Mi sobrino

Un varón empieza a fantasear con una polla y termina follándose a su sobrino

Mi sobrino

Por mucho que lo piense, no logro una respuesta plausible. ¿Impulso irreflexivo? ¿atracción subconsciente? ¿deseo insatisfecho? ¿una experiencia inédita? Tal vez nada de ello o quizás un poco de todo. Realmente no sé.

Lo único concreto es que siendo un varón heterosexual tuve una relación homosexual y siento que ello fue una experiencia exquisita.

Cuando Mauricio llegó a mi departamento los dos sabíamos que había que ese algo que se incubaba bajo nuestra piel podría estallar esa noche y yo no hice nada por impedirlo. Es más, mis esfuerzos más bien apuntaron a intentar por todos los medios que el deseo subyacente saliera a luz con toda su potencia y me hiciera vivir una nueva faceta del sexo, a la que me entregué con todas mis fuerzas y ansias.

Si tuviera que hacer una relación de los hechos debiera empezar con mi búsqueda insaciable de placer con mujeres siempre dispuestas a acompañarme en todos los caminos del morbo y la sensualidad, lo que me hizo vivir una vida plena de placer, en que siempre encontraba alguna novedad que me permitía subir un escalón más en la espiral de perversión en que me hallaba sumido. Pocas fantasías me quedaban por cumplir y mis mujeres se sentían realizadas con un compañero de ruta que las comprendía y hacía realidad sus fantasías.

Fue en una noche en que miraba una película porno cuando podría decir que se iniciaron los sucesos que me llevaron a entregarme a otro hombre. Me llamó la atención la verga del muchacho al que su madre se la chupaba. Era de un color rosado agradable a la vista, con unas venas que se notaban llenas de vitalidad. Era un gusto ver ese instrumento, tan hermoso en comparación con los que habitualmente lucen los protagonistas de estas películas. No era extremadamente grande ni largo, no era negro ni demasiado blanco, no era una barra delgada. No. Era de un grosor adecuado, con una piel que me hizo sentir deseos de tenerlo en mi mano y acariciarlo, subiendo y bajando la piel que lo cubría. Y lo otro que me llamó la atención fue la madre, que abrió su boca y se lo metió de manera que apuntara a la parte superior de esta, para después bajar la cabeza y llevárselo hasta el fondo de la garganta. Y ahí, apretó sus labios y bajó su boca hasta que dejara dentro solamente la cabeza de la verga de su hijo. Esta operación la realizaba con una sonrisa que denotaba el placer que sentía por el hecho de saber que estaba dando una soberbia mamada. Al ver la maestría con que esta madre mamaba la herramienta de su hijo, sólo pude pensar que esa era una real mamada y que cualquier hombre se sentiría feliz de que le dieran ese tratamiento a su instrumento.

Y esa imagen empezó a rondarme durante varios días. No podía quitarme de la cabeza la imagen de esa polla y de la mamada que le prodigaba esa mujer gozadora.

Poco tiempo después me encontré pensando en que nunca había tenido en mi mano una verga que no fuera la mía. Y la idea de tener una herramienta como la que lucía el joven hijo en la película me empezó a parecer atractiva y cada vez más atrayente. Y a ese pensamiento le siguió el deseo de poder tener una verga a la cual darle un tratamiento como el que esa madre le diera a la de su hijo. Estaba convencido de que si alguna vez tenía la posibilidad, la mamada que daría haría gozar increíblemente al dueño de la verga a la que me aplicara.

Fue durante este proceso de mis pensamientos, que para mí no pasaban de ser una fantasía más y que nunca se haría realidad, que apareció en escena Mauricio, mi sobrino.

Estábamos en el patio de la casa de mi hermana, su madre, una exquisita noche primaveral, todos a un costado de la asadera donde terminaba de asarse la carne. Nosotros, con una copa de vino en la mano, conversábamos de las cosas intrascendentes que se suelen conversar en estas ocasiones. Cuando tocamos el tema del futbol, por ser los dos hinchas del mismo club, nos enfrascamos en una discusión acerca del futuro de nuestro equipo en el campeonato. Entusiasmados por la conversación, nos paramos frente a una barda que daba a un patio y de ahí se divisaba la cordillera, esa noche iluminada por la luz de la luna, lo que le daba un aspecto blanquecido conmovedor.  Puse una mano en la barda, apoyándome en ella y mi sobrino parado a mi lado en un momento se acercó y sin darse cuenta se apoyó contra mi mano. Yo sentí en ese momento que el paquete de mi sobrino chocaba contra mi mano, por lo que no hice nada que pudiera hacerle sentir mal. Pero no pude evitar sentir que el paquete se endurecía contra mi mano, lo que evidentemente delataba la excitación de Mauricio por el contacto con mi mano.

