MI SARGENTO (Sumisión y Posesión)

Aquellos machos alfa luchaban encarnecidamente solo para dominar al contrincante y penetrarle. Al día siguiente ¿Quién vencería?

MI SARGENTO (Posesión-Sumisión)

Estaba aterrorizado  y tremendamente excitado en mi litera de arriba mientras abajo se libraba una lucha feroz entre las dos bestias que tenía como compañeros de celda. Eran como dos machos alfas luchando para ser el líder de la manada. El encuentro era  bestial y, al final, el vencedor poseería al vencido como si de una loba se tratara. Ese era el acuerdo entre los dos. Al día siguiente vencería el mismo o el otro, azuzado  por  la rabia de haber perdido y haber sido penetrado. Sería su venganza.


Me habían arrestado 20 días por dormir desnudo en el turno de guardia. Era mentira, solo me había desabrochado las cinchas, el cinturón y las botas para dormir más cómodo, pero había entrado el hijo de puta del capitán Iglesias y había dado parte diciendo que me había encontrado desnudo mientras hacía la guardia. Por mucho que intenté defenderme, era su palabra contra la mía. Me cayeron 20 días en el calabozo.

El sargento Torres, que estaba al frente de la seguridad del calabozo, me leyó la sentencia, me hizo firmar el parte, me entregó las sábanas y la toalla y me acompañó a la celda. Mis compañeros eran dos soldados que no conocía, parecían hermanos (no lo eran por lo que supe después), igual de delgados, fibrados, morenos, con un gesto adusto que, en un principio (y en un final) te provocaba desconfianza. El sargento nos presentó.

  • Flores, Márquez, este es vuestro nuevo compañero: Montes. Espero que le hagáis la estancia agradable. No quiero tonterías. Ya me entendéis.

Vi como mis nuevos compañeros se miraban con complicidad y se sonreían.

  • He dicho que no quiero tonterías u os la veréis conmigo. ¡Entendido!.

Mis camaradas respondieron afirmativamente.

  • De acuerdo- dijo el sargento y se fue.

Flores me dijo que las dos camas  bajas de las literas eras suyas, que eligiera entre una de las dos de arriba. Les dije que de acuerdo y comencé a hacerme la cama de encima de Márquez. Cuando la estaba haciendo noté una respiración cercana a mi entrepierna. Miré hacia abajo, pero Márquez estaba echado en la cama. Continué con mi labor y vi que Márquez se sentaba en la cama de Flores, cuchicheaban y se reían. No le di más importancia.

Nos llevaron a cenar y luego regresamos al calabozo. Nos desnudamos para dormir, nos quedamos en calzoncillos. Me subí a la cama para leer un rato antes del toque de silencio, cuando comencé a oír ruidos como si se peleran mis compañeros. Miré hacia abajo y vi como, en efecto, estaban comenzando a luchar entre ellos. La camaradería y el buen rollo que tenían entre los dos durante el día  había desaparecido. Ahora se estaban peleando como fieras, como si uno quisiera dominar al otro.

Dos cuerpos delgados, fibrados, morenos, tensos, con vellos oscuros y empapados por el sudor. Dos hombres jóvenes, de facciones no agraciadas, pero que en ese momento resultaban atractivas por el esfuerzo de la lucha. Excitados hasta el extremo de la erección. Dos cuerpos resbalando en su propio sudor, jadeando y sacando toda la potencia de sus fuertes pero delgados músculos.

Me encogí en la cama pero seguí mirándolos lleno de excitación. Se retorcían, se pegaban golpes y puñetazos, se mordían haciéndose sangre. Era como un combate de lucha libre pero sin reglas. Uno tenía que ser el vencedor. Dos animales luchando a vida o muerte por la posesión del otro. Se agarraban, sudaban, se escupían,  peleaban lo más sucio que podían para lograr ser el vencedor, se podían ver sus pollas hinchadas bajo sus calzoncillos. Los muy cabrones estaban con una excitación bestial, como lo que eran: dos bestias. Mi excitación iba en aumento a la vez que el terror.  Al fin, fue Flores quién venció. Tenía a Márquez de cara contra el suelo. Jadeaban los dos pero Flores lo tenía sujeto y Márquez flaqueaba, parecía que lo asumía, puso sus brazos detrás de la cabeza. Se había rendido y dejó de luchar.

