Mi segunda oportunidad-11 y FIN

Final de la historia de Pepa.

Mi segunda oportunidad

Por Jaypaka

—11 y Fin—

La serie ha llegado a su fin. Pepa realiza su sueño de una segunda oportunidad al lado de Esteban.

Atravesamos la verja de la entrada y detuvo el coche delante de la puerta de garaje sin apagar el motor, sacó un mando de infrarrojos de la guantera y al pulsar uno de los botones la puerta del garaje se elevó permitiéndonos el paso; Esteban aparcó el “Mercedes” al lado del de su padre. Nos bajamos del coche y con el mismo mando abrió una puerta que comunicaba con la casa, en dos minutos entramos a la zona privada que ya conocía.

Sorprendimos a Jose Luis y Amelia metiéndose mano y besándose en el sillón frente a la chimenea, los dos estaban desnudos de cintura para arriba y con las cinturas del pantalón desabrochadas. En cuanto nos vieron pararon de jugar y, riéndose como dos niños sorprendidos robando un caramelo se nos acercaron a saludarnos. Los cuatros nos dimos un beso en la boca. Nina y Jung salieron de la cocina dando grititos y de un salto se colgaron literalmente de Esteban, éste las sujetó con sus brazos y las besó en la boca alternativamente, me fijé en que los dedos de sus manos se habían metido por las rajitas de las nalgas, pero enseguida ellas se bajaron por lo que a él no le dio tiempo a más.

Las mujeres volvieron a la cocina y nosotros cuatro nos sentamos en el sillón frente a la chimenea, como hacía calor no tuve inconveniente en desabrocharme toda la camisa, Jose Luis en cuanto que vio mis pechos desnudos se puso a acariciarlos, claro que Esteban hacia lo mismo con Amelia, no queríamos pasar a mayores, la cosa se quedó ahí.

Esteban les habló de la parte técnica de la operación, yo puse atención y la verdad es que salvo los nombres técnicos que Esteban me traducía, por su forma de explicarlo comprendí perfectamente las dificultades que había tenido durante las intervenciones, lo mejor de todo es que los pacientes evolucionaban tan bien, que los habían sacado de la UCI para ponerlos en una planta. Hicieron algunos comentarios más y entonces dijo que tenía una noticia que era una bomba. Todos nos quedamos en silencio, pendientes de lo que nos iba a decir. Esteban anunció que yo iba a dejar de trabajar al día siguiente para estar siempre con él, acompañándole allá donde fuera.

Por una parte me sorprendió que le diera esa importancia a mi decisión, pero por otra, me emocionó saber que para él tenía tanta importancia como para contarlo de esa manera. Bueno, Jose Luis y Amelia se revolucionaron, los dos me besaron, pero sólo Amelia verdaderamente emocionada, me susurró al oído muy bajito dándome las gracias porque nunca había visto a su hijo tan feliz como en ese momento. Yo me quedé sin palabras ¿qué podía decir en un momento así? Esteban tiró de mis manos acercándome a él y me plantó un beso de película delante de todos, escuché decir a Jose Luis que siempre, detrás de un gran hombre existía una gran mujer. Eso me dejó un poco noqueada. Y separándome de la boca de Esteban les dije que no me esperaba nada de eso por mi decisión, ni siquiera buscaba el reconocimiento que me estaban dando, yo sólo pretendía hacer feliz a mi hombre y si él era feliz, yo también.

—Todo lo que dices me parece bien cariño —empezó a decir Amelia— pero es que lo dices con tanta humildad que emociona ¡joder! No imaginas lo difícil que es encontrar a una sola persona, tan sincera y tan humilde como tú. —concluyó.

Jose Luis fue a buscar con una botella de champan, la descorchó y con las copas llenas del dorado licor brindamos por la humildad y por mí. Nina y Jung nos dijeron que la cena ya estaba lista y fuimos al comedor. Esteban se sentó presidiendo la mesa, a su derecha me senté yo y a mi lado, Nina, enfrente de mí estaban Amelia, Jose Luis y a su lado Jung. Al contemplar los humeantes platos comprendí que se habían esmerado a base de bien. Había de todo, marisco, toda clase de verduras, pollo y carne y una gran variedad de salsas, unas oscuras y otras color marrón clarito, como el café con leche. La cena transcurrió entre risas y bromas, pues Jose Luis untaba alguna salsa en los pechos de Jung y después se los lamía. Esteban hizo lo mismo con los pechos de Amelia y los míos y nos mamó las tetas a las dos, aunque a mí, Nina también me chupó una teta. Jose Luis volvió a revolucionarnos al sentar sobre la mesa a Jung, la untó la vulva de salsa y le lamió el coño hasta que la pobre se corrió. Nos estábamos poniendo muy cachondos y nadie fue capaz de poner un poco de cordura. Yo misma desnudé a Esteban e hice que se sentara con las piernas bien abiertas, Amelia, Nina y yo cubrimos sus genitales con distintas salsas y las tres nos lanzamos sobre su sexo como leonas hambrientas; la cosa terminó con un Esteban muy empalmado.

Quiso follarme a mí pero cargada de morbo le cedí mi puesto a Nina. Esteban alzó su menudo cuerpo en vilo y se la sentó sobre sus piernas, Amelia y yo nos situamos entre sus piernas para mirar. La polla de Esteban penetró el coño de Nina pero a medida que él profundizaba la vagina se dilataba casi al máximo, lo más espectacular era cuando la polla retrocedía porque parte de la vagina se salía pegada al grueso miembro, la escena era espectacular y muy caliente. En lo que miraba empecé a tocarle el coño a Amelia y ella a mí. Mientras Esteban se follaba a Nina, Amelia y yo nos masturbamos mutuamente y nos corrimos casi a la vez que Nina, cuyo orgasmo fue devastador. La pobre empezó a temblar, a estremecerse y de nuevo a retemblar hasta que acabó como desmayada en los brazos de Esteban. Amelia y yo acabamos apoyadas sobre nuestros hombros y con las cabezas pegadas. Me fijé en que Jose Luis reposaba la cabeza en el pecho de Jung que me sonrió encantadoramente.

Tras un merecido descanso recogimos la mesa entre todos y nos fuimos a sentar sobre los cojines; Jose Luis y Esteban se encargaron de ir a por el té y al regresar depositaron las bandeja con las patas extendidas sobre el suelo, cada uno cogió una taza y bebimos el contenido de golpe, casi enseguida empecé a notar que sudaba, acompañado de un gran acaloramiento y una sensación de excitación muy grande, me toqué la vulva y me estremecí al sentirla tan sensible.

—No te preocupes Pepa, hemos echado en el té un mejunje mágico que nuestras chicas preparan, es el mejor afrodisiaco que he probado y más efectivo que la viagra. —dijo Jose Luis sobando la enorme polla de Esteban que ya estaba empalmada.

