Mi segunda verga

Segunda parte de "mi primera verga". Me vuelvo a encontrar con Milena, la hermosa trans dueña de la primera verga que probé en mi vida.

Habían pasado diez días desde mi visita a Milena, y yo no había podido dejar de pensar en ella. Recordaba el tacto, el peso y el sabor de su enorme verga. Recordaba su mano tomándome del pelo y manejándome como a un juguete sexual, sus insultos y sus risas. Cada noche, y a veces también cada mañana o cada tarde me masturbaba recordando su voz dándome indicaciones, guiándome en mi faena. Después de haber tenido su pija en mis manos, masturbar mi pequeño pito se sentía extraño; el mero hecho de agarrar mi propia verga me hacía sentir humillado. De mi puño apenas sobresalía la cabeza, y la mano se cerraba completamente. Mis movimientos eran considerablemente mas cortos que cuando masturbaba a mi hermosa Milena, y podía imaginarmela a ella mirándome desde arriba, acariciándome el pelo y diciendome que mi pitito parecía de bebé. Y cada vez acababa con fuertes orgasmos, explosiones de leche que ya no me molestaba en contener ni en evitar que llegaran a salpicarme la cara.

Cuando comenzaba a pensar que había sido una experiencia de una sola vez, mi celular sonó. Era Milena. Mi linda Mile. "Te espero el sábado, trae flores y veni entangadito bebé". Al leerlo se me aceleró el corazón y se me paró el pitito instantáneamente. Dejé pasar algunos minutos que se me hicieron eternos antes de contestarle "Hola Mile, dale, nos vemos el sábado", y cuando estaba guardando el celular en el bolsillo volvió a sonar. Miré la pantalla y era un nuevo mensaje de mi Mile. Al abrirlo me encontré con un video de ella mirando morbosamente a la cámara y masajeando su verga semidura. "Esta también te espera, golosa", decía debajo. Estaba en la calle y no pude evitar entrar en un café, dirigirme al baño y encerrarme para masturbarme. Con el video en una mano y mi pitito en la otra me masturbé frenéticamente hasta acabarme encima e instantaneamente me sentí como una puta desesperada, golosa y entregada sin control alguno.

Finalmente llegó el sábado. El corazón me latía a mil por hora. Me di un buen baño durante el cual me costó no tocarme y comencé a vestirme. Antes de ponerme la tanga de Mile la olí profundamente, abrosbiendo su aroma; luego me la puse. No pude evitar mirarme detenidamente al espejo, y el verme en bombachita me puso el pito aún mas duro. Miré como me quedaba en la cola y me sorprendí; no sé si era por mi contextura delgada o por mi pequeño pito, pero la tanga de Mile me quedaba bastante bien, e incluso me hacía una cola bastante linda. Me dio verguenza pensar en eso, me dio verguenza mirarme tanto al espejo, me dio verguenza estar excitado, pero mucha mas verguenza me dio que me gustara tanto estar en esa situación: el putito goloso preparándose para ir a ver a su mami, a su diosa Mile.

Caminé hasta su casa nervioso y excitado, y el roce de la tanga no ayudaba. Toqué su puerta con timidez y esperé. En el umbral apareció ella, mi hermosa Mile, con un vestido simple pero ceñido a su cuerpo que la hacía infartante. Era muy corto y sensual, y dejaba ver un hermoso escote sin sostén.

  • Hola Mile - dije con voz temblorosa

  • Hola putito, pasá - me contestó, apretándome el culo cuando pasé a su lado.

  • Trajiste las flores, ¿no?

  • Si Mile

  • Bueno, ponete a armar

Cuando me disponía a sentarme Mile me frenó.

  • Esperá, desnudate antes.

Obedecí sin chistar y quedé ante sus ojos solo cubierto por su tanga, que me hacía sentir humillado y ridículo, pero caliente.

  • Te queda hermosa putito! Y lo tenés tan chiquito que no se escapa mirá.

Me hizo mirarme al espejo y tenía razón, mi pito estaba duro pero no forzaba demasiado a la tela de la bombachita. Mile me hizo dar unas vueltitas para ella mientras se reía y me decía que me quedaba hermosa y que tenía una colita divina. Luego me dejó armar el porro. Cuando terminé la busqué con la mirada y la encontré, como la última vez, sentada en el sillón.

  • Vení putito, a lo tuyo.

Me levanté para acercarme a ella pero me interrumpió en seco

  • No no no, bebé, en cuatro patitas.