Se retiró un poco y seguimos conversando, pero yo no podía de dejar de pensar en lo sucedido y empecé a ver a mi sobrino con otros ojos. Un muchacho atlético, muy bien formado, con unos 25 años bien llevados; un chico hermoso, de facciones delicadas, con un aire femenino que me atrajo. Había en su sonrisa algo que me atrapaba, y que en un principio no supe qué era. Pero al mirarlo con más detenimiento me di cuenta que sus labios carnosos, sensuales, eran los que me atrapaban, pues sentía un impulso irrefrenable de besarlo con pasión. Y todos mis pensamientos acerca de tener una verga en la mano, acariciarla y chuparla con maestría se hicieron realidad en la persona de Mauricio. Era su verga la que deseaba.

Y esa verga volvió a apoyarse contra mi mano en la verja. Y era evidente que estaba excitado. Y esta vez quedó más tiempo apoyada contra mi mano, como esperando una reacción de mi parte, pero no me atreví a hacer nada. Una cosa era la fantasía y otra la realidad. El paso a dar era demasiado grande y delicado. Y no tenía coraje para ello. Con alivio vi que se separaba nuevamente y dejaba mi mano libre de la tentación de tocarlo.

Se afirmó también en la verja, a mi lado, y los dos quedamos mirando a la cordillera. Yo pasé una mano sobre su hombro y le dije que se fijara en lo hermoso que se veían los cerros blanquecinos, en tanto me apoyaba contra su mano, como de casualidad. Le estaba devolviendo la mano y así sabría cómo reaccionaría él. Al cabo de un momento sentí que sus dedos se movían, como acomodándose pero en realidad era una especie de jugueteo que hizo que mi verga se endureciera al instante. No cabía duda que se daría cuenta inmediatamente del efecto que sus dedos habían producido en mi paquete.

Tío, ¿te gusta…… el paisaje?

La intención de su pregunta era evidente.

Me encanta, Mauricio

El muchacho no necesitaba más incentivo y su mano se apoderó de mi verga, apretándola sobre el pantalón. Yo me sentía en la gloria y parecía que no podría aguantar por mucho rato el tratamiento que Mauricio me estaba dando. Me retiré un poco no sin antes proponerle:

¿Vamos a mi departamento?

¿Cómo lo hacemos?

Te vas primero y me esperas en la plaza.

Nos separamos y cada uno por su lado seguimos confraternizando con la familia. Era cerca de las once de la noche cuando Mauricio le dijo a su madre que iba a otra fiesta con unos amigos y que probablemente se quedaría fuera. Cuando se despidió de mí me dio una mirada de complicidad y se alejó. Al cabo de unos minutos pretexté cansancio y me fui.

Estaba en la plaza esperándome. Subió a mi auto y nos dirigimos a mi departamento, los dos en silencio, sin mirarnos.

Cuando la puerta se cerró detrás de él, sentí que la hora de la verdad había llegado. Le ofrecí un trago y nos sentamos a conversar.

Mauricio, yo nunca he estado con otro hombre

Pero parece que te entusiasmó sentir mi mano

Si, no puedo negarlo. Y debo confesarte algo: de hace un tiempo a esta parte me ronda la idea de tener una verga en mi mano. Es más, mi fantasía llega al punto de imaginarme esa verga en mi boca. Pero es solamente una fantasía.

Te entiendo, tío. Es tal vez el exceso de sexo que terminó por llevarte a imaginar una morbosidad mayor, algo nunca experimentado. Algo prohibido.

Sí, tienes razón.

Mauricio se bajó el cierre del pantalón y sacó su verga, la que puso en su mano y la exhibió delante de mí. Era algo muy parecido a lo que había visto en la película que dio inicio a esta perversión.

¿Algo así te imaginabas?

Sí. Algo bien parecido

Tío, quiero ver tu verga

Hice lo mismo que él y mi verga, ya semi erecta, la dejé a su vista.

Tienes un bello ejemplar de verga, tío

¿Qué harías con él, Mauricio?

Me lo metería en la boca y te daría una rica mamada

Hazlo

Mauricio se agachó y puso su cabeza en mi regazo, tomando mi instrumento y se lo metió en la boca, empezando una mamada exquisita. La primera mamada que un hombre me daba.

