Mi segunda infidelidad
Roberto me hacia sentir una extraña atraccion hacia el... poco sabia yo cuando lo conoci, que despertaria en mi placeres obscuros y desconocidos.
Mi relación con mi nuevo amigo Eduardo, duro como diría Joaquín Sabina, lo que duran dos peces de hielo en un "whisky on the rocks". Después de nuestro encuentro inicial en su apartamento, nos vimos un par de veces más y aunque fueron veladas llenas de sexo y erotismo, mi querido Edu tenía un problema sentimental y yo no quise ser parte de el. Dicen que somos las mujeres las que nos enamoramos fácilmente y no podemos separar el sexo del amor, pero en este caso mi querido Eduardo se puso coladito por mí, hasta el punto de querer divorciarse y dejar a su familia para estar conmigo. No dispuesta a mantener semejante peso en sobre mi espalda decidí cortar por lo sano y enfocar mi energía en nuevas sensaciones.
La idea de mi primera infidelidad no fue tan abrumadora como en un momento pensé. En principio pensé que el sentimiento de culpabilidad me iba a corroer, que no podría mirar a mi marido a la cara, que no podría volver a ser yo misma. Sin embargo no fue así y me fui convirtiendo poco a poco en una mujer segura de mi misma y con conocimiento propio de lo que quería.
Fue así como conocí a mi segunda "aventura". Algo inesperado como la primera, pero así mismo llena de atracción, de sensualidad y de morbo. Roberto es mi buen amigo. Desde el día que casualmente nos conocimos supe que aunque no hubiera sexo, el me daría seguridad emocional y apoyo en todo lo que estaba pasando. A sus 48 años, es un hombre sensual, romántico y amante de las cosas buenas. Abogado Criminólogo, catedrático universitario, sus 85 kilos disimulados muy bien bajo una apariencia impecable de trajes de marca y zapatos de 300 Euros. Un caballero en todo el sentido de la palabra. Cuando lo conocí, estaba sentada en una terraza cerca de la plaza de Cataluña.
Mi café casi frio me hacía pensar en las vicisitudes de la vida y cuantas vueltas la mía había dado en el último año. Perdida en mi pensamiento, escuche su voz amable y clara hablando un acento Catalán inconfundible "señora, perdone se le ha caído este papel" . Ah dije yo, mirando a sus ojos y quedándome perdida en ellos por unos segundos .. Muchas gracias, no es nada importante. Perdone que le pregunte volvió a hablar . Me parece usted un poco disgustada podría sentarme aquí y hacerle un poco de compañía? Su propuesta me pareció rarísima, un hombre no le pide eso a una señora que no conoce .. mi boca quiso decir un claro NO, pero salió como un "SI" que yo misma no creía. Roberto se sentó y pidió un café con leche para el, y aceptando su invitación, una agua mineral con gas para mí. Su rostro era amable, sus ojos marrones parecían penetrarme con la mirada, sus labios enmarcados por un muy bien arreglado bigote y una impecable perilla, se veían carnosos y dulces. Su cabeza completamente calva le daba un aire rudo y dulce al mismo tiempo. Ahí estuvimos sentados por casi dos horas hablando, conversando desde literatura hasta política de cosas triviales y de problemas amorosos. Ahí confié en el todo lo que venía guardando, la traición de mi marido, y mi desliz con Eduardo. Ahí me pude confesar delante de alguien que no pretendía juzgarme y que me hacía sentir borracha de dulzura y al mismo tiempo admirada como mujer.
El tiempo pasó volando y antes de darnos cuenta habíamos hablado por muchísimo rato. Queriendo prolongar la conversación amena, decidimos vernos para almorzar el día siguiente. La atracción inicial hacia el no fue sexual de ningún índole. Era como tener un confidente, un amigo, una mirada cálida y comprensiva y sin embargo, me encontré mirando y contemplando las prendas que me pondría ese día. Un traje de chaqueta azul marino con falda hasta la rodilla, una blusa de seda blanca con un generoso escote y unos zapatos de tacón mediano negros acentuado por medias de maya negras. Por debajo un delicioso conjunto blanco de sujetador y braguita semitransparente que dejaba que algún vello púbico se asomara indiscretamente por los lados del elástico. Me sentía una mujer guapa, femenina y muy sensual. Cuando llegue a un discreto pero muy elegante restaurant en el centro de Barcelona, ahí estaba mi querido Roberto, impecable con su traje gris, su corbata rosa y sus zapatos de diseño. Un verdadero caballero dispuesto a escucharme y a hacerme sentir bien. La comida transcurrió sin ningún pormenor. Cuando llego el café, me dijo "sabes Isabel, me he tomado la tarde libre, pensé que podríamos ir a mi estudio y conversar con tranquilidad. En principio, pensé negarme, después de todo no era mi intención mantener relaciones intimas con este hombre, pero su apacibilidad y su mirada me hicieron confiar, y acepte gustosamente. Su despacho, situado en un edificio muy emblemático de Barcelona, estaba muy bien decorado con el más puro estilo moderno. Alfombras, lámparas todo a juego para dar un delicado y cálido ambiente.
