Mi segunda oportunidad-9

Pepa tiene claro su separación de Pedro y su unión con Esteban por lo que se reúne con Pedro para hablar del divorcio amistoso y así poder casarse con Esteban. A Pepa le encanta el mundo en el que se desenvuelve Esteban, pero los continuos viajes de éste por motivos de trabajo le harán tomar una dif

Mi segunda oportunidad

Por Jaypaka

—9—

Pepa tiene claro su separación de Pedro y su unión con Esteban por lo que se reúne con Pedro para hablar del divorcio amistoso y así poder casarse con Esteban. A Pepa le encanta el mundo en el que se desenvuelve Esteban, pero los continuos viajes de éste por motivos de trabajo le harán tomar una difícil decisión.

En el mismo aeropuerto de Barajas nos despedimos de Jose Luis y Amelia. Les había cogido ya tanto cariño que les prometí llamarles esa semana para que me llevaran a su abogado, pero antes debía hablar con Pedro. Llegamos a casa muy felices, le dije a Esteban que me había parecido como una luna de miel, pero me contestó sonriendo éste viaje era apenas un pequeño adelanto de lo que iba a ser nuestra luna de miel ¡Dios mío, a lo mejor es capaz de llevarme a la luna! Pensé, pero la felicidad nos duró muy poco, lo que tardó Esteban en poner en marcha el contestador del teléfono. Tenía cuatro llamadas de su secretaria. Esteban me miró con seriedad y cogió el teléfono para llamarla, yo mientras, me fui a la habitación para dejar mi pequeño equipaje allí, antes de colocar mi ropa tenía que hablar con Esteban. Los dos coincidimos en el pasillo y al ver el gesto de seriedad que tenía le pregunté qué pasaba.

—¿Qué pasa cariño estás muy serio?

—Escucha Pepa, mañana muy temprano tengo que viajar a Estados Unidos, concretamente a Chicago para operar a un paciente de un tumor cerebral, allí estaré diez días por lo menos hasta que el paciente salga del peligro y se estabilice, y de allí me voy a los Ángeles, para intervenir a dos pacientes, uno de ellos es una famosos artista de cine, el otro un empresario millonario creo. —me dejé caer sobre el sofá abatida abrazándome las piernas dobladas por las rodillas.

—¿Y cuanto tiempo estaré sin verte?

—Seguramente 30 días, no lo sé seguro, pero te juro que haré lo imposible por reducirlo y volver contigo cuanto antes. —¡30 días! cuando me dijo eso el mundo se me vino encima de repente y se me formó un nudo en la garganta de golpe y porrazo; no quería que él me notara la desesperación que me embargaba y antes de contestar respiré hondo un par de veces para infundirme ánimo.

—Esteban tu trabajo salva vidas o al menos lo intentas, esa debe de ser tu prioridad, olvídate de lo demás.

—¿Me estás diciendo que me olvide de ti Pepa? —me preguntó con la voz muy ronca.

—¡No, por Dios! Te digo que estarás el tiempo que tu trabajo requiera, hablaremos por teléfono siempre que podamos y yo estaré esperándote aquí, eso no lo dudes jamás. —de pronto Esteban se abrazó a mí llorando como un niño.

—¡Dios qué miedo me has hecho pasar! Por un momento he creído que te perdía. —decía sollozando. Me giré hacia él con las piernas separadas y le abracé fuerte contra mí.

—Cariño tranquilízate por favor, me vas a hacer llorar a mí también. Yo sabía lo importante que es tu trabajo cuando me dijiste quien eras pero eso no va a cambiar el que yo me una a ti para siempre, es lo que trataba de decirte.— Esteban estaba sufriendo un momento de flaqueo y yo tenía la obligación de tranquilizarle así que le desabroché el pantalón, le bajé la cremallera de la bragueta y metí la mano dentro de sus calzoncillos; siempre que hago eso tengo la misma sensación: me faltan manos para abarcarle los genitales, metí las dos, una para acariciarle los gordos huevos y la otra para sobarle la polla, él no perdió el tiempo en quitarme el sujetador, me bajó el sostén y empezó a chuparme los pezones succionando con tanta fuerza que por un momento pensé que me iba a sorber la vida por ahí.

—Así mi vida, chúpame con fuerza. —le susurré sintiendo ya en mis manos que su polla casi estaba a punto, en la postura que yo estaba solamente tuve que apartarme un poco las braguitas para que me penetrara— Mi vida mi coño está listo para que te metas dentro —Yo me puse su capullo contra mi vagina, Esteban me agarró por el culo empujándome contra su pubis y me penetró casi de golpe. Grité de gozo al sentirle pues ya tengo el coño ahormado al calibre de su polla.

—Ya me siento más tranquilo. —me dijo.

—Escucha mi vida cuando tengas un bajón como éste ven a mí y me abriré para que te refugies dentro de mí, sólo yo puedo conocer estos momentos de debilidad, el resto de las personas tienen que ver lo que eres, un cirujano extraordinario que muchas veces es capaz de salvar vidas.

—¿Qué haría sin ti amor mío? —me dijo.

—No puedo contestarte a eso porque a mí me pasa lo mismo —contesté y añadí— no digas nada más, acomódate en mis entrañas y tranquilízate.

