Mi sobrina, mi tentación
La abstinencia no hace miramientos a los lazos sanguíneos, siempre he pensado que es mejor hacer y luego pensar y mi sobrina es testigo de ello.
Observaba el video tratando de sentir algo, pero no me provocaba nada, el filme estaba por terminar y yo estaba lejos de lograr un orgasmo, decidí rendirme y dejé de tocarme, ya estaba fuera de mis recuerdos la última vez que sentí placer genuino.
Me había divorciado de mi esposa hacía ya cuatro años, porque me engañó y desde entonces no he sentido el calor de una fémina. Mi apariencia física se fue deteriorando y a pesar de que solo tengo cuarenta parezco más mayor.
Cuando me divorcié también me alejé de mi familia, por lo que me pareció extraño que mi sobrina se pusiera en contacto conmigo suplicando quedarse en mi casa por unos días y que no le dijera a su madre, yo lo dudé durante un largo rato, pero se escuchaba tan desesperada y me aseguró que serían solo unos días, así que al final acepté.
Al día siguiente apareció en mi casa con una maleta, se veía muy demacrada, tenía tanto tiempo sin verla que ya no parecía una adolescente muy flaca, ya se había convertido en una mujer que estaba muy buena, pero era mi sobrina, así que alejé esos pensamientos de mi cabeza y la invité a pasar.
No le hice preguntas, la dejé descansar del viaje y supuse que ya en la mañana ella aclararía mis dudas. Me fui a mi dormitorio con la intención de descansar, pero no pude, en mi cabeza sólo se repetían imágenes constantes de su hermoso cuerpo que tenía ganas de tocar, esos pechos tan grandes que sentía el impulso de acariciar y ese gran culo que quería hacerlo mío.
La idea de masturbarme me carcomía, era un depravado al pensar en mi sobrina para darme placer, pero tenía que hacerlo, lo deseaba, así que lo hice y fue como estar en el cielo.
Al día siguiente Camila, mi sobrina, me esperaba en la mesa con un desayuno que se veía delicioso, ella parecía más animada al parecer estar aquí la estaba ayudando, pero a mí no me está ayudando para nada, y menos cuando vi la bata casi transparente que llevaba puesta, desde lejos se notaban sus pezones erectos que pedían a gritos que los mordiera. Mi pene no tardó mucho en reaccionar, así que me apresuré hasta llegar a la mesa para disimularlo.
– Buenos días. – Fue la única frase coherente que pude pronunciar.
Camila me respondió lo mismo con una sonrisa que parecía traviesa.
– Tenemos que hablar Camila. – Al escuchar mis palabras su sonrisa se borró de inmediato.
– No quiero hablar Carlos. – Por alguna extraña razón me pareció raro cuando me llamó por mi nombre de pila, supongo que estaba acostumbrado a que me dijera ‘tío’. Pero admito que me gusta la idea de pensar que no me ve como su tío sino como un hombre normal.
– Al menos dime algo, aunque sea mentira. – Ella dejó de comer y suspiró resignada.
– Dicen que me ‘‘acosté’’ con mi maestro de ciencias, mis padres se enteraron y dicen que soy una puta.
Sus palabras me dejaron sorprendido, pero me causó curiosidad y de alguna manera su confesión me excitó mucho.
– Pero ¿te acostaste con él o no?
– Claro que no, sólo se le envié una foto de mis tetas para no tener que reprobar su asignatura. Pero ya tengo dieciocho y no es ilegal.
De alguna manera, la situación empezaba a excitarme cada vez más e incrementaban las ganas de hacer mía a la mujer que tenía en frente. El timbre de mi teléfono móvil me sacó de mis pensamientos, el nombre de mi hermana aparecía en la pantalla, mi vista viajó hasta mi sobrina y su expresión facial no me decía nada, así que acepté la llamada.
La voz de mi hermana parecía preocupada, preguntó por su hija y luego de asegurarle que todo estaba bien, me pidió que me quedara con ella por un tiempo, lo que acepté sin problemas, pero no sé cuánto tiempo pueda resistirme a no tocarla.
Pronto Camila consiguió un empleo en una tienda de tatuajes, así que entre mi trabajo y el de ella ya no pasábamos tiempo juntos, por lo que el deseo que sentía por ella fue disminuyendo.
Un día me desperté a medianoche debido al verano, hacía un tiempo caluroso, tenía unas ganas tremendas de orinar, al intentar abrir la puerta del baño, descubrí que estaba cerrado con llave, tras tocar la puerta confirmé que mi sobrina estaba adentro.
Luego de asegurarle que no iba a ver nada me dejó pasar, ella rápidamente se metió a la ducha, así que no pude ver más que su silueta a través de la puerta de cristal. Una vez terminé, me dispuse a salir del baño.
– ¿No tienes calor? – Su pregunta hace que me detenga.
Murmuré algo confundido y escuché una risita, la puerta deslizarse y unos pasos detrás de mí.
