Mi Sobrina Ana 4
Mi sobrina Ana se tuvo que instalar en mi casa por obligación pero fue el comienzo de algo increíble.
No todavía de noche cuando Mi sobrina y su amiga se fueron a su habitación a dormir. Supongo que la media borrachera que llevaban y lo ocurrido en el sofá del salón de mi casa había sido suficiente motivo para que ambas desaparecieran durante tres largas horas.
Durante ese tiempo yo aproveché para reflexionar varias veces sobre todo lo que había sucedido desde la llegada de Ana a casa.
Todo empezó cuando como, por descuido aparentemente casual, ella empezó a enseñarme sus tetas a través de su escote del pijama por las mañanas, cuando yo empecé a curiosear su bragas matutinas, a comprobar si estaban o no mojadas por sus fluidos, cuando una noche espié su entrepierna porque su albornoz se le había abierto mostrando sus braguitas mientras supuestamente dormía a mi lado en el sofá y esa noche terminé quitándole las braguitas y explorando su coño con su consentimiento y ella haciéndome su primera mamada de antología, cuando ella me empezó a mostrarme sus bragas mientras estudiaba, cuando me reconoció que se excitaba pensando en mi para, a continuación, mostrarme su culo en pompa y acabar ambos masturbándonos uno delante del otro en la cocina, cuando en un teatro medio vacío nos pajeamos mutuamente en la oscuridad y me hizo su segunda mamada, cuando le enseñamos su coño al taxista por el retrovisor interior del coche, cuando se me mostraba desnuda en el baño o se masturbaba delante mía con mi mujer en casa y cuando, esa misma tarde yo me había follado a su amiga borracha con su colaboración para terminar dándola por culo a ella porque, según su opinión, eso no era follar.
Mientras pensaba en todo esto no mi excitación no decaía, más bien todo lo contrario, iba en aumento.
Por más vueltas que le daba a mi relación con Ana no encontraba en mi interior ni un atisbo de arrepentimiento o de culpa, yo estaba engañando en nuestra propia casa a mi mujer con su sobrina veinteañera y universitaria y quería seguir haciéndolo mientras pudiera. Ciertamente tenía pánico a que Laura se enterara de todo lo que estaba ocurriendo pero nuestra sobrina era un sueño que cualquier hombre hubiera querido tener entre sus manos.
Laura se había marchado esta misma mañana por trabajo y volvería en una o dos noches y en mi pensamiento solo estaba intentar estar cuando más tiempo mejor junto a mi sobrina y a ser posible desnudos, tocándonos y follando.
Aproveché que Ana y Marta se habían ido a dormir para, a pesar de la escayola, recoger algo en salón. Retiré los vasos y guardé el orujo bebiéndome lo que quedaba en los vasos. Hice dos montones con la ropa de ambas. Y cuando separé las prendas de cada una me detuve para examinar con detenimiento la ropa interior de las dos, sobre todo las braguitas. La prenda de Marta era un tanga rosa totalmente transparente y me pareció detectar algo de humedad en su interior y tras olerlo este tenía una ligera fragancia a mujer. Cuando investigué las braguitas de Ana, comprobé para satisfacción mía, que estaban muy mojadas por la parte que cubría su coño y que como siempre, tenían esa fragancia a sexo que tanta lujuria despertaba en mí. Nuevamente me empalmé instantáneamente al olerlas.
Y mientras ambas dormían no pude evitar acordarme del video que había grabado mientras se masturbaba mi sobrina la mañana anterior frente a mí. Tras verlo en tres o cuatro ocasiones decidí levantarme para comprobar si las chicas seguían dormidas.
Con una sola muleta me acerqué por el pasillo hasta la habitación de ambas. La puerta estaba entreabierta y solo tuve que empujarla para que se abriera. Como ya era más allá de las nueve de la noche la habitación estaba totalmente a oscuras y no lograba ver en su interior por lo que decidí encender el flash del móvil atenuando su fuerte luz con mis dedos. Al dirigir la luz hacía el interior del dormitorio pude comprobar que ambas dormían en una única cama. Estaban dormidas bocarriba, echadas sobre el edredón nórdico, las dos totalmente desnudas, con las piernas de ambas semi abiertas y entrelazadas ya que una de Marta se encontraba encima de otra de Ana. No pude evitar fijarme y comparar sus cuerpos, el de Marta menudo en comparación al de mi sobrina, los pechos muy diferentes ya que los de la amiga eran casi inapreciables al estar tumbada excepto por los pezones abultados y los de Ana medianos pero firmes a pesar de estar tendida. Pero donde más me detuve a cotejar su desnudez fue en sus coños. Estos eran muy diferentes, el de Ana era imponente, con el ligero vello triangular sobre el nacimiento de su raja, con esos labios vaginales que nacían muy arriba, siempre abultados y rosados y como tenía las piernas ligeramente abiertas, se apreciaba su labios levemente separados. El coño de Marta era casi infantil. Totalmente depilado y sin mostrar apenas los labios que solo se podían apreciar sutilmente en la parte interna de la vagina. Me encontraba excitadísimo por lo que sin pensármelo dos veces comencé a grabar en video todo lo que veía mientras miraba sus cuerpos. Al principio filmé a las chicas en su la totalidad pero luego me fui deteniendo en cada detalle del cuerpo de ambas acercando sin pudor el teléfono móvil. Cuando, de repente, Ana se empezó a mover y como tenía la pierna de su amiga sobre ella la obligó a moverse a esta también. Ana se colocó adoptando una postura fetal, encogiendo mucho ambas piernas y Marta se limitó a encoger una pierna subiendo su rodilla hacía arriba y separando más los muslos. Ahora podía ver el coño adolescente de la amiga con total claridad, ligeramente abierto donde se podían apreciar sus labios algo rosados pero muy finos y pequeños y la nueva postura de Ana tan encogida mostraba su coño muy apretado y abultado entre sus piernas con los labios vaginales sobresaliendo asimétricos. Filmé ambos cuerpos al detalle, acercando el móvil yo diría que, incluso, con avaricia. Nuevamente mi sobrina se movió lo cual me hizo decidirme a salir de la habitación en previsión de que se despertaran y me sorprendieran observándolas desnudas.
Pasada una hora larga oí a alguna de las dos levantarse para ir al baño. Yo me quedé esperando, expectante en el salón y al rato oí conversaciones en la habitación que provocaron que el reloj avanzara y que ninguna de las dos saliera nuevamente. Cuando de nuevo oí pasos que se dirigían al salón pude comprobar que era mi sobrina venía hacía a mí. Llevaba nuevamente puesta la camiseta larga que, a modo de camisón corto, le cubría por encima del muslo.
Hola Pepe – me dijo al sentarse a mi lado y acercarse para besarme. Lo hizo muy levemente pero nuevamente en la boca. -¿Tú no has descansado? Nosotras nos dormimos nada más acostarnos. No sé si te distes cuenta pero veníamos ligeramente borrachas.
