MI SARGENTO 4 (Pasión sexual)

Odiaba al capitán pero la sesión de sexo con el había sido la bomba. Me había reafirmado en mi condición homosexual. Sexualmente era todo un experto. Me vinieron las sensaciones que había tenido y mi rabo se enderezó. Claro que iría. Necesitaba emociones fuertes que me relajaran y me alejaran de mi tristeza.

MI SARGENTO 4

(Pasión sexual)

Habían pasado tres días desde que abandoné el calabozo. Mi polla estaba que se salía recordando mi experiencia pero mi ánimo estaba decaído porque no sabía que hacer. ¿Llamar a mi sargento?...¿Para qué?...Estaba felizmente casado y dominado por el hijoputa del capitán. ¿Qué podía hacer yo?. Daba vueltas al tema y las dudas me envolvían.

Pasaron tres días hasta que el cabo de la Compañía me entregó un sobre a mi nombre. Era del capitán Iglesias y decía textualmente: "quisiera tener una entrevista personal contigo mañana a las 19:00h. Si aceptas, ven limpio por dentro y por fuera. Héctor ya me ha dicho que sabes quien soy", y una dirección.

Odiaba al capitán pero la sesión de sexo con el había sido la bomba. Me había reafirmado en mi condición homosexual. Sexualmente era todo un experto. Me vinieron las sensaciones que había tenido y mi rabo se enderezó. Claro que iría.  Necesitaba emociones fuertes que me relajaran y me alejaran de mi tristeza.

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Al día siguiente fui a la dirección. Era un edificio de apartamentos. Iba limpio por fuera y por dentro. Llamé a la puerta, noté que miraban por la mirilla, y abrió el capitán Iglesias vestido solo con un suspensorio blanco que contrastaba con su piel morena. Todo su cuerpo estaba moreno por lo que debía tomar el sol desnudo en alguna playa naturista. Qué cabrón. Estaba guapo a rabiar. Delgado, fibrado, sin una gota de grasa en el cuerpo, La cabeza rapada, los ojos...esos ojos negros duros, penetrantes que te hacían sentir inferior a él.

Abrió la puerta y me dejó pasar. Cerró la puerta y antes de que pudiera reaccionar me acorraló y me morreó con ansia. Me metió la lengua en la boca en busca de la mía, que no se resistió y la encontró y se lamieron con pasión. Era un hombre con un poder sexual que te hacía imposible resistirte. Me aplastó contra la pared mientras me mordía los labios y me sobaba la entrepierna.

Me preguntó si venía limpio, le dije que si y el me contestó que daba igual, que fuéramos al baño.

Iba delante mío y yo le miraba la espalda y el culo, delgado, duro. Me gustaba a rabiar ese cuerpo.

Entramos en el baño y me dijo que me desnudara. Lo hice. Me quedé en suspensorios. Hice ademán de quitármelos pero me lo impidió. - Así estás bien... por ahora. Vamos a la ducha. Fuimos.

  • Pon las manos en la pared y ábrete de piernas. Voy a comprobar lo limpio que estás. (Genio y figura). Le obedecí mientras desenroscaba la manga de la ducha.  Dejó correr el agua hasta comprobar la temperatura y luego lo cerró. Me metió la cánula por el culo y me llenó los intestinos hasta que me dolió la tripa. Paró. - Aguanta un poco -. Le obedecí hasta que me ordenó que lo soltara. Hice un poco de fuerza y comencé a soltar el líquido a presión. (Me encanta hacer eso. Esa sensación me vuelve loco).

Volvió a llenarme y cuando me ordenó que lo soltara, se puso detrás mio. El chorro le  mojó el suspensorio, su polla, sus huevos y el agua cayó entre sus muslos.

  • Bien -, dijo. - Otra vez-. Me enchufó la manga y volvió a llenarme. Entonces su puso de rodillas y me ordenó que soltara el líquido. Lo hice y cayó sobre su cara y el manantial recorrió su pecho hasta perderse en su entrepierna.

Se incorporó y me hizo arrodillar hasta tener su polla en mi cara. Pensaba que quería que se la mamara pero, de repente, comenzó a mearse en mi. Aparté la cara, pero me la sujetó para que su meada me mojara y fuera resbalando por mi cuerpo. Al principio no sabía que hacer, pero luego, ese cálido líquido me hizo sentirme bien, a gusto. Dejé que me meara y noté que mi calentón no había disminuido. Mi polla seguía igual de dura y excitada.

Cuando terminó, me levantó. Puso la ducha en su sitio y dijo: - Vamos a lavarnos un poco. ¿No te parece?.

  • Si, mi capitán. Sería conveniente.

