Mi segunda oportunidad-6
La relación entre Pepa y Esteban se va consolidando a medida que pasa el tiempo, cuando más decidida está a aceptar que lo suyo con Esteban ya no tiene marcha atrás, un grave suceso cambia todos los planes.
Mi segunda oportunidad
Por Jaypaka
—6—
La relación entre Pepa y Esteban se va consolidando a medida que pasa el tiempo, cuando más decidida está a aceptar que lo suyo con Esteban ya no tiene marcha atrás, un grave suceso cambia todos los planes.
Después de esa noche mi vida cambió por completo. Cuando llegué a mi casa me acosté pero dormí muy poco, me di una ducha y me pasé a casa de Laura. Antonio seguía en la cama con fiebre por lo que volvimos a comer las dos solas. Mientras comíamos le conté todo lo que había pasado incluido el incidente, insistí que ese incidente fue primordial pues gracias a eso pudimos más tarde desnudar nuestros sentimientos.
—Me alegro por ti Pepa aunque te digo una cosa, si lo tuyo con Esteban cuaja no te perdonaré que hayas retirado semejante ejemplar de la circulación.—me dijo Laura.
—Mira que eres zorrón.—le dije riendo.
—Ahora en serio, si va para largo lo vuestro te aconsejo que cuides también la relación con tu marido, si lo descuidas sospechará y entonces saltarán las alarmas.—me advirtió.
—En eso tienes razón, aunque no me apetezca tendré que hacer de tripas corazón y tragar.—dije de mala gana.
—Para mí lo tienes muy fácil, si no quieres tragar divórciate de Pedro y ya está.
—No es tan sencillo Laura, no puedo poner punto final a 27 años de matrimonio así como así, pese a todo Pedro no se merece eso.
—¿Y sí se merece que le engañes todo este tiempo? La verdad es que no te entiendo Pepa.
—Ahora mismo no me entiendo ni yo, por eso necesito tiempo.
—Entonces supongo que ya no tendremos más sexo, porque estarás todo el tiempo que puedas con Esteban.—me dijo Laura.
—¿Lo lamentas? —le pregunté.
—Aunque no te lo creas sí, eres la única amiga y amante que tengo.
—Siempre seremos amigas Laura, en cuanto a lo de amantes tendremos que espaciarlo pero no por eso debemos perder el contacto, te debo mucho, a ti y a Antonio.
Laura acercó su cara a la mía y me dijo: —entonces agradécemelo— junté mis labios a los suyos y nos besamos comiéndonos los labios y a los dos minutos nos devoramos la boca. nos pusimos en pie con la respiración alterada, nuestras manos recorrieron nuestros cuerpos y el deseo nos envolvió tan rápidamente que no nos dio tiempo a llegar al sofá; nos echamos en el suelo de la cocina besándonos y apretándonos las tetas. Laura metió su mano por dentro de mis bragas notando la humedad de mi coño, en cambio el suyo abrasaba mi mano.
—¡Dios Pepa! Qué cachonda me pones.—dijo Laura.
—Joder Laura no me digas que tú también te has enamorado de mí.
—No tendrás esa suerte cacho pendón.
No pudimos seguir hablando, la lujuria nos envolvió y como dos desesperadas nos desnudamos y nos enzarzamos en un 69 frenético. Nos metimos dedos y lengua en la vagina, nos chupamos el clítoris hasta reventar en orgasmos brutales; media hora después nos levantamos despeinadas y recogimos la mesa. Bebimos café y me fumé un cigarro. Laura permanecía tumbada boca abajo con la cabeza sobre mis piernas, la visión de su culo tapado por las braguitas era tan sugerente que le dije que se estuviera quieta. Me puse de rodillas sobre ella y empecé a comerla el culo con unas ganas y un deseo desenfrenado. Ella misma me lo reconoció más tarde.
—Joder Pepa jamás me has comido el culo de esta manera ¿qué te ha pasado?
—No lo sé Laura, la visión de tu culo tapado con las bragas me ha vuelto loca de deseo.
—Es una pena que la gente no dedique más tiempo a esa zona ¿no te parece? —dijo ella.
—Sí y no comprendo por qué, es una zona muy erógena, más de lo que muchos creen.—contesté.
—Ellos se lo pierden.
—Oye me estoy meando.—le dije.
—Entonces vamos.
Las dos nos fuimos al pequeño baño de abajo, Laura me cogió por las manos y me dijo que se sentía muy guarra, yo le dije que también, ella se sentó en la taza, yo me quité las braguitas y con las piernas a ambos lados de las suyas pegué mi coño a su boca y empecé a mear. Ella bebía algo de líquido pero la mayor parte se derramó por su pecho hasta caer en la taza del váter. Lo mejor fue cuando terminé de mear, entonces me lavó el coño con su lengua a base de lametazos. Al terminar, ambas echábamos fuego por nuestros sexos. Laura me llamó cerda echándome en cara que la había puesto perdida de meados, la levanté de la taza y me senté yo invitándola a que fuera una cerda conmigo ¡imaginad lo que siguió!
