MI SOBRINA (6ª parte).
Continúa el adiestramiento como puta de mi sobrina Bárbara.
MI SOBRINA (6ª parte).
- Sólo quedan un par de horas para que llegue Mamen y aún vamos muy retrasadas – comenté mientras mi sobrina seguía contemplándose en el espejo y pasando los dedos lentamente por las letras “p-u-t-a” del collar.
- ¿Qué más nos queda por preparar?
- Aún tenemos que decidir exactamente tu ropa para recibir a Mamen. Aunque ha dicho que te va a comprar algo, no podemos esperar a que lo traiga. Cuando llegue debemos estar ya preparadas para lo que se tercie. Y Mamen viene cachonda perdida y con ganas de mucha marcha – expliqué.
- Entonces, ¿me visto ya?
- Sí, pero aún no te quites el tapón anal, que antes quiero comprobar cómo marcha la dilatación de tu ojete. A ver … - dije ojeando toda la ropa que se había ido probando Baby y que había quedado esparcida por la habitación – ¡ponte esto! – ordené tomando de la cama un culotte de látex negro con ribetes metálicos y cremallera en la entrepierna.
- ¡Vale! – asintió Baby, colocándose al momento tan ceñida prenda.
- ¡Y esto también! – ordené entregándole la parte de arriba de un minúsculo bikini de color plateado en forma de triángulo - ¡Ponte estos zapatos de plataforma también! –añadí señalando unas sandalias negras con tacón de aguja de 12 centímetros y plataforma de 5.
Baby me obedeció al instante y se puso las prendas que le había sugerido. Y se miró al espejo, sonriente y orgullosa de su nuevo aspecto de ramera. Me dio pena no poder verla con un liguero de cuero o con unas medias de vinilo negro que tanto me gusta lucir a mí en mis sesiones de sexo sin límites, pero había mucho tiempo por delante para disfrutar de mi sobrina y adiestrarla en todos los pequeños detalles que debe cuidar una puta de categoría.
- Ahora tengo que maquillarte. Aunque con esa ropa ya no aparentas tener quince años, tampoco podemos llevarnos a engaño: esa es la edad que tienes y tenemos que tratar de que parezcas mayor para evitarnos problemas legales. Podrían acusarme de corrupción de menores si alguien da el chivatazo de que una cría de 15 años se está prostituyendo aquí – explique.
- Pero … ¿no dices que la clienta de esta noche es de confianza? – preguntó.
- No me preocupa Mamen, sino otro tipo de clientes. Porque supongo que querrás seguir en esto, ¿no?
- ¡Por supuesto! – respondió inmediatamente con total rotundidad.
- Por eso te lo digo. Hoy viene Mamen, que no nos va a dar problemas en este aspecto; pero mañana atenderemos a clientes a los que no he visto nunca y la experiencia me dice que hay que andarse con mucho cuidado en estos temas. Ya en su día, cuando tenía 17 años, amenazaron con denunciar a tu abuela porque unos clientes, que resultaron ser policías, descubrieron mi verdadera edad y quisieron quitarle la custodia – expliqué.
- No sabía nada – dijo Baby, mientras cerraba la cremallera de la braga-culotte sobre la raja de su culo, dejando apretado el tapón anal en el interior de su ojete.
- Sí, Baby, sí … cuando eres puta hay muchos tíos por ahí dispuestos a joderte la vida sólo porque vendes tu cuerpo por unos Euros – expliqué mientras sacaba del armario mi neceser de maquillaje y pinturas – y se creen con derecho a usarte y humillarte.
- ¿Y qué pasó?
- Tu madre, la abuela y yo tuvimos que estar follando gratis con esa panda de cabrones de la Policía durante un año, hasta que cumplí los 18, para que no llegasen a cursar la denuncia. Recuerdo que tu madre, en aquella época, ya estaba embarazada de ti – expliqué con un poso de rabia en mis palabras – A mí me tenían supervigilada cuando salía a hacer la calle. Iba siempre a un polígono de las afueras de Madrid y no había noche que no se pasara por allí un coche patrulla a que les hiciera una mamada o a echar un polvo. ¡Siéntate aquí, que voy a empezar a maquillarte! – interrumpí mi relato. Baby me obedeció, muy interesada por saber cómo acabó todo aquello que me ocurrió cuando aún era menor de edad.
- Cuéntame más, tía Carol.
- En varias ocasiones aparecían por aquí, por casa, cuando nosotras estábamos atendiendo a clientes, interrumpiéndonos y asustando a la gente. La clientela de estos sitios busca, por encima de todo, discreción. Así que imagínate la cantidad de clientela que perdimos por culpa de aquellos policías. Lo hacían por jodernos la vida, los muy cabrones.
