Mi segunda oportunidad-8
Esteban lleva a Pepa a visitar Paris y allí le hace una proposición que ella no rechaza.
Mi segunda oportunidad
Por Jaypaka
—8—
Esteban lleva a Pepa a visitar Paris y allí le hace una proposición que ella no rechaza.
Cuando entré en el piso de Esteban me paré en el centro del salón mirando a mi alrededor, Esteban me abrazó por detrás.
—¿Extrañas algo? —me preguntó.
—En absoluto, simplemente miraba a mí alrededor pensando en que voy a ser muy feliz aquí.
—Eso te lo garantizo.—me dijo.
Me besó los labios desde donde estaba, mira que me había besado veces pero ese beso me supo a gloria, cuando juntamos nuestras lenguas los dos echábamos fuego por la boca, sus manos apretaron mis tetas por encima de la ropa un buen rato, haciéndome gemir de placer. Cuando una de sus manos descendió hasta mi sexo separé las piernas para que tuviera buen acceso, Esteban estuvo un rato masturbándome y cuando vio que mi excitación aumentaba hasta el límite dejó de tocarme ahí para sobarme de nuevo las tetas con ambas manos, varias veces intenté cogerle la polla pero se echaba hacia atrás y dejé de intentarlo, por algún motivo él quería que me mantuviera pasiva y cumplí sus deseos sumisamente.
Cargó conmigo en sus brazos y me llevó a la cama, allí me desnudó lentamente. Me quitaba una prenda y besaba la piel que ésta cubría varias veces, cuando me quietó el sujetador se cebó con mis tetas y con mis pezones acrecentando mi propio deseo pero no quise intervenir, sólo le sujeté la cabeza para que me mamara los pezones más tiempo. Cuando me desabrochó la cintura de la falda levanté el culo para que me la sacara. Me dejó únicamente con unas braguitas de encaje transparentes que me había puesto aposta para él y los zapatos, pero éstos volaron por el aire segundos después, se aproximó a mí y se quedó mirándome, cada vez que intentaba incorporarme para besarle él se echaba para atrás, se hacía desear y yo ardía en deseos por abrazarle y comérmele.
—¡Por dios cariño! Cómeme, tómame, hazme tuya pero no me hagas sufrir te lo suplico.
En vez de contestar agachó la cabeza y me mordió la vulva varias veces prologando más mi agonía; quise retenerle la cabeza contra mi coño pero se me escapó y me dio la vuelta poniéndome bocabajo. Entonces me deslizó las bragas hacia abajo y me las empezó a quitar, cuando llegó a mis rodillas doble las piernas para que me las sacara y esperé ardiendo de excitación. Esteban me besó la espalda entera, desde la nuca hasta la rabadilla, me separó las nalgas y empezó a estimularme el esfínter del culo con su lengua. Jadeé en voz alta retorciéndome de placer; a veces levantaba el culo con la esperanza de que me comiera el coño pero él sólo se cebaba con mi culo. Me lo folló varias veces con su lengua, entonces oí el sonido de la cremallera de su bragueta ¡por fin se sacaba la polla! Uno o dos minutos después tenía el capullo en mis labios, abrí la boca pero él me dijo que se lo lamiera y eso hice; no me dejó disfrutar porque me lo apartó casi enseguida.
De repente sentí que empezaba a penetrarme el culo, aguanté la respiración y me relajé, en cuestión de segundos Esteban me metió la mitad de su polla, entonces se echó sobre mí besándome en la nuca su jadeo me producía escalofríos y los empujones que me daba para penetrarme me volvían loquita de gusto; así hasta que sus huevos toparon en mi coño.
—¡Ah… Pepa! —jadeó— cómo me gusta meterme dentro de ti.—me susurró.
—Lo sé cariño, ahora sí te digo que soy tuya completamente, por eso necesito que me folles, me estoy muriendo de deseo.
A partir de ahí Esteban se convirtió en una vorágine salvaje. Me dio por el culo hasta que me corrí, metió una mano por debajo de mi estomago y me alzó para seguir dándome por el culo hasta que enloquecí; grité como una loca devorada por un clímax devastador, pero él no me dio cuartel, me la sacó del culo y me la metió por el coño con el peligro higiénico que eso conlleva pero no estaba yo para decirle nada, me puso a gatas sobre la cama, me agarró por los hombros apretándome contra él y me poseyó como una bestia salvaje, justo lo que necesitaba en ese momento; más tarde, me dio la vuelta tumbándome bocarriba y continuó la labor. Cuando acabó conmigo yo sudaba por todos los poros de mi piel y el pelo se me pegaba a la cara; él me lo apartó y me besó apasionadamente, apoyó la cara en el hueco de mi cuello y me susurró lo mucho que me amaba y lo feliz que se sentía; lo mejor de todo es que aún no se había corrido aunque su polla había perdió consistencia.
Le pedí que se moviera pues me estaba meando. Me acompañó hasta el baño, me senté en la taza y a pesar del cansancio separé las piernas y empecé a mear así para provocarle. Él se desnudó mirando como meaba, de vez en cuando se meneaba la polla de lo excitado que estaba, cuando terminé de mear en vez de irnos a la cama nos metimos en la bañera. Lo primero que hizo a petición mía fue mearme desde la boca hasta el chichi, luego abrió el grifo y mientras el agua anegaba nuestros cuerpos me lamió los dedos de los pies y me masajeó las pantorrillas. Más tarde me senté encima de él abrazándole con fuerza y follamos como animales y de nuevo a petición mía se corrió en mi boca.
Salimos tapados con toallas y preparamos unos sándwich calientes, bebimos café, me fumé un cigarrillo y de nuevo a la cama. Esta vez me hizo el amor con muchísima ternura; cuando al fin descansamos le comenté lo que pasaba con mi marido.
—Escucha cariño mañana me tengo que ir a Londres para realizar una complicada operación: extirpar un tumor cerebral, estaré fuera una semana al menos, si quieres puedes acompañarme.
—No Puedo, yo también tengo mi trabajo, no puedo faltar así como así y tú lo sabes.—le dije.
—Ya, pero es que no quiero separarme de ti Pepa.
—Escucha los dos sabíamos perfectamente cuál es nuestro trabajo, tenemos que cumplir y tú el primero porque es más delicado, así que ahora mismo a descansar.
—¡No, eso sí que no! Quiero seguir amándote.—protestó como un niño.
—Escúchame Esteban tenemos toda la vida por delante para eso y más, ya es de verdad, cuando regreses me encontrarás aquí, no tengo otro sitio a donde ir. —le expliqué riendo.
—¿Estarás bien?
—Pues claro que estaré bien, ya soy mayorcita y sé cuidarme, anda vamos a dormir para que mañana estés fresco.
—Mañana te daré una llave de la casa.
—Vale.
Nos metimos dentro de las sabanas, me puse de lado y me abrazó por detrás, di un suspiro de satisfacción y cerré los ojos pero casi inmediatamente los abrí dando un gritito de sorpresa. Me estaba haciendo trampa, nada más apagar la luz sentí que me penetraba el coño.