…/…
Pedro llegó a casa a las ocho de la tarde, venía cansado y le sugerí que se diera una ducha en el baño de arriba, más tarde, recordando lo que me había dicho Laura entré en el baño pillando a Pedro desnudo. Nos miramos unos segundos y me desnudé quedándome en bragas, para provocarle me las corrí a un lado enseñándole el coño; me jodía tener que hacer eso pero no me quedaba más remedio. Mi marido acudió como una abeja a la miel, solo que esta abeja no era mi Esteban. Pedro se escupió en la mano, se descapulló la polla restregándose el capullo en la saliva y sin ni siquiera comprobar si estaba convenientemente lubricada, me aupó sobre el lavabo, me separó los muslos y me metió su larga polla de un solo empujón. Lo encajé como un mazazo, estaba seca y me hacía daño, pero eso me sirvió para transformar mi protesta de dolor en un quejido que él malinterpretó suponiendo que yo deseaba ser tratada de esa manera, sus empujones eran tan fuertes que me tuve que agarrar al lavabo para no caer contra el espejo, su forma de follarme me recordó a de los cabrones de la orgia.
Sólo se preocupaba de él mismo, empujando muy deprisa para correrse cuanto antes, ni me había tocado pero era mejor así. La guinda la puso cuando se agachó y me mordió el pezón. Grité por el daño que me hizo y le llamé bruto, en vez de disculparse me sonrió como un estúpido sin dejar de moverse. Le tuve que sufrir 15 largos minutos y cuando vi que se iba a correr suspiré aliviada; mi marido me sacó su polla, se la meneó y se corrió sobre mi tripa, al terminar me dijo que era porque ya se había duchado; no era la primera vez que me lo hacía así. Cuando salió del baño yo me quedé dentro mirándome en el espejo, abrí el grifo del lavabo mojé una toalla de bidé y empecé a limpiarme el semen de mi marido al tiempo que lloraba en silencio.
El sábado Pedro y yo nos pasamos a casa de Laura y Antonio, éste estaba un poco recuperado y no hacía más que mirarme. A la primera oportunidad que tuve hablé con Laura.
—Estate tranquila ya le he puesto al corriente de que te has enrollado con Esteban, si te miraba de esa forma es porque te guarda rencor, el muy tonto pensará que le has traicionado.—dijo Laura.
—A ver si mete la pata.—dije preocupada.
—¿Quién va a meter la pata? —dijo en ese momento Antonio entrando a la cocina.
—Tú, no sé porque me miras así.—le dije.
—¿A no? Pues está claro, Laura me lo ha contado ¿cómo has podido enrollarte con Esteban?
—Me iría mejor contigo ¿no, por eso me contaste aquel cuento? —Antonio se puso pálido— Laura lo sabe y me contó la verdad ¿qué creías, que soy gilipollas?, te habrás partido de risa a mi costa.
—Escucha Pepa no me reído de ti, era solo una táctica.
—Pues vete a la mierda con tu táctica y como te vayas de la lengua con Pedro te juro que te corto las pelotas.—le dije saliendo de la cocina.
—Eres patético cariño.—le dijo Laura detrás de mí.
Pasamos el resto del sábado más tranquilos, vimos la tele, picamos algo para cenar, vimos una película y jugamos a las cartas hasta la una y media de la madrugada. El domingo ellos pasaron a nuestra casa y mientras ellos estaban en el jardín charlando y bebiéndose unas cervezas Laura y yo preparamos una paella para los cuatro. Como estábamos solas y podíamos controlar si ellos venían, nos permitimos el lujo de darnos el filete y meternos mano y, como nos pusimos muy cachondas nos masturbamos por turnos, primero yo a ella y luego ella a mí, mientras me masturbaba le dije que no volvería a tener sexo con Antonio, ella se encogió de hombros diciéndome que no la importaba siempre que lo tuviera con ella.
…/…
La semana transcurrió muy despacio pues ansiaba ver a Esteban, no podía llamarle porque se me había olvidado pedirle su número de móvil ¿ridículo no? Pero el viernes me llevé la mejor sorpresa de la semana, al salir de trabajar vi a Esteban esperándome discretamente en el aparcamiento. Entré en su coche y nos comimos la boca con desesperación.
—Es una locura Esteban, debías haberme llamado antes, así podría haber inventado una excusa para estar juntos.—le dije.
—Me ha sido imposible llamarte Pepa, el lunes por la noche me llamaron de un hospital de Francia y el martes a las seis de la mañana tuve que coger un avión a Paris, volví anoche a las tres de la mañana no podía llamarte a esa hora y tampoco podía esperar más, por eso estoy aquí.—me explicó.