Decir eso y sentir los fuertes espasmos de su miembro fue todo uno, pero si él se excitaba yo estaba a punto de explotar y se lo dije sin cortarme un pelo— cariño me voy a correr, empuja fuerte para que pueda sentirte en mi útero —Esteban me empujó contra él y mantuvo la presión mientras yo me corría. El orgasmo era tan intenso que tuve que agarrarme a su espalda para no caerme hacia atrás y sin darme cuenta le mordí el hombro, menos mal que no le señalé.

Aún corriéndome Esteban me tumbó despacio en el sofá y se mantuvo de rodillas penetrándome y sobándome las tetas. Poco a poco aumentó el ritmo del bombeo para follarme con fuerza y acabó dándome muy duro, con golpes secos y muy profundos; los minutos previos a la eyaculación fueron devastadores para mí porque no paré de correrme, aunque los orgasmos ya no eran tan intensos; Esteban me tenía completamente espatarrada empujando mis muslos contra el sofá, agotada y sin fuerzas me abandoné al éxtasis de placer. Esa situación duró unos cinco minutos más o menos, comparada con otras veces puedo decir que tuve una agonía corta; tras esos minutos mi clímax cesó y él eyaculó regándome el útero con su semen. Con las piernas descaradamente abiertas y mi coño pegado a su pubis fui sintiendo las contracciones de su polla bombeándome su esencia ¡Dios que manera de correrse tenía mi Esteban, era espectacular! Mientras observaba los gestos de su rostro, hubo un momento que sentí lastima por no poderle dar hijos; si me hubiera casado con él siendo una jovencita, hoy, en vez de dos hijas tendría por lo menos ocho o diez, porque era un verdadero placer dejarse enganchar por un hombre como él ¡un verdadero semental! Lamentablemente el tiempo no pasa en balde.

Dormí muy poco esa noche, casi se puede decir que velé el dulce y tranquilo sueño de mi amor; desperté un cuarto de hora antes de que sonara la alarma de su móvil. Esteban estaba bocabajo y aún dormía. Aparté el edredón observando su cuerpo desnudo respirando despacio. Tenía una pierna más subida que la otra y doblada por la rodilla y justo en el espacio que había entre ambas sobresalías su polla y sus huevos. Ante una visión cómo esa me agaché besándole las nalgas levemente para que no se despertara y muy despacio se las separé para lamerle el esfínter. Después de besarlo y lamerlo  bajé hasta sus huevos, se los besé y fui directamente a atraparle la polla con mi boca, saboreé su capullo por completo del que enseguida empezó a salir líquido, engullí más de la mitad de su polla y tragando esperé a que terminara de mear, era lógico que sucediera eso tras la incontinencia del sueño. Nada más acabar de mear Esteban despertó de pronto.

—¡Pero qué haces Pepa por Dios! —exclamó entre asustado y sorprendido.

—Buenos días mi vida, me he bebido tu meada —contesté. Él me cogió por la nuca tirando de mí que trepé por encima de su cuerpo hasta juntar mi cara con la suya.

—No tienes que hacer eso cariño.—y me besó en la boca metiéndome la lengua.

—Yo creo que sí, me gusta ser tu guarra amor mío. —le dije al separarnos.

—Una guarra muy dulce —dijo saboreando mi saliva— ¿y qué más cosas eres mía? —susurró.

—De cara al exterior soy tu mujer y muy pronto tú esposa, pero en la intimidad te pertenezco por completo, soy tu puta y todo lo que tú quieres que sea.

—¿Y tú crees que las putas harían lo que tú has hecho?

—No lo sé, nunca me he considerado la puta de nadie, sólo la tuya ahora.

—¿Y qué debo hacer entonces? —me preguntó y acercándome a su oído le murmuré.

—Dejar que te mame la polla para que pueda sacarte toda la lefa.

—Joder cariño, con esas cosa que me dices ¿cómo voy a negarme?

Retrocedí volviendo a como estaba al principio, él bocabajo y yo con mi cara entre sus piernas. A partir de ahí me dediqué a mamar la polla que me tenía loquita, con esmero, meneándola despacio y a la vez sobándole los huevos para estimularle; cuando escupió la corrida, me bombeó una cantidad importante de lefa. Ese fue uno de los recuerdos que atesoré hasta que volvió a mí.

…./….

Esteban tardó catorce horas en llamarme para decirme que había llegado bien y yo estuve dos días muy deprimida. Cumplí con mi trabajo pero prácticamente no comí nada, un par de sándwich y litros de café pues no dormía bien esperando a que él me llamara. Al tercer día como me encontraba un poco mejor llamé desde el hospital a Pedro para quedar con él y hablar de la separación. Me cogió el teléfono Laura; escuchar su voz me animó mucho, cuando después hablé con Pedro y le dije lo que pretendía se sorprendió de que le llamara tan pronto, pero accedió a que nos reuniéramos en mi antigua casa y Laura que es un sol me dijo que a la salida del trabajo estaría clavada esperándome para llevarme en el coche de Pedro.

