Mi sobrina no es tan santa como parece.
Hacer de niñero a veces se puede volver más interesante de lo que uno piensa.
No sé quién inventaría los fines de semana, pero fuese quién fuese desde aquí le mando mi más profundo sentimiento de gratitud y admiración. La religión cristiana cuenta en la iglesia que fue el mismo Dios quien tras haber trabajado durante seis días, se tomó el último como descanso y este es conocido como el domingo. Pero alguien se pregunta quién decidió también que el sábado fuese para algunos también un día de descanso, a él también le doy las gracias.
Después de la semana de mierda que había llevado en el trabajo lo que más necesitaba es que llegase el viernes, más concretamente las ocho de la noche y comenzase así mi fin de semana, es cierto que el lunes teníamos una de las reuniones más importantes de la empresa, donde se decidían las subidas y bajadas de sueldos, si la empresa iba a seguir o no en bolsa y hasta se despediría a algunos empleados, yo era fijo desde hace dos años, pero aun así se volvía un tormento el ver a la gente llorar y suplicar por su puesto. Tenía por delante el sábado y domingo para despejar la mente, así que ya sería problema del Tomas futuro el lidiar con esa situación.
Durante la semana había quedado con Paula, mi pareja, que iríamos a cenar al nuevo japonés que habían abierto en la costa, el sushi de ese restaurante era bestial, no solo por las fotos y vídeos que había visto en su página de internet, sino porque algunas de nuestras amistades que habían ido nos han contado que te preparan la comida delante de tus propios ojos. El lugar es caro, pero yo siempre digo que; ningún restaurante es caro si pagas lo que comes, o explicado de una manera más sencilla, si la comida que te dan es de calidad y en cantidades en donde no te quedas con hambre, no me importa que la cuenta sea abultada.
El viernes por la noche me lo tomé entero para mí, compré un par de cervezas en el 24 horas de debajo de casa y aprovechando que había una reposición de la final de la champions del 2000 me la cargué entera. Al día siguiente cuando me levanté, le hablé a Paula para ver a qué hora pasaba a por ella, así podría organizarme un poco y limpiar la casa, que buena falta me hacía. Al cabo de un rato me llegó su respuesta en forma de whatsapp en donde me decía que sintiéndolo mucho tendríamos que dejar la cena para otra noche, su hermano y mi cuñada iban a celebrar su aniversario e iban a salir a cenar, por lo que le pidieron a Paula que se quedase esa noche con sus sobrinos.
-Me cago en todo exclamé.
Que rabia me daba tener un plan en mente y que a última hora se torciese por completo, bueno, todo el mundo reaccionaría como yo, pero estoy hablando de mí, por lo que es justo y lícito que me queje por dejarme sin cenar y follar con mi novia.
-Traete un par de pelis y las vemos con los críos, podemos pedir pizzas me respondió a continuación terminando el mensaje con unos emojis con corazones en los ojos.
-De acuerdo le respondí.
Eran las ocho pasadas cuando llegué a casa de Paula, no se había terminado de abrir la puerta del todo cuando Marcos, el más pequeño de todos se me abalanzó sobre mí. En el sofá estaban Carla y Andrea, la primera tenía 18 años y estaba en plena adolescencia, mientras que Andrea tenía 18 años y por consiguiente copiaba todo lo que veía en su hermana porque quería ser igual de guay que ella. Marcos sin embargo con sus tres años tenía la fuerza suficiente como para abrazar a mi pierna y acompañarme en cada paso que daba.
Soy una persona a la que realmente le encantan los niños, pero esa semana necesitaba mucha comprensión y sobre todo amor, más bien de cintura para abajo no sé si me explico.
Paula preparó unas quesadillas para cenar mientras yo jugaba con los críos al mismo tiempo que impedía que estos fuesen para la cocina. La noche fue bastante bien, los críos se portaron bien, se comieron toda la cena y no armaron mucho alboroto durante la película.
