Mi segunda oportunidad-7

El despido de Pedro es agobiante pues el hombre se siente enjaulado sin hacer nada, Laura echa una mano a su amiga y se ofrece para enseñar a Pedro a cocinar y con el tiempo a más cosas, ya que el roce hace el cariño.

Mi segunda oportunidad

Por Jaypaka

—7—

El despido de Pedro es agobiante pues el hombre se siente enjaulado sin hacer nada, Laura echa una mano a su amiga y se ofrece para enseñar a Pedro a cocinar y con el tiempo a más cosas, ya que el roce hace el cariño.

El despido de Pedro suponía una gran prueba para Esteban y para mí, por otro lado nos venía bien para saber si lo nuestro era definitivo o no. Había pasado una sola semana en casa y Pedro ya parecía un león enjaulado, no se adaptaba a su nueva situación y el no saber qué papel debía desempeñar le angustiaba y a mí me estresaba, tanto ir y venir sin saber lo que hacer me ponía de los nervios; el colmo ocurrió tres días después, Pedro se acercó a la oficina del INEM para preguntar no sé qué y allí  para darle ánimos le dijeron que no se preocupara, ya que cuando agotara el paro tendría una ayuda durante 6 meses y después le prejubilarían. Esa fue la puntilla que le dejó al borde de la depresión.

La semana había pasado muy despacio para mí que sólo había visto un día a Esteban, le echaba muchísimo de menos, le añoraba tanto que a veces el dolor que sentía en el pecho me hacia llorar, pero me aguantaba. —Sé fuerte Pepa— me decía una y otra vez. El sábado pasamos a casa de Antonio y Laura y al poco tiempo observé que Laura estaba muy dicharachera con Pedro hablándole de recetas de comida, ya había notado que parecía animado prestándole atención a Laura. Me levanté a por un vaso de agua y al volver comprendí por qué Pedro estaba tan atento, Laura tenía la camisa más desabrochada de lo normal, al hablar gesticulaba mucho y como no llevaba sujetador las tetas se le salían un poco y se volvían a esconder, como si jugaran al escondite con Pedro. Antonio también se había fijado en eso y al pasar por su lado me hizo una seña, me agaché y me dijo al oído en voz baja que si le hacía una paja con mamada, por los viejos tiempos.

Menuda jeta le echaba, me le quedé mirando con mala cara y le dije que no recordándole que aún no se me había olvidado que había querido ligar conmigo tratando de engañarme, Antonio me tiró del brazo insistiendo, le fulminé con la mirada y le dije que no se pusiera pesado, pero a la segunda vez que insistió tuve que acceder sino, Pedro se habría dado cuenta de que algo pasaba, como estaba de espaldas a mí, mediante señas le dije a Laura que le iba a hacer una paja a su marido y me senté. Minutos después Antonio dijo que iba al baño de arriba, subió unos cuantos escalones y enseguida retrocedió con cuidado para que Pedro no se diera cuenta, cinco minutos después, yo me excusé diciendo que tenía que ir al baño, me levanté y fui al de abajo donde ya me esperaba Antonio.

—Eres un pesado ¿qué pretendías que todo el mundo se enterara? —le dije nada más entrar.

—Lo siento Pepa, me he puesto cachondo al ver como tu marido le miraba las tetas a Laura.

—¡Venga, sácate la polla! Cuanto antes empecemos antes terminaremos.

—¿Es necesario que seas tan fría conmigo? te he pedido perdón muchas veces.

Me sentí un poco avergonzada porque tenía razón, desde que me enteré no he vuelto a tener sexo con él ni pensaba tenerlo en el futuro y, como no soy una persona rencorosa me acerqué a él y le bajé la cremallera de la bragueta, metí la mano dentro y le toqué la polla, Antonio intentó besarme pero le rechacé diciéndole que nada de besos. Le saqué la polla afuera y se la empecé a menear. Cuando llevaba unos minutos noté su mano por dentro de mi falda, le dije que se estuviera quieto, que Pedro se mosquearía si tardaba mucho tiempo, pero Antonio no se estuvo quieto y empezó a tocarme el coño; cuando quise reaccionar ya era demasiado tarde para decirle algo. Me sujetó por la espalda metiéndome dos dedos en la vagina y empezó a meterlos y sacarlos, separé las piernas y gemí sin poder aguantarme.