Disponíamos de unas cinco horas para estar juntos pero las íbamos a aprovechar a tope. Esteban me llevó a comer a un restaurante cercano a su casa, ni siquiera tomamos café, ya lo haríamos más tarde. Nada más entrar en su casa empezamos a besarnos como si el mundo se fuese a acabar en ese momento, sus manos no dejaban de recorrer todo mi cuerpo, le abrí la bragueta, metí la mano y empecé a jugar con su polla, era tal la desesperación que nos entró que en el mismo suelo del salón y sobre una alfombra comenzamos a hacer un 69 sin ni siquiera habernos desnudado, lo hicimos después de que yo me corriera con su maravillosa boca.
Mientras le desnudaba le llené la polla y los huevos de besos, no quería estimularle mucho para que luego se corriera dentro de mí, pero Esteban tenía otros planes. Me bajó las bragas dejando mi culo al aire, me abrió las nalgas y me besó el esfínter varias veces y después empezó a estimularlo con su lengua a la vez que me frotaba el clítoris. Bramé de gustó, le agarré la polla y empecé a mamar con toda mi alma mientras le pajeaba; a la vez le estimulaba los huevos con mi mano libre. Quería aguantar pero al final no le quedó más remedio que eyacular en mi boca, justo lo que yo deseaba; soltó una corrida de órdago que me tragué encantada, con la relajación me quedé tumbada sobre sus piernas con su capullo dentro de mi boca, saboreando parte de su lefa despacio, Esteban continuó lamiéndome el culo como un gatito; no me corrí pero fue delicioso. Después de desfogarnos nos pusimos de pie y acabamos de desnudarnos tirando la ropa al suelo.
Desnudos preparamos café y nos lo bebimos mientras nos contábamos los pormenores de la semana. Más tarde volvió a cogerme entre sus brazos y me llevó a su cama. Allí lo que sucedió fue maravilloso. Me hizo el amor de una manera tan cariñosa, tan tierna, que resultó casi dolorosa para los dos, el amor nos salía por todos los poros de la piel. Repetimos la experiencia tres veces antes de irnos. Más tarde mientras nos lavábamos en la ducha nos hicimos de todo; lo que nos apeteció y más. Eran las ocho de la tarde cuando me bajé de su coche para ir a mi casa, esta vez no hubo lágrimas de despedida, me di la vuelta y le lancé un beso sonriendo.
Esa noche mi marido también tenía ganas. Estábamos viendo la tele y yo fumando cuando de repente me dijo: —Anda Pepa apaga el cigarro y vamos a la cama que me apetece joderte un poco; esa fue su manera tierna de decírmelo quizá llevado por la confianza de tantos años compartidos. Haciendo un esfuerzo apagué el cigarro y subí con él a nuestra habitación. Él se desnudó antes que yo, cuando me quité las braguitas él ya estaba empalmado a tope. Me tumbó encima de la cama y empezó a besarme más tarde empezó a meterme la lengua en la boca como si me follara con ella, no sé qué leches quería conseguir así, pero no le dije nada y me aguanté. Dejó de besarme minutos después, se echó saliva en los dedos y me la untó por toda la vulva, me separó las piernas de golpe y se echó sobre mí a la vez que me empotraba su polla hasta los huevos; no sé que me pasó pero solté un gemido.
Pedro empezó a joderme como si tuviera prisa y yo me concentré en Esteban para no sentir nada, pero mi cuerpo me traicionó. Empecé a sentir placer y después mucho deseo, procuraba que mi mente estuviera ocupada con Esteban pero no pude evitar que el orgasmo se formara en mi interior, y cuando iba a correrme mi marido interrumpió el polvo —ponte a cuatro patas Pepa— me dijo —Joder que oportuno iba a correrme ahora mismo— protesté dándole el culo —mejor, así cuando te corras te dará más gusto— dijo y acto seguido me la clavó en el coño desde atrás. No volví a correrme porque cuando empezaba a notar el orgasmo otra vez Pedro eyaculó sobre mis espalda.
—¿Por qué has hecho eso? Ahora tendré que ducharme.—protesté mosqueada.
—Pues te duchas y en paz.—dijo dándome un azote en el culo.
Mientras que él estaba echado en la cama acariciándose los huevos yo me tuve que meter en la ducha y lavarme la espalda; empecé a sentir un poco de asco, así no aguantaría mucho me dije. Menos mal que Esteban y yo habíamos quedado para el miércoles siguiente, es lo que me animó.