Ya me di cuenta… ¿Pero fuisteis conscientes de todo, verdad? ¿Quisisteis, verdad…? – Pregunté con cierto temor por la respuesta.
Venga… ¿De verdad piensas que yo no sabía lo que quería que pasara? – Me preguntó mirándome a los ojos – Pepe, me encantas…
¿Y tu amiga? ¿Marta quería que le hiciera el amor? – Pregunté tratando de ser lo más sutil y delicado posible.
Lo he estado hablando con ella ahora y yo flipo – dijo – Por lo visto no era esa su idea cuando vino a casa.
Yo me asusté. Yo las vi entrar en casa a ambas bebidas cuando llegaron por la tarde pero desconocía hasta qué punto. La sola idea de que la amiga de mi sobrina planteara la posibilidad de que ella no había sido consciente en todo momento de lo que estábamos haciendo y que adujera que yo había tenido con ella sexo no consentido me aterrorizó y Ana me lo tuvo que notar en la cara por lo que continuó hablando.
No te preocupes, Pepe. No es nada malo para ti – añadió. – Resulta que ella vino a casa con muchas dudas sobre lo que quería. Cuando yo le conté lo nuestro mostró mucho interés pero no por ti sino por mí. Ella era virgen hasta esta tarde. Me ha contado que ha tenido ligues que la han magreado las tetas y algo su chocho pero por encima sin dejarse follar y ni siquiera masturbar. Nunca ha pasado de ahí hasta hoy.
Entonces… ¿yo fui el primero? – Pregunté orgulloso.
Eso parece. Y fue consciente de todo en cierta manera – añadió. – Pero me confiesa que ya ha salido de dudas. No sabía que le atraía más de nuestra relación, si el que seamos parientes, si los detalles que le daba yo de tus manos mágicas sobre cada rincón de mi cuerpo o… – y aquí mi sobrina hizo una pausa – los detalles que yo le daba sobre mi cuerpo cuando me lo hacías.
No entiendo…
-¡Joder Pepe! – Dijo bajando la voz para que su amiga no nos oyera – ¡Que se ha declarado lesbiana desde hace tres horas! ¡Que ha descubierto que le atraigo yo y las mujeres en general! ¡Que por eso no disfrutaba cuando sus novietes le metían mano! ¡Que tú la habrás desvirgado pero de lo que mejor se acuerda es de mi mano sobando su chochito y de que me metió el dedo en culo con tu ayuda!
Yo no salía de mi asombro.
Siento decirte que tú la abras desvirgado pero lo mejor para ella, esta tarde, ha sido que yo le acariciara su chochito. Lo siento Pepe yo he ligado más que tu hoy – apostilló encogiéndose de hombros con una sonrisa pícara.
¿De eso hablabais ahora? – Pregunté
Esta medio llorando medio riendo. Tiene que asumirlo. Dice que en su vida no ha tenido más placer y que despertarse a mi lado desnuda y en la misma cama para ella ha sido la confirmación de lo que quiere. Que he sido un sueño para ella. – Y añadió - Voy a verla y luego cenamos algo.
Ana pasó un rato más en la habitación con su amiga Marta. Cuando salieron se fueron directas a la cocina mientras seguían hablando. Se las oía cocinar mientras hablaban y reían. Al rato salió Ana y desde el umbral de la puerta del salón me guiño el ojo y me hizo un gesto de conformidad con la mano para, acto seguido volver con su amiga.
Para mi sorpresa entró en el salón Marta con platos y cubiertos y los dejó sobre la mesita, frente al sofá. Llevaba puesta, también una camiseta larga que le cubría su frágil cuerpo.
Hola Pepe. – Me dijo tímidamente sin mirarme.
Hola Marta. ¿Cómo estás? – Pregunté mirándola a la a cara.
Muy bien. Gracias. – Contestó situándose muy erguida en frente de mí y mirándome con decisión. – Sé que ya te lo ha contado Ana. Yo solo quiero que sepas que me ha gustado hacer el amor contigo. Que me gustó y que me hiciste disfrutar mucho. Has sido el primero y quiero darte las gracias porque me gustó.
Me alegro, de veras… - apuntillé sin saber que más añadir.
Creo que soy lesbiana. Todavía no estoy segura pero creo que soy lesbiana y ahora empiezo a entender muchas cosas – Esto último lo dijo más relajada, como si se hubiera quitado un peso de encima al decirlo. Suavizó la postura del cuerpo y me miró con intensidad. – Nunca olvidaré lo que hemos hecho los tres. Para mí ha sido muy importante.
Entró en el salón Ana con algo de cena rápida. Una ensalada y algo de comida basura hecha de manera precipitada. También trajo una botella de vino y vasos. Comimos con la televisión encendida hablando de trivialidades y dando buena cuenta de la comida y del vino hasta que este último se acabó y mi sobrina trajo una nueva botella.
Yo tenía mi sobrina sentada a mi derecha, en sofá y a Marta en el sillón orejero a nuestra izquierda. En un momento determinado cenando, mientras mi sobrina hablaba moviendo las manos varió su postura girando su cuerpo ligeramente hacía su izquierda, hacía nosotros, al tiempo que abría descuidadamente las piernas mirando en nuestra dirección quedando estas separadas lo que provocó que la camiseta que las cubría se abriera y subiera provocativamente por ambos muslos. No pude evitar fijarme como Marta desviaba su mirada con descaro a la entrepierna de mi sobrina sin que esta se percatara. Y no dejaba mirar con la mirada turbada. No me lo pensé y llevé mi mano, sin dejar de mirar a Marta a los muslos de Ana y, ante su sorpresa, que le hizo detener la conversación, subí con suavidad la camiseta todo lo que pude por el muslo izquierdo. Marta me miró y luego volvió a mirar las piernas de mi sobrina mientras bebía un trago grande de vino. Ana nos miró, alternativamente a uno y a otro, y en ese momento fue consciente de lo que estaba pasando. Entonces elevé la camiseta tirando con la mano por la parte central que le cubría la entrepierna, hasta llegar a mostrar el coño de mi sobrina. Ana se quedó quieta mirándonos a ambos y Marta miraba el coño de su amiga aguantando la respiración. Mi sobrina no llevaba bragas y se distinguía su monte de venus con el ligero vello púbico y el nacimiento de sus labios.
Tiré de la pierna izquierda hacía mí y empuje la pierna derecha hacía el otro lado dejando las piernas de mi sobrina muy abiertas. Ahora si se veía el coño de Ana en su totalidad y a ella no parecía importarle que yo lo mostrara.
- ¿Quieres acostarte con Ana? – Pregunté sin consultar a mi sobrina.
Marta no respondió limitándose a mirar el coño de Ana. Yo metí la mano entre las piernas de Ana y acaricié su vello púbico con mi mano mientras ella abría más las piernas con sutileza confirmando que se prestaba al juego. Marta no respondía.
