Mi segunda oportunidad-5

Pepa y Esteban se quedan solos en el baño, él la propone que se vayan a su piso y que Pepa pase allí la noche. En su casa, Esteban aprovecha la ocasión para confesarle una cosa muy importante, esa confesión confunde a Pepa que tendrá que recapacitar y replantearse su futuro.

Mi segunda oportunidad

Por Jaypaka

—5—

Pepa y Esteban se quedan solos en el baño, él la propone que se vayan a su piso y que Pepa pase allí la noche. En su casa, Esteban aprovecha la ocasión para confesarle una cosa muy importante, esa confesión confunde a Pepa que tendrá que recapacitar y replantearse su futuro.

Entramos en el baño y él cerró la puerta con llave. Aquello no era un baño propiamente dicho, había un gran diván en un lado, en frente dos lavabos y a un lado el váter y el bidé separados por un muro de cristales y, en el centro una bañera redonda con capacidad para seis personas al menos.

Esteban me cogió la ropa, la estiró, la dobló y la depositó sobre una estantería al lado de los lavabos donde estaban las toallas. Me encantó ver cómo lo hacía y tuve un escalofrío de placer. Lo siguiente que hizo fue agacharse para abrir el grifo del agua caliente, fue entonces cuando me fijé en la enorme polla y la bolsa de sus huevos sobresaliendo tan notablemente de entre sus piernas que casi tocaban el suelo, las sensaciones de miedo, angustia y humillación que minutos antes había sentido empezaron a desaparecer siendo reemplazadas por las de seguridad y felicidad. Inmediatamente asocié ese cambio repentino con Esteban; sólo él podía conseguía ese cambio, daba igual que no hubiera sucedido el incidente con aquellos cerdos desagradables, o que me lo estuviera pasando bien, el hecho de estar con el joven cirujano borraba todas esas experiencias y sensaciones para quedarme únicamente con las que él me proporcionaba.

Le dije que iba a lavarme en el bidé antes de meterme en la bañera, no quería que el semen de esos cerdos enturbiara el agua. Me cogió de la mano y me llevó al otro lado de la pared, me ayudó a sentarme sobre el bidé, abrió el grifo del agua caliente y de la fría gradualmente, probó el agua dándole el visto bueno y guió el chorro directo a mi coño.

—Estate así un rato, notarás alivio —dijo dándome un beso en la frente— ¿te importa si meo mientras? –me preguntó.

—No, claro que no.—le dije.

¿Cómo iba a importarme si gracias a eso gozaría del espectáculo? Se sujetó el largo pene y en dos segundos, de la punta empezó a salir un fuerte chorro que él dirigía con destreza al interior de la taza del váter. Era tan excitante ver esa hermosura soltando liquido. En otro momento me hubiera metido toda esa carne en la boca y la habría saboreado, me daba igual que lo que expulsara fueran meados o una inmensa corrida, si procedía de Esteban lo quería para mí, pero dadas las circunstancias no me apetecía mucho la verdad.

Pero en cuanto su chorro se cortó no sé lo que me pasó, el caso es que le pedí que no se la sacudiera y me permitiera limpiársela  con la boca. Esteban me preguntó si estaba segura y decidida le contesté que sí. Sonriendo pasó una pierna por encima del bidé y quedó frente a mí, agarré su polla y me la metí en la boca con tanta ansia que casi me ahogo pues al estar el pene flácido me entró entero hasta el esófago, tuve una nausea y Esteban se rió al ver mi cara pero aguanté la nausea y no me la saqué. Él flexionó un poco las piernas y adelantó el pubis apoyando las manos en la pared de baldosines, en esa excitante postura gozó mirando cómo se la mamaba; pero mi gozo duró muy poco, casi enseguida su polla empezó a crecer y me la tuve que sacar; al final me tuve que conformar con chuparle el glande y, minutos después se agachó para besarme en la boca dando por terminada mi mamada. Cogió el gel de baño se lo extendió por las manos.

—Puedo hacerlo yo Esteban.—le dije viendo sus intenciones.

—Ya, pero quiero hacerlo yo si no te molesta.—me contestó lavándome el pecho y la tripa.

Me callé y dejé que me lavara, además, al hacerlo su polla y sus huevos me rozaban la espalda y a mí me encantaba. Después de aclararme con sus manos me metió los dedos en la vagina para sacarme toda la mierda que tenía dentro; no salió mucho ya que había escurrido.

—Si te molesto me lo dices.—me dijo enjabonándome el coño.

—No te preocupes, no me molestas en absoluto.—dije cerrando los ojos para disfrutar mejor.

Esteban me lavó el coño a fondo, tocándome con mucha suavidad el clítoris y al final se me puso duro pero no insistió, cosa que me desconcertó, luego le tocó el turno a mi culo, me metió dos dedos primero y después cuatro en total, la verdad es que si no llega a ser porque el pulgar se había quedado fuera me habría metido la mano entera. Sus dedos se movieron lavándome en profundidad; me sacó la mano y me la volvió a meter varias veces para aclararme bien por dentro. Tuve molestias a pesar de la suavidad que empleaba pero eran debidas a que mi ano no estaba acostumbrado a dilatarse tanto. Cuando terminó de lavarme estaba tan excitada que le supliqué que me hiciera una paja con sus maravillosos dedos, Esteban me besó en los labios diciéndome que mejor en la bañera. El exquisito tacto y la ternura con que me trataba tuvieron mucho que ver con mi excitación.

Esteban me ayudó a entrar en la gran bañera, primero se sentó él, yo lo hice sobre sus piernas con las mías separadas. Nos besamos uniendo nuestros labios nada más y sentí su mano acariciando mi coño. Los expertos dedos de Esteban exploraron mi sexo primero por fuera, acariciando mis ingles y los labios de la vulva, tanto mayores como menores dejando mi sexo tan sensible que cuando me atrapó el clítoris con las yemas me estremecí de placer. Le metí la lengua dentro de su boca y jugué con la suya tragándome su saliva, él por su parte me magreaba las tetas estirándome a veces de los pezones; en un santiamén un enorme clímax me sorprendió mientras me dejaba devorar la boca y tuve que separarme para poder aullar de placer mientras me corría en medio de fuertes convulsiones y estremecimientos.