Y efectivamente allí estaba cuando salí. Se quedó asombrada al ver que me había teñido el pelo de rubio-platino, me dijo que parecía más joven y todo. Nos saludamos con dos besos en las mejillas para no dar ningún espectáculo, nos metimos dentro del coche y me llevó a la zona del aparcamiento, donde protegidas por los espesos setos habíamos tenido más de un encuentro apasionado, con ella no me importaba tener un escarceo así que dejé que me llevara. Nada más llegar y antes de que pudiera contarle nada ella me empezó a besar con una pasión brutal. Intenté pararla riéndome pero me era imposible, me sobaba las tetas sin parar y cuando me metió una mano por debajo de la falda me rendí; dejé que me tocara y me dediqué a tocarla. Los sabios dedos de mi amiga se metieron en mi vagina arrancándome un gemido, pero no estaba agusto sentada en el coche así que insistí en que saliéramos afuera. De mala gana Laura detuvo su lujurioso ataque, salimos del coche y lo rodeamos hacia el otro costado, allí donde los setos eran más espesos.

Allí nos morreamos a base de bien, nuestras manos recorrieron ansiosas nuestros cuerpos, especialmente el sexo y nos sobamos hasta que la excitación fue imposible de detener. Ella fue la primera en agacharse para meter la cara entre mis piernas, yo me limité a separarlas, a veces tuve que alzar una para que ella pudiera acceder al esfínter de mi culo sin problemas, me lo lamió y me lo folló con la punta de su lengua; en diez minutos exploté en su boca y ella me sorbió el jugo de mi vagina. Después se puso de pie y nos besamos un poco, enseguida me agaché yo. Como suponía Laura no llevaba braguitas, tenía el clítoris muy empalmado, la vulva muy brillante y de la vagina manaba liquido que recogí con la lengua introduciéndola en su vagina todo lo que me daba sí, pero por más que sorbía no era capaz de secar aquella fuente, así que le metí dos dedos, empecé a follarla con ellos y me dediqué a mamarla el duro clítoris. Ella bramó de gusto apretándome la cara contra su coño, me hubiera gustado darle un repaso a su culo pero no me dio esa opción. Se corrió en menos tiempo que yo pero seguí cebándome con su clítoris pues sabía que necesitaba correrse otra vez para quedarse agusto; cosa que ocurrió al tercer orgasmo; más tarde, bebimos agua de una de las botellas que ella había traído y mientras fumábamos lentamente le conté mi aventura parisina, omitiendo claro está, el secreto de familia. Ella apenas me contó mucho, salvo que Pedro y ella eran muy felices juntos, me dijo una cosa que me sorprendió muchísimo, Pedro tenía sexo con Antonio y Elena, su novia, con bastante frecuencia y todavía me sorprendió más que me dijera que Pedro había descubierto que era bisexual; pues él y Antonio se mamaban las pollas para deleite de ellas dos.

—Me alegro por ti Pepa, te lo mereces.

—¿Tú crees?

—Pues claro que sí, por ser una gran persona, una gran amiga y mi mejor amante.

—Bueno eso de mejor amante ya será menos, ahora tienes a Elena para sustituirme.

—No seas tonta, tú eres insustituible para mí. Elena está buenísima, entradita en carnes pero maciza, la cabrona tiene sólo treinta años, no sé cómo se ha dejado engatusar por Antonio pero está enamorada de él hasta las cachas y él de ella.

—Es curioso ver lo que el destino nos tiene guardado. —dije echando el humo del cigarrillo.

—¿Y Esteban?

—Como siempre, ahora está en Estados Unidos y tardará un mes aproximadamente en volver.

—Pues qué putada. Oye si te sientes sola por qué no te vienes a casa con Pedro y conmigo. —su proposición era muy buena, el problema es que no deseaba tener aún sexo con Pedro, primero quería hablar del divorcio y cuando ya tuviéramos los papeles firmados entonces ya vería.

—Te lo agradezco un montón pero no hace falta, estaré bien, de verdad.—contesté rechazando su oferta, si me apetecía estar acompañada sería con Jose Luis y Amelia, pero no se lo iba a decir a Laura.

—Joder, llevamos más de una hora aquí, Pedro nos va a echar la bronca, ya verás.—dijo apurada. Nos subimos al coche y me llevó a mi antigua casa.

Pedro también se quedó impresionado al verme, me dijo que estaba preciosa, le di las gracias haciendo memoria de su ultimo piropo y por más que lo intenté no me acordé. Mientras comíamos le comenté que quería firmar los papeles del divorcio lo antes posible.

—¿A qué viene tanta prisa? —me preguntó.

—Queremos casarnos y creo que cuanto antes mejor. —mi contestación le puso el gesto serio y no sé por qué pues era evidente que nos íbamos a divorciar tarde o temprano.

—¿Y cómo lo hacemos?

—Pues yendo a un abogado y que nos asesore.

—Si me permitís —dijo Laura— el abogado os va a cobrar una pasta, al menos es lo que le han pedido a Antonio, pero uno de oficio nos aconsejó que procurásemos llegar a un acuerdo, luego ese acuerdo lo pones por escrito y solicitas el divorcio exprés y en tres meses como mucho ya puedes casarte.

—O sea, que vosotros también pensáis casaros. —dije.

—Sí. —contestó Pedro.

—Pues entonces motivo de más para abreviarlo todo lo que podamos ¿no te parece?

—La verdad es que es fácil en nuestro caso, la mitad de la casa es tuya, lo mismo que el dinero que hay en la cuenta del banco.—me dijo.

