Mi segunda verga: parte 2
Segunda parte de esta pequeña trilogía que funciona como segundo capítulo a la saga de "Mi primera verga". Pruebo la verga de Romi y me entregó a la voluntad de estas dos hermosas trans.
Me acerqué a Romi en 4 patas. Mi pijita dura y mis huevos cargados se bamboleaban con cada paso que daba y mi corazón latía a mil. Cuando llegué a sus pies agaché la cabeza y los besé con ternura, luego me puse de rodillas. A ella le gustó mi movimiento y me acarició la cabeza diciendo “buen chico”.
Miré hacia arriba y vi sus ojos lascivos mirándome fijo. Sus labios eran carnosos y brillantes. Desde mi punto de vista sus pechos eran hermosos, grandes y firmes, y su abdomen plano como el de Mile, con un provocativo tatuaje sobre el costado inferior que terminaba en la ingle izquierda. Frente a mis ojos su tanga negra hacía un esfuerzo por esconder su verga.
Romi me tomó de la barbilla y me hizo mirarla.
- Hola putito, un gusto conocerte. - me dijo
- Hola Romi, igualmente. - contesté yo, tímido.
- Decime tía Romi bebé… la tía Romi tiene algo para vos.
A continuación movió su bombachita a un costado, dejando caer ante mis ojos su potente verga que rebotó con gracia. Me quedé mirándola. No era tan grande como la de Mile, pero era de buen tamaño, y era gruesa. Su piel morena me resultaba muy atractiva y hacía que su pito brillara.
La tomó en sus manos mientras yo miraba embobado y le corrió la piel hacia atrás, dejando libre un hermoso y brilloso glande, de tamaño y simetría perfectos. Apretó un poco su tronco y por la punta apareció una gotita de leche transparente.
- Dale un besito - me dijo con toda la calma del mundo, y yo obedecí.
Acerqué mi cara y le di un beso en la punta de su cabecita, absorbiendo su líquido. Luego la miré a los ojos mientras lo saboreaba con mi lengua. No sé en qué momento me había vuelto tan putita, pero a ella le gustó y sonrió.
- Abrí la boquita, sacá la lengua, dale.
Yo obedecía dócilmente todo lo que ella me decía, mientras escuchaba risas y comentarios morbosos de Mile, que continuaba cómoda en el sillón fumando mis flores.
Romi comenzó a pegarme suavemente con su pija en la boca, sobre mi lengua. Luego la apoyó en ella y la soltó.
- Quedate así putito - me dijo mientras comenzaba a mover las caderas para deslizar su verga sobre mi lengua.
Se estaba masturbando con mi lengua. La deslizaba sobre ella entre gemidos mientras yo permanecía quietito, con la boca abierta, mirándola a los ojos y dejándola hacer conmigo lo que quería. Mi saliva comenzaba a caer por la comisura de mis labios, un poco por la posición de mi boca y otro poco porque, para qué negarlo, tenía ganas de chuparsela y degustarla.
En una semana había pasado de ser un curioso cibernético a ser un amante de las pijas trans. ¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar? Estaba por averiguarlo…
- Chupala putito, dale. - llegó finalmente la orden de mi tía Romi.
Obedecí contento, cerré mis labios y su verga quedó en el interior de mi boca. Mirándola a los ojos, como sabía que le gustaba (como nos gusta a todos), comencé a mover mi cabeza hacia adelante y hacia atrás. Exageraba mis movimientos para parecer más devoto, pero la realidad es que lo disfrutaba mucho. Mi lengua jugaba con todo su tronco dentro de mi boca y absorbía todo su fuerte sabor.
Ella hizo un movimiento hacia atrás y se alejó de mí, sacando su verga de mi boquita. Yo respondí apoyando las manos en el suelo para poder acercarme nuevamente, quedando de rodillas pero a cuatro patas. Saqué mi lengua lo más que pude y logré alcanzar de nuevo su rico pene. Lo lamí varias veces, desde la base hasta el glande, de abajo a arriba y tragando saliva antes de repetir el movimiento mientras buscaba su mirada de aprobación. Sus ojos brillantes de morbo y su sonrisa daban cuenta de su placer.
Intenté volver a encerrar su glande entre mis labios pero ella volvió a alejarse. Yo me estiré nuevamente buscando ese encuentro desesperado, pero tan sólo logré rozarlo con la punta de mi lengua ya que volvió a alejarse un paso.