– Tienes calor. – Ya no sonaba como una pregunta, sino como una afirmación. Me di la vuelta para encararla y encontrarme con su precioso cuerpo desnudo. Tomé su rostro entre mis manos y besé sus labios, no tardé en sentir su lengua cálida recorrer mi boca y sus manos se deslizaban por mi cuerpo hasta llegar a mi miembro y acariciarlo por encima de mi ropa interior.
Rompí el beso para deslizar mi boca por su cuello y detenerme en sus pechos que tanto anhelaba saborear, tomé uno de sus pezones entre mis labios y lo succionaba, mientras que con mi mano masajeaba su otro pecho, apenas se escuchaba unos murmuros de parte de ella, pero sabía que lo estaba disfrutando, lamía sus pezones sin parar y me atreví a morderlos, ella se quejó y tomó mi cabeza entre sus manos apartándome de ella, pero no me soltó. Otra vez acercó mi cabeza hasta sus pechos y con la voz ronca demandó;
– Lámelos. – Yo no puse objeción alguna y empecé a lamerlos, sin embargo, con sus manos dirigió mi cabeza por su abdomen y se detuvo justo donde ambos queríamos, en su paraíso. Mi lengua buscó su entrada con rapidez y empecé a lamerla como si mi vida dependiera de ello. Sus gemidos aumentaban a medida que mi lengua entraba en su interior y ella no dejaba de gemir mi nombre.
– ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Que te despiertes coño! – Al abrir mis ojos veo a una Camila entre adolorida y divertida. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que no estamos en el cuarto de baño, sino que estamos en mi dormitorio y vestidos.
¿Entonces todo fue un sueño?
– ¿Tuviste un sueño erótico acaso? – Me dijo riéndose mientras señalaba a mi entrepierna. Avergonzado tomé una almohada y la coloqué rápidamente encima de mi erección.
– ¿Qué necesitas? – Pregunto intentando cambiar el rumbo de la conversación. Al escuchar mis palabras su expresión pasa de burla a dolor.
– Necesito que me compres unas pastillas y unas pomadas.
– ¿Qué te pasa? – Pregunté preocupado.
– Creo que uno de mis tatuajes se infectó, así que te agradecería que te apresuraras. – Se puso de pie y no tardé mucho en notar que debajo de esa bata que se transparenta no llevaba ropa interior, regalándome una increíble vista de su hermoso trasero.
Me masturbé pensando en ese gran culo y ese sueño erótico que me había dejado muy caliente. Luego de ducharme, fui a comprar lo que me había pedido y regresé pronto a casa. Llegué directamente hasta su dormitorio y me invitó a pasar, una vez que entré me quedé pasmado, la imagen que estaba apreciando parecía tan irreal y me di algunos golpecitos para asegurarme que no fuera otro sueño.
Camila estaba acostada en su cama boca abajo completamente desnuda y yo estaba ahí parado observándola como un cazador esperando para atacar a su presa.
– No te quedes ahí parado y ven a ponerme la pomada. – Sus palabras me sacaron de mi trance y empecé a caminar hasta ella lentamente. Me senté en su cama cuidadosamente, mi vista cayó justo donde iniciaba su culo y un tatuaje de tamaño medio lo adornaba, se veía algo hinchado y rojo. Ella se acomodó encima de mis piernas de modo que yo podía sentir su vagina haciendo contacto con mi entrepierna, agradecí haberme puesto unos pantalones cortos y así sentir su suave feminidad.
– Puedes empezar cuando quieras Carlos. – Escuchar sus palabras me incitó a untar mis dedos con el ungüento y lentamente fui acercando mis dedos hasta llegar al tatuaje. Ella apenas se inmutó cuando sintió el contacto, pero mi cuerpo era un manojo de nervios en ese momento y estaba poniendo todo de mi parte para no tocarla de más.
Pasaron al menos unos diez minutos en los que mis dedos acariciaban cuidadosamente el tatuaje, tenía unas ganas inmensas de llevar mis dedos un poco más abajo, pero seguía conteniéndome, su respiración se escuchaba más relajada, así que asumí que se había dormido. Fue como el pequeño empujoncito que necesitaba para hacerlo, con el más cuidado posible, fui deslizando mis dedos lentamente por su trasero, pero no recibí ninguna reacción de parte suya.
Seguí deslizando mis dedos y cuando llegué hasta su vagina, pude sentir lo húmeda que estaba, mi pene estaba casi explotando, quería meter mis dedos en su interior, pero me atemorizaba que ella fuera a despertarse y se asustara, así que pensé en apartar mis dedos escurridizos de ella. Pero el morbo que me carcomía hacía caso omiso a la moral y decidí tocarla, Dios se sentía como tocar el suave merengue de un pastel, mientras más le acariciaba su rajita notaba como esta se sentía más húmeda y podía jurar que ya estaba goteando. Con mi dedo gordo hacía ademán de meter el dedo por su cueva pero no me envalentonaba lo suficiente como para penetrar en ella, repetí el proceso de acariciarla unos segundos más y me convencí de que ya había sido más que suficiente para poder complacerme más tarde. Cuando me alejé creí haber escuchado un ruido casi imperceptible de su parte, pero fue tan silencioso que hasta pienso que fue producto de mi imaginación.
