Mi sobrina y yo 10 En el parque de atracciones

Con un hábil movimiento el toro hizo que le subiera la faldita hasta la cintura. Se peleaba con los finos tirantes de la camiseta que le resbalaban pero sabía que tenía que sujetarse con las dos manos. Todos animábamos en silencio a los tirantes para que descendieran con rapidez.

Mi sobrina y yo 10

En el parque de atracciones

por Ramón Fons

El avión venía con retraso. La cola en la cafetería era interminable y sin sitio para sentarse. Más alejadas estaban las máquinas de bebidas. Quedaban asientos separados en la hilera más cercana. Mi sobrina fue directa al que vio libre. Frente a ella, en los bancos, medio dormitaba un turista de pelo ralo con la mochila entre las piernas. Yo me senté unos metros alejado de ella en la línea del banco del turista.

Trasteé el móvil sin buscar nada en concreto. Sonó el tono del wuasap.

-Tío. ¿Has visto al turista que está medio dormido delante de mí?

Miré y lo encontré.

-Observa como se despierta de golpe.

-Pero le observo a él o a ti?

-Tu mismo. La elegí a ella, claro.

La falda que llevaba puesta no medía más que un palmo y medio o sea treinta y cinco centímetros de tela fina y vaporosa que solo con el movimiento de sus andares se levantaba a media nalga. Y ella orgullosa de su falda y de sus nalgas. Yo también, la verdad.

Tosió fuerte un par de veces para llamar su atención, se levantó del asiento, le dio la espala y sin doblar las rodillas inclinó el cuerpo para atar los cordones de la deportiva.

El de la mochila despertó de golpe y toda la fila que vimos lo que nos enseñó carraspeamos a la vez.

Se volvió a sentar y jugó con el móvil.

El turista no le quitó ojo y ella lo sabía.

Cruzó varias veces las piernas dejándolas algo más separadas de lo que sería normal.

Él se veía nervioso.

Se levantó y fue hacia él. Le pidió que le guardara el asiento que tenía que ir al servicio.

El turista colocó la mochila en el asiento de mi sobrina.

No tardó en regresar. Le devolvió la mochila y agradeció el favor.

La señora que se sentaba junto al turista se levantó abrumada y desapareció pasillo arriba. Ocupé el siento. Era consciente de que algo estaba a punto de suceder.

Mi sobrina sacó las gafas de sol del bolso y se las puso. Eso era una buena señal.

Cogió el móvil que reposaba sobre sus piernas y las cerró por completo. Segundos después le sonó una música en el aparato. Todos dirigimos la mirada el móvil. En aquel momento, despacio, separó un poco las piernas las piernas. Las cerró de golpe y repitió la operación un par de veces más. La última fue la definitiva. Las separó de tal manera que la falda le subió más arriba de las bragas si no se las hubiera quitado cuando fue al servicio. Para redondear la exhibición dejó resbalar el cuerpo en el asiento por lo que le vimos más de lo que pudiéramos imaginar. Segundos más tarde se levantó y desapareció.

-No ha estado mal, ¿no? Le pregunté.

Me miró con cara de incrédulo.

Los caballeros de los asientos contiguos me dieron la razón.

La encontré en el quiosco de prensa rebuscando entre revistas y formando corro de público que admiraban sus nalgas al estirar los brazos para alcanzar las revistas del último estante que versaban sobre caza y pesca.

Ya en el coche su tía contó pormenores del accidentado vuelo. Nada que no fuese habitual.

-¿Y vosotros que habéis hecho en siete días, gamberros?

-Eso. Gamberradas. Las dos últimas las ha hecho hace diez minutos con esa falda que le regalaste.

Su sobrina se lo contó.

-Pero te hemos hecho un vídeo para que veas todo lo que hemos hecho. Que luego se nos olvidan detalles y tú lo quieres saber todo -dijo la más guapa del universo.

Por si aún no la conocéis, mi sobrina es una criatura que en ese momento tenía veinte años. Es una italiana preciosa. Alta, rubia con el pelo largo a media espalda. Los labios como su madre, carnosos, grandes, sensuales. Los ojos azul verdoso como los míos. De cara se parece a Ava Max, pero mi sobrina es más guapa. Tiene los pechos más hermosos de la creación y un acento que regala sensualidad.

Desde que estudia en la universidad vive en la casa que tenemos en la playa. En verano y algún fin de semana coincidimos todos en la casa.

