Mi segunda oportunidad-2

Pepa continúa sus aventuras sexuales, relatando su primera orgia.

Mi segunda oportunidad

Por Jaypaka

—2—

Pepa continúa sus aventuras sexuales, relatando su primera orgia.

Mi primera orgia:

Ese primer y maravilloso encuentro con Antonio y Laura me supuso un renacer de nuevo como mujer, no me podía creer que tanto gozo, que tanta satisfacción existiera para mí, el colmo es que siempre lo he tenido ahí, al alcance de la mano y no he sabido verlo, qué le voy hacer, en mi caso me aplico el refrán de: “más vale tarde que nunca”. Ese era mi caso, había llegado tarde al placer del buen sexo y por eso tenía la obligación de recuperar el tiempo perdido. A partir de ese día, todos los lunes y viernes salía a las tres del hospital con el optimismo renovado y al ver a Antonio esperándome ya dentro de su coche me ponía súper cachonda; varias veces le he dado una mamada en el aparcamiento de la calle y a plena luz del día. Cuando entraba en su casa en vez de comer primero, que sería lo normal, Antonio y Laura me comían a mí y yo a ellos, y al llegar la noche los tres nos acostábamos en la misma cama, ¡menudas folladas me daba Antonio y menudos lotes me daba con Laura! Las teníamos que haber grabado en video para recordarlas cuando fuera una ancianita.

Como podéis suponer nuestros encuentros no se limitaron únicamente a Lunes y viernes, a esos días les añadí un extra: los dos días que me correspondían de descanso. Esos días mi marido se marcha a trabajar muy temprano y vuelve a casa sobre las ocho y media de la tarde y mientras tanto ¿qué hago yo, aburrirme como una ostra? Nada de eso, con esas 12 horas me iba a casa de Antonio y Laura para gozar de buen sexo, además, como habíamos aumentado la frecuencia sexual yo le traje a Antonio una buena provisión de viagra para que pudiera mantener “el tipo”; recuerdo que en dos ocasiones, el pobre aguantó dos horas sin correrse por darnos placer a su mujer y a mí y cuando se corrió explotó como un volcán llenándonos a ambas la cara y el pecho de lefa; él después quedaba para el arrastre, pero Laura y yo nos dábamos el lote mientras nos limpiábamos la corrida una a otra con la lengua.

De todas formas que nadie se piense que pasábamos todo el mes jodiendo como conejos, no, al menos dos veces al mes me tocaba librar el sábado y el domingo; y entonces, a “joderse tocan” esos días me convertía en una esposa responsable lamentándome interiormente por tener que pasar todo el día con el aburrido de Pedro.

Habían pasado tres meses de mi primer trío con Antonio y Laura y podía decir que la cosa iba mejor de lo que me esperaba, la complicidad entre nosotros tres era ya total y absoluta y me sentía muy satisfecha. En mi trabajo se dieron cuenta del cambio, decían que me veían más contenta, más feliz, los hombres me miraban con deseo pues me había vuelto más atrevida a la hora de vestirme. Nadie podía imaginar a qué era debido ese cambio pero todos me lo notaban; bueno todos no, mi esposo Pedro no se dio cuenta de nada, como siempre. Había médicos y enfermeros que me entraban descaradamente tratando de ligar conmigo y eso que casi todos sabían que yo era una mujer casada. Yo disfrutaba calentándoles la bragueta pero nada más, no quería buscarme líos en el trabajo ni complicarme la vida innecesariamente. Claro que aún no sabía lo equivocada que estaba, cuánta razón tiene ese refrán que dice que “el mundo es un pañuelo” y digo esto por-que un día, Antonio me invitó a participar con ellos en una orgia. ¡Joder mi primera orgia!, fue lo primero que pensé con la imaginación disparada; acepté encantada sin pensar en nada más.

…../…..

Ese día, vino Antonio a buscarme a la salida de mi turno de trabajo y me llevó hasta su casa donde permanecí hasta el momento en que salimos camino de mi primera orgia. La casa en donde se iba a celebrar la “fiesta” estaba en la otra punta de nuestra casa, al norte, en una urbanización de lujo de las afueras de la ciudad. Antonio detuvo el coche ante una gran verja que nos impedía el paso y pulsó el timbre del interfono, mientras esperaba que le abrieran me cercioré de tener las tres hojas con los resultados de los análisis de las pruebas del sida hechos 24 horas antes y que había que llevar obligatoriamente o no entrabas, cuando me dijo que había que hacérselos no me opuse y encontré lógico que se tomaran precauciones. Al otro lado de la verja, había un vasto jardín y al fondo lo que parecía más una mansión que una casa, eso me hizo pensar sobre la situación económica de los anfitriones. Una vez que la verja se abrió, Antonio condujo por la ca-rretera que llevaba hasta la impresionante casa, aparcó en la gran plazoleta donde ya había varios coches aparcados, todos de la misma categoría que el nuestro; al ver la casa más de cerca silbé asombrada.

Nos abrieron la puerta los propios anfitriones: Jose Luis Y Amelia. Ellos se saludaron con un apretón de manos, Amelia un beso de tornillo en la boca a Antonio, a Laura y a mí (que me corté un poco), su marido Jose Luis, nos besó también a Laura y a mí; adiviné que eran viejos conocidos por la familiaridad con que se trataban. Una vez dentro fuimos hasta un enorme salón donde estaban el resto de los participantes y el anfitrión anunció que ya estábamos todos. Conté a los allí presentes rápidamente, éramos 20 personas en total, 8 mujeres y 12 hombres, al preguntarle a Laura por esa desigualdad me contestó guiñándome un ojo que era mejor así, al ver que no le pillaba la respuesta me especificó: —Pepa cuantas más pollas mejor, lo agradecerás cuando veas con qué facilidad se desinflan los hombres— y a continuación se rió al ver la cara que puse cuando todos empezaron a desnudarse; no sé qué cara tendría pero me puse muy nerviosa.

