Mi salvación 23 (Semi-final)
Yo: Eso es porque tengo una novia insaciable que me ha tenido gritando casi dos días seguidos, la culpa no es mía- contesté riendo.
Ya estoy aquí! He tardado menos esta vez, eh? Bueno, este es el penúltimo capítulo de esta historia, espero que os guste!
Entonces me acerqué y la besé, ella respondió inmediatamente. La tarde pasó realmente rápida, en todas esas horas lo único que hicimos fue estar tumbadas, yo me apoyé en un árbol y ella puso su cabeza en mis muslos. Tan solo nos acariciamos y intercambiamos alguna palabra y unos cuantos besos, podría parecer muy aburrido y “ñoño” pero para mi eso era lo mejor que podría hacer con ella en esos momentos, dejar las palabras a un lado que verdaderamente sobraban y tan solo centrarnos la una en la otra. Desgraciadamente todo llega a su fin, así que muy a mi pesar nos tuvimos que separar y volver a la cabaña.
Cuando llegamos subimos a su habitación y ella se metió en la ducha no sin antes haberme propuesto que me metiese con ella, rechacé más que nada por cansancio y además estaba limpia. Escuché como Elisabeth abrió la llave del agua y yo me fui desvistiendo para ponerme el pijama, cuando estuve en ropa interior me di cuenta de que realmente no sabía donde estaban mis cosas así que me tumbé boca abajo en la cama esperando a que Elisabeth saliera para preguntárselo. Me estaba empezando a quedar dormida cuando Lisa se tumbó en el final de mi espalda, giré mi cuello pero lo único que llegué a ver es que tan solo tenía puestas sus braguitas. Sus manos desabrocharon mi sujetador y lo lanzaron lejos de la cama, me apartó el pelo y a los pocos segundos me expandió una crema por toda la espalda haciéndome pegar un pequeño brinco por lo fría que estaba, poco después pude adivinar que la crema que me había puesto era de vainilla, un olor que me encantaba.
Fue dándome un masaje por toda la espalda y pude notar con tristeza como marcaba con sus dedos varias cicatrices mías, me desanimaba el echo de que tuviera que verlas. Elisabeth repetía los mismos movimientos, pasaba por mi cuello, apretaba con fuerza mi columna vertebral, se desviaba hacia las costillas y volvía a empezar en mi cuello. En una de las repeticiones cuando pasaba sus manos por mis costillas en vez de seguir el mismo camino sus manos se deslizaron hacia mis pechos apretándolos suavemente, levanté un poco mi torso para que tuviera más espacio. Los masajeó por unos instantes, lo suficiente para que la temperatura en mi cuerpo empezara a aumentar. Tenía unas ganas terribles de besarla y cuando esta sensación se me hizo insoportable me giré rápidamente y quedamos cara a cara, la miré a los ojos y después de llevar mis manos a los lados de su cara la atraje hacia mi y junté nuestros labios deseosos de encontrarse.
Elisabeth me besaba lenta y tiernamente como si temiera que pudiera romperme, eso era lo que más me enloquecía de ella, la calidez y la suavidad con la que hacía las cosas, no tenía ninguna prisa y casi parecía que iba a cámara lenta, buscaba que tanto ella como yo disfrutáramos del momento y si algo había aprendido de ella era a ser paciente. Di la vuelta de manera que yo estuviera encima de ella sin dejar de besarnos, mis manos se aventuraron a acariciar con suavidad su esbelto cuerpo mientras que las suyas daban pequeñas caricias a mi espalda a la vez que un escalofrío recorría todo mi ser. Di tregua a su boca y bajé a su cuello, lo besé, lamí y mordí tanto como quise arrancándole el primer suspiro. Mi boca remplazó a mis manos y empecé a dar lametones alrededor de su aureola mientras mi otra mano amasaba con cuidado su seno izquierdo. Finalmente chupé su pequeño y erecto pezón que requería atención, lo mordí y lamí para después repetir el mismo proceso con su otro pecho.
