Mi sobrina y yo 1

Mi sobrina desnuda, tumbada sobre la mesa del comedor, el coño recién afeitado por mí, yo desnudo con una erección de caballo, una pareja de desconocidos mirando la escena. Que más se podía pedir.

Mi hermana se fue a Italia con la llamada del amor. Le duró veinte años. Luego aunque siguieron viviendo bajo el mismo techo cada uno tenía su vida.

Mi sobrina Elena, la mediana de tres, era la que más se parecía en carácter y forma de pensar a su madre y a mí.

Le prometieron que cuando cumpliera dieciocho años vendría a pasar el verano a mi casa en la playa. Mi mujer y yo, encantados de tenerla.

-Tío, es verdad que tú y la tía vais desnudos por la casa? Preguntó unos días antes de venir.

-Nosotros y los que vienen de visita

-jaja jaja. Rió ella.

Mamá dice que de pequeños hacíais guarradas y que ibais desnudos los dos por la casa. (léase los relatos Con mi hermana en la categoría de Amor Filial)

Elena es una chica preciosa. Alta, rubia con el pelo largo y algo ondulado. Los labios como su madre, carnosos, grandes, sensuales. Los ojos azul verdoso como los míos. Me recuerda a Lady Gaga pero más guapa. Los pechos se los vi de pequeña. No tardaré en verlos y opinar.

El vuelo de bajo coste llegó a las tres de la madrugada. Salió por la puerta de llegadas radiante, como tiene que hacerlo una artista. Deportivas blancas, blue jeans cortos con doblez a media nalga, una camiseta blanca de tirantes y dos pezones reventando el algodón. Los pocos que esperábamos al pasaje nos los comíamos con descaro.

El abrazo se acompañó de dos besos, como siempre ocurre, en los labios. En Italia los besos de dan por el lado contrario que en España y terminas besando a todo el mundo en la boca. Los italianos ofrecen la mejilla izquierda. Cuando viajo allí intento saludar a todas las que puedo, es una gozada.

De camino a casa confesó haber pasado vergüenza en el avión.

-Hacía un frío insoportable. La pedí una manta al auxiliar de vuelo y dijo que no quedaban. Se sentó media hora a mi lado mirándome las tetas. Dijo molesta.

-Pues yo hubiera hecho lo mismo. Es que estás buenísima Elena.

Sonrió y se sonrojó, no demasiado, al mismo tiempo.

Mi esposa dormía cuando llegamos y ya no estaba cuando nos levantamos. Yo tenía el mes de vacaciones pero ella aún trabajaba aquella semana.

Me duché y llamé a su puerta. No contestó. Abrí con sigilo y allí estaba la diosa. Desnuda. Con el cabello alborotado, boca abajo con una pierna recogida y la otra estirada y algo separada. Los brazos abrazaban la almohada.

Las lamas de la ventana proyectaban líneas de luz y sombra sobre ella. Por entre las piernas se podía ver iluminado su sexo desde atrás. Tenía bastante pelo.

Me incliné sobre ella y le di un beso en la espalda

-Despierta corazón. Voy a preparar el desayuno

-Me ha gustado el beso. Dame otro tío. Dijo ladeando la cabeza y entregándome sus labios carnosos en posición de beso.

Me acerqué y le dí un pico sostenido y sonoro.

Al incorporarse en la cama me miró de abajo arriba diciendo

  • Pues es verdad lo del nudismo.

Se levantó y fue al baño. Al pasar por mi lado expendió el brazo y me propinó un cariñoso golpecito en mis partes.

Terminé de servir las tostadas y me llamó desde le marco de la puerta. Hizo una pose sexy y se dio la vuelta diciendo

-Das el visto bueno para que me una a los nudistas.

No contesté con palabras. La erección le contestó la pregunta.

  • Ya veo que sí, gamberro. Mi madre tenía razón.

En el desayuno le comenté que tenía que cuidarse más el pubis. Que lo tenía muy poblado y no era ni bonito ni higiénico.

  • Ya. Mamá me dijo que no lo tocara, que tú me lo harías. Como se lo hacías a ella.

El pene me dio un bombazo.

Terminamos el desayuno y mientras se duchaba preparé la mesa de operaciones. Puse una toalla sobre la mesa del comedor. Dispuse cuchilla, tijera, peine, espuma de afeitar y cazo para agua caliente.

Le indiqué que se tumbara y abriera las piernas. La tenía acostada frente a mí. Desnuda y esperando a que le acariciara el sexo. Le comencé a recortar el bello del pubis. Lo dejé muy muy corto para seguir con la cuchilla.

Dejé caer agua caliente sobre su sexo. Arqueó la espalda

-Quema?

-No, no. Da gusto.

Puse espuma en mis manos y las froté para que no sintiera frio. Quedé inmóvil unos segundos. Iba a manosear el coño de mi sobrina. Empecé a tener una erección. Elena se dio cuenta ya que tenia la cabeza ladeada.

-Tranquilo tío es normal que trempes. Yo también estoy cachonda.

No dudé más y comencé a pasar mis dedos por sus labios. Apreté un poco más al pasar sobre la entrada de su agujero. Me entraron ganas de introducirlo.

-Creo que ya está preparado. Dije para mí

-No tío. Sigue un poco más que me gusta. Dijo mirando mi polla que creció por completo. Seguí hasta que el agua se enfrió. Le toqué y tiré de los labios mayores, los menores, le acaricié el clítoris y el ano. Ya no quedaba espuma, creo que se la introduje toda en el agujero del culo.