-Las 23:30 chicos, hora de iros a la cama dijo Paula.
Andrea y Marcos empezaron a llorar y a suplicar que les dejasen cinco minutos más, pero todos sabemos que después de que pasasen esos cinco minutos volverían a pedir otro cinco más, por lo que Paula no les hizo caso y se los acompañó a su cuarto.
-Carla, tú puedes quedarte un rato con nosotros si te apetece.
-Vale respondió ella.
Mientras Paula acostaba a sus sobrinos, yo conversaba con Carla en el salón. Hay que reconocer que la chica hablaba de una manera muy madura para su edad, es cierto eso de que las mujeres maduran antes que los hombres, yo a mis 24 años era más inmaduro que ella. El cuerpo de Carla era el de la típica chica de 18 años, unos cuantos granos en la cara, un corte de pelo del que en unos años se preguntará cómo es posible que se le ocurriese hacerse eso en la cabeza y un cuerpo…bueno, la verdad es que el cuerpo sí que no era el típico de una adolescente.
Carla no estaba rellena, ni mucho menos gorda, su metabolismo era el de esas chicas con curvas que todo hombre le encantaría que se le pusiese encima y le cabalgase hasta eyacular dentro de ella, lo peor es que si ya estaba así con 18 años, no me quiero imaginar cómo estará cuando tenga mi edad. Sus pechos hacían que la camiseta que llevaba se le echase un poco hacia delante obligándole así a la tela a subir un poco y dejar que se le viese el ombligo, aparte de hacerse notar que no llevaba sujetador por la forma en la que sus pezones parecía que iban a desgarrar la camiseta. Los muslos de esta estaban rodeado por unos leggings, los cuales permitían disfrutar del relieve que formaban las dos iglús que tenía por culo. No me malinterpretéis, no es que su culo fuese feo o frío, sino porque al igual que los esquimales me metía dentro de ellos y no saldría nunca.
Hubo un momento durante la conversación en la que quisimos bajar el volumen de la televisión, pero el mando estaba al lado de la tele por lo que al darnos cuenta de ello, Carla se ofreció a levantarse. Cuando tuvo a este entre sus manos, tuvo la mala suerte de que se le cayese detrás del mueble, por lo que se vio obligada a echar el cuerpo por detrás del mueble.
Fue en ese momento en el que pude ver cómo sus dos labios sobresalían sobre aquella tela elástica; no llevaba sujetador, no llevaba bragas...ojalá no llevases ropa me dije para mí mismo. La forma en la que aquellos labios formaban un relieve era precioso, hasta se me hizo la boca agua. La manera en la que Carla impulsaba su cuerpo en forma de embistes para poder alcanzar el mando, era de la misma manera con la que me gustaría reventarla contra la pared, haciendo que mi miembro entrase por completo en su vagina virgen. A través del reflejo de la tele, Carla pareció darse cuenta de que mientras ella estaba de espaldas a mí y en esa postura, había llevado mi mano a la entrepierna y había comenzado a masturbarme, por lo que la niñata decidió agacharse un poco más y tardar en recoger el mando.
-Bueno, ya están los mocosos acostados dijo de repente Paula mientras aparecía por la puerta del salón.
Inmediatamente corregí mi postura y me coloqué de la mejor manera que pude para que no se me notase la erección.
-¿Qué hacéis? Preguntó Paula.
-Nada, estábamos terminando de ver la película pero Carla quería bajar un poco el volumen de la tele y se le había caído detrás de esta.
-Sí, pero ya lo he cogido respondió Carla, además, creo que me voy a ir ya a dormir estoy muy cansada. Esta dejó el mando de la tele sobe el sofá y se fue sin decir nada más.
-Qué raro ¿Le pasa algo? Dijo Paula.