Cuando empecé a relajarme me sentó de lado sobre sus piernas y me abrazó meciéndome como si fuera una niña desvalida, no me esperaba esa ternura de él, su gesto me conmovió era todo tan distinto cuando estaba con él que dejé que fluyeran mis sentimientos, eso me produjo tal emoción que sin poderlo evitar empecé a llorar, pero era un llanto tranquilo, sin sollozos, un llanto por la felicidad que me embargaba; Esteban se dio cuenta pero no dijo nada siguió meciéndome a la vez que me daba besitos en la cabeza.

—Y ahora dime ¿cómo te has metido en esto Pepa? —me preguntó pasado un rato.

—Me parecieron buena gente a simple vista.

—Joder eran 8 tíos Pepa, ¿qué te han hecho esos bestias?

—No quiero hablar de eso, ya pasó.—le dije para no tener que avergonzarme si se lo contaba.

—Pues te podía haber costado un disgusto, mira que se lo tengo dicho a Fabián, tanta gente reunida no es bueno al final alguien se descontrola, es mejor un número pequeño de personas, diez como mucho, así todo es más íntimo.

—Bueno ya no tiene remedio, pero no te preocupes he aprendido la lección —dije.

—¿No me lo vas a contar? —insistió.

—¡Déjalo Esteban! Parece que te den morbo los detalles joder. —le dije mosqueada.

—¿Crees de verdad que me importan los detalles? —me preguntó un poco dolido.

—No, sé que lo haces porque te preocupas por mí —le dije besándole en los labios— pero estoy bien de verdad, en realidad no sé cómo ha empezado todo —sin darme cuenta acabé contándole todo lo que me había ocurrido con pelos y señales, salvo lo de las meadas, ese episodio me avergonzaba tanto que me lo callé.

—Tu error ha sido no conocer la diferencia entre una práctica y otra. En un “Bukake” se trata de correrse en la cara o la boca de la mujer y en un “Gangbang” te follan y se corren donde más les guste o donde les pille.

—Joder, eso es lo que les dije que quería hacer, pero te juro que no lo sabía, yo pensaba que iban a follarme todos y que solo se la tendría que chupar.

—Ya lo sé Pepa, digamos que has pagado caro tu ingenuidad, si vas a estar en éste circuito te conviene ponerte al día, recuérdaselo a Laura.

—De todas formas daba por sentado el respeto a las personas.—dije.

—Y así es, pero con tanta gente reunida nunca sabes lo que te espera. De todas formas me gustaría proponerte algo.

—Que no sea nada raro, no estoy para bromas precisamente.

—Me lo imagino, pero quédate tranquila, no se trata de nada raro, te propongo que te vengas conmigo a mi casa.—su propuesta me desconcertó tanto que me le quedé mirando un momento.

—¿Tratas de ligar conmigo o seducirme? —le pregunté sintiendo que el corazón empezaba a latirme más deprisa.

—Puede que quiera ligar contigo, o sólo seducirte, o a lo mejor las dos cosas, pero para saberlo tendrás que venir conmigo a mi casa.

—No sé Esteban, he venido con Laura y creo que debería irme con ella. —contesté tratando de que no se me notara el nerviosismo porque ¿y si quería ligar conmigo?, tenía que ser eso, no necesitaba seducirme porque en ese momento me tenía desnuda y rendida a sus pies.

—Vale, haz lo que creas conveniente Pepa.—me dijo sin presionarme.

¿Y qué era lo que más me convenía? Ese dilema no sabía como resolverlo, nunca me había visto en una situación semejante.

Decidimos que era mejor salir, ya que el agua de la gran bañera circular empezaba a enfriarse. Esteban colocó una de las grandes toallas de baño sobre el diván y se envolvió con otra envolviéndome a mí de paso. Él se mantuvo con la espalda apoyada sobre el alto brazo del diván y yo sobre su pecho y arropada con la toalla, así nos quedamos un poco dormidos.

Despertamos de golpe al escuchar que llamaban a la puerta, Esteban se levantó a abrir y segundos después entró Laura. Ambos se saludaron con dos besos en las mejillas pero la cabrona le agarró la polla y sin soltársela vino hasta el diván donde se sentó a mi lado, mientras que le sobaba la polla a Esteban me dijo que era hora de marcharse a casa. Él me miró, seguro que estaba nervioso esperando mi respuesta, lo que no sabía es que yo la tenía decidida casi desde que me la propuso: le dije a Laura que se fuera ella sola, que yo me iba con Esteban. Laura sonrió guiñándome un ojo, me dijo que lo disfrutara y que ya hablaríamos al día siguiente, soltó la polla de Esteban pero antes le dio dos besos a la punta y otro a él en la boca, luego salió por la puerta; yo me levanté para vestirme pero él me cogió por la cintura obligándome a mirarle a los ojos.

—Eso quiere decir…

—Que esta noche la paso contigo ¿no era eso lo que me habías propuesto? —le dije antes de que terminara la frase.

La respuesta de él fue abrazarme, percibí sus temblores y su excitación, no sexual, y una vocecita dentro de mi cabeza me dijo: —Pepa ¿sabes dónde te metes? — me dije que sí y los dos empezamos a vestirnos.

…./….

El “Mercedes” de Esteban era tan espectacular que me sentí un poco intimidada cuando me senté al lado del conductor, él me sonrió y condujo con seguridad.

