Mi “seño”, doña marta

De cómo la que en mi adolescencia, haciendo bachillerato, acabó siendo mi esposa y mujer

CAPÍULO 1

Mi “seño”, Dª Marta, fue mi profesora de Latín y Griego durante el Bachillerato, desde 3º hasta acabarlo con las dos Reválidas entonces vigentes, la de 4º Curso, Bachillerato Elemental, y la de 6º, Bachiller Superior que daba  acceso directo  a la Universidad. Y la verdad es que yo me enamoré de la “seño” casi, casi, a  “prima vista”, que también se dice, pues entre mis 14/15 junios yo ya  sufría mal de amores con mi “seño”, pues qué duda cabía que era el mío  un amor imposible por razones obvias de edad y respeto. Y es que la “seño” Dª Marta era el ser más angelical que uno podía echarse a la cara, con esa carita de ángel celestial que no se pué aguantar, esas tetitas tan redonditas y tan bonitas, la mismísima esencia de la belleza superior suprema en cuestión de pechos, tetas, senos y similares; cinturita de lo máas grácil, aunque sin llegar a la típica-tópica, “avispa”, que tampoco hay que pasarse, unas caderas divinamente redondeadas, unas nalguitas de verdadera perdición eterna y unas piernas que el Fidias o el Praxíteles se mueren de envidia cochina ante su perfecto modelaje, propio de diosa de Olimpo… La verdad, que en lo referente a esa  parte tan importante de la femenina anatomía cuál es “el muslamen” la cosa, más bien, se quedaba en “Valor, se le supone”, pues la dichosa faldita de los, mínimos, tres dedos por debajo de la rodilla, es que no había forma y manera de que bajara, pero bueno, la suposición de “valor a prueba de bombas” podía deducirse de lo que dice, decía sería más acertado nombrar, “¡Cuando aquí abajo nieva así, qué no será en la sierra!”.

Y si yo me prendé de la tal “seño” desde 3º/4º de Bachiller mis compañeros tan a la zaga no me iban; vamos. Que traía revolucionado a casi todo el “Insti” entre los cursos 1952/53-1957/58, ya que fui excelso repetidor de dos cursos del”Cuchillerato”, que me le diga, de Bachillerato.

Pero llegó el curso 1958/59 y con él la Universidad, la Complutense, claro, única entonces existente en la capital de España,  Facultad de Derecho por más señas Y la “seño” Dª Marta, mi musa de mis trece/catorce a mis 17/18 años,  quedó atrás, olvidada en los sucesivos recovecos de mi vida. Y así me puse en mis veinticinco años, cuando, al fin, estrené mi flamante Licenciatura en Derecho, tras repetir un curso de carrera, amén de los dos del Cuchillerato, que me le diga, Bachillerato. Y es que, qué quirís que sus diga, sino que lo de “hincar codos”, ante los libros, estudiando de lo lindo, me iba menos que al Diablo la Cruz, y desde que accedí  la “UNI”, mi mayor preocupación eran andar por ahí de “tuno” rondando mocicas de buen ver con el “Clavelitos”, “Triste y Sola”, “Las cintas de mi capa”, “Sebastopol” etc. etc. etc.

En fin, que ahí, a mis veinticinco  “tacos” y mi más que fresca Licenciatura en Derecho se acabó mi “loca juventud”, pues en un pis pas me vi trabajando, de “pasante”(1), claro está, en un despacho de abogados. Y desde entonces sí que me empecé  a enterar de lo que, de verdad, vale un peine. Sucedía también que a mis 22/23 años me ligué a una chorba que estaba de toma pan y moja; Ester se llamaba y er, bueno,”la predisión  de  lo hombre”; hacía Farmacia, y aunque yo le llevaba unos tres años, ella me aventajaba en el curso de la carrea, ya que acabamos al mismo tiempo, en 1965, aunque su carera su carrera era de siete cursos y la  mía de cuatro… Estudiosa que era mi chavala,  vamos; y seria, una “jartá” como se suele decir de “Despeñaperros” “p’abajo”…

Por cierto, que por cuando yo entré de “pasante” en el Despacho de Abogados ella se colocó de “manceba”, ( dependienta ) en una farmacia. Y así me vi con veintiséis “tacos”  y más de dos de novio; yo, con tres reales y medio de sueldo, ella con poco más, cuatro  o  cinco casi mal contados, pero que sumados hacían una suma que nos permitiría encarar las procelosas aguas del matrimonio… Y así se lo hice saber a  mi  dulce tormento proponiéndole, muy, pero que  muy enserio “Compartir sueños catre y macarrones”… Me miró como si acabara de aparecérsele el monstruo de Frankenstein, espetándome