Ana se levantó del sofá, se dirigió a su amiga, le tendió la mano ayudándola a levantarse y la llevó hasta mi dormitorio mientras yo las seguía sin ayudarme por las muletas, apoyando la escayola sin importarme. Entraron en la habitación a oscuras y se quedaron mirándose a los pies de la cama con las manos entrelazadas. Yo me dirigí a la mesilla de noche y encendí la lamparita que había sobre esta y ambas me miraron.
No quiero un trio. Esta vez no– Susurró Marta y mirando tímidamente a mi sobrina le dijo – Te quiero a ti.
Os prometo que no voy a intervenir pero quiero veros. – Dije tratando de aparentar seguridad en mí mismo. – Yo no estoy aquí. Solo mirar.
Me quedé en el umbral de la puerta esperando a ver qué ocurría a continuación. Ana acercó sus labios a los de Marta, inclinando la cabeza debido a la diferencia de estatura y los besó con mucha delicadeza al tiempo que soltaba una mano de su amiga y la dirigía a su pequeño pecho por encima de la camiseta para acariciarlo. Marta repitió el mismo gesto y empezó a acariciar un pecho de mi sobrina con toda la mano. Entonces Ana metió la mano con la que tocaba los pechos de su amiga por debajo de la camiseta para acariciarlos. Al hacer esto pude ver que Marta también iba sin bragas ya que la camiseta se le subió hasta la cintura y tras un largo minuto de caricias, mi sobrina sacó la camiseta de su amiga dejándola completamente desnuda para, a continuación quitarse la suya con rápido movimiento.
Ambas estaban totalmente desnudas. No pude evitar fijarme en los pezones de ambas, los de mi sobrina pequeños, puntiagudos y apuntando al cielo siempre duros como clavos sobre esos pechos redondos y firmes. Los de Marta, con su forma de cono, sobre unas tetas casi inapreciables pero muy gruesos desde la base de su aureola. Entonces Ana tiró de Marta hacía la cama y la ayudo a tenderse boca arriba. Yo cambié de posición tratando pasar desapercibido y me situé frente a ambas con una vista fabulosa del coño de Marta ya que tenía las piernas entreabiertas. Mi sobrina se tumbó a su lado y empezó a recorrer con su mano los minúsculos pechos de su amiga mientras la besaba. Marta, bocarriba, abrió ligeramente más las piernas y puso la mano más cercana a mi sobrina sobre el muslo de esta, cerca de su coño pero sin llegar a tocarlo. Ana al sentir la mano de Marta flexionó la pierna contraria elevando la rodilla y dejó el camino libre para que su amiga se decidiera a acariciar su coño pero esta no lo hizo. Mi sobrina empezó a bajar la mano con la que acariciaba los pechos de su amiga hacía su tripa con parsimonia, en círculos. Cuando llegó a su ombligo se detuvo acariciándolo con detenimiento y luego siguió bajando hasta acariciar con prudencia el monte de venus de su amiga totalmente depilado. Yo veía como Marta aceleraba su respiración, tensaba el vientre y abría las piernas invitándola a acariciarle el coño al tiempo que flexionaba las rodillas y las elevaba encogiendo ligeramente las extremidades. Ana no dejaba de besar a Marta y empezó a pasar los dedos por la parte interior de las ingles de su amiga pero sin tocar los labios vaginales. Marta subió su mano por el muslo de Ana hasta situar los dedos sobre los labios de mi sobrina y empezó a acariciarlos con delicadeza y como estos estaban tan mojados, los dedos de su amiga se introdujeron levemente. Yo estaba de pie, apoyado en la cómoda y con ambos pies en el suelo sin apreciar dolor en el escayolado. Me bajé los pantalones y los calzoncillos y me saqué la polla toda erecta pero no quise acariciármela para no correrme.
Ana bajó su cabeza y empezó a chupar los pezones de Marta al tiempo que empezaba a abrir el coño de su amiga y comenzaba a deslizar sus dedos entre sus labios que estaban llenos de un moco blanco producto de la excitación. Siguió bajando su cabeza lentamente, mientras chupaba, hasta situarla muy cerca de la vagina de su compañera de cama. Entonces dejó de recorrer su cuerpo con la lengua. Se incorporó poniéndose a cuatro patas en la cama y empezó a masturbar a Marta introduciendo sus dedos índice y medio en su coño con suavidad y mirando como lo hacía con fijación. Ana tenía los ojos cerrados. Mi sobrina me miró tremendamente excitada y giró levemente su cadera con su culo en pompa para situarlo de manera que yo pudiera verlo mejor. Sin dudarlo forzó las piernas de su amiga para abrirlas todo cuanto esta pudiera e introdujo su cabeza entre los muslos, de lado, de manera que me permitía ver su lengua trabajar sobre los labios vaginales de Marta. Yo no dejaba de mirar el coño de Marta pero me sentí obligado a mirar el coño de mi sobrina a cuatro patas con el culo elevado. Ana tenía las piernas separadas y mostraba su coño empapado con los labios abiertos. Entonces vi como cogía una mano de Marta y la llevaba a su vagina pasándola entre sus piernas. Marta empezó a introducir varios dedos en el coño de mi sobrina y a sacarlos totalmente empapados una y otra vez. Entonces Ana irguió su cabeza sacándola de entre los muslos de Marta, arqueó la espalda producto de la excitación y empezó a mover la cadera ligeramente hacía adelante y hacia atrás mientras seguía acariciando el coño de su amiga y esta le introducía, su vez a ella, los dedos en su coño. Tratando de mantener el equilibrio sobre sus piernas pero sin variar la postura, llevó la otra mano al coño de Ana, separó sus labios vaginales por la parte superior dejando al descubierto el clítoris de su amiga y comenzó a acariciarlo de manera rápida con el dedo índice de la mano libre. Al final su amiga empezó a tener convulsiones y gemir y como resultado, empezó deslizarse por sus labios un líquido que empapó su ano y llegó hasta el edredón. Casi en el mismo instante mi sobrina también tuvo una convulsión que la hizo quedarse estática para al final tumbarse junto a su amiga, también bocarriba. La vista era increíble. Ambas tumbadas desnudas, jadeantes, sudadas y con sus respectivos coños llenos de fluidos.
- Mastúrbate, Pepe - Me dijo Ana
Yo me acerqué al borde de la cama con la polla tiesa.
- ¿No queréis continuar? – Pregunté con la polla cogida por mi mano.
Entonces mi sobrina sonrió y se puso de rodillas sobre el colchón mirándome con lujuria con las piernas muy abiertas, pasó una pierna sobre la cabeza de su amiga quedando su coño sobre la cara de esta, y tiró con ambas manos de sus labios vaginales para abrirlos tanto como pudo.