Segundos después me sentó en el lavabo, me corrió las braguitas a un lado y me la metió de un empujón tapándome la boca con su mano, no me dio tiempo a reaccionar pues enseguida empezó a follarme. Unos minutos después fui consciente de todo y aunque jadeando le insulté llamándole cabròn, sólo pude hacer eso pues me estaba matando de gusto. Antonio me conoce muy bien y no quería dar pie a que se me formara el orgasmo, me bajó del lavabo y me guió hasta la taza del váter, nada más apoyarme en la tabla noté su lengua ensalivándome el esfínter del culo y segundos después me penetró el ano. Pasó un buen rato dándome por el culo, me ordeñó las tetas y me tocó el coño hasta que me corrí, entonces tiró de mí para enderezarme, él se sentó en la taza y me hizo sentarme encima de él metiéndome su polla en el coño, en esa postura me sujetó por la espalda y empezó a clavármela muy deprisa. Le rogué que parara que me iba a volver loca pero el siguió y siguió y, en pocos minutos volví a correrme, entonces Antonio se puso de pie cargando conmigo y se agachó hasta tumbarme en el suelo, me separó más las piernas y se echó encima de mí. Le busqué la boca y nos besamos, segundos después empezó a follarme. No paraba de repetirme que ahora era suya follándome de manera salvaje, pues me daba empujones muy fuertes, los gemidos y jadeos salían de mi boca descontrolados y, para que no se escucharan me tapó la boca con la suya.

Me agarré a su cuello y le metí la lengua hasta la campanilla mientras me corría. El morreo no parecía tener fin igual que el orgasmo que estaba teniendo ya que él no dejaba de penetrarme, pero segundos después me la sacó y me la arrimó a la boca pidiéndome que se la chupara, le advertí de que no quería que se corriera en mi boca, él me aseguró que no, que sólo quería que le diera una mamada para después seguir follándome, pero el muy cerdo me engañó, cuando se tensó intenté echar la cabeza para atrás pero el me la sujetó y empezó a descargar su corrida en mi boca, no me quedó más remedio que tragarme su lefa.

Estaba muy cabreada y cuando me la sacó de la boca empecé a golpearle con mis manos llamándole cerdo, Antonio logró sujetarme las muñecas y se me puso encima formando un 69, me inmovilizó los brazos con sus piernas y mis piernas con sus brazos; hundió su cara en mi sexo y empezó a comerme el coño y el culo, mi cabreo se fue esfumando poco a poco, sentí de nuevo el placer y atrapé su gorda polla con mi boca, a él no se le puso dura pero yo sí que me corrí; Antonio empezó a lamerme el jugo de mi vagina y no me soltó hasta que casi dejármela seca. Cuando salí del baño me temblaban las piernas Laura me dirigió una mirada, Pedro ni se dio cuenta, seguía entretenido con la charla de cocina. El domingo fue más de lo mismo pero sin sexo.

…/…

El mismo lunes hablé por teléfono con Esteban, fui yo la que le di el tostón diciéndole cuanto le echaba de menos, cuanto le extrañaba y cuanto le quería, él trataba de tranquilizarme diciéndome que tuviera paciencia, que al final todo se arreglaría; pero yo no veía que se arreglara nada La presencia de mi marido todo el día en casa me lo ponía muy difícil. Esteban no me presionaba lo que hacía que le quisiera aún más por su paciencia, yo no tenía tanta; el martes por la noche ya no aguantaba más, le dije a Pedro que al día siguiente tenía guardia por la noche después de la jornada por lo que vendría el jueves. Me preguntó por qué tenía que trabajar tan de seguido y le eché la culpa a los recortes de personal.

Me vestí con las mallas negras, una camisa y un cinturón, me puse unos zapatos de tacón bajo y me llevé otros que sí tenían tacón en una bolsa, quería gustarle y provocarle, tenía mucha necesidad de él. Camino del hospital llamé a Esteban y le dije que le esperaba a la salida del hospital cuando terminara mi trabajo. Al salir de trabajar iba con los zapatos de tacón aunque tapada con el abrigo. Localicé el coche de Esteban y caminé hacia él, Esteban salió del coche y me saludó con un beso de película. Empecé a contarle que se me estaba agotando la paciencia con mi marido todo el día en casa, con mucho disimulo me acerqué hasta la parte delantera del coche y me senté encima del capó decidida a provocarle, Esteban estaba frente a mí hablándome y como en un descuido me abrí el abrigo. Gocé como nunca al ver que casi babeaba mirándome la marcada entrepierna, hizo una pausa para decirme que estaba deslumbrante, maravillosa, le sonreí halagada por sus piropos, separé las piernas y le invité a tocarme cuanto quisiera e incapaz de contenerse adelantó la mano para sobarme. Esteban se agachó sobre mí y me comió la boca sobándome el coño, como no nos podían ver pues me tapaba el abrigo le rogué que metiera la mano por dentro y me tocara pero me dijo que allí no era el lugar adecuado; obediente me subí al coche con la entrepierna echando humo.

—Pepa, Jose Luis y su mujer vendrán a vernos, anoche quedé ellos no te importa ¿no? —me dijo de pronto.

—¿Quedaste con ellos para tener sexo? —le pregunté sintiendo una punzada de celos.