- ¡Qué hijos de puta! ¿Y os quitaban el dinero? ¿Os pegaban? – preguntó intrigada.
- No, eso nunca tuvieron cojones a hacerlo. Sólo querían sexo y tenernos un poco acobardadas. A mí follar con ellos no me importaba. Eran tíos cachas y con buenas herramientas entre las piernas. Follaban de puta madre, la verdad – reconocí. Lo que me jodía era esa chulería, esa prepotencia, el que quisieran asustarnos y obligarnos a lo que ellos quisieran – añadí mientras le colocaba a Baby unas pestañas postizas – Recuerdo una noche que estaba sola en casa y llegaron siete maderos. Venían con sus malos modos habituales y exigiendo follar con las tres. Como sólo estaba yo, me los tuve que follar yo solita a los siete.
- ¡A los siete! – exclamó mi sobrina sorprendida, mientras le pintaba una pronunciada raya de ojos con un lápiz de color plata.
- Sí, nena. Fue la caña. Los dejé secos en menos de media hora. Aunque aún era un cría por aquel entonces, ya llevaba más de un año prostituyéndome y aprendiendo todos los trucos de la profesión de mi madre y de Alicia, así que aquel día me propuse hacer que se corriesen rápido. Recuerdo que venían unos clientes un rato después y que intenté quitarme de encima a los polis antes de que llegasen los otros. ¡Y lo conseguí! – exclamé con una sonrisa de orgullo.
- Joder, tía … ¡te envidio tanto! – exclamó Baby al tiempo que espolvoreaba colorete sobre sus mejillas y lo aplicaba suavemente con una brochita – Me encantaría llegar a tu edad y tener tantas experiencias y anécdotas como tú.
- Tranquila, Baby … te aseguró que las tendrás. De momento, con sólo quince añitos, ya puedes contar cómo te desvirgaron tres futbolistas negros. Eso no puede contarlo todo el mundo … - le dije guiñando un ojo con gesto de complicidad.
- Es cierto, sí – reconoció.
- Y hoy vas a hacer un trío con la puta de tu tía y con una clienta ninfómana – añadí mientras perfilaba sus labios y los rellenaba con color rosa pálido.
- ¿Y mañana? – preguntó con picardía por mi agenda.
- Mañana no sé aún. Habíamos vaciado nuestras agendas por tu llegada. Ahora tendré que recomponerla. Llamaré a Nati para que nos envíe clientela a saco – expliqué – Aunque, en el peor de los casos, siempre podemos irnos a hacer la calle. Susi hoy se irá al sex-shop de un amigo a ver qué pilla por allí. Una lección que tienes que aprender si quieres ser puta es que no siempre van a ir los clientes a ti. Habrá días que no tengas a nadie previamente citado y tendrás que buscarte la vida si quieres tu ración de polla y tu dinero.
Seguimos charlando durante un rato más, mientras ultimaba los detalles de su maquillaje. Sombra de ojos oscura para hacerla parecer mayor, las pestañas postizas que ya le había puesto, labios bien perfilados y rellenos con carmín rosa pálido, algo de base para eliminar brillos y toque de purpurina plateada en sus mejillas a juego con el color gris metálico de la parte de arriba del bikini y de los cierres del culotte, … Mi sobrina se puso en pié y se miró al espejo.
- ¡Guauuuu! – exclamó Baby, contemplándose con gesto asombrado, pero feliz e ilusionada.
- Aún faltan un par de detalles importantes – dije emocionada por la reacción de Baby ante su nuevo aspecto. Abrí uno de los cajones de mi cómoda y saqué unos enormes pendientes de aro plateados - ¡Póntelos!
- ¡Qué bien me queda todo! – exclamó al verse con aquellos aros colgando de sus orejas.
- Ahora, recógete el pelo en una coleta – ordené – Si no sabes manejar bien la melena, y aún eres una principiante en esto, el pelo largo suele entorpecer a la hora de practicar determinadas actos y posturas.
- ¡De acuerdo! – me obedeció pasando su melena rubia por una goma negra para hacerse una coleta.
- Acostúmbrate a este aspecto si quieres trabajar aquí en esta casa-burdel, porque es uno de los reclamos de nuestra clientela habitual.
- ¡Me encanta, tía Carol! – exclamó girándose ante el espejo para contemplarse por detrás – Es todo tan … ¡bonito!