…/…
Por fin llegó el miércoles y lo teníamos enterito para nosotros pues le había comentado a mi marido que me tocaba guardia. Al salir del hospital ya me esperaba Esteban dentro de su coche. Lo pasamos de maravilla, comiendo, haciendo el amor, paseando, volviendo a hacer el amor y cenando, por ese orden, después de cenar nos dimos el gustazo con una amplísima sesión de sexo ¡follar con Esteban era maravilloso! Él sí que sabía cómo tratarme. En uno de los descansos me comentó que tendría mucho trabajo a la semana siguiente, yo también, pues en el hospital se celebraba un simposio sobre cirugía neurológica, me llevé una desilusión al ver que no me decía que iba a ir; me había hecho a la idea de verle ya que es cirujano aunque no conocía su especialidad y, no me atreví a decirle nada
El día antes al simposio fue una locura, un sin parar de compañeros arriba y abajo, llegué a casa agotada contándoselo a mi marido y le dije que encima al día siguiente me tocaba en urgencias. Precisamente estando en urgencias, cuando me tomé un pequeño descanso entró una de las doctoras y me dio un recado.
—Pepa de qué conoces al doctor Ayala.—me preguntó.
—¿Y quién es el doctor Ayala? No me suena de nada ese nombre.—respondí.
—Pues al parecer él si te conoce porque ha preguntado por ti.
—Pues no le conozco de nada ¿seguro que ha preguntado por mí? —dije extrañada.
—¿De verdad no le conoces? Joder Pepa ¿en qué mundo vives? Se trata del doctor Ayala, el famosísimo cirujano Esteban Ayala reclamado por todos los hospitales del mundo por sus magníficos trabajos.—me temblaron las piernas al escucharla ¿Se trataría del mismo Esteban, de mi Esteban?
—Lo siento, no me suena. —y dije la verdad no conocía de nada al tal Ayala.
—Bueno a lo mejor resulta que hay otra enfermera que se llama Pepa pero es muy raro, juraría que eras tú fíjate.
No pude saberlo, en esos momentos en urgencias hubo muchísimo trabajo que requería mi presencia constantemente y el “famoso doctor Ayala” tampoco hizo acto de presencia. Y tampoco caí en la cuenta de preguntarle a Esteban, estando con él todo lo demás no me importaba.
…/…
El tiempo pasó sin darme cuenta. Mi relación con Esteban iba viento en popa, cada día que pasaba estábamos más enamorados, ahora sí que me hacía ilusiones de terminar el resto de mis días con él; incluso habíamos aparcado el tema de las orgias para dedicarnos todo el tiempo a nosotros. El día anterior habíamos celebrado que llevábamos seis meses sa-liendo. Ahora era de día y estábamos en mi urbanización dentro del coche dándonos el lote, apurando los últimos minutos. Me iba a bajar ya cuando Esteban me retuvo cogiéndome por el brazo.
—Espera Pepa, casi se me olvidaba tengo una cosa para ti.—dijo y abrió la guantera del coche de dónde sacó una caja de piel alargada para entregármela.
—Cielo no tenías que haberte molestado.
Cuando abrí la caja vi que contenía una pulsera de oro con gemas pequeñitas de color verde. Me emocioné y no pude contener unas lágrimas que él recogió con sus labios.
—Déjame ponértela, levanta la pierna derecha.—dijo.
—¿Cómo la pierna derecha? —pregunté extrañada.
—Sí cariño, esta pulsera la he comprado para que la luzcas en el tobillo cuando estés conmigo.
—¡Vaya! No sé qué decir, nunca me han regalado una cosa así.
Levanté la pierna tendiéndole mi pie. Esteban se agachó un poco y me la puso en torno al tobillo, mientras él aún permanecía agachado yo me contemplé la joya que era preciosa.
—¡Qué maravilla dios mío! —dijo él.
—Sí, es preciosa.—contesté.
—No me refiero a la pulsera, me refiero a ti, así en la postura que estás eres la sensualidad pura, con esta preciosa pierna levantada —y empezó besármela— con este lindo pie —dijo besándome el tobillo.
—¿Y qué más? —pregunté divertida.
—Te estoy viendo las braguitas ¿te parece poco?
—Qué tonto eres.—dije riéndome.
—Amor mío deja que este tonto te coma el chocho.
—No puedo cariño se me hace tarde.
—Te lo suplico, permíteme que me quede con su recuerdo en mis labios. —dijo y presionó un botón que hizo que mi respaldo se inclinara hacia atrás.
—Por dios Esteban para que llegaré tarde.—dije riéndome pero él ya se había agachado y me estaba besando el coño por encima de la tela de las bragas.
—¿Me lo vas a negar? —dijo poniendo cara de pena.
—Anda cómemelo.—dije apartándome las braguitas a un lado.
Pero cuando él iba a arrimar su cara le sujeté la cabeza para hacerle un chantaje.
—Te lo dejo con una condición.
—Pídeme lo que sea y te lo daré.
—Me lo dejo comer pero después tendrás que darme tu polla y correrte en mi boca para llevarme un recuerdo yo también.