La casa estaba casi en pleno centro de la ciudad con la ventaja de tener un gran parque verde al que podías ir con sólo cruzar la calle. Esteban me cogió de la mano y me dio una visita guiada por su casa. El ático de Esteban era muy grande, lo más espectacular era la gran terraza con vistas al parque de enfrente. Un pasillo largo en el que había un baño con ducha conducía a dos amplias habitaciones con sendos baños (por cierto la cama con “dosel” de estilo francés era de ensueño)  y un enorme salón decorado exquisitamente; no soy una entendida en arte o decoración pero me bastó con pasar cerca de los muebles para saber que eran muy caros a primera vista y oler el aroma a madera noble que desprendían.

—Eres la segunda mujer a quien enseño mi casa.

—¿Y quien es la primera? —pregunté con la consabida curiosidad de mujer.

—Mi madre.—su contestación me cogió tan desprevenida que me dejó descolocada.

—Vaya… No sé qué decir… —respondí balbuceando.

Se hizo un silencio que él rompió para que no fuera incómodo invitándome a acompañarle a la cocina; más espaciosa que la mía. Mientras él preparaba dos sándwich con algo de fiambre yo preparé dos cafés con leche para templarnos pues eran las dos de la mañana. Mientras cenábamos ese tentempié charlamos.

—De todas formas imagino que lo habrán visitado más mujeres.—dije tratando de que no se notara mi nerviosismo.

—Algunas, no creas que soy un Casanova; pero no han pasado más allá del salón o del baño del pasillo.

—¿Vas a decirme que ninguna mujer conoce tu cama?

—Si te refieres a ver mi cama, tan solo mi madre y tú la han visto, en cuanto a yacer en ella tú serás la primera si así lo deseas.

—Joder Esteban, la verdad es que estás un poco misterioso esta noche, empleas unas palabras que me desconciertan.

—¿Porqué, porque he dicho “yacer” en vez “joder o follar”?

—Pues sí, la palabra yacer tiene varias connotaciones y alguna de ellas no tiene nada que ver con “joder o follar”.

—Explícame esa connotación, siento curiosidad.

—Vamos no me tomes el pelo, de sobras sabes que la palabra “yacer” es poética y va muchas veces asociada a los amantes, sólo los amantes yacen.

—Vaya, me parece que has equivocado la profesión y en vez de enfermería deberías haber estudiado literatura.

—Búrlate cuanto quieras pero se me daba muy bien la literatura y además soy una gran lectora de toda clase de libros.

—No me burlo, de verdad, es más, le estoy muy agradecido a la enfermería gracias a ella he tenido la oportunidad de conocerte.

Hicimos una pausa para terminar de comer y bebernos el café caliente; esa pausa me vino de perlas ya que la conversación se estaba poniendo un poco romántica y decidí cambiar de tema proponiéndole que nos pusiéramos cómodos y me refería a “cómodos” a quedarnos solo con la ropa interior.

—La verdad es que no me esperaba encontrarte esta noche, tanto Antonio como Laura me han dicho que nunca vienes a las fiestas que organiza esta gente.—le dije intentando no mirar mucho su entrepierna pues aunque él usaba calzoncillos tipo “bóxer” la polla le asomaba por una pernera.

—Y es verdad, los organizadores como tú les llamas se llaman Fabián y Marta, y no los conozco por eso sino porque somos compañeros de universidad y de profesión; él es ginecólogo y ella urólogo una ironía del destino ¿no te parece? El caso es que hace dos días estaba en casa de ellos follándome a Marta…

—¡Espera!, espera un momento, ¿te estabas tirando a su mujer? —pregunté asombrada.

—Sí, ellos son un poco especiales en cuanto a gustos sexuales y lo llevamos haciendo desde nuestra época de universidad. —contestó.

—¿Y en qué son especiales? —pregunté picada por la curiosidad.

—Oye ¿Quién es ahora la morbosa? —dijo y enseguida su vista bajó a mi entrepierna y de ahí a mis tetas.

—Touché, pero yo al final te lo he contado.—le dije.

—Vale. No es que sean raros a Fabián le encanta que me folle a su mujer delante de él, así ella le relata paso a paso todos sus sensaciones mientras yo la monto. Si la escucharas te pondrías por las nubes; Marta además de magnifica amante es muy buena relatando esas cosas.

—Joder, y yo me considero un poco “rara”.

—Pues eso, estaba en su casa cuando me comentaron que habían invitado a Antonio y su mujer a su fiesta, al saber eso pensé que tal vez te vería a ti también y les dije que me dejaría caer por aquí.

—¿Y por qué querías verme? —pregunté crecida por la vanidad pues él no dejaba de mirarme la entrepierna.

—¿Esa es tu manera de darme las gracias?

—No tonto, claro te agradezco que me hayas ayudado, no sé que hubiera hecho de no haberte encontrado —me levanté para sentarme de lado encima de sus piernas y le di un beso en los labios— pero dime, ¿me andas siguiendo? —insistí agarrándole la parte del miembro que asomaba por la pernera de sus “bóxer”.

—Sí, porque es la única manera que tengo de dar contigo, la primera vez no quisiste darme tu móvil ¿recuerdas? —su respuesta me dejó un poco cortada.

—¿Y para qué quieres dar conmigo? —pregunté jugando con su polla.

—Al parecer tú también me buscabas; antes has dicho “de no haberte encontrado” y no encuentras a una persona si no la buscas antes.

—Vamos Esteban, de sobra sabes a qué me refería, pero si no quieres no hace falta que te inventes un cuento, ya soy mayorcita para esas cosas.—dije riendo un poco nerviosa, la verdad es que me había traicionado el subconsciente.

—Esta bien, ¿quieres la verdad Pepa?

—Si estás dispuesto a decírmela sí, me gustaría saberla.—le dije pensando que se trataba de un juego.

—¿Por qué, acaso me temes?

—Por favor Esteban no seas tan vanidoso, quiero conocer la verdad para saber a qué atenerme, estoy acostumbrada a controlar lo que pasa a mi alrededor.

—En eso te pareces a mí.

—Entonces ¿me la cuentas o no? —insistí con curiosidad por saber en qué terminaba este juego.

—La simple  y pura verdad es que me gustas mucho.—contestó dejándome de piedra.

