Mi segunda oportunidad-10

La separación temporal de Esteban, hacen que Pepa se planteé muchas cosas. A la vez, refuerza sus lazos sentimentales con Jose Luis y Amelia. Cuando Pepa se reencuentra con Esteban tras su viaje, ya tiene claro lo que va hacer en el futuro.

Mi segunda oportunidad

Por Jaypaka

—10—

La separación temporal de Esteban, hacen que Pepa se planteé muchas cosas. A la vez, refuerza sus lazos sentimentales con Jose Luis y Amelia. Cuando Pepa se reencuentra con Esteban tras su viaje, ya tiene claro lo que va hacer en el futuro.

El tiempo que Esteban estuvo de viaje se me hizo eterno y eso que estaba muy entretenida en casa de Jose Luis y Amelia; no siempre nos entregábamos al sexo, sólo cuando nos apetecía, pero reconozco que era con bastante frecuencia, además, me encantaba tener entre mis brazos los cuerpos menudos de Nina y Jung, chuparles las tetitas con sus duros pezones y esos chochos de enormes labios. Cuando me rozaba el sexo con ellas a veces me acordaba de Laura. Amelia me dijo que Esteban también se las follaba y que era todo un espectáculo contemplarlo. Sí que me iba a gustar verlo, pero hasta entonces, tenía que vivir de su recuerdo. Fue precisamente ese recuerdo el que empezó a cambiar mi forma de pensar, poco a poco empezó a calar en mi mente una idea: ¿Y si dejaba de trabajar para dedicarme enteramente a Esteban?, la jubilación la tenía garantizada con los años que llevaba cotizados, además, él me necesitaba a su lado, no me gustó ver el bajón que sufrió cuando tuvimos que separarnos por tanto tiempo. No les dije nada a Jose Luis y Amelia, antes de tomar una decisión debía consultar con el abogado para que me aclarase las dudas y, cuando lo tuviera claro tomaría una decisión, lo que pasa es que sólo de imaginar la cara de Esteban cuando le dijera que podría acompañarle a donde él fuera me alentaba a dejar de trabajar. Después de hablar con el abogado sobre ese tema lo tuve mucho más claro y esa misma noche, mientras me recuperaba del combate sexual les conté lo que pensaba a hacer, a ellos les pareció perfecto, Amelia dijo que no sólo era perfecto sino que para Esteban supondría la mayor alegría de su vida saber que su mujer iba a permanecer a su lado las 24 horas del día; aún me quedaba otra cosa por aclarar les dije, lo del acuerdo de divorcio con Pedro, y les conté lo que pasaría en caso de reclamar mi mitad, ellos me escucharon pero me dijeron que no podían aconsejarme ya que la decisión era exclusivamente mía

—Pues no me sois de mucha ayuda— les dije.

—Compréndelo Pepa —dijo Amelia— eso es un asunto personal de tu pasado en el que no debemos intervenir, fíjate qué fácil sería para nosotros decirte: “No te preocupes cariño, tenemos dinero de sobra” pero eso no nos corresponde decirlo a nosotros, te aconsejo que hables con Esteban antes de hacer nada, sólo falta una semana para que vuelva.

—¡Eh qué haces! —protesté riendo cuando Jose Luis me levantó una pierna para metérmela de nuevo.

—Aprovecharme preciosa, sólo aprovecharme, cuando venga Esteban te acaparará para él y no habrá forma humana de encontrar una agujero tuyo libre. —tras decir eso me penetró de golpe.

Cerré los ojos y me dejé caer de lado sobre la cama. Amelia empezó a besarme en la boca, creo que Nina se metió por debajo de ella para chuparme los pezones y Jung me abrió las nalgas para lamerme el esfínter ¿sé podía pedir más? Yo no sinceramente, me hallaba en el “súmmum maximae” del placer, es más, después de correrme intensamente y de recuperarme un poco dije que quería mear y Jung se puso debajo de mí instándome a mear en su boca cosa que hice, Nina meó en la mía y Jung en la de Amelia que recibió el doble pues cuando se apartó Jung la meó su marido; yo me tumbé debajo de su entrepierna prestándome a que me meara, ella pegó la vulva contra mi boca y me soltó un potente y casi interminable chorro que yo me tragué gustosa; después bebimos champán para aclararnos la boca y comimos unos aperitivos que las birmanas habían preparado.

…./….

En la cafetería del aeropuerto no hacía más que moverme en la silla y hablaba sin parar, Jose Luis y Amelia me miraban sonrientes y divertidos y eso me desquiciaba un poco ¿cómo podían estar tan tranquilos? Cuando era el gran día, en cambio yo no podía parar de lo nerviosa que estaba, había cambiado el día para tenerlo libre y poder recibir a Esteban como se merecía, para ello no me había puesto sujetador ni braguitas, una camisa con dos botones de más desabrochados dejaban entrever mis tetas y una minifalda negra con botas del mismo color hasta las rodillas completaban mi atuendo; claro está, me cubrí con un abrigo hasta las rodillas.

Cuando anunciaron la llegada del avión procedente de Los Ángeles me levanté de un salto, Amelia tuvo que agarrarme para que no echara a correr. Jose Luis pagó la cuenta muy despacio ¡Dios qué nervios! Salimos por fin de la cafetería y caminamos hasta la puerta de desembarco pero, frenamos en seco cuando vimos a un montón de periodistas y reporteros de televisión allí también esperando, les miré sin comprender qué pasaba.