—Es normal que te cortes la primera vez Pepa, lo que tienes que hacer es tranquilizarte, a partir de ahora puedes tocar a quien te de la gana porque ellos te tocarán a ti, no lo dudes, tú relájate y tómatelo con naturalidad, te recuerdo que has venido aquí a pasártelo bien y gozar a tope del sexo.

Sí, eso había pensado yo en un principio pero al verme rodeada de tanto desconocido en pelotas ya no pensaba igual. Dispersos por el salón había grandes recipientes llenos de preservativos de diversos colores. Paseamos saludando a la gente, Antonio y Laura besaban y tocaban a todos los que saludaban, al parecer esa era la forma habitual de saludarse allí, yo que aún seguía tensa me aparté un poco para que no me saludaran más que con la mano, y me llevé una tremenda sorpresa al toparme con algunos compañeros del hospital, al decírselo a Antonio me contestó que era simple casualidad. A lo mejor tenía razón, no le di más vueltas y me acerqué a saludar a 2 médicos especialistas que conocía de vista; ellos se sorprendieron tanto como yo pues los tres estábamos allí sin nuestros respectivos cónyuges. Adelanté la mano para saludarles pero ellos me saludaron a mí con el ritual de allí, es decir, ambos me besaron en la boca y me magrearon a base de bien, me puse tan colorada que hasta Laura se rió pero a mí no me hizo ni pizca de gracia; tenía la impresión de que comprobaban las mercancía antes de degustarla.

Seguimos saludando a más gente con los consiguientes besos, caricias y magreos y al final, harta de que todo el mundo me tocara tuve que aplicarme el refrán de: “Donde fueres haz lo que vieres”, así que yo también toqué tetas, culos y penes. De repente localicé más caras conocidas, se lo dije a Laura y fui toda confiada a saludar. Eran 3 enfermeras a las que conocía de sobra por ser compañeras mías; saludé a Merche en primer lugar pero ésta me pilló por sorpresa abrazándome y cuando quise darme cuenta me estaba comiendo la boca, intenté separarme de ella pero Felisa, otra de mis compañeras se puso detrás de mí y me metió mano en todo el chichi, Carmen, la tercera, también se unió a la fiesta y empezó a chuparme los pezones, enseguida las personas de nuestro alrededor empezaron a jalearlas sin tener en cuenta que yo me moría de vergüenza, bueno, en realidad eso era así, pero también es verdad me yo quedé quieta mientras me tocaban porque me daba mucho gusto; Laura que estaba atenta me salvó del ataque salvaje de mis compañeras; me alejé riendo y llamándolas cabronas, ellas se rieron también y me lanzaron un beso.

Después de saludar al resto nos servimos una copa de cava o de champán no lo sé, bebí un sorbo mirando a la gente por encima de mi copa y calculé que todos éramos de edades parecidas; desde los 49 años de mi compañera Felisa hasta los 60 o 62 años en el caso de Jose Luis, el anfitrión, Amelia sin embargo era 10 o 12 años más joven que él o al menos eso aparentaba, era muy guapa y tenía un cuerpo que ya lo quisieran algunas jovencitas; el resto, eran bien parecidos ellos y monas ellas, la verdad es que todos estaban de muy buen ver para su edad.

Con la copa en la mano los tres nos reunimos con Jose Luis, Amelia y un tal Paco; Amelia se pegó a Antonio y mientras charlábamos vi que jugaba con su pene, Laura jugaba también con el pene de Paco, Jose Luis se puso a mi lado me besó y chupó los pezones, vi que tenía el pene muy gordo, similar al de Antonio y se lo cogí dándole unos cuantos estirones jugando con él, automáticamente Jose Luis separó un poco las piernas dándome a entender que le gustaban mis caricias, así que también le sobé los testículos con la otra mano; como Paco y Antonio empezaron a contar chistes Laura y Amelia dejaron de tocarles, yo prestaba atención riéndome con los chistes que contaban pero seguía jugando con la polla de Jose Luis, me gustaba tocársela.

<< Antes de seguir quiero referirme a un invitado que es digno de destacar por encima de los demás. Escuché decir que se llamaba Esteban y era cirujano. Era el más joven de todos nosotros, le calculé unos 36 o 38 años; ya me fijé en él al poco de entrar pues el joven destacaba por su altura (sacaba más de una cabeza a Antonio que era el más alto de todos), pero lo que más destacaba en él lo aprecié al verle desnudo, además de estar como un queso tenía una dotación sexual tre-menda, ya me entendéis y si no os pondré un ejemplo: imaginad el pene de un senegalés que según dicen tienen fama por su tamaño y grosor, el caso es que todas las mujeres nos lo comíamos con los ojos; había quien se relamía y todo. El joven estaba acostumbrado a llamar la atención, se paseaba entre los presentes muy seguro de sí mismo, a mí me pareció un poco vanidoso, bien es verdad que en su caso podía hacerlo. Cuando se paraba para saludar a alguien, tanto hombres como mujeres le tocaban el enorme pene con curiosidad, él charlaba y reía con aparente tranquilidad pero estaba segura de que en el fondo se sentía orgulloso de lo que le colgaba entre las piernas >>