—Pepa no me gusta que me controlen yo no te pregunto con quien follas.—dijo con cara seria.

—Con nadie ¡te lo juro!

—El sexo hay que vivirlo con intensidad, gracias a eso te conocí y no quiero que te reprimas; de todas formas me halaga que te pongas celosa porque me demuestras que me quieres. —dijo sonriendo.

—Te lo tienes muy creído cariño. —dije sonriendo también.

—¿A sí? —me dijo bajándose la cremallera de la bragueta.

—Joder Esteban no me hagas esto te lo ruego en este momento estoy tan caliente que no respondo.

—¿Tanto la deseas? —me preguntó y al mirarme a los ojos me dijo: —¡Anda chúpamela un poco!

Me lancé sobre su bragueta metiendo la mano pero por más que lo intentaba no podía sacársela. Esteban se rió de mi desesperación pero me ayudó; bloqueó las puertas y pulsó el botón que oscurecía los cristales. Se desabrochó la cintura del pantalón y echó el asiento hacia atrás. Tenía el paso libre pero en vez de meter la mano lo que hice fue agachar la cabeza, ahuecarle la cintura del calzoncillo y atrapar su miembro con la boca; yo sería la desesperada pero en menos de dos minutos él ya tenía la polla durísima.

—¡Móntame Pepa! —me pidió.

—Ahora mismo cariño, espera un poco.—le dije lamiéndole el capullo para entretenerme aposta.

—¡Dios Pepa, no aguanto, por favor móntame ya! —insistió muy apurado.

Me pasé a su asiento quedando en cuclillas, él me apartó las braguitas a un lado y me la metió con urgencia empujando mis caderas hacia abajo para que me la clavara.

—¿Ves como te lo tienes creído cariño? —le dije.

—Tú ganas Pepa pero cabálgame por favor.

—Así me gusta, que me supliques.—dije comenzando a moverme.

—Qué cabrona eres, te aprovechas porque te deseo.

—Me encanta verte tan cachondo, vamos cielo muévete tú también y engánchame.—le dije.

Y bien que me enganchó joder. Esteban dio un empujón hacia arriba y me la metió hasta las pelotas, sentí tanto gusto que exploté abrazándole muy fuerte, tampoco él duró mucho más; empujó tres o cuatro veces más, se tensó y me sujetó el culo para que no me moviera aunque yo no estaba para movimientos, bastante tenía con gozar de mi orgasmo y encima él empezó a bombearme su corrida con lo que el gusto se multiplicó. Es lo bueno que tiene ser mujer, gozas mientras te follan y con un poco de suerte vuelves a gozar cuando se corren dentro de ti; como Las corridas de Esteban son tan abundantes me tuve que poner todo un paquete de pañuelos de papel en el coño a modo de compresa y una vez desfogados arrancó él coche.

Me llevó a comer, después aparcamos en el garaje de su casa pero en vez de subir fuimos a dar un romántico paseo por el parque que hay frente a su casa. En cuanto subimos al piso no paré de provocarle y al final Esteban cayó en mis redes, empezó a meterme mano mientras me devoraba las tetas, yo ya tenía su enorme polla en mis manos y gozaba sintiéndola endurecerse, de repente sonó el timbre de la puerta de la calle. Esa interrupción me sentó como una patada en el culo pero no dije nada, rápidamente nos volvimos a vestir y para abreviar no me puse las bragas; sólo las mallas.

Jose Luis y Amelia entraron en la casa, primero saludé a Jose Luis que me devoró con la mirada diciéndome lo bella y provocativa que estaba. Amelia me dio dos besos en las mejillas sujetándome los hombros y enseguida me tocó la vulva sonriéndome encantadoramente, me sentí incapaz de decirle nada a esta guapa mujer por eso me quedé quieta dejando que me tocara el coño, tanto Esteban como Jose Luis se quedaron mirando como Amelia apretaba y sobaba mi vulva pero el show duró un minuto más o menos. Enseguida nos sentamos en los sofás y los tres empezaron a charlar de trabajo, ya que todos son cirujanos; viendo que aquello era una reunión profesional más que otra cosa me disculpé y me levanté para preparar café.