—Esperad aquí me acercaré a ver qué pasa, es posible que la noticia de la operación de Esteban en Los Ángeles haya despertado la curiosidad de los periodistas.—nos dijo Jose Luis.

—Esteban me dijo que uno de los pacientes de Los Ángeles era un actor de cine. —recordé de pronto.

—Pues eso va a ser, voy a ver si averiguo algo. —dijo Jose Luis encaminándose hacia el grupo de periodistas. Habló con algunos unos minutos y enseguida regresó.

—Están esperando el mismo avión que nosotros para ver si pueden entrevistar al famoso cirujano Esteban Ayala.—nos explicó Jose Luis.

—¿Y qué vamos a hacer? —pregunté al borde del llanto llena de impotencia, era mí Esteban ¿cómo se atrevían a interponerse entre nosotros, con qué derecho?

—¿Quieres salir en la televisión? —me preguntó Jose Luis.

—No, yo no por dios. —dije horrorizada al pensar que todo el mundo pudiera verme y no es que sintiera vergüenza, no, es que no quería permitir que nadie se inmiscuyera en nuestra vida privada.

—Yo tampoco.—dijo Amelia.

—Quedaos vosotros, yo esperaré en el coche, déjame las llaves por favor. —le pedí a Jose Luis.

—Tesoro te olvidas de que tampoco queremos publicidad, contra menos se nos relacione con Esteban mejor para él.

—Vamos a hacer una cosa, tomad las llaves del coche y me esperáis dentro, poned los cristales oscuros salvo el del conductor, así cuando lleguemos Esteban y yo nadie podrá vernos.

—¿Y a ti no te reconocerán? —le pregunté a Jose Luis.

—Cariño soy un artista del disfraz. —me guiñó un ojo y se dio la vuelta, a los pocos segundos volvió a mirarnos y me quedé asombrada, llevaba perilla y unas grandes gafas de sol, si no llega a ser porque estaba delante de nosotras no le hubiese reconocido.

—Tienes un suegro que se cree un “007”. —me susurró al oído Amelia haciendo reír.

Jose Luis se quedó hablando con los periodistas, Amelia y yo nos retiramos discretamente al aparcamiento y entramos en el coche minutos más tarde. Nada más entrar le di al botón para oscurecer todos los cristales y bloqueamos las puertas, cuando viniera Jose Luis ya pondría el cristal de delante para conducir, pero de momento Amelia y yo nos sentimos protegidas íntimamente.

—No es la primera vez que Jose Luis recurre a ese truco, ya te expliqué que no queríamos que se nos asociara a los tres, nosotros tenemos nuestra fama y Esteban la suya y así es como debe ser, pero yo que tú me iba haciendo a la idea de salir en la televisión y en algunas revistas, es el precio que hay que pagar por la fama, es inevitable. —me dijo Amelia.

—Supongo que con el tiempo me acostumbraré, pero ahora no estoy preparada. —contesté.

Es increíble la de cosas que la gente hace creyendo que no las ve nadie, mientras esperábamos vimos de todo. Una pareja metiéndose mano tan descaradamente, que Amelia y yo apostamos riendo bajito que iban a follar allí mismo. Un chico de cara y aspecto normalucho meando contra una columna, la lástima fue que no pudimos verle la polla, en cambio una muchacha de unos 16 años nos regaló un primer plano de su chochito meando. Gracias a eso la espera fue un más amena. Escuchamos de repente un gran murmullo creciente, al mirar por el cristal trasero y ver que se acercaban Esteban y Jose Luis seguidos por los periodistas el corazón casi se me sale del pecho de lo fuerte que me empezó a latir. Desbloqueé las puertas inmediatamente, Esteban entró detrás y al verme se quedó unos segundos parado, pero esos segundos transcurrieron para mí en cámara lenta y pude ver perfectamente como su cara se transformaba pasando del gesto serio a la alegría. Amelia volvió a bloquear las puertas y oímos las protestas de los periodistas, no hubieran protestado tanto si hubieran visto a Amelia descalzarse y cruzar al asiento delantero enseñándonos las braguitas y su precioso culito. Jose Luis arrancó el motor y puso el coche en marcha saliendo poco después del aparcamiento.

Jose Luis y su mujer iban hablando, nosotros no. Yo estaba tumbada de espaldas sobre el asiento y él encima de mí, besándome y llenándome con su amor, para mí el tiempo se detuvo en ese momento.

—Cuanto te he echado de menos amor mío. —me dijo.

—No tanto como yo a ti. —contesté y volví a besarle, era una lástima que estuviéramos en el coche sino me lo hubiese comido allí mismo.

Jose Luis nos avisó de que estábamos llegando a nuestra casa pero nada más doblar una calle nos encontramos a un montón de periodistas esperando en la puerta; Jose Luis detuvo el “Mercedes”.

—¿Qué hacemos Esteban? —le preguntó.

—La madre que los parió ¿es que no tienen otra cosa mejor que hacer? —protesté.

—Me parece que la única solución va a ser enfrentarnos al problema de cara así se acabará todo esto, No te cabrees Pepa es el precio de la fama que tenemos que pagar por ser como somos. —dijo Esteban.

—Creo que lo que has dicho es la mejor solución, tarde o temprano tenía que ocurrir tu nombre estaba sonando demasiado últimamente. —dijo Amelia.

—¡Eso, encima dale ánimos! —protesté a Amelia.

