Mi sirena

Un retiro voluntario, una playa desierta en invierno y una hermosa sirena de pelo rojo

Mis días hacía semanas siempre eran iguales, desde que decidí aislarme para escribir tranquilamente mi libro. Mis días se basaban fundamentalmente en escribir y dejar pasar el tiempo relajadamente para que fluyera mi mente sin contratiempos.

Era invierno y hacia un frio espantoso fuera de la casa que había alquilado semanas atrás.

No tenía apenas tenía contacto con nadie, en primer lugar debido a mi empatía con la gente, mi interés en la soledad absoluta y además en invierno la zona se quedaba a mitad de su población estival, por ello tampoco había demasiada gente por esos lares y eso precisamente era lo que adoraba.

Me puse la chaqueta, los guantes y la bufanda para disponerme a mi obligado paseo matutino por la playa desierta; andar sin rumbo bajo ese frio activaba todo mi cuerpo ya no tan en forma como años atrás. Como cada mañana me cruzaba con los mismos personajes que al igual que yo paseaban taciturnos, cruzando apenas un par de palabras.

Continúe el mismo camino trazado ya de antemano después de muchos días siguiendo los mismos pasos, que me llevaban a un apartado recodo de la playa, desde donde atisbaba a ver la inmensidad del océano, que llenaba mis cansados ojos de una belleza espectacular. Allí me sentía en paz con el mundo, sentado en los primeros escalones hechos de troncos de madera que en pleno verano se usaban para bajar a la playa desde las casas cercanas, pero ahora estaba tan desierto como el resto del lugar.

Hoy mi mente se llenaba de momentos vividos con mi mujer, Marisa. Con ella compartí media vida, llena de momentos buenos y no tan buenos; que terminaron de la peor de las maneras. Un día, semanas antes cansada de que la apartara de mi lado inconscientemente, y aburrida de vivir la vida a mi sombra, decidió irse de casa para vivir el resto de su vida lejos de mi sombra.

Ahora después de varias semanas y sin acritud sé que hizo lo correcto, nunca la valoré como merecía y dejé que su amor se escapara como arena entre mis dedos, hastiada de una vida aburrida junto a un hombre que estaba demasiado volcado en su trabajo.

Hoy haciendo autocritica reconozco que olvidé: los abrazos, los besos, las palabras cariñosas y sobre todo olvidé amarla como se merecía. Llené mi vida de clases en distintas universidades, volcándome en enseñar y ahora en plena madurez y tras forjarme un nombre en el sector de la medicina me sentía tan cansado que necesitaba descansar y entonces alguien me propuso plasmar por escrito lo que había impartido toda mi vida.

Estaba en esos pensamientos cuando una figura a lo lejos captó toda mi atención. Lo que más destacaba, era su lento caminar de pasitos cortos y su melena de fuego en medio del gris del lugar. La seguí con la mirada hasta que al estar a mi altura nos miramos y me quedé prendado de sus tristes y grandes ojos; con una sonrisa que no los alegró me saludo.

-Buenos días

-Buenos días, aunque es un decir-añadí al saludo-

-Cierto, nunca había pasado tanto frio, pero es tan agradable que no me pude resistir a pasear por esta preciosa playa

-A mí me pasa lo mismo cada mañana

-¿Es de por aquí? -dijo parándose y apoyándose en la barandilla-

-No exactamente, solo temporalmente.

-Yo solo vine unos días… bueno no quiero molestar, voy a seguir antes de quedarme helada. Encantada de conocerle, me llamo Estrella.

-Bonito nombre, yo soy Marcos… encantado –le dije estrechando su mano enguantada como la mía-

-Ya nos veremos –dijo ella alejándose-

La seguí con la mirada, su pelo rojo y rizado se movía por el viento y ni el gris del día conseguía apagar su brillo. No tendría más de veinticinco años; sin saber porque empecé a imaginarme como seria su cuerpo bajo toda esa ropa de abrigo, sus piernas, sus pechos… me sorprendí a mí mismo excitándome al imaginarla sin tanta ropa.