Amelia se la sobaba a él con el mismo resultado. Nina me miraba la entrepierna con curiosidad y al agacharme vi que mi clítoris estaba estirado, como si se hubiera empalmado, miré los coños de las demás y todas presentaban el mismo efecto. Nina me empujó despacio hacia el suelo poniéndome de lado, separé una pierna alzándola y empezó a meterme la mano dentro de la vagina, Jose Luis colocó su entrepierna en mi cara y empecé a chuparle los huevos y el rabo que ya tenía durísimo, él a su vez le chupaba el coño a Amelia, ésta se la chupaba a Esteban, éste le comía el coño a Jung y ésta a Nina cerrando el círculo estaba yo. Los seis hicimos una rueda sin fin y como música de fondo, gemidos, jadeos y grititos de puro placer. Jose Luis se corrió dentro de mi boca y Amelia en la suya. Esteban se corrió en la boca de Amelia que incapaz de retener tanta lefa se le salió por las comisuras de los labios, Jung se corrió y se meó en la boca de Esteban, yo en la boca de Nina y ésta en la boca de Jung. Los seis acabamos bocarriba agotados, con las cabezas formando un círculo pequeño, de tal manera que giraba a un lado para morrearme con Jose Luis y al otro para hacer lo mismo con Nina. Pero sólo teníamos fuerzas para hacer eso, nos quedamos un poco adormilados.

Jung fue la primera en moverse, se levantó, fue a mi bolso y extrajo mi paquete de tabaco y el mechero, se lo agradecí comiéndole la boca. Amelia me pidió uno y eché el brazo hacia atrás con un cigarrillo encendido entre los dedos. Antes de encender mi cigarrillo me giré y le comí la boca a Esteban. Me encendí el cigarrillo y nada más echar el humo por la boca, Nina se sentó con las piernas cruzadas entre las mías que estaban separadas, mientras me fumaba el cigarrillo ella jugaba con mi sensible coñito y acabó metiéndome la mano dentro de la vagina otra vez, por lo que apagué el cigarro y me concentré en lo que me hacía, enseguida arqueé el cuerpo apoyándome en la cabeza y los pies y jadeé en voz alta y clara cuando alcancé la cúspide del clímax con un intenso orgasmo. En fin, así pasamos la noche y permitidme que no relate nada más de este encuentro, tampoco quiero aburrir en exceso.

El día siguiente fue muy movido, Esteban me acompañó al hospital y juntos fuimos a recursos humanos donde comuniqué mi deseo de abandonar el trabajo. El Director de recursos humanos que me conoce, se extrañó mucho por mi decisión, entonces Esteban nos dejó a todos con la boca abierta, después de identificarse dijo que yo iba a formar parte de su equipo, ni siquiera a mí me lo había dicho. Tanto el Director de recursos humanos como el Director del hospital que vino corriendo al enterarse de la personalidad que les había visitado, me dieron la enhorabuena y se pusieron a tramitar mi baja inmediatamente, debería volver en unos días para recoger la liquidación.

Cuando salimos del hospital nos fuimos al despacho del abogado que se iba a encargar de mi divorcio, pero antes de llegar tuve una charla con Esteban.

—¿Cuándo pensabas decirme que iba a formar parte de tu equipo? —le pregunté.

—Mujer, era una sorpresa que te tenía preparada, ¿no te habrá sentado mal?

—No, pero me hubiera gustado saberlo antes, en cualquier caso ya no tiene vuelta de hoja —dije.

—No pensarías que iba a dejar que te convirtieras en una figura decorativa a mi lado ¿no?

—Hombre no, pero una cosa así, no sé si estaré preparada.

—Pepa tú vales para mucho más, pero eres tan humilde que no te das cuenta.

—Y tú sí ¿verdad?

—En efecto, debo velar por tus intereses —dijo sonriéndome.

—Te voy a comer la polla cariño —dije sobándole el paquete mientras conducía.

—Pepa, ¡Para por dios!

—Y si no quiero parar ¿qué?

—Te morderé el coño.

—Vale, acuérdate de lo que has dicho porque yo no me olvidaré —dije riendo.

Entramos en el despacho del abogado y éste saludó a Esteban por lo que supuse que ya se conocían y, seguramente también conocería la relación que existía entre él, Jose Luis y Amelia. Le dije que preparar un acuerdo en el que figurara que yo renunciaba a mí parte, se lo dejaba todo a Pedro. Me miró como si no diese crédito a lo que había escuchado pero Esteban le dijo que era mi decisión y debía respetarla. En cuestión de minutos, el documento estuvo redactado y lo firmé, antes de irnos me aseguró que ese mismo día Pedro recibiría la propuesta.

Cuando salimos de despacho del abogado nos fuimos de compras. Dejamos el coche en el garaje de casa fuimos andando hasta calle Princesa de Madrid que quedaba a un centenar de metros. Paseamos viendo los escaparates de las tiendas, pero no vi nada que me convenciera mucho y tampoco a él, por lo que entramos en unos grandes almacenes de Argüelles.  Allí sí había ropa que se aproximaba más a lo que yo buscaba. Me probé varios vestidos informales y compré cinco, con los complementos correspondientes y dos abrigos. Luego bajamos a la planta joven pues como soy delgada tienen mi talla sin problemas. Me equipé con tres pantalones vaqueros, dos pares de zapatillas de deporte, y por capricho de Esteban media docena de minifaldas descaradamente cortas y otros tantos leggins de esos que parecen unos pantis y tres pares de botas, dos que me tapaban los gemelos y uno de las que te tapan las rodillas; también me compré una “chupa” de cuero que nos gustó a los dos y las gafas de sol que me probé con la “chupa”, me gustó la imagen que vi en el espejo al mirarme, la verdad es que parecía una jovencita con eso puesto. Esteban se empeñó en pagarlo todo, por más que le dije que podía pagarme la ropa, no me sirvió de nada; la dependienta nos dijo que esa misma tarde nos enviaban los paquetes a casa.

Al salir nos dimos cuenta de que se nos había echado la hora encima y nos fuimos a comer a un restaurante que Esteban conocía de otras veces. El Maître le saludó al verle y nos recomendó un menú delicioso, tras los cafés, pagué yo la cuenta porque me puse cabezota, aunque si llego a saber el importe no habría insistido tanto. A la salida nos subimos a un taxi y regresamos a nuestra casa. Mientras Esteban preparaba dos cafés, yo me descalcé y me quité la falda y el sostén rápidamente quedándome con la camisa desabrochada y en braguitas, a Esteban casi se le cayeron las tazas al verme, yo me reí pero me lamí los labios al ver que la polla se le empezaba a marcar en los pantalones. Me hizo recostar la espalda sobre el brazo del sofá y encoger una pierna, la otra me la cogió para masajearme los pies, cosa que agradecí con un gran suspiro de satisfacción, aunque Esteban bien que me miraba el bulto de mi sexo marcado en mis braguitas, eso me excitó y me entraron una ganas terribles de provocarle; me bebí el café, apagué el cigarrillo.

Cuando más descuidado estaba él metí los dedos por mi ingle y me aparté las braguitas a un lado dejando mi chochito al aire, cuando Esteban se dio cuenta el bulto de su entrepierna creció una barbaridad.

—Te recuerdo que tienes que morderme el chochito —le dije abriendo y cerrando mis piernas, pero él seguía mirándome, parecía embobado, como si fuera la primera vez que me lo veía— cariño que te embobas, ni que fuera la primera vez que me lo ves—tuve que decirle.

—Perdona cariño es que tienes el chocho más bonito y provocativo que nunca he visto.

—Como si no hubieras visto otros mejores.

—Posiblemente los haya mejores, no digo que no, pero este es el tuyo y es el que me interesa.

—Pues entonces muérdemelo, comételo que es todo tuyo—le dije con voz sensual.

Esteban se tumbó poniendo la cara entre mis muslo, me olió el pubis y la vulva, me la besó varias veces reconociendo que la tenía empapada de jugos y cuando me iba a morder la vulva, llamaron al portero de abajo. Maldiciendo la mala suerte Esteban fue a ver quien llamaba.