No le contesté, me limité a asentir con la cabeza. Y no dije nada por dos razones, una es que veía su nerviosismo y la otra era porque mi mente racional me planteó un conflicto. Si accedía a la mitad de todo, le dejaba a él y a Laura en la calle, y encima me comía la mitad del dinero que le habían dado de indemnización al despedirle y no quería hacerle eso, antes quería hablarlo con Esteban pero estaba muy lejos de allí en esos momentos.

—Mira lo que vamos a hacer, una compañera del hospital me ha recomendado un abogado especializado en casos de divorcio, déjame que le consulte y después hablamos ¿te parece? —Pedro aceptó mi trato y yo gané un poco de tiempo.

Íbamos a tomar café y me senté en un sillón aparte para que ellos se sentaran juntos. Observé que mientras Laura preparaba el café Pedro me comía con los ojos el muy tonto. Le dije que no me mirara tanto, conocía mi cuerpo de sobra y me confesó que no lo podía evitar ya que me encontraba enormemente atractiva. Me gustó ese halago, no me lo esperaba de él pero al mismo tiempo me puse en guardia en cuanto sospechara que sus intenciones era acostarse conmigo, me iba y en paz. Laura insistió que le contara mi aventura Parisina a Pedro, como no tenía otra cosa mejor que hacer me encendí un cigarrillo y empecé a relatar el viaje, pero ni a él ni a Laura les dije en ningún momento que Jose Luis y Amelia habían estado con nosotros. Mientras hablaba veía que Pedro seguía mirándome igual y jugué un poco con él, cruzando varias veces las piernas, la verdad es que me divertía viendo cómo me miraba, pero ante todo quería saber hasta dónde iba a llegar, me removía en el sillón sin preocuparme si se me veía mucha carne ya que eso era lo que pretendía, que clavara sus ojos en mis muslos, me levanté para dejar el vaso del café y al sentarme mantuve las piernas separadas aposta, procurando que pareciera un descuido, Pedro clavó sus ojos inmediatamente en mi entrepierna y empecé a ponerme cachonda, no pretendía tener sexo con él sin que estuviera Esteban presente; ahora estaba a punto de caer en mi propia trampa sin darme cuenta.

—Cariño si sigues mirándole las bragas a Pepa te vas a empalmar. —dijo Laura divertida al darse cuenta.

—¿Por qué dices eso? No es verdad, estoy atento a lo que está contando. —dijo pero la verdad es que hasta se puso colorado, además el bulto de su pantalón le dejaba por mentiroso.

—No seas mentiroso Pedro. —dije riendo.

—Joder pero si ya estás más empalmado que un burro. —dijo Laura al poner la mano encima del bulto del pantalón.

—¡Que no Laura¡ —insistía él.

—Pero ¿cómo que no y esto qué es? —decía riendo Laura apretándole el bulto de la polla.

—Por favor Laura. —se quejaba Pedro todo colorado intentando retirarle la mano a ella.

—Pepa ven y dime si está empalmado o no. —esa invitación era lo que yo esperaba.

Llevada por la calentura me levanté del sillón, esa fue mi intención pero inmediatamente algo dentro de mi cabeza me detuvo en seco previniéndome contra lo que quería hacer por lo que miré el reloj y como estaba oscureciendo fue la excusa perfecta para decirles que tenía que irme porque se me hacia tarde y tenía un largo camino hasta llegar a mi nueva casa, Laura lo sabía por eso no insistió, pero Pedro llegó incluso a decirme que me quedara a dormir con ellos, eso confirmaba mis sospechas de sus verdaderas intenciones, y como he dicho antes, no sé por qué pero me impuse fidelidad a Esteban. Viendo que los planes no habían salido como él quería se ofreció a llevarme a mi casa, y de nuevo decliné su invitación diciendo que aún quedaba un poco de luz y me apetecía viajar en el transporte público; no era verdad pero me sirvió para no caer en sus trampas. Me despedí de él dándole un roce de mejillas más que un beso y salí por la puerta de la calle acompañada por Laura, ya que Pedro se quedó dentro de la casa.

—Me parece que le he chafado el plan a alguien. —dije a Laura mientras caminábamos al autobús.

—Sí, tenía pensado follar con nosotras dos toda la noche, me lo ha dicho al regresar contigo enseñándome la viagra que le ha dado Antonio; aún le quedan un montón de las que trajiste del hospital. —contestó ella.

—Me alegro de que sirvan para algo.

—Sirven para mucho Pepa, Pedro y yo follamos con Antonio y Elena todos los fines de semana; pero no me gusta esta maniobra, cuando entre en casa le voy a leer la cartilla.

—No seas dura con él; en el fondo le comprendo, yo soy una novedad ahora que no me tiene. —le dije.

—No, no voy a ser dura, pero sí contundente, por mucha novedad que tú le supongas me lo tenía que haber dicho antes para que yo pudiera opinar al respecto. —se quejó Laura.

—Tienes toda la razón, por eso me he frenado, porque siento que debo guardar respeto a Esteban hasta que él vuelva.

—Las cosas bien hechas bien parecen Pepa.