Y aquel verano era muy caluroso. Desayunamos bajo la parra del jardín. Un chapuzón y a la sombra de nuevo.

Sonó el timbre de la verja y mi sobrina salió del agua para ir a abrir.

-¡Será un paquete de Internet para mí!

No me oyó decirle que se tapara con algo.

Al volver con el paquete le dije – Te decía que ibas desnuda a recibir al mensajero.

-Ya me lo ha dicho él.

Aquella noche teníamos invitados. Mercedes y Luís. Amigos desde hace muchos años y nudistas como nosotros. Ella es la más joven del grupo con treinta y un años. Pelirroja de cabello, el otro nunca lo hemos visto. Caderas poderosas y pechos grandes como las aureolas y pezones. Le encanta comer pollas y chupar coños. Es una fiera cuando tiene una polla en la boca. Luís es algo mayor. Alto, fuerte y culto. No termino medicina pero sí derecho internacional. Le gusta más mi esposa que su mujer y está loco por mi sobrina. Que más se le puede pedir a un amigo, ¿no?

Debo añadir a las descripciones que mi esposa es otro monumento, claro está. Treinta y dos años. Quince más joven que yo. Uno setenta, con suaves curvas, pelo rubio oscuro algo ondulado apoyado en los hombros, noventa de pecho copa grande y es liberal como yo. Mi sobrina y la mayoría de nuestras amistades también lo son.

La cena, como es normal en verano, se hizo en la terraza de la piscina. De hecho no fue una cena como tal. Más bien un pica pica y algún canapé entre baño y baño. Tras la cena y para abrir la ronda de copas, mi esposa nos propuso ver el vídeo que hicimos en su ausencia.

Mientras conectaba los aparatos, Luís me pidió permiso para untarle los pechos de paté a mi sobrina para comérselos.

-Preguntale a ella que es mayor de edad – respondí

Al girarse para coger el tarro vio que ya los tenía llenos de paté – Ya os podéis servir – dijo la italiana señalándose los pechos.

Mercedes y mi esposa también se untaron los pechos con diversos sabores.

El vídeo comenzaba un día soleado y caluroso en el fuimos al parque de atracciones. Disfrutamos como niños.

En el coche ya le comenté a mi sobrina que aquella falda no era muy apropiada para subir a las atracciones.

-Es muy cómoda. Parece que no lleve nada – respondió

-En efecto. Nada – pensé.

La camiseta holgada de tirantes finos ya me pareció normal siendo pleno verano, pero...

-Un sujetador te podías haber puesto.

-¿Tío, te estás haciendo mayor?

En la caseta de tiro a las bolas nos hicimos con dos muñecas de premio. -Teníais que verla disparar con las carabinas.

-¿Tiene buena puntería? - Preguntó Luís limpiándose el paté de la boca con una servilleta

Pulse el Play y lo vieron.

Me separé unos metros de ella para obtener un mejor ángulo. En la pantalla aparecía mi sobrina con la carabina al hombro, apoyando un codo en el mostrador. Una rodilla algo flexionada y la otra pierna estirada hacia detrás apuntando a las bolas de colores. Una suave brisa recorrió la zona haciendo que su faldeta revoloteara con gracia. Los tres críos que estaban expectantes recibieron el premio. Le vieron las nalgas. Y ahora nosotros en la pantalla también. Al editar el vídeo, ese corte lo puse a cámara lenta. Una joya.

Era pronto. Acababan de abrir el parque y había poco público y no todas las atracciones estaban en funcionamiento. Paseamos por la zona. Vimos un tío vivo, un volador de cadenas, unas ollas giratorias, una tagada centrífuga, un toro mecánico, autos de choque y una noria y a lo lejos el famoso dragón.

Mi sobrina quería subir a la noria y de camino a ella se nos acercó un chico vestido de cowboy. Nos entregó una invitación para el toro mecánico - Aprovechen ahora que no hay gente y les doy dos invitaciones para que se monten. Si la señorita se mantiene en el toro tres minutos ganan entradas para la noria y el teleférico – dijo sin dejar de comerse con la mirada a mi sobrina que le guiño el ojo y cogiéndolo de la mano le dijo – a qué esperamos.

Era de esperar lo que se veía en el vídeo. El toro comenzó moviéndose en círculos. Despacio y para que la víctima tomara confianza con el animal. Se agarraba fuerte con los muslos y apretaba una protuberancia que salía del cuello del presunto bicho. El cowboy jugó con ella hasta que la falda comenzó a menguar. Le hacía saltar un par de palmos para verle todo lo que enseñaba. Con un hábil movimiento el toro hizo que le subiera la faldita hasta la cintura. Se peleaba con los finos tirantes de la camiseta que le resbalaban pero sabía que tenía que sujetarse con las dos manos. Todos animábamos en silencio a los tirantes para que descendieran con rapidez.