¿Pero tú estás loco, o de qué vas?... Casarnos dices… ¿Y de qué viviríamos?...  ¿De las tres “perras” y media que tú ganas y de las cuatro y media que gano  yo?... ¿Y qué sería de nosotros?... Bueno, a ti  ya te veo llegar: Abogaducho de tres al  cuarto siempre falto de clientes… Y de dinero,  porque no tienes ánimos suficientes para “atarte bien los machos”  y salir al  ruedo a luchar hasta el final…y al final vencer

Aquella tarde pudimos acabar muy mal, “tarif a ndo”, acabando la elación de una vez por todas, pues lo que me dijo eran cosas muy fuertes, dirigidas, directamente, a mi honrilla de hombre. Y claro, me enfadé muchísimo, pero sin molestarla, sin zaherirla, sin una mala palabra. Simplemente, y con la mayor frialdad que me fue posible, le dije que yo  no podía ser el novio de una mujer que tan bajo concepto tenía  de mí y me di la vuelta dispuesto a separarme de ella para siempre

Pero entonces ella, Ester, plegó velas, viniendo cariñosa a mi encuentro; me colmó de besos, caricias, mientras me decía que todo eso que me decía era por mi bien, para que reaccionara y echara más, mucha más carne al asador…Etc. etc. etc; bueno, la cosa fue que acabamos en una pensión de la calle Juanelo, junto a Triso de Molina, en una habitación  que más  cutre no podía ser… Pero que al fin, fue el nido de amor donde ambos perdimos nuestra virtud

En fin, que mi interfecta(5) llegó a un acuerdo conmigo a fin de aliviar el problema de “bajuras” que ambos dos padecíamos, en especial, este servidor de Dios y ustedes, que los dolores de “cataplines”  que los ardores que mi “odalisca” me causaba, para mí se quedaban, qué leñe.  Tal acuerdo no fue otro que irnos a vivir juntos a un apartamento que más era estudio, con una sola habitación que de día era sala, comedor, lo que se terciara, y en la noche dormitorio, merced a un sofá-cama que de  “matrimonio cariñoso” no pasaba, ya que era de 1,20, eso sí, muy céntrico y bien comunicado, cale Altamirano.

Otro asunto que quedó bien claro  fue que  la casa o estudio, era de los dos, luego si los dos aportábamos a su mantenimiento, de los  dos era también era el mantenerla impía y en orden. Y, finamente, tal vez lo más importante:”Cartas” a la “Cigüeña,¡¡¡NI UNA!!! Luego, en nuestra intimidad, yo con preservativo o condón, ella con diafragma y espermicidas… Con el tiempo, cumplidos nuestros principales objetivos,  siendo yo ya un abogado  de cierto  prestigio, y ella cuasi directiva de una gran empresa farmacéutica, pues ya se vería lo que, a propósito de esos “rorros” que  traen las cigüeñas decidíamos qué mejor hacer: Si encargar alguno/alguna, o abstenernos de ellos

Y el tiempo fue pasando, años y años; nuestra situación económica mejoró mucho, pero más gracias a mí  que a ella pues en un par de años había dejado de ser “meritorio” o “pasante” para, al fin, ver mi nombre grabado en la puerta de un despacho…¡Mi despacho de  abogad de la Firma, mi Despacho a todo ruedo! Ella había dejado la docencia emperejilándose más y más, en hacer Máster y hasta Doctorados en las  materias en que quería especializarse, Bioquímica, Biología Molecular y Química Médica

Algún que otro éxito sí que había logrado; felicitaciones de catedráticos ante todo con alguna suplencia remunerada y algún curso, hasta conferencias o presentaciones de sus propias tesis académicas, alguna de las cuales había llegao a trascender dentro del ámbito académico, también remunerado todo ello. Pero lo más importante fue que una eminencia en el campo biomolecular se fijara en ella de tal manera que le propuso fuera su ayudante; así, las expectativas de aprender y practicar a un tiempo eran infinitas, alegrado todo  por unos emolumentos que empezaban a estar en consonancia con lo por mi Ester soñado