—Eres un tramposo, dijimos que íbamos a dormir.—protesté riendo.
—Si no quieres te la saco. —me amenazó.
—Hazlo y te corto las pelotas aunque luego me tire llorando toda la vida.
En cuatro empujones me la clavó entera, alcé la pierna él pasó el brazo por entremedias y me agarró una teta, mientras me la apretaba comenzó a follarme. Nos dormimos casi una hora después; a mí me palpitaba la vulva.
Al día siguiente me dio una llave de su casa y me llevó al hospital pues su vuelo salía a las diez de la mañana, me dio un beso de despedida y me prometió que cuando volviera me daría una sorpresa.
…./….
Al final estuvo seis días en Londres. Tengo el carné de conducir pero como no tengo coche no fui a buscarle al aeropuerto. Al entrara en casa corrí a abrazarle. Me contó que la operación había sido un éxito aunque había estado a punto de perder al paciente, pero ya estaba todo controlado.
—Cariño, por curiosidad ¿Por qué has tenido que ir tú a Londres, es que no hay médicos allí? —le pregunté.
—Claro que los hay pero prefieren llamarme a mí.
—Sigo sin entenderlo porque tú trabajas en un hospital del norte de Madrid o ¿no?
—Vamos a ver, sí trabajo allí pero me llaman porque soy Esteban Ayala.
—¡Hostias!, ¿tú eres Esteban Ayala, el famoso cirujano? —pregunté asombrada.
—El mismo, a sus ordenes madame. —dijo sonriendo.
—¡Joder qué fuerte!, ¡Espera! Entonces tú fuiste el que preguntó por mí cuando el simposio de cirugía en mi hospital ¿no?
—Efectivamente, pero como me dijeron que estabas en urgencias no quise insistir.
—¡Seré idiota! Lo tenía delante de mis narices y yo diciéndole a la médico que no conocía al tal Ayala.
—Pues ya sí.
—Lo siento mucho cariño, si llego a saber… —no pude seguir hablando él me estaba besando deliciosamente.
—No pasa nada Pepa, no te preocupes.—dijo abrazándome.
—¡Espera! —dije mirándole a la cara— Oye Esteban no pensarás estoy contigo por tu fama ¿no?
—Por el amor de Dios Pepa No! Te conozco y sé que eres una mujer honesta en la que puedo confiar con los ojos cerrados, jamás se me ha pasado por la imaginación que trataras de aprovecharte de mí.
—Yo también confío en ti con los ojos cerrados cariño.
—Bueno pues ya está dicho todo y como te prometí que al volver te daría una sorpresa ¿te apetece venir al cumpleaños de Jose Luis?
—Claro que sí ¿Cuándo es?
—El viernes, te recojo a la salida del hospital y desde allí nos vamos.—me explicó.
—Estupendo.
—Pues vístete que nos vamos a cenar.
—¿No voy bien así?
—Para mí estás perfecta, pero no me parece conveniente que salgas a la calle así.—me dijo y es que estaba con una camiseta y en braguitas.
…/…
El viernes salí de trabajar un poco nerviosa pensando en la sorpresa de Esteban. A decir verdad no sé que tenía que ver ésta con el cumpleaños de Jose Luis. Me fui directamente a su coche y me monté, le di una beso y sin decir nada más arrancó y condujo en silencio. Me extrañó ver que se dirigía a su casa y le pregunté a dónde íbamos pero sólo me aclaró que dejaría el coche en el garaje y cogeríamos un taxi; la verdad es que me mosqueaba un poco tanto secretismo pero no hice ningún comentario.
Esteban sacó una maleta del coche y me miró sonriendo, paró un taxi, yo me metí dentro mientras el taxista y él guardaban el equipaje en el maletero del coche. Cuando el taxi se puso en marcha inicié una conversación intranscendente con Esteban con la idea de sonsacarle a ver a dónde íbamos, mientras hablábamos pasamos una señal indicadora de que íbamos hacia el al aeropuerto, cuando miré a Esteban preguntándole con la mirada me sonrió sin abrir la boca pero estaba segura de que el destino era el aeropuerto ¿a dónde pensaba llevarme Esteban? Me pregunté intentando controlar mis nervios.
Entramos en el aeropuerto, Esteban me dijo que le esperara en la cafetería mientras él compraba los billetes y facturaba el equipaje, no le hice ninguna pregunta aceptando su juego. Minutos después volvió y nos tomamos un café; pagó la cuenta y nos dirigimos a la puerta de embarque. Nos sentamos en un avión y esperamos el despegue, yo con el alma en vilo pues era la segunda vez que montaba en avión. Las azafatas cerraron las puertas y alguien anunció por el altavoz la altitud a la que volaríamos, el destino y la hora prevista de llegada, entonces fue cuando me quedé muda mirándole a Esteban — ¿a Paris? — Le pregunté tartamudeando, el se tronchó de risa al ver la cara que tenía. ¡Dios mío iba a Paris! Para mí era como un sueño. Tardé un par de minutos en reaccionar y le dije que me pellizcara para saber que no estaba soñando; Esteban me miró sonriendo y me dio un beso de película.
El viaje a Paris lo hice con la cabeza sobre el pecho de Esteban y éste acariciándome el pelo, en silencio, además las sensaciones que me embargaban eran tan fuertes que sabía que si hablaba me echaría a llorar emocionada. En el aeropuerto de Orly tomamos un taxi y en un perfecto francés Esteban le dijo la dirección de destino al taxista. Minutos después nos detuvimos ante la puerta de un lujoso hotel de 5 estrellas nada menos, ahí sí que me llevé las manos a la cara y rompí a llorar emocionada; Esteban me abrazó. Una persona del hotel cogió las maletas del taxi y entramos tras él.
Allí, en el propio vestíbulo nos esperaban Jose Luis y Amelia, les saludé con un beso en la boca pero a él se lo día más largo pues se trataba de su cumpleaños. Me explicaron que la habitación era una suite, al ver que tenía una habitación a parte de la propia suite no pregunté dónde se alojarían Jose Luis y Amelia —Así es más intimo— me dijo Jose Luis abrazándome y le dijo a su mujer — ¿no te dije que es especial cariño? — Sí, es especial — le ratifica Amelia. Esteban abrazó a Amelia y la besó en los labios con mucha ternura, era la primera vez que me fijaba en ese detalle y me sorprendió su gesto.
Mientras ellos se ocupaban de los detalles de la cena, Amelia me invitó a acompañarla de compras por el hotel, al parecer había que ir vestidos de etiqueta. Entramos en una boutique y miramos preciosos vestidos de marca “Versace y Channel”, ninguno tenía las etiquetas con los precios y le dije a Amelia que sería para que no le diera un infarto a la gente al enterarse. Amelia sonrió pero no me hizo mucho caso pues estaba interesada por dos vestidos negros de tela vaporosa con adornos de brillantes, Escogió uno y dijo que me lo probara pero al ver que era de marca no quise diciéndole que no podía permitirme un vestido así, ella insistió con una sonrisa encantadora y al final no me quedó más remedio que entrar en el probador.