- Me alegro. Con el tiempo podrías ponerte algún piercing o hacerte algún tatuaje sexy. Yo llevo una mariposa en el tobillo y durante mi época en el porno llevé un piercing en la lengua y otro en una aleta de la nariz, pero me cansé y me los quité cuando regresé a España – Miré el reloj - Se nos hecha la hora encima y aún no me he arreglado yo – dije con prisas.
Rápidamente, me calcé unas medias de látex blanco hasta medio muslo y me subí sobre mis zapatos de plataforma negros con tacón de aguja de 15 centímetros. A juego con las medias, me puse un diminuto tanga de látex, también blanco, que dejaba mis poderosas nalgas al descubierto. Para la parte de arriba, elegí, sin pensarlo mucho, un corpiño, también de látex blanco; el cual había que cerrar por medio de unos cordones en su parte delantera, para que así quedara perfectamente ceñido a mi cintura y presionase mis tetas para hacer parecer que podían estallar en cualquier momento. Unas pinceladas de rimel, colorete, lápiz de labios … ¡y lista para recibir a Mamen!
- Aún tenemos que ver qué tal va tu culito, Baby. ¿Cómo llevas el tapón anal? ¿Notas si te está dilatando?
- No noto nada, tía Carol. No me molesta, la verdad – explicó.
- Separa las piernas y échate hacia delante hasta apoyar las manos sobre la pared … que voy a ver qué tal va la cosa por ahí abajo – ordené mientras me agachaba entre sus piernas. Descorrí la cremallera de su culotte y separe sus nalgas. Ante mí se apareció el tapón anal, perfectamente encajado en su trasero – Te lo voy a sacar, Baby – anuncié al tiempo que los deslizaba suavemente hacia el exterior. El tapón apareció limpió, sin restos desagradables. De repente, como buena puta ninfómana que soy, me apeteció chuparlo. Pero me contuve. Esa era tarea para mi sobrina. Sabía que durante la sesión con Mamen que nos esperaba, varios consoladores, bolas chinas y otros juguetitos penetrarían su ojete e irían inmediatamente después a su boca. Así que mejor sería acostumbrar a Baby al sabor de su propio culo. Me levanté y me puse frente a su cara – Ahora, ¡abre la boca! –ordené y ella obedeció. Metí el tapón anal en su boca - ¡Chúpalo!
- -¡Sluurp, sluuurp! – succionó Baby.
- Así sabe tu culo, Bárbara. Acostúmbrate a ese sabor porque esta noche tendrás que chupar muchos objetos que previamente Mamen y yo te habremos metido por el culo
- ¡Sluurp! ¡Está bueno! ¡Me gusta! –exclamó saboreando el tapón anal recién salido de su culo.
- Ahora voy a comprobar cuánto se te ha dilatado el ojete – expliqué regresando a mi posición anterior, entre sus nalgas. Las separé apretando hacia fuera el brillante látex del culotte y ante mi se apareció su ojete, aún bastante pequeño en cuanto a dilatación pero suficiente como para albergar algún consolador fino o unas bolas chinas de reducido tamaño. Estaba claro que aquel ano necesitaba aún mucho trabajo para poder recibir las potentes folladas de alguno de nuestros clientes más rudos y mejor dotados. A pesar de ello, la imagen era preciosa y su redondo agujero trasero invitaba a meter la lengua dentro. Así lo hice, sin más dilaciones.
- ¡Ohhhhh! ¡Qué gusto, tía Carol! – exclamó Baby en cuanto sintió mi lengua abriéndose pase en su culo. Aproveché la postura para meter un par de dedos en su coño. De inmediato, Bárbara dio un respingo - ¡Diosssss, qué gusto!
- ¡Lalalalalalala! – jugueteé con mi lengua en su ojete al tiempo que pajeaba su coño - ¡No se te ocurra correrte, Baby! – dije sacando mi lengua de su trasero – Esto sólo es una pequeña comprobación. Si te corres sólo con esto, esta noche no aguantarás ni el primer asalto. Y te aseguro que Mamen es una zorrón que te va a dar mucha caña – expliqué, volviendo al momento a la tarea de hurgar en su culo con mi lengua.
- Chicas, me voy – interrumpió Susi desde la puerta de mi habitación. Saqué la cara del trasero de mi sobrina y la miré.
- No vuelvas antes de las 2, que quiero que Mamen se dé un buen festín con Bárbara – la ordené mientras escrutaba su atuendo: botas de caña alta hasta la rodilla con tacón de aguja, minifalda ajustada a medio muslo y camiseta de lycra ceñida a sus enormes y redondas tetazas. Todo de color negro. Melena suelta, pendientes de aro y uñas postizas de porcelana con detalles brillantes. Iba preciosa.
