Mi sobrina (4)

Susi y yo atendemos a tres futbolistas extranjeros, ante la atenta mirada de mi sobrina.

MI SOBRINA (4ª parte).

Me encerré en el aseo de la planta inferior, una vez hube recogido la ropa que Susi me había dejado sobre el sofá del salón, para terminar de vestirme. Sabía que aquellas prendas durarían poco sobre mi cuerpo, pero uno de los reclamos de nuestro pequeño burdel casero era recibir a los clientes con lencería, ropa muy sexy o con eróticos disfraces de colegiala, enfermera o policía. Me enfundé las ajustadas medias negras de vinilo, me puse las braguitas de látex, enganché el liguero con las medias y me calcé los zapatos de plataforma, mientras escuchaba cómo los interminables tacones de las botas de Susi resonaban contra los peldaños de la escalera en dirección a la puerta de entrada.

- ¡Hola, nenes! – saludó Susi con voz insinuante tras abrir la puerta – Pasad y poneos cómodos – añadió, al tiempo que escuchaba varias voces en un idioma que me pareció ininteligible. Caí en la cuenta de que Susi no sabía ni un apalabra de inglés y me apresuré a terminar de vestirme para hacernos entender con lo que había logrado aprender en mis dos años de estancia en Estados Unidos. Me puse la camiseta de redecilla y me miré al espejo mientras me atusaba la melena y mojaba mis labios con saliva para que resultasen más brillantes y sensuales.

- ¡Hi, guys! – exclamé haciendo acto de presencia en el salón. Para mi sorpresa, el desconocimiento de Susi de un idioma en que entenderse con aquellos tres negritos no fue impedimento para que ya se hubieran puesto manos a la obra. Uno de ellos, un negrazo impresionante de más de metro noventa de estatura y unos músculos que se marcaban bajo un polo deportivo con el nombre del equipo inglés en que militaba bordado en letras doradas en la espalda, le sobaba las tetas con una mano y el culo con la otra, al tiempo que la besaba el cuello.

- ¡Hello! – exclamó el más bajito de los tres, caracterizado por una ridícula pero cuidada perilla y unos dientes enormes y tan blancos y relucientes que a punto estuvieron de cegarme – Nosotros pagar en agency para follar with you two – se explicó en un gracioso spanglish con acento africano.

- ¿Hablas español? – pregunté.

- ¡Sólo a little bit! I played in la Liga española years ago – se explicó. Me fijé en que los tres vestían idéntica indumentaria: el precitado polo de su equipo, pantalones de chándal con un escudo bordado y zapatillas deportivas. El gigantón seguía metiendo mano a Susi, mientras los otros dos me miraban de arriba abajo con una evidente impaciencia por emular a su compañero. El que chapurreaba español parecía el más mayor de los tres, aunque no superaría los treinta años; mientras que los otros dos debían rondar la veintena.

- ¡Perfecto! – exclamé mientras me acercaba a ellos, contoneando mis caderas y acariciándoles con sensualidad el paquete por encima del chándal. Ambos dieron un respingo al sentir mi caricia sobre su abultada entrepierna. Miré a Susi, que ya tenía una de las manazas del gigantón negro jugando en el interior de su braga-culote de luminoso color plata. Sonreí al ver la cara de felicidad de Susi, con la melena recogida hacia un lado mientras el negrazo lamía su cuello, y con los ojos entreabiertos por el placer que le estaban provocando sus enormes dedazos en  su coño. Había chupado pollas más pequeñas que aquellos dedos, por lo que imaginé que si estaba debidamente proporcionado tendría un rabo descomunal, de esos que se ven pocos y que cuando aparecen ante una, te hacen estremecer sólo con imaginar el placer que pueden proporcionarte. Los otros dos negritos que tenía ante mí eran menos voluminosos, pero a poco que hicieran honor a su raza (las mejores pollas que me han follado pertenecían a afroamericanos de la industria del porno estadounidense), no bajarían de los veinte centímetros. Metí la mano bajo sus pantalones y palpé sus pollones, ya empalmados, para comprobar que efectivamente estaban muy bien dotados.

- ¿Y tu sobrina, Carol? – me preguntó Susi justo cuando sentí las sudorosas manos de mis dos parteneres en mi cuerpo, sobándome las tetas por encima de la camiseta de redecilla y acariciando mis rotundos muslos y mis carnosas nalgas - ¿No querías que nos viese en acción?

- ¡Joder! – exclamé – Me han emocionado tanto los pollones de estos dos que ya me había olvidado de mi sobrina – expliqué mientras me apartaba de ellos dos y me dirigía hacia la cocina, donde apenas unos minutos antes había visto esconderse a Baby – Wait a moment, please – expliqué como buenamente pude.