Me desnudé dejándome puesta la ropa interior y me puse con mucho cuidado el vestido temiendo que fuera a rasgarlo. Al mirarme en el espejo vi horrorizada el mal efecto que me hacia la ropa interior, por otro lado, el vestido era tan transparente que no deja nada a la imaginación salvo en la entrepierna, donde tenía un pequeño forro que hacia esa zona opaca a las miradas indiscretas. Me quité la ropa interior y salí del probador para decirle a Amelia que lo consideraba muy atrevido pero al verla con un vestido igualito que el mío me callé, porque estaba igual de desnuda que yo. Amelia me dio el visto bueno al vestido con un —Te queda perfecto— y acercándose a mí me dijo al oído —te recomiendo querida que vayamos a depilarte el “felpudo” porque la sombra que te hace en el vestido queda muy fea, entonces reparé en que ella estaba totalmente depilada ahí.
Una señorita se acercó a nosotras trayendo dos sandalias de tiras doradas, las dos nos las probamos quedando satisfechas. Amelia le dijo algo en francés a la señorita y al salir de los probadores ésta se hizo cargo del calzado y los vestidos. Nos dirigimos al mostrador y Amelia entregó su tarjeta “Visa Oro” a la dependienta, cuando vi la cifra que marcaba la caja registradora me sentí mareada, Amelia me dio unos golpecitos de ánimo en la espalda. Salimos de la tienda y nos dirigimos a un centro de belleza. Amelia volvió a hablar en francés a la señorita que nos atendía, me pareció que la conocían por la familiaridad con le trataban. Tuvimos que esperar un poquito. De una puerta muy bien disimulada con la decoración del local asomó una señorita indicándonos que podíamos pasar; me extrañó que tuviéramos que entrar por ahí, habría jurado que la entrada era la que tenía un arco bien visible exhibiendo el nombre de la casa de belleza. La señorita nos condujo a una espaciosa sala decorada con tonos cálidos, en el centro vi dos camas de aproximadamente un metro de ancho. Amelia me indicó que me desnudara y al poco tiempo entró la misma señorita, ésta habló con Amelia en francés pero no sé lo que decían, sólo reconocí el “Oui” de la chica asintiendo con la cabeza.
Me tumbé desnuda en la cama en el mismo momento que entraba una chica joven y muy guapa, parecía una modelo. Ésta se puso unas gafas oscuras, cogió un aparato y empezó la fotodepilación, axilas, brazos y piernas. Al llegar a mi pubis, la chica procedió a afeitármelo primero con una maquina, después humedeció la zona con un paño caliente y acto seguido me afeitó el resto de vello. La verdad es que a pesar de mi experiencia me sentí un poco avergonzada por tener que espatarrarme delante de esa joven. La chica procedió de nuevo con el aparato en la zona del pubis, las ingles y el interior de mis muslos; cuando acabó me di la vuelta para que me hiciera lo mismo en el culo. Noté que me rozaba el esfínter varias veces y me estremecí, miré a la chica un poco avergonzada pero ella me sonrió comprensiva y continuó su trabajo. Sería muy profesional no lo discuto pero a mi juicio me daba la sensación que me acariciaba el esfínter más de la cuenta aunque guardé silencio ante la sensación tan agradable que tenía.
Más tarde, la chica dejó el aparato y se quitó las gafas por lo que supuse que había terminado, entonces se untó las manos con un aceite muy aromático y comenzó a masajearme la nuca, bajando poco a poco hasta el culo, me estrujó las nalgas varias veces, luego me las abrió y extendió el aceite por el interior acariciando el esfínter con delicadeza. Por mucho que quería aguantarme al final se me escapó un gemido, Amelia se puso a la altura de mi cara y me dijo: —Pepa relájate y disfrútalo— y de repente noté la lengua de la joven lamiéndome despacito el interior de las nalgas, después introdujo la punta de su lengua en mi ano varias veces y muy deprisa, el placer hizo que separara las piernas, circunstancia que la muchacha aprovechó para meterme dos dedos dentro del ano; los movió un minuto y me metió otro dedo más. los dedos de la chica no me molestaban en absoluto, al revés, me estaban excitando; la chica continuó un rato más y me sacó los dedos, se acercó a un pequeño lavabo y vi que se lavaba las manos. Alcé la cabeza para hablar con Amelia pero ésta se agachó también y me besó en los labios.
Me estaba besando con Amelia y no me di cuenta de que la joven volvía hasta que me puso la palma de una mano en la vulva para restregármela, aquello era demasiado para mí, me puse de lado para estar más cómoda, cogí a Amelia por el cuello y le metí la lengua dentro de la boca abandonándome por completo a aquella experiencia. Hubo un momento en que pensé que a lo mejor la joven se nos unía pero no fue así, la chica me metía dos y tres dedos dentro de la vagina y luego me masturbaba el clítoris frotándomelo con la yema de un dedo, para entonces Amelia se había abierto la camisa y yo le chupaba los pezones alternando uno con otro, cuando Amelia empezó a pellizcarme los pezones sentí avivarse una sensación muy intensa en mi interior, era como si me creciera una ola de placer en el vientre y estuviera conectada con mis ovarios y mi coño; arqueé la espalda, la ola creció y creció cada vez más y, cuando la agonía del placer se hizo insoportable explotó provocándome un éxtasis brutal, lo mismo que hace una ola cuando te envuelve, sólo que a mí me temblaba el cuerpo entero hasta que poco a poco me fui relajando.
La joven me miró sonriendo y luego miró a Amelia que seguía con las tetas fuera, ésta abrió su bolso y entregó un billete de 100 euros a la chica que besó en los labios a Amelia agradecida, también me besó a mí antes de salir de la sala.
—Bueno ¿qué te ha parecido? —me preguntó Amelia.
—Maravilloso, aunque me supongo que esto no será lo normal.—contesté.
—Por supuesto que no, digamos que ha sido un extra que he querido añadir a tu depilación.
—Te estoy muy agradecida por todo Amelia —dije incorporándome para sentarme en el borde de la camilla con los pies colgando— pero quiero ser honesta contigo, no tengo suficiente dinero para pagarte, ni el vestido, ni los zapatos ni la depilación porque me imagino que el dinero que le has dado a la muchacha era la propina.
—Así es, y tú no me debes nada, lo he hecho por capricho.
—Te lo ha mandado Esteban ¿no?
—No Pepa, él no me ha mandado nada.
—Entonces ¿por qué Amelia?
—Ya te lo he dicho, considéralo un regalo de Jose Luis y mío.
—Eso no me vale, soy yo la que tendría que tener un detalle con él por su cumpleaños, no vosotros.
—Por favor Pepa no insistas más y por el regalo de Jose Luis no te preocupes para nosotros es un placer invitarte.