Flores, con un movimiento rápido, le bajó el calzón, dejó caer un chorro de saliva entre la raja del culo peludo de Márquez y le lubricó el ano. Se bajó su calzoncillo dejando su negra y nervuda  polla al aire. Soltó otro chorro de saliva que cayó sobre su capullo hinchado, que ya lo había liberado, se masajeó extendiendo  su saliva por todo el tronco de su tranca y lo ensartó de un golpe.

Márquez gimió, pero no había dolor, gimió por ser el dominado. Se dejó follar y se abandonó al placer. Ya no había vuelta atrás, Flores era el amo y el se dejaba hacer para encontrar el placer. Se relajó mientras su amo le follaba como a una perra y el gemía como lo que suponía que era, no como una hembra sino como un puto macho sumiso. Eso era lo que les excitaba. Dominar al macho..

He de decir que me empalmé al ver todo lo que estaba sucediendo...¡(Yo!,.. un chico de 22 años, de familia acomodada, católico, con novia con la  que pensaba casarme, a punto de terminar Derecho)...me había empalmado viendo como dos animales se estaban follando. Uno disfrutando y el otro jadeando de placer de la follada que se estaban metiendo...y yo, en mi cama, con un calentón que no daba crédito.

Flores bramó cuando se corrió dentro de Márquez y éste a su vez gimió de placer cuando estalló en  varios trallazos.

Cuando terminaron, se abrazaron con afecto  y se fueron a sus camas, no sin antes mirarme fijamente y sonreírme cínicamente.

El calentón se me había pasado pero estaba tan excitado después de esa experiencia que tardé en dormir....la sentencia que me condenaba a 20 días de calabozo, la escena que acababa de vivir... al fin caí en un sueño profundo.


Me desperté sobresaltado cuando noté que me sacaban de la litera y me tiraban al suelo. Flores y Márquez me sujetaban con fuerza,  yo intenté defenderme pero eran realmente fuertes, ¿o la sorpresa y el sueño no me dejaban actuar?.  Yo, el deportista, el amo de la Universidad, el número uno del equipo de rugbi, sometido por dos macarras de mierda. Me tumbaron boca abajo sobre el colchón de una de sus camas, el pecho sobre el colchón, las rodillas en el suelo y el culo a su disposición. Flores se sentó a horcajadas sobre mi espalda y me agarró el cuello con un cinturón haciendo un nudo corredizo que me ahogaba. Márquez se acercó detrás de mi. El amo me tenía inmovilizado y el sometido me bajó el bóxer, me escupió en el culo y me enculó de una sola  cogida.

Bramé de dolor. Nunca había sentido un dolor semejante. Todo mi cuerpo se tensó a causa del  dolor y Flores apretó sus muslos sobre mis costados como si fuera un caballo desbocado. Tiró del cinturón cortándome la respiración. Márquez volvió a encularme y volví a bramar...y caí desfallecido.

De repente escuché y noté...Márquez  me abandonó de repente, su polla salió de mi culo de golpe, haciéndome un daño atroz,...oí ruidos como de golpes contra metales,..el cinturón dejó de ahogarme y pude respirar a la vez que Flores salía disparado contra no se qué....Unos fuertes brazos me levantaron mientras me ayudaba a salir del calabozo pude ver a Flores en el suelo contra la litera y con la cara ensangrentada  y a Márquez, también en el suelo con una marca oscura en su ceja...

...el sargento Torres me ayudaba  y me llevó hasta su despacho/habitación, donde me acomodó en un catre y me dijo que esperara.