—Cariño era el portero, dice que vienen de los grandes almacenes con muchos paquetes.

—Entonces yo me voy a la habitación, te espero allí no tardes—le dije metiéndole dos dedos en la boca que antes me había metido en mi vagina.

Veinte minutos después entró Esteban diciéndome que ya se habían ido, por lo que tuvimos que meter los paquetes hasta el vestidor dando varios paseos.

—Oye cariño, me parece que se han equivocado, aquí hay paquetes de más—dije al verlos apilados en el suelo.

—Pues todos venían a mi nombre, tú sabrás lo que has comprado.

—¡Eh, un momento! Que tú también estabas presente.

—Pues ábrelos, y así salimos de dudas.

Me puse a abrir las cajas, saqué la ropa y la fui colocando en mi parte del armario. Dejé los paquetes más pequeños para el final porque no sabía lo que contenían. Cuando terminé de colocar toda la ropa aún quedaban los paquetes pequeños.

—¿Ves? Esos paquetes no son nuestros—le dije.

—Tienes razón Pepa, son míos.

—¿Y qué contienen?

—Instrumentos de tortura, son aparatos para matar de placer a una mujer.

—Qué tonto eres, ¿no me lo vas a decir?

—¡Míralos tú misma!

Cogí el primer paquete, lo abrí y al ver su contenido me quedé asombrada.

—Son… —empecé a decir.

—Unas medias de seda que se me han antojado, no me he podido resistir, los otros paquetes son ropa de interior.

—¿Y por qué no me lo has dicho?

—Para darte una sorpresa, anda, túmbate en la cama para que pueda ponértelas.

—No, doctor malvado, tú lo que quieres es que me eche en la cama para echarme un polvo.

—Bueno eso también.

—¡Lo ves! Conozco a los de tu catadura —dije y eché a correr.

En tres zancadas Esteban me atrapó por la cintura cundo corría por el pasillo. Me cargó sobre su hombro como si fuera un fardo y me dejó caer sobre la cama. Allí me agarró un tobillo y tiró de mí arrastrándome por la cama, con una mano cogió el paquete de medias de seda natural, sacó una y con mucha delicadeza introdujo los dedos hasta llegar a la punta, metí el pie por la abertura y me subió la delicada prenda muy despacio, besando toda la piel que encontraba a su paso, me la ciñó al muslo y cogió la otra media repitiendo lo mismo, para entonces mis braguitas ya estaban más que mojadas y le recordé que aún tenía que morderme el chochito.

Esteban se desnudó despacio, disfrutando al ver que yo me excitaba sobre todo cuando estaba a punto de bajarse los calzoncillos, no se los quitó, se subió a la cama de rodillas acercándose a mí y me invitó a que se los quitara, contesté a su provocación con otra, pues procedí a bajárselos con los dientes, no fue tarea fácil, pero al final lo conseguí. La polla de Esteban estaba más tiesa que un mástil y dura como una piedra, acerqué mi cara a su glande despacio, abrí la boca pero en vez de engullir su miembro le eché el aliento. Esteban se estremeció, volví a acercarme ahora a sus huevos, saqué la lengua pero no los lamí, volví a echarle el aliento y de nuevo él se estremeció, entonces me giré poniéndole los pies en sus genitales y empecé a acariciarle. El pobre emitió un gemido prolongado, ayudándome con las manos, atrapé el tronco de su pene entre las plantas de mis pies y comencé una suave paja, pero enseguida me interrumpió cogiéndome los pies.

—Para Pepa, te lo ruego, si sigues con eso me voy a correr como un adolescente—dijo con la espiración alterada.

—Vaya, no sabía que esto te ponía tan cachondo.

—No es sólo la caricia, es… todo. Eres una mujer maravillosa con un cuerpo que me quita el hipo, desde aquí puedo adivinar el bulto de tu chochito empapado y encima me estás acariciando con los pies, es una forma muy sutil de tortura cariño.

—No pensaba torturarte, sólo quiero jugar contigo y si quieres correrte pues córrete.

—Es que prefiero hacerlo dentro de ti.

—Cariño tenemos tiempo para todo, lo importante es disfrutar, tú me enseñaste eso.

—Lo sé Pepa, pero es que tú eres mucha mujer para cualquier hombre, te lo digo yo.

—¡Vaya! No sé qué decir a eso —dije muy halagada.

—Pues no digas nada, sólo déjame que te coma despacito para gozarte como te mereces.

—¿Y por qué no nos comemos despacito los dos y nos gozamos?, tú también eres un hombre excepcional

—Me parece buena idea.

—entonces, ven y hazme un 69

Esteban se puso encima de mí y me apartó las braguitas encajándolas entre mis nalgas, mientras él se entretenía con mi coñito yo lo hice con su pollón y con sus huevazos, si pudiera me pasaría las 24 horas del día chupándole los genitales. Mientras le lamía el esfínter del culo le pajeaba con las dos manos, o le besaba y lamía la bolsa de sus huevos, pero Esteban clavó la lengua en mi vagina y empezó a lamer dándome un gusto terrible, le agarré las nalgas clavándole las uñas porque el gusto se intensificaba a cada segundo que pasaba. Apoyándome en los pies alcé la pelvis para restregarme la vulva contra su boca, Esteban me mordió el coño como había prometido, tenía mi clítoris entre sus dientes y me lo torturaba frotándome la punta de su lengua, no pude aguantar tanto placer, solté un gritito y empecé a correrme en medio de fuertes convulsiones, me debatí debajo de Esteban y éste no paró, siguió y siguió lamiéndome el coño hasta hacer que me meara de gusto, entonces sí que paró, pegó la boca contra mi vulva y bebió como un osito goloso, primero mi meada y después los jugos de mi vagina, me dejó agotada y sin fuerzas.

Él se dio la vuelta, se puso a mi espalda, me alzó una pierna y me penetró el coño de golpe. Exclamé un taco al sentirle pues estaba muy sensibilizada, le dije que me lo hiciera despacio pero él aceleró como un bruto. Seguí insistiendo que parara, que fuera más despacio pero él continuó embistiendo con fuerza, mis tetas bailaban tanto que estaba segura que después me dolerían, él se dio cuenta de eso y con sus manos me las agarró estrujándolas de paso, parecía un animal fuera de sí, bufaba y jadeaba mientras me embestía y al poco me rendí, dejando también de hablar. Esteban me había doblegado y yo me sometí encantada a su ímpetu. Me follaba de una manera salvaje, casi primitiva y eso me provocó un intenso orgasmo brutal, pero no me quedé ahí, fui encadenando un orgasmo con otro. Me aflojé de tal manera que hasta se me escapó una ventosidad, pero no tuve tiempo de avergonzarme pues él seguía zumbándome el coño. No sé cuánto tiempo pasó, solo sé que el dio un grito salvaje hundiéndose dentro de mí y empezó a llenarme de semen por dentro. Acabamos los dos hechos polvo, agotados y sin fuerzas ni para hablar.

…./….

Esa misma noche me llamó Pedro al móvil. Nos pilló cenando. Me dijo que había recibido mi propuesta de acuerdo, la había firmado pero quería que nos viéramos para hablar conmigo, como puse el móvil en manos libres Esteban escuchó todo lo que me decía y me susurró al oído que le invitara a venir a casa; quedamos para el día siguiente a las cinco de la tarde.