—No te enfades cariño, si lo analizas fríamente verás que es la única solución, te entiendo cuando dices que tú no quieres verte involucrada en nada de esto, pero ahora la que no comprende eres tú; cielo ya estás involucrada desde el primer momento que decidiste unir tu vida a la de Esteban, tratar de pasar inadvertida o esconderte no hará más que llamarles la atención y te seguirán a todas partes. Pero si te falta valor para enfrentarte a esto y prefieres dejar sólo a Esteban nosotros podemos cobijarte en nuestra casa y que luego vaya él a buscarte. —lo que me dijo Amelia me enfureció todavía más.

—Yo no tengo miedo de enfrentarme a nadie y desde luego nunca dejaré sólo a Esteban, yo no soy de esas. —contesté un tanto orgullosa.

—Esa es mi chica. —bromeó Jose Luis.

—Eso es lo que quería oírte decir Pepa. —sonrió Amelia satisfecha.

—Me has tendido una trampa, eso no vale. —me quejé.

—Siempre te queda la opción de esconderte. —dijo Esteban.

—¡Sal del coche, vamos! —le dije dándole un suave puñetazo en las costillas.

—Jose Luis espera a que recojamos el equipaje y os vais, ya hablaremos por teléfono. —dijo Esteban y salió del coche, yo le seguí con el abrigo abrochado hasta el cuello.

Esteban sacó las maletas del vehículo y cuando cerró el maletero éste arrancó silenciosamente. Me miró un instante y me dijo: —Pero qué guapas eres amor mío—. Pensé que iba a darme ánimos no a piropearme en un momento así y al pillarme por sorpresa me quedé sin palabras seguro que sonreía con cara de tonta. Cargado con las maletas y yo cogida del brazo fuimos hacia el portal para enfrentarnos con la prensa antes de subir a nuestro piso. Faltaban unos diez metros para llegar cuando los periodistas se dieron cuenta de nuestra presencia, enseguida nos rodearon y empezaron a bombardear con preguntas a Esteban. Éste las contestó todas, lo que no hizo fue desvelar el nombre del famoso de Los Ángeles ya que eso era confidencial. Bueno yo me había librado, todo el mundo me miraba, algunos con cara de extrañeza y entonces alguien hizo la pregunta que más me temía — ¿Quién es la señora que la acompaña, su madre? — Esteban rió y mirando a todo el mundo les dijo: —Señores, tengo el gusto de presentarles a mi futura mujer— Se armó un gran revuelo con esa declaración. Nuevas preguntas sobre cuando era la boda, donde, a qué hora, pero Esteban y yo eludimos responder diciendo que eso era privado, entonces él me arropó con un brazo empujándome contra la puerta del portal, sacó la llave y abrió la puerta, pasamos y cerramos; aún caminando hacia el ascensor notamos las luces deslumbrantes de los flases de los periodistas.

—No ha sido tan malo como parecía en un principio. —dijo él.

—Hombre si no tenemos en cuenta a la que te ha preguntado si yo era tu madre, no, no ha sido tan malo, sólo un poco humillante. —contesté seria. Esteban no volvió a hablar hasta que no entramos en casa.

—¿No te habrás ofendido por esa tontería? —me preguntó nada más cerrar la puerta.

—Sí me ha ofendido Esteban, ya te advertí de que te sacaba muchos años, creo que...

—¿Qué Pepa, que lo nuestro es una locura, eso ibas a decir? Ni se te ocurra ¿me oyes? Me importa un bledo lo que digan, es a mí a quien tienes que gustarme no a ellos, ya verás como muy pronto se olvidarán de nosotros.

—No, no se olvidarán, ya verás cómo me machacaran en las revistas y telediarios por ser más mayor que tú, hubiese sido mejor que les hubieras dicho que soy tu secretaria. —le dije seria y dolida con aquel asunto.

—Escúchame Pepa por favor, no quiero mentir a nadie, no tengo por qué. Tú vas a ser mi mujer o ¿no? —me preguntó pero me lo pensé un poco antes de responder para que se pusiera un poco nervioso.

—Claro que sí ¿acaso lo dudas?

—Joder pues has tardado un poco en contestar, eso no es normal. Volviendo a lo de antes, tú vas a ser mi mujer muy pronto y lo que opinen los demás me importa un huevo ¿me oyes?, ¡Un huevo! —exclamó. Al oírle decir eso se me ocurrió una cosa que nos vendría bien para eliminar esta tirantez. Me acerqué a él y le eché mano al paquete, le pillé tan sorprendido que se dio un pequeño susto y me eché a reír, sin soltarle el paquete le susurré al oído:

—¿Cuál es el huevo que te importa más, el derecho o el izquierdo?

—El derecho. — me contestó también riéndose.

Sin cortarme un pelo, le bajé la cremallera de la bragueta, metí la mano por dentro de sus calzoncillos y con cierta dificultad le saqué los genitales al aire, le agarré el huevo derecho y me puse a darle besitos, luego lo lamí y para terminar me lo metí dentro de la boca.

—Eres increíble amor mío ¿tú sabes lo que acabas de hacer?

—No. —contesté un poco extrañada.

—Pues que has fomentado la envidia entre mis cojones, ahora no te queda más remedio que hacerle al izquierdo lo mismo. —me dijo riéndose.

—¿Y cómo sabes que se tienen envidia? —pregunté como un ingenua por seguirle la broma.

—Porque los oigo murmurar, hay que prestar mucha atención porque hablan muy bajito. —me dijo. Me saqué el testículo de la boca.