Levanté mi culo de mis rodillas y empujé mi cuerpo hacia adelante. En mi nueva posición, de perrito, busqué el contacto nuevamente. Romi respondió con risas.
- Mirá como busca la pija el perrito, como un nene que busca la sortija del carrusel - dijo entre risas.
A mis espaldas Mile rió y tosió.
- Es un putito muy goloso, Romi - agregó después.
- Muy golosito - retrucó Romina agarrándome de la barbilla y poniendo un tono de señora demostrándole amor a su mascota.
Finalmente atrapé esa rica verga con mi boca y le enrollé con mi lengua. No quería dejarla ir. Romi volvió a dar un paso hacia atrás, pero esta vez yo acompañé su movimiento avanzando un paso a cuatro patas, sin sacar su verga de mi boca; no la dejaría escapar de nuevo.
Dio un nuevo paso que volví a acompañar, todo sin dejar de mamar aquel tronco como un ternerito. En ese momento yo ya me encontraba en posición de perrito y sentí un inesperado tacto en la parte interior de mis muslos que me hizo dar un pequeño saltito.
- Tranquilo perrito - dijo Mile atrás mío, continuando con sus caricias.
Yo me dejaba hacer con agrado mientra seguía chupando la verga rigida y ancha de mi tía Romi. Mile acariciaba mis muslos hasta mi ingle, ida y vuelta, suavemente, hasta que finalmente se dignó a acariciar mis huevitos. Yo gemí con la pija de Romi en la boca y ambas rieron con complicidad.
- Que rápido aprendió tu putito, amiga, la chupa como un campeón. - Dijo ella agarrándome del pelo.
- ¿Viste, linda? Le encanta. Mirá como se le pone el pitito cuando tiene una pija en la boca…
Y tenía razón. Mi pequeño pito estaba duro como piedra. Sus manos jugando con mis huevos me hacían sentir en el paraíso y sin darme cuenta fui abriendo de a poco mis piernas para facilitarle el acceso, deseando con todas mis ganas que moviera sus caricias a mi verga.
Comencé a menear suavemente la cintura para demostrarle a Mile las ganas que tenía de sentir su tacto en mi pene hasta que ella se dio por aludida. Entre risas y comentarios llevó las yemas de sus dedos a mi glande, que colgaba húmedo entre mis piernas. Mojó la yema de su índice en el líquido que goteaba y deslizó el dedo hacia la base del tronco, repitiendo el movimiento un par de veces. Un dedo. Ese solo dedo me estaba haciendo estremecer, me volvía loco. Y de haber continuado ese sutil masaje habría explotado en un orgasmo bestial, pero en vez de eso sentí como su dedo abandonaba la faena.
Desesperado comencé a lamer con más fuerza y dedicación que nunca mientras meneaba más fuerte mi cadera en busca de la atención de ambas. Era un perrito, SU perrito, y necesitaba llamar su atención demostrando que era una mascotita obediente y dedicada. El movimiento de caderas hacía bambolear mi pitito y mis huevos, causándome una linda sensación de placer y vulnerabilidad.
- ¡Cómo está este perrito! - exclamó Romi gimiendo y agarrándome más fuerte del pelo.
- Muy goloso, viste amiga… parece que quiere más. - añadió Mile.
En ese instante sentí un nuevo tacto en mis huevos colgantes, pero esta vez no eran sus dedos, era la cabeza de su verga. Su glande masajeó mis testículos y los golpeó despacito varias veces, haciéndome ver las estrellas con esa mezcla irresistible de placer y dolor. Luego mudó ese masaje a mi culo y pude sentir como la textura de esa linda cabecita y sus gotitas de humedad se colaban en mi lugar más íntimo. Masajeó mi ano circularmente con su glande y luego recostó toda la longitud de su verga en mi culo. Comenzó a masturbarse con mis nalgas como Romi había hecho con mi lengua mientras sus manos amasaban mis caderas.
- Creo que ya se lo que está pidiendo nuestro perrito, Romi
Dijo Mile entre risas maliciosas. Apoyó su verga nuevamente en mi ano y sentí como su saliva caía en mi raja y se deslizaba hacia abajo hasta llegar al encuentro de mi ano virgen y su glande húmedo. Con la llegada de su saliva reanudó sus movimientos circulares.
- Vos querés que mami te coja, ¿no putito? - dijo Romi, y empujó…
Para la continuación de esta saga les pido por favor a los interesados que se comuniquen conmigo al mail que aparece en mi perfil, que es: julisumiso@yahoo.com