- Hoy te toca a ti probar mi chocho – Dijo Ana a su amiga.
Entonces mi sobrina descendió ligeramente la cadera abriendo más las piernas al tiempo que Marta erguía el cuello, sacaba la lengua y empezaba a lamer los labios que colgaban del coño de Ana recorriéndolos en su totalidad y al hacerlo estos se movían a uno y otro lado. Estuvieron así un largo minuto en que mi sobrina se dejaba lamer, con la espalda muy vertical, mirándome con deseo, acariciándose los pechos y tirando de sus pezones mientras los pellizcaba con mucha fuerza. Después Ana se echó hacia delante apoyando un brazo en el colchón y con la otra mano acarició varias veces el coño de su amiga y empezó a introducirle sus dedos nuevamente.
Yo empecé a masturbarme lentamente mirando a mi sobrina pajear a su amiga y esta lamer el coño de Ana. Pasados unos minutos Marta volvió a tener un orgasmo que le obligó a cerrar las piernas con fuerza repentinamente.
Entonces mi sobrina estiró el brazo, me hizo un gesto para que me acercara y agachara y me metió los dedos llenos de líquidos de Marta en mi boca. Luego me cogió la mano con la que no me estaba masturbando, la introdujo entre los muslos de su amiga y me hizo acariciarle el coño. Este estaba muy viscoso producto de los fluidos que lo empapaban.
- Puede que seas el último hombre en tocar esta preciosidad de chochito porque a partir de ahora, me temo, solo lo harán mujeres. – Me dijo sonriendo.
Yo metí varios dedos dentro de su coño y lo recorrí con detenimiento mientras Marta me miraba con la cabeza todavía entre las piernas de mi sobrina, jadeante. Ana apoyó la mano libre en el colchón de manera que quedo a cuatro patas y yo acerqué mi polla al rostro de mi sobrina de manera que esta empezó a pasar su lengua por mi glande recorriéndolo en círculos lentamente varias veces elevando la vista para mirarme mientras Marta aprovechaba para seguir lamiendo el coño de mi sobrina agarrando su culo con ambas manos. Al final con todo lo que estaba ocurriendo en mi cama yo me corrí con violencia, expulsando gran cantidad de esperma, al tiempo que mi sobrina abría la boca todo cuanto podía para que todo fuera a su interior. Cuando me separé, mi sobrina abrió su boca mostrándome mi semen en su lengua ahuecada para así no derramarlo sonriendo. Luego se situó sobre el coño de su amiga y dejó que el esperma cayera, en forma de baba, sobre el monte de venus y los labios vaginales de Marta.
Pasados unos minutos ambas se fueron a duchar juntas entre risas mientras yo me quedaba tumbado en la cama. Pensaba que si mi mujer se enteraba algún día de la sesión de sexo que se había producido en nuestro lecho marital lo más probable es que se muriera de un infarto.
Luego ambas se vistieron y se fueron a cenar y a tomar alguna copa dejándome solo en casa. Antes de salir Marta de casa se acercó a mí, me besó en la boca y me dio las gracias por todo lo que había hecho por ella. Cuando salieron de casa empecé a ver repetidamente el video de los cuerpos desnudos de ambas mientras dormían grabado esa misma tarde.
La mañana siguiente cuando me desperté lo hice oliendo a desayuno recién hecho. Tras encender la luz me encontré unas braguitas sobre la almohada. Sorprendido las cogí y comprobé que estaban mojadas en su interior, donde el coño de mi sobrina había estado en contacto con ellas. Me quedé sorprendido. ¡Mi sobrina conocía mi costumbre de comprobar el estado de sus braguitas matutinas y yo no lo sabía!
Me fui a la cocina y ahí estaban unas tostadas y un café recién hecho pero ni rastro de Ana ni de su amiga. Oí a mi sobrina salir del baño canturreando y cuando me la topé en el pasillo iba recién vestida con un vestido de una pieza con minifalda de vuelo, ceñido en la cintura, color granate, con un generoso escote, medias negras y medio tacón fino.
Desayuna, lávate y vístete que me tienes que acompañar para ir de compras – Me dijo tras besarme en la boca algo acelerada – no tardes que me voy a maquillar un poco y nos vamos.
¿Y Marta? – Pregunté
Se ha ido a su casa o quizás a buscar alguna amiga que le haga disfrutar de su nueva condición sexual – Respondió mientras se dirigía al baño a maquillarse. – Pero no creo que nos olvide en mucho tiempo. Date prisa que nos vamos.
Sobre las braguitas que estaban en mi almohada… - Dije dudando –Creo que…
Cállate. – Me contestó sonriendo – Haces cosas raras pero que me divierten y me excitan. No te preocupes a mí me gusta enseñártelas. Date prisa que nos vamos.
Me lavé y arreglé de manera informal. Desayuné deprisa y corriendo ya que Ana me estaba esperando con el abrigo puesto en la puerta de casa.
¿A dónde vamos? Te recuerdo que yo no puedo andar demasiado con las muletas – La interrogué tratando se seguir su ritmo por el portal de la vivienda.
Ya te lo he dicho, de compras. Necesito ropa y quien mejor que tú para aconsejarme lo que me sienta bien. – Contestó mientras buscaba un taxi en la calle.
Cuando nos subimos al taxi no pude dejar de acordarme que hace unos días la hice exhibir su coño a otro compañero del taxista que ahora nos llevaba por el retrovisor interior del coche. Ella pareció recordarlo también ya que me miró y se rio de manera picara. Nos bajamos en una de las calles más comerciales de la ciudad y me hizo recorrer varias tiendas de moda mientras ella elegía ropa y en algunas ocasiones y se la probaba en el probador. Yo me aburría como solo un hombre saber hacerlo cuando acompaña a una mujer de tiendas. Además me dolían las manos por culpa de las muletas y pocas veces encontré donde sentarme.
Yo veía feliz y risueña a Ana con varias bolsas colgadas del brazo tras haber hecho diferentes compras de ropa. No dejaba hablarme de trivialidades sin dejarme apenas participar por lo que yo empezaba a estar cansado de ir de un lado para otro. En un momento determinado giramos por una calle más estrecha que nos hizo salirnos de la zona comercial. Tras andar por una serie de calles angostas se detuvo en la puerta del típico bar pequeño de barrio.
- Entremos aquí. – Me dijo a la vez que tiraba de mi brazo haciéndome, casi, caer para que entrara en el bar – Seguro que estarás deseando parar a tomar algo y descansar un poco.
Cuando entramos yo me senté en la mesa que estaba en la cristalera que daba a la calle mientras mi sobrina me pedía unos cafés en la barra. Cuando se sentó frente a mi continuo hablando sin parar hasta que me dijo.
¿Has visto la tienda que hay enfrente?
¿A cuál te refieres? – Pregunté al tiempo que trataba de salir de dudas de cuál era la tienda que había llamado la atención de Ana.