Bajé besando cada centímetro de su abdomen y jugué un poco con su ombligo haciendo que Elisabeth arqueara un poco la espalda, lamí circularmente el borde de su obligo y seguí descendiendo hasta que sus bragas me lo impidieron, las saqué con los dientes y su pubis quedó a la vista. Acaricié sus muslos por la parte interna y los besé acercándome poco a poco a su centro ardiente en deseos. Pasé mi lengua por su ingle impacientándola hasta que atrapé su clítoris con mis labios y empecé a succionarlo.
Lisa: Aammm- gimió.
Su cadera se movía frenéticamente, pasé mi lengua por toda su raja absorbiendo todos sus flujos y metí dos dedos. Empecé a penetrarla cada vez más rápido a medida que sus gemidos aumentaban, su vagina se contraía y busque su clítoris con mi boca. Su cuerpo se tensó y soltó un gran gritó que indicó que había alcanzado el clímax.
Lisa: Ahhhhhgg!- gritó.
Su cuerpo descansó en el colchón y yo empecé a limpiar todos sus jugos, cuando iba a empezar a masturbarla de nuevo me cogió por los brazos y me subió a la vez que me besaba. Su respiración todavía no se había normalizado así que los besos eran cortos, me recostó en la cama y bajó a mis senos, atendió mis duros pezones y lamió todo mi abdomen hasta llegar a mis braguitas, las cuales estaban empapadas. Las retiró y con el dedo pulgar empezó a mover mi clítoris circularmente mientras su lengua recorría de arriba a abajo mi raja.
Yo: Mmmm Li-sa- gemí.
Separó su boca de mi y metió tres dedos a la vez dentro de mi sin dejar descanso a mi pequeño amiguito. Gritaba con fuerza mientras mi espalda se arqueaba considerablemente, me estaba llevando al mismísimo cielo. Metió el cuarto dedo de manera que todos sus dedos estaban en funcionamiento, los cuatro penetrándome y el pulgar en mi clítoris. Con la mano que le quedaba libre cogió y estrujó mi pezón provocándome más placer aún, aceleró el ritmo de su mano y finalmente conseguí un gran orgasmo.
Yo: Ahhhhhgmmm!- grité.
Mi cuerpo se agitaba rápidamente mientras sentía como pequeñas gotitas de sudor caían de mis lados, mi respiración era veloz. Estaba esperando a que Elisabeth subiera para besarla ya que no tenía fuerzas para mover ni un dedo cuando sentí como de nuevo su boca acogía esta vez delicadamente a mi clítoris. Iba a protestar ya que estaba muy cansada de que parase pero me fue imposible articular una palabra, estaba sumida en el placer que me estaba volviendo a brindar Elisabeth con sus caricias. Su mano ahora ya se movía fugazmente sobre mi clítoris mientras su lengua me penetraba, me estaba volviendo loca. Mi cuerpo se retorcía como una culebra, Elisabeth ya había penetrado en mi 3 de sus dedos y podía notar como acariciaba una de mis paredes vaginales proporcionándome un placer inimaginable.
Yo: Mmmmm!- gemí.
No podía dejar de gemir y gritar como una loca, en esos momentos agradecía no tener vecinos ya que si no hubieran tenido noche para largo. Metió al fin el cuarto dedo y empezó a penetrarme velozmente mientras su boca cubría mi desprotegido botoncito. Noté como mi vagina empezaba a contraerse y al poco rato estalló en mi el mayor de los orgasmo que haya tenido jamás.
Yo: AHHHHGG!- grité cansada.
Mi cuerpo no dejaba de temblar, tanto placer era casi insoportable, pensé que moriría. No sé por qué mis ojos se llenaron de lágrimas, quizás fuese por la tensión acumulada en mi cuerpo o algo, no tenía ni idea. Elisabeth fue ascendiendo mientras mi corazón batía a mil por hora, cuando me miró y vio mis lágrimas la angustia llegó a su cara.
Lisa: Cariño lo siento, te he echo daño? Perdón mi amor me he dejado llevar y he sido muy brusca- dijo preocupada mientras me abrazaba.
Yo: No no pa-ra nada, estoy ge-nial- contesté con la respiración agitada- No sé que me pa-sa.
