Mi seri

Se quitó el resto de su ropa y quedó desnudito, como llegó al mundo. Sus piernas eran delgadas pero bien marcaditas. Su pecho mostraba una tablilla de chocolate que se antojaba y su pene erguido y babeante, apuntaba al techo, muy apetecible.

MI SERI

Mauricio Adalid Campos N.

Hola, mis estimados lectores. Hoy quiero relatar a ustedes lo que viví en un paradisiaco puerto del Pacífico, al que tuve que viajar temporalmente para dirigir una empresa de artes gráficas, en donde asumí la responsabilidad de implementar algunos sistemas de administración y control encaminados a mejorar su rentabilidad y aumentar su productividad.

Se trató de una pequeña empresa de las denominadas pymes en México, por lo que tuve oportunidad de establecer relaciones directas con su personal, en especial, con un hombre joven de unos 27 años, de piel morena, pelo lacio, delgado pero con buen cuerpo, casado y padre de 2 pequeñuelos a los que se refería frecuentemente como la razón de su existencia. Nunca hablaba de su esposa, aunque sabía de ella porque, entre otras cosas, debía regularizar las prestaciones laborales. Se desempeñaba como serigrafista y jefe de taller, situación que generaba un trato frecuente para cumplir con mi cometido.

Él vivía en una unidad habitacional no muy cercana, por lo que hasta terminar la jornada regresaba a su casa. Ocasionalmente llevaba consigo sus alimentos que consumía en la propia empresa. Por mi parte, mi residencia temporal me obligó a tomar en arrendamiento una pequeña casa amueblada, cuya cocina no utilizaba, pues prefería comer en algún restaurantillo para no tener que cocinar, pues vivía sólo y prácticamente la usaba para dormir y descansar. Regresaba a mi ciudad de origen una vez al mes, según yo para avanzar en mi trabajo. El refrigerador contaba con pocos alimentos pero con una buena reserva de cervezas y refrescos.

Debo decirles que soy un hombre casado, maduro de 43 años, varonil, profesionista a quien le inquietan y atraen también los hombres jóvenes, de entre 18 y 30 años, que tengan buena materia gris, ágil conversación y deseos de superación personal.

El trato cotidiano fue generando confianza y camaradería, por lo que ocasionalmente le invitaba a acompañarme a comer, lo que aceptaba gustoso. Tengo la costumbre de acompañar mis alimentos con una o dos cervezas y él hacía lo propio, para acompañarme. Para dirigirme a él, lo hacía llamándole “Mi Seri”, en alusión al trabajo que desempeñaba, por cierto, con excelente calidad y profesionalismo. A mí, por lo que le enseñaba de control, administración y productividad, me decía “Mi Profe”, aunque en realidad soy licenciado en administración y contador.

En esa ciudad costeña, existe la costumbre de comer pozole los jueves y sábados, acompañado de deliciosas botanas y las indispensables cervezas o el tradicional mezcal, aunque se sigue proporcionando servicio a la carta, como prefieran los comensales.

Y precisamente un “jueves pozolero” invité a “Mi Seri” para celebrar los primeros dos meses de mi comisión en la empresa. Aceptó gustoso porque para él sería algo especial, ya que no era habitual ingerir esos platillos, según por su costo.

En fin. Llegamos al restaurante y nos ubicamos en una mesa algo arrinconada del local, que estaba sumamente concurrido. Para nuestra sorpresa había variedad artística como gancho para atraer a la clientela, con algunos jóvenes que imitaban a cantantes de moda, vestidos y maquillados para buscar semejanza con los artistas originales.

Vale decir que la tarde se pasó sin sentir, sobre todo porque la comida estuvo muy acompañada de las indispensables cervecitas frías, en su punto, que nos alegraron el momento y facilitó gratamente la conversación, que sin pensarlo mucho, llegó a los temas personales de ambos. Le pregunté por su esposa y me confió que no llevaba una buena relación por la frecuente injerencia de la suegra, que pretendía manipular la relación matrimonial con la anuencia de su señora e influía mucho en los niños, lo que estaba creando una situación de alejamiento, sobre todo en el plano íntimo. Le sugerí que tratara de arreglar la situación y que, por lo general, una buena opción es la reconciliación bajo las sábanas. Me confió que ya llevaba casi un mes sin tener relaciones con su pareja, a lo que le comente socarronamente que seguro “andaba bien cargado”, lo que respondió con el clásico “ya se maginará, jajaja”. Le respondí que andaba igual, ya que casi tenía un mes sin regresar a mi casa y que a veces me desahogaba al bañarme, con “mi mano amiga”, que lo tomó con otra carcajada.

Ya avanzada la tarde, salimos del local muy avispados, con ganas de seguir libando y le invité a mi casa, donde tenía una buena dotación de chelas. Aceptó inmediatamente, “al cabo andaba con el jefe”, y nos fuimos directos, sin pensar en el trabajo. Al llegar le pasé a la sala y le invité a ponerse cómodo, sentándose en el sofá. Se quitó zapatos y calcetines “para estar más fresco”, me dijo. Como buen anfitrión, le invité una cerveza helada, que recibió con gusto y ambos brindamos por nuestra naciente amistad y confianza. Tomamos varias “helodias” platicando de diversos temas, de su experiencia laboral, de su vida de soltero, y más. Volvimos a tocar el tema de la abstinencia forzaba que ambos sufríamos, y le hice referencia a su juventud, que lo debe orillar a sentir frecuentes deseos sexuales.