Como iba contando, nos reíamos con los chistes, a los pocos minutos el ambiente era muy distendido en nuestro grupo y entre risa y risa Paco, Antonio, Laura y Amelia aprovechaban para meterse mano. En un descanso de contar chistes oí que Amelia le preguntaba a Antonio con voz muy sensual si se la iba a follar, Antonio dijo que sí y sujetándola por la cintura la dio un beso con lengua; me fijé que Laura les miraba con el gesto un poco serio, o por lo menos a mí me lo parecía, Jose Luis me puso las manos en el culo me pegó contra él y empezamos a morrearnos; Laura y Paco nos imitaron pero Paco también aprovechó la proximidad para tocarme el coño mientras Jose Luis me sobaba el culo. Cuando dejamos de besarnos seguimos contando chistes y riendo de nuevo.

De repente vi al joven cirujano acercándose a nuestro grupo y no pude evitar ponerme un poco nerviosa. El tal Esteban nos saludó a todos, pasó entre Amelia y Jose Luis para colocarse en medio de Laura y mío, Laura le agarró la gorda polla inmediatamente. Esteban le sonrió a Antonio, los dos se miraron un momento y se sonrieron pero el ambiente se cargó de tensión, lo presentía, tuve la impresión que tras esa sonrisa los dos se estudiaban como dos leones rivales; el caso es que Laura al ver cómo le miraba su marido soltó la polla de Esteban de mala gana, esa reacción me dejó perpleja.

Jose Luis no tuvo inconveniente en agarrar la gorda polla de Esteban y sopesarla, Paco hizo lo mismo con sus testículos gastando bromas al instante y la tensión se diluyó con las risas. En cuanto Jose Luis y Paco dejaron de tocarle Laura volvió a jugar con la hermosa polla de Esteban pasando de las miradas de su marido; aquello era muy extraño pues se supone que ellos estaban por encima de esas cosas, al parecer no era así; mientras los demás hablaban y reían yo observaba con disimulo la reacción de Antonio; éste no hizo ni un solo gesto, al menos yo no percibí nada, lo que pasara por su cabeza sólo lo sabía él. Apenas conocía a Antonio íntimamente, sólo tres meses, pero era tiempo suficiente para intuir que por debajo de aquella aparente tranquilidad había sufrimiento; Laura, ajena a todo eso seguía entretenida con el pollón de Esteban.

De repente el cirujano se volvió hacia mí sobresaltándome al pillarme despistada, Esteban me tendió la mano y se la cogí (aunque hubiese preferido agarrarle su hermosa polla) devolviéndole el saludo. Me sorprendió que supiera que yo era enfermera, al preguntarle cómo sabía eso me respondió que se lo había contado alguien de los presentes. A pesar del sobeteo que le daba Laura Iniciamos una charla intrascendente: que si nunca me había visto por aquí, yo le contesté que era la primera vez que participaba en algo así. Mientras hablaba con él me di cuenta de que tenía sensaciones encontradas, me ponía muy nerviosa que me mirara comiéndome con los ojos y a la vez me llenaba de orgullo que halagara mi cuerpo, de repente, Esteban se disculpó con Laura y me apartó de mis amigos cogiéndome por el brazo. Laura me guiñó un ojo al ver que yo era la elegida.

Esteban y yo caminamos por el gran salón donde ya había gente dándose el lote y otros pajeándose y mirando como se lo daban, me llevaba a un apartado rincón cuyo suelo estaba cubierto de almohadones. Me cogió por la cintura pegándose a mí que permanecía con los brazos caídos, le pregunté por qué me traía aquí, lejos de todos, Esteban me miró a los ojos un momento y me contestó que me quería para él sólo y acto seguido se inclinó para besarme en la boca. No me gustó lo que me dijo, yo no había venido para terminar siendo la propiedad de nadie, pensaba decírselo en cuanto dejara de besarme, lo malo es que Esteban besaba de maravilla y a medida que el beso avanzaba mi voluntad quedó anulada; levanté los brazos para rodearle el cuello y completamente entregada dejé que me morreara sin darme cuenta de la pasión que le ponía.

Dejé que Esteban me tumbara poco a poco y allí, tumbados sobre los almohadones nos dimos el lote a base de bien y bastante rato. Durante el proceso yo conseguí ponerle la polla muy dura pero él consiguió que me corriera utilizando sólo sus largos y finos dedos. Descansamos unos minutos aprovechando para darnos el lote nuevamente; más tarde me dijo que me iba a hacer un 69 por lo que se puso a gatas encima de mí.

Esteban era un fenómeno, me impresionó ver desde abajo todo lo que le colgaba, su polla descapullada descansaba entre mis pechos y sus testículos resbalaban por mis mejillas. Cualquiera otra a lo mejor se hubiera acobardado, en cambio yo no me achanté, utilizando sólo la boca empecé a comerle los huevazos; las manos las utilicé para sobar todo el pollón desde la punta a la base y aunque me lo proponía no fui capaz de abarcar su gruesa polla con una sola mano, cuando me cansé de lamerle me acerqué la polla a la boca y empecé a lamerle el hinchado glande, tanteando con la lengua la rajita de la punta; no puedo decir que le devoré la polla pues sólo me cabía el capullo dentro de la boca, pero se lo chupé y se lo lamí hasta cansarme ¡Dios, qué rico me sabía! Luego me entretuve pasando la lengua por la extensa longitud de su cipote, excitándome de tal manera que contra más chupaba y tocaba más deseaba hacerlo, debía parecer un crio con su juguete favorito.