—Estás loco Esteban ¿acaso no sabes que estoy casada? —dije levantándome para sentarme de nuevo frente a él.

—Claro que lo sé pero a mí no me importa.

—A mí sí, yo no busco rollo ni contigo ni con nadie, para eso tengo a mi marido.

—Contaba con que dijeras eso y te diré una cosa: te equivocas Pepa, te engañas a ti misma y como no soy persona que se rinda fácilmente te aviso de que voy a hacer todo lo que esté en mi mano para seducirte, te prometo que al final serás mía, lo siento por tu marido. — no me cabía duda de que él era de esa clase de hombres que cumplen lo que prometen, pero lo dijo con tanta seguridad que me sentí un poco intimidada.

—Esteban por favor deja las cosas como están, no hay necesidad de estropearlo cuando dentro de un momento seré tuya.—dije tratando de suavizar el tema.

—No voy a estropear nada. El día que te vi me dejaste deslumbrado, y cuando te tuve entre mis brazos decidí que serías mía tarde o temprano. Pensarás que estoy loco al decirte eso pero te aseguro que no; escúchame Pepa no me conformo con tenerte sólo ahora, ni esta noche, ni mañana cuando abra los ojos al despertarme, quiero que estés a mi lado siempre para amarte como te mereces, ¿eso es malo?

—No, supongo que no —dije apabullada por sus palabras—, pero debes comprender que no quiero hacerle daño a mi marido.

—¿Y ahora no se lo haces?

Acusé el golpe de sus palabras, Esteban tenía razón: si Pedro se enterara de mi doble vida le daría un disgusto de muerte y no podía hacerle eso; el problema es que tampoco quería renunciar a Esteban, desde que tuve sexo con él me sentí atraída de una forma especial que no llegaba a comprender de momento, y eso me llevaba a plantearme un grave dilema: ¿Le buscaba para tener sexo con él o por algo más profundo? Esteban tenía tanta personalidad que a su lado me sentía más segura que nunca, más dichosa, más libre; o sea, que tenía un cacao mental de tres pares. No soy de las que creen en el flechazo a primera vista, me gusta ser pragmática y por experiencia sé que dos personas establecen una relación sentimental después de conocerse un tiempo, el “pero” era que si no me sentía atraída por él ¿porqué le había buscado esta misma tarde con tanta insistencia? Estaba hecha un lío, no sabía qué hacer y de momento no se me ocurrió otra cosa que negar cualquier clase de sentimiento, pero el resultado fue desastroso para mí.

—Esteban me siento muy halagada por tus palabras pero he de decirte que yo no siento nada por ti, lo lamento.—le dije con la esperanza de desalentarle.

Esteban me miró a los ojos, luego su vista se perdió en algún punto indeterminado, tomándose su tiempo antes de contestar.

—En ese caso yo también lo lamento Pepa, perdóname por haber creído lo que no era. —dijo y comenzó a ponerse de pie.

—¿A dónde vas? —pregunté extrañada.

—Me voy a vestir para llevarte a casa de Laura, no podría soportar estar contigo sabiendo que no sientes nada por mí.—me dijo dolido.

—¡Espera! No hace falta que nos vayamos, podemos pasar un buen rato juntos.—insistí.

—Pepa para pasar el rato ya tengo donde elegir. —dijo poniéndose los calcetines, al ver que se vestía me angustié, quería desalentarle y me había pasado, por primera vez en mi vida sentí miedo a que me abandonara un hombre, no quería perder el contacto con él, así que tuve que echar marcha atrás.

—Por favor Esteban, detente. —volví a insistir.

—A ver Pepa Dime por qué. —me preguntó y ahora fui yo la que se tomó su tiempo antes de contestar.

—Porque quiero quedarme contigo. —dije sin atreverme a decir la verdad.

—No me gusta ser el fetiche sexual de ninguna mujer, a veces lo consiento, pero a ti no.—su contestación no me dejó otra opción que decirle la verdad.

—Es que no quiero irme —exclamé y añadí en voz baja— quiero estar contigo. —de repente al levantar la cabeza caí en la cuenta de que me había puesto de pie y estaba casi pegada a él.

—Eso ya me lo has dicho, pero como no seas más convincente me visto y nos vamos, no hay nada que deteste más que me hagan perder el tiempo. —me dijo.

—¡No me lo pongas tan difícil joder! Estoy hecha un lio, hace unos días Antonio, el marido de Laura me confesó que siente algo por mí y ahora me vienes tú con lo mismo.

—¿Y tú le correspondes? —preguntó.

—No, no puedo corresponderle.

—¿Por qué?

—Porque ahora sé que es por ti por quien siento algo de verdad, desde que te conocí yo tampoco puedo sacarte de mi cabeza.

—¿Y qué pasa con tu marido?

—¡No lo sé! y ahora mismo no quiero pensar en ello —le abracé por la cintura, le besé un pezón y apoyé mi cabeza en su pecho — mira Esteban me atraes mucho y aunque intento luchar contra esa atracción no puedo evitarlo pero también soy realista. Tú eres un hombre joven y atractivo y supongo que triunfador, con eso puedes tener a la mujer que quieras y cuando quieras ¿por qué ibas a fijarte precisamente en mí que soy una vieja a tu lado, ni si quiera podré darte hijos? por eso no quiero hacerme ilusiones.

—Escúchame Pepa puede que tengas razón en todo lo que has dicho salvo en lo de que eres vieja, cuando te miro sólo veo a una mujer necesitada de cariño y ternura, me importa un pimiento tu edad o la mía, o si no puedes darme hijos ¡esa no es mi meta Pepa! Elegí ser lo que soy por vocación, he luchado mucho hasta llegar donde he llegado, sabía que tendría que hacer sacrificios y los he hecho pero nunca renunciaré al amor.