—No entiendo nada.—dije bajándome de la camilla.
No dije nada más, no quería parecer una desagradecida pero tampoco me gusta que me traten como a una niña. Amelia me dijo que me duchara antes de vestirme pues aún debíamos ir a chapa y pintura, al ver mi cara de extrañeza me aclaró que así le llama al peinado, laca de uñas y maquillaje; me eché a reír y me vestí.
En el mismo local nos sometieron a todo eso; a mí el estilista me recomendó cortarme el pelo a la altura de los hombros y teñírmelo de rubio platino, yo no estaba muy segura de querer teñirme por muy profesional que fuese no me imaginaba teñida de “Marilyn”, pero el tío me hizo allí mismo una fotografía y a los pocos minutos le pasaron un portátil donde aparecía mi cara con el pelo ya teñido, viendo el resultado le di la razón; me encantó esa tecnología lástima que las peluquerías normales no la tengan.
Tres horas después regresamos a la suite reuniéndonos con Esteban y Jose Luis que ya nos esperaban vestidos. Silbé de admiración al ver a Esteban vestido con smoking y éste al verme se quedó tan asombrado que me metí en la habitación con Amelia sin darle tiempo a decir nada. Los paquetes de las compras estaban sobre la cama. Ambas nos desnudamos en un santiamén y nos colocamos el nuevo vestido sobre nuestro cuerpo desnudo, nos pusimos las sandalias y añadí a mi vestimenta la pulsera que Esteban me había regalado abrochándomela en el tobillo derecho. Quedaban dos cajas grandes sin abrir sobre la cama pero como Amelia no les dio importancia, yo tampoco.
Al salir de la habitación Esteban volvió a quedarse mudo al verme con el vestido y mi nueva imagen, me acerqué a él sonriéndole y al ver movimientos por dentro del pantalón en la zona de su entrepierna le pregunté abiertamente si se estaba empalmando; me reconoció que sí, no puede evitarlo; Jose Luis estaba a su lado y el bulto de su entrepierna era tan patente que no hizo falta preguntarle.
—Cariño no irás a presentarte así. — dijo Amelia riendo.
Antes de que el bueno de Jose Luis contestara le metí la mano por dentro de los pantalones y los calzoncillos, le acomodé los huevos y le puse la polla hacia su derecha —¿así está bien?— pregunté mirando a Amelia y Tanto ella como Esteban miraron y dieron su conformidad; sin embargo el pobre Jose Luis se había quedado sin habla por lo que le di un ligero beso en los labios. Bajamos a cenar al mismo restaurante del hotel.
—Si llego a saber esto no me pongo éste vestido.—susurré a Esteban acalorada por cómo me miraban algunos hombres al entrar en el restaurante.
—Si pudieran te comerían aquí mismo— me susurró Esteban que caminaba orgulloso a mi lado.
—Tú lo has dicho mi vida “Si pudieran” el problema es que te pertenezco a ti exclusivamente.— contesté. Esteban me besó en la mejilla y al mirarme vi el amor reflejado en sus ojos.
La cena fue exquisita y en poca cantidad para no excederse, tampoco soy una persona de comer mucho, sólo lo necesario para mantenerme. Casualmente antes de que llegaran los postres Jose Luis y Amelia se excusaron y se levantaron dejándonos solos, cosa que me extrañó mucho, encima Esteban me miraba de una manera que no pude identificar. Amor, admiración, orgullo y felicidad, toda esa mezcla de esas sensaciones es lo que a mi entender reflejaban los ojos de Esteban en ese momento.
—A partir de ahora tendrás que pensar en el camino que vas a tomar cariño.—dijo de pronto.
—No Esteban, no tengo que pensar nada, desde hace un tiempo ya tengo decidido lo que quiero hacer, lo primero es hablar con Pedro sobre el divorcio en cuanto lleguemos a Madrid.
—Me dijiste una vez que te enamorara ¿te acuerdas? —me preguntó, yo asentí con la cabeza y no sé porque empecé a ponerme muy nerviosa.
De pronto Esteban sacó una cajita del interior de su chaqueta, levantó la tapa mostrando el contenido y dijo: —No sé lo que opinarás tú pero yo creo que he cumplido esa promesa, por eso te pregunto aquí y ahora si quieres casarte conmigo.—
Yo ya estaba llorando de felicidad desde el momento que empezó la frase y me tuve que tapar la boca con la servilleta para ahogar los sollozos, así que incapaz de pronunciar una sola palabra asentí con la cabeza apretando con fuerza el brazo de Esteban, un minuto después tomé aire profundamente para tranquilizarme un poco y le contesté “Sí quiero”, lo dije con la poca voz que me quedaba pero fue lo suficientemente clara para que me oyera. Él se levantó de su asiento acercándose, me puso de pie y me besó en la boca apasionadamente; al separarnos vimos que el camarero nos observaba impertérrito con la bandeja de los postres en una mano.
Esteban le dijo algo en francés y éste sonrió contestándole —Nos ha felicitado y le he dado las gracias— me aclaró, no pude decir nada pues aún me costaba hablar. Nos sentamos y el camarero sirvió los postres; detrás de él aparecieron milagrosamente Jose Luis y Amelia muy sonrientes.
—La chica ha aceptado, ¡lo sabía! Mi enhorabuena— dijo Jose Luis tendiéndole la mano a Esteban, Amelia también nos felicitó y le dio un beso en la boca a Esteban, los dos juntaron sus lenguas con el beso; Jose Luis me besó de igual manera.
—Lo sabíais y no habéis dicho nada, sois unos tramposos.—le dije.
—Entiéndelo cariño, no podíamos decirte nada, era un asunto muy personal que no requería de nuestra presencia.
—A mí no me importa que hubierais estado presentes.—dije agarrando una mano de Amelia con cariño.
—Ya lo sé.—contestó ella dándome unas palmaditas en la mano.
Me encantaba la forma de ser tan dulce de Amelia y el carácter campechano de Jose Luis, les estaba cogiendo cariño. Nos tomamos el café y nos levantamos pero nadie dijo a donde iríamos —subo yo a la habitación a por los abrigos de las damas—dijo Jose Luis. Yo miré a Esteban un poco apurada, tiré de la manga de su chaqueta para que se agachara un poco y le dije que no había traído ropa apropiada para el vestido que llevaba. Esteban me sonrió dándome unos golpecitos en la mano sin decirme nada, al poco regresó Jose Luis con dos preciosas capas negras con forro rojo que puso sobre mis hombros y los de Amelia, entonces me acordé de las dos cajas grandes que habían quedado encima de la cama.
—Muchas gracias, no sé qué decir es tu cumpleaños no el mío.— le dije embargada de emoción.
—De nada cariño, y no te preocupes por mi regalo, te agradecería que lo guardaras para el final, cuando estemos en la habitación—me dijo Jose Luis guiñándome un ojo.