Al público, que ya comenzaba a ser numeroso, se añadieron los feriantes de alrededor para verle las tetas al aire dando saltitos al ritmo de "No rompas más mi pobre corazón, de Coyote Dax"

Ahora la veíamos echada hacia delante con el culo en pompa y el tanga metido entre las nalgas rebotando sobre el toro como si se lo estuviera follando. El polvo le duró varios minutos. Decían algunos feriantes que estaba batiendo el récord de resistencia sobre el astado.

Al entregarle los vales del premio le comentó que en el pueblo había un bar country que hacían el rodeo para adultos. Le dio cuatro entradas.

La brisa no amainaba. Localizamos la noria. No tuvimos que pasar por taquilla y nos pusimos en la cola de la escalera de acceso con las entradas ya en la mano. Detrás de nosotros dos jóvenes de unos veintitantos miraban fijamente la falda de mi sobrina esperando el momento en que volara y apareciera su culo. La cola avanzó unos pasos pero ellos quedaron quietos. Lo consiguieron. El aire levantó la falda pero sólo unos centímetros.

La noria se detuvo y nos tocó subir a la cabina que era de cuatro plazas y los dos chicos se apresuraron a subir con nosotros. Saludaron y nos pusimos en marcha. Nos dimos cuenta de que no les importaban las vistas desde las alturas. Preferían las vistas que pudiera ofrecer la chica en cualquier descuido.

-¿Os importaría grabarnos para tener un recuerdo?

pregunté entregando la cámara a uno de ellos.

-Al acercarme le dije en voz baja – Enfócale la falda a ver si le vemos las bragas.

El chico reaccionó con una sonrisa pasados unos segundos.

Le pasé el brazo por el cuello para acercarme a sus labios y nos besamos. Ella separó las piernas y el chico bajó la cámara.

-¡Vaya con el chico! Sabía manejar la cámara – dijo Mercedes.

Ahora en la pantalla veíamos el triángulo del tanga en primer plano. La imagen se alejaba y salíamos los dos. Ella se giró y se puso de rodillas en el asiento levantando los brazos y la brisa la falda. En esta ocasión, con la altura, la ráfaga de aire fue intensa y aguantó varios segundo la tela en la cintura. Luís aplaudió el plano.

Se sentó preguntando si se le había visto algo. Los chicos dijeron que no y que si quería repetir porque había salido movido. Se levantó y nos deleitó con un corto baile sensual jugueteando con la faldeta. El que grababa bojó la cámara para verle mejor el culo. Se puso de rodillas sobre el asiento e inclinó hacia delante con los brazos extendidos y el viento nos volvió a sonreír. Hay que decir que, y las imágenes lo muestran, ella trabajó más que el viento para que la falda les enseñara las bronceadas nalgas de veinte años.

Propuso hacerse fotos con ellos. Tenía los pezones en punta. Los chicos me dieron un móvil y comencé a disparar. Mi sobrina, apretada en medio de los dos, les rodeaba con sus brazos por detrás del cuello.

-¿Porqué no la besáis los dos a la vez? Tendréis un buen recuerdo y quedará gracioso -dije y lo hicieron.

-Ahora de uno en uno.

-Ahora túmbate sobre ellos - mientras lo hacía, un tirante resbaló y al ladearse le salió un pecho.

Hice unas cuantas fotos de toda la acción.

-Se le ve un poco el pecho – les dije - Tapárselo con la mano que quedará muy sexy. Lo hicieron. Seguí disparando y ellos manoseando.

-Si te acercas y les das unos picos luego les gustarán verlo – lo hicieron. El más feo era el más atrevido. Del picó pasó al morreo y a buscar por debajo de la falda. El otro le sobaba las tetas con ganas.

Lo vimos todo en la pantalla porque a la vez que hacía las fotos tenía la cámara de vídeo en el asiento vacío de mi sobrina.

Ella, que se dio cuenta de la grabación, tiró de la falda hacia arriba para que se viera la mano apartando el tanga y entrando en su coño. Dejé el móvil y usé la cámara que moví sobre el cuerpo de mi sobrina y las manos de los chicos. Le dije al guapo que les dejara hacer y se sentara a mi lado.