—Cómo te adoro.—dijo.
Una de las cosas que más me llaman la atención del coche de Esteban es que pulsando un botón se bloquean las puertas y los cristales se oscurecen quedando el interior aislado de miradas indiscretas. Bajamos mi asiento hasta ponerlo casi horizontal, Esteban me bajó las braguitas hasta los tobillos y empezó a comerme el coño de manera magistral, volviéndome loca de tanto placer que me daba y al cuarto de hora me corrí. Entonces él permitió que yo le bajara los pantalones por debajo de su culo, en cuanto vi que estaba empalmado le deseé con más intensidad, yo misma guié su polla hasta mi coñito que la recibió encharcado de jugos. Con media polla dentro de mí Esteban se me echó encima para besarme y mientras nos comíamos la boca despacio empezó a follarme. Me abracé a él dejándome ir y Esteban poco a poco me transportó al cielo, pero antes me sacó las tetas para chuparme los pezones, fue cuando caí rendida y me abandoné al orgasmo.
Él continuó con el coito un poco más, buscando correrse; a mí no me prolongó el orgasmo pues mi cuerpo estaba lleno. Cuando le oí jadear supe que había llegado el momento. Esteban se aupó y yo me metí su dura polla en la boca, no se la tuve que menear, bastaron unas pocas chupadas para que empezara a eyacular. Degusté su lefa complacida aunque fue escasa pues él también estaba en la reserva. Después de correrse le solté la polla, no quise insistir para no incomodarle pues el capullo se le pone muy sensible después de correrse; en cambio sí que le chupé los huevos un rato. Más tarde, al bajarme del coche, me volví sonriendo hacia Esteban y le lancé un montón de besos. Me sentía más feliz que nunca, ese día nos habíamos dicho tantos “te amo” que no pude recodar cuantos eran; cuando llegué a mi casa me encontré con una sorpresa que no me esperaba, el coche de mi marido estaba aparcado delante de la puerta del garaje, eso quería decir que Pedro, estaba dentro de casa.
Me puse muy nerviosa, igual que un joven pillado en una falta grave, algo malo pasaba sino no estaría en casa; a esas horas tendría que estar trabajando. Abrí la puerta de la calle y pasé. Pedro acudió a la puerta y me abrazó con fuerza, no decía nada pero supe que psicológicamente estaba hecho polvo, lo vi en sus ojos al mirarme. Le di un beso como saludo y le acompañé al salón para que se sentara; yo me fui a la cocina para prepararle una infusión de tila y manzanilla porque estaba muy nervioso. Al volver con la taza de infusión fue cuando me lo dijo:
—Me han despedido Pepa.
—Pero ¿por qué? —pregunté tranquilizándome.
—Pues por el grave pecado de tener 53 años, por eso.
—Habrá algo más Pedro, no despiden por ese motivo.
—En la fábrica sí, eran ciertos esos rumores que te conté que corrían últimamente. Van a presentar un E.R.E, ya sabes (el odiado expediente de regulación de empleo) en el que 150 compañeros de trabajo se verán involucrados, y lo peor no ha sido eso, encima he tenido que dar las gracias por haber tenido el detalle de excluirme a mí por los 30 años de servicio prestado a la empresa.
—Joder Pedro es una putada pero el mundo no se acaba por eso, supongo que te habrán pagado la liquidación. –dije preocupada.
—Claro que sí mujer, al menos se han portado dándome una buena indemnización ¡Mira! –dijo él tendiéndome el cheque que le había dado el jefe de personal.
—¡Joder cariño! Esto es una pasta. –exclamé al ver la cantidad reflejada.
—Sí, bueno, no puedo quejarme, no me esperaba tanto te lo juro y además cobraré el paro año y medio, ¿y sabes qué me ha dicho el jefe de personal? — ¡No te preocupes Pedro, seguro que antes de acabar el paro habrás encontrado trabajo— qué sabe ése gilipollas del drama que viven en la actualidad los trabajadores mayores de 50 años ¿Eh? Yo te lo diré: ¡Nada! –exclamó cabreado y con razón.
—Cariño lo siento por tus compañeros pero tú no puedes hacer nada… Mira ¿sabes lo que vamos a hacer?, ahora mismo nos vamos al banco a ingresar este cheque. –le dije.
Y eso fue lo que hicimos, ir al banco en autobús. Cuando salimos regresamos caminando hasta nuestra casa. Pedro me fue contando todos los detalles de lo que había sucedido esa mañana y le sirvió de terapia; cuando llegamos a casa ya no estaba tan hundido moralmente. El pobre merecía que le dedicara mi atención así que pensé en “relajarle” aunque no tuviera ganas, después de comer le daría una buena mamada si es que me dejaba, que esa es otra, si lo conseguía se quedaría más tranquilo después de correrse y se dormiría la siesta. Le vendría bien descansar.