Frente al minúsculo bar las tiendas que había eran pequeños comercios de barrio. Una vieja panadería seguramente regentada por chinos, una tienda de lámparas indudablemente cerrada hacía años por la suciedad del escaparate y el cierre metálico que estaba bajado a esa hora y otra tienda sin apenas escaparate y con un cartel de neón de difícil lectura de día a no ser que te esforzaras.
¡Anda! – Exclamé en tono bajo - ¡Un Sex-shop de barrio!
¡Que curioso! – Apostilló mi sobrina - ¿Sabes que yo nunca he entrado en ninguno?
No te creo. – Le dije tratando de llevar la conversación a ese tema ya que la sola idea de que mi sobrina me hablara de algo relacionado con sexo me estaba empezando a excitar. – Seguro que alguna vez has jugado con algún aparatito de esos… a pilas…
¡Que va! ¡Para nada! – Entonces se inclinó hacia delante para evitar que el encargado del bar y las tres personas mayores que tenía como únicos clientes y que estaban en la barra la oyeran. – Yo siempre he preferido hacérmelo sola con mis manitas y mis deditos. En alguna ocasión he utilizado el mango de un cepillo de pelo o algo así pero poco más. Tengo una amiga que me ha hablado de utilizar el cepillo de dientes eléctrico pero comprarme uno de esos solo para masturbarme me da pereza.
Yo me estaba empalmando solo de oírla e imaginarla masturbándose con el mango del cepillo.
- Además todos esos artículos son muy caros y yo prefiero comprarme ropa o lencería.- Añadió.
Entonces sin dudarlo saqué la cartera del bolsillo trasero del pantalón y extraje ciento cincuenta euros sin pensármelo. Ella me miró tratando de averiguar mis intenciones.
- Toma. Entra ahí y mira a ver que encuentras que te pueda gustar. – Se lo dije con ansía – No te preocupes por el dinero. Busca lo que quieras. Juguetes de goma, a pilas, lencería o lo que plazca. Yo te espero aquí y tú miras a ver que te encuentras. Corre.
- ¿Te has empalmado? – Preguntó sonriendo – ¡Ya lo creo que estas empalmado!
Entonces cogió el dinero y salió de la tienda sin añadir nada más. Cruzó la estrecha calle y la vi meterse en la tienda sin dudarlo. La espera se me hizo eterna ya que estuvo más de media hora dentro y cuando salió lo hizo con una bolsa grande serigrafiada con el logo de la tienda. Cruzó nuevamente para entrar en el pequeño bar y volvió a sentarse en frente de mí.
- ¿Quieres que te enseñe alguna de las cosas que he comprado? – Me preguntó mientras revolvía en el interior de la bolsa y antes de que yo pudiera contestar sacó una caja de tamaño mediano y empezó a abrirla – Mira qué curioso. ¡Es un succionador de Clítoris y me lo ha recomendado la chica de la tienda!
Fue decir clítoris y el encargado del bar y los tres ancianos abandonaron su conversación, se giraron hacía nuestra mesa y pusieron sus ojos en mi sobrina con algo de disimulo. Ella se dio cuenta al instante y le gustó la idea de poner cachondos a los pobres señores. Empezó a mostrarme el succionador pero al mismo tiempo, de manera aparentemente inocente, dejaba que los clientes del bar lo vieran y atendieran a sus explicaciones.
Esto te succiona el clítoris y te corres en medio minuto. Creo que te abres los labios dejando el clítoris al aire, lo te lo acercas y… ¡A correrte como loca! Esta noche lo probaré, sola en mi habitación. – Me contaba con voz inocente en tono alto y para que se oyera nuestra conversación.
Curioso – Añadí mirando de reojo a la clientela.
He comprado, también, lencería transparente que te va a encantar. Las braguitas tienen una raja para follar sin quitárselas. Espera que te las enseño.- A continuación rebuscó en la bolsa y sacó una cajita de la que extrajo la prenda. Las estiró para mostrármelas y, como por descuido, aprovechar para que las vieran los ancianos – Mi que bonitas son. Transparentes y con la rajita del chocho, aquí, para follar. Aunque yo nunca he follado y no sé si me gustará…
Los parroquianos del bar no quitaban ojo a las braguitas, algunos se quedaron estáticos disimulando, uno se estiraba para verlas mejor y otro afirmaba con la cabeza en señal de que le gustaban.
- Y esto es lo que vamos a probar ahora. – Ana abrió una caja de dónde sacó un artilugio con forma de espermatozoide con cola y todo y un mando a distancia como el de un garaje. – Esta parte se supone que me la meto en el chochito y con el mando a distancia lo pongo en marcha cuando quiera y me doy placer sin que nadie lo sepa. El mando te lo dejo a ti, para que tú lo actives cuando te apetezca y el vibrador me lo voy a meter ahora para probarlo.
Y dicho esto y ante mi asombro, el de los ancianos y el del encargado de bar se giró en la silla mirando hacía la barra del bar, separó recatadamente las piernas e introdujo sus manos por debajo de la falda de vuelo del vestido subiéndosele este, aparentemente por descuido, hasta enseñar el final de encaje de las medias negras que llevaba por encima de la mitad del muslo, y mientras que con una mano apartaba de manera oculta pero ostensible su braguitas del coño con la otra hacía el ademan de introducirse en vagina el aparato vibrador. Le llevó varios segundos introducirlo y para poder hacerlo movió varias veces el culo sobre la silla mientras levantaba la vista y nos sonreía a todos mientras lo hacía muy concentrada. Yo desde mi silla pude ver como retiraba sus bragas negras hacía un lado en su coño y cuando levanté la vista y mire a los clientes, estos estaban, incluso, agachando sus viejas espaldas para tener mejor visión y no perderse nada.
Ya está. Dale a ver si funciona.
Vamos a ver…. – Y pulsé el botón que claramente ponía en marcha el artilugio. Tras pulsarlo miré la reacción de Ana y su acto reflejo fue el de cerrar los muslos apretándolos fuertemente y llevarse la mano a la boca para evitar soltar una carcajada. Le pregunté - ¿Funciona?
Ya lo creo que funciona. Ya lo creo que funciona… - repitió con la mano en la boca apretando las piernas – Fabuloso. Me lo llevo puesto.
Y dicho esto, recogió las bolsas y se puso en pie, se alisó la falda y se dirigió a la barra situándose entre los clientes.
Dígame rápido cuanto le debemos porque me voy a correr en diez segundos y me voy a tener que quitar las braguitas delante de ustedes. – le dijo al encargado sonriéndole.
Creo que estáis invitados – dijo escuetamente mientras miraba a las tetas de mi sobrina por el escote.
Cuando salimos del local todos los ancianos guardaban silencio y no pestañeaban. El resto de camino por las calle estrechas lo hizo con el aparato encendido por lo que se agarraba con fuerza a mi antebrazo entre risas.