En medio de la inconsciencia, el dolor y, en fin, todo lo que acababa de pasar...oía  cómo mi sargento ( sí, ya era "mi", mi" salvador), Mi Sargento entraba en el calabozo dando un portazo que hacía temblar al más calmado, oí golpes, oí decir cosas como: la habéis cagado....doy parte y vais a prisión militar.... os voy a acusar de motín...seréis las putas del pabellón... si tanto os gusta  que os la metan...etc. etc...mientras yo, poco a poco perdía la consciencia.

e desperté aterrado porque alguien  me zarandeaba, abrí lo ojos y no sabía quien me agarraba, intenté deshacerme de quien fuera. Me abrazaban y me decían...Tranquilo....tranquilo...ya ha pasado....vamos...tranquilízate...soy el sargento Torres....

E

sa voz tranquila, ese calor corporal, esa fuerza que me abrazaba...me relajó y comencé a llorar.

-

Vamos, vamos...tranquilo....ya ha pasado todo. Ven. Vamos a  ver que ha pasado y a curarte...anda...ven.

Me ayudó a levantarme y me llevó a un pequeño cuarto, medio enfermería, medio botiquín.

  • Bájate los calzoncillos, apoya los  brazos en la camilla y abre las piernas.

¡¿Qué?!- le dije asustado

  • Tranquilo- me dijo - voy a ver como estás y a curarte. Tranquilo, relájate.

Respiré hondo, me relajé, me incliné en la camilla y abrí las piernas.

Se acercó a mi culo y noté su respiración donde más me dolía.

  • No es grave- me dijo-. Un pequeño desgarro, pero nada importante, Voy a limpiarte y a darte un poco de pomada.

  • Sargento...me da mucha vergüenza....

  • No seas crío.

Me lavó con cuidado y luego me puso una pomada.

Con la limpieza comencé a sentir un cierto gusto, Me gustaba que me acariciara la zona herida, lo hacía con delicadeza, el agua fría... la gasa...el roce  en la entrada mi hermético culo... me gustaba... pero luego comenzó a aplicar la pomada con cuidado, lentamente, tocando la parte más sensible de  mi  cuerpo...lentamente, con mimo...-¿Te duele?.

  • Me molesta .

  • ¿Sigo?.

-Si...por favor...

No se lo que estaba pasando pero aquello que me estaba haciendo, o lo que me estaba untando, me estaba provocando un placer que no había notado nunca. Mi sargento continuaba aplicando ese maravilloso ungüento. Lentamente, delicadamente, y yo disfrutaba. dejándole hacer.

  • Ahora, relájate...voy a darte pomada en el interior porque no sabemos si ha habido desgarros...¿Vale?

  • ¿Como...en el interior?

  • Montes, no sabemos si te ha desgarrado al penetrarte. Tengo que aplicarte pomada, podrías infectarte. Tranquilo. Relájate. No pasa nada. No seas nenaza.

Me relajé. Abrí más las piernas y me preparé a recibir al intruso.

En ese momento me acordé de quién era yo. Tan macho, tan ligón, guapo (para que negarlo), pelo castaño claro, ojos miel, sin vello corporal, sólo un poco en los sobacos  y  algo más tupido en el pubis. En mi vida había puesto los ojos en un tío, con la de tías que tenía a mi disposición, además de mi novia (bueno, eso es otro cantar, porque no se dejaba hacer de nada, unos picos y nada más. ¡Virgen hasta el matrimonio!, no te jode).

Las piernas me comenzaron a temblar sólo de pensar en que me iban a meter el dedo.

  • Chico...cálmate...no pasa nada...solo es pomada.

  • Ya...pero...

  • Venga...tranquilo...

Respiré hondo. Me relajé.

Mi Sargento comenzó a darme un masaje al rededor de mi esfinter provocándome una oleada de placer que hizo me estremecer. No daba crédito a lo que estaba pasando. Me mordí el puño para que no escuchara mi gemido. Siguió con el masaje hasta que fue introduciendo la yema del dedo índice poco a  poco..

-Te molesta?.

  • No....siga por favor...

-Bien.

Fue metiendo el dedo poco a poco hasta que lo introdujo del todo. Comenzó a masajearme el orto con lentitud metiendo y sacando el dedo lentamente.