A la mañana siguiente despertamos a las tres de la tarde. Esteban me propuso que fuéramos a comer a un restaurante, a mí no me apetecía vestirme, me encontraba muy agusto como estaba; sólo con las braguitas puestas.

—Voy a hacer una cosa que nunca te he hecho, voy a cocinar para ti.

—¡Ah! ¿pero sabes cocinar? —dijo riendo.

—Qué tontito eres —dije dándole un beso en los labios.

Abrí el frigorífico de dos puertas y vi que estaba muy bien surtido y me le quedé mirando extrañada.

—Llamé por teléfono a mi secretaria y le dije que me hiciera la compra, ella sabe lo nuestro.

—Ya me imagino a tu secretaria, una señora respetable de pelo blanco y a punto de ser abuela ¿no? —dije bromeando.

—Casi aciertas pero no, Blanca tiene 35 años, está soltera, es morena y tiene un cuerpo escultural —me quedé un poco contrariada con lo que me había dicho; aún así seguí bromeando.

—Y cómo sabes que tiene un cuerpo escultural ¿eh?

—Porque nos hemos acostado muchas veces —contestó riendo.

—¡Vaya! Eso me pasa por curiosa —dije porque me había llevado un corte.

—¿A qué viene eso Pepa? Desde que estoy contigo no he vuelto a acostarme con ella.

—Lo que hagas es cosa tuya, yo no te he preguntado, lo que me interesa es que siempre vuelvas conmigo, es lo que me dijiste tú en una ocasión —dije un poco seria, la verdad es que me jodía pensar que seguramente lo seguiría teniendo.

—A ver Pepa —dijo agarrándome por la cintura y obligándome a mirarle a la cara— qué es lo que te molesta, que tenga sexo con mi secretaria o que no la conozcas.

—No lo sé Esteban, de repente me joden ambas cosas, no lo he podido remediar.

—Las cosas no son así ¡joder Pepa! Nos conocimos en una orgía y, desde entonces no has parado de follar con quien te ha dado la gana, jamás te he preguntado, ni me he interesado por tus líos porque estoy seguro de que me amas, por eso estás conmigo y a mí me pasa lo mismo, no entiendo porqué de repente te pones celosa y a la defensiva.

—Ya te he dicho que ni yo misma lo sé —dije tratando de separarme.

—No trates de escapar Pepa, esto tenemos que solucionarlo aquí y ahora, sino, no tiene sentido que nos casemos y te lo digo muy enserio. A los dos nos gusta el sexo, somos promiscuos y ya deberías haber superado la etapa de celos y posesión. Yo no te pertenezco Pepa y tú no me perteneces, estamos juntos porque nos amamos y eso es lo más grande que le puede suceder a una persona ¿no lo crees así?

—Sí que lo creo y tienes razón en todo lo que has dicho pero de repente me ha entrado miedo —dije apoyándome en su pecho.

—¿Pero miedo por qué? No te entiendo.

—Tengo miedo a que un día te acuestes con una mujer y te des cuenta que te gusta más que yo.

—Y que te deje por ella ¿no?

—Sí.

—Mira Pepa —dijo abrazándome por la cintura— Los votos del matrimonio no van conmigo, no soy una persona religiosa, pero vamos a hacer una cosa que nos va a garantizar estar juntos mientras nos sigamos amando ¿me comprendes? Mientras nos sigamos amando —insistió casi deletreando la palabra—. Eso quiere decir que todos los días de nuestra vida tenemos que demostrar nuestro amor.

—En eso estoy de acuerdo, el amor hay que renovarlo cada día, no vale con amarte hoy y ya está.

—Bien. Entonces te voy a hacer un juramento inquebrantable y quiero que después me lo jures tú a mí. Es un juramento muy íntimo por eso no lo puedo decir nada más que delante de ti. Pepa. Te juro que te amaré todos los días de mi vida y, te juro que jamás tendré sexo con nadie si tú no estás delante conmigo, con la única excepción de Jose Luis y Amelia por los motivos que ya sabes. Ahora te toca a ti —me abracé a él con fuerza y levanté la cabeza para mirarle mientras juraba.

—Esteban te juro por mi vida, que te amaré todos los días de mi vida y, te juro que jamás tendré sexo con nadie si tú no estás delante conmigo, a excepción de Jose Luis y Amelia por los motivos que ya sabes —él se inclinó y me besó en los labios, era un beso suave, de amor pero que empezó a convertirse en fuego y, sin darnos cuenta, nos apasionamos con tanta intensidad que tuvimos que separar nuestras bocas para poder respirar.

—¿Estás más tranquila? —me preguntó mirándome a los ojos.

—Ahora sí amor mío, ahora sí —dije abrazándole con todas mis fuerzas.

—Pues venga a cocinar —dijo dándome un azote en el culo.

Teníamos lenguados de ración congelados y saqué cuatro y los metí en el microondas para descongelarlos. Puse una cacerola con agua en la vitrocerámica y eché dos pastillas de caldo de carne, corté una cebolla por la mitad, piqué un poco en trocitos finos añadiéndolas al agua de la cacerola junto con un poco de azafrán dulce. Mientras se hacia la sopa saqué una lechuga, un tomate y un tarro de yemas de espárragos, con todo eso preparé una ensalada en un santiamén. Mientras se descongelaba el pescado le pedí a Esteban que me trajera un cigarrillo, me lo encendí y después de echar el humo vi que me miraba como un pasmarote.

—¿Qué miras tanto cariño?

—Joder mi vida me has dejado alucinado. Te has puesto pim, pam, pim, pam y en un momento la comida preparada ¡Eres la hostia joder! Dijo dándome un fuerte beso en la boca.

—Espera. Aún falta hacer el pescado.

—¿Y estará rico todo esto?

—Espérate a probarlo y ya verás. ¿Nunca has comido aquí verdad?

—Ni he comido ni ha cocinado nadie para mí, ni siquiera Amelia porque no sabe cocinar.

—Bueno pues a partir de ahora yo cocinaré para ti, ya lo verás.

Sonó la alarma del microondas y comprobé que los lenguados ya estaban descongelados. Los saqué y bajo la supervisión de Esteban eché un poco de harina en un plato, los eché un poco de sal, ajo molido, los rebocé y los dejé preparados, busqué una sartén adecuada y aceite de oliva. Cuando el aceite estuvo caliente eché los lenguados para que se sofrieran hasta ponerse amarillos, luego los aparté en un plato y apagué la cocina.

Como la cocina era grande y tenía una mesa de cristal pegada a la pared decidimos comer ahí mismo. Esteban me sorprendió sacando los cubiertos, poniendo los vasos, los platos y una jarra con agua; le dije que podíamos haber puesto un mantel que cubriera el cristal pero él me dijo que lo prefería así, porque mientras comía podía contemplar mis preciosas piernas, me eché a reír besándole la boca. Aparté dos cazos de sopa de cebolla para cada uno y nos sentamos a comer.

—Ten cuidado, sopla antes sino te puedes quemar —le advertí.

No se quemó, sopló todas las cucharadas antes de metérselas en la boca y cuando terminó dijo emocionado que era la mejor comida casera que había probado en su vida. Iba a probar la ensalada pero le detuve porque me había olvidado del aliño. En un vasito pequeño eché un pellizco de sal, una cucharada de aceite y tres gotas de vinagre de Módena, lo batí todo con una cucharita y vertí el contenido por encima de la ensalada, lo removí un poco y ¡ya está! És la probó el primero y empezó a gesticular alabando el sabor que tenía cada producto, decía que sabía mejor esta ensalada que las que comía en los restaurantes, me sentí muy halagada. Al llegar la hora de comer los lenguados dijo que faltaba el cubierto de pescado.