—Escucha Esteban mi vida no ha sido fácil precisamente, he estudiado lo que me gustaba y he lucha mucho para llegar donde estoy ahora. He sido madre y esposa durante 27 años, he tenido momentos buenos y momentos malos; en cuanto a mi situación matrimonial te diré que actualmente estoy cansada para luchar por algo que ya no existe, o tal vez sea que ya no quiero luchar más, no estoy muy segura en este momento. Pronto cumpliré 51 años y me he dado cuenta de que necesito recuperar mi libertad, la que el matrimonio me cortó cuando me casé, por eso me lancé en busca de nuevas experiencias sexuales; pero nunca con la pretensión de encontrar otra cosa que no fuera un buen amante.

—¿Te crees la única que ha perdido la libertad? Provengo de una familia bastante acomodada no imaginas el acoso permanente al que me han sometido las mujeres desde que era un adolescente. Las madres empujaban a sus hijas a que se enamoraran de mí porque yo era un buen partido. Cuando estudiaba medicina más de una chica se me pegaba en cuanto descubría que mis padres eran dos ricos y famosos cirujanos plásticos, no lo he tenido fácil nunca, siempre he tenido que luchar contra la fama de mis padres y demostrar lo que valgo, esta profesión no es el cine ni el teatro, aquí no hay sitio para los segundones y tú lo sabes, así que no me vengas con esas Pepa.

—Lo siento, no lo sabía; en cualquier caso no quiero irme Esteban, aunque no me creas siento que te necesito más que tú a mí, me arriesgaré y si sigues adelante con lo que pretendes te suplico que no te burles de mí, no podría soportarlo.

—Nunca me he burlado de una mujer Pepa y tú no vas a ser la primera, te lo juro pero tampoco quiero ser tu fetiche sexual.

Esteban me levantó la cara y me besó en los labios y mientras me besaba yo le desabroché el pantalón dejando que cayera al suelo, a continuación me arrodillé entre sus piernas y mordí por encima de los calzoncillos el grueso bulto de su pene, deslicé mi lengua por todo el tallo varias veces y luego le saqué los calzoncillos. Ante mí apareció su terrible herra-mienta que ya empezaba a empalmarse orgullosa, el escroto con su pesada carga le colgaba unos 15 centímetros por debajo. Esteban tiró de mí hasta ponerme de pie, me abrazó y comenzó besarme el cuello con ternura, mi cuerpo se estremeció de placer, mientras me mordía con dulzura la yugular no paraba de decirme lo mucho que me había echado de menos y cuanto me adoraba.

—¿Y qué otras cosas adoras de mí? —le pregunté para que me regalara el oído.

—Adoro tus tetas Pepa —dijo oprimiéndome los pechos— adoro estos pezones tan duros porque me alimentan de cariño cuando me los cómo —dijo atrapando uno con su boca— adoro tu coño —dijo acariciándomelo con sus largos dedos— porque acoge mi polla sin dificultad y la envuelve de amor, adoro tu culo— dijo apretándome las nalgas— y este agujerito que me vuelve loco —dijo acariciándome el esfínter— y tus piernas y tus preciosos pies.—concluyó.

—Bueno ahora sé cuanto adoras mi cuerpo.—dije riéndome.

—También adoro tu sonrisa ¿ya te lo he dicho?

—Pues no

—Y tus delicadas manos también, en fin, te adoro toda entera Pepa. —dijo y volvió a besarme los labios.

—Bueno me quedo más tranquila al saber que me adoras tanto.

—No creas que lo sabes todo.

—¿Todavía hay más? —pregunté haciéndome la sorprendida.

—Hay mucho más y ya que has sido tan sincera conmigo yo lo seré contigo, Pepa me enamoré de ti la primera vez que te vi, cuando te tuve entre mis brazos fui el hombre más feliz del mundo, jamás había sentido con una mujer lo que sentí contigo y hoy he vuelto a sentirlo, por eso sé que eres la mujer que llevo tanto tiempo buscando y me da igual que estés casada o soltera.—me dijo.

Esa confesión me descolocó por completo, tanto, que cuando me alzó en vilo para echarme sobre el sofá no reaccioné, solo sé que cuando empezó a lamerme el sexo de manera especial, tuve la sensación de que no buscaba solo darme placer, sino que lo hacía dispuesto a comerme viva, lo único que pude hacer, mejor dicho, me entregué a él por completo. Allí mismo, Esteban me agarró los muslos, me los separó y me metió su enorme polla despacio, yo estaba muy excitada para entonces y él lo vio en mi cara por eso no paró de empujar hasta habérmela metido toda entera.

—Dame una oportunidad para que pueda demostrarte todo lo que siento por ti, sólo te pido eso Pepa.— me dijo.

—Adelante. —le dije y separé lo que pude mis piernas para sentirle con más intensidad.

Esteban comenzó con tiernas caricias mezcladas con besos repletos de cariño y cuando lo estimó oportuno me apretó contra él sujetándome con fuerza por la espalda y el culo, ese sentido de posesión no me molestó en absoluto, le había prometido una oportunidad y eso iba a hacer: abrazarme a su espalda y consentir que me hiciera suya. Cuando empezó el coito Esteban me poseyó con tanta fuerza, con tanto vigor, que me sentí la persona más feliz de este mundo, su majestuosa virilidad me hizo sentir más mujer que en toda mi vida de casada y cuando media hora después alcancé mi orgasmo me sentí tan completa y tan llena de su amor que casi lloro de felicidad.

—¿Quieres que me pare y descansas? —me preguntó dándome besitos en la garganta.

—No por favor, sigue, dame polla hasta que me dejes harta, te lo ruego.

Le dije eso porque gracias a él ahora me sentía una mujer nueva, más feliz y dichosa.

Para cumplir mi ruego, Esteban me puso de lado para que no me cansara de la misma postura, el se situó detrás de mí y me abrazó metiendo su polla entre mis muslos, con mi propia mano guié su polla hasta mi dilatada vagina y volvió a penetrarme transportándome al paraíso y comenzó el coito otra vez hundiéndome su hombría profundamente y sin descanso a la vez que me amasaba las tetas con enorme dulzura, después de un buen rato así le dije que quería verle la cara, me giré y alcé una pierna para cobijarle, él me empaló el coño con potencia y reanudó el polvo, minutos después yo sucumbí a dos orgasmos seguidos que me dejaron agotada. Esteban me dejó descansar pero no paró de darme besos en ningún momento ni de acariciarme con sus delicadas manos, antes de reanudar el coito Esteban me habló.