Su rostro se alivió y cuando mi respiración se hubo calmado hablé.
Yo: Sabes? Por mi hubiéramos podido continuar pero me has dejado demasiado agotada. Qué te pasa? Jamás me habías echo el amor así antes- pregunté mientras se colocaba a mi derecha.
Inmediatamente se ruborizó y agachó la cabeza.
Lisa: Tenía muchas ganas de estar contigo, había estado tantas veces cerca de ti sin hacer nada que he llegado a un momento que no podía soportarlo más- respondió avergonzada.
Yo: Me encanta cuando te sonrojas te ves tan inocente, quien imaginaría que en la cama eres toda una fiera- contesté suspirando.
Bajó la cabeza de nuevo avergonzada.
Yo: Jajaja ven aquí princesa no tienes por que avergonzarte, es más, estoy elogiando el buen sexo que tengo contigo- dije abrazándola.
Ella también me abrazó y empezó a darme pequeños besitos en el cuello, no lo hacía con la intención de volver a excitarme siempre que estaba así de mimosa me besaba el cuello, era una costumbre suya que me encantaba. Se separó un poco y me besó en los labios, cuando nos faltó el aire se separó y me miró a los ojos.
Lisa: Quieres ser mi novia?- me pidió dulcemente.
No dije nada no sabía que decir, bueno si sabía que decir evidentemente pero su propuesta me dejó un poco descolocada, de echo esos últimos días había empezado a planear como pedírselo. Elisabeth al ver que no contestaba se preocupó.
Lisa: No quieres...- la interrumpí para que no malinterpretase.
Yo: Por qué me lo pides tú? Se supone que debería decírtelo yo, fui la que rompió contigo- contesté.
Lisa: No, la razón por la que me dejaste básicamente era por mi, y me voy a seguir sintiendo culpable por lo que pasó siempre, lo justo es que te lo pida yo- dijo, después de unos segundos en silencio volvió a hablar- Y bien?
Yo: Cómo que y bien? Por supuestísimo que quiero ser tu novia- respondí besándola.
Ella sonrió y nos fundimos en un cálido beso.
Lisa: Te amo- susurró.
Yo: Yo también te amo- respondí.
Los minutos siguientes los pasamos en una especie de concurso por ver quien de las dos aguantaba más tiempo despierta mirando a la otra, Elisabeth cayó en un profundo sueño nada más a los 5 minutos, yo tampoco tardé mucho en unirme a ella.
La mañana siguiente fui la primera en despertar, me extrañó ya que Elisabeth siempre madrugaba. Me giré y observé a ese ángel caído del cielo, era hermosa mirases desde donde la mirases. Para empezar su rostro era precioso, me recordaba mucho a la actriz Ashley Benson y yo amaba a esa actriz, aparecía en mi serie favorita así que cuando la conocí fue en lo primero que me fijé. Después estaba su cuerpo, oh Dios mío su cuerpo, parecía tallado por las manos más hábiles del mejor escultor de la tierra. La parte que más me gustaba era su trasero, grandecito, duro y respingón, perfecto, también me gustaban mucho sus senos, normales una talla 90, suaves, tersos y firmes, y si ya nos poníamos a hablar de su abdomen duro y plano y de sus largas y tonificadas piernas...mejor no continuar.
Su personalidad era sin duda lo que mas me cautivaba de ella, era decidida y segura de si misma, humilde como la que más y muy generosa con la gente. Siempre tenía un toque humorístico y era casi imposible enfadarse con ella, era amigable, bastante traviesa y muy inteligente, podrías pasarte horas y horas hablando con ella y siempre tendría algún tema que explicarte. También era muy tierna y cariñosa, nunca desaprovechaba la ocasión de abrazarme o besarme y no tenía pudor alguno en demostrar su afecto en público. Después de todas estas cualidades tan perfectas había una sola que no lo era tanto: los celos. No es que fuera celosa a todas horas, me dejaba mi espacio y jamás me prohibió ver a alguien pero si que era un poco insegura en ese aspecto, cuando hablaba con alguna amiga y sonreíamos mucho (yo suelo ser así, me gusta sonreír siempre) ella se acercaba y me abrazaba y intentaba llamar mi atención. Al principio era divertido, pero con el tiempo empecé a detestarlo un poco. No la culpo, todos podemos tener dudas pero con eso tuvimos una gran discursión sobre si ella no confiaba en mi, al final acabamos bien pero era un tema que me preocupaba.