- ¡Baby! – exclamé cuando traspasé la puerta de la cocina, encontrándome a Bárbara apoyada sobre la encimera, con los brazos cruzados y gesto serio - ¡Vamos, no te quedes ahí!

- No sé si quiero verlo, tía Carol – dijo en un susurro con gesto contrariado.

- Hemos hecho un trato. Te prometo que ninguno te tocará ni un pelo de la cabeza – traté de convencerla nuevamente – Tú sólo mira y comprueba por ti misma si es tan malo y tan repugnante como ahora piensas.

- No sé … - dijo con dudas.

- Oye, Baby … - expliqué con tono comprensivo - … ya hemos hablado antes que yo no quiero obligarte a hacer nada que tú no desees. Tú eres la que has descubierto a qué me dedico y quién ha querido saber más. Es mi trabajo y me encanta. Qué digo me encanta … ¡me apasiona! – exclamé para convencerla, mientras la cogía las manos en gesto de sinceridad y complicidad – Sólo quiero que lo veas. Antes has reconocido que te pica la curiosidad

- Sí, un poco sí … eso es cierto – reconoció.

- Hagamos una cosa – propuse – Entraremos en el salón las dos juntas y explicaré que eres una cliente que paga por ver a otros follando. No creas que es algo tan extraño, tengo varias clientas que me pagan para que me folle a sus maridos mientras ellas miran o esposos que se hacen una paja mientras ven a su mujer comiéndome el coño o metiéndome un consolador por el culo – expliqué al tiempo que advertía una mueca de escepticismo en su rostro – No podemos decir que tienes quince años porque entonces estos clientes podrían pensar que están haciendo algo ilegal – expliqué – Y no queremos que se vayan insatisfechos y que den una queja a Nati.

- No sé … - titubeó.

- Mira … ¡haz lo que quieras! – exclamé enérgicamente – Pero esta gente ha pagado mucho dinero para que Susi les demos un buen servicio … ¡y no podemos hacerles esperar! O vienes ya o te quedas, pero no tendrás otra oportunidad como esta para comprobar que ser puta no es tan malo como piensas. Así que, ¡decídete ya! – añadí a modo de ultimátum mientras me dirigía de nuevo hacia la puerta que daba paso al salón.

- Vaaaaale – dijo con aire de resignación. Sonreí. Sabía que era la oportunidad idónea de demostrar a mi sobrina que el sexo era algo maravilloso y que sólo hay algo mejor que follar y chupar pollas: que te paguen por ello. La cogí de la mano y la conduje hacia el salón, como una madre que lleva a su hijita al colegio en su primer día.

- ¡Escuchadme! – exclamé para que todos me mostrasen atención – Esta mujer es una clienta nuestra que paga para ver follar a otros – dije  mirando directamente a los ojos al negrito que chapurreaba algo de español - ¿Entiendes lo que digo? – le pregunté.

- Sí, I understand – asintió.

- ¡Perfecto! Entonces, explícale a tus compañeros que ella no quiere follar, sino sólo mirar – le ordené. Antes de que pudiera traducirles mis explicaciones, y ante la estupefacta mirada de los otros dos, me dirigí hacia ellos – Don´t touch her. She is not a whore. She only wants to watch us fucking … - antes de que hubiera terminado mis explicaciones, se pusieron a hablar entre ellos en un ininteligible inglés, mezcla de algún dialecto africano. Parecieron entenderlo y les hizo mucha gracia porque empezaron a hacer gestos y muecas al tiempo que se reían.

- ¡No problemo! – me dijo el que sabía algo de castellano, mientras se acercaba a mí y ponía sus dos manos sobre mis tetas – Pero nosotros querer follar now – añadió impaciente.

- ¡Claro, nene! – asentí mientras le indicaba a Baby dónde debía sentarse para no perder detalle de cómo atendíamos a aquellos tres futbolistas africanos impacientes por meter sus rabos de ébano en todos nuestros agujeros.