- Pasadlo bien … y dadle recuerdos a Mamen – nos pidió, dando media vuelta – Decidla que a ver cuándo me hace una visita, que estoy deseando follarla con el puño ese chochazo precioso que tiene – añadió dirigiéndose por el pasillo hacia las escaleras.
- Vale, Susi. ¡Diviértete y folla mucho! – le deseé para, de inmediato, volver a meter la cara entre las nalgas de mi sobrina y hurgar con mi lengua en su ojete. Perdida en el interior del ano de mi sobrina aún pude distinguir el tintineo de los tacones de Susi sobre los escalones y, al momento, cómo cerraba la puerta tras de sí. Estaba en la gloria con la lengua metida en el ojete de Baby y con dos dedos pajeando su joven chochito, máxime cuando mi sobrina acompañaba las acometidas de mi lengua en su interior con un ligero vaivén de sus caderas, pero no podía perder el control cuando Mamen estaban a punto de aparecer. Cerré la cremallera del culote de Baby, deshice mi postura y me puse en pié.
- ¿Ya es la hora, tía Carol? – preguntó.
- Debe estar a punto de llegar – dije mirado el reloj – Vamos para abajo y la esperamos en el salón, ¿vale?
- ¡Joder! Estos zapatos son tan altos que apenas si puedo andar …
- Otra de las cosas que deberás aprender: a manejarte con soltura con este tipo de ropa – expliqué mientras ayudaba a mi sobrina a bajar por la escalera sin que se torciese un tobillo.
Una vez en el salón, nos sentamos a esperar a Mamen. Para hacer tiempo, encendí la televisión y accioné el DVD introduciendo una de mis películas rodadas en Estados Unidos. La intención era que Baby se fuera metiendo en situación antes de que llegara Mamen. La escena en cuestión trataba de un trío con dos chicos en una piscina de una lujosa mansión californiana. La recuerdo como si la hubiera rodado ayer mismo. Yo tomaba el sol en una tumbona, embutida en un minúsculo y provocativo bikini, mientras observaba al jardinero y al mayordomo, imaginando que se acercaban a mí y me follaban. Como sólo eran imaginaciones mías y tenían muchas ganas de polla, me acercaba al jardinero y le pedía que me diera crema por la espalda. Una excusa, obviamente, para instantes después estar con su enorme polla metida en mi boca. Después, el mayordomo nos veía desde el interior de la casa y yo le hacía un gesto para que se acercase. El resto ya os imagináis cómo sigue: doble mamada de rabos, follada a cuatro patas mientras chupo la otra polla, cambios de posición, sexo anal con ambos por separado, doble penetración coño-culo en varias posturas y doble corrida final en plena cara, con tragada de lefa incluida. Muy convencional. Apenas si habíamos empezado a disfrutar de la escena, cuando el timbre sonó.
- Es ella – exclamé, dirigiéndome hacia la puerta – Tú espera en la cocina.
- Uhf, Carol, ¡qué calorazo! – exclamó Mamen abriéndose paso hacia el vestíbulo.
- ¡Hola, Mamen! – la saludé, dándole los dos besos de rigor en ambas mejillas.
- Menos mal que aquí con el aire acondicionado se está muy bien – añadió mirándome de arriba abajo – ¡Muy bien, Carol! Te has vestido como sabes que me gusta – añadió con gesto complaciente.
- Para eso me pagas, ¿no?
- Y dime, ¿dónde tienes a esa nueva putita? – preguntó mirando a un lado y a otro.
- Calma, Mamen. Pasa al salón y acomódate, que vienes un poco acalorada.
- Toma – me dijo entregándome una bolsa de plástico – Esto es para vosotras y para la nueva putita. Espero que os guste.
- Seguro que sí, Mamen. Muchas gracias.
- Por cierto, antes de nada … necesito pegarme una ducha y cambiarme. No quiero meterme en faena sudada como vengo y con esta ropa – me explicó. La miré de arriba abajo: blusa de tul de color beige, pantalones anchos de tela blanca y sandalias planas. No era el atuendo más sensual precisamente; y menos después de habernos preparado Baby y yo con aquellas prendas minúsculas y ajustadas de látex y cuero – Traigo mi ropa en este bolso – añadió mostrando un carísimo bolso de Louis Voutton.
- Claro. Estás en tu casa – le dije con confianza – Sube y date una ducha. Te esperamos aquí.
- No tardo nada – exclamó Mamen – mientras se encaminaba al piso de arriba - ¡Estoy deseando pillaros por banda a ti y a ese nueva putita!
Continuará.