Me acerqué a ella, la besé en la frente y cogí una camiseta grande suya y unos shorts de pijama también suyos. Me levanté y fui a la cocina, aprovecharía que estaba dormida para darle una sorpresa y hacerle el desayuno. Hice dos tostadas, un café y zumo de naranja, puse en la bandeja mantequilla y subí de nuevo al cuarto. Dejé la bandeja en la mesita de noche y me tumbé junto a ella y besé su hombro desnudo.
Yo: Mi amor despierta- dije moviéndola suavemente.
Se movió un poco pero no despertó.
Yo: Cariño levántate- volví a moverla un poco más fuerte.
Volvió a moverse y abrió sus ojos los cuales entrecerró por la luz del sol, giró el cuello y cuando me vio sonrió.
Yo: Buenos días princesa- saludé.
Lisa: Hola mi amor- respondió besándome.
Nos separamos, cogí la bandeja y se la puse en las piernas.
Lisa: Gracias mi vida, no tenías por qué- agradeció mirándome.
Yo le sonreí. Empezó a poner la mantequilla en las tostadas y cuando lo hizo dio un sorbo al zumo de naranja. Empezó a comer, hablamos de un poco de todo y acabamos hablando de cuando conoció a mi madre.
Lisa: Ya te lo he dicho, cuando vino aquí los agentes nos llamaron y Mike y yo fuimos a comisaría- mintió, ella no sabía que yo sabía la verdad.
Yo: Elisabeth mi madre me ha contado que fuiste a buscarla a Islandia, una versión que me parece más verdadera- dije mirándola.
Ella abrió los ojos sorprendida, desvió la mirada y la clavó en la sábana, después volvió a mirarme.
Lisa: Sarah por favor no te enfades, lo hice por ti, porque sé que matarías por tener a tu madre contigo tan solo quería que fueras feliz- contestó con voz triste.
Yo: No estoy enfadada contigo Elisabeth, es más, no sabes lo agradecida que estoy de que me trajeras a mi madre de vuelta. Prácticamente ella es la única familia que tengo, mis abuelos están muy lejos y siempre me he sentido muy sola. He pasado casi toda mi vida culpándome por su muerte. Nunca tuve un beso de buenas noches porque mi padre no se lo permitía, nunca he sabido lo que es que tu madre te abrace felicitándote por los logros que has conseguido, nunca he sabido lo que es una familia...- dije triste.
Elisabeth me abrazó con fuerza consolándome.
Yo: Mi vida hasta hace poco era una miseria, cuando te conocí todo empezó a cambiar para bien, vi la vida desde otro punto de vista y todo era genial. Luego volvió a aparecer Damián y me obligó a renunciarte a ti, a lo único que daba color a mi vida- paré por qué me dolía la garganta.
Lisa: Mi amor ya está, ya ha pasado todo. El está en la cárcel lejos de volver a hacerte daño- susurró para calmarme.
Yo: Si, y espero que se pudra tras esas rejas- dije con desprecio.
Permanecimos abrazadas envueltas por el silencio, yo ya me había calmado completamente y Elisabeth me soltó.
Lisa: Mira Sarah, he estado pensando en la posibilidad de que vayas a ver a tu padre y hables con el- dijo.
Yo: No quiero volver a ver a ese hombre, me ha destrozado la vida!- espeté enfadada.
Lisa: Crees que a mi me hace gracia todo lo que te ha echo? Lo estrangularía ahora mismo si lo tuviera enfrente, pero no contamos con una cosa, el está enfermo, no tiene la culpa de todo. Hablar con el te vendría bien- contestó.
Yo: No necesito hablar con el sobre nada- respondí tajante.