  • No parece que haya lesión...¿Quieres que continúe?...

No le respondí, solamente  afirmé con la cabeza.

Aquello me estaba volviendo loco. ¿Porqué sentía ese placer?. Yo no era maricón, pero esa sensación era demasiado para mi. Notaba como me estaba excitando. Me daba vergüenza que lo notara  pero no quería que lo dejara ahora, De ninguna manera.

Mi Sargento se untó con más pomada y comenzó a meterme dos dedos Ante mi sorpresa, mi ano se abrió y se los comió de un bocado provocándome un placer no sentido anteriormente. Entraban y salían a la vez que mi esfínter se abría para recibirlos.

  • ¿Montes, seguro que no eres maricón?. ¿No lo has hecho antes?

  • No...mi sargento...pero....siga por favor...siga...

Se untó otro dedo y metió tres. Con solo notarlo gemí de placer y mi culo se abrió para recibirlos....-Diósssss.

Mi rabo se puso como un tronco y despidió un chorro de fluido.

Ante mi gemido, Mi Sargento se cortó.

  • Montes...si quieres lo dejamos....estás un poco alterado.

  • ¡No!....deme más....por favor....meta más...

No daba crédito a lo que estaba diciendo. Estaba pidiendo que un hombre me penetrara, y lo estaba pidiendo  con ansia, con extremo placer...¿Qué estaba pasando?...No lo se, pero en ese momento quería polla, su polla, la polla de Mi Sargento Torres, quería que Mi Sargento me poseyera... Me estaba volviendo loco.


El Sargento Torres.

A Mi Sargento lo conocía porque lo veía por  el cuartel,  sabía que era el encargado del calabozo, al que no tenía pensado ir en mi vida (paradojas). Me había fijado en el sin ningún tipo de atracción sexual, pero era un hombre muy varonil, de unos treinta y tantos, cuarenta años, alto (unos 185 +-), ancho, fuerte (para nada de gym), fuerte natural. Piel curtida al sol, pelo canoso cortado al uno al igual que su barba. Nariz partida (¿De alguna pelea?). Se paseaba por el patio del cuartel  con una actitud un poco chulesca. Era el auténtico ejemplar de un auténtico macho. Camisa desabrochada dejando ver su pecho moreno y algo velludo (no mucho). Mangas remangadas hasta más arriba de sus fantásticos bíceps y dejando ver sus antebrazos fuertes y morenos. Sus nalgas subían y bajaban con ese andar lento y chulo que quiere decir: "Aquí estoy yo, por si lo dudáis". Y  un pantalón de faena que su bragueta se ajustaba su  paquete con igual placer que a su culo.

Pero, bueno, yo era hetero y lo único que veía era un hombre atractivo, seguro de si mismo y con un carácter llano y agradable. Eso era lo que me llamaba la atención de él. Esa manera de ser que chocaba con el resto de los mandos que eran unos auténticos hijos de puta.

Y ahora....todavía no sabía porqué...estaba como una loba  en celo sacando y abriendo mi culo para que ese maravilloso macho alfa me la metiera...¿Qué me estaba pasando?.

Estaba a su disposición. Podría hacer lo que quisiera de mi porque lo consentiría.


-

Mi Sargento..., por favor....

  • ¿De verdad?.., ¿Nunca lo has hecho?...

Gemí con la cabeza negando y con una ansiedad que me ahogaba el orto.

  • Déjame probar una cosa, porque ese culo traga lo que sea...

  • Lo que quiera...pero....por favor...

Noté que cogía más crema se untaba  la mano y con cuidado me fue introduciendo cuatro dedos de aquella manaza morena, ruda y nervuda, como una grandísima polla que mi culo recibió jubiloso, se abrió como una boca hambrienta para recibirla y entró. lentamente, pero entró.

  • Tienes un culo milagroso - me dijo- te voy a follar, pero antes quiero que me la lubriques.

Me dejó un vacío en el ano que no deseaba, por lo que haría lo que pidiera para que lo volviera a ocupar.