Salimos del hotel y me llevé otra gran sorpresa al montarnos en una limusina. No sé a dónde íbamos ni me importaba, el chofer nos paseó por varias calles comerciales, incluida la orilla izquierda del Sena que según me explicaron era la más elegante de Paris. Pasamos cerca de la Torre Eiffel que al ser de noche estaba iluminada.
—Deslumbrante ¿verdad? —me dijo Esteban.
—Tus ojos me deslumbran mucho más—le dije.
El chofer paró en la puerta misma del “Moulin Rouge”, nos sentamos a una mesa, bebimos champan y brindamos a la salud de Jose Luis viendo el maravilloso espectáculo que ofrecían. Regresamos al hotel a las dos y media de la madrugada, riendo con los chistes de Jose Luis y con la felicidad anclada definitivamente en mi corazón. Subimos a la suite y Esteban encargó champán por teléfono al servicio de habitaciones. Brindamos por la felicidad de Esteban y mía y por el cumpleaños de Jose Luis. Esteban que me tenía abrazada por la cintura abrazó también a Amelia y la besó en la boca despacio. Les miraba cómo se acariciaban cuando sentí las manos de Jose Luis en mis pechos y su boca besándome el hombro y el cuello. Tuve un escalofrío de placer, eché la mano hacia atrás y agarré la polla de Jose Luis por encima del pantalón, sobándola y apretándola, detrás de mí él me subió el vestido con cuidado y yo me lo sujeté en la cintura, su mano acarició mi muslo, separé las piernas y empezó a tocarme el coño; Amelia y Esteban nos miraban y el morbo aumentó mi excitación, además, la polla de Jose Luis se endurecía en mi mano añadiendo más placer.
Los cuatro fuimos directos a la gran cama, allí Jose Luis deslizó los tirantes del vestido por mis hombros y éste cayó a mis pies quedando desnuda. Jose Luis me atrapó un pezón con su boca y Esteban el otro con la suya, ambos empezaron a succionar, Amelia se agachó para recoger mi vestido y se quitó el suyo para unirse a nosotros, me sujetó por las nalgas y metió la cara entre mis piernas lamiéndome el coño y frotándome el clítoris con la punta de su lengua; los tres se ocupaban de ponerme muy cachonda; yo sobaba las pollas de ambos hombres por encima del pantalón.
Paramos un momento para que ellos se desnudaran, Amelia se iba a encargar de a Esteban, yo de Jose Luis pues quería hacerle un buen regalo, le quité los pantalones, los calzoncillos y me quedé sumisa arrodillada ante él que me miraba con ojos de deseo, le agarré por el culo para acercarle más a mí y empecé a lamerle los testículos; entonces Esteban y Amelia me rodearon diciendo que jugaríamos al corro, no sabía lo que era eso pero tampoco había que ser muy listo para imaginarlo ¿no? Así que continué chupándole los huevos a Jose Luis y con las manos pajeé a Esteban y masturbé a Amelia, lo gracioso del asunto es que ellos tres se pusieron a contar despacio, al llegar a 10 rotaron quedando Esteban frente a mí y Jose Luis y su mujer a ambos lados de mi cuerpo por lo que me tocó chuparle los huevos a Esteban, pajear a Jose Luis y masturbar a Amelia. Volvieron a contar hasta 10, Amelia quedó frente a mí y los dos hombres a mis costados; sujeté a Amelia por el culo, le lamí el depilado coño torturando su clítoris con mi lengua al tiempo que le metí un dedo en el culo, si en vez de contar hasta 10 hubieran continuado hasta el 20 Amelia se hubiera corrido en mi boca, pero me tuve que poner de pie para que otra persona ocupara mi lugar.
Y Amelia ocupó mi lugar chupando primero la polla y los huevos de Esteban, luego la de Jose Luis y luego mi coño con el que se cebó tanto tiempo que a punto estuve de correrme. Cuando le llegó el turno después a Jose Luis se me disparó el morbo al ver como chupaba la gran polla de Esteban y a juzgar por los gemidos de éste lo hacía muy bien. También Amelia gimió y jadeó de lo lindo con la boca de Esteban, sin embargo me resultó raro ver a Esteban comiéndole los huevos y la polla a Jose Luis, el morbo desapareció instantáneamente y la lívido también de no ser porque cuando Esteban se puso de pie los tres me miraron; no hizo falta que me dijeran nada, me tumbé en la cama con las piernas abiertas.
Jose Luis se colocó un anillo en la polla y con la estimulación de Amelia le engordó un montón, fue primero en penetrarme y aunque lo hizo despacio le sentí muchísimo más que otras veces. Me follaba raspándome las paredes de la vagina con sus hinchadas venas, mientras, Amelia le mamaba la polla a Esteban para que no perdiera la erección. Me la sacó antes de que me corriera. Le sustituyó Esteban que de un solo empujón me metió su pollón hasta el útero. Amelia le mamó la polla a Jose Luis manteniéndole la erección. Esteban me folló despacio pero yo estaba tan excitada que bastaron unos pocos minutos para que me corriera.
Mientras me recuperaba Amelia se tumbó a mi lado y miró a Esteban, éste acudió a su llamada silenciosa metiéndose entre sus piernas abiertas y la penetró profundamente haciéndola jadear al instante, yo no quería conformarme con mamarle la polla a Jose Luis así que me puse a gatas en la cama para chuparle las tetas a Amelia, Jose Luis se puso detrás de mí enchufándomela en el coño y empezó a follarme con potencia. Amelia y yo gemíamos a coro. A veces Esteban la chupaba las tetas, otras, él y yo nos morreábamos; así estuvimos un rato, el caso era gozar cuanto más mejor. Nos detuvimos para cambiar de postura, yo me tumbé de lado, Amelia hizo lo mismo pegada a mí pero al contrario, como si hiciéramos un 69, ahora Jose Luis me follaba y yo podía chuparle el coño a ella y la polla a Esteban; Amelia hacia lo mismo conmigo y su marido. La postura era muy cómoda y el placer inaguantable, no duramos mucho tiempo, Amelia y yo nos corrimos casi a la vez.
Volvimos a cambiar de postura, Amelia se quedó tumbada y yo me puse encima haciéndole un 69, las dos nos lamimos la dilatada vagina arrebañando el jugo que manaba del interior, enseguida Jose Luis se puso detrás de mí ensalivándome el esfínter y me la enchufó por el culo, se quedó quieto para que pudiera chuparle la polla a Esteban y mirar cómo se la metía a Amelia por el culo, y a continuación empezó a encularme con bastante ritmo; a veces, Esteban se la sacaba a Amelia para dejarla descansar un poco y me quedé asombrada al ver el impresionante agujero que le había abierto. Los cuatro gozamos a tope, pero ellos estaban mucho más deseosos por correrse que nosotras, calculo que un cuarto de hora después nos pidieron que las dos nos pusiéramos bocarriba, Jose Luis y Esteban empezaron a menearse las pollas y casi al unisonó empezaron a correrse en nuestras caras. No me gustó esa experiencia y lo dije. Mi protesta no se debió a que me hubieran puesto perdida de lefa, sino porque me recordaba a lo que me pasó con los ocho tíos en la segunda orgia; además al lavarnos se nos quitaría el maquillaje y la pintura.