—Espera un momento cariño, te voy a enseñar a comerlo sin cubierto, como hace la gente modesta, mira—cogí un lenguado sujetándolo con las dos manos por la cabeza y la cola y mordí con cuidado hasta llegar a la espina del centro, tiré del pescado para afuera y me quedé con la carne dentro de la boca. lo mastiqué saboreándolo pues su sabor era extraordinario, en cuatro bocados iguales me comí el primer lenguado.

Esteban me imitó a la perfección y cuando tuvo la boca llena de pescado empezó a emitir ruidos de satisfacción.

—Joder Pepa, he probado toda clase de pescados pero como este cariño te juro que no, que sabor más estupendo, me comería otros dos—dijo entusiasmado.

—Pues lo siento, los demás están congelados, con lo que hemos comido tenemos más que de sobra.

—Ya pero es que todo está tan rico.

—Mejor, así cuando comamos otra vez ya sabes lo que te espera ¿me ayudas a recoger la mesa?

—Mujer eso no hace falta que me lo pidas.

Entre los dos la recogimos un “pis-pas” y lo bueno de todo es que metimos todo en el lavavajillas que estaba sin estrenar me dijo Esteban, por lo que tuve que leerme la instrucciones para saber que programa era el más adecuado cuando estuviera lleno. Esteban mientras tanto había preparado dos cafés solos con dos cucharaditas de azúcar, en calzoncillos y braguitas y con las tazas en la mano nos fuimos al salón para ver un poco la tele. Como él es bastante alto se puso un poco de lado apoyándose en el respaldo y el brazo alto del sofá y yo me colé entre sus piernas y me apoyé sobre su pecho; bebiendo el café, yo fumando y viendo la tele, tanto a él como a mí se nos escaparon algún suspiro de satisfacción. Apagué el cigarrillo y dejé la taza vacía de Esteban y la mía sobre la mesita, entonces apoyé la cara sobre su pecho escuchando los lentos latidos de su corazón.

—¿Pepa lo escuchas? —me dijo de pronto.

—¿El qué? —dije agudizando el oído— yo no oigo nada Esteban.

—Yo sí, presta atención —insistió.

—Nada —le dije.

—Pues se oye perfectamente —dijo él.

—¿Y qué es lo que escuchas si puede saberse? —pregunté llena de curiosidad.

—La felicidad Pepa, en un momento como este, cuando estás con la persona que más amas en la vida, la felicidad zumba dando vueltas a nuestro alrededor —me dijo.

—Yo creo que muchos momento como éste son los que hacen que una persona sea feliz —le dije.

—Estoy completamente de acuerdo.

En la tele empezaba una película de Western, parecía entretenida, siempre me han gustado las películas de indios y vaqueros le dije a Esteban.

—Ya y también mi chorra, que bien que juegas con ella— dijo él, entonces me di cuenta de que había metido la mano por la pernera del bóxer de Esteban y estaba jugando con su picha.

—No pretendo excitarte, ahora no, pero me gusta tocarte la picha y los huevos, si te molesta me lo dices y dejo de hacerlo —le dije.

—¿Molestarme? Tendría que estar loco para que me molestara eso, es que me llama mucho la atención porque has empezado a tocarme sin darte cuenta.

—Eso es porque tu picha me llama y solo yo puedo escucharla.

—Y cuando te llama ¿qué te dice?

—Tócame Pepa, acaríciame con tus delicadas manitas —dije como si la voz viniera de lejos— y eso hago.

—¡Dios cuanto te quiero Pepa! —dijo apretándome los labios y dándome un fuerte beso en ellos. Estuvimos así un ratito, relajados, pero de pronto noté que me metía la mano por la ingle y dentro de mis braguitas y le miré sonriendo.

—Es que tu chochito me ha llamado a mí también y me ha dicho que le acaricie un poco, pobrecito, se debe encontrar solo.

—Claro, es lógico que te llame para que le des cariño.

—Además, está tan calentito que da gusto tocarlo. —dijo emocionado.

—Esteban cuando lleguen Pedro y Laura ¿tendremos rollo? —le pregunté.

—No sé, si ellos quieres a lo mejor ¿a ti te apetece?

—Por una parte me gustaría volver a acostarme con mi ex marido pero por otra no.

—¿Y por qué?

—No sé, a lo mejor es una tontería pero tengo la impresión de que si lo hago con él te haría de menos a ti —le dije.

—¿Qué tontería? Cómo vas a hacerme de menos si yo estaré delante haciéndomelo con Laura.

—Ya te he dicho que era una tontería.

—Vamos a ver Pepa, tú no das puntada sin hilo, ya empiezo a conocerte, cuando dices esto es por algo ¿qué quieres decirme en realidad?

—Lo que quiero saber es si no te sentirás mal al verme gozar con mi anterior marido.

—No, no me sentiré mal, porque será un gozo sexual no sentimental ¿o no?

—Por supuesto que sí —dije muy convencida.

—Me parece que la que se va sentir mal vas a ser tú —me dije.

—¿Yo, no sé por qué? —dije haciéndome la tonta pero intuía lo que Esteban iba a decirme.

—¿Sabe Pedro cómo nos conocimos tú y yo? Ya veo que no sino me lo hubieras dicho, tampoco sabe que antes de conocernos tu te enrollaste con Antonio y Laura, pues es muy seguro que él ya lo sepa a estas alturas y no me extrañaría que te reproche que le engañaste, te lo tendrás que tragar cariño porque lleva razón y piensa en qué vas a decirle para justificarte, sino, tu reputación quedará muy mal parada con él.

—¡Joder! Eso es precisamente lo que no quería que ocurriese —le dije.

—Bueno, a lo mejor no te habla de eso, no le des más vueltas, por mucho que te obsesiones no lograrás nada hasta que no hables con él.

Seguimos viendo la tele y acariciándonos los genitales tras esa breve charla y, nos quedamos dormidos sin darnos cuenta; nos despertamos al sonar el timbre del portero de la calle.

Esteban se levantó de un salto a ver quien era: Laura y Pedro, ya suben, me dijo. Él se fue volando a la habitación para ponerse unos vaqueros y una camiseta, yo me puse lo primero que encontré, una camisa amarilla y una de las minifaldas compradas el día anterior, también de color amarillo. Al ver cómo me miraba Esteban comprendí que la falda quizá era demasiado corta pero ya no había tiempo de cambiarme porque estaban llamando a la puerta de la calle.

Entraron Pedro y Laura, Esteban cerró la puerta tras ellos, ella y yo nos saludamos con un par de besos en las mejillas, ellos se dieron la mano y Pedro me dio un beso en la mejilla, su primera intención era dármelo en los labios pero en el último momento desvié la cara. Ellos se sentaron y Laura y yo fuimos a preparar café.

—¿Qué tal te encuentras, se os ha pasado ya el cabreo? —me preguntó Laura.

—Sí, se nos ha pasado por completo y hemos estado hablando de eso y otras muchas cosas para que no nos vuelva a pasar nada parecido.

—Me alegro —dijo abrazándome— me hubiera llevado un disgusto si hubieseis roto, haceis muy buena pareja.