Lisa: Sarah tú no estás bien, crees que no te oigo llorar cada noche? Y me parte el alma no poder hacer nada para ayudarte, pero esto puede hacerlo, puede ayudarte a superar el pasado y seguir adelante con tu vida, con nuestras vidas. Mereces ser feliz, quiero verte feliz y que dentro de unos años recordemos esto como un mal sueño. Piénsalo por favor- me rogó.
Sinceramente no tenía ganas algunas de ver a ese hombre, pero así lo único que hacía era hacerme daño. De verdad hablando con el podría solucionar todo? Pensándolo bien, no perdía nada con intentarlo. Después de unos segundos en silencio hablé.
Yo: Está bien, iré. Pero no me dejes sola, acompáñame por favor- pedí.
Lisa: Por supuesto- contestó.
La abracé de nuevo y ella me besó. Enseguida le respondí y noté como acariciaba mi cuerpo lentamente. Sonreí ante sus intenciones y la destapé viendo su cuerpo desnudo.
Lisa: Estás jugando sucio, igualdad de condiciones para las dos- dijo seductoramente.
Yo: Impón tus reglas- contesté pícara.
Me quitó la camiseta y el short dejándome igual que ella y nos fundimos en un apasionado beso que parecía no tener fin. Así es como cada una volvimos a entregarnos la una a la otra sumidas en la pasión que despertaban nuestros cuerpos. Pasamos así todo el día, hacíamos en amor, hablábamos de cualquier cosa, nos acariciábamos y volvíamos a hacer el amor. Al final de la tarde nuestros estómagos rugían famélicos y tan solo por eso decidimos ir a comer algo.
Lisa: Qué te apetece cenar?- preguntó una vez en la cocina.
Yo: Me da igual, cualquier cosa- contesté.
Lisa: Tienes la voz ronca- comentó empezando a cocinar.
Yo: Eso es porque tengo una novia insaciable que me ha tenido gritando casi dos días seguidos, la culpa no es mía- contesté riendo.
Lisa: Doy gracias a que estamos aisladas de la sociedad, llegamos a estar en tu casa o la mía y hubieras despertado a todo el barrio- dijo divertida.
Yo: No exageres, tampoco es para tanto- dije, ella me miró con cara de: “Si es para tanto”- Tanto grito?
Lisa: Deberías oírte- rió.
Noté como se me subían los colores a la cara y bajé la vista avergonzada. Sabía que gritaba, pero jamás pensé que lo hiciera tan alto. No es algo que pueda evitar!
Lisa: Jajaja mi amor no te avergüences, no pasa nada- dijo, al ver que yo no contestaba se acercó a mi- Mira para que dejes de ponerte así de tontita te diré otra cosa mía, de acuerdo?- propuso, yo asentí.
Acercó su boca a mi oído y no dijo nada, por un momento pensé que volvería a separarse pero sentí su aliento en mi oreja.
Lisa: No tienes ni idea de como me ponen tus gritos- susurró débilmente, la confesión me sacó una sonrisa.
Inmediatamente sentí un cosquilleo en mi estómago...y más abajo también. No entendía que me pasaba, últimamente parecía una perra en celo y esa confesión no había sido pasada por alto. Elisabeth se separó y al verme sonriendo se sonrojó y volvió a cocinar. Para distraerme me fijé como se movía, mi mirada escrutó cada movimiento que hizo. Al cabo de 10 minutos cuando Elisabeth acabó de cocinar se percató de que la observaba.
Lisa: Por qué me miras?- preguntó desconcertada.
Yo: Acaso no puedo?- respondí con otra pregunta.
Lisa: Emm si, pero no sé el por qué- dijo.
Yo: Porque quiero que se me quede grabado cada movimiento, cada gesto, hasta cada mueca tuya- contesté levantándome y rodeando su cintura con mis brazos.
Lisa: Siempre eres así?- preguntó.
Yo: Así cómo?- dudé.
Lisa: Así de melosa- respondió acariciándome la mejilla.
Yo: No, pero contigo me sale fácilmente- contesté mirándola a los ojos.