Puso mi cara frente a su bragueta que estaba a punto rasgarse  a causa de la calentura y de la inflamación que tenía. Su polla destacaba a mi derecha marcando su comienzo con una mancha de humedad. Nunca había comido el rabo a un hombre pero, ante esta situación y, ante la desesperación de encontrar mi orto huérfano, haría lo que fuera y , si era el miembro de Mi Sargento.... ya te digo....

Desabroché el cinturón, le bajé el pantalón, acerqué mi hocico  a aquella tela de algodón blanco, encelado de que fuera esa lela y no mi culo el que alojara semejante fruto. Quise disfrutar esa situación, aunque mi excitación me torturaba, de acariciar el arma que me iba a desvirgar, de olerla, de sobarla, de mamarla, de conocerla, para que luego fuera parte de mi, para que me penetrara y se derramara en mi interior, regando y alimentando mi recto.

Ese clásico calzoncillo blanco con esa abertura lateral que pedía que mi mano entrara por ella, era una tentación demoníaca  a punto de ser cumplida, pero antes quería oler y saborear. Rebocé mi cara por su paquete y aspiré y lamí, bajé mi cara hasta la bolsa donde albergaba sus cojones para sentir su olor y su calor. Metí los dedos entre las ingles para apreciar la calidad de sus vellos y la suavidad y el calor de su piel. Luego metí la mano por su bragueta lateral hasta encontrar mi premio. Ese maduro miembro fuerte, duro, jugoso, con una piel suave que cubre unas venas gordas y llenas de vida que quería para mi.

Le bajé el calzón y mi premio apareció ante mi. Igual que me lo había imaginado pero más sabroso....mucho más sabroso...rezumaba y me bebí su zumo...Era una auténtica loba en celo...todo ese macho era mío...era para mi...

Era una auténtica locura. Entonces me di cuenta de que no había remedio. Haría lo que quisiera con tal de tenerle...me sometería a él ...sería su posesión....Sería mi amo,mi dueño...lo que quisiera...

Entonces no pude más de lujuria y excitación y le pedí, le rogué, le supliqué y gemí...

  • Follame....por favor....FOLLAME....no puedo más...lo necesito..

M

i Sargento Torres se portó como lo que era, UN AUTÉNTICO MACHO ALFA.

Me tumbó en el camastro frente a el, me levantó las piernas hasta abrazarlas entre sus brazos, las levantó lo suficiente para tener su capullo en mi entrada y me ensartó. De un golpe. Solo uno. Y mi placer fue tal....que gemí como una perra...El gesto de placer de mi hombre era solo comparable con el que suponía que tenía yo. Entraba triunfante y yo le recibía exultante, se alejaba y yo le retenía apretando, volvía a entrar y le dejaba la puerta abierta hasta donde el quisiera, volvía a escapar y lo retenía...Así una y otra vez y otra...y otra...Hasta que mi macho se encabritó se hinchó  y se derramó como el semental que era y me llenó de su lefa caliente haciendo que mi interior se regocijara, se empapara y, de   puro placer, me hiciera estallar en la corrida más bestia de mi vida (no había tenido muchas, es verdad, pero esa todavía la recuerdo).

Se derrumbó sobre mi. Su olor me hizo estremecer de lujuria.¿ Qué tenía ese hombre?, ¿Qué pomada me había untado?, ¿Qué droga  me había suministrado para perder la cabeza de esa  manera y cambiar mi sexualidad ?.

Lo abracé. Quería sentirle junto a mi. Quería lamer su sudor, Quería olerle para no olvidarle nunca.

Esa noche la pasé en el camastro de la enfermería mientras escuchaba los gemidos de placer y agonía de mis dos compañeros de celda. No se si nos habían oído u olido o sentido, pero estaban desatados penetrándose mutuamente, sorbiéndose sus lefas. Estaban en tal estado de excitación que Mi Sargento tuvo que llamar al servicio de urgencias para que les suministrara un calmante,

Al final pude dormir.