Llegamos a la parada que como siempre estaba vacía, bajo la marquesina aprovechamos esa circunstancia para besarnos y darnos mimos hasta que viniera el autobús; antes de subir a él nos prometimos estar en contacto llamándonos de vez en cuando. Me apenó mucho alejarme de Laura pero lo que verdaderamente me entristecía era la ausencia de Esteban; me quedé abatida anímicamente viendo el paisaje a través del cristal de la ventanilla; no me gustaba la sensación y tampoco intenté venirme arriba, quería sentirme abatida, triste y deprimida hasta que volviera mi amado Esteban. Tenía que ir en autobús hasta la última parada donde había un intercambiador de transportes, allí cogería el metro y luego iría caminando hasta mi nueva casa, pero estando a mitad de camino, me sonó el móvil.

Pensando en Esteban atendí la llamada volando sin fijarme en quién era y al contestar me llevé una muy agradable sorpresa; era Amelia quien me llamaba. Ya sabía que Esteban se había marchado y que iba a estar fuera mucho tiempo. Al preguntarme cómo estaba sollocé pero no llegué a llorar, entonces escuché a Jose Luis pues me estaban hablando a través del manos libres.

—¿Dónde estás Pepa? —me preguntó.

—En el autobús camino del intercambiador, allí cogeré el metro para ir a casa, es que he estado hablando con mi ex sobre el divorcio; ya os lo explicaré porque tenía pensado llamaros nada más llegara al piso, estoy en mi anterior urbanización.

—Vale ¿Dónde está el intercambiador ese? —volvió a preguntarme Jose Luis.

—Oye no hace falta que vengáis a buscarme, estoy bien, de verdad. —les dije.

—Voy conduciendo así que no te preocupes por eso, nos veremos allí.

—Hasta luego cariño. —dijo Amelia y cortó la llamada sin darme ocasión a hablar.

Veinticinco minutos después llegué al intercambiador, enseguida vi a Amelia y mi cuerpo corrió hacia ella como si se moviera sólo. Nos abrazamos y me embargó una emoción tan grande que empecé a llorar, no sé porqué, no era propio de mí mostrarme tan débil pero en ese momento estaba derrotada. Amelia me pasó un brazo por la cintura y me acompañó a donde nos esperaba Jose Luis. Nos montamos en su coche que era igual que el de Esteban y arrancó.

—Vamos a casa por favor. —le dije a Jose Luis, él no contestó.

Yo iba inclinada sobre el hombro de Amelia que había subido a las plazas traseras conmigo y me abrazaba contra ella sin soltarme, entonces reparé en que no llevábamos el cinturón de seguridad puesto; Amelia le avisó a Jose Luis, éste pulsó un botón y los cristales traseros se oscurecieron por completo igual que pasaba en el coche de Esteban; nosotras veíamos el exterior pero desde el exterior no nos veían a nosotras. Recordé que tampoco había saludado a Amelia con las prisas y se lo dije mirándola, ella también me miró pero con esa sonrisa tan dulce que te desarmaba, se agachó y me besó en los labios con mucha ternura, no pude contenerme y le lamí los suyos saboreando su carmín, Amelia me dio su lengua, la atrapé con mis labios y la succioné saboreando su saliva, estuvimos un rato así, tonteando con nuestras lenguas.

Supuse que Jose Luis nos miraba por el retrovisor y no me equivoqué porque en un momento dado Amelia le dijo que estuviera tranquilo que sólo me estaba mimando y era la pura verdad pues no nos tocábamos, simplemente estábamos jugando a un juego muy tierno y a la vez muy sensual. Cuando Jose Luis detuvo el coche me sorprendí un poco, jugando con Amelia no había sido consciente de a dónde íbamos y de repente me encontraba en casa de ellos. Me bajé del coche y cuando crucé la puerta de entrada evoqué el momento en que conocí a Esteban y el corazón se me encogió un poco. Vino a recibirnos una mujer asiática y Jose Luis le dijo que me quedaba a cenar.

—Os agradezco de todo corazón el detalle, pero no puedo quedarme mucho, mañana tengo que trabajar en el hospital y ni siquiera sé cómo ir desde aquí, imagino que podré telefonear para que venga un taxi a buscarme. —dije casi de un tirón. Jose Luis se me quedó mirando mientras hablaba, luego me cogió la barbilla con los dedos.

—¿Has terminado? —asentí con la cabeza— ¿Pepa de verdad crees que vas a salir de esta casa en un taxi a altas horas de la madrugada? No cariño, cenarás con nosotros, tomarás café o lo que desees con nosotros, fumarás y más tarde dormirás en esta casa, mañana será otro día por qué preocuparnos entonces. —concluyó.

—Escuchad sé que hacéis todo esto de todo corazón, pero no hace falta, soy una mujer mayor casi de vuestra misma edad y soy capaz de cuidarme por mí misma, no quiero que penséis que soy una desagradecida pero es que el trato que me dais me confunde mucho, a veces no sé cómo comportarme con vosotros y sé que debería porque tengo la experiencia que da la vida a lo largo de los años. —dije.