—Entonces no tengo otra que arreglar esta situación. —dije. Le cogí el testículo izquierdo, lo besé, lo lamí y me lo metí dentro de la boca. Esteban empezó a partirse de risa, yo me saqué el testículo de la boca y le acompañé. Me ayudo a levantarme, me abrazó y juntamos nuestras bocas. Todo giró a nuestro alrededor y perdimos la noción del tiempo. cuando nos separamos me alejó un poco con sus brazos y se me quedó mirando, viendo el brillo de sus ojos y la felicidad de su rostro me sentí la mujer más importante del mundo. Se agachó pasando un brazo bajo mis piernas y me alzó en vilo.

—¿A dónde me llevas?

—A amarte cariño, después de todos estos días necesito esconderme para descansar y conozco el sitio perfecto para eso. —dijo caminando por el pasillo; hicimos una pequeña parada en el baño para coger una toalla grande.

—¿Y dónde está ese sitio maravilloso? —pregunté al entrar en la habitación.

—Ese sitio eres tú mi vida, sólo me limito a seguir tu consejo ¿te acuerdas?

—Claro que me acuerdo —dije descansando boca arriba sobre la cama— Ven amor mío refúgiate —le dije abriéndome de piernas.

Al darse cuenta de que no llevaba braguitas le brillaron los ojos y comenzó a desnudarse rápidamente, crucé los brazos debajo de mi nuca y me dispuse a disfrutar del espectáculo. Al quitarse los calzoncillos vi que ya tenía la polla morcillona eso significaba que podía penetrarme y esperaríamos juntos a que se le pusiera dura. Una vez desnudo, se agachó sobre mí apoyando su polla contra mi vagina, penetró con su capullo y mientras se dejaba caer despacio sobre mí me la fue metiendo toda entera. Al sentirle eché la cabeza hacia atrás bramando de gusto, sus huevos toparon con mis nalgas, se apoyó sobre sus brazos y se quedó quieto mirándome. Le acaricié los brazos varias veces, desde las muñecas hasta los hombros, luego me desabroché la camisa y me la abrí para que me viera las tetas, tenía los pezones tan duros que me dolían un poco. Esteban se agachó sobre el derecho, lo lamió varias veces y lo engulló para mamarlo. Se excitaba comiéndome el pecho, lo supe por las contracciones de su polla, entonces me concentré tratando de mover los músculos de mi vagina para apretarle el miembro y lo logré porque él gimió prolongadamente.

—Me matas amor, me estás matando de gusto. —me dijo.

—Disfruta de la agonía cariño. —le dije volviendo a contraer mi vagina.

De repente Esteban emitió un gemido que más parecía un sollozo, la polla se le hinchó mucho y de golpe empezó a contraerse muy rápidamente como si estuviera eyaculando.

—¿Cariño te estás corriendo? —le pregunté.

—Lo siento Pepa, no he podido controlarme, perdóname.

—No hay nada que perdonar, vacíate agusto.

La corrida de Esteban había sido muy corta, eso no era lo habitual, o ya se había corrido antes o trataba de aguantarse, para averiguarlo me agarré con fuerza a su cuello y le pedí que se pusiera de rodillas. Yo quedé sentada encima de él con las piernas separadas, le agarré por el culo, busqué su esfínter con mis dedos y le penetré el ano, moví varias veces el dedo follándole el culo al tiempo que yo moví mi pubis incitándole a correrse, entonces él sufrió una fuerte convulsión seguida de un estremecimiento y volvió a eyacular. La potencia de sus contracciones hacían posible que yo notara fluir su caliente lefa para derramarse en mis entrañas, moví el culo para sacarle hasta la última gota, Esteban cayó hacia atrás sobre la cama totalmente derrotado por el agotamiento, entonces me agaché sobre su pecho, le besé las tetas lamiéndole los pezones, la piel de alrededor se le puso de gallina y su cuerpo sufrió continuos estremecimientos, me moví para que estirara las piernas y volví a agacharme para morderle en la yugular, en la punta de la lengua sentí los rápidos latidos de su corazón, me sentí satisfecha de haberle causado tanto placer, le besé los labios pero no respondió, permanecía con los ojos cerrados como si se hubiese dormido.

Le desmonté e inmediatamente me escurrió el torrente de semen de mi interior cayendo sobre su pubis y genitales. Gateé por la cama y me tumbé bocabajo entre sus piernas y empecé a lamerle la lefa de su escroto pues su pollón aún permanecía levantado, de la punta de su capullo me cayeron varios goterones de lefa sobre el rostro, esta vez no me incomodó, sólo él, mi macho, podía correrse en mi cara, como mucho estaba dispuesta a dejar que Jose Luis también lo hiciera, pero nadie más, aunque a Jose Luis lo que le encantaba era correrse en mi boquita y ver como saboreaba su lefa antes de tragármela, poniendo cara de puta y mirándole a los ojos agradecida por haberme dado su esencia.

Agarré las piernas de Esteban por los tobillos y las levanté echándolas hacia atrás, él se las sujetó con las manos. Miré su culo que estaba libre para mí, agaché la cabeza y me puse a lamerle el esfínter, el cuerpo de Esteban tuvo otro estremecimiento y sonreí encantada, le besé el esfínter alternando los besos con la pesada bolsa de su huevos y de nuevo volví a su culo para meterle la punta de la lengua, le follé un poco el culo y luego me puse a comerme su polla, arrebañé con la lengua toda la lefa que la pringaba, le besé el gordo capullo y le lamí la zona del frenillo. Su polla se agitó con dos fuertes espasmos, la apreté sintiéndola un poco dura, entonces me puse de pie dándole la espalda a Esteban y sujetándole la polla me fui agachando sobre ella, me penetré el culo y me dejé caer un poco más, resoplé un poco, no tenía el ano lo suficientemente relajado y me estaba doliendo un poco pero aguanté el dolor y empujé el culo para abajo con fuerza y chille de dolor pero me la clavé por completo.