De inmediato, y una vez que mi sobrina se hubo acomodado sobre una silla a escasos tres metros del sofá donde Susi ya estaba despatarrada y el gigantón negro le chupaba las tetas con la diminuta parte superior del bikini colgando de su cuello, me quité la camiseta y, cogiendo a los otros dos por la nuca, los atraje hacia mis tetas. Cada uno de ellos capturó un pezón con su boca y los chuparon con energía. Me eché la melena hacia atrás, recogiendo algunos mechones tras las orejas, para que Baby pudiera observar mi rostro lleno de lujuria y placer, al tiempo que de satisfacción y orgullo por ejercer la profesión más vieja del mundo ante sus propios ojos. Sabía que aquello no era un servicio más, donde bastaba con satisfacer a los clientes, sino que era la oportunidad de mostrarle a mi sobrina la grandeza de ser puta. Tenía que sacar a relucir todo mi talento, no ya para follar, sino para trasmitirle a Bárbara lo mucho que disfrutaba con aquello. Tenía que demostrarle que ser puta no era algo indigno, como ella pensaba, sino un don para el que no todas las mujeres servían. Un don que todas las mujeres de la familia poseíamos y que estaba convencida que ella también había heredado. Sólo había que tocar la tecla adecuada para que saliese a la luz la puta viciosa que llevaba dentro, la golfa depravada que portaban sus genes. Tenía que provocarla todo lo que pudiese.

Mientras los dos me comían las tetas y magreaban mi culo y mi entrepierna por encima de las braguitas de látex, observé cómo Baby me miraba directamente a los ojos con un gesto mezcla de sonrojo y asco. Sonriente, le guiñé un ojo.

- ¿Alguna vez te han comido las tetas, Bárbara? – pregunté con gesto vicioso. Ella negó con la cabeza – Pues no veas lo que te pierdes. Si ya es una gozada que un tío te chupe los pezones, imagina lo que se siente teniendo a dos para ti solita. Dos bocas hambrientas comiéndote las tetas … ¡ahhhh, qué placer!

- ¡Gluuup, gluuup, gluuuup! – Susi tenía ya la tranca del gigantón negro en la boca. Seguía sentada sobre el sofá, abierta de piernas y con aquella enorme mano jugando bajo su braga-culote. La polla era grande y gorda. Apenas si le cabía el capullo en la boca.

- ¡Mira cómo traga polla Susi! – le dije a Bárbara, que giró la cabeza hacia allí, cada vez más sonrojada – Mira qué polla, Baby … mira cómo entra en su boca, cómo la chupa, … - describí con voz sensual, al tiempo que ellos se decían algo que no logré entender - … mira cómo goza la muy furcia y cómo disfruta él – añadí al tiempo que buscaba con mis manos el paquete de los dos que me comían las tetas y me sobaban por delante y por detrás – ¡Susi, ábrete la cremallera del culote! – ordené – Que el negro pueda maniobrar en tu coño con más libertad – expliqué – Además, quiero que Baby vea cómo chorrea tu chocho en cuanto empieza la acción.

- ¡Como tú digas, Carol! – dijo soltando la polla por un instante y desabrochando la cremallera metálica que partía en dos su braga-culote desde el pubis hasta la rabadilla, dejando a la vista su depilado chumino y la entrada de su culo. Nada más hacerlo, volvió a la tarea de chupar aquel gordo pollón, del mismo modo que el negro continuó en su labor de pajearla con sus enormes dedos - ¡Gluuuuurrrppp, gluuuurrrpp! ¡Ahhhjjj! Tienes que chupar esta polla, Carol. ¡Es deliciosa! ¡Gluuuurp, gluuurp, gluuuurrrp!

- Empezaré con estas dos, Susi – dije mientras comenzaba a pajearlas, aún de pié y con los dos tíos sobándome todo el cuerpo - ¡Qué privilegio poder menear dos pollas como estas a la vez! – dije mirando a Baby – Cualquier tía del mundo soñaría con una polla como estas y yo tengo la suerte de tener dos para mí – añadí mientras me ponía en cuclillas y daba sendos lametones en cada uno de los capullos. Pero no me los metí en la boca todavía, sino que decidí menearlos unos instantes más, para que Baby contemplase cómo mis manos se deslizaban por el duro tronco de aquel par de rabos.

  • ¡Tú chupar ya! – se impacientó el que chapurreaba español.

- Susi, creo que estos cabrones vienen demasiado salidos y en cuanto les coma la polla se correrán como colegiales – advertí a Susi, que seguía a lo suyo, trabajando con la boca y con las manos el pollón del más grandullón de los tres - ¡Arrrrrgggg! – exclamé al meterme la polla hasta la garganta, al tiempo que el otro tipo se impacientaba por sentir el calor de mi boca en su polla, y la restregaba contra una de mis mejillas. Con la boca inundada por aquella polla y rozando con la nariz el pubis, miré a Baby. No podía articular palabra por la presión del glande sobre mi garganta y quise decirla con mis ojos que estaba orgullosa de ser una puta, de chupar pollas de desconocidos a cambio de dinero y que no cambiaría aquello por nada del mundo. No sé si lo entendió, pero noté que pegó un pequeño respingo sobre la silla y cruzo las piernas.