Esteban me volvía loca de placer con su experta lengua, sabía cómo comerle el coño a una mujer y lo hacía extraordinariamente bien. De vez en cuando yo gemía en voz alta para que se me escuchara, pues sabía que habría mujeres observándome con envidia. Adoraba el rabo de Esteban y me esmeraba al máximo en darle mi mejor mamada, pero ni por esas conseguí que me regara la boca con su corrida, era un portento hasta en la capacidad de aguante; en cambio a él no le costó que me retorciera de gusto cuando empezó a mamarme el clítoris. Las oleadas de placer eran tan intensas que a veces intentaba cerrar los muslos, pero él me los mantenía bien abiertos devorándome el coño  de manera magistral, intenté aguantar todo lo que pude, lo prometo, pero no tenía su extraordinaria capacidad, al final sucumbí al orgasmo; al ver que me corría otra vez Esteban me alzó el culo y se dedicó a sacarme el jugo de la vagina a base de lametazos o sor-biendo, con lo que me prolongó la agonía del clímax más tiempo del que hubiera deseado; al final tuve que apartarle la cara de mi sensibilizado sexo porque me molestaba, dejó de chupármelo para entretenerse con el esfínter de mi culo; no sé que era peor, en cualquier caso yo me seguía retorciendo de gusto y él lo disfrutaba.

Se detuvo cuando lo consideró oportuno, entonces se giró enderezando la postura y volvió a morrearme hasta casi hacerme perder el sentido. Me magreaba las tetas jugando con mis pezones y al notar que su mano descendía a mi entrepierna le pedí por favor que no me tocara el coño pues aún lo tenía muy sensible. Me prometió no hacerlo y confié en él. Esteban me acarició el interior de los muslos alejado de mi sensibilizada vulva y dirigió su mano a mi culo, me palpó el esfínter y los alrededores, presionando de vez en cuando como si quisiera comprobar la resistencia, logró meterme un dedo dentro del ano con relativa facilidad y luego otro más; me folló el ano con sus dedos volviéndome loquita de gusto, pero yo no me estuve quieta, tenía muchos deseos de polla y como ésta era tan grande sólo tuve que inclinarme un poco para besarle la punta de cuya raja manaba ya liquido preseminal, me impregné los labios y me los lamí saboreando el liquido como si fuese una golosina. Esteban se quedó quieto mirando lo que le hacía, le gustaban mis juegos pues su polla se endurecía aún más con potentes contracciones.

—¿Te gusta mi polla? –me preguntó.

—¡Me encanta joder!, es el sueño de cualquier mujer. –dije.

—Pues espera a que te la meta, vas tocar el cielo.

—O el infierno. –le advertí.

—Conmigo no —dijo con total seguridad— hasta ahora ninguna mujer se ha quejado y todas han querido repetir.

—¿Incluso Laura? Pregunté de pronto.

—Esa es la que más ha repetido.

Tras esa breve charla vi que se ponía de rodillas y me entraron temblores al pensar lo que vendría a continuación, pero antes de penetrarme Esteban me hizo una cosa que al principio me hizo sospechar de sus gustos sexuales. Con sumo cuidado y mucha habilidad me metió la mano por la vagina, avanzó metiendo la muñeca y un poco más, me palpó el cuello del útero y me lo abrió con sus dedos (esa maniobra no me dolió en absoluto pues al haber tenido dos partos lo tengo dilatado), me estaba haciendo la típica revisión ginecológica pero cuando después empezó a follarme con su brazo cambié de opinión; sospechosos o no sus gustos sexuales, me dio tanto gusto que se me escapó un poco de pis, le pedí perdón avergonzada por mi desliz, pero a él no le importó ya que me limpió el coño con su experta lengua.

Dos minutos después se echó encima de mí manteniéndome espatarrada, dándome besitos por el cuello, sentí unos deliciosos escalofríos y Esteban me susurró que me había metido la mano para comprobar si tenía el cérvix rígido, viendo que entendía lo que me explicaba me dijo de sopetón que me iba a follar hasta el útero; a mí no me extrañaba que fuera capaz de eso en vista del tamaño de su polla, pero me puse un poco nerviosa. Al notar mi tensión me besó la boca su-surrándome que me relajara, que confiara en él, para tranquilizarme me gastó una broma; se puso de rodillas y me incorporó un poco pidiéndome que le dijera a su polla que no me hiciera daño, echándome a reír le hice caso y le hablé a su capullo. Tras la risa volvió a besarme en la boca mientras me tumbaba de nuevo, acto seguido se agarró la enorme polla con la mano; al notar su capullo contra mi vagina cerré los ojos y contuve un poco la respiración.

Esteban me metió el glande y comenzó a penetrarme. Empujaba despacito para no hacerme daño pero con firmeza. Ya desde el principio me sentí completamente empalada. Tengo que decir que la penetración era un poco dolorosa, su enorme polla se deslizaba por mis entrañas con dificultad pese a estar muy lubricada y mi mente de enfermera me dijo que aquello se me pasaría en cuanto mi vagina se dilatara, fue cuando comprendí porqué me había metido la mano antes. En cualquier caso si quiero hacer constar que el proceso de penetración fue lento y hubo muchos momentos dolorosos. Ahora sabía por propia experiencia que follar con una polla excesivamente grande no es tan placentero como muchas mujeres creemos; con una polla de tamaño normal y gordita, se pasa mejor que con una monstruosa como la de Esteban, y eso que lo peor no había pasado aún. Cuando llegó a mi cérvix sentí como si me desvirgaran de nuevo, fue igual de do-loroso que la primera vez que me lo hizo Pedro; menos mal que al llegar a mi útero se quedó quieto. El dolor y las molestias disminuyeron un poco, no sé si Esteban notaba que el cuello del útero me palpitaba, pero él empujaba hacia dentro aplastándome sus huevos contra mi culo; no obstante me fui relajando poco a poco.