Mi sobrina se abalanzó a la bragueta y le sacó la polla que parecía un palo. La lamió y chupó hasta que la noria comenzó a detenerse.

Querían más. Salimos del parque y fuimos al hotel donde nos alojábamos.

Mientras ella se daba una ducha rápida Los tres hombres bebíamos unas copas para pillar el punto.

Salió con la toalla enroscada y terminó mi copa. La cámara en marcha reposaba sobre la cómoda. El piloto rojo delataba las intenciones. Ellos me pidieron una copia que luego les pasé en un lápiz de memoria.

El feo se duchó mientras el guapo puso la cabeza entre las piernas de mi sobrina. Cámara en mano grabé cómo le comía el coño. La pantalla mostraba la lengua paseándose sobre el clítoris brillante y descapuchado al tiempo que le metía un par de dedos.

Luís cogió la mano de su mujer para que se meneara mientras veía las imágenes. Yo estaba empalmado también y Mercedes me dijo que me sentara con ellos y me la menearía al mismo tiempo.

Vimos cómo la polla del feo se colocaba delante de la entrada de la vagina y ella en un respingo se la metió hasta el fondo. La cámara se alejaba y enseñaba como el guapo le ponía la polla en la boca. Luego cambiaron varias veces hasta que les propuse que le metieran en el coño las dos pollas a la vez. Nos gustó como se veía en la pantalla. Entraron con poca dificultad.

Luego ella propuso culo y coño. Vimos pasar a los dos por los dos sitios.

Luís le pidió a su mujer que le hiciera correrse. Se la puso en la boca y no tardó. Me la volvió a agarrar y me la siguió masturbando muy lento. Mi esposa nos miraba mientras acariciaba a mi sobrina.

En la pantalla se veía la generosa boca de la italiana comiéndose las dos pollas para que no tardaran en llenarla de leche. El primer chorro del guapo le entró en el ojo. Le agarró la polla con la boca y se la siguió meneando hasta que no le quedó más leche que entregarle.

El feo, que la tenía más gorda y venosa, la agarró la cabeza y también le folló la boca hasta correrse dentro.

Otra copa mientras bajaba el tono cardíaco y nos quedamos solos mi sobrina y yo.

-Nos duchamos y me follas de verdad que esos niñatos no saben mover la polla dentro de un coño.

A la mañana siguiente quiso visitar la zona de atracciones acuáticas. La faldita era otra. Es decir, de otro color. La camiseta era de cuello cerrado. Debajo, el equipo de baño. Nada a destacar excepto la pérdida del bikini al bajar por el tobogán gigante. Les mostramos la foto finish. Imagínatela.

Ya de retirada nos apeteció cruzar el parque con el teleférico. Nos ahorramos una hora de caminata. Recordé que el cowboy nos obsequió con entradas gratuitas.

Había cola y aproveche para ir a comprar chuches. Mi sobrina guardaba la fila. A mi regreso la vi conversando animadamente con la pareja que parecía estar detrás de nosotros en la cola.

-Tío, te presento a Marga y Alessandro.

Me presenté saludando.

-Él es de Bolonia, a cien kilómetros de mi casa – dijo con la alegría de encontrar a un paisano.

El italiano propuso viajar juntos en la cabina. No vi por que no.

Mientras repartía caramelos y gusanientos de gelatina azucarada recordé a la pareja.

Les vi en la lucha de mi sobrina con el toro. Y más tarde en la zona de la noria. Los recuerdo por que ella me gustó. Delgada, alta, el cabello negro azabache, piel blanca y pechos generosos. Luego me fijé en él. Igual de alto. Musculado dentro de la camiseta imperio. Rubio con el pelo largo a lo guitarrista de rock. Ninguno llegaba a los treinta, seguro.

-¿Es normal que se mueva tanto ese trasto?- preguntó Marga.

Alessandro me dio su teléfono - ¿Nos haces unas fotos de recuerdo?

Miraron a cámara y sonrieron. Se miraron a los ojos y se besaron. Y se besaron. Y se besaron. De la pasión de los besos a ella se le fueron abriendo las piernas. La falda vaquera fue subiendo y entre medio se veían unas braguitas rosas con lunares blancos.

Disfrutábamos por igual los cuatro. Mi sobrina me miró de reojo y dijo en voz alta – Marga, nos estás enseñando las bragas.