- Carol, este quiere follarme ya y yo estoy como loca por meterme su pollón en el coño – interrumpió Susi.

- Deja que mame unos minutos estas dos pollas y luego nos ponemos a follar todos, ¿vale? – propuse al tiempo que empezaba a chupar la otra polla. Recordé mi etapa en el porno. Decenas de escenas en que tenía que chupar un par de pollas frente a la cámara, mostrando todo mi talento succionador. Ahora la cámara era mi sobrina y decidí sacar a relucir todos lo pequeños trucos exhibicionistas que aprendí en mi ya extinta carrera como actriz porno. Mamé con energía una de las pollas mientras pajeaba la otra y cambiaba cada pocos segundos. Todo ello sin dejar de mirar fijamente a Baby, para que comprendiera lo mucho que disfrutaba chupando rabos. De pronto. Se me ocurrió una idea - ¡Susi, deja esa polla y ponte debajo de mí!

- Pero, Carol … este tío quiere metérmela ya … - objetó.

- ¡Hazlo, joder! – ordené acostumbrada a que Susi me obedeciera sin rechistar – ¡Túmbate en el suelo con la cabeza debajo de mi entrepierna! – ordené para aprovechar mi postura en cuclillas - ¡Cómeme un rato el coño y mientras tanto que este te folle!

Susi obedeció sin decir nada más. Soltó el rabo del gigantón, se acercó y metió la cabeza bajo mi entrepierna, tumbada boca arriba y abierta de piernas ofreciendo su coño. “Fuck her!!!”, le indiqué al gigantón de polla descomunal que, arrodillándose entre sus piernas y tomándola por la cintura, la penetró, mientras yo continuaba trabajando las otras dos pollas con la boca y con las manos. Sentí la lengua de Susi, que apartando a un lado la braga de látex, comenzó a jugar con mi chumino. La mezcla de líquido preseminal de las pollas que mamaba, junto con algo de mi saliva, derivó en sendos hilillos pringosos que cayeron sobre el cuerpo de Susi. Rápidamente, atrapé uno de ellos con la boca y lo succioné como si de un spaghetti se tratara. Baby no perdía detalle de la orgía.

- ¿Te folla bien, nena? – pregunté a Susi.

- ¡Oh, sí! ¡Ya lo creo! – admitió mientras seguía lamiendo mi coño. Aparté a los dos tíos que tenía a cada lado de mi cara y me incliné hacía delante, hincando las rodillas en el suelo, una a cada lado del rostro de Susi, quien inmediatamente comprendió el cambio de postura y envolvió mis nalgas con sus brazos. Al inclinarme busqué con mi cara un acercamiento a la follada. La polla era realmente grande, pese a lo cual el chochazo de Susi lo albergaba sin mayores dificultades. Contemplé durante unos instantes cómo aquel enorme falo se deslizaba en el interior del chumino de Susi. Miré a Bárbara.

- ¿No te gustaría saber qué se siente teniendo un rabo así en tus entrañas? – la pregunté con gesto vicioso. Ella no respondió. Siguió observando la escena con seriedad - ¡Ohhhh! Es taaaaan bonito – exclamé mirando de reojo la follada a escasos centímetros de mi boca - ¡Cómo entra en su coño, Baby! ¡Cómo se abre paso en su interior! ¡Cómo se dilatan sus labios para recibir esta barra de carne! – describí al tiempo que separaba los labios vaginales de Susi para que Bárbara apreciase mejor aún la forma en que aquel enorme rabo follaba a Susi sin piedad - ¡Mira, cariño! Dime que no es precioso contemplar esto … - dije queriendo calentarla todo lo que podía. Interrumpí la follada empujando al tipo ligeramente hacia atrás - ¡Stop! I want to suck your cock – ordené. El tipo sacó la polla del coño de Susi, la cogí por los huevos y la acerqué mi boca, abriéndola cuanto podía para poder albergarla en mi interior. Succioné el capullo, saboreando los flujos de Susi pringados en el glande y traté de meterme, a continuación, toda la polla que pude.

- ¡Follad a Carol! – gritó Susi con la cara aprisonada entre mis muslos - ¡No os quedéis ahí parados! ¡Usad vuestras pollas con ella!