Afortunadamente Esteban no era un bestia, se interesó por mí porque me había visto pasarlo mal de verdad y, al contestarle que sobreviviría se echó a reír contagiándome con su risa; cuando paramos de reír me confesó que me había elegido a mí porque le parecía muy atractiva, simpática y con un cuerpo más que deseable, me sentí muy halagada pero me puse en guardia; adulador y galante, una combinación peligrosa me dije. El parón me vino de perlas porque así mi coño se fue adaptando al calibre de su polla. Al poco, Esteban apoyó las manos en el suelo y se levantó, entonces me agarré a su espalda para incorporarme un poco y le lamí los pezones, él me miraba sin decir nada pero las potentes contracciones de su polla me confirmaron lo mucho que gozaba, así que me entretuve un buen rato jugando con sus tetillas, después, tuvimos un intenso y apasionado morreo.

Se despegó de mi boca para decirme que no podía más, tenía que follarme. Lo imaginaba, yo hubiera deseado esperar un poco más pero lo entendí, ya que desde hacía rato sentía las contracciones de su polla endureciéndose dentro de mi coño. Esteban me levantó las piernas apoyando mis tobillos en sus hombros dejándome completamente indefensa y, en esa postura empezó a follarme o debería decir a joderme, porque hasta metérmela del todo bien que me había jodido.

El coito era intenso y placentero hasta la locura, a medida que me bombeaba el coño yo jadeaba como una golfa porque me mataba de gusto; el orgasmo se me formó tan rápidamente que hasta a mí me sorprendió, pero ni mis convulsiones ni mis grititos lastimeros le hicieron detenerse, es más, rodamos  a un lado quedando los dos tumbados sobre un costado y continuó jodiéndome; a veces agachaba la cabeza para chuparme los pezones y otras me morreaba hasta casi ahogarme por la cantidad de saliva que segregábamos, cuando se cansaba de esa postura me hacia rodar con él hacia el otro lado y proseguía la cópula, lo hacía todo con tanta seguridad, que yo no era capaz de controlar mis impulsos y al poco tiempo volví a explotar de placer con otro intenso orgasmo.

Esteban volvió a rodar unos minutos después para quedar encima de mí, yo me enganché a sus piernas con mis pies y le abracé la espalda, él me pasó los brazos por debajo y me abrazó con fuerza pegándome contra su pecho, en esa postura no paró de follarme hasta correrse. Esteban jadeaba y se retorcía empujando con todas sus fuerzas para meterse dentro de mí todo lo que podía, eso para mí fue el orgasmo definitivo, el más potente de mi vida pues sentía perfectamente todos y cada uno de sus trallazos de lefa acompañados también de las fortísimas contracciones de su enorme rabo.

Me agarré a su culo con fuerza para que no retrocediera y me espatarré todo lo que pude adelantando mi pubis, no sólo grité quejumbrosamente por el placer que me inundaba, sino que mi orgasmo no parecía acabar nunca, él también jadeaba estrepitosamente contra mi hombro, cuando todo acabó segundos después me quedé completamente agotada; seguramente había tenido un orgasmo múltiple, para él también había sido muy intenso pues me había mojado el hombro con su saliva. Esteban me sacó su polla igual de despacio que me la había metido, aún así me pareció que me volvía la vagina del revés, nada más sacarme el grueso pene, su corrida empezó a manar de mi dilatada vagina y me la miré; me sor-prendió la abundancia de su corrida aunque me esperaba algo así de él, no obstante, como profesional sé que la hiperespermia, si no es fruto de una abstinencia, se puede deber a inflamaciones de las vesículas seminales, lo que causa un aumento desmesurado del volumen de líquido seminal, en cualquier caso no era para preocuparse si el hombre no sentía molestias y era evidente que Esteban no las sentía.

El cirujano me dio un beso en la boca y me dijo que iba a sentarse pues estaba agotado; se levantó para sentarse en un sillón a un par de metros de mí, el pobre parecía tan agotado como yo. A unas cuantas mujeres les faltó tiempo para arrodillarse ante él como si fuera un dios de la antigüedad, solo que éstas no le adoraban, le devoraron pese a las protestas de él; tres le chupaban el tronco del cipote que ya empezaba a decaer, dos le lamían los testículos como si fueran ca-ramelos y una le mamaba el capullo succionando con fuerza para pescar algo de lefa; sólo una se daba el filete tranquilamente con él, la golfa de Laura. Me hubiera gustado hablar un poco más con Esteban pero era consciente de que mi momento de gloria había pasado; ahora era el momento de las demás mujeres.

Unos hombres se acercaron a mí y sin darme tiempo a reaccionar, me cogieron entre cinco llevándome en volandas hasta un espacioso cuarto de baño. Al entrar cerré los ojos pues las luces me deslumbraban, tres me sujetaron en vilo como si estuviera sentada mientras que los otros dos me abrían el chichi con los dedos para que me escurriera el semen del joven cirujano, se impacientaron al ver que salía muy poco semen y me dijeron que hiciera fuerza con el coño para vaciarme, de nada me sirvió que les dijera que me había echado su corrida muy adentro, tuve que hacer lo que me pedían y claro, con los esfuerzos me meé. Y para mi asombro, los dos que estaban delante de mí al ver el  chorro pegaron sus bocas a mi coño y me lo chuparon a pesar de que seguía meando y seguramente expulsando la corrida; a ellos no pareció importarles eso y a mí tampoco la verdad, era un alivio sentir sus suaves lenguas en mi destrozado coño.