Ella sonrió y juntó nuestros labios que se saludaron de nuevo.
Yo: Te amo- susurré.
Lisa: Yo también- contestó en el mismo tono.
Elisabeth puso la mesa y cenamos envueltas en una charla alegre. Su comida era exquisita, no importaba lo que cocinase, siempre le salía perfecto. Después de la comida fregamos los platos y me enseñó el resto de la casa. Cuando solo quedaba una habitación se detuvo enfrente de la puerta, sonrió con tristeza y entramos. La habitación era espaciosa y luminosa, al fondo había una corredera que ocupaba toda la pared y daba al patio, de fondo se veían unas vistas preciosas a la montaña y a un lado el océano. Enfrente a la izquierda había un gran piano de cola negro, no tan grande como el mío, pero lo era bastante. A la derecha había una chimenea y enfrente de esta tres sofás y una mesita de café, a los dos costados de la mesa estaban los sofás pequeños y enfrente el grande, todo debajo de una gran alfombra. A la izquierda de la entrada había una mesa de estudio de madera con una lamparita y una estantería colgada en la pared con un montón de libros. Podría decirse que me enamoré de ese cuarto, era ideal para mi, un espacio tranquilizador donde poder relajarme y componer canciones tranquilamente y, si quería, leer y dibujar.
Lisa: Te gusta?- preguntó.
Yo: Es maravilloso, simplemente perfecto- contesté fascinada.
Elisabeth me cogió de la mano y me llevó al sofá, encendió la chimenea ya que hacía un poco de frío y se tumbó poniendo su cabeza en mis muslos, yo estaba medio recostada y bastante cómoda.
Yo: Quién toca el piano en tu familia?- pregunté.
Lisa: Mi abuelo. El era un gran amante del piano, decía que era un instrumento musical con un sonido muy elegante y refinado, sin duda alguna tenía una gran admiración por el. Desde muy joven empezó a tocarlo y era realmente bueno, en las reuniones familiares y en fiestas siempre tocaba alguna que otra pieza- contó melancólica- Me encantaría que hubieras podido conocerle.
Yo: Lo siento, no sabía que había muerto- me disculpé, ella negó con la cabeza para darme a entender que no tenía nada de que preocuparme.
Lisa: Murió hace 3 años, mi familia y yo estábamos notando últimamente que se comportaba de una manera extraña, lo llevamos al médico y le diagnosticaron alzheimer. Mi familia se quedó destrozada y poco a poco nos fue olvidando, menos a mi. Tan solo podía hacerme cargo yo de el porque era la única persona que recordaba y uno de los días que estaba cuidándolo en su habitación me llevó al notario para cambiar la herencia y que yo heredara todas sus pertenencias y esta casa, con tan solo 15 años me habían asignado una casa. Un mes después volví como cada día a cuidarlo y cuando le dije: “Hola abuelo” y le fui a dar dos besos el me miró extrañado y me preguntó: “Quién eres tú?” esas palabras quedaron resonando en mi cabeza mientras lloraba desconsoladamente, murió poco después- terminó de contar con lágrimas en los ojos.
Me recosté un poco sobre ella y la abracé para mostrar mi apoyo. Cuando se calmó un poco ella se quedó observando la habitación y yo el fuego hasta que rompió el silencio.
Lisa: Le tengo mucho aprecio a esta habitación, está tal cual la dejó mi abuelo por última vez, este también era su cuarto favorito- dijo mientras sonreía un poco.
Empecé a acariciar su pelo y poco a poco fue cerrando los ojos hasta que se durmió. Le aparté el pelo de la cara y le di un beso en la frente, ella se movió y se acurrucó junto a mi. Alcancé a coger una manta y se la eché por encima, la observé durante horas, sintiendo su acompasada y tranquila respiración hasta que el sueño me venció a mi también.
Bueno, sin más aquí acaba. Espero que os haya gustado, sea cual sea vuestra opinión del relato comentad, es importante para mi saber vuestras opiniones y más aún ahora a un capítulo del final. Gracias por las molestias, un beso y un abrazo!