Amelia me miró un poco extrañada pero no dijo nada, seguramente me lo diría cuando estuviéramos en el baño, aún así, me retiré el pringoso semen de los ojos y chupé la gordísima polla degustando parte de su corrida, al ver que tenía el capullo completamente amoratado le dije a Jose Luis que se quitara el anillo y como él no podía se lo hice yo. A mi lado Esteban acariciaba la cabeza rubia-platino de Amelia y ésta le mamaba la polla con mucho cariño.
Dejamos a los hombres tumbados en la cama y nos fuimos al baño para lavarnos. Como suponía al estar las dos solas fue cuando Amelia me preguntó, pero primero se lavó la cara con jabón.
—Pepa ¿por qué has reaccionado así cuando se nos han corrido en la cara? —dijo secándose la cara con una toalla. Levanté la cara enjabonada del lavabo y la miré a través del espejo.
—Es que tuve una mala experiencia en una orgia —mientras me aclaraba con agua le conté la experiencia que había pasado en manos de aquellos ocho cerdos.
—No puedo imaginar por lo que tuviste que pasar.—Amelia me abrazó.
Y me llevó hasta una silla donde se sentó e hizo que yo me sentara encima de sus piernas. Me trataba como si fuera una jovencita en vez de una mujer hecha y derecha con casi sus mismos años, lo sorprendente es que lejos de sentirme incomoda con ese trato, descubrí que me encantaba que lo hiciera. Y eso es porque en el fondo de nuestro corazón aún permanece el niño que fuimos una vez. Con la cabeza apoyada en el cuello y su hombro repasé en voz alta las sensaciones que tuve ese fatídico día.
—Pasé rabia al sentirme impotente para detenerlos. Asco por tener que consentir todo aquello. No imaginas lo humillante que fue para mí tener que mear a la fuerza mientras ellos me sobaban el coño como si éste fuera un objeto y no parte de mí, ni lo denigrada que me sentí cuando ellos se me mearan encima riéndose como una jauría de cerdos.
—Calla por favor Pepa —dijo meciéndome despacito— no sigas, por más que lo intente no puedo imaginarme eso.
—Quiero hablarlo, me hace mucho bien hablarlo contigo Amelia, no te imaginas lo que supone para mí tenerte como amiga.
—A partir de ahora seré más que eso si tú quieres.—me extrañó que dijera eso pero lo entendí porque formaba parte de ese momento íntimo.
—Me echaron del reservado de una patada y escupiéndome un montón de insultos. Deambulé como perdida, no sé, esperaba que alguien me viera y acudiera en mi ayuda, pero todos estaban tan entretenidos que no me prestaron atención. Y entonces apareció Esteban de pronto y se hizo el milagro. Yo me había quedado prendada de él el primer día aunque reconozco que también muy escocida —las dos reímos— ese día le había buscado con la mirada entre todas las personas y me llevé una enorme decepción al no verle, por eso cuando le sentí detrás de mí, noté que mi corazón se llenaba de él y eso que yo no creo en el amor a primera vista.—Puntualicé.
—Es que lo vuestro fue amor al primer pollazo.—solto Amelia y empezamos a partirnos de risa.
—¡Y qué pollazo, madre mía! —exclamé en medio de las risas.
—Había ido con Laura, la mujer de Antonio, aunque ya no es su mujer es la pareja de mi marido.
—Joder Pepa me he perdido.—dijo riendo Amelia y se lo expliqué diciéndole que en cuanto llegáramos a Madrid llamaría a Pedro para empezar con el divorcio.
—¿Ya tienes abogado?
—No, Esteban me ha dicho que vaya al suyo pero no me parece ético aunque él no me comprende.
—Yo te entiendo perfectamente por eso se me ocurre que puedes utilizar el de Jose Luis y mío, seguro que en el bufete tienen a alguien para ese trámite.
—Te lo agradezco infinitamente pero no puedo aceptar. No quiero que te ofendas, el vuestro seguro que escapa a mis posibilidades financieras y no puedo seguir abusando de ti.—le dije.
—Pues me ofendes Pepa si no aceptas nuestra ayuda. —me dijo con un tono serio.
—Joder Amelia no me pongas en ese aprieto por favor.
—Escucha cariño, no tenemos por qué hacerlo pero es que nosotros somos así, ya te darás cuenta cuando nos conozcas más.
—En ese caso, gracias. —dije besándola en los labios. De pronto sonaron unos golpecitos en la puerta del baño y al no contestar se abrió la puerta entrando los dos hombres.
—Eh yo me apunto a eso.—dijo Jose Luis al ver que nos besábamos.
—Tenemos que mear, no aguantamos más ¿os importa? —preguntó Esteban.
—Adelante —dijo Amelia después de mirarme— pero hacedlo de modo que podamos verlo nosotras, y sujetaos el pito el uno al otro que me da mucho morbo.
Esteban y Jose Luis se colocaron a ambos lados de la taza del váter para que pudiéramos verlos, Esteban agarró con una mano el pene de Jose Luis, sin embargo éste le cogió la polla a Esteban con las dos manos y mirando hacia nosotras dijo:
—¿Cariño no nos hacía falta una manguera para regar el jardín?
—Esa manguera hace falta para muchas cosas más. —dije yo y nos echamos a reír todos.
Era excitante y muy morboso verles mear sujetándosela uno al otro. Esteban se la sacudió a Jose Luis que acabó el primero y éste empezó a masturbar un poco la polla que sujetaba; Esteban protestó y Jose Luis en vez de parar soltó una mano para acariciarle los huevos y bromear un poco, total que el pobre Esteban no pudo mear agusto al final.
Los cuatro salimos del baño y nos dirigimos a la cama. Por el camino cogí el paquete de tabaco y un cenicero, Jose Luis y Esteban la botella de champan y las copas. Amelia y yo esperamos a que ellos se acomodaran sentándose con la espalda apoyada en el cabecero de la gran cama; yo coloqué el cenicero en la mesilla y me senté en medio de las piernas abiertas de Esteban encendiéndome un cigarrillo, Amelia lo hizo en medio de las de su marido y me arrebató el cigarrillo de los dedos por lo que me encendí otro. Se inició una interesante charla sobre Paris en la que yo apenas hablé, sólo escuchaba, y además, como Esteban me acariciaba un pecho pues tampoco me apetecía mucho hablar, la verdad. Más tarde bebimos una última copa de champán y nos levantamos de la cama pues Jose Luis y Amelia dijeron que se retiraban a su habitación dejándonos solos a Esteban y a mí.
