirándome no alcanzó a ver gran cosa, me dije, pues tenía puesta la bata que uso después de la ducha, y sonreí, no supe por qué. Ya había olvidado el incidente cuando horas después, mientras la familia platicaba en la sala, Alberto llegó para unirse a la plática, lo recibimos entre bromas y saludos afectuosos y se sentó frente a mi, al momento me sentí incómoda, más por su mirada insistente, que iba de mis ojos, bajaba por mis pechos y se detenía en mis piernas, que ahora si mantenía decorosamente cerradas; traté de incorporarme a la plática pero ese nerviosismo extraño ya no me abandonó, más cuando de reojo descubrí que mi sobrino seguía con esa mirada pegada a mis pantorrillas blancas y bien formadas, hasta que en cierto momento, no supe por qué pero separé ligeramente las rodillas, sólo un poco, el tiempo suficiente para que él mirara ahí, mis muslos carnosos, no más porque de inmediato corregí la posición para de reojo ver una ligera sonrisa en los suaves labios de mi sobrino, lo interpreté como un gesto de ¿agradecimiento? por haber accedido a lo que quería: verme las piernas.
Al día siguiente partiría a mi casa, ya estaba por terminar de vestirme y todavía faltaba arreglar la maleta, pensaba que el tiempo se me acababa, aunque en realidad faltaban varias horas para mi partida, y mientras abotonaba mi blusa blanca Beto apareció en el marco de la puerta, la misma mirada anhelante, tierna y avergonzada, y se quedó ahí, de pie, silencioso, quise preguntarle qué quería, qué hacía ahí, pero la fuerza de sus ojos me lo impidió, su mirada fija sobre mi cuerpo; así estuvo unos momentos, hasta que cuando daba la vuelta para irse de mi boca salió algo como: "ven", mi sobrino regresó a su posición y yo, como hipnotizada, empecé a zafar los botones de la blusa para luego con ambas manos abrir la prenda y mostrarle mis senos, pequeños pero firmes, desnudos pues casi no uso sostén; así estuve no se que tiempo, tal vez el suficiente para satisfacer la curiosidad del chiquillo, luego, dejando mi blusa abierta, mis manos bajaron por los costados de mi cuerpo hasta alcanzar la tela de mi falda negra que subí con lentitud, sintiendo como la tela satinada recorría mis muslos, seguí jalando la falda hasta descubrir mis piernas y mi pubis, cubierto por mi tanga rosa de satén; Alberto se mantenía quieto, silencioso, mirando como su tía querida se exhibía para él; luego solté la falta y la acomodé a mi cuerpo, abroché mi blusa y me acerqué a él con pasos lentos, al llegar cerca de él sentí su respiración acelerada y un ligero temblor en su cuerpo, eso me inspiró tal ternura que tomé su rostro con mis manos y acerqué mi boca para besar sus mejillas, primero la derecha luego la izquierda con un beso tierno y suave, y justo cuando me separaba la inesperada caricia me sobresaltó: la mano derecha del chico tocándome una teta, la izquierda, quise separarme y al hacerlo le di la espalda para alejarme de él que todavía alcanzó a tocarme los glúteos en un gesto fugas y atrevido, cuando voltee para reprocharle ese gesto Alberto ya se alejaba a pasos apresurados, entonces pensé en lo que había hecho, y los pensamientos confusos me avergonzaban de tal manera que ya quería huir de la ciudad y alejar de mi la imagen de Betito mirándome semidesnuda, y mi ansiedad, y su temblor cuando le besé las mejillas, ya no sabía que hacer, hasta que por fin bajaba la escalera con la maleta hecha para esperar el taxi que me llevaría al aeropuerto, en eso mi cuñado mi avisó que tenía una llamada, de la aerolínea, fui a contestar sólo para enterarme que el vuelo se cancelaba por cuestiones de mantenimiento, me reembolsarían el costo del boleto si aceptaba salir al día siguiente a la misma hora, no tuve opción pues de lo contrario tenía que esperar que me colocaran en un vuelo de otra compañía, cosa bastante improbable por la época de vacaciones; cuando la familia supo de la situación se alegraron por tenerme un día más con ellos, sobre todo Alberto que lanzó sobre mi una de sus miradas llenas de ansiedad y una sonrisa que no supe interpretar.