Cuando le hacía círculos en el ano se quejaba de placer y decía

-que pena que seas mi tío.

Al rato decía

-me da igual que seas mi tío.

-mi madre me dijo que me soltara. Que a ella también se lo hacías. No?

-Si corazón y si quieres luego te lo haré a ti.

Cogí una silla y me coloque en el extremo de la mesa, a sus pies. Puse sus piernas sobre mis hombros. Tenía el coño a dos palmos de mi nariz.

Volví a poner espuma y comencé a rasurar con la cuchilla. Poco a poco fui descubriendo el coño de mi sobrina. Era precioso. Le rasuré completamente el pubis viendo que la raja le comenzaba muy arriba.

Era excitante. Los labios menores eran pequeños y no tenían ondulaciones. El glande del clítoris de buen tamaño para chuparlo, succionarlo y mordisquearlo. Los labios mayores del tamaño ideal para jugar con ellos y darles tirones.

-En la playa serás la atracción. Le dije. Ella sonrió.

Volvió de la ducha y la puse boca a bajo. Ahora le unte de espuma en el culo. Le separé una nalga y deslicé la cuchilla. Sólo había algún pelillo suelto pero me excitaba afeitarle el agujero del culo. A ella también le gustó. Quedó para comérselo pero sólo le di un lametón.

  • Que gustito, tío. Ya has terminado?

-No ahora tengo que hacerte la prueba de la pluma.

La mandé de vuelta a la ducha. Mientras se quitaba espuma cogí del cajón X una pluma grande y cosquillosa. Al regresar a la mesa del comedor vi que en el hotel que tenemos en frente había una pareja de mediana edad mirando entre las cortinas y el marco de la ventana. No hice caso. Estaba acostumbrado a tener espectadores todo el verano. Cogí dos almohadones del sofá y los puse sobre la mesa para que Elena apoyara mejor la cabeza y pudiera ver mejor como le hacia la prueba del nueve.

La coloqué atravesada a la mesa y le pregunté si quería que le hiciera la prueba.

-Mamá me dijo que me dejara hacer todo lo que el tío quisiera. Que seguro me gustaría. Confío en ti tío.

Mi sobrina desnuda, tumbada sobre la mesa del comedor, el coño recién afeitado por mí, yo desnudo con una erección de caballo, una pareja de desconocidos mirando la escena. Que más se podía pedir.

Comencé a acariciarla con la pluma primero los pechos, los labios, volvía los pezones y bajé por los muslos recorriendo las piernas. Subí y ella separó las piernas. Recorrí todo su sexo muy despacio. Gemía. Me situé detrás de su cabeza para que los mirones tuvieran una visión perfecta del coño de mi sobrina. Una mano movía la pluma y la otra amasaba sus pechos perfectos. Aureola del tamaño de tres centímetros de diámetro y pezones vivarachos juguetones.

Me abalancé sobre el pezón izquierdo y comencé a lamer . Volvió a gemir

Ahora separé los labios de su joya y se veía el brillo de la humedad. Describí círculos en la entrada y comencé a introducir el dedo. Le miré a la cara diciendo

-si quieres lo dejamos.

Ella empujó las caderas hacia adelante y se introdujo mi anular. Una vez dentro siguió moviendo las careras en todas direcciones a la vez que pedía más dedos. Le incrusté todos los de una mano. Al momento arqueó la espalda gimiendo de placer - Oh Tío, mueve la mano más fuerte, más fuerte

Mi mano entraba y salía de su coño a una velocidad de vértigo. Toda ella se estremecía. Se movía sobre la mesa como si le dieran espasmos. Miré a la pareja del hotel y vi como ella desde detrás le hacía una paja al hombre.

Mi sobrina se corrió en mi mano diciendo

-Tío comete mi leche.

Sin sacar la mano comencé a chupar los labios y a meter la lengua en el encharcado agujero. La otra mano me fue al culo y como estaba empapado de sus jugos tres dedos entraron sin piedad.

-Quiero chuparte la polla tío. Me dejas. Preguntó retóricamente

Salí de entre sus piernas y de un salto me coloqué sobre la mesa. Quedé de rodillas. Me la cogió con las dos manos y comenzó a menearla. Tiró de mi polla hacia su boca obligándome a descender sobre ella. Quedamos en sesenta y nueve. Fue fabuloso. Me chupaba los huevos y los sorbía sin hacer daño, lo justo para dar placer. Mordisqueaba el glande como a mí me gusta. Jugaba con mi ano lamiéndolo y poco a poco penetraba con un dedo hasta hundirlo por completo. Luego eran dos. A la vez succionaba el frenillo y con la otra mano apretaba y soltaba la base de mi polla.

Mientras, yo le mordía el clítoris con la boca abierta. Los dedos que le tenía introducidos en la coño jugaban por dentro con los que le llenaban el culo. Mi sobrina no paraba de correrse.

Era frenético. Un orgasmo tras otro. Cuando me la estaba chupando y apretaba mis huevos con bastante fuerza le pregunté donde había aprendido a follar de esta manera

-Te gusta como follo tío

-Claro. Me encanta

  • Mamá. Me enseñó mamá. Como tú la enseñaste a ella.