Mientras bebía el café procuraba que no se me notara el aburrimiento, ya que hablaban de nombres técnicos que a mí no me sonaban de nada. Terminada la mini reunión Jose Luis se sentó a mi lado pasándome un brazo por el hombro, con la otra mano empezó a sobarme un pecho y propuso que ya que estábamos los cuatro reunidos por qué no aprovechábamos el tiempo con una buena sesión de sexo. Amelia y Esteban aceptaron sonriendo y yo que me moría de ganas por follar empecé a apretarle la polla a Jose Luis por encima del pantalón; éste empezó a besarme y cuando bajó la mano hasta mi muslo me separó las piernas para tocarme el coño por encima de las mallas, estaba gozando con Jose Luis pero no pude evitar mirar con disimulo a la otra pareja al escuchar jadear a Amelia y es que Esteban le estaba metiendo la mano por la vagina; como Jose Luis empezó a quitarme la ropa no pude seguir mirando, él se desnudó rápidamente y yo me quité las mallas; se puso encima de mí para hacerme un 69. Chupándole la polla a Jose Luis no dejé de mirar como Esteban follaba con su mano a Amelia, me daba mucho morbo pero la comida de coño que me estaba dando Jose Luis se merecía que le prestara toda mi atención, así que dejé de mirar y me esmeré en darle mi mejor mamada, minutos después él empujaba para meterme la polla más adentro de mi boca, entonces dejé de mamársela y me estuve quieta para que él me follara la boca que es lo que pretendía, Jose Luis se olvidó de mí y me bombeó la boca un buen rato hasta que se corrió, me tragué sus cuatro chorros de lefa y cuando se quitó de encima de mí me puse a masturbarme cachonda perdida.

Esteban acudió a mí ya que Amelia aún gozaba las mieles del clímax; arrodillándose en el asiento se agarró su polla y me la empezó a meter. Me agarré a su espalda pegándome contra su pecho y gemí mientras me penetraba, me dijo que me sentara encima de él y le cabalgara pero le dije que no, así estaba en la gloria y no quería moverme. Esteban empezó a mover el culo llevándome poco a poco a la cima del clímax, abrí un poco los ojos y vi que Amelia y Jose Luis nos observa-ban sonrientes, cinco minutos después tuve que cerrar los ojos y apretarlos porque empezaba a correrme. Como yo estaba agarrada a la espalda de Esteban éste me agarró el culo con las dos manos y al tiempo que empujaba me apretaba contra él por que la penetración era brutal, de pronto noté dos de sus dedos metiéndose en mi ano al tiempo que me bombeaba más deprisa; me volví a correr y segundos después empujó quedándose quieto, se tensó y empezó a eyacular con rápidas y potentes contracciones, me llenó el coño enseguida; noté su semen escurriendo de mi dilatado coñito. Yo le mordí el brazo de tanto gusto como sentía, cuando todo pasó vi que le había marcado mis dientes en la piel.

Disfrutamos de la relajación besándonos y acariciándonos, después Amelia y yo fuimos juntas al baño para lavarnos, dejé que ella meara primero y me dijo si podía hacerme una pregunta muy personal, su amabilidad y la sinceridad de su mirada hizo que aceptara.

—Estás enamorada de Esteban ¿verdad? —me sorprendió su pregunta y estuve en tris de no contestar ya que no conocía mucho a aquella guapa mujer, sin embargo me sentía agusto en su compañía y algo dentro de mí me empujaba a ser sincera con ella.

—Sí, estoy enamoradísima Amelia.—contesté.

—Lo suponía pero quería estar segura, por cómo te mira Esteban sé que está muy enamorado de ti y me alegro, ya era hora de que piense en algo más que en su trabajo.

—Me parece que le conoces mucho.

—Un poco, no te creas.—me respondió pero no dijo nada más, terminó de mear, me quedé mirando cómo se  limpiaba el coño con un poco de papel higiénico y salió del baño dejándome sola.

Cuando más tarde Amelia y Jose Luis se marcharon me quedé un poco confundida ¿qué podía importarle a Amelia que yo estuviera enamorada de Esteban?, a no ser que ella también estuviera enamorada de él. Nos fuimos al dormitorio y nos echamos en la cama, Esteban me preguntó qué me pasaba al ver mi cara y le conté la breve conversación que tuve con Amelia en el baño, él sonrió y atribuyéndolo a la clásica curiosidad femenina yo no pensaba así pero lo dejé pasar y, ya que estaba curiosa le pregunté directamente por su aventura con Laura.

—Aquello no fue ni eso —dijo riéndose— Laura se presentó en mi casa de improviso, contándome con cara de pena que su marido la engañaba con no sé quién, apenas la conocía de nada sólo de habérmela tirado unas cuantas veces, pero no iba a echarla de mi casa; arriesgándome la di cobijo y ella durmió en el sofá todo un mes.

—¿Sólo en el sofá? —insistí.

—¡Ajá! Durmió en el sofá y al mes le dije que volviera con su marido y tratara de arreglarlo.

—Vaya no conocía tu faceta de consejero matrimonial.

—No se trata de eso. Yo me iba a trabajar y ella se quedaba en casa cocinando, no sé para qué pues no como nunca en mi casa; eso sí, en cuanto cerraba la puerta de la calle se me echaba encima y no paraba de meterme mano, parecía una perra en celo.

—Laura es muy cariñosa no te metas con ella, pobrecilla.