Joder como mola – Me dijo deteniéndose en una esquina. – Pero páralo porque ya no puedo más. Me lo tengo que quitar ya si no lo paras.
No pienso pararlo – Le contesté divertido.
Entonces ella se metió bajo un portal y, a plena luz del día, se abrió el abrigo soltando los botones, agarró con ambas manos la falda de vuelo del vestido por la parte inferior y la subió hasta la cintura mostrando sus largas piernas cubiertas de medias negras hasta la mitad del muslo donde acababan en encaje. Llevaba unas preciosas y muy pequeñas braguitas negras. Y sujetándose el vestido mientras me enseñaba su ropa interior me dijo:
- Mira como estoy de mojada. Míralo tú mismo.
Mi primera reacción fue mirar a los lados por si alguien la estaba viendo con el vestido subido pero nadie pasaba en ese instante cerca de nosotros. Me acerqué a Ana, apoyé la muleta en el portal, metí mi mano por sus braguitas desde arriba y puse toda la palma de mi mano entre sus muslos, sobre su coño y no me engañaba, estaba empapado. Ella me abrazó pegando su cuerpo al mío y me dijo susurrándome al oído.
- ¿Si te pido que me folles ahora mismo tú crees que estará mal? – Mientras me decía esto yo acariciaba sus labios vaginales por donde sobresalía el extremo del vibrador que emitía un zumbido incesante – Pero necesito que sea ahora. Que me folles ahora.
Mi reacción inmediata fue alzar al brazo libre y tocar todos los botones del telefonillo automático para que alguien nos abriera la puerta del portal. Respondieron un par de voces y les dije que era un cartero comercial mientras mi sobrina se separaba de mí recolándose el vestido tras sacar yo la mano de sus braguitas. Nadie nos abrió.
Me fui andando por la calle con las muletas tan rápido como pude y volví a pulsar varios botones del siguiente telefonillo y alguien abrió la puerta sin hacer preguntas. Mi sobrina, al verme empujar la puerta y que esta se abría, se vino hacía mí y se introdujo en el portal. Teníamos al frente una escalera estrecha y empinada con ausencia total de ascensor. Empecé a subir peldaños detrás de mi sobrina ayudándome de una sola muleta y tratando de hacer el menor ruido posible. No podía dejar de mirarla subiendo, moviendo las caderas. Cuando llegamos al segundo rellano mi sobrina me esperó mirando las dos viejas puertas que había por piso.
- Sigue subiendo – le dije – pero quítate el abrigo. Quiero ver tu culo mientras subes.
Ana me sonrío y continuó subiendo, con el abrigo colgando de un brazo, por las escaleras que disfrutaban de mucha luz al tener en cada entrepiso una amplia claraboya que debía dar a un patio interior del edificio. Movía su culo de intencionadamente sabiendo que yo tenía la vista fija en él. En mitad de un tramo y mientras ascendíamos, se subió la minifalda con ambas manos mostrándome sus largas piernas enfundadas en medias negras hasta la mitad del muslo y unas braguitas negras pequeñas y estrechas que le cubrían solo la mitad de los laterales de sus glúteos. La prenda era preciosa y su culo espectacular moviéndose al ritmo de cada escalón.
¡Madre mía! – Susurré mirando su culo mientras subía detrás de ella.
Cuando llegamos al quinto piso, que era el último, subimos un tramo más y en este descansillo solo había una puerta metálica que seguramente daba a la azotea de la casa. Nos quedamos ambos mirando. Ella dejó su abrigo sobre el suelo junto con las bolsas de las compras que había hecho a lo largo de la mañana. Se separó de mi tanto como le dejó la escasa longitud del rellano, se bajó con ambas manos sin ayuda la cremallera de la espalda del vestido y se lo sacó lentamente por la cabeza quedando solamente en ropa interior.
Tenía enfrente a una mujer de uno setenta de estatura, morena de pelo largo recogido en una cola de caballo, con medio tacón fino, medias negras hasta la mitad del muslo que terminaban en encaje, unas braguitas negras pequeñas, finas en los laterales, con encaje y algo transparentes y unos pechos medianos pero exuberantes apretados y cubiertos por un sujetador a juego también de encaje negro.
Me acerqué a ella al tiempo que pulsaba el botón del mando a distancia del vibrador que ella llevaba introducido en su coño para detener su zumbido. Dejé las muletas apoyadas en la pared junto a su abrigo y me quite mi cazadora. Ana me miraba muy fijamente. Entonces pasé mi mano por su piel. Empecé pasando las yemas de los dedos desde su hombro y bajando lentamente por encima de su pecho sobre el sujetador, mirando muy fijamente por donde pasaban mis dedos, memorizando el momento. Ella aumentó el ritmo de su respiración. Continué descendiendo hacia su ombligo al tiempo que me ponía, despacio, de rodillas frente a ella. Llegué hasta sus braguitas y las miré muy fijamente, recreándome. Estas tenían un minúsculo lazo sobre la goma superior y tras pasar por encima de él seguí descendiendo con las yemas de mis dedos sobre su monte de venus. Lo hice con parsimonia y observando cada detalle dado que mis ojos estaban a la altura de su pubis. Ella separó despacio algo más las piernas mirándome muy fijamente arrodillado frente a ella. Mis dedos continuaron su recorrido y rozaron el nacimiento de su coño por encima de la ropa interior y a continuación los pasé por tela que cubría sus labios vaginales, entre sus piernas. Ana echó ligeramente la cadera hacía delante, invitándome a que continuara con mi paseo visual y táctil por su cuerpo. Cuando pasé mis dedos entre sus piernas pude apreciar la humedad de su sexo y el calor que emanaba. Luego seguí descendiendo por la cara interior de su muslo pasando por encima del encaje de la medía. Me detuve y empecé a ascender por el muslo y cuando llegué a la parte interior de las braguitas ya apreciaba hasta su olor a sexo. Varias veces pasé los dedos por sus labios sobre la tela aumentando la presión y Ana nuevamente varió la posición de las piernas separándolas más ligeramente y volvió a echar hacia delante su pubis. Seguí pasando los dedos sobre el coño de mi sobrina entre sus muslos y pude ver como la tela de las braguitas se introducía entre sus labios vaginales muy mojadas. Miré hacia arriba y vi a mi sobrina acariciándose los pechos sobre el sujetador sin dejar de observarme.
Llevé ambas manos a los laterales de sus braguitas, a la altura de la cadera y empecé a bajárselas muy despacio mientras tenía mi vista, muy fija, en su pubis. Lo primero que apareció fue su minúsculo triangulo de vello púbico negro tan recortado que tenía escasos milímetros de longitud. Cuando, al descender la braguita el vello se acabó, en el vértice inferior del triángulo, empezó a mostrarse el comienzo de su raja con el nacimiento de sus labios vaginales tan abultados y rosados. Continué deslizando la prenda hasta que pude ver el coño en su totalidad con los muslos algo separados, con sus labios grandes colgando, asimétricos y ligeramente abiertos. Dejé las braguitas por debajo de sus rodillas y empecé a tocar, con la punta de los dedos, los labios que pendían de su coño empapados de humedad recorriéndolos en su totalidad durante muchos largos segundos.