El sexo nunca había sido una prioridad en mi vida durante el matrimonio, pero tras la marcha de Marisa entré en una vorágine de rabia que me llevó a tener un par de encuentros sexuales con una compañera también casada, a la que había soslayado meses antes.

Incluso estuve tentado a tener algún que otro escarceo con alguna alumna de esas que dejan claro desde siempre que no le importaría dejarte pasar entre sus muslos si eso repercutía en sus notas finales, y aunque siempre había huido de esas gatitas disfrazadas de tigresas… ahora se me antojaban de lo más tentadoras. Por eso y por la pura necesidad de escapar de todo hui a mi retiro aceptando ese proyecto ofrecido desde hacía años y siempre rechazado por falta de tiempo.

Mi mente bullía al llegar casa y tuve que obligarme a colgar todos esos pensamientos junto a mi chaqueta en la entrada; me puse cómodo y me senté ante el ordenador, con mis notas y mi trabajo dejando que el calorcillo del hogar me envolviera.

Al día siguiente sin ser consciente la esperé, pero al rato sintiéndome idiota me dispuse a regresar a mi rutina y cuando retornaba sobre mis pasos oí a lo lejos:

-Marcos…

Me giré y de nuevo ese pelo, esa chica captaron toda mi atención parándome en seco para esperar que llegara a mi altura.

-Hola, buenos días

-Buenos días, ya me iba –dije casi cortante al sentirme como un tonto adolescente-

-Vamos en el mismo camino, sino te importa podríamos ir juntos –obvió mi tono casi descortés-

-Por mi perfecto –me oí decir a mí que disfrutaba y buscaba la soledad-

Así supe que estaba en una de las casitas algo alejadas de la mía, más cerca del pueblo, y que esta perteneció a su abuela que acaba de morir, por eso estaba aquí.

-Siento el monologo, llevo días sin hablar con nadie y he abusado de ti –dijo avergonzada-

-No pasa nada, tampoco es que yo hable demasiado

-Se nota que no eres muy hablador y tampoco quisiera molestarte

-No te preocupes –dije al ver sus grandes ojos tristes-

Llegamos a mi casa y nos despedimos. Intenté solo dedicar cinco minutos mientras me desvestía a pensar en ella… Pero ese pelo, ese cuerpo que intuía me calentaron y me sentí excitado como hacía tiempo no me sentía.

Hizo muy mal tiempo y decidí no salir a pasear, un poco también alejando la tentación de la sirena pelirroja que no quería que llenara mi mente ya que no era lo que necesitaba en esos momentos.

Al tercer día bajé al pueblo a por provisiones y me la encontré en la tienda.

-Hola Marcos

-Hola Estrella -me giré y sin el grueso abrigo atisbé un poco más de su joven cuerpo-

Ambos salíamos con la compra y ella se puso el abrigo mientras cargaba mi coche, entonces me dijo que había venido andando ya que su casa estaba cerca.

-¿Quieres tomar un café?-me sorprendí a mí mismo de nuevo, por alguna extraña junto a esa chica mi cuerpo reaccionaba en contra de mi voluntad -

Aceptó y entramos en un bar. Mientras se acercó a la barra pude darme el festín de ver sus largas piernas embutidas en unas tupidas medias, un enorme jersey de lana resbalaba por su cuerpo curvilíneo, que dejaba claro que tenía un culo espectacular.

Volvió a la mesa y mientras contestaba tras pedir perdón a un mensaje de móvil pude ver que también sus pechos se percibían generosos bajo la gruesa lana del jersey.

¿Cuándo me había convertido en el lobo feroz, a la caza de virginales jovencitas?

-Dime… estaba en otra parte –contesté avergonzado al ver que esperaba una respuesta a una pregunta que ni había oído-

-Te preguntaba qué haces tú perdido por aquí

-¿Que te hizo pensar que no soy de aquí?

-No tienes el perfil de las gentes que viven por aquí en invierno ajenas del mundo

-Tienes razón, necesitaba desconectar de todo lo que me rodeaba –le dije con sinceridad-

-Se está bien aquí en invierno, yo también me tomo unos días de descanso

-¿De qué huyes tú?