Después de mear me retiraron de la bañera, no sabía lo que pretendían hacer conmigo pues no decían nada, siguieron sujetándome en vilo en la misma postura, entonces uno de ellos se coló entre mis piernas abiertas, parecía muy nervioso, no supe sus intenciones hasta que me agarró por el culo, pero ya era tarde para reaccionar, de un solo empujón me encajó su polla hasta las pelotas sin contemplaciones. El tío me follaba con rapidez pero gracias a Dios no me hacía daño, no sentía nada porque debía de tener la vagina adormecida; al poco tiempo vi que se tensaba y se ponía a jadear, eso quería decir que se estaba corriendo dentro de mí.

Protesté pidiéndoles que me dejaran descansar con la promesa de enrollarme con ellos más tarde pero ni caso; en cuanto el tío se retiró, otro ocupó su puesto, intenté cerrar las piernas pero no pude por culpa de los tíos que me sujetaban, así que el segundo hombre me la metió bien metida y empezó a trajinarme, duró un poco más que el primero pero tampoco me enteré. A este segundo le siguió un tercero y así hasta llegar al quinto, pero cuando vi que los primeros querían volver repetir protesté en serio muy cabreada, incluso les insulté por no dejarme en paz; al ver que me ponía borde decidieron irse dejándome sentada en la taza del váter. Me sentí un poco mareada y con la sensación de que  la cabeza me pesaba un montón, me tapé la cara con las manos sujetándomela y aún así me reí. Iba a recordar al cirujano y a la madre que le parió bastante tiempo. Entonces sentí unas manos sobre mis hombros y me sobresalté.

—¡Dejadme en paz, iros a joder a otra! –exclamé sin destaparme la cara.

—Tranquila Pepa, que soy yo. –dijo Antonio.

—¡Joder Antonio!, Menos mal que eres tú, perdóname por chillarte y cierra la puerta, no dejes entrar a nadie por favor. –le rogué.

—Se han ido todos, no te preocupes.

—¡Que no me preocupe dices! En mi primera orgia he tenido que sobrevivir al “hombre elefante” (dije por el cirujano) y para colmo me acaban de follar cinco desaprensivos,  yo creo que es para preocuparse un poco ¿no, o es lo normal? —Dije al borde del llanto— joder, sólo me falta que Pedro se entere de esto. –al pronunciar el nombre de mi marido rompí a llorar.

—¡Joder Pepa venga ya, no llores! Aquí hemos venido a disfrutar. Anda ven. –me dijo.

Antonio me ayudó a ponerme en pie, pensaba que me iba a sacar de allí pero en vez de eso, se sentó él en la taza y me hizo sentarme de lado encima de sus piernas. Me abrazó con ternura y empezó a mecerme un poco, acariciándome la espalda mientras me daba besos en el hombro; gracias a su ternura recobré poco a poco la normalidad, cuando más relajada me encontraba noté que su polla tiesa golpeaba mis muslos.

—¡Joder Antonio te has empalmado cabrón! –le dije.

—No puedo remediarlo Pepa, lo siento. –se disculpó abrazándome un poco más.

—Ya lo sé, si quieres puedes follarme. –dije.

—No te preocupes por mí, tú descansa. –insistió sin dejar de abrazarme.

Antonio se afanaba en transmitirme cariño y ternura pero el insistente golpeteo de su polla contra mis muslos me recordó su urgencia. Me deshice de su abrazo y me puse de pie con una pierna a cada lado de las suyas, yo misma le agarré la polla y la sujeté mientras me la clavaba al agacharme. Antonio protestó diciendo que él no buscaba eso pero bien que gimió cuando estuvo dentro de mí y cuando le metí uno de mis pezones en la boca bien que me lo mamó y me lo chupó. Las disculpas les quedan muy bien a los hombres pero a estas alturas ya les conozco de sobra.

Sentada sobre él y empalada a fondo empecé a mover el culo adelante y atrás, Antonio me abrazó besándome en la boca; al separarnos me metió un dedo en el culo, quería darle placer pero fui yo la que me corrí poco después. Me sorprendió que fuera capaz de correrme después de toda la movida que había tenido; segundos después mi cuerpo se relajó pero yo sabia que él aún no había descargado y no quería parecer una egoísta, le debo mucho; también a su mujer, pero reconozco que ha sido Antonio el mayor culpable de la felicidad que ahora siento y como le conozco bien le susurré al oído que me cambiara el sitio y se corriera en mi boca. La alegría de sus ojos me hizo comprender lo mucho que lo ansiaba. Se puso de pie con las piernas separadas a los lados de las mías, me agarré a su culo y él a mi cabeza, me enchufó la polla en la boca y empezó a moverse despacio para que yo pudiera saborearle el capullo con mi lengua; en pleno goce se abrió la puerta y entró Laura.

—¡Mira la golfa!, ¿qué le haces a mi marido zorrón? –preguntó riendo.

No pude contestarla, incluso me hubiera reído pero tenía la boca llena por la polla de Antonio.

—Espera un poquito Laura, me falta poco para correrme. -dijo su marido acelerando los movimientos de cadera.