—Y dime ¿cómo te hizo cambiar de idea?

—Eres una cotilla Laura, mira que te gusta enterarte de todo —le recriminé bromeando.

—No soy cotilla y tú lo sabes, me gusta ser morbosa por eso quiero que me cuentes los detalles —insistió.

—Pues llegamos a casa, tomamos un café y de pronto agarramos una calentura de tres pares, me llevó a la cama y allí me echó cinco polvos, después caímos reventados y nos quedamos dormidos; nos hemos levantado a las tres de la tarde, así que calcula como debió ser la noche —le dije sin exagerar nada.

—Joder que suerte tienes ¡5 polvos en una noche! Esteban es un máquina, ya lo quisiera yo para mí —dijo ella.

—Esteban es un verdadero semental, ya lo sabes, pero no creo que tú tengas quejas de Pedro ahora que se ha espabilado ¿no?

—La verdad es que no, el pobre mío cumple y lo hace muy bien, pero lo máximo que llega a echar en una noche son tres polvos, ahora eso sí, con su boca logra que me corra seis o siete veces y no te engaño Pepa.

—Joder sí que ha cambiado, a mí ni me lo miraba y en cambio a ti te lo devora, me alegro por ti —le dije.

—Y no sólo eso, le estoy convirtiendo en un guarrón de primera, si te contara las cosas que hacemos te pondrías colorada y todo.

—Es que teniendo una maestra tan zorrón como tú no me extraña —dije echándome a reír.

—¡Ven aquí! —dijo tirándome del brazo, me agarró con un brazo y metió una mano debajo de mi faldita—Yo seré un zorrón pero tú una guarrona —dijo metiendo la mano por dentro de mis braguitas.

—No se te ha olvidado no, qué gusto me dan tus dedos —dije separando un poco las piernas.

—¿Sabes si tendremos rollo? —me preguntó.

—Depende de cómo se tercie la cosa, a lo mejor sí —dije y solté un gemido.

—Pedro y yo venimos con ganas de marcha, él quiere demostrarte que ya no es un mierda follando y yo me pienso comer a tu Esteban, cuando acabe con él estará una semana sin poder cumplir contigo —me aseguró.

—Eso no vale cabrona.

—Lo siento, le tengo muchas ganas.

Regresamos con los cafés al salón donde Pedro y Esteban charlaban animadamente, yo me senté al lado de Esteban y Laura junto a Pedro; todos dimos un primer sorbo al café.

—Está muy bueno —dijo Pedro— me alegro por vosotros —dijo como una especie de brindis— ayer nos disteis un susto de muerte.

—Tienes razón y te pido perdón Pedro —le dijo Esteban.

—No tiene importancia, en realidad soy yo el que está agradecido con Pepa ¿Por qué has renunciado a todo?, la casa es de los dos, la pagamos con nuestros sueldos.

—No lo sé Pedro, me salió así y ya está. Si hubiese reclamado la mitad de la casa adonde hubierais ido Laura y tú, dímelo con sinceridad —le dije.

—Ahora mismo no lo sé Pepa, no puedo contestarte a eso, supongo que lo habríamos pasado un poco mal hasta encontrar un piso de alquiler donde meternos, pero lo del banco también es tú dinero.

—No nos engañemos, todo lo que hay a plazo fijo es tuyo por la liquidación y la indemnización que te dieron en la fábrica, si cojo la mitad de ese dinero me habría quemado en las manos, porque es tu futuro hasta que te jubiles —le dije.

—Bien, si así lo quieres así será, ya está presentado el acuerdo en el juzgado, mi abogado me ha dicho que en dos meses como mucho nos darán el divorcio, si no antes.

—No te sientas mal Pedro, afortunadamente a mí no me hace falta el dinero —dije mirando a Esteban y éste me hizo un leve movimiento afirmativo con la cabeza— Me he despedido del hospital.

—¿Qué te has despedido del Hospital, y por qué? —preguntó incrédulo.

—Porque ahora trabajará en mi equipo como enfermera de quirófano —dijo Esteban.

—Bueno te has despedido de un sitio para trabajar en otro, me alegro por ti.

—Así tendremos más tiempo para estar juntos —dije yo.

—Pues hay quien dice que no es bueno que los matrimonios trabajen juntos porque suelen discutir —dijo Laura sonriendo.

—En nuestro caso no cabe otra posibilidad —contestó Esteban.

—¿Y en qué hospital vais a trabajar? —preguntó Pedro, yo miré a Esteban.

—En ninguno en concreto y en todos —al ver la cara de extrañeza que ponían se lo aclaró— Yo soy el doctor Ayala, no sé si os suena mi nombre.

—¡Coño, el que ha salido esta mañana en la televisión, el famoso cirujano que ha operado a un artista de cine! Entonces la rubia que estaba a su lado ¿eras tú Pepa?  —preguntó atropelladamente Laura y yo asentí con la cabeza sonriendo— ¿Tenía razón o no? —dijo mirando a Pedro— lo he visto esta mañana en las noticias, él estaba en la cocina y cuando se le he dicho que me parecía haberos visto en la tele no me ha hecho caso —terminó de decir.

—La entrevista fue ayer en el portal de esta casa —aclaré yo.

—Por eso he dicho lo de los hospitales, normalmente doy clase y opero en uno de la zona norte de Madrid, pero me llaman de todo el mundo, por ejemplo, dentro de diez días, Pepa y yo nos marchamos a Nueva York, después a Washington y de ahí saltaremos a Melbourne, en Australia. Estaremos fuera dos meses posiblemente, todo depende de la recuperación de los pacientes —al decir eso Esteban me le quedé mirando asombrada, no sabia nada hasta ahora.

—Te lo iba a decir más tarde cariño, tendrás que sacarte el pasaporte —me dijo él.

—Joder Pepa, casi vas a dar la vuelta al mundo, menudo cambio de vida ¿eh? —dijo Laura inocentemente, pero Pedro se puso serio.

—De eso quería hablarte Pepa, de tu cambio de vida. Antonio me contó como empezó todo, en las cosas que participaste, Laura me ha contado el incidente tan desagradable que tuviste una noche con unos tíos y que gracias a Esteban se pudo solucionar —empezó a decir Pedro y  yo me puse muy nerviosa— Pero me gustaría saber una cosa Pepa: era necesario engañarme de esa forma, ¿no había otro modo?, no sé, podías haber hablado conmigo de tus frustraciones antes de hacer una cosa así; tú sabes que yo no hubiera sido capaz de engañarte de ese modo —con mucha educación me echó el reproche a la cara y con razón, ese mal trago es el que quería evitar a toda costa y al final no lo conseguí.

—Escucha Pedro, jamás quise hacerte daño, te lo juro, te engañaba sí, pero yo no lo consideraba un engaño ya que te seguía queriendo, lo que hacía, lo consideraba más bien una diversión y si te lo hubiese contado te habría dado un disgusto muy grande —le expliqué.

—A lo mejor no Pepa ¿quién sabe?, de todas formas no quieras escabullirte con lo del “daño que me habrías hecho”, haciendo eso queda más patente que lo que pretendes en realidad, es tapar tu egoísmo y tu engaño, y si haces eso es por que de alguna forma te sientes culpable —dijo Pedro.

—¿Tú crees que tal como eras antes me hubieses comprendido si te hubiera explicado mis necesidades de mujer?