-No huyo, simplemente me he cogido unos días para arreglar estos asuntos, aprovechándome por primera vez del enchufe, ya que el dueño de mi empresa va a ser mi marido en unos meses.

-Vaya cada vez os casáis más jóvenes –dije con media sonrisa-

-intuyo que no eres un defensor de la institución del matrimonio, pero te informo que tengo veinticuatro, tampoco soy tan joven

-Ya me lo dirás cuando tengas los míos -le dije calculando la diferencia de edad que nos separaba-

-¿Estas casado?

-No sabría que decirte…

Sin darme cuenta le conté mi historia con Marisa, mis ausencias en todos los sentidos y su partida semanas atrás

-Lo siento

-Es tardísimo -dije arrepentido de haber hablado tanto de mí-

Regresé a casa y con enorme cabreo, no lograba quitármela de la cabeza, la dulzura en su voz, su cara de niña buena y como no, su cuerpo que se me antojaba lujurioso.

Evité los paseos, porque así evitaba a la chica, sin saber porque, ya que de ese estilo de chicas había tenido mil alumnas y ninguna había llegado a ponerme en ese estado de excitación constante. Aunque tampoco puedo decir que no mirara a alguna con ojos golosos, nunca había pasado de ahí.

Al día siguiente no pude evitar bajar a mi paseo matutino y una de las razones era volver a verla, olvidando la luz roja que parpadeaba en mi cerebro.

Apareció cuando llevaba media hora sentado en mi escalón favorito.

-Hola Marcos, ¿cómo estas hoy?

-No tan bien como tú –dije animado al verla-

Tras los saludos iniciales hablamos de las vistas, del pueblo, de sus gentes y terminó pidiéndome:

-¿Qué haces exactamente cuando no paseas por la playa?

De nuevo me encontré contándole todo, mi hastío, mi libro…

-¿Y lo llevas adelantado?

-No te emociones chiquilla es poco más que un manual médico, no te creas que soy ken Follett

-Bueno me parece muy emocionante igualmente,  ¿te falta mucho?

Si mi mente hubiera estado libre de su embrujo, hubiera notado la rareza de su insistencia, pero cambio de tema al mismo tiempo que se oscurecía el cielo y sin más ni menos empezó a llover.

-Vamos –le dije agarrándola del brazo-

Subimos la escalera para atajar el camino a mi casa.

-¿Quieres entrar a secarte y esperar que esto amaine? –le ofrecí-

-Gracias –dijo siguiéndome por el jardín delantero de mi casa-

Aun así ambos chorreábamos en la entrada donde nos quitamos los abrigos, bufandas y guantes.

Volví a quedarme mirándola, con el pelo y la ropa mojada y pegada a su cuerpo parecía un gatito abandonado.

Le di unas toallas y le enseñe el baño para que se secara un poco. Después hice café y ella apareció en la cocina.

-¿Vigilas la cafetera mientras me seco un poco?

-Claro, mil gracias.

Entré en el baño que olía a ella. Había dejado las toallas sobre un mueble y no pude evitar llevarlas a mi cara y olerlas, olía a fresas, a fruta madura… mi sexo dio un respingo dentro del pantalón, me excitó su olor e imaginarla en mi baño secando su tersa piel, su pelo rojo…

Joder pensé hasta en masturbarme con ese olor cuando se fuera, entonces vibró algo bajo la segunda toalla y vi que era su móvil, estuve a punto de llevárselo cuando reconocí el número.

Era Marisa quien llamaba a Estrella, tardé unos minutos en reaccionar, justo al tiempo en el que recibía un mensaje.

Sabiendo que estaba mal, leí el mensaje y mientras lo hacía algo cambiaba en mi interior.

-“Espero que estés sacándole a mi marido la fecha de entrega del puto libro, creo que te he pagado bien por ello y espero que no estés aprovechándote de unas vacaciones bien pagadas. Entiendo que no es el hombre más entretenido ni hablador del planeta por eso recurrí a ti para que se lo sacaras y dijiste que serias capaz. Confié en que se rindiera antes a tus encantos”

Alucinado borré el mensaje, dejé el móvil intentando relajar la ebullición que crecía en mi interior.