Me preguntó si era feliz, le respondí que mucho y me alcé de puntillas para lamerle los labios, Esteban me cogió por los sobacos atrayéndome hacia él y me besó en la boca con una pasión abrasadora. Sintiendo que me quemaba de deseo caímos sobre la cama y rodamos jugando, Esteban quedó encima de mí, le cogí la polla y puse la punta contra mi vagina. Me penetró muy despacito, saboreando cada milímetro del interior de mi vagina sabe que cuando hace eso me vuelve loca de deseo. Sus huevos chocaron contra mi culo rodamos otra vez hasta quedar yo encima de él, Esteban me rodeó la cintura con sus brazos y me hizo un ruego —Fóllame Pepa, haz que me vuelva loco— apoyándome en su pecho empecé a mover solamente las caderas, mi culo subió y bajo engullendo su polla en cada movimiento. Así me lo follé y cuando le susurré que iba a correrme me pidió que esperara un poco, eso me desconcertó y haciendo un gran esfuerzo logré evitar el orgasmo.
Esteban se incorporó hasta sentarse en la cama y yo encima de él con mis piernas apretándole los costados, me puso una mano en la nuca metiéndome el dedo anular de la otra mano en la boca para que se lo chupara, después me sacó el dedo y me lo metió por el culo haciéndome jadear de gusto. Y de esa forma me hizo el amor. Yo echada sobre su hombro, mordiéndole la carne cuando me corría y él mamándome una teta para estimular mi excitación hasta la locura. No sé cuantos minutos pasaron después, el caso es que cuando me estaba corriendo por segunda vez noté las contracciones de la polla de Esteban al eyacular. Me agarré a él con fuerza sintiendo como el semen fluía de su polla. Me llenó el coño de lefa a base de bien y casi inmediatamente empezó la relajación. Volvimos a besarnos saboreando el momento.
—Cariño puedes explicarme ¿por qué el orgasmo dura tan poco? — le pregunté.
—No puedo darte una explicación, ni lógica ni científica, lo único que sé es que cuando estoy dentro de ti y me corro algo en mi interior se transforma en esencia y es muy breve por eso es esencia, pero tan intensa es esa sensación que dura toda una vida. —su explicación me caló muy hondo y sin poder aguantarme más le dije: —Te amo como jamás he amado a nadie.
—¿Sabes? Amelia me ha dicho en el baño que utilice el abogado de ellos para mi divorcio.
—Pues hazlo, los conozco y sé que lo hacen de todo corazón.
—Eso es lo que me ha dicho ella cuando intenté negarme.
—¿Y por qué ibas a negarte?
—No me gusta abusar de las amistades y ellos ya han cumplido conmigo el cupo de amabilidad.
—No seas así con ellos Pepa, son excelentes personas y cuando se encariñan con alguien les gusta querer a esa persona.
—Yo también me he encariñado con ellos, no porque me regalen cosas sino por su forma de ser, me encanta Jose Luis por ser tan positivo y tan bromista pero sobre todo Amelia, no la conozco muy bien todavía pero me parece una persona especial.
—¿Por qué te parece especial Amelia?
—Por lo dulce que es, siempre tiene una maravillosa sonrisa en la boca, y por cómo se porta conmigo. cuando antes estábamos las dos solas en el baño me ha preguntado por qué me he reaccionado de la forma que lo he hecho cuando querías correros en nuestras caras.
—Ha sido una metedura de pata por mi parte, no había pensado en aquello que te pasó hasta que he visto como te ponías, perdóname cariño.—dijo besándome los labios.
—No tiene importancia. Bueno como te decía, cuando le he contado el incidente ¿sabes lo que ha hecho ella? se ha sentado en una silla y me ha hecho sentar encima de sus piernas para abrazarme y mecerme como a una niña mientras me desahogaba.
—Eso te demuestra lo cariñosos que son.
—De todas formas el gesto me ha desconcertado porque es lo mismo que hiciste tu conmigo aquel día ¿te acuerdas?
—Claro que me acuerdo, simple casualidad nada más.
—No, no es sólo eso, hay más cosas que no me concuerdan mucho por ejemplo: cuando le he dicho que lo mucho que suponía para mí contar con su amistad, ella me ha dicho que podían ser más que eso si yo quería.
—¿Y eso no te concuerda? —dijo él.
—No saques las cosas de contexto Esteban, te he dicho que hay más cosas, no sólo esa.
—Lo siento Pepa me he perdido, no sé a dónde quieres ir a parar, tendrás que explicarte mejor.
—Es que no quiero que te ofendas por si digo algo inconveniente.
—Prueba a ver.—dijo él.
—A parte de eso que te he contado está el hecho de que Amelia te conoce casi a la perfección, sabe muchísimas cosas de ti pero sólo me contado un poquito, además, me he fijado en cómo os besáis, tú lo haces con mucho cariño y en los ojos se te ve que la quieres, ella te besa y te mira con mucho amor, pero no un amor sentimental como el nuestro, éste es más grande y esa mezcla de amor y cariño que os tenéis es la que no me concuerda Esteban.
—¡Venga! Hazme la pregunta que estás deseando hacerme. —me dijo Esteban que ya empezaba a conocerme bien.
—¿Fuisteis pareja Tú y Amelia?
—¡Vaya eso no me lo esperaba!
—Cariño si te incomoda me cayo y ya está, a veces hablo de más.
—No es eso Pepa, es que no me has hecho la pregunta que yo me esperaba, casi tienes resuelto el enigma que no te concuerda pero te has equivocado al preguntar. Amelia nunca fue mi pareja porque yo soy su hijo y Jose Luis mi padre. Pensaba decírtelo mañana pero te me has adelantado, tu cabecita razona de maravilla y eso me encanta.
—¡Jo…der! —atiné a decir sólo eso de lo sorprendida que estaba.
—¿Qué pasa, te supone eso un problema? —preguntó un poco alarmado.
—A mí para nada, perdona cariño es que estoy asombrada y no sé qué decir.
—Di lo que piensas, como qué te parece, o si lo ves raro, pero di algo por favor.
—Es que yo no soy quien para juzgar a los demás, en cuanto a que tus padres y tú tengáis sexo tan abiertamente me parece extraordinario, no puedo decir que me parezca raro puesto que tu y yo nos amamos y sin embargo tenemos sexo libremente con quien nos apetece, eso para alguien normal sería muy raro.
—Bueno por lo menos me has dado una opinión, mañana hablaremos de esto y te aclararemos todas las dudas.
—Como quieras. Pero antes debes saber una cosa. —le dije con la intención de gastarle una broma.
—¿El qué? —preguntó un poco serio.
—Que tu padre folla que da gusto.—dije rompiendo a reír.
Esteban también rompió a reír y empezó a hacerme cosquillas, yo que tengo muchas empecé a retorcerme por la cama sin parar de reír, el me torturó hasta que le supliqué que parara porque si seguía me iba a mear. Entonces paró, se puso de pie y caminó hasta el baño para regresar enseguida con dos toallas que extendió encima de la cama.
—¿Se puede saber para qué has traído estas toallas? —pregunté intrigada.