- ¡Sí! – exclamé sacando el pollón de mi boca y volviendo a dirigirlo al chocho de Susi, no si antes frotar el glande contra su clítoris – I want one cock in my pussy and one cock in my mouth – ordené en mi precario inglés, al tiempo que hacia un gesto indicando lo que quería. De inmediato, uno de ellos se arrodilló detrás de mí, apuntando su rabo hacia mi raja. Susi hizo el resto. Lamió la polla unos segundos y, a continuación, la dirigió hacia la entrada de mi chumino. El tipo empezó a follarme desde detrás, al tiempo que me cogía con fuerza por la cintura. Mientras, Susi seguía bajo mi entrepierna, contemplando la follada, besándome el clítoris y lamiendo la polla que se deslizaba en mi interior. El otro negro, el más mayor, acercó su rabo a mi cara y me lo metí en la boca, mientras los tres reían y hablaban en esa especie ininteligible de inglés africano, gimiendo y suspirando. El gigantón seguía follando a Susi, totalmente despatarrada sobre el suelo, mientras me sobaba las tetas con sus enormes manos.

Nos mantuvimos durante unos minutos en aquella postura, pero tuve que interrumpirla porque noté cómo el tipo que me follaba estaba a punto de correrse. Sabía que los tres venían con muchas ganas de hembra y que hacía semanas que no echaban un polvo, por lo que era lógico que no aguantasen demasiado. Pero el repertorio que quería mostrar a mi sobrina aún no había hecho sino empezar, por lo que pensé que si se corrían rápido, habría tiempo para recuperarlos a base de mamadas y pajas y que pudiesen dar más juego después, una vez que hubiesen vaciado la carga acumulada por el tiempo en sus huevos.

- Don´t worry if you come – traté de explicarles – Diles que después de correrse, seguiremos – le ordené al que sabía algo de español – Podéis follarnos todas las veces que queráis.

- ¡Sí, creo que no durarán ya mucho, Carol! – confirmó Susi desde mi entrepierna – Y me gustarían que nos dieran un rato por culo.

- Espero que quieran seguir después de correrse – dije – Baby, aún no has visto nada. Esto sólo es el comienzo – añadí mirándola con gesto vicioso. El mayor ellos soltó varias frases explicando lo que les había propuesto. Los otros dos recibieron con euforia la sugerencia. El que follaba a Susi, y que no me soltaba las tetas a pesar del vigor que estaba poniendo en las embestidas sobre el coño de mi amiga,  me hizo un gesto con la mano, con el puño cerrado y el pulgar hacia arriba.

- ¡Ok! You are a pair of fucking bitches – exclamó

- ¿Has oído lo que ha dicho este cabrón, Baby? – pregunté con los ojos llenos de orgullo por el halago recibido – Dice que somos un par de jodidas putas – Esperé la reacción de mi sobrina. Resopló y cambió el cruce de sus piernas, de izquierda a derecha. Noté que se estaba excitando.

- El trato era que no te tocarían, pero si te apetece puedes tocarte tú misma – sugerí – Quizás necesites liberar un poco de tensión y hacerte una paja.

- ¡Ni en broma! – exclamó.

- ¿O prefieres que te la haga yo mientras alguno de estos me da por culo? – dije notando como el negro que me follaba aceleraba el ritmo en claro síntoma de que se iba a correr en breve - Puedo comerte el coño para aliviar la tensión que sé que estás acumulando ... -insinué con gesto vicioso.

- ¡No! No quiero hacer nada – respondió con rotundidad.

- ¡Carol! – interrumpió Susi, muy atenta a la follada que me estaban haciendo – Creo que este se corre ya

- ¡Sácamela del coño y que se corra en tu boca! – ordené – Y no te la tragues, que quiero que Baby vea cómo las buenas amigas deben compartir una corrida.

- ¡Ohhh! ¡Uhf! ¡Ohhh! – exclamó el tío que me follaba, mientras Susi obedecía mis instrucciones y apuntaba el capullo hacia su boca para recibir la leche caliente de sus cojones. Al hacerlo, forzó un escorzo que hizo que la polla del gigantón se saliese de su chocho. Cogí la polla y le obligué a ponerse en pié para que también se corriese en mi boca, al tiempo que me ponía de rodillas con una pierna a cada lado del cuerpo de Susi, que seguía tumbada boca arriba. Como no podía ver si el negro que me acababa de follar ya se había corrido en la boca de Susi, se lo pregunté.

- Nena, ¿se ha corrido ya este cabrón? – Notaba el vientre sudoroso del negro sobre mis nalgas. Su polla quedaba por debajo, a la altura de la cara de Susi. Meneé el enorme rabo del gigantón, recién salido del coño de Susi, mientras la polla del mayor de los tres, el que chapurreaba español, quedaba en un segundo plano, ya que parecía ser que era el que tenía más aguante.

- ¡Grrrrrr, grrrrr! – balbució Susi, dándome a entender que no podía responderme porque tenía en la boca la corrida.