-Ni idea, ya sabes cómo son estos adolescentes, un rato están bien y al otro mal. Lo que no sabía Paula era que su sobrina llevaba una ligera mancha húmeda en la zona de inferior de los leggings y estoy seguro de que ella se había puesto tan cachonda o más que yo hasta tal punto de humedecer aquella tela con su jugo vaginal.
Paula y yo seguimos viendo la película hasta que esta terminó y nos pusimos un rato a charlar.
-¿Sabes que mi hermano y mi cuñada han ido a cenar al japonés donde íbamos a ir tú y yo esta noche?
Varios insultos y maldiciones se pasaron en ese momento por mi cabeza, pero si lo pienso de otra manera, si hubiese ido al restaurante me habrían servido otro pescado crudo que en verdad no sabría también como el sexo de mi sobrina; ese sí que era un pescado crudo que quería que me cocinasen en la boca y pedirlo una y otra vez hasta terminar con las existencias del restaurante.
Si hubierais estado en mi posición, me diríais que Paula también tiene un cuerpo que llama la atención de cualquier hombre y mujer que la vea pasar por la calle. Aquella noche esta llevaba un look totalmente de ir por casa, pero a mí ese rollo me ponía igual o incluso más que el de hacerlo con mi sobrina. Paula llevaba una camiseta ancha que me había robado de las veces que ha dormido en mi casa y unos pantalones vaqueros cortos, acompañados de un moño hecho con una pinza del pelo que le había cogido prestada a su cuñada.
Como la conversación cada vez se iba volviendo más aburrida y el ancho de mi camiseta me sobre el cuerpo de Paula me había hecho olvidar el tamaño de las tetas de mi novia, me fui acercando hasta ella hasta que comencé a comerle la boca al mismo tiempo que iba introduciendo poco a poco mi mano por su ombligo y subiendo lentamente hasta alcanzar sus pechos. Es increíble ver cómo aquella camiseta era capaz de ocultar unos pechos que mis manos no eran capaces de coger por sí solas, los pezones de esta se iban endureciendo a medida que notaba la fricción que las yemas de mis dedos ejercían sobre ellos y mi lengua viperina ascendía y descendía por su cuello, introduciéndose también de vez en cuando en su oreja produciéndole un intenso escalofrío.
Paula era ahora la que colocaba una de sus manos sobre mi sexo mientras la otra la usaba para taparse la boca y evitar que su respiración acelerada pudiese ser escuchada no solo por sus sobrinos, sino por cualquier vecino. Mi mano envidiosa de ver como la de Paula estaba masajeando mi polla, decidió copiarla y fue bajando hasta posarse sobre su sexo; fui masajeando la superficie de sus pantalones vaqueros hasta que pude desabrochar todos los botones de su cremallera, fue entonces cuando no dudé ni un minuto en introducir mis dedos y empezar a masajear su clítoris.
-Para, nos van a pillar repetía Paula a medida que intentaba apartar mis manos de sus pechos y de su sexo.
En ese instante se escuchó un ruido proveniente de detrás del sofá, junto a la puerta más concretamente, pero que pareció haber sido solo percibido por mí. Eché la vista hacia el origen del ruido y ahí estaba Carla, contemplando la escena atónita, sin pestañear si quiera.
Paula sin embargo seguía con la cabeza echada hacía atrás y los ojos cerrados, intentado que el corazón no se le fuese a salir por la boca.
Sabía que el follarme en ese momento a Paula sabiendo o que Carla nos estaba mirando o incluso imaginarme la situación de que acabásemos haciendo un trío me ponía más cachondo que nada más en el mundo, pero queriendo dar una lección a mi sobrina, le quise hacer ver lo que le esperaba si algún día se quedaba a solas conmigo.
Abriéndome la bragueta y haciendo que mi pene saliese disparado a causa de mi erección, me acerqué al oído de Paula y le dije, chúpamela como si no fueses a comerte otra polla de 20 centímetros en tu vida. Aquella frase la hizo despertar de su letargo e instantáneamente me clavó una hostia sobre mi cara, eso pareció hacer reír a Carla o eso pude percibir con el rabillo del ojo.