—Ahora escucha tú cielo —empezó a decir Amelia— eres una mujer adulta y autosuficiente, sabemos por Esteban que tienes 50 años y que dentro de cuatro meses cumplirás los cincuenta y uno, omitiré el resto de cosas para no extenderme. Jose Luis tiene 66 años y yo 61 y, sí, casi somos de la misma edad, pero te olvidas de una cosa muy importante, muy pronto te casarás con nuestro hijo y te convertirás oficialmente en nuestra nuera, pero permítenos que ya te consideremos como tal; creemos que en nuestro papel de suegros debemos velar por ti cuando nuestro hijo esté de viaje; con más razón cuando son tantos días como en éste caso. Te conocemos íntimamente no sentimentalmente, pero una cosa ha cambiado eso, equilibrando la balanza. Durante éste viaje a Paris nos has enamorado con tu comportamiento, para con nuestro hijo y para con nosotros. Jose Luis que es un lince para éstas cosas, adivinó que tú serias la esposa de Esteban el primer día que te vimos follando con él, y no se equivocó. Esteban es famoso por las extraordinarias intervenciones quirúrgicas que sólo él es capaz de realizar hoy por hoy, tiene dinero como para no preocuparse por trabajar y aún así lo hace porque ha contraído una responsabilidad con sus pacientes. Goza de lo que los demás envidiarían, pero está sólo, lleva sólo mucho tiempo porque han sido tantas las decepciones que se cerró en banda al amor y, ahí es donde apareces tú, una simple mujer y encima 13 años mayor que él, pero esa simple mujer que vimos desnuda, tan simpática y tan agradable que, aunque desnuda llevabas la humildad puesta como si fuera una armadura. Pepa tú has proporcionado la estabilidad emocional que Esteban tanto necesitaba. Con tu trato, tus mimos, tu picardía y un sinfín de detalles más, simplemente por eso, sólo te pedimos a cambio que nos des la oportunidad de demostrarte lo mucho que te queremos, no pedimos más; déjanos quererte por favor Pepa.

Lo que había dicho Amelia no sólo me tocó la fibra sensible sino que la derribó dejándome indefensa ante el cariño que me estaban demostrando estas maravillosas personas, por eso, me tapé la cara con ambas y me eché a llorar embargada por una emoción y una felicidad incapaces de describir.

—Por dios cariño, no pretendía hacerte llorar. —dijo Amelia abrazándome.

—Cómo no voy a llorar si lo que has dicho es lo más bonito que jamás me han dicho, lloro de emoción y de felicidad, de alguna manera he de desahogarme. —expliqué entre sollozos pues era incapaz de controlarlos.

—Di que sí preciosa, es bueno tener una válvula de escape —dijo Jose Luis abrazándonos a las dos— pero te ruego que no dures mucho tiempo porque tengo hambre. —como siempre, Jose Luis hizo que tanto su mujer como yo nos echáramos a reír y en un par de minutos empecé a calmarme y controlarme.

Jose Luis caminó hacia el comedor y Amelia me llevó al cuarto de baño que había allí cerca y que yo conocía bien.

—Anda lávate la cara. —me dijo abriendo el grifo del lavabo.

Metí las manos bajo el chorro del agua y me lavé la cara varias veces, me sequé con la toalla y al apartármela de la cara vi el dulce rostro de Amelia reflejado en el espejo mirándome con su característica ternura; sólo por eso me sentí de nuevo tremendamente emocionada, pero ella no dejó que aflorara el sentimiento otra vez.

—Anda haz pis, tras una llantina las mujeres nos sentimos más relajadas después de echar una buena meada. —dijo

Caminé hasta la taza pero sin saber porqué me quedé parada, entonces Amelia me subió la falda y con mucho tacto me bajó las braguitas hasta los tobillos, permaneciendo agachada me sentó en la taza, me separó los muslos y me acarició la vulva pero no con la intención de masturbarme sino simplemente eso, una caricia. Me preguntó si me molestaba para mear y un poco cortada le dije que no, entonces ella me animó; hice un pequeño esfuerzo y mi vejiga empezó a aliviarse, Amelia me estuvo acariciando hasta que dejé de mear, yo corté un poco de papel higiénico y se lo entregué, ella me limpió el chichi como yo solía hacerles a mis hijas cuando eran unas niñas. Cuando tiró el papel al fondo de la taza le cogí la cara con las manos y la besé en la boca, ella me dio su lengua y yo le metí la mía dentro, así nos sorprendió Jose Luis extrañado por la tardanza.

—¡Qué bonito! Podíais haberme avisado ¿no? —dijo fingiendo estar enfadado.

—Cariño son simples mimos que ella necesita. —dijo Amelia.

—Yo también necesito esos mimos. —dijo acercándose a nosotras.

—No tú no, que enseguida te pones muy burro —se quejó Amelia— anda, vamos a cenar.

—Mujer, sólo pido un mimito, te prometo que no insistiré. —rogó el pobre Jose Luis.

Miré a Amelia y ella me comprendió dejándome hacer. Le bajé la cremallera de la bragueta, metí la mano y le extraje la polla flácida, la descapullé y le di unos besos en la punta y unas lamidas al glande pero como enseguida empezó a empalmarse paré y volví a guardársela.

—Ya dije que enseguida se pone burro. —me dijo Amelia.

—Es que son tan dulces esos mimos. —dijo él dando un suspiro.

—Pobrecito él también se merece unos mimitos. —dije yo.