Me quedé quieta, esperando a que el dolor remitiera sin quejarme para no preocuparle, minutos después mi culo había cedido al calibre de su pene, subí y bajé varias veces apoyándome en sus rodillas, pero Esteban me cogió por la cintura y tiró de mí hacia atrás cayendo sobre su pecho, me sujetó por la cintura con fuerza, me alzó con sus piernas y  empezó a bombearme el culo con fuerza y mucha potencia, casi como lo haría un salvaje que me estuviera violando, además, no paraba de llamarme puta susurrándomelo al oído, por lo que estimuló mi excitación al máximo, y es que así me sentía en ese momento, como la puta de mi Esteban y minutos después jadeé en voz alta mareada por el intenso orgasmo, Esteban me la sacó del culo y me la metió por el coño de un solo empujó, por lo que grité de sorpresa y de gusto. Le dije que me iba a correr y él me esperó reduciendo un poco la intensidad de sus embestidas y como si de un milagro se tratara conseguimos llegar juntos al clímax. Ambos nos retorcimos de placer, yo cerré mis piernas apretando los muslos para sentir el orgasmo con más intensidad; él daba empujones fuertes y luego permanecía quieto bombeándome su corrida.

A partir de ahí caímos en un delicioso relax en el que permanecimos en silencio y sin movernos, bueno sólo las manos de él se movían acariciando mi cuerpo con suavidad; una vez recuperados pudimos charlar.

—Bueno y ¿cómo te ha ido?

—De maravilla, ya sabes lo que es vivir con tus padres. ¡Ah! He conocido a Nina y Jung y he follado con ellas.

—Son unas personas maravillosas.

—Tienes toda la razón. Amelia me dijo que cuando te las follas es todo un espectáculo, me gustaría verlo.

—Y lo verás Pepa, te lo prometo —le besé en la cara agradecida— ¿hablaste con Pedro del divorcio?

—Sí, tuvimos una reunión, pero antes de firmar un posible acuerdo quería hablarlo contigo cariño.

—Pues tú dirás.

—Hay un problema Cariño, si firmo el acuerdo tal cual, me quedo con la mitad de la casa y la mitad del saldo de la cuente, el problema es que si hago eso le dejaré en la calle ya que no tenemos otra casa que compartir, lo mismo pasa con lo que tenemos en el banco, la mayor parte corresponde a liquidación y la indemnización que le dieron al despedirle,  está ingresada a plazo fijo, el resto son cuatro cuartos como quien dice, habrá unos 25.000 euros como mucho. Yo he pensado que con lo que gano en el hospital tengo para vivir, claro, siempre que me dejes vivir en tu casa. La jubilación la tengo asegurada, me lo ha dicho el abogado de tus padres.

—¿Y cuál es el problema Pepa? —me preguntó.

—Pues que me gustaría renunciar a todo para que él tuviera un futuro.

—Pues si ya lo tienes decidido hazlo y se acabó.

—Pero es que tengo otro problema. —dije.

—Pobrecita mía estás toda llenita de problemas. —dijo besándome los parpados de los ojos y los labios.

—Estoy llena de tu polla mi vida, no de problemas —dije riéndome y él también—ahora en serio, el dilema que tengo es que me digo una y otra vez que si te cuento esto ¿no te estaré forzando a que tú me mantengas?

—¡Joder Pepa otra vez con lo mismo! —exclamó tratando de apartarme de él, incluso se le salió la polla de mi vagina del cabreo— cuando coño te convencerás de que nunca he pensado eso de ti ni lo pensaré jamás. —soltó muy cabreado.

—Perdóname cariño, pero tenía que decírtelo ¿no lo entiendes? —esperando que contestará le agarré la polla, que como estaba morcillona me la pude meter en la vagina de nuevo.

—Lo entiendo Pepa, pero me cabrea que me lo repitas tanto. —contestó y se movió empujando hacia arriba para acomodar su miembro dentro de mí.

—Aún tengo una cosa que contarte.

—¿Tienes más problemas, más dudas? —preguntó con ironía pero no le hice caso.

—Con este ya acabo pero es el más importante para mí, así que te ruego que pienses antes de contestarme.

—Vale, me lo pensaré antes, te o prometo. —dijo en plan mofa.

—En todo este tiempo que hemos estado alejados el uno del otro, he podido pensar y mucho en nuestra relación —noté que su cuerpo se tensaba— y creo que lo mejor es que yo deje de trabajar para estar a tu lado siempre, no puedo permitir que desfallezcas como lo hiciste, por eso quiero estar contigo, para darte apoyo cundo lo necesites, para que te desahogues cuando la presión sea demasiado fuerte, para que sepas que puedes dejarte caer porque yo siempre estaré ahí para sostenerte, pero por encima de todo eso, porque te amo tanto que no soportaría estar sin ti ni un solo minuto. —noté que me apretaba con fuerza y enseguida escuché que lloraba. Me giré con cuidado para no hacernos daño y subida encima de él le cogí la cabeza contra mi pecho y le mecí.

—Joder Pepa, esto es lo más, jamás nadie me ha entregado algo de esta manera, como tú lo haces con tu amor, qué puedo decirte cariño cuando no tengo palabras para expresarme. —dijo sin parar de llorar.