Pero también sucedió que, a partir de entonces, nuestra relación se fue deteriorando casi, casi, que de día en día. Al principio, ni lo llegué a notar; sencillamente, ella empezó a llegar más y más tarde a casa, aduciendo mucho, mucho trabajo en su nuevo cometido en la universidad, y los “Lo  siento, cariño!; pero  es que estoy muy cansada… Mañana, mañana, mi amor”, un mañana que tardaba días y días en llegar, si es que llegaba, pues o era siempre. Y los viajes de estudio  tal a diversas Universidades españolas, incluso internacional alguna que otra, de los EEUU, Gran Bretaña, Holanda y Alemania… Viajes que podían durar hasta seis, siete y hasta diez-once, días, pero nunca menos de un par de ellos…Y el anunciado final de todo aquello llegó un día cualquiera

Fue una noche, después de cenar; yo, como cada día, me apresuré a retirar de la mesa cuanto servicio había, platos, vasos etc., pasándolo todo a la fregadera para que ella acabara de fregarlo todo, cuando, inopinadamente, me dice que lo deje todo, que ya lo hará ella y que yo me fuera al  salón, a descansar y, si me apetecía, encendiera la “caja tonta” de la “tele. Vino al rato, doce minutos, quince…puede que más, con el servicio de café completo: Las dos tazas, con sus patos y cucharillas, la cafetera, humeante, de porcelana como debe ser y el azucarero, con su cucharita de servir… Todo perfecto, cual la excelente anfitriona que ella era

Pero yo notaba algo raro en el ambiente; era la tremenda tensión creada en un momento, tensión que provenía de ella, de lo enormemente nerviosa que se la notaba. Yo me había sentado en el sofá pequeño, de dos  plazas, pero al  extremo que quedaba junto al grande, de tres plazas haciendo esquina con él, por si ella quisiera acercárseme; pero no se me acercó, sino que se quedó hacia el centro del má amplio, el de tres plazas… Y, hecha un manojo de nervios, estrujándose las manos, la una con la otra, me empezó a hablar

Antonio… Verás… Tengo que hablar muy seriamente contigo… Bueno, tenemos que hablar

Y se levantó a tomar del mueble bar una buena botella de “brandy” de Osborne, mi preferido, con dos copas. Las llenó hasta algo más allá de donde la prudencia aconseja, e, insegura, muy “cortada” y aún más  nerviosa, tras echarse “p’al” coleto un tremendo lingotazo de coñac, ella que  nunca bebía, me soltó de corrido

Bueno, pues, sencillamente; que estoy embarazada… De casi cuatro meses ya…

Se me quedó mirando, con los ojos como platos, como esperando mi reacción; yo también la miré, fijamente, a los ojos, mirada que ella me sostuvo  sin pestañear ni un instante, desafiante casi… Y yo no pronuncié palabra, ni una siquiera; simplemente, me levanté, fui al dormitorio, hice un sucinto equipaje y, sin dignarme ni mirarla, salí de casa, rumba a la habitación de un hotel

Como fácil será imaginar, estaba bajo un estado más de shock que otra cosa; no entendía nada No; no me lo esperaba aquello; en realidad, jamás pensé que “eso” pudiera suceder: Que ella me traicionara, que se “liara” con otro hombre; un hombre al que, para más INRI, le daría lo que  a mí siempre me negó: Un hijo

Allí, en la habitación de aquél hotel, enfrentando por vez primera la más absoluta, deprimente, soledad, ni sabía cómo me encontraba, en qué estado del alma estaba; de momento, dando vueltas y más vueltas a la habitación, cual león enjaulado, golpeando,  sin cesar, mi puño derecho la palma de m mano izquierda en instintivo deseo de golpear a alguien, en concreto, a mi mujer, Ester, pero también al maromo con quien, desde hacía quién sabe cuánto tiempo se lo venía montando…seguro que el “Gran Hombre”, catedrático y barbas  de chivo… A fin de cuentas el que finalmente, la encumbró al Olimpo ambicionado. Que estaba furioso, era  evidente, pero era bastante más que nada el prurito de macho herido… De macho al que otro macho le arrebatara su hembra. Sí; era, más que nada, esa parte de mi sentido viril herido, escarnecido…

Poco a poco fui calmándome, superando  ese estado de orgullo de macho herido, pasando a ver la cuestión bajo otro  prisma muy distinto. En verdad, en verdad, ¿me importaba tanto lo de Ester?; ¿qué era, había sido, ella para mí? ¿Mi esposa, la mujer de mi vida? Y, desgraciadamente tuve que responderme que “NO”. Francamente, Ester era una tía en verdad atractiva, de esas que casi “paran la circulación”,  y en la cama una hembra de fábula, pero, ¿“eso”  bastaba para hacer de una mujer la ideal compañera en la vida de uno? Y, de nuevo, otro implacable “NO”, pues un matrimonio, la unión verdadera, atemporal (2), de un hombre y una mujer es mucho más que eso

En fin, que haciendo de tripas corazón la llamé en la mismísima mañana siguiente, antes  pronto que tarde, para quedar en venos a fin de “partir peras” lo más racional, civilizadamente posible. Y no hubo problema alguno Las cuentas bancarias las teníamos separadas, ella las suyas, yo las mías, y de lo poco que por la casa había, comprado en general entre los dos, cuadros, tapices, chorraditas así, pues ella se llevó lo que quiso, yo lo que me dejó.