Me puse de pie ya restablecida por completo y con el ánimo a tope y mientras Amelia me subía las braguitas de nuevo Jose Luis y yo nos besamos en la boca lamiéndonos la lengua mutuamente.

Salimos del baño, atravesamos una puerta grande y entramos a otra estancia más grande donde estaba la cocina separada por una barra del comedor y más alejado el salón. Había un montón de objetos que seguro era recuerdos de sus muchos viajes. Todo estaba amueblado con un gusto exquisito.

—Esta parte permanece cerrada cuando hacemos “las fiestas” —me explicó Amelia— es la casa propiamente dicha, aquí permanecen Jung y Nina — inmediatamente apareció la mujer asiática que nos recibió y otra chica más joven, seguramente su hija, Amelia nos presentó a las tres diciéndoles que yo era la futura mujer de Esteban, ellas me dieron la enhorabuena dándome dos besos en las mejillas, no sé si sabrían quien era Esteban en realidad— No lo saben —me susurró al oído Amelia como si me leyera el pensamiento.

—Eres bruja Amelia.

—No cariño, lo he adivinado por el gesto de tu cara.—contestó ella.

—Bueno, vamos a sentarnos para saborear las delicias que nos han preparado.—dijo Jose Luis.

Él presidió la mesa, yo me senté a su derecha y Amelia a la mía, había dos cubiertos de más pero no hizo falta que me explicaran nada pues las mujeres asiáticas se sentaron con nosotros a cenar.

—Ellas forman parte de la familia, cuando nos vamos de viaje ellas permanecen siempre aquí, cuidando la casa.

La cena despedía un olor delicioso: Arroz al vapor, verduras, pollo, carne y salsas, todo condimentado al estilo oriental con un sabor extraordinario. Jose Luis pidió que le pasaran el agua y después de mirar nos dimos cuenta de que faltaba, la mujer asiática mayor, Nina, fue a levantarse pero Jose Luis se levantó antes e insistió en que ella permaneciera sentada, fue hasta la cocina y volvió al poco con una jarra de agua, le sirvió primero a Nina y ésta le dio las gracias, Jose Luis se agachó besándola en la boca al tiempo que introdujo una mano por dentro de su vestido tocándola un pecho; al servir a Jung, Nina le sobó el paquete por encima del pantalón riéndose.

—¡Chicas! Dejad eso para luego.—les reprendió Amelia en broma.

La cena fue exquisita, Nina y Jung se pusieron a recoger la mesa y nosotros tres les ayudamos. Luego fuimos al salón donde había una chimenea encendida y varios cojines repartidos por el suelo de madera; yo me fui a sentar en el sofá.

—No cariño, en los cojines si no te importa. —me dijo Jose Luis.

—Se me verán las braguitas. —dije divertida pues llevaba la minifalda vaquera.

—De eso se trata precisamente. —me contestó él guiñándome un ojo.

Nina vino con una bandeja portando té, antes de dejarla sobre el suelo Jung extrajo las patas plegables y sirvieron el té, todos nos sentamos sobre los cojines con las piernas cruzadas, obviamente a nosotras se nos subió la falda y se nos veía la ropa interior, dimos un primer sorbo y Amelia le dijo a Jung que me trajera el bolso, cuando volvió se lo dio a ella que lo abrió y extrajo el paquete de tabaco, ella se cogió un cigarrillo y me pasó el paquete; solamente fumamos Amelia y yo, Jose Luis sorbía el té deleitándose mirándonos la entrepierna. Amelia me explicó que Nina y Jung eran birmanas. Mientras Amelia y yo charlábamos Jose Luis se estaba besando con Jung y Nina le sobaba el paquete por encima del pantalón. Cuando Amelia y yo dejamos de fumar, las chicas asiáticas empezaron a desnudar a Jose Luis y éste a su vez a las dos, aunque lo tuvo muy fácil, pues sólo tuvo que bajarles los tirantes del vestido para que se les cayera al suelo quedándose en tanguita de color blanco que contrastaba perfectamente con su piel oscura. Amelia se me acercó, me besó en los labios ligeramente y empezó a desabotonarme la camisa, cuando me la abrió procedió a desabrocharme el sostén y me lo bajó liberando mis tetas con los pezones de punta. Mientras ella me pellizcaba los pezones yo le desabroché la camisa, cuando se la abrí, sus pechos quedaron al aire pues no llevaba sujetador y también jugué con sus pezones.

Jose Luis estaba tumbado sobre los cojines, sólo conservaba puestos los calzoncillos, se besaba con Nina y la acariciaba todo el cuerpo mientras Jung le mordía el bulto de la polla por encima del slip. Amelia y yo estábamos en braguitas, ella tumbada y yo encima de ella besándola, acariciando sus pechos y el interior de sus muslos pero sin llegar a su sexo. Me quedé mirando con curiosidad a las chicas y Jose Luis. Jung abrió un cajón de un mueble y sacó un espray y un anillo para el pene, Amelia miró también.

—Es un espray que retarda la eyaculación y un anillo para el pene, se lo compraron pues les gusta follar con Jose Luis cuando tiene la polla muy gorda.—me explicó, me quedé mirando cómo le ponía el anillo alrededor de la base del pene y rociaba éste con el espray.