Sin protestar me acerque en cuatro patas hasta ella y me acomodé entre sus piernas. Le di el cigarro en la mano, mirándola a los ojos, y sin esperar sus indicaciones bajé mis manos a sus muslos y acaricié su suave piel. Ella se relajó y murmuró un "así me gusta". Acaricié sus piernas y subí lentamente su vestido corto. Para mi sorpresa, su gran verga flacida asomó por debajo de la tela; no llevaba ropa interior. Levanté más el vestido y lo dejé al descubierto. Comencé a besar sus muslos suavemente y fui subiendo con la boca hasta encontrarme con su glande. Sin usar mis manos, y mirandola fijo a los ojos me lo metí en la boca y centímetro a centímetro fui succionando su hermoso pene. No sé de donde había salido aquel talento, aquellas ganas de complacerla, pero sin duda su mirada intimidante y completamente superior desde su ángulo me hacían sentir mas putita y mas deseosa de demostrar mis dotes.

Sin sacármela de la boca lamí y lamí usando mi lengua y labios lo mejor que podía. La miraba a los ojos siempre que podía y la veía sonreír complacida, dando pitadas a mis flores y murmurando cosas como "que putita golosa que sos" y "te gusta la pija más que el dulce de leche mariconcita mia". De vez en cuando estiraba su mano y acariciaba mi pelo, sin presionar, dejandome hacer mi trabajo, lo que me hacía sentir una perrita más complaciente. Sin embargo, cuando sentí contracciones en sus huevos y espasmos en su verga, pude sentir también como su mano hacía presión en mi nuca, atrayéndome fuerte hacia su verga. Yo me dejé hacer sin oponer resistencia y sentí como aquel gran pedazo de carne caliente me llenaba toda la cavidad bucal.

  • Tragatela toda putito mio! - gritó sin soltarme, y su verga empezó a soltar enormes cantidades de leche que invadieron mi boca y mi garganta. Mirándola a los ojos hice lo mejor que pude para tragarme todo, pero cuando me soltó gran parte resbaló por su tronco y decoró su piel.

Tardé unos segundos en recuperar el aliento y tragarme lo que había en mi boca, pero antes de que ella pudiera reaccionar acerqué mi cara a la parte baja de sus muslos, donde resbalaban unas gotas de semen, y las recogí con mi lengua. Fui subiendo por su piel ilmpiando todo rastro de leche hasta llegar a sus pegoteados huevos que lamí con placer y desesperación. Como un profesional lamí esos dos huevotes sin parar, pasándoles mi lengua de abajo hacia arriba, para seguir despues por su ingle y su ya semi dormida pija, que lamí con pasión.

Cuando sentí que había terminado de dejarla reluciente, recién ahí levanté la vista y me encontré con su mirada feliz y complacida. Yo me quedé arrodillado bien cerca de su verga. Mile me acarició el pelo y yo instintivamente recosté mi cabeza sobre su muslo desnudo como un perrito faldero. Mi cara quedó muy cerca de su verga mientras ella me acariciaba y me decía cosas que a esa altura me parecían muy lindas como "que lindo putito que sos", "como te gusta la pija de mami eh" y "a mami le encanta que su perrito venga a chuparle la verga".

Sus caricias, sumadas a toda la experiencia y al hecho de que yo no había ni siquiera tocado mi pito desde que había llegado, hicieron que mi calentura fuera aún mayor, y sin moverme un centímetro tomé su verga con la mano y así apoyado en sus piernas me la metí en la boca de nuevo. Desde sus hermosas piernas la miraba a los ojos, de costado, mientras mamaba su pija como si fuese una mamadera. Ella me miraba complacida y lujuriosa.

  • Así que este es el famoso putito de las flores? - escuché decir detrás de mi y me asusté.

Me di vuelta y en el umbral de la puerta del dormitorio apareció una figura alta y esbelta, una morocha infernal con dos potentes pechos que me miraba con una sonrisa perversa. Estaba completamente desnuda a excepción de una tanga negra que cubría prolijamente su bulto.

  • Ella es mi amiga Romi, putito, ¿te acordás que quería conocerte?

  • Si mami - dije yo, sin darme cuenta que a pesar del sobresalto no había sido capaz de salir de mi papel.

  • Anda a saludarla como se merece  - me ordenó.

Yo, comprendiendo mi papel, me separé de las hermosas piernas de Mile y en cuatro patas me fui acercando lentamente a su amiga Romi.

  • Vení con la tía Romi, putito - dijo ella casi gimiendo mientras en su entrepierna comenzaba a notarse su verga endureciendo.

Continuará.