—No imaginas cuanto deseo que tu cuerpo me pertenezca por entero.

—Tómame como quieras, ya soy tuya.—le dije sin oponerme intuyendo que me iba a follar el culo.

Antes de hacerlo, Esteban estuvo un buen rato ensalivándome el ano, metiéndome a la vez dos y tres dedos para dilatarlo, cuando vio que estaba lista me puso de lado otra vez y se coló entre mis piernas, yo doblé la pierna que tenia arriba por la rodilla, él me restregó su poderoso capullo por el esfínter un poco, apuntó contra mi ano y empujó. Nada más sentir que su glande traspasaba mi esfínter le agarré la mano con la que me abrazaba y apreté, no porque me doliera, ni porque fuera molesto, al contrario, todo era tan agradable, tan especial, que necesitaba tener contacto con él mientras me llenaba el culo con su polla, Esteban me besaba la nuca tratando de tranquilizarme pero no lo necesitaba y cuando quiso parar no se lo consentí, le pedí que siguiera empujando hasta sentir sus gordos huevos pegados a mis nalgas.

—Pepa mi vida, ahora eres toda mía. —decía mientras entraba y salía de mi culito dilatado.

—Sí cariño, lo soy, tómame y mátame de gusto como antes.

No sé si fue por el momento pero el caso es que me corrí dos veces mientras él me daba por el culo con suma delicadeza; pasado un rato largo noté que se tensaba por momentos —¡Ah! Pepa me voy a correr—me advirtió—Hazlo, báñame las entrañas con tu esencia —le rogué— Me miró con los ojos iluminados —Eres una mujer increíble—dijo y aceleró el mo-vimiento de caderas para precipitar su orgasmo, minutos después se echó sobre mí, dio dos o tres empujones y un cuarto mucho más fuerte quedándose pegado a mí, se tensó y empezó a eyacular jadeando en voz baja. Invadida por una inmensa felicidad cerré los ojos y me concentré en sus contracciones y espasmos gozando casi tanto como él.

Nos quedamos así, disfrutando de la relajación después del clímax, cuando quieres a una persona esa relajación postcoital despierta unos sentimientos intensísimos y los dos disfrutamos del momento, luego me puse la mano contra el culo para no manchar y él me acompañó al baño del pasillo; allí él me lavó el culo y yo la polla, luego nos besamos apasionadamente. Al salir le propuse tomar de nuevo café pues necesitaba fumar; me encanta hacerlo después de un buen polvo. Dos minutos después sujetando las dos tazas fui hasta el salón, dejé las tazas encima de los posavasos y me senté de nuevo frente a él, con los pies separados apoyados en el asiento y las rodillas juntas, para mí esa postura en muy cómoda y encima me permite estudiar con disimulo a mi pareja para saber dónde y de qué manera me mira. Saqué el paquete de tabaco de mi bolso que estaba junto al brazo del sofá.

—¿Te importa? —le pregunté antes de encenderme el cigarrillo.

—En absoluto, estás en tu casa. —me contestó dando sorbos a su taza.

Yo le imité y después de expulsar el humo por la boca me fijé en que me devoraba con los ojos mientras se bebía el café.

—¿Por qué me miras así?

—Porque eres un regalo para mis ojos, pero si te sientes incomoda no te miraré más.

—No me incomodas, al revés me halagas, es que no entiendo que me mires así cuando ya conoces todas las intimidades de mi cuerpo.—le dije acabándome el café.

—Te equivocas Pepa, siempre me sorprendes, ahora mismo por ejemplo te miro y me maravillo de verte tan sexi, tu postura es toda sensualidad, con tus preciosas piernas recogidas y el bulto de tu sexo marcándose en tus braguitas, eres la mejor fantasía que un hombre puede contemplar, eso es lo que te hace más atractiva a la vista.

—¿Quieres decir que te pones cachondo solo con mirarme? —le dije apagando el cigarrillo en el cenicero que me había tendido.

—Es tu ingenuidad la que me pone cachondo Pepa.

Nada más decir eso, Esteban se puso en pie, se agachó y me alzó en vilo llevándome así hasta su habitación. Me depositó con suavidad sobre la cama permaneciendo él encima de mí apoyado en sus antebrazos.

—Voy a decirte una cosa, te voy a hacer el amor todas las veces que sean necesarias y cuando termine serás mía en cuerpo y alma. —me dijo mirándome fijamente.

—A veces me intimidas Esteban. —dije enredando mis dedos en su cabeza.

—No pretendo intimidarte, si te hablo así es para que seas consciente de que esta noche haré todo lo posible para que te olvides de tu marido para siempre.

—No hablemos de él ahora. —dije poniéndome seria.

—Tengo que hacerlo Pepa porque es mi rival.

—No Esteban, mi marido es un gran hombre pero nunca podrá ser tu rival. —le contesté dándole un beso en los labios.

—Eso quiere decir que estás dispuesta

—Eso quiere decir que me tomes todo lo que quieras. —le dije poniendo los brazos en cruz sobre la cama.

Los pezones me dolían de tanta excitación y cuando él sumergió su cabeza entre mis pechos dio un gemido y yo jadeé de gusto al sentir su cálida lengua. Tenía unas ganas enormes de abrazarle pero me las aguanté y permanecí con los brazos abiertos para demostrarle que mi entrega era total, así que me mostré sumisa mirando cómo me devoraba los pezones y amasaba mis pechos al mismo tiempo. Se entretuvo tanto tiempo con mis tetas que a punto estuve de suplicarle que me la metiera pero me mordí el labio y aguanté.

