Mi sobrina cumple su palabra
Después de haber satisfecho mis deseos, mi sobrina se presta a involucrarnos a mi esposa y a mí en una relación conjunta.
LA SOBRINA (3)
Luego del relato anterior donde mi sobrina inició a mi esposa en una relación homosexual con mi consentimiento, esperé que se dieran las circunstancias para hacer realidad lo que escuché esa noche de lujuria y de placer. Que se produjera lo que oí sobre el final: el encuentro entre los tres para explorar un universo diferente como tantas veces había fantaseado en mi subconsciente. Me parecía imposible que María aceptara pues creía conocerla pero luego de lo ocurrido ese sábado entre ambas, no perdí las esperanzas confiando en el poder de persuasión de Silvana que me había demostrado su determinación cuando quería conseguir algo. La muy putita gozaba con todo lo que tuviese relación con el sexo y seguramente encontraría la oportunidad para concretar sus propósitos.
Efectivamente, mientras María se duchaba una tarde de verano, Silvana irrumpió en el baño con el pretexto de buscar una toalla y cerró la puerta con el cerrojo. Supuse que algo iba a suceder entre ellas y traté de escuchar los sonidos y las voces del interior del baño. Me aproxime y observé a través de la cerradura lo que ocurría adentro. Silvana se desnudó totalmente para luego correr la cortina del baño y enfrentar a mi esposa. María se sobresaltó al verla y en un susurro le pidió que se fuera pues yo las podía oír. Silvana no le hizo caso y la besó en la boca sellando sus palabras, luego, sin hesitar, se agachó, beso sus senos y mordisqueo los pezones lo que intuí por los gemidos de María, hasta que pude ver su pelvis y la boca de Silvana que le comía la vulva. Finalmente María, sin poder resistirse, entre jadeos y pedidos para no continuar con ese placer y la tortura que le producía, le facilitó las caricias al elevar una pierna sobre el borde de la bañera y ofrecerle la concha en toda su magnitud. Era lo único que el orificio de la cerradura me permitía visualizar con mis ojos, pero lo suficiente para producirme una calentura fenomenal y la erección de mi miembro que parecía escapar del calzoncillo que era mi única indumentaria. Comencé a masturbarme y golpeé la puerta pidiéndoles que me dejaran participar. Sentí el chapoteo del agua y al descorrer del cerrojo. Mi sobrina, me franqueó la entrada. Me aproximé a mi esposa y la besé. Su rostro sonrojado por la situación, el pelo y su cuerpo aún mojado por el agua de la ducha, me excitaron más. Entre pedidos de disculpa y mohines me devolvió uno por uno los besos y las caricias, reclamándome que le calmara su calentura.
Silvana nos secó y luego de esparcir crema por nuestros cuerpos con un masaje suave y sensual, nos guió hasta la cama matrimonial. Los tres desnudos nos recostamos y Silvana entremedio de los dos comenzó con caricias alternadas. Me besaba y le acariciaba las tétas a mi esposa, luego la besaba a María y agarraba con una mano mi verga y la acariciaba masturbándola y arrancándome gemidos de placer, En un momento nos pidió que nos liberásemos y dejásemos de lado los prejuicios. María se incorporó y luego de besarla se situó entre las piernas de Silvana y comenzó con una caricia deliciosa abriendo los labios de la vulva e introduciendo su lengua en profundidad, de allí la sacaba chupando y mordisqueando el clítoris arrancándole suspiros y gemidos de placer. Luego fue mi esposa la que invirtió su posición y le beso los muslos y la concha a Silvana que se retorcía de gozo Yo, ante la visión de esa cola parada que se ofrecía, me situé por detrás de mi esposa y luego de abrirle las nalgas, lubriqué con saliva sus orificios y la penetré por su concha húmeda por el deseo. Cuando intenté penetrarla por el ano, se rehusó como siempre, pero ante mi insistencia y la confesión de Silvana de lo que yo sabía del consolador en la noche de la película, aceptó. Silvana que se había incorporado se situó al costado y nos ayudó. María se abrió las nalgas con sus dos manos. Silvana me chupó la verga y luego le colocó un profiláctico lubricándolo con vaselina. Con sus dedos le amplió el orificio anal a María, y cuando consideró que mi esposa estaba preparada, me besó y me susurró al oído que la penetrase y no hiciese caso a sus quejidos o gritos de dolor.
Efectivamente le insinué el glande en el orificio anal y con un movimiento brusco atravesé el esfínter. Gritó, pero Silvana y yo casi le impedíamos los movimientos. Seguí con un vaivén rítmico entrando y saliendo con decisión hasta introducir el pene hasta la raíz. Los quejidos fueron cediendo hasta transformarse en gemidos de placer. Los orgasmos se sucedían según sus expresiones y sus movimientos elevando la cola ante cada embestida me incitaban a profundizar mi verga gruesa y dura después de mucho tiempo. Asido como estaba de las caderas de mi esposa, observé como Silvana se masturbaba ante la visión de sus tíos cogiendo y el consolador enorme que recibía en sus entrañas, le provocaba espasmos a su vientre. Finalmente, en forma imperativa nos suplicó que la atendiésemos a ella. María y yo la hicimos gozar como nunca, pues después de todo por la edad y la experiencia podíamos ser sus maestros. Penetramos a ese cuerpo joven gozando en todas las formas y arrancando expresiones de placer que se repitieron durante muchas veladas mientras vivió en casa. Recuperamos la alegría y el placer practicando con mi esposa y esa mujer joven y hermosa disfrutando del sexo en toda su plenitud.