Todavía estuvo hablándome un poco más mientras me fumaba un cigarro. Tendría que haberse relajado un poco con la infusión que le había dado a beber pero aún estaba algo alterado. Me entraron ganas de mear y me persiguió hasta el aseo de abajo, sin darse cuenta entró conmigo. no me corté porque él estuviera delante, me bajé las braguitas y me senté en la taza del váter con las piernas abiertas para mear, Pedro en cuanto me vio se puso colorado, se disculpó y salió escopetado del aseo. El muy tonto son de los que cree que esas cosas son muy íntimas y hay que hacerlas estando solos. Me eché a reír sacudiendo la cabeza, el pobre no sabía lo equivocado que estaba; anda que no disfrutaba Esteban viéndome mear.
Insistió en ayudarme en la cocina preparando una ensalada para acompañar la comida. Comimos a las dos de la tarde y de postre tomamos el habitual café sólo y con azúcar fumándonos un cigarrito como siempre.
Apagué el cigarrillo en el cenicero, recogí la mesa (a eso no se apuntó) y me senté a su lado en el sofá. Dejé que me pasara un brazo por los hombros y me atrajera contra su pecho. Me dijo que no me preocupara, que ahora que tenía tiempo libre de sobra iba a disfrutar más de mi compañía, eso me preocupó mucho pues me cortaba las “alas” y no podría estar con Esteban; a él tampoco le haría gracia ésta situación cuando se lo dijera, pero juntos pensaríamos en algo.
Llegaba el momento de iniciar la “terapia” para que se durmiera. Mientras él veía la tele yo le desabroché el cinturón y el botón del pantalón (tengo ya mucha practica en eso), le bajé la cremallera de la bragueta y metí la mano dentro de sus calzoncillos. Noté que seguía en tensión y preocupado, el escroto era un puro pellejo, como si se le hubiera secado, y el pene me costaba localizarlo y eso que Pedro tiene una buena polla, no sé porqué me dio por pensar en qué distinto hubiera sido todo si hubiera sabido utilizarla como dios manda, pero Pedro ni sabe ni pone interés y cuando lo intenta es tan penoso el resultado que no merece la pena destacar; en cambio, era buen padre y buen compañero, trabajador y muy responsable. Es amable, tierno y cariñoso cuando quiere; siempre lo ha sido con nuestras hijas, conmigo he de reconocer que en la cama es un completo desastre. Pedro tiene su lado bueno y su lado malo, como todo el mundo. Le gusta razonar todo lo que ocurre a su alrededor, es como si tuviera la obligación de dar a los sucesos una explicación científica y no para hasta conseguirlo, logrando que a veces me desespere e inicie una discusión; esa es otra, es incapaz de discutir a no ser que le fuerces a base de bien, y cuando lo hacemos pasa de mí desesperándome aún más. Todo eso no es más que un breve repaso de su personalidad, la realidad es que ya no me importa en absoluto porque tengo decidido que me voy a divorciar de él para irme a vivir con Esteban en cuanto me lo pida.
Quería hacerle pasar un buen rato y me esmeré sobándole los testículos hasta que su pene despertó un poco; entonces jugué con él, tapando y descubriendo su gordo capullo con la piel del prepucio. Pedro empezaba a relajarse, me levantó la cara y me besó en la boca con su forma peculiar; metiendo y sacando la lengua rápidamente; no quise pensar en nada que no fuera terminar lo antes posible lo que había empezado, pues meneándole despacio sentí que ya se endurecía en mi mano.
Ahora llegaba el momento de chupársela hasta que explotara. Anda que no he deseado veces tirar un cojín al suelo y arrodillarme entre sus piernas para mimarle, pero en el caso de Pedro siempre ha sido una misión imposible, si lo hiciera me diría que eso sólo lo hacen las guarras que salen en las pelis porno. Al intentar agacharme sobre su polla Pedro me lo impidió diciéndome que allí no era el sitio apropiado para hacer esas cosas; mejor en el dormitorio. Me sentí agradecida por ello y hacia allí nos dirigimos.
Al llegar a nuestra habitación nos sentamos sobre la cama como siempre y nos desnudamos antes de acostarnos. Ese ha sido y es nuestro ritual antes de hacer el amor desde el primer día de casados. A Pedro nunca se le ha ocurrido desnudarme. Recordé la única vez que se lo pedí poniendo una voz sensual y él se echó a reír diciendo: —Cariño hazlo tú, yo soy un poco torpe para esas cosas— me quedé más cortada que la leche y sin decirle nada más (aunque estuve a punto de mandarle a la mierda) me desnudé yo solita.