Como algo instintivo acerqué mi boca al sexo de mi sobrina y lo primero que hice al rozarlo fue olerlo intensamente. Emitía ese olor a hembra que te llama a fornicar con pasión y sin prisa, que te excita hasta creer que vas a reventar. Con la punta de la lengua empecé a rozar su vello, descendiendo, hasta palpar el nacimiento de sus labios empapados de fluidos. Me agarré con ambas manos en sus glúteos para acercarla con fuerza a mí y poder hundir mi boca en el interior de su coño y recorrerla entera. Introduje mi lengua entre sus labios vaginales y estos se abrieron solos para facilitarme el paso al tiempo que Ana movía las piernas para que sus braguitas descendieran hasta sus pies y así poder abrir más los muslos. Cuando estas llegaron al suelo, sacó un pie, abrió las piernas y echó la cadera hacia delante tanto como pudo apoyando la espalda contra la pared. Entonces se llevó sus manos a su monte de venus y tensó la piel hacía arriba, elevando el nacimiento de su coño, buscando obtener más placer.
Recorrí con una de mis manos su culo por detrás metiendo mis dedos entre sus muslos. Y así, por detrás, toqué su coño empapado introduciendo los dedos tanto como me dejaba la postura de ambos. Y allí estaba el extremo fino del vibrador que mi sobrina llevaba introducido en su coño. Tiré del extremo en forma de cola y este salió sin esfuerzo tremendamente lubricado por sus fluidos. Entonces elevé el brazo y Ana lo cogió y se lo introdujo en la boca para empezar a chuparlo como si fuera una piruleta. Bajé nuevamente el brazo por su espalda y por detrás del culo comencé acariciar su ano con mi dedo índice empapado en sus fluidos y se lo empecé introducir sin necesidad de hacer excesiva presión.
Entonces ella me empujó para separarme de su cuerpo con algo de violencia. Yo me quedé de rodillas frente a ella con su coño expuesto ante mis ojos. Se giró buscando con ansia su abrigo al tiempo que empujaba sus braguitas, con el pie, hacía donde se encontraban las bolsas con sus compras. Cuando cogió su abrigo lo extendió en el suelo donde ella se encontraba, y yo, leyendo sus intenciones, me senté torpemente en la escalera y empecé a quitarme el pantalón y los calzoncillos a pesar de la dificultad que añadía la escayola del pie al tiempo que aprovechaba para asomarme a mirar, escaleras abajo, por si algún vecino de la comunidad nos oía.
Cuando me puse en pie agarrándome a la barandilla de la escalera Ana se había semi tumbado sobre el abrigo. Me esperaba con el sujetador puesto, con la espalda algo levantada al tener los codos apoyados en el suelo, las piernas muy abiertas, algo flexionadas por las rodillas y los talones algo juntos. Me situé frente a ella de pie y pude observar su coño totalmente expuesto para mí, muy mojado y con los labios rosados abiertos. Yo tenía la polla tan erecta que me sorprendió incluso a mí.
- Fóllame – Me susurró mordiéndose, ligeramente el labio inferior. – Fóllame, por favor.
Yo me aproximé a ella al tiempo que me ponía de rodillas. Ella al verme acercar abrió las piernas para dejarme situarme entre ellas y se pasó una mano sobre el coño con lujuria para luego acercármela a la boca. Me incliné hacía delante situando mis manos a cada lado de mi sobrina, al tiempo que chupaba sus dedos llenos de jugos y, a continuación, la besé, recorriendo con mi lengua toda su boca, en el mismo instante que mi glande rozaba su coño por primera vez. Ella, dejando uno de los codos apoyados en el suelo y con la espalda ligeramente erguida alcanzó con la otra mano mi polla y la asió con delicadeza para empezar restregarla de arriba abajo por su coño, entre sus chorreantes labios vaginales. Ana intentaba alcanzar a ver como mi miembro se empapaba de sus fluidos mirando entre su cuerpo y el mío por lo que yo elevé tanto como pude el torso para que ambos pudiéramos verlo.
Me miró a los ojos muy fijamente y sin soltar mi polla se recostó, apoyando la espalda sobre su abrigo, elevó las piernas ligeramente en el aire y, tirando de mi miembro, lo introdujo en su coño tanto como pudo tratando de no soltarlo. Cuando lo soltó me abrazó con ambos brazos con fuerza a la vez que tensionaba su cadera hacía arriba para ayudarme a que completara la penetración.
Por fin me estaba follando a mi sobrina.
Empujé mi cadera tanto como pude para completar la penetración mientras ella se abrazaba con más fuerza y cuando llegué hasta el fondo empecé a sacar mi polla muy lentamente de su coño para volver a empujar nuevamente pero muy poco a poco, acelerando el ritmo paulatinamente. Ella no aflojaba con sus brazos el abrazo pero si disminuía la presión de sus muslos en mis caderas ya que, a cada envite, separaba más y más las piernas sosteniéndolas en el aire. Tras varios minutos de penetraciones cargadas de intensidad ella me empujó levemente por los hombros.
- Quiero ponerme encima de tuya – me dijo en tono muy bajo.
Yo saqué mi polla de su coño, me incorporé mirando su entrepierna y pude ver su vagina empapada al igual que todos sus alrededores, sus labios muy abiertos mostrando un orificio muy dilatado exponiendo su interior muy rosado y mojado. Me eché a un lado mientras ella ponía de rodillas y me indicaba que me ahora me debía tumbar yo. Cuando lo hice ella empezó a lamerme la polla varias veces y luego a introducirla en su boca casi hasta los huevos. Entonces aprovechó para, a la vez que me la mamaba subir y bajar su mano sobre ella sin dejar de mirarme mientras lo hacía. Cuando ya estaba cerca de correrme en su boca, ella notándolo, soltó mi miembro, se relamió, pasó una pierna por encima de mi cadera y volvió a agarrar mí polla restregándola, nuevamente, por su coño hasta que al final se sentó sobre mí introduciéndosela hasta el fondo.
Antes de que yo le dijera nada llevó sus manos a su espalda erguida y soltó su sujetador quitándoselo y arrojándolo sobre las bolsas de la compra. Yo lleve mis manos a sus pechos y empecé a recorrerlos y estrujarlos con ansia mientras que ella me ayudaba acompañando con sus manos las mías hasta que me centré en pellizcar sus hinchados y erectos pezones, e incluso, tirar de ellos con fuerza.