- ¡Mantenla en la boca, como tú sabes! – ordené acelerando el ritmo de mis manos sobre el pollón de 25 centímetros y los lametones en el capullo - ¿Crees que te cabrá en la boca la corrida de este o prefieres que me lo eche a mí?  Pregunté.

- ¡Grrrrr! – volvió a responder Susi al tiempo que deshacía la postura y se incorporaba. Al ponerse frente a mí, pude ver que varios regueros de lefa le recorrían las mejillas y empezaban a gotearle por la barbilla.

  • ¡Joder, sí que tenía lefa el muy cabrón guardada en los huevos! - exclamé al ver el gesto de Susi, con la boca cerrada y los mofletes hinchados, tratando por todos los medios de no tragar - ¡Ven, acércate, que voy a limpiarte! – ordené. Susi acercó su rostro al mío y lamí los hilillos de semen que recorrían su cara. Me hubiera gustado que su boca estallase sobre la mía, inundándome con el sabroso néctar que albergaba en su interior, pero la polla del gigantón reclamaba mi atención. Estaba a punto de correrse - ¡Córrete, cabrón! – exclamé instintivamente sin caer en la cuenta de que no entendía nada de lo que yo decía.

- ¿Qué pasar conmigo? – preguntó el restante – ¡Yo también querer follar!

- Joder, este cabrón aún no nos la ha metido – advertí - ¡Rápido, Susi! ¡Ponte a cuatro patas y que te folle por detrás un rato mientras este se corre en mi boca! – ordené.

Dicho y hecho, Susi me obedeció sin pronunciar palabra. Se arrodilló en el suelo y echó su cuerpo hacia delante. Antes de apoyar también sus manos sobre la alfombra, separó sus nalgas tirando de la braga culote desde un lateral de la apertura. El tipo en seguida comprendió lo que pretendíamos y se arrodilló detrás de ella, se la metió en el coño y comenzó a follarla.

- ¡Fóllatela mientras este me echa su leche, que ya está tardando! – exclamé al tiempo que masajeaba sus testículos con una mano, acariciando sus nalgas con la otra y lamiendo su capullo con la lengua. Miré a Bárbara. Advertí que su gesto de repulsión y asco se estaba transformando lentamente en uno muy distinto, mezcla de expectación y excitación – Me la va a echar en la boca, Baby. Pocas cosas hay mejores que una buena corrida en plena cara – la provoqué sin parar de masajear los cojones y menear la polla del enorme adonis de ébano – Mira a Susi cómo aguanta la lefa del otro negrazo en la boca. Casi no puede ni respirar … pero la mantendrá ahí para compartirla conmigo. A lo mejor tú quieres probar un poco … - sugerí con picardía – Es lo mejor que probarás en tu vida, Baby. Una buena dosis de semen calentito, … ¡oh, qué delicia! Y además, esa lefa esta debidamente mezclada con la saliva de Susi y, a su vez, en su boca habrá restos de los flujos de mi coño, … ¿te imaginas la mezcla, nena? – la provoqué mordiéndome los labios y relamiéndome. Ella no respondía, sólo me miraba – Estoy deseando que me lo pase todo a mi boca y saborearlo lentamente. Pero antes me voy a tragar la corrida de este negrazo. ¡Mira qué polla! ¡Qué potencia! ¡Cómo se prepara para estallar! – describí sin dejar de lamer y menear - ¡Ya viene! ¡Ya está aquí! – adelanté al advertir cómo se contraían los músculos del negrazo, cómo tensaba las nalgas, y cómo balanceaba su cuerpo adelante y atrás.

Un primer chorro de semen me golpeó el paladar, ya que abrí la boca cuanto pude; un segundo espasmo me cruzó la cara, a pesar de que traté de apuntar el capullo hacia el interior de mi boca; el tercero, perdiendo intensidad, se alojó en mi lengua con bastante puntería; después, capturé el glande entre mis labios para que el resto de la corrida se alojase en mi interior. Lo succioné manteniendo el capullo entre mis labios y repasando la lengua por todos sus pliegues. Después, saqué la polla de mi boca lentamente para que no se derramase ni una gota. Como quería mostrarle a Bárbara el cálido y pastoso líquido que albergaba en mi boca, me acerqué a ella gateando lentamente y mirándola fijamente a los ojos, tratando de trasmitir todo el vicio y la excitación que sentía. Ella se removió en su silla, inquieta, y deshizo el cruce de piernas, colocando ambas manos sobre sus muslos apretados bajo los pantalones cortos vaqueros que tan bien se ceñían a sus caderas. Cuando estuve a medio metro de ella, me incorporé para ponerme a la altura de su rostro y abrí la boca inclinando ligeramente la cabeza hacia arriba para evitar que el semen que tenía en mi interior se derramase por efecto de la gravedad. Miró sorprendida, pero muy seria. Sin embargo, en su rostro ya no se adivinaban restos de repulsión o asco.

