Mi señor de la azotea (2)
Han pasado casi tres años y la adolescente sigue subiendo cada noche a la azotea de su edificio para encontrarse con su señor, un hombre ya maduro.
Esta historia es la continuación de Mi señor de la Azotea, que está en micorelatos. http://www.todorelatos.com/relato/41278/
Ya he cumplido tres años de estar subiendo cada noche a la azotea para encontrarme con mi señor. Ahora ya tengo quince años y mis tetas han crecido conmigo, al igual que mis caderas. Todo ahora es más grande y apetecible, por lo que desde hace poco más de un año la relación con mi señor es más intensa.
Como siempre, a las nueve de la noche salgo de mi departamento, con cualquier excusa, y subo a la azotea del edificio, hasta llegar a nuestro rincón, y como siempre, ahí está él esperándome en la oscuridad. Me abraza por la espalda y restriega su paquete contra mis nalgas, mientras sus manos levantan mi blusa para deleitarse con mis pechos. Los aprieta un poco, juega con ellos. Toma mis pezones con sus dedos y los estira, todo muy suavemente, mientras me besa detrás de la oreja y me susurra cuánto lo caliento.
Una de sus manos empieza a bajar por mi cintura, hasta llegar a mi pubis, donde la mueve en círculos por un momento. Luego la baja un poco más y alza mi falda. Yo abro las piernas para que pueda tocar bien mi cuevita. Sus dedos se detienen un poco para jugar con mi vello y con los labios de mi vagina. Después introduce un dedo dentro de mi y lo empieza a mover, de arriba hacia abajo, reiterativamente, buscando mi botoncito que me da tanto placer.
Yo muevo las nalgas frotando mi culo contra su verga, mientras doy pequeños gemiditos, tal y como a él le gusta. La mano que sobaba mis tetas deja de hacerlo y empieza a desabrochar mi blusa. Cuando el último de mis botones queda abierto, me da vuelta sin sacar la mano de mi conchita. Su boca va directo a uno de mis pechos mientras que el otro es atendido por su mano. Pasa su lengua por mi pezón y con sus labios le da uno pequeños tironcitos. Se guarda de mordérmelo, ya que una vez que lo hizo casi nos descubren por el gritito que di. Cambia de pecho y mi otro pezón responde a las caricias. Su lengua juega a trazar circulos alrededor de la aureola.
-Gózalos, son tuyos papito le digo cachondamente al oído, mientras mis manos recorren su cabeza, metiendo los dedos entre su cabello.
El saca su mano de mi cuevita y me separa las piernas. Su cara y su lengua van deslizándose por todo mi abdomen, llegan a mi ombligo y finalmente se detienen en mi entrepierna. Su lengua va recorriendo cada centímetro de mi húmeda rajita, primero sólo por afuera, para introducirla después. Siento que su lengua frota mi clítoris y me transporta casi al paraíso. Mi respiración se vuelve cada vez más agitada a medida que su lengua me recorre y cierro mis labios para no gritar. Ya no puedo más, cada lamida hace que mi cuerpo se estremezca, el calor de mi coñito se vuelve fuego, las piernas me tiemblan y apenas y me logro mantener en pie, la vista se me nubla y tengo que apretar más fuerte mis labios para que no se me salga un grito delator. Siento una gran explosión en todo mi ser y me corro en la boca de mi señor. El mueve vertiginosamente su lengua para no dejar escapar nada.
Todavía temblorosa me bajo la falda y él se levanta, dándome un beso. Yo recorro sus labios con mi lengua para limpiarle mis jugos. Todavía sabe y huele a mi. Su lengua recorre toda mi boca fundiéndonos en un salvaje beso. El se recarga contra la pared, en donde estaba yo, y me soba mis pechos. Mi mano baja hasta su pantalón, le abro la bragueta y saco su verga. La tomo con mis manos y empiezo a jugar con ella. Mientras sus manos me recorren las tetas yo acaricio su pene con suavidad, dejando correr mis dedos por todo el tronco.
Después me hinco frente a él y me la meto a la boca. Primero le doy unas caricias con mi lengua, como si me estuviera comiendo una paleta. Al poco tiempo meto su glande dentro de mi boca, y con la lengua le voy dando lamiditas. Luego ya me la voy metiendo toda, y mientras mi boca juega con su miembro mis manos acarician sus testículos. Mi lengua recorre todo el tronco de su pene y volteo a mirarlo, a él le encanta mirarme así, hincada chupándoselo, y mirándolo con ojitos angelicales. Vuelvo a mi trabajo y ahora chupo sus huevos. Primero uno, después otro, para más tarde los dos. De vez en cuando le doy pequeños golpecitos con mi lengua, lo cual lo pone fuera de sí. Toma mi cabeza y me vuelve a meter su verga en la boca. Esta vez es él quien dirige mis movimientos. Como si me estuviera cogiendo, mete y saca su miembro en mi boca, yo lo único que hago es apretar los labios para que su piel no roce con mis dientes.
Oigo su respiración ya muy agitada y siento cómo las venas de su verga se empiezan a hinchar. Mueve mi cabeza para adelante y para atrás, cada vez con mayor velocidad. No tardo mucho en saborear el líquido, espeso y caliente, que me llena la boca. Trato de tragar lo más rápido que puedo, pero siempre se escurre un poco por mis labios. Cuando termina de eyacular suelta mi cabeza y yo me paro, poniéndome cerca de él para que vea cómo paso mi lengua sobre mis labios para limpiar la leche que escapó.
-Eres una golosa me dice divertido mientras vuelve a tocas mis tetas. Toma mi barbilla y me da un beso. Luego dice
-Yo creo que esto ya no es suficiente. Tendremos que buscar un lugar donde podamos hacer algo más.
-No- le contesto armándome de valor- Yo ya no voy a subir más. Esta fue mi última noche, así que espero la hayas disfrutado.
El me abrazó por detrás y volvió a meter un dedo en mi chochito moviéndolo muy suavemente, mientras su otra mano siguió tocándome mis pechos. Yo empecé a gemir. Se acercó a mi oreja, y después de darle unos cuantos mordisquitos, me dijo
-No, tu eres mi putita y harás todo lo que yo quiera. Así que seguirás subiendo hasta que encuentre un lugar apropiado.
Siguió masturbándome hasta que tuve otro orgasmo. Después él se fue y yo me quedé arreglándome la ropa, segura de que mañana volvería a subir.