Al llegar pregunte donde se encontraba el servicio y me sorprendió ver que el tenia uno en su despacho. Al salir me esperaba el con una copa de Cava junto a la ventana desde donde se podían apreciar unas vistas espectaculares del mar Mediterráneo. Al acercarme a él tome la copa y sin decir nada me miro a los ojos y nos fundimos en un profundo beso. Un beso apasionado, dulce como hacía mucho que no había sentido. Esos labios carnosos me consumían y al mismo tiempo me hacían cosquillas con su perilla y su bigote. Lentamente sus manos fueron descendiendo hacia mis nalgas y al darse cuenta que llevaba braguitas en lugar de tanga, me dijo que era toda una señora y que ese hecho demostraba mi sensualidad. A este punto, mi excitación era obvia y quería que este gran caballero disfrutara de aquella sensualidad que mi cuerpo despedía. Le pedí que se sentara en un cómodo sofá que había en su despacho y primero quite mi chaqueta. Luego fui abriendo mi blusa poco a poco hasta que me la quite por completo. Fue así que viendo la lujuria en su mirada, quite finalmente mi falda quedando solo en sujetador, bragas y las medias de malla.
Me tomo de la mano y me acerco a el. Me sentó en el sofá y empezó a besarme en los labios, en el cuello y luego alrededor de mis pezones que ya estaban erectos. Me estaba volviendo loca de placer, necesitaba sentir esos labios en mis pezones pero el, me atormentaba solo poniendo su boca sobre ellos sin dejar que nada mas los tocara. Con un gesto le pedí que por favor me los chupara de una vez por todas, y así lo hizo llegando a mi primer orgasmo. Nunca antes me había corrido de esta manera. Este hombre me había solo chupado los pezones y mi vulva ya ardía. Sentí un orgasmo fugaz y delicioso mientras lo hacía al mismo tiempo que mi vagina clamaba atención. A este punto me puse de rodillas, baje su cremallera y libere su pene erecto para tomarlo en mi boca. Es extraño, no me consideraba una mujer experimentada en este tipo de actividad pero sin embargo me había empezado a fascinar. Su pene no era tan grande como el de Eduardo, pero debía tener por lo menos 6 cm de circunferencia. Era tan ancho, que casi no podía abrir la boca lo suficiente para metérmelo por completo, asi que me dedique a besarlo a lamerlo y a acariciarlo. Pensé lo que sentiría cuando me penetrara y mi vagina volvió a humedecerse. Levante la vista para ver su cara y su cabeza estaba hundía hacia atrás con sus ojos semi cerrados.
Tal fue mi excitación que sin pensarlo me puse de pie y coloque la cabeza de su polla en la entrada de mi vagina que suplicaba ser penetrada. Sentándome encima suyo, fui bajando mi cuerpo poco a poco mientras sentía que centímetro a centímetro mi vagina se iba estrechando para acoger este miembro portentoso. Una vez que lo tuve todo dentro comencé a moverme lentamente hasta que un algo dentro de mi sintió una especie de pinchazo muy placentero y una sensación como de hacer pis que no podía controlar. Instintivamente me puse de pie y un chorro de un liquido claro y viscoso salió despedido de mi vagina produciendo una serie de contracciones en mi útero y mi zona pélvica y un placer indescriptible que jamás antes había sentido. Esa tarde mi gran amigo me hizo el amor 3 veces corriéndose a caudales en mi boca, en mi vagina y en mis pechos. Esa tarde descubrí por primera vez lo que era una eyaculación femenina algo que es increíblemente placentero y que según me he informado no muchas mujeres llegan a experimentar. Mi relación con Roberto se mantiene hasta el día de hoy. Es el único hombre que me puede hacer eyacular, y según dice mi ginecóloga es porque al tener un pene tan grueso, llega a estimular la zona conocida como punto "G". Cuando me despedí de el, salí desbordada de sentimientos de placer y ternura. Lo que había vivido ese día era digno de contarlo. Mi cuerpo había experimentado un nuevo despertar. Me sentía una mujer feliz.