-Ni me lo diga. Nada más veo una morra y luego se me alborota la hormona. Por ejemplo, ahorita con solo platicar del asunto, me excito.

  • ¿En verdad, “Mi Seri”?

Para esto, observé que efectivamente se le notaba una parcial erección en su pantalón, que no podía pasar desapercibida.

  • Neta.

Se pasó la mano sobre su pene, descuidadamente, pero llamó poderosamente mi atención.

-Es verdad, “Mi Seri”, ya se te nota una carpa, jajaja.

Me levanté por otras cervezas y le pregunté si quería ver alguna película porno para animar nuestra charla, lo cual aceptó.

Se acomodó en el sofá mientras encendí el televisor y el reproductor. Apareció en pantalla una voluptuosa mujer acompañada de un hombre de complexión atlética, que la penetraba rítmicamente entre jadeos y caricias candentes.

-Se la está comiendo rico y él está bien dotado, me comentó.

-Casi siempre buscan actores que tengan buena herramienta para dar un buen espectáculo. No todos tenemos la suerte de llegar temprano al reparto de vergas, le dije, lanzando una carcajada.

Para entonces, yo también estaba excitado por la película, pero más por la carpa que ya era inocultable en su ropa. Noté que se dio cuenta de mi situación y me dijo:

-“Mi Profe”, también ya está usted superpuesto. ¡Y se ve que está bien surtido! Jajaja

Sonreí y acomodé mi pene para estar más cómodo. Brindé con él y ambos bebimos un buen trago. Al hacerlo fijamos mutuamente nuestra mirada y me percaté que llegaríamos a más.

-Con esos cábulas cogiendo en la película, estoy más caliente, hasta me dan ganas de jalármela para descansar un poco, comentó “Mi Seri”.

-Por mí no te detengas. Hay confianza y además, estamos solos.  ¡Ponte cómodo y dale!

-¿En serio puedo, “Mi Profe”?... Porque ya no aguanto.

-Claro. ¿O te da pena?

-Para nada, ya le he tomado confianza y me siento a gusto en su compañía.

Y uniendo la palabra a la acción, se quitó la camisa y el pantalón, quedando solamente en calzoncillos tipo bóxer.

-Deberías quitarte todo para que puedas disfrutar plenamente, no hay más gente que tú y yo.

Se quitó el resto de su ropa y quedó desnudito, como llegó al mundo. Sus piernas eran delgadas pero bien marcaditas. Su pecho mostraba una tablilla de chocolate que se antojaba y su pene erguido y babeante, apuntaba al techo, muy apetecible. Cuidadosamente dobló su pantalón y lo colocó en el respaldo del sofá, lo que me dio una espectacular visión de su culito, con unas nalguitas muy bien formaditas y firmes, “como me las recetó el doctor”.

-Y usted, “Mi Profe”, ¿no se la va a hacer? Acompáñeme en la acción para estar en más confianza.

No me hice del rogar, pero antes traje otras dos cervezas para disfrutar el momento. Me quité toda la ropa y calzado y me senté a su lado, también totalmente desnudo y con mi palpitante pene al máximo.

Las escenas seguían muy candentes y los actores jadeaban y cambiaban de posición a cada momento. Observamos como la mujer recibía fácilmente el enorme pene del actor, sin chistar para nada, quizá por la suficiente lubricación que ambos tenían.

Nosotros jugábamos cada quien con su herramienta, pero frecuentemente volteamos a vernos como lo hacía cada quien. Eso me causaba un buen morbo y también a él. Nos mojábamos los labios y bebíamos nuestras cervezas.

Nuestras piernas rozaban ligeramente y sentíamos el movimiento manual que estábamos aplicando a nuestra verga. Y naturalmente, nuestros brazos se friccionaban deliciosamente,

“Mi Seri” volteada a ver frecuentemente mis movimientos y yo los de él. La excitación del momento fue más poderosa y, sin palabras, empezamos a masturbarnos mutuamente, con suavidad, sintiendo la palpitación de nuestro corazón a través de los penes.

En un momento dado, al voltear a vernos nuestros rostros quedaron muy cerca uno del otro, al grado que percibíamos nuestro aliento. La cercanía fue tal que nuestras miradas se cruzaron y lentamente nos acercamos y nos fundimos en un delicioso beso. Nuestras lenguas buscaban la satisfacción total y a ello nos entregamos. Sentíamos como friccionábamos y succionábamos mutuamente. ¡Era un momento de locura!

La rapidez de nuestros movimientos manuales se aceleró al máximo y en un momento legamos a un delicioso momento feliz. Uff!!

Las descargas de nuestra reserva fueron eyaculadas en abundancia, bañando nuestro vientre y viviendo el momento máximo con estertores y jadeos fantásticos. Como nunca.

Ambos quedamos agotados mutuamente y sumidos en un agradable sopor. El agotamiento nos llenaba de paz y tranquilidad. Nuestros penes empezaban a disminuir su tamaño y un ligero sueño nos hizo descansar plácidamente por momentos agradables.

Después de unos minutos de descanso, nos recuperamos y procedimos a limpiarnos, entre sonrisas y agradables comentarios:

-Estuvo genial. A ver cuando lo repetimos, “Mi Profe”, escuché decirme y solamente respondí con una sonrisa.

-Cuando quieras. Ya sabes donde vivo…  Aquí siempre serás bienvenido, “Mi Seri!”!

Esa experiencia la conservo gratamente en mis recuerdos y pronto les contaré sobre nuestro segundo encuentro, que irá más allá de lo vivido en esta ocasión y con sumo placer.

mauricioadalid7807@hotmail.com