Así, así, siiiiiiiiiii

Yo veía su cabeza subir y bajar sobre el tonco y no pude resistir la tentación de llevar mi mano a su entrepierna y apoderarme de su instrumento, que sentí palpitar entre mis dedos.

Mauricio, quiero chuparte el pico

Mauricio dejó de chupar y me ofreció su polla, que lucía hermosa y plena de vitalidad. La acaricié en mi mano y bajé la cabeza, metiéndomela toda en la boca, olvidándome de la técnica aprendida en la película. Empecé a chupar con tantas ganas que muy pronto mi sobrino me soltó un chorro de semen, que golpeó mi garganta. Intenté tragar lo más posible.

Ricoooo, tiooooooooooo

Ahí estaba yo, haciendo acabar a otro hombre y tragándome su semen. Y disfrutándolo.

Finalmente había cumplido mi fantasía.

Mauricio me hizo sentar a su lado y mirándome largamente a los ojos, me propuso:

Tio. . .

¿Si?

¿Quieres comerte mi culito?

No sé explicarme bien lo que me impulsó, pero me abracé a mi sobrino y lo besé apasionadamente, apretando sus carnosos labios entre los mios.

Eres rico, Mauricio

Y tu, tío. Me encantas

Mmmmm, ricoooooooo.

Así, bésame tío, asíiiiiiiiii

Mi niñoooooooooo

Papiiiiiiiiiiiii

Y entre besos y palabras de amor, nos fuimos al dormitorio, donde nos empezamos a desvestir y nos tiramos a la cama, abrazados y besándonos.

Mauricio se puso en cuclillas y levantó su trasero, ofreciéndomelo.

Cómeme, papito

Puse mi verga a la entrada de su orificio y empecé a empujar, agarrándome de su caderas. Pronto el culo del muchacho se tragó toda mi polla y empecé un mete y saca acompasado, hasta que sentí que el semen salía e inundaba su túnel. Aceleré mis movimientos en medio de palabras de excitación.

Mijitoooooooo

Siiiiii, papitoooooooo. Dame durooooooooo

Tomaaaaaa, tomaaaaaaaa

Asiiiiiiiii, papitooooooo. Dale a tu niñaaaaaa

Mijitaaaaaaa, tomaaaaaaaa

Siiiiiiiiiiii, papito lindooooooooo

Mijita linda, tomaaaaaaaaaa

Aghhhhhhhhhhhhhhhh

Mauricio no pudo resistir la sensualidad de nuestras palabras y sentirse llamar niña o hija. Su verga se paró y mientras terminaba de encularlo aproveché de pajearlo en forma, hasta que acabó de manera intensa.

Mijita ricaaaaaaaaa.papito te está culiandoooooooooo, amorrrrrrrr

Siiiiiiiiiiiiiii, papito, daleeeeeeeee. Culea a tu niñitaaaaaaa

Mi amorrrrrrrrrrrrrrrr

Papiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Quedé tumabado sobre el cuerpo sudoroso de mi sobrino, ambos jadeando. Cuando logramos calmarnos me senté a su lado en la cama y besándolo con suavidad, le dije:

Mauricio, ¿quieres darle por el culo a mami?

Me miró con intensidad, me puso en cuatro piernas, y enfiló su polla contra mi orificio posterior, que lo esperaba con inquietud y ansiedad.

Mamita, tu niño te lo va a meter

Hazlo, mijito, dale duro a mami

Tomaaaaa, mamitaaaaaaaaaaaaaaa

Sentí que me partían por dentro y el monstruo de carne me invadía completamente, abarcando todos los rincones de mi interior. Era un dolor inmenso, pero aguanté pues suponía que pronto el dolor daría paso al placer. Y así fue.

Mijitoooooooo. Ricoooooooooooo

Mamitaaaaaaaaaaa, ¿te gusta el pico de tu niñoa?

Siiiiiiii, amor. Dale duro a mami

Mamita rica, buena para el pico

Siiiiiiiiiii, amorrrrrrr.  Me encanta tu picoooooo

Mijita, eres mi putita

Si, amor, soy tu putitaaaa

Mamacitaaaaaaaaaaaaaa. Asiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Amorrrrrrrrrrrrrr, durooooooooooooooo

Ambos acabamos con intensidad, dejando la cama cubierta de semen. Fue una noche increíble, en que descubrí que ese muchacho me llenaba completamente, tanto en su papel de macho como en el de hembra.

Lo que empezó como una fantasía se convirtió primero en un juego de seducción y terminó en romance entre dos hombres.

¡Quién lo diría!