La tensión entre Paula y yo crecía por momentos, hasta tal punto de empezar a pensar que no fue buena idea el haberle dicho aquello, pero acto seguido con una sonrisa de oreja a oreja y tras empujarme sobre el sofá haciéndome que me acostase, se agachó y comenzó a felarme el miembro. El moño que esta llevaba en la cabeza, me sirvió para agarrarlo con mi puño y marcarle la velocidad a la que quería que Paula me chupase el miembro. Carla por su parte, celosa de lo que tenía su tía entre la boca, no quiso pasar desapercibida ante mis ojos y comenzó a desnudarse. Un orgasmo brotó de mi boca.
-¿Te gusta cómo te la estoy chupando? Dijo Paula.
-Sí cariño contesté entre jadeos, aunque lo que ella no sabía es que el placer de mi cuerpo no era solo producido por ella, sino también por contemplar la perfecta figura de nuestra sobrina.
Carla se masajeaba los pechos ella misma, giraba su cintura levemente y a sin apartar la mirada de mí, se daba unos azotes en su culo. Su tía sin embargo seguía con la boca llena y haciendo una labor encomiable por lo que queriendo que fuésemos los tres los que disfrutásemos del placer que nos proporciona el sexo, le bajé aquellos vaqueros cortos junto con las bragas que esta llevaba y le introduje tantos dedos como pude, aquella mujer estaba tan húmeda que le hubiese entrado mi puño. A medida que la velocidad en la que mis dedos entraban y salían del coño de Paula, ella también lo hacía con mi polla, por lo que era cuestión de tiempo que nos fuésemos a correr. Carla con una mirada que transmitía la expresión de reto aceptado, se escupió en su mano y comenzó a masajear su clítoris a media que avanzaba hacia nosotros.
-Pero, ¿En qué está pensando esta tía? Nos van a pillar.
A medida que Carla avanzaba hacia nosotros me ponía más cachondo la situación, sucediéndole de igual manera a Carla, la cual a veces debía parar de andar porque el placer que sus dedos le producían le impedía caminar. Agarrando el mando de la televisión que quedaba a escasos centímetros de Paula, Carla lo agarró con un rápido movimiento y sentándose justo detrás de ella comenzó a introducírselo por el coño.
-Sigue comencé a gritar.
En ese momento noté como Paula aumentaba su velocidad no solo con su boca sino también con sus manos sobre mi polla, pero lo que ella no sabía era que le estaba diciendo a Carla que siguiera no a ella, necesitaba ver cómo ese mando acompañado por esos botones le producían placer a mi sobrina. Aquel triángulo invisible solo para para Paula creo un ambiente de sexo, suciedad y placer que no pensé nunca que experimentaría, así que mientras yo seguía introduciendo mis dedos sobre el coño de Paula, está seguía felándome el miembro con sus labios y Carla se introducía el mando los tres nos corrimos al mismo tiempo.
Aquella escena fue digna de pintar por el mismísimo Velázquez; Paula con todo mi semen tanto por dentro como por fuera de su boca, dudaba entre escupirlo por toda la cantidad que tenía o tragarlo por lo bueno que sabía que estaba y sentirse así como lo puta que era, yo con mi polla todavía erecta permanecía en el sofá acostado, empapado de rodillas hacia abajo por el jugo vaginal de Paula. Por otro lado, Carla limpiaba con su lengua el semen con el que su coño había empapado el mando, eso sí, sin apartar la vista de mí, en la esquina a medida que no solo recogía su ropa sino que también limpiaba cualquier prueba que dejase entender que ella había estado allí y no durmiendo como la buena adolescente que es, se despedía de mí y me avisaba que esto no quedaría así con un guiño de ojos.