Se puso frente a mi y acercó su cuerpo al mío hasta tocarnos el pecho, el vientre, las pollas. Cogió la ducha y comenzó a mojarnos a la vez  que soltaba un buen chorro de gel entre nuestros pectorales, que fue resbalando por nuestros cuerpos hasta llegar a nuestros erectos trabucos.

  • Restriégate a mi y enjabóname con tu cuerpo. El gel comenzó a hacer efecto y nos cubrimos de espuma. Nuestros cuerpos se abrazaban, se restregaban, la piel se hizo suave y resbalosa. Nuestras pollas se cruzaban con la suavidad que daba el jabón, nuestros huevos se apretaban y se lavaban entre ellos. Bajábamos las manos llenas de espuma por la espalda notando la suavidad de nuestros músculos hasta llegar al culo y bajar por el canalillo de los glúteos hasta tocarnos el ano y acariciarlos con los dedos e, incluso, introducir algún dedo cubierto de gel.

Aquello era una sensación nueva para mi. Ese maravilloso cuerpo enjabonado enzarzado con el mío, al igual que nuestras pollas y nuestros dedos en nuestros culos. Mientras, el capitán no había dejado de meterme la lengua y morderme los labios. Teníamos una excitación sublime y no sabíamos parar hasta que mi rabo comenzó a avisar que quería una inminente corrida.

  • Mi capitán....me corro...

  • Córrase soldado, yo voy detrás.

Sólo decirme eso, solté toda la lefa que tenía acumulada. Me apreté contra él, polla sobre polla, boca contra boca con las lenguas unidas. Apreté su culo hacia mi para apretar mi tranca a la suya y noté como se corría en mi vientre. A cada trallazo nos apretábamos los rabos y nos dejábamos humedecer por nuestros fluidos.

Nos relajamos y el capitán comenzó a ducharnos para limpiarnos de espuma y leche. El agua caliente nos reconfortaba y me fui relajando. De repente noté como me meaba entre los genitales del capitán. No podía evitarlo. El capitán se puso de rodillas y abrió la boca para recibir mi meada y dejar que cayera por su pecho. Yo no daba crédito. Creo que, incluso, bebió algo de mi orina.

Cuando terminé. se levantó. Siguió derramando agua para limpiar nuestros cuerpos  y me dijo al oído: - La próxima vez avísame, quiero disfrutar desde el principio... Ahora quiero que me seques.

Así lo hice. Comencé por la cabeza. Cuando estaba seca se la besé y así fui bajando por su cuerpo, secando y besando, su pecho, sus sobacos, sus pezones, su vientre, su falo, sus huevos, los muslos, las pantorrillas, los piés que los levantaba, los secaba y se los lamía. Le dí la vuelta y comencé a hacer lo mismo desde abajo arriba, pero cuando llegué a su culo me detuve para lamérselo como si fuera un helado a lametazos de abajo a arriba. El capitán gemía de placer. Yo ya sabía que eso le excitaba y me entretenía en el centro de su placer. No en vano había visto como le gustaba como le cogiera Mi Sargento y como gritaba como perra del placer que le producía la penetración de mi macho.

  • Ya vale....ya vale...vamos a la habitación.

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Realmente, que guapo era el capitán. Igual de guapo que de cabrón. Tenía un cuerpo de lujo. Ahora, húmedo, limpio, totalmente desnudo andando delante mío...no dejaba de mirarle y excitarme. Pero no me provocaba ninguna emoción o sentimiento. Sólo era sexo. Sexo de cinco estrellas, pero sólo sexo. Y ese sexo de lujo lo tenía ahí, a mi alcance y no lo podía ni quería desaprovechar. Es más, debería aprovecharlo las veces que tuviera ocasión. Lo siento por Mi Sargento, pero estas ocasiones no se pueden dejar pasar. Sería una locura no disfrutarlas.

Se tumbó en la cama boca arriba y me dijo: -Ven y vuelveme loco de placer.

Me acosté a su lado, le miré a esos ojos inquietantes, le besé en la boca, le metí la lengua en el oído, le mordí la oreja, volví a su boca para morderle los labios con fuerza, que notara dolor, pero disfrutó, bajé hasta sus cojones para morder esa piel oscura y cuando lo hice, el aprovechó la postura para morderme el escroto y tirar de el con los dientes. Le hice lo mismo. ¿Vamos a jugar?...Pues vamos. Le mordí el prepucio y el hizo lo mismo. Le escupí en el ojete y le metí dos dedos de golpe y el me los metió a mí y mi culo los recibió con ansia, se los tragó. Noté que se reía. Metí tres y el también y mi culo volvió a engullirlos. El cabrón sabía que era mi punto débil y se estaba aprovechando. No quería que siguiera jugando así conmigo, por lo que me levanté, me senté a horcajadas sobre su vientre, le levanté los brazos, le miré a los ojos y dejé caer un reguero de saliva en su boca que abrió para recibirla e inmediatamente se incorporó para meter su lengua en mi boca y devolvermela mezclada con la suya. Aquel hijoputa me volvía loco de excitación. El quería más y yo también.