—Me tenía harto Pepa, si libraba ese día ella siempre estaba pegada a mí ¿y sabes por qué? Porque me consideraba un simple fetiche sexual, sólo le interesaba mi polla y nada más que mi polla, así que no seas malpensada te recuerdo que únicamente tú y mi madre habéis dormido en mi cama, pero sólo a ti te he hecho el amor en ella y muy pronto, en esa cama dormirá mi mujer.—lo dijo con tanta seguridad que se me aceleró el corazón y me puse nerviosa.

Esteban me tranquilizó dándome besitos en el pelo, luego bajó hasta el cuello y finalizó el recorrido en mi boca. Gemí de placer con su beso y porque me estrujaba el pecho con mucha ternura.

—Pepa cariño te voy a hacer mía ahora mismo.—me dijo jadeando.

—Sí, dame tu polla y enamórame Esteban ¡enamórame! —le supliqué.

En esa cama cubrió mi cuerpo de besos, primero por arriba parándose un rato sobre mi coño y al borde del orgasmo me dio la vuelta y volvió a besarme, desde la nuca hasta llegar a mi culo, me abrió las nalgas y empezó a besarme las nalgas por dentro, al llegar a mi esfínter lo estimuló con su lengua hasta volverme loca, cuando se me echó encima pensé que me la iba a meter por el culo, pero me penetró el coño, al notar que estaba muy lubricada dio un prolongado empujón metiéndomela hasta los huevos y empezó a bombearme con mucha fuerza hasta que me corrí, entonces me dio la vuelta, se puso de rodillas y rápidamente me la volvió a meter pero por el coño. Se irguió tirando de mí, me sujetó por la nuca con una mano y por el culo con la otra manteniéndome en vilo, me hizo el amor posesivamente pues me apretaba contra él al tiempo que me penetraba pero con tanto cariño, que creí que iba a desmayarme de placer y de felicidad, de ambas cosas a la vez. Me corrí dos veces y él se paró en cada una de ellas para sentir las contracciones de mi vagina apretándole la polla y cuando llegué al tercer orgasmo, milagrosamente él empezó a eyacular; se me cayó la baba sintiendo como su polla me bombeaba su esencia en lo más profundo de mi ser; entonces me depositó en la cama bocarriba y se echó encima de mí, siguió dentro de mí mientras nuestros cuerpos se relajaban.

—¿En qué piensas? —me preguntó.

—En que al correrme he sentido un placer tan grande que me da la impresión de que se me para el corazón por lo menos un segundo, no me pasa siempre, sólo de vez en cuando pero cuando me sucede no me importaría morirme en ese momento.

—A mi me pasa eso también y tienes razón, no ocurre siempre pero cuando ocurre no me importa morir siempre que sea en tus brazos. ¡Por dios Pepa cómo te amo! Exclamó rezumando sinceridad, en ese momento me invadía tanta felicidad que la palabra mágica me salió sola: —Te amo Esteban, me has enamorado por completo— le confesé embargada de emoción por los sentimientos. Al mirarme vi que sus ojos me sonreían igual que él, entonces me abrazó, me besó y me dijo que se sentía el hombre más feliz del mundo y su polla tuvo un espasmo.

—¡Dios cómo se te hincha la polla!

—¿Lo notas? —preguntó un poco sorprendido.

—¿Qué si lo noto?, joder Esteban si me concentro un poco hasta puedo sentir como fluye la sangre por su interior.

—No exageres Pepa por favor, la vagina no es tan sensible como para eso.

—No sólo subestimas la sensibilidad de mi vagina, también me subestimas a mí, si yo quisiera podría hacer que te corrieras en cualquier momento y sin follarme, no necesito más que hablarte al oído.—le dije un poco picada en mi amor propio.

—¿Tan persuasiva crees que eres? —dijo mirándome con aires de superioridad.

— Te lo voy a demostrar hombre —dije tocada en mi orgullo femenino. Le apoyé la cabeza en mi cuello, separé las piernas doblándolas por las rodillas y le agarré el culo apretándolo contra mí— ahora no te muevas —le susurré con voz sensual— estate quieto y en silencio para que pueda sentir como te fluye la sangre ahí abajo —casi enseguida noté un espasmo en su miembro, el segundo duró apenas tres segundos pero el tercero fue mucho más prolongado, duró cinco segundos y su polla se engrosó notablemente— ¿lo ves?

—Definitivamente eres increíble, eres única, eres inigualable y eres toda mía.—me dijo acompañando la última frase con otros dos espasmos.

—No cantes victoria aún. ¿Recuerdas lo que te conté una vez sobre las necesidades de una mujer?

—Sí.

—Pues ahora es ese momento, así que presta atención a lo que voy a decirte y volví a susurrarle: —deja que esa polla se hinche de sangre Esteban porque necesito al macho que hay dentro de ti, necesito que me poseas, que me sometas y que me mates de placer.