—No necesito que me digas nada mi vida, tus lágrimas hablan por ti. Ya me advirtió Amelia que pasaría algo como esto, por eso estaba preparada —le dije sin dejar de mecerle. Poco a poco se fue tranquilizando y en la misma medida se aflojaron el fuerte abrazo y su polla que se salió de mi vagina.

—¿Cuándo lo comunicarás al hospital? —preguntó ya tranquilo.

—Mañana mismo si quieres. —dije apoyando mis antebrazos en su pecho.

—Por mí lo harías ahora mismo. —dijo riendo.

—Ya lo sé pero tendremos que esperar a mañana. —dije y le di un beso en la punta de la nariz.

—Espera un momento, tengo que ir al baño.

—¿Vas a mear?

—Y a lavarme la cara un poco.

—No hace falta que vayas al baño para eso.

Trepé un poco hasta ponerme encima de su cara y le pasé la lengua por los ojos y las mejillas que sabían saladas de tanto como había llorado, después me quité de encima y me tumbé esperando. Él lo comprendió a la primera. Se sentó encima de mi pecho y me metió su capullo en mi boca, lo apreté con mis labios notando los esfuerzos propios y enseguida empezó a manar el líquido. No sé si eran amarillos o transparentes, me daba igual, no me iba a envenenar por beberme los meados de mi amor, cuando acabó hizo algo que me encantó: se sacudió la polla salpicándome la cara. Se quedó mirándome sin decir nada. le agarré por el culo y lo empujé hacia adelante, no tuvo más remedio que subirse casi encima de mi cara. Estaba justo donde yo le quería y me puse a lamerle los huevos despacio, saboreando la piel de su escroto y al mismo tiempo le miraba con un solo ojo a través de la in ingle, ya que el otro me lo tapaba su escroto. Le repasé los huevos mientras él me observaba con cara de excitación, lo mejor vino cuando mi lengua rozó su esfínter, se estremeció soltando un fuerte jadeo, me encantaba el gesto de su cara, entre la sorpresa y la excitación, tuve que cerrar los ojos para meterme por debajo de sus huevos y llegar con la lengua a su esfínter, se lo acaricié con la lengua varias veces y le metí la punta en el ano, en todo momento escuché que exclamaba ¡Dios mío!, ¡Dios mío! Muy seguido.

Al volver a mirarle con mi único ojo vi que tenía los ojos cerrados y apretados, le agarré la polla con una mano y los abrió de golpe, viendo mis intenciones retrocedió un poco para facilitarme la felación. Le bajé el prepucio dejando todo su glande expuesto y me lo pasé por los labios como si fuera un pintalabios y a la tercera pasada el pobre Esteban eyaculó. Lo hizo con potencia y copiosamente sobre mi cara, no me importó que lo hiciera, ni siquiera tuve un mal recuerdo, lo que deseaba era que sentir su lefa sobre mi cara y aspirar su olor, el olor de un semental, el olor de mi macho; le meneé la polla para que descargara agusto y recogí el resto de su corrida con mi lengua para tragármela.

Me miró sin decir nada, debía estar muy guapa con la cara cruzada de chorretones de semen. Casi enseguida se agachó con la intención de limpiarme, pero le dije que no se lo comiera él sino que me lo diera a mí para saborear su esencia antes de tragármela. Y así lo hizo, recogió todo el semen acumulándolo en la boca y me lo dio con un apasionado beso en el que nuestras lenguas batieron el semen que solo yo me tragaba. Cuando nos separamos del beso me limpió la cara cogiendo un pico de la toalla que teníamos debajo, lo soltó y se echó sobre mí apoyando la cabeza entre el hombro y el cuello. No hizo falta decirnos nada, las caricias y los pequeños besitos nos transmitieron lo que sentíamos en ese momento.

Pasado un rato sentí que me meaba y sabiendo lo que me iba a contestar se lo dije a Esteban. Automáticamente se tumbó de espaldas y me pidió que me subiera encima de su cara pero en cuclillas. Me dijo que iba a ayudarme para que pudiera verlo, me agaché apoyando las palmas de las manos sobre sus hombros y él me empujó del culo hacia adelante para doblarme más la espalda ¡Dios, qué visión! Era la primera vez que me veía el chocho con tanta claridad, vi que mi vulva era muy sexy, con los labios mayores hinchados y el clítoris sobresaliendo de su capuchón y eso que no estaba excitada, ahora sabía que tenía un sexo provocador. Empecé a hacer fuerzas observando que el esfínter se me abría, Esteban también lo miraba embobado y de repente sin decirle nada solté mi chorro, fuerte y potente, que se estrelló contra su barbilla, subí un poco para que también le diera en la cara pero calculé mal y también le dio en la frente y en el pelo, enseguida bajé el culo para centrarme en su boca, el morbo de ver como se tragaba mis meados me excitó un montón, cuando acabé me lamió la vulva varias veces, luego retrocedí pero él me cogió poniéndome de lado encima suyo y con la ayuda de su mano me enchufó la polla en el coño, extendí los brazos hacia delante y me dejé follar; varios minutos después los dos entramos en éxtasis y la polla de Esteban que se había salido de la vagina nos salpicó de lefa hasta el pecho.

Nos despertó el ruido del teléfono fijo; él se levantó primero para atender la llamada yo le seguí. Vi que ponía el manos libres por lo que supuse que quien llamaba era alguien conocido por los dos, y no me equivoqué cuando escuché la voz ronca de Jose Luis.

—¿Qué tal gandules? Seguro que ahora mismo estáis en pelotas escuchándome y si no es así, es que sois tontos. —dijo.