—Pues durante 27 años lo he hecho ¿no?, o vas a decirme ahora que te sientes frustrada desde el primer día que nos casamos. Imagínate por un momento que me lo hubieses contado todo y, resulta que me animo y quiero probar esa diversión contigo ¿entonces qué?

—Entonces todo seria muy distinto ahora —reconocí mirando al suelo.

—No quiero que te avergüences Pepa, sólo busco aclarar las cosas, mírame a la cara y contéstame por favor —insistió.

—Que todo sería distinto ahora, tú y yo probablemente seguiríamos estando juntos —admití avergonzada. Tanto Esteban como Lura estaban muy callados escuchándonos.

—Y seguramente nos amaríamos más que antes —dijo Pedro tratando de parecer tranquilo pero yo sabía que estaba muy dolido.

—Eso no sería así Pedro, si hice lo que hice también es porque ya no te quería, aunque creía que sí, por eso me enamoré de Esteban tan fácilmente, si te hubiese querido, si hubiera sentido una chispa de amor por ti, no me habría enamorado de otro hombre.

—¿Ves?, en eso tienes razón, a mí me pasaba lo mismo por eso me enamoré de Laura en muy poco tiempo. En fin, tenía ganas de hablar de todo esto, pero estate tranquila que no te guardo ningún rencor, al fin y al cabo los dos hemos salido ganando, tú con Esteban y Yo con Laura —dijo tomando la mano de ella y se hizo el silencio de repente.

—Bueno pues bien está lo que bien termina ¿no? —dijo Esteban rompiendo el silencio— esto hay que celebrarlo —se levantó yendo a la cocina y volvió con una botella de sidra y cuatro copas en la misma mano— Prefiero la sidra y el champán francés —dijo mientras servía las copas.

—¿Por qué brindamos, por el buen rollo? —dijo Laura y nos echamos a reír.

—Que elijan ellos el brindis —propuso Esteban.

—¿Por la amistad? —dije tímidamente.

—¡Por la amistad! —exclamó Pedro, entrechocamos las copas y bebimos el contenido de un solo trago.

—Aún queda otra cosa —dijo Pedro— quiero daros las gracias a los dos por haber sido tan generosos conmigo y de paso con Laura, que pronto será mi mujer.

—A mí no, todo ha sido cosa de Pepa—dijo Esteban.

—No seas humilde Esteban, sé que ha sido cosa de Pepa, pero si tú no la hubieses respaldado ella no podría haber dado ese paso por sí sola; así que permíteme que os lo agradezca a los dos.

—No hace falta que agradezcas nada Pedro, verdad —dijo Esteban.

—Pues yo insisto, ¿somos amigos no?

—Claro que sí.

—Pues los amigos agradecen las cosas y a mí se me ocurre una cosa, imagino que seguiréis con vuestras diversiones sexuales —Esteban y yo asentimos con la cabeza— pues ya que somos amigos me gustaría que nos invitarais a Laura y a mí a alguna de ellas; vamos, si no os hace trastorno —dijo Pedro.

—Por mí no hay problema —dijo Esteban y me miró.

—Por mí tampoco —dije yo.

—Pues que sea así ¿qué os parece si organizamos una diversión como tú la llamas ahora mismo? —propuso Esteban, yo le miré un poco confundida, no estaba preparada para que fuera ya mismo— Pepa cariño, creo que Pedro y tú tenéis una asignatura pendiente, al menos os debéis un último polvo antes del divorcio —me dijo Esteban dejándome tan pillada que no podía escaparme.

—De acuerdo, vale —dije al final, Laura me dio un beso en la boca que casi me deja sin respiración.

—Haz el favor Pedro, coge de ahí la mesita y vamos a apartarla para tener más sitio —entre los dos apartaron la mesita baja a un lado dejando un hueco bastante grande.

—Pepa ve a la habitación y coge un paquete que hay en el vestidor, es redondo y de color azul, ten cuidado que dentro hay unas piezas sueltas.

No sé a qué se refería pero fui, Laura me acompañó. Al entrar en nuestra habitación y ver la cama tan revuelta dio un silbido de admiración. Entramos en el vestidor y miré en su parte del armario, en los estantes de arriba estaba el paquete que él me había dicho. Me subí a una balda del armario para cogerlo, Laura me sujetó besándome las nalgas la muy tramposa.

—¡Coño pero si es un colchón inflable! —exclamó Laura.

—¿Un colchón inflable? —repetí extrañada.

—Sí mujer, como esos que salen en la tele que se inflan solos —me explicó ella y entonces supe a qué se refería, yo también había visto el anuncio en la tele.

Regresamos al salón. Esteban desató la cuerda que lo envolvía, sacó una lona y entre los tres la estiramos sobre el suelo, luego pusimos el colchón deshinchado encima. Esteban aplicó un aparato a una de las bocas de goma, lo enchufó en un enchufe y pulsó un botoncito. El aparato emitió un ruido muy agudo al principio luego se normalizó y en pocos minutos el colchón se convirtió en una enorme cama de 2 x 2 con dos cojines a modo de cabecera, la parte sobre la que íbamos a echarnos estaba cubierta de suave terciopelo.

Empezamos a desnudarnos y, al ver que Pedro me observaba me puse un poco nerviosa sin saber muy bien por qué. Me quité toda la ropa excepto las braguitas, Laura hizo lo mismo y ellos se quedaron en calzoncillos, los dos iban con bóxers. Esteban y yo nos sentamos en el lado derecho, Pedro y Laura en el izquierdo. Cada pareja empezamos a besarnos. Esteban me pidió que me tranquilizara porque me notaba muy tensa. Yo intentaba relajarme pero no lo conseguía. Esteban apoyó la espalda sobre el cojín que hacia de cabecero y me colocó entre sus piernas, con la espalda pegada a su pecho. Me giró un poco la cara, se agachó y empezó a besarme despacio, cuando me oyó gemir me metió la lengua y enseguida empezamos a morrearnos, él además me acariciaba los pechos, la tripa y los muslos por dentro con el fin de excitarme. En un alto que hicimos de besarnos vi que Pedro le devoraba la boca a Laura y sentí una cosa rara por dentro, algo parecido a una pequeña punzada de envidia. Esteban bajó los dos brazos por encima de los míos y me acarició los muslos por fuera y luego por dentro, me preguntó si estaba lista y le dije que sí.

Gateé hasta acercarme a Pedro y comencé a besarle la espalda. Éste dejó de besarse con Laura y se giró hacia mí mirándome. A pesar de estar dispuesta para hacerlo, el hecho de tener a mi todavía marido frente a mí, devorándome con su mirada me puso nerviosa, sentí un poco de vergüenza, pero al mismo tiempo se me disparó el morbo hasta cotas muy altas y empecé a mojar las braguitas. Pedro  al verme nerviosa me cogió la cara entre sus manos y me besó los labios despacio una vez, el segundo beso lo prolongó un poco más y empecé a notar calor dentro de mí, con el tercer beso el calor se convirtió en ardor. Le eché las manos al cuello y le metí la lengua en la boca; Pedro me empezó a morrear, recorriendo con su lengua todo el interior de mi boca, a veces paraba para morderme despacio los labios, eso me excitaba más, me miró un momento y volvió a hundirme la lengua en la boca. Empezamos a morrearnos con lujuria; cuando él quiso acariciarme las tetas yo ya tenía una mano dentro de sus calzoncillos y jugaba con su larga polla. Me excité sintiendo cómo se le endurecía en mi mano, le solté la polla y empecé a sobarle los huevos para estimularle. También me di cuenta de que se había depilado los genitales completamente. Me tocó el coño, dejó de hacerlo y se inclinó para mirármelo.