Me acerqué a la puerta con la intención de alejarme de aquella tentación que significa para mí mi sobrina.
– No puedes venir a calentarme y luego pretender que nada pasó tío. – Escucharla me dejó paralizado en mi lugar, me tomó unos segundos asimilar que esto de verdad estaba ocurriendo. Me armé de valor y me di la vuelta para verla sentada con las piernas abiertas y los pechos al aire. Si lo que quería era torturarme ya lo había logrado.
Se puso de pie y se acercó a mí, con sus manos acariciaba mi cuerpo y lentamente fue retrocediendo en sus pasos, guiándonos a ambos hasta la cama, se dejó caer sobre la misma dejando sus piernas muy abiertas, de modo que podía ver su vagina depilada, hermosa y mojada esperando por mí. Me coloqué encima de ella iniciando un largo beso en su boca, bajando por su cuello hasta llegar a sus tetas prominentes las cuales besé y saboreé a más no poder.
Hice un camino de besos y lamidas iniciando en sus pechos y terminando en su vagina, al llegar a ese mar abierto, mi cuerpo vibraba de deseo, acerqué mi lengua hasta su centro y lo lamí probando de su sabor salado y delicioso, tal y como lo imaginé, con mis dedos empecé a estimular su clítoris mientras entraba mi lengua en su interior y la penetraba con mis dedos, el sonido gutural de sus gemidos continuos llenaban la habitación y era música para mis oídos.
Sus dedos se enterraron en mi cabello controlando los movimientos de mi lengua a su antojo, gimiendo para mí mientras que su cuerpo temblaba, los gemidos fueron aumentando al igual que mis movimientos y pronto llegó a un orgasmo.
Su respiración era más agitada que la mía, pero sólo le tomó unos minutos recuperarse, nuestras bocas se encontraron, ella saboreando sus jugos de mi boca lo que aumentó más el deseo, con agilidad y algo de ayuda de su parte, me deshice de mi ropa rápidamente, mi necesidad de hacerla mía era tan grande que ni siquiera me molesté en usar preservativo.
Tomé mi miembro con mi mano guiándolo hasta su vagina, posé mi vista en la suya que estaba llena de lujuria y de una estocada, la penetré. Sentí una gran satisfacción al sentir su apretada vagina abrazando mi falo, sus piernas envolvieron mi cadera y continué penetrándola, a medida que bombeaba mi pene en su interior sus gemidos aumentaban sin parar y los míos no tardaron en llegar, escondí mi cabeza entre su cuello sintiendo su olor y mi pene invadiendo hasta sus entrañas, apretando con mis manos sus pechos y besándola, hasta que alcancé el orgasmo y luego ella.
Me recosté encima de ella sin poner todo mi peso, ambos estábamos cansados y nuestras respiraciones entrecortadas llenaban toda la estancia. Luego de algunos minutos, ella inició un beso que al principio parecía tierno, pero luego fue tornándose caliente.
– Quiero que me desvirgues mi culito. – Dijo en un susurro que apenas pude escuchar pero que fue suficiente para calentarme otra vez, así que sin titubear la coloqué a cuatro patas y desde aquí tenía una vista espectacular de su gran culo.
Llevé uno de mis dedos hasta su boca y le pedí que lo chupara, ella muy obediente, lo hizo como si fuera mi pene lo que estuviera en su boca. Cuando mi dedo ya estaba lo suficiente húmedo, lo saqué de su boca y lo acerqué hasta su ojete, fui entrando la puntita de mi dedo de a poco hasta que entró todo mi dedo en su orificio, la penetraba lentamente con mi dedo y cuando ya estaba lo suficientemente estimulada reemplacé mi dedo por mi miembro y despacio la fui penetrando, cuando ya se acostumbró al tamaño de mi polla, aumenté el ritmo de mis movimientos haciéndola toda mía una vez más.
La penetraba con frenesí y sentir lo tan apretada que estaba era lo más placentero que había sentido y saber que era yo quien desvirgaba ese precioso culito me resultaba exquisito. Mientras la penetraba estimulaba su pequeño botoncito que tanto placer le daba, nuestros gemidos se mezclaron y sentía que en cualquier momento iba a correrme, esta vez juntos alcanzamos un delicioso orgasmo que nos dejó agotados, así que con mi cuerpo abrazado al suyo nos dejamos caer en un sueño profundo.
Una semana después ella regresó a casa de sus padres y no he vuelto a saber de ella, pero jamás olvidaré esa experiencia espectacular y espero que algún día vuelva a suceder.