Con la misma parsimonia descendió dándome besitos por el estomago y la tripa, metió la punta de la lengua en mi ombligo y mientras jugaba, sus manos deslizaron mi faldita hacia mi cintura con mucha dificultad pues no me moví en ningún momento; me estremecí cuando su boca besó el interior de mis muslos y al ascender lentamente hacia mi ardiente sexo se me alteró la respiración. Esteban era consciente de que necesitaba correrme pero antes me hizo sufrir, cuando sus labios se posaron sobre mi vulva protegida por mis braguitas mi excitación era tan grande que los movimientos de mi pelvis me delataron, él se dio cuenta y dejó de besarme ahí para darme besitos en el ensortijado vello de mi pubis; para entonces jadeaba ya con fuerza, Esteban no quiso prolongar más mi agonía y procedió a quitarme las braguitas, yo le ayudé en mi desesperación alzando el culo y levantando mis piernas.

Pensé que me devoraría el coño para provocarme el orgasmo, él sabía que me hallaba casi en la cima del clímax pero el muy cabrito se limitó a darme besitos en la vulva, nada más, entonces bramé sin poderme contener.

—Por Dios Esteban haz que me corra ya, me voy a morir de deseo. —le rogué.

—Pídemelo Pepa.

—Ya te lo he pedido Esteban, pero si quieres te suplicaré, te lo suplico Esteban haz que me corra.

—Así no me vale Pepa. —dijo acercando su cara a la mía.

—No te entiendo Esteban, te he rogado y te he suplicado pero no te vale con eso ¿porqué me torturas así?—me quejé al borde de la desesperación.

—No quiero que me ruegues o que me supliques, soy un hombre que se conforma con cosas sencillas, me basta con que me lo pidas con todo tu cariño, así sabré que renuncias a tu matrimonio por mí.

—¿No comprendes que no puedo complacerte ahora mismo Esteban?, no me pidas jamás que renuncie a algo chantajeándome con el deseo sexual, si me obligas, me decepcionarás y se romperá todo lo que hay entre nosotros; necesito tiempo, sólo te pido eso, un poco de tiempo, si tanto me amas como dices ¿no puedes ser clemente conmigo? —dije rompiendo a llorar.

—Lo siento cariño, perdóname, lo siento.

Esteban repetía esa letanía mientras retrocedía y quiso enmendar su error rápidamente, lo malo es que cuando metió la cara entre mis piernas y me chupó el coño mi deseo había desaparecido, se había esfumado como el aire. Cerré las piernas pero él me las separó afanándose por darme placer lamiéndome la vulva, pero desistió segundos después al darse cuenta de que era imposible darme placer así, yo no podía parar de llorar en ese momento; entonces se levantó sin decir nada y salió de la habitación dejándome sola.

Llorando bocabajo en la cama reflexioné desilusionada: ¿Por qué son las cosas tan difíciles?, que alguien me conteste a esa pregunta por favor, me dije. Deseaba encontrar mi libertad pero antes debía librarme del apego a mi matrimonio, estaba dispuesta a dar ese paso y él lo había echado todo a perder con su precipitación. Desde que Esteban me confesó sus sentimientos no he hecho más que luchar por desconectar mi auto control, quería, no, necesitaba dar una oportunidad a lo imprevisible, mi atracción por Esteban era tan sincera como inesperada, no podía ser negativa, deseaba liberarme de una vez por todas de mis responsabilidades de esposa ¿qué has hecho Esteban? Me dije y de repente sentí miedo, por si las dudas surgían con tanta fuerza como para matar la ilusión que tenía puesta en él.

Media hora después salí yo de la habitación después de haber meditado lo que debía hacer y entré en el espacioso salón. Encontré a Esteban de pie mirando por el ventanal que daba a la terraza. Su aspecto era la de un hombre abatido que ha perdido la seguridad en sí mismo. Me aproximé en silencio y le abracé por detrás apretándome contra su cuerpo; había perdido ese calor que tanto me gustaba. Nada más sentirme volvió a pedirme perdón lamentándose por su comportamiento. Tuvo un escalofrió porque tenía tanto miedo como yo, sabía que podía haber estropeado todo.

Traté de aplacar su miedo y el mío acariciando su pecho, noté que se le ponían duros los pezones e involuntariamente metí la mano por un hueco de la camisa y se los acaricié con los dedos sintiendo que me gustaba hacer eso. Volvió a pedirme perdón por haber sido tan egoísta pero yo no tenía ganas de hablar, aún no, en vez de contestarle le levanté la camisa por detrás y besé la piel de su espalda sintiendo en mis labios sus estremecimientos, y entonces me dije: — ¡Dios bendito! Si se estremece con un simple beso en la piel es porque a pesar de todo, lo que siente por mí va más allá de lo racional—tenía que estar muy segura de eso antes de dar el siguiente paso, pero creía que se merecía que le diera otra oportunidad, tenía que aferrarme a ese clavo aunque estuviera ardiendo.

—Alguien me dijo una vez que los hombres sois tan volubles como nosotras, pero se equivoca por completo.—dije.

—No, no se equivoca Pepa, los hombres nos jactamos de ser tan hombres, tan machos, que solemos comportamos como idiotas pensando que así deslumbraremos antes a la mujer que amamos.

—¿Pretendes psicoanalizar la conducta femenina?

—No se me ocurriría, según mis amigos psicólogos eso es casi imposible.

—Vaya qué bien. Escucha, te contaré un secreto. No somos tan difíciles de comprender, solo es cuestión de mirarnos a través del cristal adecuado. Todo eso de la igualdad entre hombres y mujeres está muy bien para la vida cotidiana, pero en la intimidad somos autenticas mujeres, con miedos y temores permanentes a perder la vida que hemos conseguido con nuestra pareja, me da igual que sean homosexuales o heterosexuales. A veces compartimos conductas como el romanticismo o la lujuria más extrema, pero a la hora de la verdad cada uno debe desempeñar su papel, piensa que el sexo para nosotras es totalmente diferente que para vosotros, por más que algunas personas se empeñen en negarlo. Al final siempre somos nosotras las que tenemos que mantenernos pasivas mientras vosotros nos metéis la polla dentro, porque ese es vuestro cometido natural: ¡Penetrar y poseer! En ese momento puede ser que deseemos que nuestro amante sea comprensivo, cariñoso y tierno, pero también puede ser que deseemos que nuestro amante sea ese macho potente capaz de dominarnos son su polla; adivinar cuál de las dos cosas preferimos las mujeres no es difícil; tan sólo hay que ser un buen observador, nada más.