—Para un experimento, si quieres que no vuelva a hacerte cosquillas —dijo moviendo los dedos de la mano como si fueran garras— tendrás que rendirte y cumplir el deseo que yo quiera.
—¿Quieres jugar? Espera que voy a mear y cuando vuelva jugaremos.
—No señora, tú de aquí no te mueves.
—Esteban que te lo digo en serio, que si me haces cosquillas me meo en la cama. —le advertí.
—Pues te meas, pero hasta que no te rindas no paro. —dijo sin hacer caso de mi advertencia.
Estábamos frente a frente sobre la cama, intenté burlarle echando el cuerpo hacia mi izquierda y cuando él se tirara a por mí yo retrocedería, saltaría de la cama al suelo y correría hasta el baño. Era un plan sencillo y según dicen los planes sencillos siempre triunfan. Hice la maniobra de despiste como pensaba, amagué con ir por la izquierda, pero antes de que pudiera enderezarme y retroceder el tramposo de Esteban se lanzó a mis pies y como es tan largo me los bloqueó sin ningún problema. caí de rodillas y el gateó rápidamente, se puso encima y empezó a torturarme con las cosquillas. Rompí a reír de nuevo y me di cuenta que contra más me reía más perdía las fuerzas, no me quedó más remedio que rendirme.
—¡Me rindo, me rindo! —Exclamé dos veces y esteban paró.
—Muy bien, ya sabes lo que te toca, tienes que cumplir un deseo mío.
—Vale dime ya ese dichoso deseo que me estoy meando.
—Deseo que te sientes encima de mi cara y que empieces a mear.
—¡Estás loco!, ¿cómo voy a mearte?, no seas guarrito.—dije pero me traicionó la risa.
—Te lo digo en serio cariño.
—Pero ¿es que no te da escrúpulo? —pregunté para estar segura.
—Cómo va a darme asco algo que sale del cuerpo de mi amada, pero si te he chupado el culo mil veces.
—Cariño eres un pervertido, me preocupas. —dije sin parar de reír. Esteban me abrazó y me besó la punta de la nariz.
—¡Méame! Déjame ver como se te abre la vagina con los esfuerzos, te meteré la lengua, vamos cielo. —dijo excitado.
Yo también estaba muy excitada, seguramente más que él, además para eso había colocado las toallas sobre la cama. Me puse encima de su cara y a los pocos segundos empecé a mear, el alivio que sentí fue instantáneo. Lo que pasa es que no tengo tanta precisión como un hombre, le meé la cara, la boca y el pecho y, porque la polla estaba fuera de mi alcance sino también se la hubiera meado. Cuando terminé cumplió su promesa, me metió la lengua en la vagina sorbiéndome el líquido de su interior y luego estuvo un buen rato lavándome el coño con su lengua; paró en cuanto vio que empezaba a excitarme cada vez más.
—Si te apetece mearme puedes hacerlo, soy tan pervertida como tú—le dije mirándole a los ojos.
—¿De verdad no te importa? —preguntó encantado, demostrándome cuanto lo deseaba.
—¿Cómo va a importarme cariño? Yo también te he demostrado que no hay nada de ti que pueda rechazar ¿no?
—Sí—
—Entonces no te cortes, agárrate el rabo y échame una buena meada cariño, marca tu territorio para que todos sepan que soy tuya.
—¡Dios Pepa!, ¿de dónde te sacas esas cosas que dices?
—De la imaginación y del deseo que siento en este momento.
—Pues me pones muy cachondo cuando dices esas cosas.
—Si quieres a partir de ahora te diré todas las burradas que se me ocurran, según la ocasión, pero te advierto que soy un poco pervertida
—Me encanta que seas así Pepa— dijo Esteban.
Me tumbé encima de las toallas húmedas y él de pie encima de mí, con las piernas a los lados de las mías, se sujetó el rabazo con la mano izquierda y a los poco segundos empezó a fluir el liquido caliente. El chorro empezó en mi pecho, bajó hasta mi coño y volvió a subir hasta mi cuello, me incorporé para que me callera dentro de la boca y le miré con cara de deseo mientras me meaba, cuando acabó le limpié la polla con la boca, enrollamos las toallas mojadas y fuimos juntos al baño.
Desperté al día siguiente sintiendo la caricia de una lengua en el esfínter de mi culito, era tan deliciosa la caricia que permanecí bocabajo todo el tiempo que pude. Sabia que no era Esteban pues dormía a mi lado plácidamente, así que por eliminación tenían que ser o Amelia o Jose Luis, me daba igual quien fuera de los dos lo único que me importaba es que me estaba poniendo muy cachonda y cuando ya no pude aguantarme más me di la vuelta poniéndome bocarriba, entonces vi que era Jose Luis. Éste se agachó para besarme el coñito y al comprobar que lo tenía muy mojado se agarró la polla que ya estaba dura gracias a Amelia y me la clavó hasta el fondo. Amelia se puso de rodillas encima de mi cara por lo que le chupé el coño. Con los gemidos y movimientos despertó Esteban que rápidamente se puso delante de Amelia para que ésta le pusiera la polla dura, cosa que consiguió en pocos minutos pues él se estimulaba también mirando como Jose Luis me follaba. No sé si Esteban tiene superado el morbo por follar con ellos pero a mí me daba un morbo brutal follar con ellos sabiendo quienes eran en realidad. Amelia estaba encima de mí formando un 69 y cuando Esteban la empezó a penetrar no me perdí ningún detalle, es más, a medida que la polla de Esteban se metía en la vagina de Amelia yo puse la lengua para lamerle el tronco. Jose Luis aumentó el ritmo de la follada. En pocos minutos Amelia y yo nos corrimos, Esteban sacó la polla y me la puso en los labios, la agarré chupando y lamiendo el capullo, en ese momento oí los jadeos de Jose Luis que se estaba corriendo en la boca de su mujer, minutos después Esteban me llenó la boca de lefa a mí.
Los cuatro desayunamos en la cafetería del hotel, allí Esteban les contó que ya sabia que eran sus padres. Amelia me explicó que lo mantenían en secreto por dos razones: una era porque Esteban quería que labrarse un futuro como cirujano y qué mejor manera de ayudarle que mantenerse al margen, ya que ellos tenían ya cierta fama, la otra razón era tan obvia que no hizo falta que me lo explicara; porque ¿entendería la gente la relación que mantenían los tres?, lógicamente yo me comprometí a no desvelar a nadie ese pequeño secreto familiar.
Por ultimo me gustaría destacar que conocí un poco la ciudad de Paris. Tuvimos que vestirnos de etiqueta para comer más tarde en el que dicen es posiblemente el mejor restaurante de la ciudad: “La tour d’Argent o La Torre de Plata”. Subí a la Tour Eiffel y cené y baile en famosísimo “Moulin Roge”. El domingo abandonamos la habitación; Jose Luis se hizo cargo de la que supongo cuantiosa cuenta de nuestra estancia; más tarde, en el avión de regreso a Madrid iba soñando despierta.
—Fin de la 8ª parte—
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