- ¡Grrrrrrr! ¡Gluglugluglu! – gorgoteé jugando con la lefa en mi boca abierta. Lo repetí un par de veces, mientras a mi espalda podía escuchar los gemidos del negro que follaba a Susi por el coño a cuatro patas - ¡Gluuuuuurp! – tragué con gesto desafiante a escaso centímetros de la cara de mi sobrina, con los ojos inyectados en lujuria - ¡Diosssssss, Baby! ¡Qué rico! ¡Qué delicia! – exclamé relamiéndome de gusto y exagerando cuanto podía para provocar a Bárbara. Ella me miraba fijamente, con el ceño ligeramente fruncido y con un ligero enrojecimiento de sus mejillas. Era tan guapa que deseé besarla con frenesí al tiempo que pasaba a su boca los restos que quedasen en la mía de la corrida recién recibida. Pero me contuve. No debía forzarla u obligarla a hacer algo que ella misma voluntariamente no solicitase. Su mirada abandonó mis ojos por un momento. Me miró la frente, las mejillas y la barbilla; donde había recibido los impactos de la potente corrida del gigantón negro. Recogí los restos con mis dedos, llevándolos hacia mis labios y formando un solo grumo con el que jugueteé entre mis dientes, estirando los pequeños hilillos entre mis labios y mojándolos con mi lengua - ¿De verdad quieres perderte este manjar?

- Parece asqueroso – dijo con sus labios, mientras sus ojos decían justo lo contrario.

- ¿Y cómo lo sabes si no lo has probado? – pregunté – Aún estás a tiempo de probar un poco y decidir con conocimiento de causa si es o no es asqueroso – expliqué – Mira, ahí tienes a Susi, follando y con la boca llena de esperma por si a ti te apetece probarla – dije con lascivia y picardía.

- No … no quiero – respondió negando con la cabeza.

- No voy a insistirte, nena, porque yo sí estoy deseando tragarme esa lefa – añadí – Si no la quieres tú, será para mí … - insinué. Ella repitió el gesto denegación con la cabeza – Pues, nada … allá voy – concluí, mientras me giraba y volvía a gatas hacia Susi y el negro que continuaba follándola a cuatro patas - ¿Te folla bien? – la pregunté cogiéndola con una mano por la barbilla. Ella asintió, aguantando la lefa aun en su boca – ¡Dámela ya, nena!

Susi abrió la boca cuando yo uní mis labios a los suyos. La saliva que había ido generando en aquel rato había hecho que la mezcla se volviese muy abundante. Fui tragando a medida que el líquido y los grumos de semen fueron pasando a mi boca. Tenía que sujetar la cara de Susi, porque su cabeza se balanceaba con cada embestida del negro. Metí la lengua en su boca y hurgué en ella buscando cualquier resto de la corrida que, de inmediato, tragué con glotonería al tiempo que sobaba las tetazas de Susi, pellizcando suavemente sus abultados pezones.

- ¡Te lo has tragado todo! – protestó Susi - ¡No me has dejado nada!

- No pasa nada, cariño – la tranquilicé – Toda la que suelte el que te folla será para ti.

- Ya … pero he tenido esa corrida más de cinco minutos en la boca y me apetecía tragar un poco – protestó en tono infantil.

- ¡Joder,  Susi! – la regañé – ¡No me cabrees! Te estoy diciendo que puedes tragarte toda la de este tío – añadí acercándome a  gatas hacia el negro que la follaba. Los otros dos se habían desplomado sobre el sofá, sudorosos y sonrientes.

- Vale, no te enfades – susurró – Pero al menos deja que la tome desde tu culo – sugirió como si se tratase de una niña caprichosa.

- ¿Do you want to fuck my ass? –le pregunté al que la follaba accediendo así a la voluntad de Susi. Él asintió – ¡Perfecto! Pues, ¡venga! ¡Dame por culo!

- Gracias, Carol – dijo Susi sacando la polla de sus entrañas y poniéndose en pié. El negro apuntó su rabo hacia mi ojete, una vez me hubo puesto a cuatro patas para él y me retiré hacia un lado el tanga de látex, mostrándole el camino que debía seguir en mi trasero.

- ¡Ahhhh! – susurré al sentir la barra de carne abriéndose paso en mi culo. Miré a mi sobrina – No sé si me gusta más que me follen por el culo o por el coño – la dije con los ojos entreabiertos por el placer de notar mi culo ocupado por una polla.