-La chica se separó de la boca de Alessandro y dijo – pues ayer tu nos enseñaste el tanga, el culo, las tetas, como te morreas con dos a la vez y te comes una polla -

Mi sobrina soltó una carcajada – No me dirás que nos seguís.

Alessandro amplió la información. La vieron en el rodeo y les gustó la niña a los dos. Decidieron seguirnos y en la noria querían compartir cabina pero se anticiparon los dos chicos. Ellos montaron en la siguiente y vieron todo el show.

Terminó la explicación diciendo a las chicas que cambiaran de asiento.

Marga sabía besar. Usaba la lengua con maestría. .

Me cogió una mano y me la puso sobre las bragas rosas. Mientras la besaba y acariciaba un pecho miré a mi sobrina que ya tenía la polla de su paisano en la mano.

Se levantó del asiento y de rodillas en la cabina empezó a lamerle el glande. Marga, que al notar más movimiento me soltó y los vio, me dijo que quería que miráramos como se la comía a su novio.

Nos cruzamos con más cabinas que circulaban en la otra dirección. La escasa velocidad de crucero facilitaba la visión. Más morbo para todos.

El trayecto se hizo corto.

Nos recompusimos y propuse encontrarnos para cenar.

-Y lo que surja – añadió Marga con cara de maliciosa.

-Pero antes me gustaría que me acompañaras de compras. Quiero estrenar un vestido -le dijo mi sobrina.

Desde la ducha le pregunté a que hora habían quedado.

A las dieciocho. Dijo al entrar debajo del chorro de agua que ya nos mojaba a los dos.

Primero la enjaboné a ella. Luego ella a mí. Se entretuvo más de lo necesario enjabonando mi polla con las manos. Exploté.

El bar en el que se encontraron estaba de moda en la población. El rótulo anunciaba mojitos a todas horas. Un par bastaron para pillar el punto.

Entraron en varias tiendas de la calle de las tiendas. Marga le recomendó una que, sin ser tan afamada, tenía prendas muy atractivas. Además era íntima de la dependienta.

Se saludaron con un pico y mi sobrina también se lo dio a Berta, dependienta pero hija de la dueña.

Berta es una joven de casi treinta con mucho estilo. No muy alta pero con los stilettos superaba a mi sobrina. Pelo muy corto con baño de color en gris azulado. Parecía mayor. Poco pecho y cadera manejable. Los labios con carmín rojo pasión y las lentillas de color turquesa.

Mientras Berta atendía a una clienta ellas removían prendas. Con unos cuantos vestidos y ya que estamos me pruebo esto, esto y esto, entraron en el probador. Corrieron la cortina y mientras mi sobrina se quitaba los jeans y la camisa de Polo en rayas rojas y blancas, Marga ponía en orden las prendas a entregarle.

-¿Nunca llevas sujetador?

Respondió que sólo si es imprescindible.

Le acercó las manos a los pechos y se los acarició - Claro. No te hace ninguna falta.

Mi sobrina se probó varios vestidos y alguno le gustó para su nueva amiga.

-Pruébate éste que el color te favorece – le dijo sacándoselo por la cabeza.

Marga la miró y le gustó verla con sólo la bragita Thong de encaje en color negro. Le dio la espalda para que le descorriera la cremallera del que llevaba puesto y mi sobrina lo hizo despacio. A través del espejo Marga le vio la cara de deseo.

Mi sobrina esperó impaciente a que cayeran los tirantes para desabrochare el sostén. -Mejor sin. Tampoco los necesitas – le dijo separándose de ella para mirarle los pechos. Se le acercó y los acarició, los besó con dulzura y Marga dejó caer la cabeza hacia atrás mientras suspiraba.

Mi sobrina le buscó los labios y les dio suaves y cortas lamidas. Marga se puso más receptiva. Una mano bajó para acariciar la braga que ahora era azul claro.

-Ya las has mojado – le susurró al oído.

-Yo no. Has sido tú – respondió apretándole la mano con la suya.

Seguían con los besos cuando la cortina se abrió.

-Ohhh! Perdón – dijo Berta sin dar mucha importancia a lo que estaba pasando entre las dos chicas.

-Ya le dije que eramos íntim... - No acabó la frase porque Berta le selló los labios con un beso de tornillo.

-Tu sigue por ahí debajo que yo me ocupo de aquí arriba – le dijo a mi sobrina y añadió que había colgado el cartel de "Volveré corriendo"

Mientra una mano exploraba el coño de Marga la otra se perdía bajo el vestido de Berta que separaba las piernas y las flexionaba ligeramente.