Estrella era una simple putita pagada por mi mujer para sacarme información que aún no concebía para que la necesitaba.

Salí como un poseso del baño y me crucé con ella

-He olvidado el móvil –dijo dejándome plantado en el pasillo-

Me obligué a ir de nuevo a la cocina y apelé a mi afable y tranquilo carácter, hasta que la oí hablar flojito por teléfono.

-Aun no tengo fechas, te llamo esta noche.

Eso hizo estallar algo en mi interior y salió la bestia que ni sabía que existía, cuando volvió al salón y antes de sentarse le dije:

-¿Quieres la fecha ya?

-¿De qué hablas? -me preguntó sorprendida-

-Sabes a que me refiero, mi pregunta es, ¿hasta dónde vas a llegar para que te diga el día que entrego el libro?

-Lo siento… -dijo al ver que la había cazado-

-¿Que sientes, que te haya descubierto? La pregunta sigue en pie –le dije acercándome a ella-

Tiré de ella y pegándola a mi cuerpo asalté su boca aprovechando su sorpresa, ella forcejeó conmigo pero yo era más fuerte y la retuve para seguir besándola, para seguir lamiendo su boca, mordiendo sus labios carnosos, tibios y probando su delicioso sabor que tanto tiempo llevaba esperando.

-¿Creías que te bastaría un simple coqueteo para sacármelo todo?

-Déjame –pidió-

-No, Estrella. Esta noche vas a poder darle una fecha, pero ahora me cobraré el precio por la confesión, como dijo ella en un mensaje que leí… “dijiste que harías cualquier cosa y te pagué un buen dinero para que le sonsacaras todo” empieza a ganártelo –le grité sin reconocerme-

Ella me miraba sin saber muy bien de que hablaba cuando volví a poseer su boca, forcejeó primero, pero lentamente se dejó hacer y por ultimo entreabrió los labios, metí mi lengua en su boca, acaricié con ella cada rincón y terminamos entrelazando ambas lenguas rendidos al beso más arrollador de mi existencia.

Mis manos bajaron de su cintura a su culo, pegando su pelvis a mi erección y ella al notarla gimió sobre mi boca enloqueciéndome, perdí la cordura que me caracterizaba y no podía pensar en nada mas que no fuera poseer a esa hembra que temblaba ahora entre mis brazos.

Solté su culo y metí mis manos bajo el grueso jersey de lana, acaricié sus pechos sobre el sujetador con las palmas planas, notando como sus pezones se endurecían, volvió a gemir y tiré del sujetador liberando sus tetas por arriba, las amasé con mis manos, sin dejar de lamer y besar su boca con una furia desmedida, me sentía engañado por que no era la dulce chica que creí.

Estrella temblaba cuando subí su jersey y ante mi aparecieron sus preciosas tetas, redondas, llenas y de pezones grandes. No pude evitar abandonar su boca para lamer esos pezones, succionar como un niño hambriento hasta que ella sollozó.

Me dolía la polla y sentía como palpitaba bajo mi suelto pantalón de deporte y mirándola allí de pie, su piel blanca, sus pechos fuera del sujetador, temblando con la mirada brillante por el deseo, me enervo.

Desabroché su pantalón ante su atónita mirada,  sumisa dejó que tirara de ellos, la arrodillé en el sofá y poniéndome tras ella liberé mi polla y la paseé por su culo blanco, suave, caliente.

-Necesito follarte –le grite fuera de mi-

Ella subió el trasero y yo apoyé mi hinchado capullo en su raja, empujé mi polla entre sus piernas buscando el calor y la humedad de su sexo y sin mediar palabra, con un solo golpe de riñones la penetré.

Dio un respingo intentando escapar, pero la agarré de los hombros y empecé a entrar y salir de esa vagina prieta. Mordí su hombro y le dije al oído:

-En dos meses zorrita entrego el libro, la puedes llamar en cuando me corra con tu esplendido cuerpo.