- Tu tía es la mejor puta del mundo – se unió Susi a la tarea de provocar a mi sobrina – ¡Mira cómo se desliza esa polla en su trasero! A mí también me encanta que me den por culo, ¿sabes, Bárbara? – explicó en ese tono infantil que tanto me gustaba. Su vocecilla contrastaba con las cosas que era capaz de hacer.

- Mientras este tío me folla el culo, y hasta que los otros dos se recuperen, ¿por qué no te metes un consolador para ir haciendo tiempo? – propuse – Ante de que Susi respondiera, y toda vez que sabía que cumpliría mis deseos a pies juntillas, miré a Baby. Quería involucrarla más allá de limitarse a mirar – Baby, cariño, hazle el favor a Susi de acercarle el maletín de juguetes.

- ¿Yo? – preguntó sorprendida Bárbara.

- Sí, tú – contesté con rotundidad – Lo tienes ahí al lado. ¡Acércaselo, que no te cuesta nada!

De mala gana, y con el ceño fruncido, Baby obedeció. Se puso en pié y caminó hasta la mesa, donde permanecía entreabierto el maletín cuyo contenido ella misma había estado examinando un rato antes. Lo cogió y lo acercó hasta la posición de Susi, que se había despatarrado sobre la alfombra, a la espera de la llegada de los consoladores. Después, se sentó en su silla. Susi cogió el primero que había, el de látex negro que mi propia sobrina había hecho el amago de chupar cuando creía que nadie la observaba, y se lo metió de un golpe seco en el coño. Lo meneó durante unos segundos y se lo sacó chorreante de sus flujos. Antes de que pudiera llevárselo a la boca, como era su intención, intervine.

- Mira, Baby … es el mismo consolador que antes estabas chupando – le dije con picardía.

- ¿Yo? – mintió fingiendo estar ofendida – Pero, ¿qué dices?

-  Oh, venga, Baby … es tan cierto que antes has estado chupando ese consolador como que este negro tiene su polla en mi culo – dije con desdén – Te he visto.

  • Bueno … sí … vale … - reconoció tartamudeando – tenía curiosidad, ¿vale?

- ¿Y no tienes curiosidad por chuparlo ahora que esta pringado de los jugos del coño de Susi? Te garantizo que áhora está mil veces mejor.

- Sí, Baby – intervino Susi – Chúpalo un poco. Ya verás como te gusta.

  • ¡Tú calla! – atajé – Es ella quien debe decidir si quiere probarlo. ¿Quieres?

- No …  no … no sé – dijo mirando al suelo.

- Yo creo que te mueres de ganas, Baby, pero te cuesta dar el paso – opiné.

- No sé si debo … si está bien … - continuó llena de dudas. En ese momento me decidí a que debía forzarla un poco.

- Oh, venga … Baby … seguro que te has puesto cachonda viendo en directo lo zorras que somos – le dije con gesto vicioso, mientras mis tetas y mis nalgas se balanceaban al ritmo de las embestidas del negro en mi trasero - Susi, ¡dale el consolador y que lo chupe! – ordené.

Susi me obedeció y, despatarrada sobre la alfombra, alargó el brazo para entregarle el consolador. Baby dudó. Su férrea educación católica tras años en un internado de monjas le impedía sucumbir a la tentación de la carne; pero, por otro lado, su herencia genética de puta ninfómana le empujaba a dejarse llevar. De pronto, su gesto cambió. Puede ver en sus ojos cómo las dudas se desvanecían. Se puso en pié y alargó la mano para recoger el consolador recién salido del coño de Susi que ésta le ofrecía. Lo contempló durante un par de segundos ante la atenta mirada de todos los presentes y, al instante, lamió el simulado capullo de plástico. ¡Qué sensación más maravillosa me inundó  al ver a mi preciosa sobrina de 15 años lamiendo un enorme consolador resbaladizo por los flujos del chocho de mi mejor amiga!

- ¡Eso es, nena! – exclamé orgullosa al ver cómo parecía gustarle el sabor del coño de Susi en aquel trozo de látex con forma de falo. Baby siguió lamiéndolo con una mezcla de dulzura e ingenuidad que me impulsó a cambiar de postura – Susi, ¡sustitúyeme en la jodienda porque mi sobrina me necesita! – ordené deshaciendo de inmediato la sodomización a cuatro patas, poniéndome en pié y acercándome a mi sobrina – Deja que te enseñe, Baby … quiero que aprendas a mamar un consolador como Dios manda – le dije en tono cariñoso mientras le arrebataba el consolador y lo llevaba a mi boca para mostrarle cómo engullir una polla de plástico.

Continuará