—No papá, no te equivocas, los dos estamos desnudos escuchándote. —le dijo Esteban riendo, era la primera vez que le escuchaba llamarle papá.

—Así me gusta chicos.

—Anda déjame que hable yo que tú siempre piensas en lo mismo.—se oía decir a Amelia.

—Me hace gracia que digas esas cosas precisamente tú que eres la que tiene más vicio. —dijo Jose Luis.

—Calla tonto —dijo ella riendo y habló a continuación— hijos me supongo que con tanto follar ni siquiera habéis comido ¿no?

—Tienes razón Amelia. —le dije.

—Como ya son las cinco ¿qué os parece si venís a cenar a casa? —Y de paso ya sabéis—se oyó de nuevo la voz de Jose Luis y todos nos echamos a reír— este hombre es un sátiro —se quejó Amelia entre risas. Esteban y yo nos miramos un momento y coincidimos en el acto.

—De acuerdo, pero antes tenemos que darnos una ducha. —dijo Esteban.

—Cuanto vicio tenéis guarritos pero de acuerdo, venid lo antes que podáis. —dijo ella y colgó.

—Nos conocen demasiado bien. —se quejó Esteban.

—No cariño, tu madre tiene razón, tenemos mucho vicio.

—Pues ven aquí que te voy a demostrar lo vicioso que soy. —dijo Esteban tratando de cogerme. Solté un gritito y eché a correr hacia nuestra habitación para meterme en el baño, él me persiguió y podía haberme atrapado sin dificultad pero no quiso, dejó que yo entrara en el baño la primera.

—¡Salvada, estoy dentro de la ducha! Exclamé riendo como una niña.

—A ti no te salva ni la ducha, niña —dijo él poniendo la voz ronca.

—Señor no me hable así, me da miedo. —dije poniendo voz de niña pera seguirle el juego.

—No temas niña, de momento arrodíllate y chúpame los cojones. —me arrodillé sumisa y alcé la cabeza para lamerle los huevos.

—¿Le parece bien así señor? —le dije al cabo de un rato viendo que su polla ya empezaba a empalmarse.

—Sólo de momento, ahora ábrete de piernas y enséñame el coño, quiero verlo antes de violarte. —dijo con la voz ronca.

—No hace falta que me haga eso señor.

—¿Por qué?

—Porque si me trata bien le enseño mi culito que lo tengo muy bonito.

—¡A ver enséñamelo! —me ordenó. Alcé las piernas y me separé las nalgas mostrándole mi esfínter, Esteban me lo miró con los ojos brillantes por la excitación.

—¿Le ha gustado señor, a que lo tengo muy bonito?

—Sí que es bonito, por eso también te lo voy a violar, te lo voy a rajar con mi polla chiquilla.

—No me haga eso señor, se lo suplico.

—Calla niña del demonio, me das dolor de cabeza con tus ruegos tontos, ven aquí.

En su papel de “supuesto violador” Esteban me agarró por la cabeza, me hizo girar sobre el suelo de la ducha y me pegó la espalda a su pecho, di grititos simulando estar muy asustada por lo que él me tapó la boca con su mano y con la otra empezó a estrujarme las tetas; cuando después me estiró de los pezones me hizo gemir de placer. Luego puso su manaza sobre mi coñito, cerré las piernas para impedirle que me tocara, el violador me amenazó con darme una hostia y no me quedó más remedio que separar las piernas, aunque creo que me espatarré más de la cuenta. El muy cerdo me manoseó el chochito con torpeza, quiso meterme la mano dentro pero al chillar cambio de idea; me tocó el esfínter del culo, me metió dos dedos dentro del ano moviéndolos, luego me metió un tercero y un cuarto dilatándome el ano al máximo, ahí no grité porque me daba mucho gusto, se puso de pie y me estiró de los pelos para ponerme de rodillas, me hizo chuparle la polla un rato, luego me agarró por los sobacos y me puso de pie. Graduó la temperatura en el grifo monomando de la ducha y lo abrió, el agua templada empezó a caernos encima.

—Prepárate niña, te voy a violar. —me advirtió con voz ronca.

—Pero señor, he hecho todo lo que usted quería, no puede hacerme esto, qué dirá después mi novio y mi familia. —me quejé.

—Tu familia me importa un “guevo” y por tu novio no te preocupes le daré una carta de recomendación. –me dijo riendo como una hiena.

Tras decir eso me cogió en vilo y me apoyó la espalda contra la fría pared de baldosines. Me dio un escalofrío y los pezones se me pusieron más duros aún. Con una mano me sujetaba por el culo, con la otra guiaba su polla hasta mi conejito y me metió el gordo capullo en la vagina, di un gritito asustada pero eso no le detuvo, me empujó hacia abajo al tiempo que él empujaba hacia arriba, la penetración fue inmediata y brutal, me la había metido hasta las pelotas el muy cerdo, fui a gritar pero el cobarde me tapó la boca con la suya, me metió la lengua casi hasta la campanilla y me morreó ahogando mis gritos. Cayéndonos el agua encima empezó a empujar hacia arriba con fuerza, dando fuertes golpes secos con las caderas, por encima del ruido del agua al caer se escuchaban el ruido de sus pelotas al chocar contra mi culito. De pronto separó la boca para decirme algo:

—Qué blandita estás por dentro niña, me vuelves loco, me parece que voy a estar horas violándote— dijo.

—No puede señor, mis padres están esperándome, si ven que tardo mucho llamaran a la policía y me buscarán, así que dese prisa o no podrá violarme el culo.