Empezó a sollozar al mismo tiempo que movía las caderas y subía el trasero adaptándose a mis arremetidas buscando su propio placer y yo como un loco profundizaba cada vez más fuerte, cada vez más al límite de mi resistencia.

Necesitaba demostrarle a caperucita que era el lobo más feroz con el que se hubiera cruzado.

Llevé mi mano entre sus piernas y froté su clítoris hasta que sus jadeos se incrementaron, movía el culo exigiendo más, queriendo llegar a la cúspide y llegó entre pequeños grititos y espasmos que me llevaron al éxtasis total  y justo cuando acabó salí con rapidez justo al tiempo que mi polla estallaba y soltaba mi semen sobre la suave piel de su espalda, sobre sus nalgas desnudas e incluso alguna gotita cayó sobre el pantalón que aun llevaba en los tobillos.

Sin decirle una sola palabra fui al baño a por las toallas  con las que se había secado y limpié mi semen, ella se levantó, se subió el pantalón, se puso el jersey y cuando se ponía la chaqueta le grité desde el salón.

-Putita no sé cuánto te ha pagado pero dile de mi parte que ha valido cada euro invertido.

Como respuesta oí el portazo.

Al día siguiente llamé a Marisa y le pedí el divorcio; esta extrañada dijo que teníamos que hablar y yo le dije que ahora no antes de colgar.

Aun no podía comprender lo que me había sucedido, yo el hombre tranquilo, pausado y metódico había prácticamente forzado a esa chica.

Fui a la playa esperando no solo disculparme, sino dispuesto a aceptar cualquier cosa que hubiera decidido. Aceptando que ella en todo caso era la única victima en esa situación urdida por Marisa.

Apareció cuando llevaba media hora en mi escalón favorito, mirando al vacío.

-Hola

-Estrella sé que no podrás perdonarme lo sucedido, ni yo mismo estoy seguro de poder hacerlo, ni siquiera sé que me sucedió y quiero que sepas que aceptaré lo que dispongas.

Ella se quedó de pie ante mí y cuando intenté levantarme me empujó de los hombros para que no lo hiciera.

-Yo no era la elegida, tu mujer pagó a mi compañera de piso una exuberante actriz que debía convencerte con sus artes de mujer fatal, el plan era seducirte para sacarte lo del libro, pero unos días antes de su partida le ofrecieron un papel y me pidió que la sustituyera. Aunque sé que ella me considera “sosa” a su lado pensó que bastaría para hacer hablar al viejo profesor.

¿Cómo podía parecer esa criatura sosa a alguien?

-Tienes una oportunidad de “redimirte”

-Hare lo que me pidas –dije sintiéndome culpable-

-Lo de ayer fue digamos que “distinto”, voy a quedarme una semana antes de regresar a mi vida normal.

-¿Y qué quieres que haga yo?

-Ayúdame a descubrir a la mujer que solo tu sacaste ayer –la miré sin saber bien que pedía-

Aluciné al ver como levantaba su falda larga lentamente y aparecían unas botas tipo militares, siguió subiendo y vi sus piernas enfundadas en unas calcetas tupidas, siguió subiendo para que pudiera comprobar que estas solo llegaban a sus rodillas, a partir de ahí solo su piel desnuda, tersa y clara.

Agarré el elástico de las medias con los dedos y noté la suavidad de su piel en mis nudillos, después toqué esa fría piel con las yemas de mis dedos y ella fue subiendo la falda con una lentitud desesperante imprimiendo los tiempos a mis caricias. Dejaba claro que solo podía acariciar lo que ella me dejaba y así llegué a sus muslos. Eran torneados, llenos y tan suaves como la seda.

Mi respiración ya se agitaba al ritmo que esa falda subía y dejaba al descubierto unas minúsculas braguitas blancas. Enloquecí al ver la humedad en la tela que apenas cubría su abultado pubis.

Toqué la tela húmeda, apreté para sentir el calor de su sexo y la miré suplicándole que me dejara seguir.