De repente ambos oímos una puerta de una vivienda abrirse a la vez que una voz adulta urgía a alguien a darse prisa y no tardar. A esa voz le contestó una voz infantil que afirmaba que no tardaría en volver mientras bajaba la escalera a grandes zancadas haciendo gran estrepito. Detuvimos nuestros jadeos y movimientos mirándonos con sorpresa hasta que oímos otro ruido proveniente, claramente, de la puerta del portal cerrándose con fuerza. Nos sonreímos y Ana comenzó a cabalgar nuevamente sobre mí moviendo la cadera formando círculos, al principio, para a continuación, empezar a subir y bajar lentamente e ir aumentando el ritmo a cada nueva penetración. Mientras lo hacía yo acariciaba con una mano su clítoris abriendo sus labios tanto como me permitan mis dedos y con la otra pellizcaba uno de sus pezones. De repente ella sufrió una convulsión, apretó los muslos contra mí y detuvo su cabalgada. Me sonrió y se levantó chorreante tratando de hacer menor ruido posible.
Yo la cogí de la mano y sin decirle nada la obligué quedarse de rodillas, la giré y le empujé por la espalda para indicarle que se pusiera a cuatro patas. Ella lo entendió rápidamente y puso su culo en pompa mirando hacia mí. Yo Miraba su culo y Ana me miraba a mi ladeando su cabeza al tiempo que arqueaba la espalda para ofrecerme mejor vista. Juntó sus rodillas y sus piernas apretando su coño de manera que se veía líquido goteando entre sus labios vaginales y su sexo sobresalía hinchado entre sus muslos. Metí tres dedos en su coño apretado y empecé a pajearla con frenesí mientras con la otra mano agarraba su culo con fuerza dejando marcada mi mano por la presión. Ella movía rítmicamente su culo hacía adelante y hacía detrás para ayudar a mis dedos a entrar y salir cuando se agachó más poniendo un codo sobre el abrigo y llevando la otra mano a su coño. Y mientras yo la pajeaba pude ver asomarse sus dedos entre sus labios frotándoselos a pesar de tener las piernas juntas.
No pude más y cogí mi polla y la llevé hasta su coño, situando mi glande entre sus labios y empujé con decisión. Entró hasta el fondo con extrema facilidad por lo mojados que estábamos ambos. Fue Ana la que empezó, nuevamente, a mover su cadera de adelante a atrás para que mi miembro recorriera todo su interior con ímpetu y violencia mientras que seguía, con sus dedos, recorriendo sus labios vaginales y su clítoris. Yo veía, de rodillas, las venas de mi polla muy marcadas cada vez que esta asomaba de su coño y no creía que fuera a poder durar mucho sin correrme viéndola moverse de esa manera.
No sabía a qué acudir. Me encorvé hacía delante y dejé que sus tetas se bambolearan entre mis manos al ritmo de las embestidas y pellizqué sus pezones con fuerza, como yo creía que a ella le daba placer. Luego, con ambas manos separé sus glúteos y al ver su ano algo más oscuro empecé introducirle el dedo índice de una mano, tras chupármelo, hasta la mitad metiéndolo y sacándolo varias veces.
- ¡Te prohíbo que te corras dentro! ¿Me estas oyendo? ¡No te corras dentro! ¡Somos familia! – Susurro sin detenerse.
Y cuando yo vi que era inminente mi corrida, me separé de ella con firmeza y empujando su cadera la forcé a tumbarse nuevamente boca arriba sobre el abrigo, abrí sus piernas y volví a introducir mi polla en su coño empapado y algo rojo debido a la gran actividad al que le teníamos sometido últimamente. Comencé a embestir con fuerza al tiempo estrujaba uno sus pechos. Ella se agarró con ambas manos a mi culo para ayudarme en cada penetración mientras gemía sin recato clavándome las uñas hasta hacerme daño.
Y cuando noté que mi esperma iba a reventar mi polla la saqué de su coño y en ese mismo instante, eyaculé sobre el monte de venus, el vientre, los pechos y la cara de mi sobrina. Lo hice en tres o cuatro fuertes sacudidas al tiempo que ella se agarraba ambas tetas y se las acariciaba con pasión, se pellizcaba los pezones y tiraba de ellos exageradamente. Luego, lentamente se pasó una mano sobre su cuerpo restregando y recogiendo el esperma con los dedos y se pasó la mano pringada entre su labios vaginales, clítoris y a continuación por su boca.
Ahí tenía yo a Ana, totalmente desnuda excepto por las medias que cubrían sus largas piernas y su tacones. Los muslos abiertos de manera exagerada mostrándome su coño amoratado y empapado en fluidos, con los labios vaginales abiertos y extenuados, con su cuerpo lleno de esperma y sudor, con sus pechos abultados y sus pezones firmes como clavos, su rostro con restos de mi corrida y mirada agotada. Era para volver a empalmarme y volver a comenzar aunque mi polla empezaba languidecer después de la corrida.
Ana se puso de rodillas frente a mí adoptando la misma postura que yo tenía, me besó sin prisa al tiempo que acariciaba mis huevos y mi polla agotada. Luego me sonrió. Cuando se separó me ayudó a levantarme y, cuando estábamos buscando cada uno nuestra ropa volvimos oír la puerta del portal abrirse, subir alguien las escaleras con mucho escándalo, llamar a una puerta varios pisos más abajo y ser recibido con alabanzas por el poco tiempo transcurrido desde su marcha. Nosotros nos quedamos estáticos mirándonos y aguantando la risa esperando oír cerrarse la puerta de la vivienda y cuando lo hizo, Ana se limpió con sus braguitas los restos de esperma de su cuerpo guardándolas luego en una de las bolsas, se colocó el sujetador, se puso el vestido por la cabeza cerrándose la cremallera de la espalda sin ayuda, se mesó el pelo y se puso el abrigo. Yo me puse los calzoncillos y el pantalón sentado en la escalera y cuando terminamos bajamos hasta el portal ayudándome de las muletas y tratando de hacer el menor ruido posible.
En calle paseamos buscando la avenida principal y cuando llegamos a esta paramos un taxi. Nos fuimos a casa en el coche casi sin hablar pero cogidos de la mano. Cuando descendimos del vehículo subimos a nuestro piso y una vez dentro mi sobrina me volvió a besar con pasión.
¿El mejor polvo de tu vida?– me preguntó muy sería mirándome a la cara.
Ya lo creo – Contesté yo llevando mi mano bajo su falda y alcanzando a tocar su coño sin braguitas y todavía húmedo.
Pues te aseguro que nosotros lo podemos mejorar por increíble que parezca. Nadie más puede, pero tú y yo lo podemos y lo vamos a hacer, Pepe – Me dijo al tiempo que separaba de mí y se giraba yendo dirección al baño. – Nos quedan muchos polvos que echar.
Entró en baño, cerró la puerta y oí como abría el grifo de la ducha.