—Tienes razón putita pero me joden las niñas sabiondas como tú. —dijo arremetiendo con fuerza.

No tenía ninguna posibilidad de escapar de las sucias manos de éste violador, así que me abandoné a mi suerte entregándole mi cuerpo para que se saciara cuanto antes, pero el muy cerdo tardaba en saciarse más de la cuenta y sin poder remediarlo me corrí, él se rió llamándome putita, me la sacó y de nuevo guió su polla con la mano y me la metió por el culo. Lo hizo de la misma manera que por el coño, esto es, con un fuerte empujón de caderas al tiempo que me empujaba hacia abajo, no pude controlarme cuanto su enorme polla invadió mi pobre culito y di un gritito, pero él no se apiadó de mí me embestía como un salvaje, le dije que no fuera tan bruto porque me iba a romper el culito pero no sirvió más que para que me diera por el culo con más fuerza. En esas circunstancias que podía hacer una pobre niña como yo, pues correrse como una cerda con un orgasmo muy intenso, el violador se rio al ver cómo me estremecía, paró de follarme el culo y me bajó poniéndome de rodillas ante él, pero para taparme del agua que caía me metí entre sus piernas; caí yo solita en mi trampa ya que estando en esa postura me ordenó que le chupara el culo.

Tímidamente acerqué la lengua a su apretado esfínter y lo rocé con la punta, enseguida me aparté para saborearlo, me gustó su sabor y metí de nuevo la cara para lamerle el culo, clavándole la punta de mi lengua en el ano, a veces le miraba la cara de violador que tenía y en el fondo me resultó muy guapo, sin utilizar las manos, le lamí los gordos huevos y el tronco de la gran polla desde la base y cuando llegué al capullo éste empezó a escupir la lefa de su corrida, permanecí quieta y con los ojos muy cerrados sintiendo como gruesos chorros de semen me caían por toda la cara, estaba tan asustada que no me atreví a decirle nada, cuando su polla dejó de escupir saqué la lengua y la acerqué a la punta de su capullo para limpiarle los goterones que colgaban. Terminada la violación, me puse de pie agarrándome a sus fuertes piernas.

Esteban me envolvió con sus brazos dándome besitos en la nuca.

—Pepa te quiero tanto que me duele el pecho cariño— me dijo.

—A mí también me duele amor mío, es lo que pasa cuando estamos tan saturados de felicidad y cariño.

—¿Sabes una cosa? Me gustaría vivir una eternidad para poder demostrarte lo mucho que te quiero —me dijo.

—Calla bobo me vas a hacer llorar.

—Me da igual cariño, es tanto lo que siento dentro de mi pecho que necesito decírtelo. No me importaría hacer un pacto con el mismísimo diablo si con eso vivimos toda la eternidad juntos.

—Eso tiene fácil arreglo, te conviertes en vampiro y luego me conviertes a mí, como en la película.

—Tiene que ser maravillosos amarse eternamente ¿no te parece?

—No lo sé cariño, esta es mi primera vida y sólo sé que jamás en mi vida me he sentido tan feliz con un hombre.

Después de los mimos y las confesiones de amor empezamos a enjabonarnos, primero él a mí, metiéndome dos dedos jabonosos dentro del ano y otros dos en la vagina, moviéndolos para lavarme. Luego me pasó la esponja por el pecho como una suave caricia y me besaba los pezones, repitió lo mismo por mi espalda, después me aclaró con agua besándome los hombros. Yo le enjaboné a él toda la polla y la bolsa de sus huevos, también le metí dos dedos jabonosos dentro del ano y los moví para lavarle, le mantuve el ano abierto con mis dedos dentro y acerqué la ducha para aclararle por dentro. Antes de lavarnos las piernas y los pies, nos abrazamos y nos meamos el uno al otro, después el me enjabonó a mí y después de aclararme me besó las yemas de los dedos del los pies, incluso me chupó alguno; yo le hice exactamente igual. Salimos del baño completamente relajados. Esteban vio mi maleta de equipaje y me preguntó porque no había colocado la ropa, yo le dije que quería hacerlo cuando estuviera él para que me indicara donde ponerla. Él abrió la puerta y en vez del armario apareció un cuarto que era el vestidor, a ambos lados había enormes armarios empotrados, me indicó el de la izquierda para mí; como traía cuatro cosas las coloqué enseguida, Esteban vio la ropa y me dijo que teníamos que comprar ropa nueva y hasta ropa interior, de momento me puse una camisa color fucsia por encima, sin sostén, una braguitas “culottes” de color blanco y completamente transparentes que hizo las delicias de Esteban porque me dio un mordisco en cada nalga. Elegí una minifalda color negro y muy corta, demasiado para mi gusto pues me tapaba las braguitas y poco más, le dije a Esteban que no pensaba ir así al hospital al día siguiente para decirles que me iba, el me recomendó que me llevara unos vaqueros en el bolso y ya está; como siempre tenía razón y le di un beso en los labios. Completé mi atuendo con unos zapatos de tacón bajo y la pulsera que me regaló Esteban en el tobillo derecho. El se vistió de sport, camisa azul, pantalón blanco y cazadora de cuero muy elegante. Así bajamos hasta el aparcamiento y subimos al coche, oscureció los cristales diciéndome que por si acaso algún periodista montaba guardia. y así era cuando salimos minutos después, se apartaron de mala gana para que pasáramos sin prestarnos atención pues no podían vernos. Un cuarto de hora después rodábamos por la autopista en dirección a casa de Jose Luis y Amelia.

—Fin de la 10ª parte—

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