No dijo nada cuando agarré el elástico y las fui bajando por sus muslos hasta deshacerme de ellas y dejarlas a mi lado. Mientras ella, dio un paso poniendo el sexo ante mi rostro. Podía oler su esencia, necesitaba hundir mi rostro entre esos rizos y sin pedir permiso por miedo a que se me denegara como un sediento en el desierto hundí mi rostro, jugué con mi lengua entre sus rizos y busqué la rajita para profundizar lo que pude por la postura.

Era tremendamente excitante comerme ese coñito allí en medio de esa desierta playa, su docilidad me enervaba hasta tal punto que mordisquee la carne, lamí y succioné como pude a esa ninfa completamente entregada a mi boca.

-Separa las piernas corazón

Al hacerlo por fin mi lengua pudo recorrer toda esa apetitosa rajita, ella jadeaba cuando subí uno de sus pies al escalón posterior al que estaba sentado y seguí con su rajita, no paré hasta lamer su ano, estrechito y delicioso.

Sus piernas temblaban cada vez que la punta de mi lengua lo rozaba, se agarró a la barandilla de madera mientras mis dedos frotaban su inflamado clítoris.

-¿Te gusta cielo?

-Mucho –dijo algo avergonzada-

Mis dedos la penetraron mientras mi lengua penetraba en su ano y sus gemiditos pasaron a ser grititos cuando su cuerpo tembló mientras se corría.

Tiré de ella sentándola sobre mi regazo abierta, sus muslos estaban helados y los froté para hacerlos entrar en calor, la empujé hacia mis rodillas y liberé mi polla, separé un poco las piernas abriéndola más y froté con ella su rajita. Aun notaba pequeñas contracciones cada vez que mi glande rozaba la entrada.

-Ponte la capucha, viene alguien –le dije colocando su falda tapándonos a ambos-

Empujé con dos dedos mi falo y este entré lentamente.

-¿No deberíamos parar? –dijo ella jadeando mientras la penetraba-

-ni lo sueñes nena

Nos abrazamos para que a lo lejos solo pareciéramos una pareja más que iba a la playa a achucharse, mientras uno de mis vecinos se acercaba ella excitada por el morbo de ser cazada empezó a mover las caderas mientras nos lamiamos la boca literalmente.

Vi que el vecino andaba más despacio de lo normal en él, mirándonos. Sabía que no podía reconocerme a esa distancia con Estrella encima, dejé que esta se moviera a su antojo y cabalgara sobre mi erecta y cada vez más dura polla.

-Nena si no paras harás que llené ese delicioso coñito de semen

-No me importa –dijo acompañando sus palabras de pequeños gemiditos-

Y a mí dejo de importarme todo lo que no fuera disfrutarla. Cuando se alejó un poco el vecino y ya no podía vernos metí mis manos bajo su falda, agarré su culo y amasé su carne prieta, volví a separar mis piernas para abrirla más y mis dedos siguieron la rajita hasta hallar el agujerito que había lamido anteriormente, presioné con la yema del dedo, ella dio un alarido y tembló con otro orgasmo que succionó de tal manera mi polla que no pude aguantar más y me vacié sintiendo como me exprimía hasta la última gota.

-¿Qué tal? -pregunté dos minutos después-

-Nunca había sentido nada igual –dijo hinchándome de placer-

Poco después subimos juntos las escaleras que nos llevaban a mi casa. No podía dejar de pensar en mi suerte y en lo diferente que había sucedido todo.

-¿Tenemos cinco días Estrella no?

-Si

-Pues quiero cada minuto de esos cinco días

-Estoy de acuerdo

La llevé a mi habitación y allí la desnudé por completo, la tumbé en la cama y me quede a los pies de esta admirándola.

Casi en el ocaso de mi vida sexual y cuando menos lo esperaba tenia ante mí a esa hermosa criatura, esa sirena de pelo rojo con la que cumplir todas mis fantasías y las suyas durante cinco días.

Sonreí mientras me desnudaba, sin poder creer que en mi suerte y pensando en lo que me deparaba a continuación, porque esto solo acababa de empezar…