Pero Pedro es así, si jamás me ha desnudado en los 27 años que llevamos de casados, no lo va a hacer ahora; ni eso, ni tantas otras cosas que entonces consideraba esenciales en el sexo. Mientras me quitaba la ropa casi me echo a reír al recordar que un día le rogué que me tocara los pezones, se me quedó mirando como si yo fuera un bicho raro y me soltó una explicación que me dejó sin habla: —Pepa ¡por dios!, los pezones sólo son una herramienta que tenéis las mujeres para alimentar a los hijos cuando son bebés—, y me lo dijo tan tranquilo, sin darse cuenta de que los tenía tiesos por la excitación.
Una vez desnudos reparé en que Pedro estaba muy excitado y sólo pensaba en metérmela; le pedí que me dejara chupársela para que no la tuviera seca, si no, me haría daño. Me contestó que no me preocupara y como tantas otras veces se escupió en la palma de su mano y rebozó su polla en la saliva, tenía tanta urgencia que me abrió las piernas y sin contemplaciones me la metió de un fuerte empujón, en plan bestia; me contraje al sentirle pero él ni se enteró. Ni preliminares ni nada parecido.
Una vez penetrada se echó sobre mí como si yo tuviera la obligación de soportar su peso mientras él me goza; sin preocuparse si me aplasta o no cuando empieza a moverse. Yo no estaba agusto pero no me quejé, preferí aguantarme para que terminara cuanto antes. Más tarde me di cuenta de que fue lo mejor; se corrió y mientras se relajaba se quedó dormido encima de mí. Le aparté con cuidado, le arropé y me levanté para lavarme; mientras me secaba se me ocurrió la idea de ir a ver a Laura y le dejé escrita una nota para que al despertar supiera donde estaba
…../…..
Me puse unas mallas negras sin bragas, una camiseta y salí a la calle, en diez pasos me planté en la puerta de la casa de Laura y Antonio. Llamé a la puerta y me abrió ella sonriéndome al verme.
—¿Dónde vas así zorrón? —me dijo.
—¿Por qué me dices eso?
—Porque con esas mallas se te marca todo el “papo”. —dijo agarrándome la vulva.
No me aparté y dejándome tocar le conté lo que le había pasado a Pedro en la fábrica, ella hizo un gesto como que lo sentía.
—Lo siento por Pedro, el paro a su edad es lo peor que le podía pasar; tendrás que estar más pendiente de él o acabará con una depresión de caballo. –me dijo.
—Es una putada, con esto no contaba, cuando se lo diga a Esteban no le hará ni pizca de gracia.
—Tendréis que pensar en algo mientras esperáis un tiempo.
—No sé qué hacer, nos va tan bien a los dos que temo que me proponga irme a vivir con él cuando se lo cuente.
—Vosotros veréis pero yo esperaría un poco, sería un palo muy gordo para Pedro y más ahora que se ha quedado parado. —dijo Laura metiendo una mano por dentro de mi camiseta.
—Joder Laura esto es serio, al menos podrías dejar de meterme mano un momento ¿no?
—Lo siento cariño pero te tengo muchas ganas y lo que más deseo en este momento es comerte.
—Pues a mí no me apetece mucho, esta misma mañana Esteban me ha pegado un maravilloso polvo en el coche y hace un momento he tenido que soportar el de Pedro.
—Joder Pepa no seas cruel conmigo, tócame el chichi para que veas que no te miento.—dijo llevándome la mano a su entrepierna.
Metí la mano en el interior de sus bragas comprobando que estaba muy mojada, se lo iba a decir pero Laura me selló los labios con los suyos con un beso húmedo, metiéndome despacio la lengua dentro de la boca a la vez que su mano se colaba por dentro de mis mallas. A pesar de todo el trajín que había tenido separé las piernas para que me tocara con más comodidad. Y eso hizo ella, tocarme el coño hasta que humedecí su mano. Laura empezó a hacer magia con sus dedos, recorriéndome la vulva de abajo a arriba y viceversa; dándome algún toquecito en el clítoris para excitarme todavía más; cuando comprobó que estaba a punto me llevó de la mano hasta el sofá; allí seguí disfrutando de sus besos y sus caricias íntimas.
Me quedé de pie dejando que ella me desnudara primero y cuando quiso lanzarse a mi entrepierna la detuve para desnudarla yo a ella. Una vez despelotadas le acaricié los duros pezones y ella me chupó los míos; más tarde invertimos los papeles, yo saboreaba sus pezones magreándola las tetas y ella deslizaba sus manos por mi espalda hasta llegar a mis nalgas, me las apretó un poco y luego exploró con su mano hasta localizar el esfínter de mi culo, cuando lo encontró me metió primero un dedo y luego otro más dentro del ano y empezó a moverlos; yo me muero de gusto cuando me hace eso.