"Aproveché el día para salir de compras y por la noche al regresar a la casa no encontré a mi hermana ni a mi cuñado, Beto me comentó que habían salido a cenar con otra familia y regresarían algo noche, sin nada que hacer acompañé a mi sobrino a ver una película en la TV de la sala, sólo estuve unos minutos pues algo me alertó, y de inmediato decidí que no era buena idea estar ahí a solas con mi sobrino: el chico, sentado junto a mi en el sillón, lucía una enorme erección que no se preocupaba por ocultar, su pantalón mostraba un bulto descarado, fingí no verlo y el fingió que yo no me había dado cuenta, sin decirle nada me fui a la habitación, ya dentro cerré la puerta y mientras me desnudaba para dormir seguí pensando en lo que ocurría con mi sobrino: era obvio que el chico andaba muy perturbado por cuestiones sexuales y yo, sin quererlo, había contribuido a incrementar esos deseos, propios en un joven de su edad, pero inaceptables si yo, su tía, era la fuente de esas ganas de experimentar el sexo; ya sobre la cama mis pensamientos fueron interrumpidos por un ligero ruido: la perilla de la puerta al girar y luego la puerta al abrirse lentamente, no toda, sino apenas lo suficiente para que alguien se asomara al interior, mi respiración se detuvo por instantes y temblé al imaginar quién estaría ahí; la puerta se abrió y alguien apareció en el marco, la tenue sombra se confirmó en algo tangible, en el cuerpo de un adolescente casi desnudo, que además de lucir la perfecta conformación de su cuerpo mostraba en su entrepierna el enorme bulto que hacía que su slip azul se viera deformado, era como si dentro trajera algo que no correspondía a su cuerpo, y Alberto dio dos pasos hacia la habitación, ambos nos miramos, yo con espanto él con lujuria, o miedo, o deseo, o todo junto; sólo alcancé a decirle "cierra la puerta", luego de hacerlo llegó hasta la cama y empezó a bajarse la trusa y yo a despojarme de mi sostén y bajar mi tanga rosa de satén, al hacerlo los ojos de Betito iban de mis ojos a mis pechos y bajaban para posarse en mi pubis peludito, yo no podía hablar ni hacer nada, mi respiración agitada lo impedía y cuando el chiquillo iba a subirse a la cama cerré los ojos, lo sentí acostarse junto a mi y acariciar mis pechos, besarlos, succionarlos, aumentando mi excitación, luego su mano paseo por mi vientre hasta llegar a mi sexo, jugando con los vellos metiendo sus dedos entre ellos para luego llegar hasta la vulva, ahí jugó más, sus dedos iniciaron un delicioso ir y venir sobre los labios abultados de la puchita, como le digo, para luego hacer más cosas, como meter los dedos en la raja y acariciar ahí dentro, contagiándose de la humedad de mi pepa; yo seguía con los ojos cerrados sintiendo los labios de Alberto sobre los míos, sus caricias en mi sexo, su respiración agitada, el temblor de su cuerpo, hasta que por fin me montó, se puso sobre mi y abrí las piernas, sólo un poco, su pito frotó mi sexo queriendo entrar, pero lograba penetrar, el pene resbalaba sobre la raja, lo intentó una y otra vez, y en medio de mi excitación bajé la mano y dirigí su miembro al sitio correcto, el glande estaba en la entrada de mi vagina ycuando apenas estaba entrando lo sentí agitarse y gemir, su eyaculación prematura me sorprendió pero lo abracé dejando que disfrutara su venida, pensé que me soltaría pero momentos después, con el pito bien calvado en mi, empezó a moverse, con torpeza quizá, pero con fuerza, entrando hasta el fondo de mi vagina con su pito de nuevo endurecido, luego sacándolo casi todo para de nuevo penetrarme con fuerza, así estuvo un buen rato, provocándome un placer contradictorio, pues a pesar de mi calentura él era mi sobrino, pero era tan delicioso lo que hacia que me abandoné a ese placer; de nuevo lo sentí temblar y gemir y en mi sexo sentí las acompasas palpitaciones de su verga al eyacular y también sentí un inesperado orgasmo, delicioso, rico, muy rico; Beto siguió cogiéndome con fuerza llevándome de nuevo a la cima del placer, ya se había venido dos veces, pero él seguía con el pene bien erecto, y en medio de esos pensamientos lo sentí venirse de nuevo, moverse sobre mi, cogiéndome con furia y sacándome de nueva cuenta otro orgasmo, ambos quedamos ahítos, suspirando, adormecidos, saciados, empecé a cansarme del peso de mi sobrino cuando él salió de mi y se acostó junto a mi, abrí los ojos para mirarlo, ahí estaba, pegado a mi cuerpo, mirándome con ternura, eso me causó una sensación tan tierna que acaricié su rostro lo besé en la boca y acaricié su pelo revuelto, ambos sonreímos en silencio, entre mis piernas sentí el líquido viscoso fluir hacia fuera, seguí con mis ojos pegados a su hermosa cara hasta que él se atrevió a hablar: "¿me dejas de nuevo?", en medio de mi turbación alcancé a decir: "haz lo que quieras papaíto". Hizo que me acostara boca abajo y él se puso sobre mi, sentí su verga erecta deslizarse entre mis glúteos, los abrí con mis manos para facilitarle la cogida y cuando sentí que su duro miembro apuntaba mi ano, quise negarme, decirle que no hiciera eso que estaba intentando, pero no pude, más bien alcé un poco mis caderas y aflojé mi cuerpo imaginando el terrible dolor que me provocaría y así fue, al menos al principio; cuando el glande traspasó los pliegues de mi culo quise gritar de dolor, sólo pude morder la almohada para ahogar mis quejidos mientras la verga de mi sobrino entraba lentamente en mi ano, cuando estaba completamente dentro de mi empezó a moverse, primero poco a poco, luego más rápido cuando mi culo se aflojó y así siguió, cogiéndome, provocándome dolor y placer, haciendo temblar mi cuerpo, golpeando mis nalgas con su pelvis, hasta que sentí las placenteras contracciones de su verga al eyacular, ambos suspiramos complacidos, tal vez él más que yo. Cuando dejó de venirse sacó poco a poco su miembro y sentí que salía algo más que su carne, era el semen que mi culo expulsaba, Beto se levantó y besó una de mis mejillas, sonreí complacida y cuando ya salía de la habitación le dije "oye Betito, ve a lavarte bien el pene, con mucho agua y jabón ¿eh?".
Al día siguiente, ya en el aeropuerto mientras me despedía de la familia, Alberto me jaló aparte, algo quería decirme: "gracias tía"; "tonto, te quiero mucho Alberto, por eso te lo permití", le dije besándolo en la mejilla; él añadió "¿podremos hacerlo de nuevo?"; "tal vez, lo pensaré te lo prometo, por lo pronto consíguete una novia, pero cuídate, adiós papaíto". Ya en el avión, al tomar asiento, sentí en mi trasero el doloroso recuerdo del sexo anal con Betito.
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