—No me digas esas cosas Pepa, porque soy capaz de correrme ya mismo.

—¡No puedes! Tienes que aguantar —le dije en voz baja y susurrándole de nuevo al oído le dije: —Ya me has enamorado ahora conviérteme en tu puta, saca la puta que hay dentro de mí cariño.

La respuesta fue inmediata: Esteban empezó a eyacular jadeando y boqueando en busca de aire, pero como soy una perversa subí una mano hasta su nuca y rematé la faena susurrándole: —Eso es mi vida, vacía tus huevos en mí y lléname el coño de lefa —con lo que le dije noté que su polla se engrosaba y contraía con más rapidez bombeándome nuevas oleadas de semen; cuando el pobre dejó de correrse el corazón le latía tan deprisa como el de un caballo de carreras y no era para menos ya que notaba como me salía su abundante corrida a medida que su polla se aflojaba. Esteban permanecía en silencio, yo le acariciaba la espalda hasta que el cansancio me pudo a mí también, alargué el brazo, apagué la lámpara de la mesilla y me quedé dormida.

Al día siguiente reconoció que mi capacidad de persuasión era inmensa. Cuando llegué a mi casa me sorprendí al no ver a Pedro dentro, fui a la cocina a beber un poco de agua y vi una nota: “Pepa estoy en casa de Laura aprendiendo a cocinar”— ¡Vaya! Me dije, al final ha perdido los buenos modales y empieza a ser una persona normal. No le di importancia al asunto.

…/…

Tres meses después Esteban ya me hablaba de vivir juntos, yo lo estaba deseando tanto como él pero le dije que tuviera un poquito de paciencia, necesitaba reunir la fuerza necesaria para romper mi matrimonio, respetó mi decisión sin protestar. Tendría que hablar con mi marido por la noche pues cuando yo llegaba a casa Pedro no estaba, no me sorprendía, al revés, ya me había acostumbrado en todo éste tiempo a que pasara largos periodos de tiempo en casa de Laura. Podía haberme mosqueado pero la verdad es que a mí ya me daba lo mismo lo que hiciera; únicamente me preocupa mi relación con Esteban y ésa marchaba a las mil maravillas. De todas formas pensé que estaría bien pasar un rato a casa de mi amiga y en un aparte darle las gracias por ocuparse de Pedro. Lo haría luego ahora necesitaba dormir un poco.

Me acosté en la cama y me desperté con la alarma del móvil que sonó a las dos de la tarde. Me di una ducha y me vestí, cundo bajé me extrañó que Pedro no hubiera vuelto, tampoco había dejado comida preparada así que salí de casa y crucé a la de Laura para llamar a su puerta. Ésta me abrió asomando sólo la cabeza cosa que me extrañó y más cuando al verme ni siquiera me saludó pero me hizo pasar a dentro. Al cerrar la puerta vi que Laura estaba en pelotas y le pregunté riendo  a quién escondía, ella no se rió continuó seria y me dijo que pasara al salón. Hacia allí me encaminé y al entrar vi a Pedro. Estaba también en pelotas y muy empalmado.

Éste se puso en pie de un salto al verme, como si tuviera un muelle en el culo, me miraba pálido y sin saber qué decir, menuda situación tan embarazosa para el pobre, observé que tenía el capullo brillante de saliva, entonces comprendí: Laura se la estaba mamando y yo les he interrumpido, menuda putada. Pedro balbuceaba sin saber qué decir, fue Laura quien dijo que tarde o temprano me tenía que enterar.

—Escucha Pepa, Pedro y yo llevamos tres meses acostándonos.—dijo Laura.

—¡Vaya! No me lo esperaba. — dije mirándole sorprendida.

—Entiéndelo Pepa ambos estamos muy solos y nos hemos encariñado el uno con el otro, lo lamento, no sé qué más decir en una situación así.

Laura fue a por un vaso de agua al ver que yo no reaccionaba, pero eso no quería decir que estuviera cabreada, es que no me esperaba esto de él.

—Estás enfadada y con razón. —dijo Pedro.

—No, no estoy enfadada, es que me ha sorprendido tanto que me he quedado de piedra, yo tampoco sé que hacer ni decir Pedro, si quieres me voy a casa y os dejo solos.

—Mejor será que sirva la comida ¿comes con nosotros Pepa? —me preguntó Laura.

—Si me dais de comer sí, espera que te ayudo a poner la mesa.—le dije.

—No te he dicho nada antes porque ya no vienes a verme, te pasas todo el tiempo con él.—me dijo Laura.

—Tienes razón pero tranquila, no estoy mosqueada contigo precisamente, es más, venia a darte las gracias por encargarte de Pedro.

—Le tenias muy abandonado al pobre.—me regañó ella.