El piso en sí, a ninguno nos interesaba, luego lo pusimos en venta, para repartirnos lo que se sacara; quedaba el coche, un Mercedes 450 SE, que, para mi sorpresa, me cedió sin oposición alguna. Sabía que era mi “ojito derecho”, mi caprichito, y ella me lo cedió sin más; puede que en una suerte de reparación de la “faena” que me acababa de hacer. Nos separamos  al final y no volví a verla ni a saber nada más de ella

Y el tiempo, que ni equivocándose se detiene, siguió transcurriendo monótono, reincidente en el “hoy como ayer, mañana como hoy”, hasta cumplirse los siete años de partir peras con Ester. Fue un lunes de Marzo de 1982 que me llamó a su despacho el Presidente de la Junta del Despacho a presentarme a una clienta que venía la mar de recomendada, encomendándome llevar a buen puerto el asunto que tal clienta traía, un simple divorcio; otro más de los no tantos que se venían produciendo en España desde que se aprobara la Ley de Divorcio en 22 de Junio de 1981. Así que, hechas las presentaciones, la clienta y yo nos salimos del despacho de Dirección, rumbo al mío, a empezar a conocer, con cierta profundidad, su asunto.

Mas pasó que  a nada de estudiar lo suyo vi que más sencillo no podía ser, con cuantos trámites previos que la Ley 22 de Junio de 1981, entonces exigía para divorciarse una pareja ya aregladitos: Una sentencia favorable a la separación, a instancia de ella, por abandono de hogar del marido, datada cinco años atrás, con lo que la separación de cuerpos, previa a la demanda de divorcio estaba superada… Vamos, que el fallo positivo a la disolución legal del vínculo, estaba más que cantado,  y la demanda de divorcio  ante el juez en la misma mañana siguiente.

Pero el león resultó ser mucho más fiero de lo que en principio colegí, pues transcurrió más  de un mes y ni “flowers” de vista que valga. Lo que sí que ocurrió es que entre la clienta y yo brotó una nada despreciable amistad y hasta una cierta confianza, pero sin pasar los márgenes deontológicos abogado-cliente, que conste. Ella, Marta, Dª Marta siempre para mí, me resultaba, en verdad, entrañable; era como si la conociera de media vida y no sólo de unas cuantas semanas; sin pies ni cabeza en que apoyar esa impresión mía, de acuerdo, pero que allí estaba firme en mi mente, cual lapa aferrad a roca.

Y, finalmente, resultó que mi intuición no m engañaba Fue una de esas tardes que Dª Marta, como insistentemente le decía, y yo andábamos dando vueltas a sus asuntos legales; exactamente, tramitando en mi despacho un recurso al Juzgado de Familia sobre la lentitud con que su caso se gestionaba en el Juzgado. Y en un momento dado, por algún comentario mío respecto a lo de que los “funcionarios del Estado nunca funcionan”, ella me soltó un “latinazo” de los  que hacen época: “Usque tándem Catilina, abutere  patintia  nostra” Fue como si acabara de ver la luz, tras estar ciego, así  que, todo yo conmocionado, casi tartamudeando, dije, afirmándolo, mucho más que preguntándolo.

Dª Marta, usted es profesora, ¿verdad?... De Latín y Griego, exactamente… O lo fue, al menos…

Ella me miró toda sorprendida, como si no diera crédito a lo que acababa de  oír

¡Pues sí!... ¿Y, usted cómo es que lo sabe?

Porque, resulta, que fui alumno suyo… Instituto Tal Cursos 1952/53 al 1958/59, ya que repetí 3º y 5º de Bachiller… “Estudioso”, que era  uno…

Dª Marta me miraba con los ojos muy abiertos, como si viera visiones, hasta que en un emotivo arranque me abrió los brazos, echándomelos al cuello, abrazándome así con toda efusión,  mientras decía

¡Pero qué pequeño que es el mundo, Toñito de Tal y Cual!... No si ya me parecía a mí que te encontraba algo familiar… ¡Mi antiguo alumno, ni más ni  menos!