—Gracias por compartir eso conmigo, estoy seguro de que cuando se los diga a mis amigos psicólogos los dejaré boquiabiertos. —respondió serio y desanimado.

—De nada.

Procedí a bajarle la cremallera de la bragueta, metí la mano dentro y con un poco de dificultad logré extraerle los huevos y después el flácido pene.

—Pepa por favor, a mí no me apetece, lo que me has contado está muy bien pero no tiene nada que ver con los sentimientos.

—No si al final veo que te lo tengo que dar por escrito para que lo entiendas. Mira Esteban ahora es el momento en que me tienes que demostrar que estos cojones y este rabo son algo más que un montón de carne, antes has fallado, vale, pero inténtalo de nuevo, no te refugies en la cobardía porque eso las mujeres no lo soportamos —dije sobándole con ambas manos. Él emitió un gemido y en mi mano empecé a notar que su polla engordaba con mis caricias— Te doy otra oportunidad sin saber si hago bien, así que llévame a la cama y hazme el amor hasta que ya no puedas más ¡enamórame Esteban! Solo te pido eso, que me enamores hasta que me duela el alma de felicidad.

Esteban se giró y me quedé de piedra al ver que lloraba. Me alzó en vilo y me llevó de nuevo a la cama donde me depositó con sumo cuidado, se separó un poco y empezó a quitarse la poca ropa que tenía puesta; yo le miraba con la llama del deseo prendida en mis ojos y para saber cuál era mi poder de atracción sobre él me corrí a un lado las bragas mostrándole mi coño; Esteban acudió a mi llamada como un fiel perrito hundiendo su cara y dándome lametazos en la vulva.

—Te voy a comer el chocho entero Pepa. — me dijo con voz ronca.

—Es todo tuyo, pero déjame un agujero por donde me la puedas meter— le contesté.

Después de estar un buen rato matándome de gusto con su lengua Esteban me arrimó su polla a la boca, le cogí el escroto con ambas manos y le engrasé el capullo con mi lengua, ¡qué gusto me daba comérsela joder! Después de habérsela ensalivado, se arrodilló y sujetándosela con la mano me metió el capullo en la vagina. Respiré hondo dos veces y contuve la respiración, en cuatro empujones me la metió hasta el útero, moviéndose muy despacio para poder darme besitos por el cuello y los hombros. A medida que nuestros gemidos aumentaban también lo hacía la pasión, pero Esteban no se conformó sólo con eso. Sin sacármela logró sentarse en la cama y tiró de mí que quedé también sentada con mis piernas por encima de las suyas enlazándole los costados.

Me abrazó de una manera posesiva, clavándome sus dedos en la espalda y en la nalga de mi culo, alzándome de la cama y apretándome contra él, no obstante, sus penetraciones se hicieron más delicadas. Esteban me hacía el amor con mucha ternura, yo también le abracé como si fuera solamente mío entregándome a él sin reservas. Lloré de emoción embargada de felicidad y al cogerle la cara con mis manos y mirarle vi que él también lloraba. Ese acto mutuo permitió que se produjera nuestra comunión corporal y espiritual. Me corrí de felicidad no de gusto sexual y lo hice mirándole a la cara para hacerle partícipe de mi orgasmo, quería que viera con sus propios ojos cómo mi gesto se transformaba en felicidad gracias a él; lo que tuve con Esteban en ese momento fue el acto más intimo de mi vida.

Pero según pasaba el tiempo empecé a desear que me diera más fuerte, sin que se lo dijera, Esteban se puso de rodillas en la cama, me tumbó de espaldas y agarrándome por los hombros empezó a embestirme de una manera casi brutal. Bramé de gusto y me descontrolé por completo; veinte minutos después ya me había corrido dos veces y no me quedaba mucho para el tercer orgasmo que ocurrió finalmente cuando él eyaculaba. En cuanto sentí las contracciones de su polla exploté uniendo mis contracciones vaginales a las suyas. La cabeza empezó a darme vueltas porque mi orgasmo no parecía tener fin, Esteban se encargaba de eso moviendo solo un poco las caderas a medida que se corría. Yo gemía intensamente, él jadeaba como una fiera, aquello era la locura, en medio del paroxismo sexual a él se le calló la baba literalmente sobre mi cara y a mí se me escapó un poco de pis, todo ese torbellino de sensaciones duró apenas medio minuto y fue tan intenso que me pareció una eternidad; poco a poco nos fuimos relajando hasta quedarnos agotados, la pasión cedió el turno a los sentimientos, era el momento de los cariños y estuvimos media hora al menos dándonos mimos y toda la ternura de la que éramos capaces.

Definitivamente Esteban me había enamorado. Esa noche me hizo el amor tres veces más y nos confesamos mutuamente desnudando nuestros sentimientos; cuando al final nos dormimos me sentí más unida a él. Despertamos al nuevo día tres horas después sintiéndonos pletóricos y con el corazón lleno de amor. Después de desayunar me llevó a mi casa, no me dejó en la misma puerta, sino a medio kilometro aproximadamente. Cuando llegó el momento de bajarme del coche él me besó las manos humedeciéndome las palmas con sus lágrimas, con un simple hasta luego me bajé del coche y caminé hacia mi casa, no me di la vuelta aunque sentía sus ojos clavados en mí pero no quería que viera que estaba llorando. Aquella fue la despedida más dolorosa de mi vida.

—Fin de la 5ª parte—

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