—Sí, es verdad, de todas formas esta noticia me simplifica las cosas, ahora ya puedo hablar con Pedro tranquilamente y decirle que me voy a vivir con Esteban.

—¿Ya lo tienes decidido?

—Sí.

—O sea, que te he hecho un favor.

—Sí amiga, un enorme favor.

—Pues anda, sé agradecida y tócame un poco el coño, también echo de menos tus caricias.—me pidió

Me puse detrás de ella, le agarré una teta con una mano y la otra la metí entre sus muslos tocándola el abultado clítoris un poquito para que no se pusiera cachonda, para rematar la faena le di un morreo de película.

—Qué buena amiga eres Pepa, jamás he tenido alguien como tú a mi lado.—cuando nos separamos.

—Tú también eres mi mejor amiga.—dije dándole un azote en una nalga.

—Anda pon la mesa que vamos a comer patatas con verduras y carne cocinadas por el propio Pedro.

—Huelen que alimentan.—dije asomándome a la olla.

Cogí platos y cubiertos y me dirigí a la mesa del salón, me crucé con Pedro que seguía desnudo, regresó para poner los vasos y el agua, detrás venía Laura con la humeante olla. Pedro fue hasta el sofá y empezó a vestirse.

—¿Se puede saber qué haces? —le preguntó Laura.

—Pues vestirme, me siento incómodo estando desnudo delante de Pepa.—se disculpó Pedro.

—Por mí no te cortes, a lo mejor a Laura le apetece tocarte la polla mientras comemos.—le contesté.

—No seas sarcástica por favor.—me reprochó él.

Laura se encogió de hombros y yo no dije nada más, que hiciera lo que quisiera. Mientras comíamos pregunté por Antonio.

—Antonio sabe que Pedro y yo estamos enrollados porque hemos follado estando él delante.

—¡Joder qué fuerte! —exclamé asombrada mirando a mi marido.

— Además, sospecho que también tiene un rollo aunque no me ha dicho nada.

No era asunto mío, así que no dije nada pero lo de que mi marido se atreviera a follar con Laura estando el marido de ésta delante sí que era una novedad, no terminaba de creerme que se atreviera a tanto. Pedro y yo aclaramos algunas dudas sin echarnos nada en cara, se puede decir que tuvimos una conversación de amigos; me tuve que tragar algunas cosas y no se las dije porque estaba Laura delante, las dejé para cuando estuviéramos solos en nuestra casa. Él tampoco sabía nada de todo lo que yo había hecho durante este tiempo, seguramente Laura no quería ofender a Pedro contándole esas cosas, era mejor así y desde luego yo no iba a levantar la liebre.

Después de comer recogimos la mesa entre todos, preparamos café y nos sentamos en el sofá para bebérnoslo y fumarnos un cigarrillo. Cuando acabé les dije que me iba a mi casa, le di un beso en los labios a Laura y le prometí que hablaría con ella; cuando abrí la puerta oí que Pedro me pedía que le esperara. Una vez dentro de casa le dije a Pedro que se sentara para decirle las cosas que me había callado antes.

—Ya sabía que me la tenías guardada, eres una rencorosa Pepa.

—¿Rencorosa yo? No Pedro tú no me conoces, parece mentira que llevemos casados tanto tiempo y aún no me conozcas.

—Lo que tú digas Pepa. ¡Bueno venga! Échame en cara todo lo que quieras, así te quedarás más tranquila.

—No me lo pongas tan fácil Pedro, pero ya que lo dices me gustaría hacerte una pregunta, dime ¿cómo te has apañado para follar con Laura con lo soso que tú eres? No es por nada pero me gustaría saberlo.

—Pepa no quiero discutir, aunque no lo creas ahora me avergüenzo de haberte tratado así, debía haber sido más tierno, más cariñoso contigo.

—Si hubieras sido así no te imaginas como hubiera cambiado la historia, pero me alegro que te des cuenta, Laura no se merece el trato que me has dado a mí, lleva mucho tiempo sola aunque duerma con su marido.

—Ya lo sé, me lo ha contado todo, en cuanto a ti ¿qué puedo hacer para que me perdones?

—No tengo nada que perdonarte Pedro, has sido un buen padre, un marido responsable y trabajador y una mierda de amante, lo siento pero es la verdad, no sabes lo agusto que me quedo al decírtelo.

—Me lo merezco. Pero dime ¿qué vamos a hacer a partir de ahora?

—Pues divorciarnos civilizadamente como hacen las personas con sentido común.

—Me mosquea un poco que te lo tomes así de bien ¿hay algo que quieras decirme?

—Sí que lo hay Pedro. Mira estoy enamorada de un médico, llevamos saliendo nueve meses y no sabía cómo decírtelo, no quería que te afectara y menos en la situación en la que estás, me refiero a lo del paro.