Mi sobrina exclamó -¡Alucinante!

Tres en el vestidor resultaba algo incómodo por lo que Berta las cogió de la mano y las llevó al despacho y almacén. Allí pudieron tocarse, lamerse, explorarse y follarse hasta la hora del cierre.

El móvil de mi sobrina desconectado. Alessandro preocupado por que a su encanto de novia le saltaba el contestador. Eran las veintiuna treinta cuando al mismo tiempo nos sonaron los móviles. Dieron señales de vida.

Nos reunimos en el mismo bar de los mojitos donde nos encontrábamos.

La expresión de mi sobrina me rebelaba hasta el último detalle. Le guiñe un ojo y una sonrisa.

Marga no fue tan sincera.

  • Hemos recorrido mil tiendas y al final tomamos algo con Berta.

El vestido es precioso. Azul pastel con estampados en naranja y rosa. De raso. Por debajo de la rodilla. Un escote generoso por delante y por detrás con una abertura posterior debajo del culo. Estoy seguro que fue idea de Berta. Y mi sobrina mientras provoque deseo ya está satisfecha.

-No te agaches que te verán las ideas por el ...

Tomamos unos mojitos más y las chicas nos comunicaron el cambio de planes.

Berta llegó una hora más tarde de lo acordado. Por suerte la cena que encargué para subir a la habitación era fría. Vichyssoise, canapés y cosas de capricho.

Mientras esperábamos a la chica bebimos, creo que demasiado, un cava excelente.

Era verano y no hacía falta demasiada parafernalia. Además, ya nos lo habíamos visto todo. De modo que decidimos ponernos cómodos.

Nosotros en boxers y ellas en camisetas y braguitas.

Berta llegó vestida con un pantalón muy corto y una blusa larga desabotonada desde el cuarto botón. Muy pija ella. En un visto y no visto le quitamos la blusa y también quedó con las tetas al aire. Preciosas pero operadas, me parecieron a primera vista.

La cena la tomamos en la terraza. Algunos vecinos se escandalizaron. Otros tomaron asiento.

Los últimos canapés ya nos los dábamos con los labios. Los besos se escapaban entre las chicas y hacia nosotros. Era el momento de lanzarme a por Berta. No fue difícil. En pocos segundos mi lengua ocupaba su boca. Su lengua sabía bien. Su cuello olía a vainilla y caramelo. Luego supe que era 212 de C.H. Tumbada en la mesa de la terraza entre bandejas y vasos derramados le desabroché el pantalón para entrar debajo de sus bragas. Sorpresa. Cuando de dentro de las bragas de encaje saqué una polla medio erecta, todas rieron.

-¿Necesitas ayuda? – preguntó Marga.

Lo que le hacía a Berta le gustaba. A los de las terrazas colindantes también.

Cuando quise cambiar mi lengua y mis dedos por mi polla no me dejó - Sigue así que me encanta. Ya me follarás luego.

Marga estaba debajo en el sesenta y nueve. Su lengua junto a la de Alessandro se deleitaban del coño de mi sobrina.

Él le lamia el ano con intención de penetrarselo con los dedos. Marga movía la lengua sobre el clítoris a la vez que introducía varios dedos el la babeada vagina.

No se quien apagó la luz de la terraza. Ahora sobre la mesa hacía un sesenta u nueve con Berta. Yo encima con su lengua recorriéndome los huevos y sus dedos intentando entrar en mí. Mi sobrina vio la escena y vino a ayudarme. Ahora la polla de Berta pasaba de mi boca a la de mi sobrina. Luego estaba en las dos a la vez. Cuando la tuvo dura como un hierro y de tamaño imponente, mi sobrina se la sentó encima metiéndosela entera dentro de sus cuerpo. Berta me la seguía chupando y poniéndome dedos. Alessandro se cercó a mi sobrina y le llenó la boca con su polla. Marga me dio sus labios.

Pensé que la mesa no aguantaría tanto peso y tantos envites. Propuse un trenecito en el suelo.

Nos colocamos tumbados de costado formando un círculo. A mí me la comía Marga. A ella se lo comía Alessandro que se la chupaba mi sobrina y a ella se lo comía Berta. Yo le comía el rabo a Berta.

El juego es divertido porque a la voz de “cambio” se remueven los jugadores y en unos minutos todos hemos estado con todos.

Entrada la noche nos fuimos amansando. A la mañana siguiente, Marga quedó con mi sobrina para que nos siguiéramos viendo más adelante.