Laura le dijo que no tuviera prisa, se acercó a nosotros y se puso a mi lado mirando como su marido me follaba la boca a la vez que me magreaba las tetas. La muy guarra se acuclilló para chuparme un pezón. Su diabólica lengua logró que disfrutara más con la mamada que le estaba dando a su marido y cuando estaba en lo mejor, Antonio me sorprendió co-rriéndose. Al oír mis gemidos de aprobación, Laura acudió rauda arrimando también la boca, entre las dos nos repartimos la lefa de Antonio y cuando dejó de correrse nos echamos en el suelo y nos morreamos jugando con su corrida como dos guarras, tocándonos el coño hasta corrernos.

Salimos del baño y volvimos al salón. Vi al joven cirujano follándose a mi compañera Merche mientras ésta aullaba escandalosamente, a Felisa se la follaba un hombre aprovechando que ésta se morreaba con Esteban; Carmen estaba agachada a los pies de Esteban lamiéndole las pelotas, tenía el culo en pompa y a un hombre montándola con brío; repentinamente dos hombres cogieron a Laura por los brazos y se la llevaron para follársela; Antonio se fue con ellos. Yo me acerqué a la barra para beberme una botellita de agua. Cuando estaba bebiendo un hombre se pegó a mi espalda y me magreó las tetas. Se me cayó el agua sobre el pecho y me eché a reír, entonces apareció Amelia (la anfitriona) delante de mí, se pegó a mi cuerpo casi como una lapa, nos miramos intensamente unos segundos y empezamos a besarnos, ella metió su mano entre mis muslos y yo la mía entre los suyos; nos tocamos el coño y el clítoris, las dos debíamos estar igual de mojadas. Quien estaba detrás de mí era Jose Luis, su marido.

Como había espacio sobre la mesa me pidió que me tumbara allí mismo y eso hice, con las piernas colgando por el borde, Amelia se me puso encima formando un 69; estuvimos un rato comiéndonos el coño mientras su marido me restregaba su dura polla por la vulva, poco después me la enchufó en el coño hasta el fondo y empezó a follarme. Su gruesa polla empezó a darme placer desde el principio, Amelia permaneció encima de mí y al notar que su marido  me la sacaba miré por entre sus piernas y vi su mujer se la chupaba un poco, después volvía a penetrarme y yo le recibía gimiendo de gozo.

De repente se acercó un hombre por mi derecha con la polla tiesa, Amelia también lo vio y se bajó inmediatamente de la mesa, se apoyó en ella y echó el culo hacia atrás invitando al hombre; gimió cuando la penetraron, estuve mirando los gestos de su cara unos minutos mientras se la follaban. Yo también gemía con el polvo que me estaba echando Jose Luis pero cuando estaba en lo mejor, él se corrió y yo me quedé a medias. Iba a pedirle que me chupara el coño pero me callé porque en cuanto Jose Luis se quitó, otro hombre ocupó su lugar. Al verle le reconocí, era uno de los médicos del hospital. El hombre tiró de mí hasta incorporarme, nos morreamos un poco abrazándonos y casi seguidamente empezó a follarme. No me acordaba de su nombre pero tenía una buena polla y sabia utilizarla, en pocos minutos me llevó al orgasmo; conti-nuó follándome un poco más pero como yo no tenía más ganas le dije que podía correrse; me la sacó, se la meneó un poco y se corrió en mi vientre echándome dos chorritos de semen nada más, me llevé una desilusión aunque comprendía que el pobre debía estar en la “reserva”.

Fui a incorporarme para limpiarme pero al ver que el otro médico amigo estaba detrás de él empalmado me espatarré invitándole a que me la clavara. Éste también me abrazó contra su pecho y me la clavó hasta las pelotas, tenía la polla un poco más pequeña, no me daba tanto gusto como su compañero pero era agradable, él médico se echó  hacia adelante espatarrándome aún más; me gustó esa postura, me sentía como una puta viciosa y además le sentía muy adentro mientras me follaba, lástima que no la tuviera más grande, le dije que me estaba haciendo disfrutar un montón y me morreé con él.

También me chupó los pezones un buen rato, eso sí que me gustó pues sabia utilizar la lengua, después se concentró únicamente en follarme, al mirar a Amelia vi que se la follaba otro tío distinto. El médico y yo no tardamos mucho en corrernos, curiosamente me soltó una abundante corrida y me quedé mirando cómo me salía el semen de la vagina abierta, pero no pude disfrutar mucho ya que otro tío se coló entre mis piernas abiertas, y al ver que salía semen de mi vagina me la metió por el culo, lo hizo muy despacio, no fue nada doloroso pero tampoco placentero la verdad, y no es porque sea insensible en esa zona, es que el pobre tenía la polla muy pequeña y no sentía nada; por no sentir, ni me di cuenta de cuando se corrió. Antes de que se quitara me puse de pie agarrada a él para que otro hombre no me abordara y me dirigí al baño para mear y lavarme, no eché el pestillo a la puerta y cuando me estaba lavando dentro de la bañera se abrió la puerta y entró alguien, al volverme vi que era Esteban, joder “el hombre elefante” otra vez no por favor me dije.