¿Me…me…recuerdas?

En un segundo, había pasado de ceremonioso “Dª” al más familiar, más cercano, tú a tú

¿Qué si te recuerdo dices?... ¡Pues claro!... Anda que no eras trasto ni nada, como para olvidarse una de ti después de aguantarte, abroncarte, siete cursos, siete años seguidos, uno tras otro

Nos serenamos bastante, deshaciendo el abrazo, aunque ella, “Dª Marta” seguía  mirándome como embobada

¡Ah!, y ahora que me acuerdo… ¡GOLFO!... Que también eras un golfo  de mil diablos… Te me colocabas en clase bien delante, justo al pie de mi estrado, y  todo el tiempo, tirado por el suelo. Que si  se te caían los lápices, que si la goma de borrar, que el sacapuntas… Ya, ya, caérsete ¡Que los tirabas tú; los empujabas hasta el borde del pupitre y los dejabas caer, ¡so golfo, más que golfo!... Y hala, tú por los  suelos para verme bien las piernas… O, ¿te crees que no me daba cuenta?... ¡Pues claro que me la  daba!

Volvió a ponérseme melosa, pasándome la mano por la cara en caricias plenas  de ternura, casi, casi, como mi madre hubiera hecho

Pero, ¿sabes lo que también pasaba? Que me hacían gracia esas, digamos, travesuras, tontunas, tuyas… Y es que, eras de un “salido” que ya, ya… Bueno, que “salidos” a rabiar erais todos, pero el más “cara” eras tú, desde luego… Y sí, me caías muy en gracia…hasta me hacías reír por dentro, sin que se me notara…

Y, en fin, que si antes entre nosotros había un aprecio, un “feeling”, como ahora se dice, muy especial, a partir de entonces todo eso se acentuó considerablemente pasando a ser verdaderos amigos, no siendo infrecuente, cuando íbamos por la calle, que ella, toda confianzuda, se me colgara del brazo…

En este viejo país de la piel de toro, ha tiempo había un dicho o sentencia popular: “Que no  hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague” Total que, por finales,  también salió a la palestra judicial el divorcio de Marta, anulando, ante el Estado, su anterior y primer matrimonio, lo que celebramos ambos saliendo esa noche a cenar y luego a bailar los dos juntos en una “boîte” de ciertas campalillas, bailoteando los dos, alegremente, que hasta le “dimos” a “La Conga”…La noche, madrugada o como quiera que llamemos a ese tiempo, acabó acompañándola hasta su casa, ante cuyo  portal, en el dintel del mismo,  nos despedimos… A mí, la verdad, es que me costaba trabajo dejar de tener sus manos entre las mías, retrasando así el momento  de separarnos, a lo que ella, en absoluto se opuso, manteniendo sus manos entre las mías, sin siquiera hacer el más mínimo esfuerzo por separarlas Así, transcurrieron unos minutos, no sé, dos, tres, puede que cuatro, hasta cinco, seis incluso, con los dos  en silencio, sólo mirándonos con el mutuo cariño en los ojos. Al fin, fui yo quien rompió la magia del momento, diciendo

¿Sabes?... Lo he pasado muy bien esta noche…contigo… Creo que ha sido la noche más feliz, más bonita, de toda mi vida…

Yo…yo también lo he pasado estupendamente… Eres fantástico, fenomenal… Divino, Antonio…divino

Y entonces sí que desenlazamos nuestras manos, despidiéndonos definitivamente, pensábamos entonces ambos, con sendos besos en las mejillas.

FIN DEL CAPITULO

NOTAS ALTEXTO

  1. “Pasante”/”Pasantía”: En España “práctica laboral bajo poca o nula remuneración que realizan algunos profesionales, especialmente un médico o un abogado, para obtener experiencia de campo.

    1. Actualmente, en España, al menos, cuando acaba la carrera, el flamante médico elige entre pasar a ejercer directamente la profesión en Medicina General, el típico “médico de cabecera” que todos conocemos, o iniciar la especialización en una rama concreta de la Medicina, Cardiología, Neumología, Digestivo, Traumatología, Ginecología etc. El MIR viene a cubrir, dependiendo de la especialidad, entre tres y hasta cinco años, siendo lo más normal los cuatro años.

“Atemporal” Según el Diccionario de la RAE= “Que está fuera del tiempo o lo trasciende