Me dio la vuelta y se tumbó sobre mi espalda, todo su cuerpo sobre mi, me levantó los brazos junto a los suyos, su pecho en mi espalda, su polla en mi culo, sus piernas rozando las mías. Me mordió el cuello, las orejas, los hombros. Me hacía daño pero me excitaba, hacía que me revolviese debajo de él y el se excitaba al verme. Se abrazaba a mi, se rebozaba con mi piel, su pollón aumentaba y endurecía en la raja de mi culo, donde se mecía masajeando mi orificio con su rabo y sus huevos y provocándome oleadas de lujuria. El lo sabía y se regodeaba en ello.

De repente se levantó. No se que hizo hasta que noté un latigazo en mis nalgas. Me tensé ante el impacto pero no grité, no iba a darle ese gusto.

Otro latigazo....y otro...

Los ojos se me llenaron de lágrimas, pero ni gemí.

Tiró el cinto al suelo y comenzó a besarme y lamerme el culo que había fustigado - Perdona....perdona...-. Me acariciaba las nalgas y repetía - Perdona....perdona...

Luego me dijo al oído muy suavemente - Te voy a follar...me vuelves loco...Te voy a penetrar hasta que grites de placer.

Se puso un preservativo, se embadurnó bien de lubricante, me abrió las piernas dejando mi agujero al aire y entró en mi de un golpe.

Gemí de placer al notar como entraba ese tronco por mi culo, me abrí para que llegara hasta el fondo y cuando noté que estaba todo dentro, volví a gemir de placer.

  • Siiiiii...........

Una estocada.

  • Dame más

Otra

  • Más...por favor....más....

Le suplicaba que no parara, que me follara con todas sus fuerzas, que era suyo, que me hiciera llorar de placer, y el no paraba de follarme, me giraba, me ponía de costado, boca arriba, me mordía la boca y el cuello...en fin...

Era el éxtasis...Estaba gozando de la gran follada y tenía tal excitación que todos los fluidos salían de mi polla sin parar...estaba a punto de correrme...

  • Me voy a correr....me corro...

De repente paró.

Yo no sabía que hacer. Me quedé inmóvil. El también.

Iba a preguntarle que pasaba pero no me dio tiempo a hablar.

  • Ahora te toca a ti-. Me dijo. - Y hazlo bien.

Se dio la vuelta, se puso a cuatro, se abrió las nalgas para que viera la entrada de su culo y dijo - Fóllame....fóllame ¡YA!

Me sorprendí por su orden pero me acordé de lo que vi desde la ducha de mi sargento.

No me hacía falta ponerme crema lubricante porque tenía la polla totalmente húmeda. Acerqué la punta de mi capullo a su orificio e hice una entrada triunfal de una sola atacada.

Le dolió, lo note, pero aguantó  porque era lo que le gustaba: sufrir para sentir placer.

La saqué, gimió, y se abrió el culo para dejarlo a mi disposición. La metí y gimió de dolor y de placer.

Gimió, gimió...gimió....y yo le follé...le follé...le follé...como un semental, hasta que noté como todo su cuerpo se tensaba y como su culo me comía la polla a cada trallazo de lefa hasta que logró que me desparramara dentro de el como un animal.

Aquel hombre era un prodigio sexual. Sabía darte todo el placer que necesitabas y que el necesitaba. Era un bomba.

E iba a aprovecharme de el el tiempo que pudiera, no podía rechazar ese regalo de ninguna de las maneras.

Nos lavamos, nos despedimos no sin antes decirme que quería volverme a ver ("Estoy para lo que ordene mi capitán").

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Me desperté angustiado. Tenía sed y quería mear. Me senté en el retrete a fumar un pitillo y comencé a llorar. Me acordaba de Mi Sargento.

El capitán era sexo en estado puro y me hacía sacar toda la lujuria que tenía dentro, pero MI SARGENTO, era MI SARGENTO.

Le adoraba con toda mi alma, le amaba, necesitaba estar junto a el, olerle, tocarle, sentir su calor junto a mi piel, saborear su cuerpo y su boca. Su ausencia me hacía desgraciado, necesitaba su presencia como algo necesario para poder respirar. Estaba locamente enamorado de él.

Le envié un mensaje a su móvil: "Por favor, necesito verle lo antes posible. Le necesito".

Si queréis hacer algún comentario ya sabéis donde encontrarme: karl.koral@gmail.com