Esteban me dio un poco de charla mientras me lavaba, me enlazó la cintura y empezó a besarme, no me apetecía mucho hacerlo otra vez pero empezó a besarme de una manera que hizo que me calentara como una estufa; y sí, allí mismo sentada en el lavabo me la metió hasta el fondo sin tantos miramientos como la primera vez por lo que me quejé por la brus-quedad. Esteban no me hizo caso y siguió a lo suyo, me mosqueé con él pero a los cinco minutos el cabrón ya me estaba matando de gusto. Gemí como una guarra y cuando iba a correrme me la sacó rápidamente y se quedó plantado mirándome con desafío, le pregunté si pasaba algo y me contestó que le suplicara para correrme, le mandé a la mierda bajándome del lavabo cuando iba abrir la puerta del baño me cogió por detrás.

Grité por la sorpresa pero no pude impedir que me echara en el suelo, protesté insultándole, me agarró las muñecas al comprender que intentaba arañarle de verdad, el desgraciado me tenía abierta de piernas con las suyas y las manos sujetas contra el suelo por encima de mi cabeza, no podía hacer nada y lo sabía, con un rápido movimiento de caderas me penetró con su glande y con cuatro empujones me la clavó hasta el útero, no pude hacer nada por evitarlo, salvo jadear de gusto, me folló un rato así, luego se incorporó llevándome consigo hasta ponerse de rodillas, en esa postura me jodió bien jodida, anulando mi voluntad hasta el punto de suplicarle que no dejara de follarme, que me matara de gusto como lo estaba haciendo.

Ahora comprendo que me sometí a Esteban pero es que me sentía incapaz de negarle nada, y lo peor de todo es que el polvo que me estaba echando no era doloroso como el primero, sólo placer ¡montones de placer! Me trajinaba metiéndome dos dedos en el culo y me susurraba que yo era suya, que le pertenecía. En otras circunstancias me habría preocupado por ese comportamiento tan posesivo, pero no con Esteban, el muy cabròn me tenía tan sometida que poco después me la metió por el culo, ni siquiera me quejé cuando lo hizo, cómo iba a hacerlo si ¡me corrí seis veces! Mientras me daba por el culo.

Cuando se cansó de follarme el culo me la sacó y dándome un azote me ordenó que le lavara la polla. Me levanté como un zombi y le lavé la polla bien lavada y, mientras nos comíamos la boca le meneé la polla con una sola mano pues con la otra le sobaba los gordos huevos, le dije que si quería correrse en el lavabo pero el cerdo me agachó diciéndome que le chupara la corrida, no podía negarme, me había arrebatado la voluntad y encima me sentía obligada a agradecerle lo mucho que me había hecho gozar. Le chupé el gordo capullo mientras le pajeaba con las dos manos, le estimulé los testículos con la boca un rato y al notar que se tensaba esperé con su capullo dentro de mi boca; me soltó ocho abundantes y espesos chorros de lefa que yo degusté encantada y me los tragué. Permanecimos sentados en el suelo un rato, sus manos no paraban de recorrer mi cuerpo acariciándolo al tiempo que me morreaba casi desesperadamente. Entró Laura en el aseo se sentó en la taza con las piernas abiertas y llamó a Esteban, al ver que ella iba a mear me liberó del abrazo, gateó hasta llegar donde estaba meando ella con pequeños chorritos y arrimó la boca a su coño bebiéndose el liquido que ella expulsaba, me puse de pie y Laura y yo nos miramos, ella me guiñó un ojo sujetando a Esteban por la cabeza dándole de beber; salí de allí asqueada, vi a Antonio trajinándose a una de mis compañeras pero no le dije nada.

Seis horas después de haber empezado, nos despedimos de Jose Luis y Amelia con quienes me lo había pasado pipa haciendo un trío, me hicieron prometerles que acudiría a su próxima invitación. Mis compañeros de trabajo (médicos y enfermeras) y yo nos dimos un beso en la boca al despedirnos, sellando así nuestro pacto de silencio. Nunca hubiese sos-pechado que ellos también participaban en los mismos “entretenimientos” sexuales que yo; Laura vino hacia nosotros, se había vestido ya y le temblaban las piernas como a mí, no hacia falta mucha imaginación para adivinar lo que había pasado en el baño.

Camino de casa repasé mentalmente todo lo vivido y suspiré satisfecha. Mi primera orgía arrojaba un bonito balance: Había chupado pollas, tetas, culos y coños para parar un tren. No sabía cuántos tíos me habían follado, pues algunos habían repetido más de una vez y me era imposible calcular la cantidad de polvos que me habían echado, pero eso sí: ¡Me lo había pasado de puta madre!, no para repetir inmediatamente desde luego, pero sí después de un tiempo prudencial; es lo que tienen las orgias, que son muy adictivas.

El que me había mosqueado un poquito era Esteban, el “hombre elefante”, además del polvo del baño me había enganchado dos veces más y en todas las ocasiones se había mostrado demasiado posesivo para mi gusto, yo también tenía parte de culpa por someterme a su voluntad pero es que no podía evitarlo, esa “vocecita interior” que tenemos y que te advierte de lo que está bien y lo que no, desaparecía, se esfumaba completamente cuando él me follaba y reconozco que los sentimientos me han desbordado. Sabía que todo eso era pasajero, mi única intención es follar y gozar; cariño y ternura ya me lo daba mi marido suficientemente, además, a la hora de despedirse se puso muy pesado tratando de conseguir mi número de móvil. Lo que más me jodió fue que encima me dijera ¡Hasta la próxima! A punto estuve de mandarle a tomar por culo, pero me callé ¿para qué decir nada si no pensaba verle nunca más?, a no ser dentro del hospital donde trabajo y como profesionales, pero, había algo que me preocupaba ¿por qué leches suspiraba cada vez que me acordaba de Esteban, y por qué no podía apartarle de mi cabeza?

—Fin de la 2ª parte—

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