Mi señor de la azotea
Una adolescente sube cada noche a la azotea de su edificio para ser manoseada por un señor ya maduro.
MI SEÑOR DE LA AZOTEA
Como cada noche subo a la azotea del edificio para encontrarme con mi señor. Yo soy una adolescente de doce años, morenita, bajita, con unas tetitas que apenas se van desarrollando y un culo que, sin estar en todo su esplendor, ya comienza a despertar deseos. El es un señor maduro, de unos cuarenta y siete años, bien parecido y con una esposa adicta al trabajo que lo tiene muy abandonado.
Cuando llego arriba me voy hasta el fondo, lejos de los lavaderos y de cualquier mirada indiscreta. El ya está está ahí, me jala hasta el rincón obscuro y me abraza por detrás. Me empieza a besar por el cuello y las orejas, mientras que con sus manos me afloja la blusa para tocarme las tetas, ya que por orden suya acudo a mi cita sin ropa interior.
Juega un poco con mis tetas, las apachurra, las amasa e incluso le da apretoncitos a mis pezones. Poco después, una de sus manos recorre mi cuerpo, bajándola lentamente hasta llegar a mi faldita, pasea su mano por mis nalgas y luego la mueve al frente. Finalmente alza mi faldita y me mete mano. Yo abro un poco las piernas para que me pueda tocar bien, siento su mano recorrer, primero, mis escasos vellos, después la parte externa de mi coñito y poco a poco va metiendo un dedo en mi interior. Lo va moviendo lentamente, buscando mi botoncito de placer y me lo empieza a frotar. Mis piernas me tiemblan y mi cuerpo se estremece cuando él deja de sobar mis tetas, y sin sacar su dedo de mi coñito, se separa un poco para sacar su paquete del pantalón. Me lo pone entre las nalgas y me vuelve a abrazar, a tocarme las tetas y jugar con mi coñito.
-Mueve las nalgas, bonita me dice al oido y empieza a gemir, ya sabes, quedito, no nos vayan a oir.
Yo obedezco y muevo las nalgas. Siento su dedo dentro de mi y su verga entre mis nalgas, se frota una y otra vez mientras sus manos se aprovechan de mi cuerpo. Yo doy pequeños gemidos que a él le excitan, se siente un gran hombre enseñándole los placeres del sexo a una casi niña. Pongo todos mis sentidos en sus manos y al poco rato siento un calor en mi coñito, mi respiración se hace más agitada y mis gemidos pasan a ser más reales, por lo que el me suelta las tetas para taparme la boca, no vaya a ser que se me ocurra gritar. Mis piernas apenas y me mantienen de pie, están todas temblorosas, cuando me dice al oido
-Me corro, niña, me corro
Yo siento su líquido caliente escurrir entre mis nalgas mientras el termina de venirse. Cuando al fin termina, saca un pañuelo desechable, me limpia la espalda y las nalgas, me voltea, me da un beso en la boca y se despide de mi
-Hasta mañana, putita