—¡Ya! Llevo tiempo sospechando que tienes una aventura, no era normal que hicieras tantas guardias y no protestaras por ello, no te he dicho nada por miedo a que mi sospecha fuera verdad, ni te imaginas lo que me angustiaba a veces. Lo creas o no, ese miedo a perderte es el que hacía que me portara tan groseramente contigo, como si quisiera vengarme pero sin quererlo ¿me entiendes? Poco a poco fui asumiendo que iba a perderte y, al quedarme en el paro me di cuenta de que también me había quedado solo. Tú estabas en casa conmigo sí, pero con la mente en otra parte. Cuando Laura se ofreció a enseñarme a cocinar vi el cielo abierto, quería sentirme útil para demostrarte que todavía sirvo para algo, el problema es que ya no tenía a nadie para demostrárselo, tus guardias, tus silencios, no te veías pero a veces te quedabas mirando al infinito y suspirabas; era tan evidente que tenias una aventura que preferí tragarme mi orgullo antes que discutir contigo, al menos te habrás dado cuenta que no hemos tenido sexo desde hace más de tres meses. Las clases de cocina de Laura se convirtieron en mi única alegría y aprovechando que estábamos solos ella se convirtió en mi paño de lágrimas y yo el suyo y, pasó lo que suele pasar en estos casos, que poco a poco nos fuimos encariñando y al final descubrimos que nos habíamos enamorado el uno del otro, quiero que sepas que lo que más me avergüenza es reconocer que con ella no quiero cometer los mismos errores que he cometido contigo.

—Me alegro por ti y por Laura, es conveniente que cambies Pedro, una mujer necesita el sexo tanto como el hombre y me parece que ella te puede enseñar muchas más cosas que yo.

—A eso me refiero, Laura no ha tenido que enseñarme nada, he sido yo el que se ha decidido a dar ese paso que no di contigo. La primera vez que la vi desnuda me quedé deslumbrado con su coño y sin que me dijera nada me lancé a comérselo como un desesperado, también la chupé el culo y lo más gracioso es que he descubierto que aparte de exci-tarme me encanta hacerlo, también sé que los pezones de las mujeres no sólo sirven para dar de mamar a los hijos. Todo es tan distinto con Laura, con ella me siento como cuando éramos novios. Cuando me corrí por primera vez en su boca fue… maravilloso, esa experiencia no se me olvidará en la vida y no sabes cómo lamento que no fueras tú la primera; no sé como pedirte perdón por todos mis errores, te lo juro, pero si se te ocurre una forma dímela, estoy dispuesto a hacer lo que sea.

—Déjalo Pedro no hace falta que me pidas perdón todo el tiempo, sé cuánto te ha costado decirme estas cosas, hay que ser muy hombre para asumir tus errores como lo haces tú y con eso me basta pero debemos seguir nuestras vidas ¿no te parece? El destino nos está dando una segunda oportunidad y no pienso dejarla escapar.

Miré la hora en el móvil y decidí llamar a Esteban por si le pillaba en casa. Me cogió el teléfono y lo primero que me dijo fue que estaba solito y echándome mucho de menos, delante de Pedro le dije que si venía a buscarme a mi casa me iría con él y pasaríamos la noche juntos, Esteban colgó el teléfono inmediatamente.

—¿Entonces te vas con él? —preguntó Pedro.

—Si Pedro, no tiene sentido quedarme, además, así podréis follar con más libertad Laura y tú. —dije mientras metía un poco de ropa en una maleta.

—¿A ti no te importa?

—Por qué me iba a importar, ¿te importa a ti que yo me vaya a follar con Esteban?

—No.

—Pues a mí tampoco, de momento me llevo un poco de ropa, ya te llamaré para decirte cuando vengo a por el resto.

—También tendremos que hablar del divorcio ¿no?

—Por supuesto, pero más adelante así veremos el asunto con otra perspectiva ¿te parece?

—Me parece muy bien.

Veinte minutos después sonó mi móvil, era Esteban para decirme que me esperaba donde siempre, pero le dije que viniera a recogerme a mi casa, que ya se lo explicaría por el camino. Cinco minutos después sonó un claxon, cogí mi maleta y abrí la puerta de la calle, Esteban me cogió la maleta y la puso en el maletero de su coche. Laura salió de su casa y vino hacia nosotros, no saludó a Esteban porque tendría que dar explicaciones; se abrazó a Pedro y éste a ella, di un beso en los labios a Pedro, otro más fuerte a Laura y me metí en el coche. Me sorprendí al darme cuenta que no iba triste, todo lo contrario me sentí contenta y llena de felicidad; por fin había roto con mis responsabilidades y empezaba a ser libre, Esteban me sonrió y le dije que le quería. Iba rumbo a una nueva vida ¿qué me esperaría al lado de Esteban?

—Fin de la 7ª parte—

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