Así estuvimos el tiempo que consideramos oportuno. Cuando ya ardíamos de deseo me tumbé en el sofá y ella se me puso encima formando un 69 lujurioso. Nos lamimos la empapada vulva saboreándonos; alternando con besos en el interior de los muslos y las ingles, dejando que la ansiedad por alcanzar el clímax nos envolviera; cuando estamos casi para explotar, las dos nos lanzamos como fieras abriéndonos la vagina con los dedos y nos metimos la lengua lamiéndonos los jugos como dos perras en celo, de esa manera alcanzamos un orgasmo potente y delicioso que nos dejó agotadas en pocos segundos.
Pero ahí no terminó la cosa pues al poco tiempo ya teníamos ganas otra vez. Esta vez juntamos nuestros coños y empezamos a frotarnos despacio en lo que se conoce habitualmente como “la tijera”; a las dos nos encanta hacernos eso. Yo tengo un clítoris “gordito”, vamos, que se me ve enseguida porque en cuanto me excito asoma la punta, pero Laura lo tiene más grande, parece una pilila pequeñita.
<< Ahora que cuento esto quisiera apuntar una cosa: Un clítoris de ese tamaño pude parecer muy atractivo a la vista, pero Laura me confesó un día que para ella fue su pesadilla. A los diez años, meando en corro con sus amiguitas haciendo un alto en sus juegos éstas se empezaron a reír de ella en cuanto se lo vieron y fue víctima de sus continuas burlas. A los catorce, estando en las duchas con sus compañeras, estas empezaron a burlarse en cuanto se lo vieron, eso para ella era una tortura; pero lo peor no acaba ahí, empezaron a correr la voz de que Laura tenía “pilila” como los chicos. Un día, en el patio del colegio la pillaron once chicos más o menos de su edad, le taparon la boca metiéndole pañuelos dentro y pese a que ella se resistía le bajaron las bragas ansiosos por ver si de verdad tenía pilila. Como estuvieron manoseándola el coñito un buen rato, a Laura al final se le “estiró el clítoris”. Al principio los chicos se asombraron mirándola embobados, como si fuera un bicho raro, pero después quisieron comprobar cómo era en realidad. Laura dice que ese día se corrió diez veces al menos —los primeros orgasmos de mi vida— cuenta riéndose ahora, pero tanto su marido como yo sabemos el infierno que tuvo que soportar a partir de ese día, porque al extenderse la noticia, durante el recreo unos chicos mayores no la dejaron en paz y la acosaron para que también les enseñara la “pilila”, como ella se negaba le hicieron lo mismo; en-tre todos la agarraron, le taparon la boca y le bajaron las bragas para vérselo. Para la pobre Laura fue una tortura pues los chicos no sólo la manosearon, sino que la masturbaron el clítoris como si de una autentica “pilila” se tratara. Afortunadamente, los chicos mayores estaban tan entretenidos con su “juguete” que no se dieron cuenta de que la pobre se corría sin descanso y cuando se cansaron, la dejaron tirada en un rincón del patio. A los 16 años, en plena adolescencia, Laura estaba ya marcada por sus amigas que difundían sin pensar en las consecuencias, lo que creían un horror; ningún chico se arrimaba a ella y si lo hacía sólo era para verle el coño, nada más. Así hasta que a los 19 años conoció a su actual marido, Antonio. Laura era virgen porque no consentía que nadie le tocara ahí abajo; sólo él lo consiguió a base de ternura y cariño durante ocho meses, hasta que ella se ablandó, aún así ella le confesó muy avergonzada el problema que tenía. La reacción de Antonio fue distinta, inesperada y asombrosa, Laura dice que cuando se lo confesó, él también le confesó a su vez que siempre había deseado encontrar a una mujer así en su vida. Laura se quedó sin habla cuando su novio le pidió que le follara el culo con su pilila. Con esa actitud, Antonio no sólo logró el amor de Laura, sino, que le devolvió algo que había perdido muchos años atrás: “Su auto estima”. (nota del autor: Puede parecer una historia un poco cursi, pero es tan real como la vida misma. Los niños, los jóvenes y la gente en general no somos conscientes de nuestra crueldad hasta que ya es demasiado tarde)>>
Bien, después de estar un buen rato moviendo nuestras caderas y pubis como autenticas golfas nos corrimos escandalosamente. Precisamente estábamos relajándonos muy felices, con besos y caricias cuando sonó el timbre de la puerta de la calle. Las dos nos levantamos de un salto y nos vestimos a toda velocidad para atender la llamada del que fuera; cuando abrimos la puerta ahí estaba Pedro, sonriente y a la vez con cara de disculpa; un autentico especialista en ¡jodernos la fiesta! Pasó al interior saludando y automáticamente nos convertimos en las mujeres responsables que se supone debemos ser y no las zorras maduras de 51 años que somos.
Charlando sobre el despido de Pedro se nos pasó el tiempo y llegó Antonio, que en cuanto se enteró de lo que le había pasado a Pedro se sumó a la conversación.
—Fin de la 6ª parte—
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