—Me encanta tu chochito así, sin pelos —me dijo.

—A mí también me encantan los hombres con los genitales depilados.

Le bajé los calzoncillos y me llevé una sorpresa al verle la polla, siempre la ha tenido grande comparada con Antonio pero ahora parecía enorme. Sin sacarle los calzoncillos me la metí en la boca y empecé a chuparle el glande, envolviéndolo con mi lengua para saborearlo. Sin dejar de chuparle le ayudé a quitarse los calzoncillos, entonces el me tumbó y se me subió encima para hacerme un 69, el primero de nuestra vida. Me quitó las braguitas y se quedó quieto, ladeé la cabeza para ver por qué se había parado y vi que miraba pasmado como Laura lamía el pollón de Esteban, se giró y me miró, a saber lo que le pasaba por la cabeza en ese momento; yo volví a lo mío. Empecé a lamerle la polla desde la base a la punta, dándole toquecitos en el frenillo, se la mamaba un poco y después me ponía a lamerle los testículos; enseguida sentí su boca en mi vulva y cuando empezó a mover la lengua empecé a lubricar como si tuviera un grifo dentro del coño. Cuanto había cambiado Pedro, Laura le había enseñado bien. Su manera de mamarme el clítoris era una locura y en poco tiempo logró que me corriera. Se entretuvo lamiéndome las ingles y la zona de los muslos más cercana a mi coño dándome tiempo a que me recuperara y cuando lo hice se agachó más y se cebó con el esfínter de mi culo, lo besaba, lo lamía y metía la punta de la lengua en mi ano.

Yo me espabilé enseguida y también le comí el culo. Lo más curioso es que era la primera vez en nuestras vidas que nos hacíamos esas caricias. Alterné mis lamidas entre su esfínter, el perineo y la bolsa de sus huevos, hasta me los metí en la boca de uno en uno. Él por su parte me metía la lengua en la vagina degustando mis jugos. El caso es que me esmeraba para que se corriera pero no lo conseguía; Pedro había multiplicado su capacidad de aguante. Se me quitó de encima, se colocó arrodillado entre mis piernas y tomandome de los muslos me la empotró de un solo empujón. Bramé de gusto al sentirle entrar en mi vagina y empezó a follarme. Primero despacio, como queriendo saborear cada centímetro de mi vagina, luego fue incrementando el ritmo de sus embestidas a la vez que se incrementaba también mi placer; cuando mis jadeos fueros casi continuos aceleró el paso, le agarré por el culo apretándole contra mí y en pocos minutos volví a correrme, entonces se echó sobre mí y permaneció quieto, gozando con las contracciones de mi vagina y observando los gestos de mi cara. Al abrir los ojos le abracé por el cuello con las dos manos y le bajé para besarnos.

—Me has echado el mejor polvo de tu vida, me encanta tu forma de follar —le dije.

—Laura ha sido mi maestra, es una mujer fantástica.

—Quiérela mucho, se lo merece —le dije.

—Merece ser tan feliz como tú, y espero que lo seas Pepa.

—Ya lo soy Pedro, te lo aseguro.

—No me extraña, menuda polla calza Esteban, ¿no será demasiada? —me dijo.

—No, me vuelve loca tal como es ahora.

—O sea, que cuanto más mejor para ti ¿no?

—No es eso, lo que importante es la persona y si encima está muy dotado, pues mejor para mí. Tú también estás muy bien dotado pero nunca has sabido aprovecharla como ahora.

—Nunca es tarde si la dicha es buena —me dijo.

—Pues déjate de dichas y vuelve a follarme —le pedí.

Esta segunda vez sabía lo que iba a hacerme nada más empezar a lamerme el culo, me lubricó el ano con su saliva, me puse de lado con una pierna encogida y esperé a que me la metiera. Lo hizo despacio y con mucho tacto, los gestos de su cara eran un fiel reflejo del gusto que sentía, por algo era la primera vez que gozaba de mi culo. Cuando me la metió entera y empezó a mover las caderas no sentí mucho la verdad, pero él me estimuló acariciándome el clítoris con una mano y la cosa cambió. Poco a poco empecé a sentir placer, cada vez más y al poco tiempo empecé a gozar de lo lindo mientras él arremetía contra mis nalgas con fuerza.

Nuestros gemidos y jadeos se unieron a los de Laura y Esteban formando un coro que se fue incrementando en intensidad a medida que pasaban los minutos. Laura fue la primera en dar un gritito al correrse, Esteban soltó su clásico jadeo seco, sin estridencias, yo me retorcí de gusto con mi orgasmo y Pedro jadeó prolongadamente mientras me bombeaba su lefa en mi ano.

Hicimos un alto para descansar y beber algo. Volvimos a emparejarnos y comentamos lo estupendo que estaba siendo el intercambio de parejas. En la segunda parte, por así decirlo, los cuatro estuvimos muy activos. Laura y yo le dimos una sesión lésbica que les hizo empalmarse como burros. Para mi asombro, Pedro le agarró el pollón a Esteban, se lo sobó y se lo chupó un buen rato; Esteban lo único que hizo fue sobarle la polla a él y meneársela. Esteban me folló a mí mientras se besaba con Laura, Pedro se follaba a Laura y me sobaba las tetas a mí. Nosotras nos corrimos y cuando llegó el momento de eyacular ellos, se intercambiaron; yo saboreé la corrida de Pedro y Laura la de Esteban. Cuando más tarde se marcharon, Esteban y yo coincidimos en que valía la pena tenerlos como integrantes en nuestro grupo sexual, formado hasta ese momento por nosotros dos más Jose Luis y Amelia, le dije que sería interesante ver a Pedro follándose a Amelia; Esteban me llamó pervertida y yo le di un estirón a su polla, iniciamos una pequeña lucha en la que yo acabé de lado y él encima de mí dándome por el culo. La verdad es que comparando a Esteban con Pedro y los tamaños de sus penes, me quedaba con Esteban de todas todas.

Poco más tengo que contar ya. La semana siguiente Esteban y yo viajamos a Estados Unidos y a pesar de que era por motivos de trabajo el viaje fue maravilloso, además, por primera vez en mi vida pude asistir a la operación que él llevó a cabo y que afortunadamente acabó en éxito. Al volver de Australia, el abogado de Jose Luis y Amelia me comunicó que oficialmente ya estaba divorciada; dos días después, Esteban y yo nos casamos por lo civil; Pedro y Laura fueron nuestros testigos y Jose Luis y Amelia los padrinos, también vinieron invitados Antonio y Elena, su nueva pareja. Una mujer de la edad de Esteban. Muy guapa y simpatiquísima. Nuestro enlace lo celebramos en casa de Jose Luis y Amelia. A nadie le extrañó nuestra amistad y, como tenía que ser, los ocho nos montamos una orgia de campeonato que duró casi hasta el día siguiente, yo tenía razón, fue muy morboso ver a Pedro follando con Amelia, a Antonio con Laura, a Jose Luis con Elena, la pareja de Antonio y Esteban y yo juntos.

Así seguimos hoy por hoy, cinco años después.

—Fin de la serie—

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Espero que hos haya gustado. Pronto volveré con otro relato. Gracias por vuestros comentarios.

¡¡¡ Un saludo!!!!