Dejé de mirar pues Amelia me pedía que le hiciera un 69 y me puse a ello. Al apartarle las braguitas vi que tenía la vulva brillante de excitación, ayudándome con los dedos le saqué el clítoris de la protección de su capucha y empecé a lamérselo sintiendo la lengua de Amelia recorriendo todo mi coño, desde el clítoris hasta la vagina, donde se detenía para meterme la lengua sorbiéndome el jugo, me estremecí de gozo pero seguí mi exploración. Le aparté un poco más la braguita descubriéndola el esfínter y se lo miré pensando en cómo era posible que esta mujer con los años que tenía tuviera las zonas intimas tan impolutas como una jovencita, además, cuando se lo besé, me di cuenta de que desprendía un aroma perfumado, era evidente que utilizaba aceites íntimos, tendía que preguntarle al respecto para utilizarlos yo también con Esteban, todo eso lo pensé mientras le lamía es esfínter y le metía la punta de la lengua dentro del ano; tanto ella como yo empezamos a follarnos el culo con nuestras lenguas. De repente Jung se puso delante de mí y levanté la cara para mirarla, ella me besó en la boca e inmediatamente me metió la lengua; abandoné momentáneamente el coño de Amelia para morrearme con la birmana que besaba de maravilla, a nuestro lado, Nina bramaba con las embestidas que le daba Jose Luis.

Al separarme de Jung quise volver al coño de Amelia pero no pude, ya que la chica le había metido la mano dentro de la vagina mientras nos besábamos y la estaba follando metiéndola hasta el antebrazo. Dicho así puede resultar doloroso pero es que Jung era muy delgada, además, los bramidos y jadeos de Amelia dejaban bien a las claras cuanto estaba disfrutando, lo mismo que Nina que jadeaba en voz alta mientras se corría, entonces Jung me agachó la cabeza con la mano libre para que la comiera el coño. Dejé que me guiara a su entrepierna y cuando la vi el chochito me asombré al ver que tenía los labios vaginales muy desarrollados y el clítoris no tan grande como el de Laura pero casi. No lo dudé, abrí la boca y empecé a lamérselo con glotonería pues me encantaba que se me llenara la boca con su vulva. Jung se dejó caer de lado, seguía follando a Amelia con su brazo y yo devorándola el sexo; al lamerle el esfínter percibía un aroma a perfume similar al de Amelia, cuyos jadeos indicaban que acababa de alcanzar el clímax; Jung no tardó mucho más y cuando tensó los muslos le abrí los labios para contemplar las contracciones de su vagina y de su esfínter.

Yo no me había corrido aún pues Amelia había dejado de estimularme para correrse ella, pero enseguida Jose Luis se pegó a mi culo y me penetró el coño. Sentía su polla más gruesa que otras veces, me rozaba la vagina con mucha intensidad por lo que me corrí casi enseguida, pero él seguía resistiendo; me la sacó y gateó hasta echarse encima de Jung que le recibió con un bramido, yo me quedé mirando como se la follaba pues era un verdadero espectáculo ver como se le dilataba la vagina cuando la gruesa polla de Jose Luis la embestía, pero como me había corrido hacia muy poco me cansé enseguida de mirar y me tumbé al lado de Amelia y la empecé a besar.

Terminamos en la gran habitación de Jose Luis y Amelia, cuya cama con dosel era aún más grande que la de Esteban pues entramos todos. Allí dimos rienda suelta a nuestro placer. Me restregué el coño con Jung, con Nina y con Amelia y contemplé como Jose Luis a petición de su mujer se corría dentro de su boca para luego ella compartir su lefa con nostras tres mientras nos besábamos. Lo malo fue que dormí muy poco. Casi enseguida sonó la alarme de mi móvil; eran las seis y media y Jung y Nina ya no estaban con nosotros.

Mientras me lavaba sonó el móvil y sentí que me daba un vuelco el corazón al ver que era mi Esteban. Me contó que la operación había sido un éxito pero que aún era pronto para cantar victoria, pues había que esperar que el paciente saliera de cuidados intensivos. Al decirme que me echaba de menos no pude evitar dar un sollozo, pero fui fuerte y me tragué las lagrimas para no desanimarle; se llevó una alegría cuando le dije que hasta que él regresara viviría en casa de Jose Luis y Amelia, le pareció perfecto; después habló con sus padres.

Después de desayunar, Jose Luis me llevó al hospital diciéndome que me esperaría a la salida y entré con el ánimo subido a trabajar pensando sobre todo en que tenía dos días libres cuando saliera. Durante estos días les conté a Jose Luis y Amelia mi reunión con Pedro y me acompañaron a su abogado. Les pedí que no me dejaran sola, podían escuchar lo que hablara con el abogado ya que no tenía nada que ocultar. En mi conversación con el abogado, éste me dijo que efectivamente si llegábamos a un acuerdo amistoso solicitaría el divorcio exprés y en dos meses como mucho estaría divorciada legalmente; lo que no tenía claro todavía era lo del acuerdo, mi conciencia no me permitía quedarme con la mitad, si lo hacía, Pedro se quedaba en la calle y con los ahorros muy mermados y, yo no necesitaba ese dinero para nada, con mi sueldo tenía suficiente y la jubilación la tenía garantizada.

—Fin de la 9ª parte—

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